Disclaimer: Saint Seiya es de Masami Kurumada.


LA MALDICIÓN

Por Fabiola Brambila.


Capítulo 1:

Honor.


Todo comenzó una calurosa tarde de verano en el Santuario. Al pie de las escaleras que llevaban a la casa de Aries, se había congregado un grupo de aprendices de caballero que estaban alegando con Ichi, Nachi y Jabu porque estos no les permitían subir a ver a Atenea. Según eso, el líder (un mocoso arrogante como de doce años) había sido aprendiz del Caballero de Plata Sirius del Can Mayor (finado gracias a Seiya) y exigía que la diosa lo recibiera para que le otorgase una armadura.

—¿Qué les hace pensar que son tan importantes para que Atenea los vea siquiera? —Quiso saber Ichi, mirándolos con arrogancia desde su elevada estatura.

—Este de aquí es Demóstenes, el discípulo del gran Caballero de Plata Sirius del Can Mayor —respondió uno de los aprendices, señalando al aludido con un ademán de su mano—. Es el aprendiz más destacado de todo el Santuario y ha venido a reclamar la armadura de su fallecido maestro, que le pertenece por derecho.

—Atenea no ve a nadie si nosotros no damos el visto bueno; así que esfúmense, niñatos —repuso Nachi, limándose las uñas, al parecer nada impresionado por tan interesante curriculum.

—¿Ah? ¡Pero...!

Los aprendices gruñeron, dispuestos a lanzarse a los golpes contra los Caballeros de Bronce en cualquier instante, pero entonces habló Jabu.

—Calma, calma. A ver... —Fue hacía Demóstenes y lo observó detenidamente.— He oído hablar de ti, muchacho; según algunos eres de los pocos aprendices que pueden controlar su cosmos. Eres un joven realmente prometedor, pero... —le dedicó una mirada de suficiencia —aún te faltan dos años para concluir tu entrenamiento, ¿no es así? Por lo tanto no puedes reclamar una armadura. Antes deberías conseguir otro maestro que sustituya al que tuviste.

Los chiquillos protestaron indignados, Jabu les dio la espalda haciéndose el interesante.

—Estas de suerte —dijo—. En este momento yo estoy libre y puedo tomar discípulos.

Demóstenes sonrió con desprecio.

—¿Crees que después de que un Caballero de Plata me entrenara aceptaría como maestro a un Caballerucho de Bronce?

Jabu se giró, rabioso.

—¿Qué Dijiste?

Nachi e Ichi encararon al insolente aprendiz, irguiéndose amenazantes.

—¡Muchacho fanfarrón —soltó Nachi —mantén tu boca cerrada!— Se tronó los nudillos frente a él, más que dispuesto a usarlos en su contra si le daba otro motivo más.

—Vamos a enseñarte a respetar a tus superiores, gamberro —completó Ichi, riendo maliciosamente y desplegando sus garras envenenadas, que brillaron siniestramente al sol, urgidas de ser usadas.

Estaba a punto de haber trancazos, cuando Kiki apareció en medio de los dos grupos.

—¡SILENCIO! —Gritó el chiquillo.— El maestro Mu está meditando y ustedes no lo dejan concentrarse.

Los Caballeros de Bronce se miraron unos a otros y bajaron su guardia a regañadientes.

—¡Psj! —Jabu lanzó un escupitajo, llevándose las manos a la cintura y mirándolos con desprecio.— Tienen suerte, si no fuera por Mu...

—Sí, claro. Pretextos de cobardes —apuntó Demóstenes.

—¿QUÉ?

Los caballeros miraron al chico con ganas de comérselo vivo.

—¿Tienen miedo de que Mu los castigue? —Siguió diciendo el chiquillo con sorna —¿O en realidad es miedo a este gusano? —Empujó a Kiki hacia un lado y empezó a subir las escaleras.

—¡Oye! —Kiki se le apareció justo enfrente, sobresaltándolo —¿Eres sordo o qué? ¡Mu no los quiere cerca, lárguense!

—Tú no me das órdenes, pinche enano.

De improviso, Demóstenes le tiró un violento puñetazo a la nariz que le sacó la sangre. Kiki cayó al suelo mirando a su agresor con rabia. Se levantó encabronado y con su telequinesis lo mandó rodar escaleras abajo.

—¡UUUUHH! ¡Bien hecho! —Gritaron los Caballeros de Bronce agitando los puños con entusiasmo —¡Ándele, cabrón, para que aprenda!

Entretanto, los aprendices que acompañaban al pedante muchacho se apresuraron a levantarlo. Humillado, Demóstenes no aceptó ayuda y se los sacudió de encima, furioso.

—¡A un lado! —Le gritaba a sus compañeros. Observó a Kiki con los ojos brillantes y la cara llena de polvo y raspones—. ¡TÚ! ¡TE RETO!

