Los personajes de Candy Candy no nos pertenecen y son la propiedad de Mizuki e Iragashi.
El apoyo de todas las personas que han leído nuestro fic ha sido increíble y nos ha incitado a continuar esta historia que hoy presentamos. Agradecemos cada review que recibimos de todo corazón, pues gracias a ustedes esta historia nació.
Este capítulo está dedicado a nuestra fiel lectora Reeka 21, quien traduce cada capítulo con la ayuda de San Google para seguir la historia
Y
Todas las Brujas del Aquelarre,
Especialmente Friditas y Soraya por su valioso apoyo
Su vínculo finalmente era claro y sus cuerpos se moldeador perfectamente en un fuerte abrazo. Después de añorar esa cercanía del uno al otro, finalmente eran capaces de declarar a los cuatro vientos que su amor era verdadero y fuerte, y juntos lucharían por la oportunidad de ser felices.
Con el rostro de Candy entre sus manos, Albert comenzó a enjuagar el rastro de las lágrimas en las mejillas de la chica, secando con un beso cada lágrima que había sido derramada.
"Te amo Candy…" murmuro suavemente, cuando sus labios finalmente se posaron sobre los labios de su amada, sellando el destino de ambos con ese beso que tanto habían deseado.
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Presentando la secuela de "Buscando a Anohito…"
Enamorada de Anohito
Capítulo 5
Los primeros rayos del sol iluminaban el rostro de dos enamorados que por primera vez declaraban su amor en aquella colina donde muchos años atrás se conocieron siendo tan solo un par de chiquillos solitarios.
Esa colina y el padre árbol fueron testigos silenciosos del nacimiento de un tierno primer amor… un amor que floreció entre dos almas que sufrían y buscaban un refugio en el cual disipar un poco el dolor que ambos acarreaban por la pérdida de tantas personas amadas en sus vidas. Solo basto con una cálida y brillante mirada… una sonrisa destellante para que esos dos corazones olvidaran las penas del pasado y se perdieran en ese momento de indiscutible magia.
A partir de ese momento los hilos invisibles del destino ataron dos almas; desde ese instante una pareja se aventuraría a descubrir su futuro, el cual era ya marcado por ese primer amor casto e inocente. El uno en el otro, habían encontrado a esa persona con quien compartían una vida de recuerdos, siempre dándose las fuerzas necesarias para seguir adelante. Juntos compartieron momentos de felicidad, de amor y desamor, amistad y dolor… siempre juntos, siempre inadvertidamente fieles a los inextricables lazos que los ataban.
Con el paso de los años el destino nunca cambio de rumbo y esas almas gemelas se volvían a encontrar en aquella colina que marco sus vidas para siempre… fundiendo sus labios en un primer beso de amor, saboreando el dulce néctar del amor que nacía entre ellos.
"Creo que siempre te he amado" declaro Albert, su aliento caliente contra la boca seductora de su amada, "incluso como un niño, creo que me enamore de la idea de ti... parecías tan libre y real, primero llorando y luego riendo sin reparos...fuiste y eres la cosa más cercana a un ángel travieso en la tierra que he visto en mi vida."
Los labios inexpertos de la rubia rápidamente aprendieron a moverse según el ritmo de Albert, siguiendo con vivo interés su liderazgo. "Todo esto años... siempre eras tú a quien buscaba," susurró en su beso jadeando, "en cada amor, en cada caricia, eran tus manos y tus labios los que siempre quería. Me enamore de Albert el vagabundo, pero siempre supe que tenías el corazón de un príncipe... mi príncipe..."
"Tengo una sorpresa para ti…" declaro el joven, separando renuente sus labios de la boca que lo tentaba hasta la locura, "¡Ven… este día te voy a raptar! ¡Seremos solo tú y yo sin nadie que nos interrumpa! Por eso no traje a Pouppett… la deje castigada en casa por tener la osadía de interrumpirnos en Chicago."
