Rebirth
Sus caminos se separaron, sin embargo los recuerdos persisten, resistiéndose a morir. Arriesgándolo todo, Lantis, Ferio y Clef deciden ir al Mundo Místico, donde son ahora simples mortales. Mientras tanto, nuestras Magic Knights luchan contra los retos de la vida sin saber que muy pronto cambiará cuando sus caminos se cruzen una vez más.
—I—
Tomó asiento, sintiendo un extraña punzada en su pecho. Respiró profundo, mientras esperaba que aquel hombre, de pie junto al balcón, se dirigiera a él. Desde aquel amplio balcón se observaba el paisaje nocturno de los alrededores del nuevo palacio de Cefiro, rodeado de numerosas viviendas, un concurrido punto comercial e incluso un puerto, en el que varias embarcaciones permanecían ancladas.
La brisa le trajo el olor del mar, el sonido distante de las mareas chocando contra la tierra que había esculpido lentamente durante un largo tiempo y una luna brillante que iluminaba la silueta de aquellas olas. Una concurrida sensación de nostalgia.
—Es curioso —Dijo Guru Clef con la vista fija hacia el mar—. El planeta entero se sumerge en las noches para descansar. Y nosotros como fantasmas todavía en vela.
Lantis asintió. —Necesitaba consultar con usted algo muy importante.
Clef se volvió a verle. Lantis permanecía sentado junto a aquella mesa. El vapor humeaba de aquella taza que no había sido tocada. Lantis intentaba buscar las palabras adecuadas para formular de manera concisa el torbellino de inquietudes que se agolpaban en su mente. Después de todo no solía hablar demasiado. Y menos de sus emociones.
—La paz ha llegado a Cefiro. Si bien es cierto que tenemos diferencias entre nosotros, el nuevo sistema ha hecho comprender a los habitantes de este mundo que todos somos responsables de lo que sucede. No hay necesidad de un pilar. Nuestros vecinos han aprendido de nosotros y nosotros de ellos. Podría decirse que existe un equilibrio en nuestro mundo. Y aun así... miramos al horizonte. Como si mas allá estuviese algo que nos falta.
Lantis se preguntaba si Clef estaba experimentando algo similar a su situación. Pero Clef tampoco era de las personas que se sentaran a charlar de sus sentimientos. Al menos no era su costumbre.
—Se que estoy siendo desagradecido con la vida que disfruto ahora. No lucho y puedo pasar mis días en este hermoso planeta. Pero... —Una vez más Lantis se prohibía decir algo más.
Clef tomó asiento en aquella mesa, delante de él y con un movimiento de su mano la jarra levitó y llenó su propia taza. Clef vivía en el castillo, simplemente como consejero, puesto que el cargo de Maestro Mago estaba siendo ejercido por Ascot.
Posiblemente Clef estaba empezando a experimentar el efecto del tiempo. La gente de Cefiro era mas longeva, pero eventualmente morían. Aunque Clef tenía mas de setecientos años, tan solo aparentaba veinte años ahora.
—¿Sabes lo que pueden causar las palabras? —inquirió Clef mientras aspiraba el aroma de aquella bebida.
—Salvar vidas, destruirlas también. —respondió Lantis y cerró sus ojos pensando en algo tan terrible como posible.— Temo que lo mismo que destruyó a mi hermano suceda de nuevo.
Clef observa a Lantis en silencio y lo sabe. Puede sentirlo. Lo más inquietante es que el ya lo había pensado antes durante largo tiempo.
—II—
Otro día más. Otro día en que el cielo languidecía, mientras el mundo no paraba de moverse a su alrededor. Hacía mucho tiempo que no se detenía a ver aquel sitio, aprendiendo que los recuerdos solo están atrapados allí, justo donde se quedaron. El tiempo no transcurría en vano.
Inexorable, inevitable.