Kiki levantó la barbilla, desafiante.

—Cuando quieras y en dónde quieras, pendejo, no te tengo miedo.

—Al atardecer, en el Coliseo.

—Ahí estaré ¡Jump!

Demóstenes se marchó con paso apresurado, con los demás aprendices corriendo tras él, mientras a sus espaldas Kiki se estiraba la boca con los dedos y le sacaba la lengua.

.o.O.o.

Al atardecer, los tres Caballeros enterados del pleito iban rumbo al Coliseo para presenciarlo y en el camino se toparon con Shiryu, que se dirigía hacia donde estaban sus amigos, que en ese momento montaban guardia en los límites del Santuario. A él le tocaba relevar a Seiya.

—¿A dónde van? ¿Que no les tocaba guardia a ustedes también?

—Es que habrá una pelea en el Coliseo y... —empezó a decir Ichi.

—¡Cállate, idiota! —Lo interrumpió Jabu.

—¿Una pelea? —Shiryu frunció el ceño, receloso —¡Las peleas entre Caballeros están prohibidas por órdenes de Atenea!

Ichi rió.

—No, hombre: es entre aprendices ¡Pelearan por su honor!

Jabu y Nachi le lanzaron una mirada asesina a su boquiflojo compañero, pero este ni se dio por enterado.

—¿Aprendices? ¡Peor aún! ¿Y por qué no lo impidieron?

Shiryu salió disparado hacía el Coliseo. Cuando llegó, vio a Kiki y a Demóstenes repartiéndose de cocolazos mientras los demás aprendices echaban bulla.

—¿Qué pasa aquí? —Bramó encolerizado, allanando la arena —¡Basta!

—¡Es uno de los favoritos de Atenea! —Advirtió alguien del público, reconociendo la larga y lustrosa melena oscura que distinguía al Caballero del Dragón.

Todo el público salió huyendo, pero los combatientes siguieron dándose de golpes e ignoraron a Shiryu.

—¡Dije que basta! —Los separó con brusquedad —¿Se puede saber a qué se debe el pleito?

Kiki le echó un distraído vistazo mientras respiraba agitado. Tenía demasiada adrenalina encima como para prestarle atención por mucho tiempo a alguien que no fuera su enemigo.

—Es que...

En pocas palabras le explicó lo sucedido. Shiryu estaba enojadísimo.

—¿Por eso peleaban? ¡Qué estupidez!

—¡Pero tú te la rifas por tu honor todo el tiempo! ¡Es plenamente justificable!

—Eso es muy diferente —le respondió Shiryu con seriedad, reprendiéndolo con la mirada—. Tú —dijo, mirando al otro contendiente—. Demóstenes, ¿verdad? Si tanto te urge una armadura, deberías pensar en completar tu entrenamiento. Con ese nivel que ostentas no serías capaz de derrotar a Kiki, y eso que tiene entrenando menos que tú.

—¡Ja! —Soltó Kiki, burlesco.

Demóstenes escupió sangre indignado. Miró a Shiryu con odio y se fue de ahí. Kiki brincoteaba mofándose de él.

—¿Que te pareció esa, mequetrefe? ¿No que muy muy?

—Kiki, cállate. Fue tu telequinesis la que lo superaba, tus golpes eran pésimos.

Shiryu se marchó dejando a Kiki confundido y enojado, preguntándose de qué lado estaba su "amigo".

.o.O.o.

Al día siguiente, Kiki sacaba agua de un pozo. Llenó con el agua de la cubeta un cántaro y caminó rumbo a la casa de Aries. Pero a medio camino fue interceptado por la bola de aprendices busca pleitos. Demóstenes salió de entre los árboles.

—Te reto, enano.

—¿Otra vez con lo mismo? —Kiki rodó los ojos —¿Qué no te quedó claro lo que te dijo Shiryu? Es obvio que yo ganaré.

Demóstenes escupió el suelo con desdén al escuchar el nombre de quién lo había ofendido el día anterior.

—Te crees mucho porque tu maestro es un Caballero Dorado. Pero tu técnica vale puro carajo—. Su voz adquirió un tono malicioso para decir: —Oye, ¿De verdad Mu te tiene bajo entrenamiento? A mí se me hace que en realidad, tu maestro es un holgazán que se la vive de padrote en su casa nomás rascándose los huevos.

Kiki dejó caer el cántaro que traía y este se hizo añicos contra el suelo. Entre los demás aprendices, algunos rieron muy a fuerzas y otros tosieron para disimular. Insultar a un Caballero Dorado, aunque sólo fuera para provocar a Kiki, era algo muy grave. Demóstenes se estaba pasando de la raya.

—¡¿Qué dices? —Bramó Kiki echando lumbre hasta por los ojos, una vez que pudo reaccionar ante semejante insulto —¡Retráctate inmediatamente, puerco asqueroso!

