Disclaimer: Como todos sabemos, ni GF ni sus personajes me pertenecen.

He aquí una pequeña escena, algo corto que me vino a la cabeza y tuve que poner por escrito. Cruzo los dedos porque os guste. :)


Nevaba en Akillian, para no variar, y un manto blanco cubría casas, tierra y paisaje hasta donde la vista alcanzaba. Cubría personas, y Micro-ice tenía que caminar levantando mucho las piernas, aunque todos sabemos que Micro-ice nunca ha tenido medidas de pívot precisamente. Caminaba refunfuñando mucho, tropezándose a ratos y enredándose en su propia bufanda, esa tan horrible que le daba tres vueltas al cuello y que su madre con tanto mimo se empeñó en tejer. D'Jok caminaba a unos pasos de él – su pelo rojo destacando entre tanto blanco – haciéndole de rabiar y burlándose mucho, y sus carcajadas estruendosas unidas a las de Thran y Ahito retumbaban en el aire.

Tia sonreía un poco, con la cara escondida tras cuello del abrigo, las manos en los bolsillos y un gorro de lana hasta las cejas. Sonreía ocultando la boca, pero se le presentía la sonrisa en los ojos entornados. Cada rato se quedaba un poco atrás, se detenía a mirar los témpanos de hielo colgando de los tejados, el agua congelada de las fuentes, las ramas de los árboles hundidas por el peso de su carga. Se maravillaba con los niños lanzándose en sacos (trineos para la ocasión) y con los muñecos de nieve de sonrisa torcida. Lo miraba todo como una cría que descubre el mundo, porque ella nunca jamás había visto una nevada así.

Mei la miraba de reojo, sonriendo a su vez y queriendo detener el tiempo, y es que hacía mucho tiempo que no se veía a Tia tan en paz. D'Jok se dio cuenta, también, dejó de carcajearse de Micro-ice y la observó ponerse de puntillas e intentar alcanzar la estalactita que colgaba de la rama de un pino. La observó y sonrió de lado, se pasó una mano por el pelo y se subió la cremallera del abrigo hasta arriba.

Hacía mucho tiempo que no se la escuchaba reír (antes de que se fuera Rocket, probablemente), y por eso aquella mañana de Febrero incluso Micro-ice, despistado por naturaleza y con menos sensibilidad que una piedra, se maravilló cuando la primera carcajada de Tia en semanas escapó de sus labios. Suave y discreta, como ella. Melódica y armónica.

La razón fue tan simple como una bola de nieve impactando en la cara de Ahito, pero sirvió de precedente para iniciar una pelea de bolas de nieve como se recuerdan pocas.

Los ejércitos se organizaron deprisa, Mei agarró de la mano a Tia, Ahito (al que si Dame Simbai viera probablemente mataría) se colgó de la espalda de su hermano y D'Jok y Micro-ice se apresuraron a ocultarse tras un árbol.

Bolas de nieve surcaron el aire aquella mañana, entre carcajadas y ¡Toma, le he dado!, ¡Chúpate esa, D'Jok!, y ¡Espero que no tengas la misma puntería para todo, Ahito! Era un juego en el que todo valía, desde Tia agarrando a Miro-ice de la bufanda hasta Micro-ice tirándose sin piedad sobre la espalda de Thran. D'Jok y Ahito rodaron ladera abajo a la par que Mei era sepultada por la carga de un pino cercano.

Y qué más da que tuvieran casi veinte años y una Copa que ganar y que Ahito estuviera enfermo y Tia tuviera el corazón roto y que últimamente Mei y D'Jok se aguantaran menos que de costumbre. Por un instante se limitaron a volver a ser los niños de la nieve. Rieron cuando Ahito perdió el gorro –trofeo de la victoria empuñado por Tia-, cuando a Thran una bola de Mei le impactó en el trasero y cuando D'Jok le hizo un placaje a Micro-ice que le estaba atacando, aunque, de hecho, iban en el mismo equipo.

Ambos echaron a rodar y los demás aprovecharon la situación para bombardearlos.

Sus risas y sus gritos se disolvían en llamaradas de vaho en el aire. Dibujando palabras que sonaban a algo así como amistad.

Vaya cosa más grande.


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