"¡Albert!" se rio la chica tomando la mano que Albert le ofrecía, "no sabía que podías guardar rencor de esa manera. ¡Pobre Pouppett… ella solo estaba feliz de verme nuevamente!"
"Yo también estaba feliz de verte nuevamente" refuto el joven con un guiño travieso y apresurando sus pasos, "y estaba a punto de demostrarte cuanto cuando esa pequeña entrometida salto sobre ti estropeando nuestro momento" añadió llevando la pequeña mano de su amada a sus labios para posar un tierno beso sobre ella.
"Albert…" murmuró la joven con sus mejillas teñidas de un suave escarlata, siguiendo a paso raudo las zancadas entusiastas de su amado, "yo también te extrañé muchísimo… pero no me lamento esa interrupción. Me parece que el lugar perfecto para demostrar nuestro amor es la colina de Pony… y jamás olvidare este amanecer."
"El día apenas comienza, pequeña…" dijo Albert, abriendo la puerta de su automóvil y guiando a la rubia dentro de su cómodo interior, "y me propongo a darte muchas memorias mas antes de que llegue el anochecer."
Candy no pudo ocultar su deleite y sorpresa al notar una canasta de picnic y una manta en el asiento trasero del coche, mirando a Albert completamente perpleja.
"¡Albert! ¿Realmente piensas escabullirte conmigo por un día entero?" pregunto alegremente, emocionada ante el prospecto de disfrutar tiempo a solas con el joven rubio.
Una sonora carcajada se escapo de la boca de Albert. "¡No tengo la comida suficiente como en esa pequeña canasta como para alimentarte todo el día!" bromeo riendo, mientras Candy fruncía su ceño en señal clara de molestia.
"¡Y dale con mi panza!" refunfuño fastidiada, cruzando sus brazos sobre su pecho, "¡Yo no como tanto como todos piensan!"
"¡Vamos mi amor, solo estoy bromeando!" se disculpo Albert, al notar cierto disgusto sincero en la voz de su amada, "Tengo comida para un batallón… y si arrasamos con todo en el desayuno, prometo que iremos al pueblo a buscar almuerzo. Este día lo único que me interesa es disfrutar de un tiempo a solas con mi novia…"
"¿Tu…novia?" emitió Candy jadeante, su boca súbitamente seca e incapaz de profesar otra frase que no la hiciera balbucear como una tonta.
"Si, mi amor… tu eres mi novia…pues solo con mi novia compartiría un beso inolvidable," recalco el joven, encendiendo el motor de su choche, "y este día espero que me permitas compartir muchos más…" y con un guiño lleno de ternura, Albert puso el auto en marcha, planeado un día perfecto que ambos jamás olvidarían.
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El céfiro de la mañana besaba con sus delicados labios la sedosa piel de la rubia, quien sentía como que miles de mariposas revoloteaban algarabiadas, jugueteando dentro su pobre estómago. A escondidas de su ahora 'novio', la chica pellizco varias veces su propio brazo para saber si verdaderamente todo lo que estaba sucediendo no era solo un sueño o, incluso, una fantasía producto de su imaginación. Era la única manera de asegurarse que todo era una realidad maravillosa y que iba sentada al lado de su príncipe… quien ahora, después de muchos pellizcos refrendando lo ocurrido, estaba segura que era su nuevo novio. De reojo vio a su amado y su tierno corazón comenzó a latir más rápido.
Al solo verlo Candy sentía que su cuerpo flotaba como en un sueño; un sueño como los que tenia siendo apenas una niña, donde su príncipe y ella viajaban por las hermosas colinas y eran felices por siempre. Sonrío al reconocer que por primera vez su sueño era una extraordinaria realidad y no solamente una fantasía infantil. Ella era una mujer y el hombre a su lado era su amado.