—No lo haré —replicó Demóstenes, mirándolo con odio.

—¡Pelea entonces! —Kiki parecía una fiera enfurecida.

—No lo haré.

Hubo más murmullos entre los muchachos. ¿A que habían ido entonces si no era a provocar una pelea? Miraron expectantes al par.

—¡Cobarde! ¡Cobarde! —Escupió Kiki señalándolo con repulsión —¡Tienes miedo de que te rompa la cara!

—¿Tú a mí? ¡Ja! ¿De veras creíste lo que dijo ese caballerucho de quinta? Si yo quisiera, podría hacerte pedazos ahora mismo.

—¡Grrr! ¡Pues éntrale, éntrale! Muy sabroso, ¿no?

—¿Para que tu Caballero venga a rescatarte de nuevo, Rapunsel? —Apuntó con tono displicente—. Esta vez no voy a permitir que ese Shiryu se entrometa ¡Nooo...! Te traigo un reto que no implica escándalo, pero sí cojones para llevarlo a cabo ¿Qué, aceptas o se te frunce el asterisco?

—Sí, lo que sea. Ya te demostraré quién soy yo.

—Ven, entonces —Desmóstenos se dio la vuelta y todos lo siguieron.

Los aprendices llegaron hasta los límites del Santuario, intrigados. La zona no estaba vigilada, porque era propensa a derrumbes y se suponía que nadie estaba tan loco para deambular por ahí. Había varios templos en ruinas sobre unas colinas. Demóstenes apuntó uno con su dedo índice.

—Dicen que en ese templo se encuentra una de las ochenta y ocho armaduras que desde tiempos inmemorables está esperando a quien será su portador. Sin embargo, todos los que han intentado recuperarla han muerto.

—¿Y eso a mí qué? No vine a admirar el paisaje ni a oír tus estúpidos cuentos; di el reto, con una chingada.

Demóstenes lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿No lo entiendes, retrasado? ¡Ese es el reto! Tú y yo iremos por la armadura, pero sólo aquel al que la armadura considere digno regresará vivo con ella y obtendrá todos los honores que portarla conlleva.

Todos los aprendices soltaron un "¡Ah!" de entendimiento, que mezclaba admiración y temor ante semejante revelación. Miraron a ambos con reverencia por igual, aunque en el fondo todos querían que Demóstenes ganara.

—Suena interesante, hagámoslo—. Kiki sonrió muy seguro de ganar aquel desafío. Se volvió a mirar a los otros aprendices—. Ustedes vayan consiguiendo un ataúd para su amigo.

Se pusieron en posición de salida y alguien gritó: "En sus marcas, ¿Listos? ¡Fuera!" Ambos salieron corriendo, Demóstenes se agarró como pudo a los peñascos que sobresalían de la montaña y comenzó a escalar. Pero Kiki no tardó en rebasar a su rival: mirándolo con desdén sobre su hombro se tele transportó de piedra en piedra hasta llegar al templo y entró...

O lo intentó, una barrera invisible le impedía el paso. Kiki forcejeó para atravesarla y por fin pudo meter la cabeza hasta el cuello, pero la barrera seguía ahí, impidiendo que metiera el cuerpo entero. Kiki sentía que se había cerrado en torno a su pescuezo y lo asfixiaba. Morado a falta de oxigeno, el lemuriano pataleó y arañó el aire hasta que finalmente la barrera cedió para él y fue a parar al suelo de cabeza.

—¿Q-qué demonios fue todo eso? —Inquirió jadeante el chico, mirando la entrada con temor; pero todos los malos presentimientos que empezaban a asaetearle su sexto sentido, fueron inmediatamente empañados cuando su vista se topó con que al borde del risco, la silueta de Demóstenes aparecía.— Me gustaría ver cómo ese mequetrefe le hace para entrar, pero será mejor que me adelante.

Demóstenes vio cómo su rival le hacía muecas burlonas, le daba la espalda y se palmeaba el trasero, para luego se adentrarse corriendo en el recinto. En lugar de correr tras él, Demóstenes se quedó donde estaba, sonriendo con maligna suficiencia.

—Pues tal vez que seas más fuerte que yo, pero de cerebro no tienes ni un gramo y para ser Caballero necesitas uno, imbécil.

Miró el dintel de la entrada, donde había un letrero con enormes letras rojas que decía: "PELIGRO. ESTRICTAMENTE PROHIBIDO EL PASO" en el que Kiki no había reparado siquiera en sus prisas por adelantársele. Demóstenes rió con ganas y volvió por donde había venido.

.o.O.o.

Horas más tarde, dentro del templo...

