La verdad no tengo idea de a donde exactamente irá este fic, pero ya que :v
PAREJAS:
Si no te gustan no lo leas y si lo haces y no te gustan, no te quejes conmigo...
O te mato
Si? C:
EspañaXRomano(principal)
AlemaniaXVeneziano(secundaria y después de varios capitulos pero si habrá bastante)
SueciaXFinlandia(secundaria y sera después de varios capitulos pero si habrá)
Sobre si esto tendrá USUK o FrUK la verdad no lo se :v todavia no me decido (me gusta mas el FrUK) pero alguna de estas tendra que salir, o eso espero :T
Fuera de esas, ya veremos cual otra se forma ;)
Una vez mas disfrutenlo
DISCLAIMER (Uno por historia): Hetalia, los personajes y los nombres no me pertenecen, son de Hidekaz Himaruya a quien le agradezco inmensamente por haber tenido la idea y haber creado Hetalia. La imagen de portada tampoco me pertenece, crédito a quien sea su autor(a), le quedó muy bonita. Hago esto sin fines de lucro ya que no recibo paga alguna por hacerlo.
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1. Lovino
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Comenzaba a filtrarse la luz del sol por el agujero en la habitación de Lovino. Este tuvo que salir de la tierra de fantasía que había creado en su mente, donde él era el rey, pero claro que eso no podría estar más alejado de su realidad. Porque Lovino no era ningún rey, sino todo lo contrario. Él era el esclavo de los tomates. Sí, exactamente eso. Él debía cultivarlos, velar por ellos y asegurarse de que crecieran fuertes y saludables. Lo malo es que era un trabajo demasiado pesado para el sólo y la paga por los tomates apenas era suficiente para comer (y eso que tenía que alimentarse de su propio producto). Y aquí volvemos al punto de que hay un enorme agujero en su habitación cubierto sólo con un pedazo de tela que funciona como cortina.
Tampoco es que eso le sirviera de mucho, hubo una vez en que un mapache entró mientras él dormía. No hay necesidad de decir quién corría más peligro, sólo dejémoslo en que Lovino pasó la siguiente semana despierto, temblando y con una escoba a su lado.
Acostumbrado a que el sol lo despertara siempre a la misma hora, no tuvo más remedio que levantarse y prepararse para comenzar a trabajar.
Después de un desayuno que consistía en guisado de tomates con salsa de tomate y acompañado de tomates frescos a un lado, Lovino se vistió, tomó sus herramientas y salió por la puerta de su vieja casa.
La vida de Lovino se había vuelto el triple de dura desde que su abuelo murió y su hermano desapareció.
Con sólo trece años de edad, su abuelo había muerto, dejando en herencia las tierras de cultivo a sus dos nietos. Pensarán que eso es lo que haría un abuelo bueno y generoso...
Pues quizá esa era la intención de su abuelo, pero para Lovino no fue mas que una maldición.
Ahora debía trabajar como burro todos los días durante tres cuartas partes del año y padecer hambre durante la parte restante, ya que, por obvias razones, no podía producir tomates en invierno.
Como si eso no hubiese sido demasiado, también había perdido la única familia que le quedaba.
Su hermano, Feliciano, había desaparecido miesteriosamente cuando tenían dieciséis años.
Sinceramente, no tenía esperanzas de que este regresaría. Para él ya había muerto, puesto que lo había visto deshacerse frente a sus propios ojos.
Lovino, aún considerándose el gemelo mayor, no pudo hacer algo para evitarlo. No solo le provocó el dolor más grande de su vida, sino que también afectó mucho en su orgullo como 'hermano mayor'.
Mientras araba una parte de la tierra, Lovino no podía evitar recordar aquel día en que perdió a su hermano. Recordaba lo extraño de aquel incidente, cómo es que un segundo estaba ahí y al siguiente no, o eso es lo que había contado.
Podría decirse que así fue, pero a la vez no.
La verdad que Lovino nunca contó era otra.
Si él lo hubiese hecho, habría explicado cómo fue que su hermano iba corriendo hacia él, agitando una mano en el aire y esbozado su estúpida sonrisa de siempre, para después detenerse en seco. Detenerse literalmente, porque dejó de correr, pero se quedó en la misma posición, sonriendo y con la mano en el aire. Pero Feliciano no fue el único. Todos a su alrededor se congelaron. Los vendedores de fruta, las carretas que pasaban por ahí, los niños corriendo, las palomas volando; diablos, incluso el agua de un balde que alguien había tirado, incluso el agua misma, se había detenido a medio metro del suelo.
