El esclavo

Fanfic 100% Naruhina ¡Ojo a la hora de leer! Puede ser impresionable O.o´ =)

Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto más la obra entera es pura invención mía

-¿Que haremos ahora papito? –pregunto el pequeño niño de rubia cabellera.

-No lo se Takeshi… pero tú no debes preocuparte, papá se encargará de ti, no permitiré que sufras ni que padezcas por mi culpa. –Respondió el joven.

-Papito…

El pequeño de no más de cinco años lo miro con tristeza mientras el joven hombre de cabellos dorados se enjugaba con rudeza las lágrimas del rostro con su brazo derecho intentando ocultar aquel intenso dolor que aprisionaba su pecho.

El ver a su papá tan melancólico y triste le preocupaba, no importaba cuanto su padre le aseverara que ambos estarían bien, él aun era un niño, pero no como cualquier niño, él debía enfrentarse a su corta edad a la más cruda realidad, la pobreza y el hambre.

Ambos vagabundearon durante más de una semana de un albergue a otro, estaba claro para él que su joven padre era su único héroe, no importaba que los demás niños le aseveraran que era un fracasado, él tenía plena confianza y una fe ciega en que su padre lo rescataría de la miseria y el tormento que ahora vivían.

El invierno se tornó crudo, más de lo que ambos podían soportar. Las pequeñas fogatas ya no calentaban y las escasas raciones empezaban a debilitar su cuerpo. Takeshi pensó que quizás todo aquello era obra de su madre, aquella bonita y huesuda mujer que apenas conoció al nacer y a través de una ajada fotografía. Quizás era hora de partir, a su lado, al lado de aquella fantasmagórica figura femenina que le inspiraba amor y a la vez un gran pesar.

Acurrucados en un callejón vacio y con apenas unos diarios como mantas, ambos se abrazaron intentando mantener el calor en sus cuerpos y en sus desvencijadas almas.

Los dorados cabellos del joven hombre yacían ahora húmedos y amorronados por el barro y la nieve. Se froto las manos con rudeza ansiando apreciar sus dedos, pero por mucho que lo intentará no lograba calentar aquellas extremidades. Abrazó a su hijo que dormía incómodamente a su lado.

¿Qué haría? ¿Dónde iría? ¿Cómo salvaría la vida de su pequeño? Jamás en su corta vida imagino que una larga seguidilla de infortunios lo tomaran de punto. Primero la muerte de su joven esposa, quien falleció de cáncer con tan solo veintitrés años, luego el casamiento antinatural de su padre con una mujerzuela que solo evidenciaba interés por la abultada billetera y un excelso apellido, luego la muerte de su progenitor de la manera más absurda e inimaginable y para rematar aquel melodrama un extraño testamento firmado por su propio padre desheredándolo y dejándolo en la más completa pobreza.

Rió un poco para sus adentros intentando no despertar al pequeño que suspiraba y tocia levemente sobre su regazo. ¿Cómo conseguir un trabajo? ¿Dónde podría vivir con Takeshi? Los pocos amigos que creía tener lo habían abandonado en un santiamén, eso le demostraba que todo aquello que creía poseer no era más que una paradójica ilusión.

Su sarcástica sonrisa se desdibujo de su rostro, estaba acabado, hundido en la más agobiante realidad; hundido en el fango hasta la coronilla y su única salvación era… ¿Cuál era? ¿Suicidarse? Eso no dejaba a Takeshi en una buena posición, lo más probable sería que terminará en uno de esos horrendos orfanatos donde los niños padecen las mil y un calamidades, pero ¿Acaso no sufría eso mismo a su lado? Lloró amargamente.

-Lo siento Takeshi… lo siento… hijo… -Vertiendo unas cuantas lágrimas, lagrimas que no era asiduo a derramar.

-¡Pobrecitos! ¿Tienen hambre? –Exclamó una angelical voz.

-Señorita… lo mejor sería que no se metiera en problemas… -susurro otra voz femenina algo áspera.

-Tienen frío nana… y además éste no es el lugar más adecuado para un niño pequeño. –Refunfuño molesta. El joven alzo su vista y sus amorronados y pegajosos cabellos para ver frente a si una delgada silueta de largos y finos cabellos renegridos, piel pálida y tersa, y una bonita sonrisa.