Después de un corto trayecto en el automóvil, los jóvenes llegaron al lago que se encontraba cerca de la mansión en Lakewood. Como todo caballero Albert le ayudo a su novia a salir del auto y la joven rubia no pudo evitar emitir un suspiro al salir del vehículo y observar la nítida superficie reflejando el claro firmamento en las alturas. Sin embargo para ella ese el azul cristalino del lago no se comparaba en exquisitez ni claridad con los ojos de su amado Albert.
En ese paisaje de perfecta belleza Candy cerró sus ojos, llenando sus pulmones del aire fresco de la mañana, y nuevamente dio gracias en su mente al Creador por estar viva. Súbitamente su cuerpo reacciono al sentir los labios de su amado Albert cerca de la comisura de sus labios, desatando una corriente eléctrica que recorría su interior.
"¡Yo también le doy gracias al Creador por estar vivo y por tenerte a mi lado pequeña!" declaro el joven rubio a su lado, presintiendo los pensamientos en la mente de su amada.
"¡Albert!" exclamo Candy abriendo sus ojos de par en par y con su rostro ya sonrosado por el inesperado beso recibido, "Bueno, yo…"
"Pequeña, sé que todo esto es nuevo para ambos, porque nuestro trato siempre fue de amigos, pero los dos sabemos que de esa amistad poco a poco fue surgiendo nuestro amor," Albert acaricio los hombros de la mujer frente a él, fijando su mirada en un par de esmeraldas tan verdes como la hierba fresca alrededor del lago, "no te intimides ante mi Candy, por favor. ¿Sabes una cosa? Yo amo la pureza que hay en ti, pero también amo a la mujer que siempre ha sido mi amiga y así es como quiero que llevemos nuestro noviazgo: a base de una buena amistad y confianza que ya existe entre los dos… compartiendo todas nuestras penas y alegrías."
"¡Albert!" respondió la joven con sus preciosos ojos empañados de lágrimas, estrechando a su amando en un abrazo cálido y profundo que demostraba como todas las palabras dichas habían penetrado hasta el fondo de su corazón , "Yo también amo al hombre que es mi amigo, el que siempre ha estado conmigo viviendo mis penas y alegrías… pero ahora más que nunca amo al hombre que es mi novio, mi mejor amigo… y quiero compartir todo contigo en esta vida…siempre con cariño y amor… porque te amo Albert" añadió la rubia, sonriendo a la vez que se puso en puntillas para sellar su declaración con un beso fugaz cargado de sentimiento.
El joven disfrutó el sabor de la tácita promesa en la boca de su amada, y sus labios ansiaban poseer por unos segundos más el obsequio que era esa tierna suavidad. Se aparto renuente de la chica en sus brazos para sacar la canasta de picnic y la manta del asiento trasero. Tomados de la mano los jóvenes caminaron hacia la orilla del lago, acomodando la manta y provisiones bajo la sombra de un frondoso árbol. Candy y Albert se dispusieron comenzar a degustar toda la deliciosa comida que Albert había preparado cuidadosamente, incluyendo un poco de vino tinto de un excelente año.
"¡Albert, como extrañaba tu comida!" sonrió la joven, guiñando un ojo y sacando la lengua como una chiquilla.
"Y yo que te extrañaba tanto a ti, mi amor… mientras tú solo extrañabas mi comida" se quejo el rubio en broma, limpiando la comisura de su boca con una servilleta de lino y haciendo un puchero infantil.
"¡Ja, ja, ja, no amor, claro que te extrañaba mucho!" rio Candy, posando su mano en el brazo de su novio, "es más: te extrañé a tal grado que viaje a un pueblo desconocido solo para encontrarte. Te busque por muchos lugares, Albert..." declaro suavemente a la vez que un toque de tristeza marcaba su voz al recordar por unos momentos la angustia de esos días. "Amor…me sentí tan vacía al no tenerte a mi lado… y al no encontrarte en Rockstown estuve más desesperada y triste, pensando que tal vez no te volvería a ver..." añadió con un suspiro en sus labios carmesí.