Kiki caminaba. El lugar se ponía cada vez más oscuro y eso le había provocado una que otra caída por ahí. Kiki se agarraba a las paredes y entrecerraba los ojos como si así su vista pudiese penetrar mejor aquellas espesas tinieblas. A momentos el valor lo abandonaba y era presa del miedo, pero se envalentonaba al acordarse de Demóstenes y se divertía preguntándose por qué no lo había alcanzado ya. Lo más seguro es que se haya perdido, el imbécil. ¿Estará por ahí sentado, abrazándose las rodillas y llamando a su mami? Pensaba él, riendo a carcajada limpia. Su risa reverberaba en las paredes, dando la impresión de que había una docena de Kikis haciéndole compañía y eso lo aliviaba.

De pronto, vio una luz y Kiki corrió hacia ahí pensando que había dado con una salida, pero cuál: se encontró que el origen era un lago y que la misteriosa luz emanaba de él inundando la estancia; que en realidad no era un compendio de columnas y suelos de mármol como al entrar en el templo, sino una rugosa y tosca caverna llena hasta el tope de estalagmitas y estalactitas.

Kiki se acercó al lago y caminó por la orilla, rascándose la cabeza.

—¡Qué fuera de lugar está esto...! —Cruzó los brazos y, despreocupado, miró hacia atrás—. Bueno, en vista de que aquel no llega yo me tomaré un descansito.

Se sentó junto al lago y al ver su reflejo en el agua descubrió que tenía sed. Hizo un cuenco con las manos y tomó agua, al instante todo el lugar tembló haciendo que la arenilla cayera desde el techo; Kiki se quedó quieto unos segundos hasta que todo pasó.

—¿Qué demonios...? —Pero como el temblor no fue de gran magnitud, no le dio importancia.

Miró hacia el agua de nuevo. La superficie le devolvió su reflejo: tenía la cara sucia y llena de polvo. Sería una desgracia que en su primera vez portando una armadura todo el mundo lo contemplara mugroso . Eso no sería honoríficp, ¿verdad? Debía relucir para tan solemne ocasión, así que tomó más agua y se lavó la cara. De inmediato se reanudó el temblor acompañado esta vez de un ruido parecido a un quejido lleno de furia; pero Kiki, al estar tan metido en su tema, ni cuenta se dio. Se puso a hacer gárgaras, a remojarse el cabello, los pies y, por último, decidiendo que el agua estaba riquísima, se sacó la ropa y se metió de cuerpo entero para darse un baño. Para entonces el extraño quejido era un alarido de indignación; las aguas mansas se trocaron en un geiser que llegaba hasta el techo y se convertieron en una figura que recordaba la silueta de un hombre. Kiki se había quedado paralizado y boquiabierto.

¿QUIÉN SE ATREVE A CONTAMINAR CON SU CUERPO INFECTO LAS AGUAS SAGRADAS DE MI LAGO? —Preguntó la figura con voz cavernosa.

—Ehh... —Kiki no logró articular palabra. Se había puesto pálido.

¡TÚ! —El ente acuático se acercó a él como una ola y su impulso casi le derriba—. ESTE LAGO ME FUE CONSAGRADO ANTES DE QUE LOS HUMANOS POBLARAN EL PLANETA Y NADIE PUEDE SERVIRSE DE ESTA AGUA A MENOS QUE YO LO AUTORICE —informó el ser con tono ceremonioso, que enseguida se volvió conciliador (aunque no menos arrogante): —PERO EN MI INFINITA MISERICORDIA PERDONARÉ TU AFRENTA, SI ME OFRECES DISCULPAS Y UNA OFRENDA EQUIVALENTE A LA OFENSA QUE ME HICISTE EN ESTE INSTANTE.

Kiki temblaba entero, con sus inmensos ojos violetas clavados en ese ser acuoso y terrorífico. No podía hablar, ni moverse, ni mucho menos ir a buscar una ofrenda para disculparse. Lo único que pudo hacer fue mearse encima por culpa del miedo.

¡AAAAARGH! —Rugió la criatura vibrando de asco —¡HUMANO ASQUEROSO! ¿CÓMO OSAS PROFANAR MIS AGUAS CON TU INMUNDICIA? ¡RECIBE TU CASTIGO, INSENSATO!

La figura se volvió tsunami y cayó sobre Kiki sepultándolo dentro del lago. El cuerpo del niño giró con violencia envuelto en las corrientes. Lo peor del caso es que sintió que el agua se filtraba por cada poro de su cuerpo, asfixiándolo; también sintió que la corriente le oprimía los miembros contra el cuerpo, de modo que no pudo nadar. Finalmente todo se volvió negro...


Continuará...


N/A: Hola. Yo aquí, intentando descansar de escribir tanto lemon. Este fic se podría decir que será bastante improvisado, porque no lo tengo tan minuciosamente planeado como los otros que estoy subiendo. Por cierto, este no tiene nada que ver con ellos. A ver qué tal sale.