Lovino vio y tomó en cuenta cada uno de estos detalles, grabándolos en su mente, al igual que hizo con lo que sucedió después.
Una figura, grande, oscura e indescriptible, con ojos rojos, y una dos grandes cuernos, se acercó a su hermano, proyectando una gran sombra sobre el sonriente rostro de éste. Lovino trató de hacer algo a pesar del gran terror que sintió al ver aquella cosa; trató desesperadamente de moverse, sólo para darse cuenta de que él también estaba congelado y sin embargo podía ver todo.
Observó cómo aquél monstruo se acercó a su hermano. Su desesperación en ese momento no pudo ser descrita al ver que aquella cosa tomaba a Feliciano del brazo y lo sostenía en el aire,; el gemelo menor, al instante reaccionó, primero mirando a sus alrededores confundido y después al monstruo delante de él.
Lovino no pudo olvidar su rostro en ese momento. Su cara perdió todo color, su mandíbula se abrió a una distancia anormal, sus ojos se abrieron de manera desmesurada y comenzó a balbucear.
Lo que le siguió, hizo que tuviera pesadillas por meses.
El monstruo volteó hacia él, solo ahora Lovino podía dar con su extraña forma. Tenía brazos cintura y piernas de hombre, pero su torso y rostro eran los de un toro negro y con los ojos rojos. El ''toro-hombre'', lo miró fijamente a los ojos por un momento, para después volver a ver a Feliciano, quien ahora trataba de liberarse mientras gritaba el nombre de su hermano y pedía ayuda.
Lovino estaba paralizado del miedo, pero no estaba congelado por esa razón. Fuera lo que fuere, la extraña fuerza que había paralizado al mundo, también lo estaba afectando; no podía moverse, pero miraba toda la escena atentamente y con impotencia.
Entonces Feliciano comenzó a desvanecerse. Primero fueron sus pies, Comenzaron a transformarse en humo y este comenzó a irse como si el viento lo arrastrara (la cosa es que no había viento porque al parecer este también se había quedado en pausa). Feliciano se sacudía, lloraba y gritaba. Lovino también sentía lagrimas formarse en sus ojos, y la impotencia que sentía al no poder hacer nada, mientras su hermano, sangre de su sangre, estaba siendo desintegrado, era lo peor.
¡No, déjalo!¡Déjalo en paz!¡F-feliciano…!¡LLEVAME A MI, PERO DEJALO A ÉL!¡NO!
Lovino solo podía gritar e implorar en su mente, una y otra vez, pero no fue suficiente. Feliciano ya tenía desintegrada la mitad de su cuerpo, y la bestia aun sostenía su brazo en lo alto.
Entonces Feliciano miró por última vez a su hermano.
Ambos tenían los ojos llenos de lágrimas. Y así, el rostro de Feliciano comenzó a desvanecerse también en una nube de humo que el viento se llevó. En el último recuerdo que Lovino tenía de los ojos de su hermano, la desesperación y el miedo estaban en todas partes de esas gemas de ámbar.
Al siguiente momento, todo comenzó a moverse de nuevo, excepto Lovino, que parecía una piedra por el horror y desesperación. Aún con lágrimas en los ojos, se dejó caer sobre de rodillas y comenzó a llorar fuertemente. La gente que pasaba lo miraba extrañada y asustada, pero a Lovino no le podría importar menos.
Prácticamente, acababa de ver morir a su hermano.
Después de eso, Lovino se dio cuenta de que al parecer nadie más vio lo que sucedió ese día, y él nunca contó la verdad, pero hasta la actualidad y ahora con veinte años, Lovino se seguía preguntando qué fue lo que sucedió, y, si realmente él hubiese podido hacer algo si tan solo hubiese sido capaz de moverse.