"¡Candy… Perdóname pequeña!" rogó Albert, tomando la pequeña mano sobre su brazo y llevándola a sus labios para darle un beso en la palma abierta, tratando con ese sencillo gesto de borrar todo rastro de dolor en el corazón de esa joven que cautivaba cada pensamiento en su mente. "Por favor, discúlpame…yo reconozco que fui un egoísta al irme sin despedirme adecuadamente. Una nota no es como debería de haberme despedido de la mujer que hizo tanto por mí… pero en realidad no tenía la fuerza suficiente como para decírtelo cara a cara. Candy…yo no hubiera soportado ver tus hermosos ojos empañados sin renunciar a lo que tenía pensado hacer. Por eso decidí irme de esa manera… fue por mí y mi propia cobardía. Quería correr detrás de ti… pero no podía. Yo deseaba tu felicidad y eso fue lo que me detuvo. Mi consuelo en esos días era que por lo menos tú serias feliz y no estarías sola. Yo siempre he vivido solo y estoy acostumbrado a la soledad, pero tengo que admitir que jamás me había sentido tan vacío. Sentía que mi alma quedo atrás contigo en nuestro apartamento y cuando llegaste al solárium regresaste a mí la parte que me faltaba…"
"Por favor… no me vuelvas a dejar así… no lo soportaría" recalco la chica negando con su cabeza, el leve movimiento alborotando los risos de oro enmarcando su delicado rostro.
"¡Jamás, Candy! ¿Me entiendes? Nunca te dejare sola nuevamente" declaro Albert, estrechando a la joven entre sus brazos, "mi amor siempre estará contigo aunque estemos a kilómetros de distancia. Te amo Candice White Andrew" susurro suavemente en el oído de su amada, su cálido aliento acariciando los bucles dorados.
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Más tarde, al terminar con la última migaja de su picnic, los jóvenes decidieron explorar un poco los alrededores del lago, atreviéndose a visitar los adentros del bosque. Candy recordó la vez que se perdió en ese mismo bosque y fue Albert quien la ayudo. El corazón de la chica se regocijo al recordar que gracias Albert ella estaba viva: ahora estaba viva para poder gozar ese momento tan hermoso que estaba viviendo al lado del único hombre que amaría eternamente.
Se detuvieron frente a un gran árbol y la rubia miro a su amado, sonriendo como si estuviera a punto de cometer una travesura.
"¿Estás pensando lo mismo que yo?" pregunto Candy al ver el rostro divertido de su novio.
"Creo que sí, preciosa… pienso que este árbol ha de tener muchos años, es un espécimen muy grande, un roble si no me equivoco…" sonrió juguetón, fingiendo ignorancia a lo que su novia quería aludir.
"¡No! Yo decía que es un buen árbol para treparlo" aclaro la joven con un bufido, sacando su lengua a la vez.
"Ja, ja, ja, temía que eso es lo que querías decir… ¿Quieres treparlo?" pregunto, presintiendo ya la redundancia de su pregunta.
"¡Si, me encantaría!" asintió la chica, saltando de alegría.
"Ja, ja, ja, está bien. Y para que veas que soy un buen novio, te voy a dar unos segundos de ventaja" sonrió pícaramente con un guiño.
"¡Ventaja, ja! ¿Tú a mí? Por favor…estás hablando con Candy White la jefa trepa árboles, así que no quiero ni necesito ventaja," aseguro la chica con un brillo de diablura en sus ojos, "Es más… yo te debería de otorgar cierta ventaja… tu sabes… debido a la avanzada edad del tío William…"
"¡Candy! Muy graciosa…cuando te gane me las vas a pagar," refuto el joven con una mueca en su rostro, "¡Ahora vamos! Y sin ventajas. A la cuenta de tres comenzamos a trepar… ¿Lista? una, dos…"
"¡Espera!" interrumpió la joven, posando su mano sobre el brazo de Albert, "Antes del tres quiero darte algo"
"¿Si? ¿Qué es?"
Candy se paró de puntitas y rápidamente le dio un fugaz beso en la boca a su amado.
