Era una noche fría y tormentosa, la nieve en el piso había llegado a crecer medio metro, y la nieve que caía hacia q fuera casi imposible ver algo. Cerca de una montaña, caminaban con todas sus fuerzas una pareja de sables, Diego y Shira, quienes estaban buscando un lugar para dormir esa noche.

Diego: ¡¿PUEDES VER ALGO?!

Shira: ¡ESO INTENTO!

Diego: ¡MIRA!

Shira: ¡¿QUÉ?!

Diego: ¡ALLÍ HAY UNA CUEVA, SÍGUEME!

Shira: ¡VOY!

En la montaña había una cueva vacía, y cuando ambos sables estuvieron a punto de llegar Diego dijo:

Diego: ¡YA ESTAMOS CERCA! ¡¿SHIRA, DONDE ESTAS?!

Shira; ¡DIEGO, AYUDA!

Shira, al ser una sable de pelaje blanco, se camuflaba muy bien en la nieve, pero eso no iba a impedir que Diego no la encontrará. Al llegar entendió por qué Shira no avanzaba, sus patas traseras se habían atascado en las raíces de un árbol.

Diego: ¡SHIRA, SUJETATE DE MI!

Shira: ¡ESTÁ BIEN!

Entonces Diego caminó hacia atrás y jaló con todas sus fuerzas, hasta que sacó a la sable de allí, luego ambos se dirigieron hacia la cueva en la que iban a descansar.

Diego: Shira, ¿Te en encuentras bien?

Shira: Si, y sobre lo del árbol, eh, gracias por ayudarme.

Diego: No tienes de que agradecer, soy tu pareja, somos una familia, y en una familia…

Shira: Se ayudan mutuamente, lo sé gracias.

Al terminar de decir estás palabras, Shira abrazo a Diego.

Shira: Es mejor que vayamos a dormir.

Diego: Lo que digas.

Entonces fueron a una esquina de la cueva para dormir.

A este punto de la historia seguro te estás preguntando donde están los demás miembros de la manada y, bueno, Diego y Shira llegaron a la conclusión de que no era buena idea que un par de sables vivan con un grupo de herbívoros, tarde o temprano sus instintos de depredador los llevarían a asesinar a sus amigos más cercanos, por lo que decidieron empezar de cero, como nuevos sables, siendo nómades y viajando de un lugar a otro.

A la mañana siguiente Shira despertó primero, pero cuando intentó levantarse sintió un terrible dolor en sus patas traseras, que estaban llenas de heridas y moretones. Al parecer las raíces en las que ella se había atorado en la noche habían causado eso. Luego de intentar levantarse del suelo por 10 minutos Diego despertó.

Shira: Hasta que despertaste, je, buenos días.

Diego: Buenos di…, ¡Shira, ¿que te pasó?!

Shira: Las raíces del árbol en la noche, creo.

Diego: ¡Pero, cómo no lo sentiste ayer!

Shira: No lo sé, creo q estábamos tan concentrados en la tormenta que no nos dimos cuenta.

Diego: Está bien, quédate aquí, iré a buscar algo para comer.

Shira: Pero era mi turno hoy.

Diego: No, si pudieras pararte ya lo habrías hecho.

Shira: Está bien.

A unos 20 kilómetros de ese lugar había un sable, también gris, quien estaba buscando algo, o más bien a alguien

???: Ese olor, no lo había sentido desde hace 7 años. Creo que es ella, estoy seguro.