Ahora trabajaba solo las tierras heredadas por su abuelo, ya que no podía rentarlas o venderlas; en el primer caso porque el reino ya cobraba al menos un treinta por ciento de las ganancias y a cualquiera que le interesara cultivar, solo le parecería más fácil conseguir sus propias tierras a tener que pagar una alta renta mensual. Y en el segundo caso… las leyes del reino estipulaban que Lovino solo podría venderlas con el consentimiento de ambos propietarios, es decir, necesitaba a Feliciano, a quien oficial y legamente consideraban desaparecido, pero claro, ¿cómo podría solo ir y decirles 'Disculpe, no puedo traer a mi hermano porque el hombre toro que congela la realidad hizo que literalmente se esfumara como un cigarro'? No, no podía.
—¡Maldición!¡¿Qué hice para merecer esto?!¡No es justo que me pudra trabajando así durante el resto de mi vida!
Y por si todo lo anterior no fuese poco, también estaban los rumores…
Al parecer todos habían notado la desaparición de alguien tan animado como su hermano y si bien algunos lo atribuyeron a los traficantes de personas, a otros les dio la gana acusar a Lovino de matar a su hermano para quedarse con toda la propiedad.
Si Lovino hubiese sabido quien inició los rumores, le habría ido a visitar "amistosamente" acompañado de su rastrillo, de su pala, o incluso de su guadaña. La verdad era que sospechaba de los de la propiedad de al lado y del hombre del puesto de manzanas por el que pasaba su hermano todos los días para ir a vender los tomates, pero no tenía pruebas suficientes para acusar a alguno de ellos, mucho menos para hacer justicia por sí sólo.
Lovino las veía duras en su situación, trabajando como burro noche y día, porque en la noche lo que hacía era conservar los tomates que cosechaba de diferentes formas, algunos los deshidrataba, otros los encurtía, otros los asaba, algunos les ponía sal, y a veces hasta los hacia salsa y los comía con pasta que él mismo preparaba.
Esa noche Lovino estaba comiendo pasta precisamente, recordando cómo era el platillo favorito de su tonto (pero querido) hermano. Estaba casi terminando, cuando escuchó los toques en la puerta, o más bien los golpes.
—¡Ya voy! Maldición, ese idiota va a derribar la excusa de puerta si sigue golpeando así…—se llevó la mano a la barbilla— Al menos, tal vez así tenga una excusa para cobrarla al doble de su valor y la reparación también…
Al abrir la puerta de golpe, Lovino no encontró a persona alguna en el lugar.
De repente escuchó un quejido de dolor. Miró hacia un lado y tirado junto a un arbusto que estaba pegado a la entrada, oculto de todos los demás, estaba un hombre, tirado en el suelo, inmóvil, jadeando y era claro que estaba experimentando dolor.
—Vuelva más tarde.
Y Lovino cerró la puerta.
Apoyó su espalda sobre esta y suspiró. Desvió la mirada; bien, detengámonos un momento a considerar la situación de Lovino, mejor dicho, a ver qué pasa por la mente de Lovino.
Sí, hay un hombre herido y tirado cerca de su puerta. Si, ese hombre gastó sus últimas fuerzas para tocar la puerta y pedir ayuda. Si, él ya sabe que está ahí afuera casi en su puerta. Si, ese hombre podría estar en peligro de muerte. ¿Pero, y Lovino?
Lovino es pobre, Lovino vive solo, Lovino no sabe nada sobre curar heridas, Lovino casi no tiene comida, Lovino no tiene nada para atender las heridas del sujeto, Lovino básicamente no puede hacer nada…
Volvió a escuchar un quejido de dolor.
Si, Lovino quizá no podía hacer nada, pero si ese sujeto ya estaba para morir, lo menos que Lovino podía hacer era supervisar que muriera en paz.
Y así, decidido a hacer lo correcto, abrió la puerta de nuevo y miró al hombre. Estaba muy mal. Tenía heridas "pequeñas" en los brazos y una herida de flecha en un muslo, pero lo más grave eran su cabeza y abdomen. De un lado de su cabeza tenía sangre escurriendo, y en su abdomen tenía una gran herida que parecía una puñalada, pero a la vez, los bordes de esta parecían alguna quemadura, como si lo hubiesen herido con hierro al rojo vivo.
Se le erizó la piel al pensar en lo increíblemente doloroso que debió haber sido eso.