Mientras permanecemos ocupados, no nos detenemos a comprender la importancia de cada segundo, cada minuto, cada día. Pero ella no era de las personas que pensaran demasiado las cosas. Siempre sonriente, siempre feliz, había aprendido a callar mucho, a suprimir la nostalgia que crecía cuando estaba en frente de aquella torre. Hasta que un día se percató que apenas podía recordar el color de aquellos recuerdos. Todo comenzaba a ser borroso y monocromático. Quizás un día, dejaría de recordarlo todo...
Ese era su consuelo y su mayor temor.
No solo ella había aprendido a desligarse de aquel sitio. Umi y Fuu ya no solían reunirse con ella en aquel lugar. Umi viajaba mucho últimamente y Fuu estudiaba arduamente para los exámenes de ingreso a la universidad. Sabía que las mantenía un vínculo muy fuerte, no había dudas en ello, pero una parte suya se preguntaba si esto que ya había estado esperando era lo normal. Los caminos se unen y se separan.
Una sonrisa triste se dibujó en su rostro. Se sentía solitaria, confundida...¿era así como se sentía el envejecer?
—Pero si solo tienes veinte años, Shidou Hikaru. —dijo con aquella sonrisa de conformidad y le dió la espalda a aquella torre. Debía llegar rápido a casa.
—III—
Los exámenes de ingreso a la universidad estaban resultando todo un dolor de cabeza. Y no tenía el dinero para pagar matrícula en otra de las universidades, no importaba qué opción de carrera tomara. Las cosas no estaban bien y en el dojo, los estudiantes ya no abundaban. Muchos se iban a jugar fútbol, béisbol, donde tenían más posibilidades de dinero y fama. Sus hermanos trabajaban y estudiaban. El mayor se había quedado a cargo del dojo y ya se le estaba empezando a notar su desgano con el mantenimiento del mismo.
Hikaru empezaba a temer lo peor, aunque ella aspiraba a comenzar sus estudios de veterinaria, el kendo significaba para ella muchas cosas: el legado su padre, la última conexión con su pasado como Magic Knight.
Pero en su mundo, las batallas no se libraban contra magos y villanos, sino contra las facturas, impuestos y en su caso, con los exámenes de ingreso.
—Hikaru.
La voz de su hermano le interrumpió de sus pensamientos mientras acomodaba el dojo luego de otra práctica. Su hermano mayor no era extremadamente conversador, pero siempre cuidaba cada palabra que expresaba.
—Ya está bien. Yo me encargo del resto.
—Pero...
—Por favor, descansa.
—Si lo dices por los exámenes...
—Hikaru. Sé que estás inquieta por nuestra situación económica y no tienes que preocuparte. Saldremos de esto, ya hablé con un amigo que nos ofreció su ayuda.
Hikaru intentó preguntarle quién era ese amigo y qué clase de ayuda ofrecía, sin embargo ante la llegada de sus otros hermanos, la conversación quedó inconclusa. Con todo el ajetreo de la cena y de las conversaciones de sus otros hermanos, Hikaru no lograba preguntarle nada a Satoru sin que los otros lo notaran. Pero instintivamente sabía que algo no estaba bien.
Los días pasaron y Satoru suspendió las prácticas del dojo. Salía de noche y regresaba casi al amanecer, con vendajes, durmiendo todo el día. Era imposible que nadie se percatara, pero el no soltaba palabra acerca del asunto. Los problemas económicos empezaban a arreglarse y le decía a Hikaru que hallaría el modo de pagarle los estudios a cómo diera lugar. Pero nunca revelaba que hacía de noche y siempre juraba que no robaba o hacía algo ilegal. Hikaru sabía que el no mentía, pero ¿porqué no les decía simplemente a dónde iba de noche y por qué regresaba lastimado?
—IV—
Era Jueves, pasada la media noche, Hikaru se despertó sobresaltada y aun desorientada escuchó ruidos que no le eran familiares. Sus hermanos acostumbraban a llegar tarde, pero le parecía extraño que todo estuviese demasiado tranquilo. Por pura intuición se aproximó al dojo en donde escuchaba voces que discutían.
Satoru cayó de rodillas sobre el tatami del dojo, respirando hondo y escupiendo sangre.