"¡Tres!" dijo, comenzando a trepar el árbol mientras Albert se quedó clavado en el suelo completamente perplejo.
"¡Pequeña tramposa! Con que no querías ventaja…" refunfuño riendo, apresurándose para comenzar a trepar el gran árbol.
Candy llego primero a la rama más alta, gracias a la gran ventaja que su beso inesperado le proporciono contra su novio.
"Te dije que iba a ganar…" rio descaradamente cuando Albert finalmente se sentó a su lado en la rama más alta, "¡Soy la mejor trepadora de árboles que hay!" añadió guiñando un ojo.
"Ja, ja, ja, eres una pequeña tramposa, ganaste porque me dejaste perplejo con tan delicioso beso" recalco a la vez que una sonrisa se dibujaba sobre sus labios carnosos.
"¿Delicioso?" pregunto sorprendida al escuchar esas palabras.
"Si… Fue un beso totalmente delicioso…" reiteró el rubio, tomando la cintura de su amada y acercando su pequeño cuerpo para nuevamente depositar un tierno beso en los labios que lo incitaban a la locura.
Completamente solos, en medio de la paz y tranquilidad de la naturaleza que los rodeaba, los jóvenes sentados en la rama, exploraron el deleite de sus bocas, rompiendo su beso solo para disfrutar el hermoso paisaje a su alrededor.
"Candy… ¿Puedo hacerte una pregunta?" dijo Albert al rato, interrumpiendo el silencio confortable de sus contemplaciones.
"Sí, claro."
"Pero quiero que me contestes sinceramente…" recalco Albert, su voz tomando un tono más serio y profundo.
"Si…por supuesto Albert", respondió la joven, titubeando un poco al notar la seriedad en la voz de su novio.
"Candy…bueno… quisiera saber... ¿Desde cuándo te enamoraste de mí?" indago con la intensidad de su mirada fija firmemente en el rostro de la chica.
Candy sonrió levemente ante la pregunta de su amado.
"Tú sabes que fuiste mi primer amor…y esa ilusión marco mi vida de una manera extraordinaria…" declaro suavemente, mirando el reflejo de su rostro en un par de pozos de un azul tan intenso como el mismo firmamento, "pero creo que mi amor por ti como Albert el hombre de carne y hueso comenzó el día que me protegiste del ataque de aquel león en el parque. Ese día vi a un hombre que estaba dispuesto a defenderme con su vida… y algo dentro de mi cambio. Pero no me permití profundizar ese sentimiento… hasta que te perdí. Cuando estuve buscándote en Rockstown y no te encontré… ese fue el momento que entendí que estaba perdidamente enamorada de ti. Tuve que perderte para comprender que te amaba, Albert. Ahora soy yo la que tiene que pedirte disculpas por ser tan tonta y no haberme percatado de tus sentimientos antes."
"No necesito perdonarte nada, Candy. Lo único que necesito es un beso de tus labios. No sabes cuantas veces soñé con perderme en tu mirada de esta manera, y probar tu boca. Me hubiera quedado como un amnésico de buena gana si al hacerlo podría robarme el sabor de tus labios," declaro el rubio, posando su mano en el mentón de la chica, mirando embelesado ese pequeño rostro que podría dibujar de memoria y a oscuras.
"Luché para sepultar mis sentimientos por ti profundamente dentro de mi corazón cuando recuperé la memoria y sabía quién eras en mi vida. Pero cada vez que veía el brillo de tus ojos y la forma en que tus labios esbozaban una sonrisa, mi determinación flaqueaba y moría una muerte patética. Tenerte en mis brazos ahora mismo, y probar el sabor de tus labios una y otra vez... esa es mi idea de tener el cielo en la tierra. Así que no pidas disculpas... y sólo bésame…" solicito, lentamente acercado sus labios a la pequeña boca que lo esperaba ansiosa.