Sin mucho tiempo para pensar en algo mejor, ya que el hombre comenzó a quejarse de nuevo, Lovino lo tomó pasando sus brazos debajo de las axilas del otro y arrastrándolo como pudo a través de la puerta, lo movió hasta la habitación de su hermano. En algunas ocasiones rozó las heridas en los brazos y la pierna del hombre la movió demás haciendo que este gruñera un poco por el dolor, pero fuera de eso, estaba muy callado, demasiado callado…
En donde Lovino podía tocar, su respiración iba demasiado lenta, y apenas podía percibir sus latidos…
Se apresuró todo lo que pudo y lo colocó de manera algo brusca sobre la cama, pero siempre con cuidado de que su cabeza no golpeara demasiado. Rápidamente salió de la habitación, fue a una de las cajoneras por paños de tela limpios, al pozo para llenar un tazón con agua limpia y cuando volvió casi deja caer todo.
La herida en el abdomen del hombre, que era la que parecía más grave estaba casi curada.
Solo quedaba una especie de raspón, como si lo hubiesen rozado con hierro caliente en vez de apuñalarlo.
Lovino se quedó con la boca abierta unos segundos, antes de acercarse con cautela. Sus pasos eran lo más silenciosos y cuidadosos que podían, controlaba su respiración agitada, y trataba de estar alerta para correr en caso de algo.
¿Qué tal si este hombre no era normal?¿Y si era alguna especie de mago o hechicero, y además utilizaba magia negra?¿Y si no era un hombre en realidad?¿Acaso había dejado entrar a su casa a alguna clase de monstruo o demonio?¿Una criatura magica de aquellas que rondaban por el bosque y desaparecían a las personas?
Lovino decidió ignorar su paranoia y se acercó al hombre. Si bien sus heridas ya no eran tan graves, aún tenía sangre y algunos raspones. Con cuidado para no despertarlo, Lovino se sentó en la cama, remojó un trapo, lo exprimió y comenzó a limpiar las heridas y la sangre en el cuerpo del hombre.
Diablos, ¿Cómo terminé de enfermera para un idiota desconocido?¿Qué habría estado haciendo éste tipo para terminar así? Seguro algo realmente estúpido… Tiene cara de que hacía algo estúpido.
Después de quejarse en voz alta Lovino suspiró y siguió limpiando al hombre. Después de encargarse de la herida del muslo, siguió con la del abdomen (o lo que quedaba de ella), las de los brazos, y finalmente la de la cabeza.
Lovino se quedó mirándolo fijamente por unos segundos. Traía buena ropa, suave, casi nueva y, por supuesto, costosa. También tenía un rostro...
Idiota.
Pensó Lovino.
Idiota pero atractivo, bastante, a lo cual, Lovino no podía evitar mas que sonrojarse de coraje. Él era atractivo, y cuando de chicas lindas se trataba, se podía comportar como el más caballeroso del mundo a pesar de su usual apatía, pero, ¿de qué servía todo eso cuando no lo tomaban en serio? O mas bien, la mayoría sólo lo miraban como un granjero ermitaño y sin dinero (lo cual tampoco estaba muy alejado de la realidad).
Y eso le llevaba a estar algo celoso de este hombre que además de ser guapo era rico seguramente.
—Genial, tengo a la prueba viviente de que la vida me odia— Comentó con sarcasmo mientras miraba al hombre.
Pues pensándolo bien quizá a Lovino no le iba tan mal. Si bien ese hombre era rico y tenía una piscina de monedas de oro o la suficiente comida para llenar a toda una ciudad, él estaba herido, y Lovino no.
Sí, era algo patético que Lovino tuviese qué conformarse con la desgracia de aquel hombre, pero viendo lo obvio de la situación y a quien le iba peor los trescientos sesenta y cinco días del año, ¿qué otra forma de consuelo le quedaba?
—Más vale que cuando despierte me dé una recompensa por salvar su trasero.
Satisfecho con ese razonamiento, Lovino asintió e iba a continuar con su trabajo, cuando el hombre comenzó a abrir los ojos y después de unos segundos de tratar de enfocar su vista, al mirar el rostro de Lovino, sus brillantes ojos color verde se abrieron de hran manera en sorpresa. Al igual que los de Lovino cuando escuchó las primeras palabras de aquél sujeto.
— ¿Feliciano, que sucedió?
03/17/2017
So, espero que lean el siguiente capitulo! Los amo!
Gracias por leer~!