—Te dije que hicieras lo que te pedí. ¡Pero tenías que arruinarlo todo! ¡Tu y tu estúpido honor!
Satoru estaba en silencio, mientras aquel hombre vociferaba cada vez más enojado. Debía mantener la compostura, hasta que ese cretino se calmara. Si sus hermanos se despertaban por culpa de él...
—Basta. Vete ya.
—¡¿Te atreves a hablarme de ese modo, basura?!
Hikaru no pudo contenerse ante aquella amenaza.
—¡DÉJALO EN PAZ!
Ambos hombres vieron a Hikaru, vestida de kimono, entrar a la sala. Satoru apenas contaba con fuerzas para estar consciente.
—Hikaru—chan...ve a la cama... —musitó a punto de desfallecer.
—¡¿quien es este hombre?!
—Asi que tu hermanita no sabe qué es lo que haces... —dijo el tipo dirigiéndole una mirada bastante lasciva a Hikaru. Ella no se dejó intimidar por ese tipo, pero al ver que Satoru tosía, corrió hasta el para comprobar que estaba sangrando y sus brazos tenían moretones que eran recientes.
—¡¿Que le has hecho a mi hermano?! —demandó ella.
—Tu hermano trabaja para mí. —dijo el hombre con una sonrisa. —Lástima que ahora ya no tenga el talento de hace años, cuando podía contener a cualquiera que se le plantara en frente.
Ahora Hikaru lo entendió. Satoru no mentiría sobre lo de no robar. Pero los problemas visuales de Satoru se estaban agravando vertiginosamente y este tipo era seguramente de los que patrocinaban peleadores para combates clandestinos. Había oído sobre aquello, de boca de algunos chicos en la escuela, pero nunca creería que Satoru tomara ese camino.
—Levántate de alli y regresa porque tienes otro encuentro en media hora. ¿Me has oído?
—¡¿Que no ve que esta lastimado?! —gritó Hikaru furiosa.
—Cuida tus modales, jovencita, si no quieres terminar como el fracasado de tu padre.
Esa vez Satoru se incorporó y golpeó al tipo y cayó de nuevo de rodillas.
—¡No hables así de mi padre!
En vez de reaccionar lleno de furia, aquel hombre se levantó y se reía. Hikaru permaneció de pie, mientras escalofríos recorrían su cuerpo. Satoru estaba de espaldas, respirando intensamente, aguantando la hemorragia que no parecía detenerse.
—Asi que hasta eso le has ocultado a tu hermanita, ¿eh Satoru?
—No involucres a los demás. Soy el mayor y acepto mi responsabilidad.
—Idiota. Ya me harté de ti. Eres una molestia y ya no das resultados en el combate. Asi que...
El crepitar de la madera lo enmudeció. Un hombre, alto y delgado, poco distinguble por las penumbras estaba en el umbral de la puerta, la luz de afuera brindándole una aura casi espectral.
—Suficiente. —pronunciò aquella persona. Su voz era firme y determinada y aquel hombre parecía ligeramente intimidado por su presencia.
Hikaru intentaba escudriñar en aquella persona, pero su rostro era borroso debido al choque de la fuerte sombra y la luz.
—¡¿Quien te mandó?! —demandó el otro. Hikaru notó un matiz de miedo en aquel hombre, a pesar de tener una pistola enfundada.
—He llamado a la ambulancia. —dijo con un tono de voz sereno. —Y será mejor que te marches. A menos que quieras contrariar al señor Miyazaki.
—Pero...¿qué...?—murmuró desconcertado y se detuvo al escuchar las sirenas distantes de la ambulancia que venian hacia ellos.
—Vete ya. —dijo aquel hombre. A Hikaru, aquella voz le pareció familiar pero al percatarse de que Satoru tosía, su atención se desvió por completo.
El otro se marchó mientras el hombre recién llegado continuaba en el recibidor y le lanzó a Hikaru y Satoru un paquete.
—El dinero. Cura tus heridas y luego hablamos. Los de la ambulancia se encargarán de todo y sobretodo discreción.