Dos almas se fundieron como una sola cuando sellaron su declaración con el gusto del amor en sus labios. Ella, una muchacha inocente, y él, un joven más maduro... pero en ese momento exquisito encaramados esa rama de ese árbol, mirando por encima del bosque, ellos no eran nada más de un par de jóvenes amantes, apenas comenzando un baile sutil al son de una canción de amor que habían estado escuchando sus vidas enteras.
A pesar de su falta de experiencia, Candy era una ávida aprendiz y lentamente comenzó a mover su suave boca debajo de los labios hambrientos de su novio. Su lengua comenzó a explorar más y más profundamente dentro de esa boca, su audacia extrayendo un gemido gutural de placer de los labios ya ocupados del joven rubio. Las manos fuertes y aventurases de Albert querían acariciar, abrazar y moldear cada contorno y cada centímetro de ese cuerpo celestial entre sus brazos... al igual que en sus fantasías más prohibidas. Pero él sabía que era demasiado pronto...y ella demasiado especial. Quería exaltarla, no humillarla con lujuria sin sentido. Tenía que admitir que deseaba poseer su cuerpo... pero como su marido, no un amante clandestino. Él sabía que quería casarse con Candy y despertar cada mañana con su cuerpo desnudo al lado de ella por el resto de su vida. En ese preciso momento, Albert se prometió a si mismo que haría todo a su alcance para hacer que esa pequeña mujer rubia se convirtiera en su esposa.
Mas esos planes para el futuro podrían esperar unos segundos más…y ellos disfrutarían el deleite de esas caricias furtivas mientras esperaban a que ese día llegara.
La intensidad de sus caricias disminuyo poco a poco, hasta que los jóvenes jadeantes rompieron su beso para estrecharse tiernamente.
"Te amo, Candy…eres traviesa, tramposa y glotona, pero eres la mujer que amo…" se rio contra el oído de su novia.
"Y yo a ti, Albert…aunque siempre te gane trepando arboles y te ayude a bajar cuidadosamente para que no te quiebres tus huesos tan ancianos…" refuto divertida, escondiendo su risita en el pecho musculoso que tanto amaba.
"¡Somos la pareja perfecta entonces! Lo que no coma tu lo terminaras y yo me preocupare de mantenerte en el lado honesto de todos los juegos…" respondió riendo, su risa jovial resonando profundamente en su pecho, causando una ola de placer en el cuerpo de su amada.
Candy se apartó de Albert ligeramente, fijando su mirada en el azul cielo ante ella. "Albert, necesito volver a Chicago…tengo que regresar a trabajar a la clínica…"
Una pregunta colgaba en el aire, sofocando la liviandad del momento mágico que habían compartido unos segundos atrás. La vida real nuevamente demandaba atención y ambos tenían que decidir cuidadosamente como iban a proceder desde ese momento.
Albert intuyo el significado de ese silencio entre ellos: ¿Qué pasaría? ¿Cómo lograrían estar juntos? Las preguntas sobraban, mas solo una respuesta era necesaria.
"¿Realmente me amas Candy?" pregunto Albert, tomando la mano de su novia a la vez que sus ojos seguían clavados sobre su rostro.
"Si, Albert… te amo. Te amo tanto que no puedo vivir sin ti. No sé cómo ni cuándo, pero sé que mi destino siempre será a tu lado…" declaro la joven con certeza, apretando la mano de su amado con la suya.
"Confía en mí, mi amor… confía en nosotros… y todo lo demás lo arreglaremos poco a poco. Juntos…" expreso el rubio, su corazón latiendo firme en su pecho.
"¿Siempre juntos, Albert?" susurro Candy, perdiéndose una vez más en el cielo de su mirada.
"Si…hasta que el último aliento deje mi cuerpo..." expreso Albert, probando una vez más la miel de esos labios carmesí antes de bajar del árbol cuidadosamente y emprender el viaje de retorno a la dura realidad que eran sus vidas.
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Continuara. ..
Esperamos sus comentarios nenas…