-Ya tiene problemas con su padre y son muy severos señorita Hinata. Imagínese llevarse otros dos problemas a casa. –Refunfuño una regordeta mujer.

-¡No son problemas Nana! ¡Son personas por Dios! –Exclamó indignada.

-Aun que sean personas serán problemas futuros, sobre todo para su condición.

-Hablaré con Hanabi… le pediré que me devuelva el favor que me debe hace tiempo…

-Pero… -objeto la regordeta y enojona mujer.

-¡Pero nada! Podrán trabajar y pagar su estadía en la casa, ya veremos, lo importante ahora es llevarlos aun lugar calentito y con un buen plato de comida. –Expresó con dulzura.

-¡PERO NO LOS CONOCE! –Exclamo horrorizada la sirvienta.

-Es verdad… -frunciendo los labios -¿Cómo te llamas? –Extendiéndole la mano

¿Por qué una desconocida haría algo como eso? ¿Sobre todo porque alguien, que al parecer provenía de buena familia, ayudaba a dos pordioseros?

El chico la miro atentamente con sus dos gemas azules y la joven mujer pareció tildarse por un momento.

-¿Cuál es tú nombre? –insistió.

-Naruto… Uzumaki Naruto… -Usaría el apellido de su madre que caso tenía utilizar el desterrado apellido de su difunto padre.

-Bien Naruto-Kun y… -mirando al niño.

-Takeshi… él es mi hijo…

-¡Vaya es bonito! –contemplando las facciones del pequeño y luego mirando al joven. La chica se tildo otros dos segundos y volvió a sonreír. –Vengan conmigo… -Insistió.

Que podía perder, estaba acabado, arruinado, sin un solo centavo y con un hijo pequeño acuestas y a quien apenas podía alimentar, si la joven le sugiriese prostituirse para pagar el plato de comida no lo dudaría; después de todo, le había prometido a Takeshi que él lo cuidaría.

Tomó al niño entre sus brazos, mientras éste dormía profundamente, y siguió la delgada y atractiva silueta que caminaba frente a él.

Caminaron varias cuadras hasta llegar al umbral de uno de los barrios más exquisitos de Konoha, y como no reconocerlo si él mismo había vivido en aquellos suburbios lujosos a los que jamás podría acceder la plebe.

Llegaron a las puertas de una enorme mansión de blancos pilares y un extenso jardín cubierto aún por las últimas capas de nieve. Frente a ellos se alzaba un alto portón de rejas plateadas con la insignia H en su frente.

-Bienvenida señorita. –Esbozó una alta figura masculina de ojos pálidos y cabellos negros.

-¡Hola Suzuma ya estoy en casa! –esbozó alegremente.

-Adelante señorita… -abriendo la reja pero cerrándola inmediatamente tras el paso de aquella extraña mujer. -¡Ustedes largo! –dijo mirando al andrajoso joven y al niño dormido en sus brazos.

-¡No déjalos pasar Suzuma! Ellos son mis invitados. –Tomando a Naruto del brazo.

-Pero… -el guardia miro extrañado a la anciana que los acompañaba pero ésta solo se limito a mirarlo con desdén y a ingresar con rapidez a la casa.

Los tres ingresaron a la enorme casona pero, extrañamente Naruto noto que no lo hacían por la puerta principal, eso seguramente significaba que en cuanto fueran descubiertos serían echados a patadas del lugar, pero con su joven progenie en brazos, no discutiría ni acotaría una sola palabra con tal de obtener algunos días de buen descanso y comida caliente.

La puerta posterior conducía a la cocina y a las habitaciones de servicio. La joven muchacha los condujo hasta una de aquellas para que ambos se cambiaran y se asearan.

-¿Por qué hace todo esto por nosotros? –Inquirió Naruto mirándola fijamente mientras la chica le sonreía con picardía.

-¿Y por que no puedo hacerlo?

-Bueno no es normal que las personas de sociedad se fijen en la pobreza y miserias ajenas.

-Pues no soy esa clase de personas pero eso ya lo verás… -guiñándole el ojo izquierdo con picardía –será mejor que descanses mandaré a que les traigan algo de comer, necesito que estés sano y fuerte. –La chica sonrió y se retiró con parsimonia.

Naruto la miró incrédulo, sabía que algo tramaba esta mujer pero no lograba, con el frió y el hambre a cuestas, dilucidar que.