Aquel hombre se marchó rápidamente.
—V—
La ambulancia llevó a Satoru a una clínica privada antes de que quedara inconsciente. Luego de una intervención y de horas de reposo, finalmente abrió los ojos y sonrió al ver que sus hermanos estaban allí. Hikaru había sollozado en privado, pero siempre intentando mostrarse valiente y transmitirle alegría a su hermano. Aquel hombre había dejado una fortuna en aquel paquete, los gastos médicos fueron costeados al parecer por un tal Miyazaki, quizás el mismo que aquel misterioso hombre mencionó. Hikaru no dejaba de pensar en el timbre de voz de aquel individuo, que le hacía estremecer algo en su mente, pero no sabia exactamente por qué.
—Voy a matar al que le hizo esto a nuestro hermano. —dijo Masaru, otro de los hermanos de Hikaru.
—No digas tonterías. —dijo Kakeru.
Satoru no contestaba las preguntas de sus hermanos y por su parte, Hikaru recordaba lo que aquel hombre les había dicho. "Discreción". No sabía la magnitud del problema y sería arriesgado hacer algo imprudente. Hikaru sonrió. Aquí, en su mundo era simplemente una chica cualquiera. Sentía que si tan solo tuviese la forma de tener sus poderes podría enfrentar a quien fuese. Y además estaba sola. Umi se había marchado a Seúl y Fuu estaba en Kyoto. ¿Y de cualquier forma que podrían hacer las tres siendo simples humanas?
Pasaron los días. Todo parecía lentamente recobrar su curso normal. Masaru y Kakeru habían salido a trabajar. Era lunes y Hikaru tenía el día libre. Satoru estaba en el dojo, tan solitario como lo estaba ultimamente. Parecía increíble que hace solo unos años albergaba a más de 70 estudiantes. Y ahora los ultimos se marcharon hace un par de días. Sentado en las escalinatas de la puerta, ataviado de su ropa normal, con los vendajes todavía en su brazo izquierdo.
—¿Que sucede Hikaru—chan? —preguntó Satoru consciente de que ella lo miraba desde un lado.
—Es...—Hikaru titubeó. —Debemos hablar.
—No hay nada de qué hablar. Todo está bajo control.
—¡¿estas esperando a que te llamen?! ¿Para pelear de nuevo?
—Hikaru. —El tono de Satoru era rígido y ella se detuvo. —Este es mi talento. No sirvo para mas nada que combatir. Lo llevo en la sangre. Tu lo entiendes.
Hikaru recordaba los años de prácticas en el dojo, y sus días en Cefiro, pero no quería remover aquellos recuerdos, pensaba aferrándose a aquel collar que estaba oculto en su pecho.
—En este mundo solo tenemos que pagar las cuentas, conseguir un empleo decente, casarse, tener hijos y...
—Hablas como los derrotados, Hikaru—chan. —dijo Satoru levantándose. Su tono se suavizó.
La mirada de Hikaru parecía perdida en el significado de aquellas palabras.
—Hay cosas que no podemos cambiar, hermano. —Hikaru se colocó su abrigo y tomando su bolso, salió de aquel lugar reprimiendo las ganas de desplomarse y derramar amargas lágrimas de rabia e impotencia.
Debo concentrarme en mis estudios, debo hacerlo.—repetía en su mente como un mantra que no disipaba lo que estaba sintiendo. Solo bastó que levantara su mirada y viera aquella torre. La torre que había marcado su destino. La torre de Tokio.
—"No." —dijo reprimiendo las ganas de correr a ese lugar y de rezar por ir una vez más. Había rezado demasiado, esperando por un milagro. Pero nada pasaba. Y ya se había cansado de esperar.
—VI—
—¿Como te sientes?
—El brazo está mejor. Los doctores dicen que en un par de días me puedo volver a integrar a las peleas.
La taza de té ante el humeaba y Satoru miraba la suya, apenas presente en la conversación.
—Te doy gracias por aparecer, en verdad evitaste una tragedia. —dijo Satoru. —Creí que mi hermana se le lanzaría encima a Tsubaki para matarle.
—¿Tu hermana?
—Si. —dijo Satoru con una extraña sonrisa.— Hikaru tiene una mirada tan firme cuando aquella noche era como si algo más se hubiese apoderado de ella. No se por qué, pero hace tiempo, ella cambió un día, así de repente. Ahora que lo pienso es absurdo, pero hay cosas en este mundo que no podemos explicar. Era como si mi hermana se hubiese tornado mas nostálgica, de buen humor, pero...
Satoru cabeceó como si lo que intentara explicar careciera de lógica. —Supongo que un día es tu hermanita pequeña y al siguiente es una mujer. —dijo Satoru encogiéndose de hombros.
—Supongo. —respondió el otro.
—hey, Lantis. ¿Tienes hermanos? —dijo Satoru de repente.
Lantis miró a Satoru fijamente. Cómo podría decirle que sí, que tuvo uno. Un hermano que decidió sacrificar a un planeta por la persona que amaba, uh hermano que obligó a las Magic Knights a matarle. Y la hermana de Satoru era una de ellas. Lantis consideraba que por mucho esfuerzo que hubiese puesto en odiar a Hikaru simplemente no podría haber ganado. Hikaru, aunque en ese caso era solo una víctima del destino, había demostrado una valentía y una grandeza de corazón que terminaron por destruir los muros que había forjado en su corazón. Y ahora en la lejanía, solo había intensificado los sentimientos que por ella albergaba. Y esta vez pelearía por estar al lado de ella. Aunque en realidad no sabía cómo, cuando había tanto peligro cerca de ella.
—Si. Pero el murió hace mucho tiempo.
—Lo lamento, en verdad. —dijo Satoru.
—Se que lo entiendes. Tu eres como un padre para todos ellos. —dijo Lantis.
—Apenas puedo protegerlos, Lantis. Apenas puedo...
El dolor en su brazo se intensificó. Satoru intentaba ocultarlo pero Lantis lo sabía.
—Creo que todavía debes estar en reposo por un tiempo. —dijo Lantis levantándose. —Quédate aqui, junto a tus hermanos y yo me encargo del señor Miyazaki.
—¿Por qué, Lantis? —dijo Satoru. Desde que había conocido a aquel hombre hace un mes, le había ayudado más que sus propios amigos de toda la vida.
—No lo entenderías. —replicó el tomando su abrigo y despidiéndose de el.
Lantis salió de aquel dojo. El invierno había llegado trayendo el viento frío y el cielo ligeramente nublado presagiaba la primera nevada del año. Para un nativo de Cefiro que había viajado inclusive a Autozam, Fahren y Ciceta, el clima del Mundo Místico era algo lleno de sorpresas. Había tantas cosas tan diferentes a su mundo. Cuando revisó los libros a los que tuvo acceso para informarse, descubrió que existían cientos de países con personas diferentes, con idiomas distintos y luego de varios días, sabia que el podía entender y hablar "japonés". Esta isla se llamaba Japón y la ciudad "Tokio". Durante el corto tiempo en el que estuvo junto a Hikaru, ella nunca mencionó su lugar de origen ni la forma de vida que tenía.
Era triste, tantas cosas que deseó saber de ella y que poco a poco tuvo que descubrir. El viaje para llegar hasta aquí había sido difícil, pero ahora más que nunca debía continuar. Hikaru y su familia estaban en peligro y debía actuar con cautela ahora que no tenía sus poderes ni su espada mágica.
Continuara...
NA: Hola! ^^ Este es mi primer fic de MKR, los nombres los he dejado en su versión original, por cierto.
Desde hace muchos años deseaba escribir algo de MKR y bueno, finalmente aquí está.
Se que Hikaru/Lucy aqui esta muy triste (fíjense lo que hace el estrés de la universidad) pero ya verán más de ella y los demás en el siguiente capítulo.
Espero que les guste esta historia...
Saludos.
Hikaruasakura7
