El tiempo no es el que hace cambiar las cosas, si no las acciones. Hace cuando que estaba así, hace dos meses o menos.

Pero ya no dolía, le asqueaba un poco pero no era la gran cosa.

Se sentía tan vacía desde aquel momento, recordarlo le era una tortura. Ese día había salido más temprano de su trabajo, es que una nueva cajera iba a comenzar a trabajar y el jefe la dejo salir antes. Lo único que quería era volver a ver a Yoh, desde que se encontraron en su trabajo que no dejaba de pensar en él y tampoco en que ahora se iría a juntar con él en su casa. Es que después de tanto tiempo sin verlo y con sus 35 el amor volvió misteriosamente, quería sorprenderlo.

La puerta estaba casi cerrada, por lo que asustada pensó lo peor y entró. Llamo a Yoh unas cuantas veces, el aroma de la pieza estaba raro…era una mezcla de alcohol, sudor, humo de cigarrillos aunque no se podía estar seguro pero ella lo asociaba a eso.

Al no escuchar respuesta alguna, ella entró a su cuarto.

Ojala pudiese olvidarlo, ojala nunca hubiera ido. Hubiera esperado la llamada de él o algo así, pero ya no podía borrar las malditas imágenes que se le repitieron una y otra vez en estos dos meses.

Los gemidos de Assami le retumbaban en las noches, no la dejaron dormir. Veía despierta cómo Yoh embestía a Assami y esta gemía disfrutando el momento mientras que ella sólo miró atónita.

Desgarrantes visiones, dolorosos sonidos…no supo de donde saco tanta fuerza para darse vuelta estruendosamente y salir corriendo.

Un cachetada le hizo despertar, ella ahora era una simple muñeca. Atrapada en las noches por la esquina del dolor, supuesta salida fácil al momento de preocupación. Que mentira.

-- Si no gritas, no te pago.-susurro asquerosamente al oído de la joven. Es que luego de dejar su puesto como cajera por dos semanas, era imposible de que se lo volvieran a dar.

Tenía que seguir viviendo, pero esto no era vida pensó mientras gritaba falsamente.

Actuar era una de las mejores formas de hacer excitar a un hombre, o por lo menos a uno de esos hombres.

-- Nos veremos Haruna.-susurro el hombre, quien besó forzadamente los labios de la joven para luego depositar una cierta cantidad de dinero en la almohada de la cama.

El cerrar de la puerta le indico a Haruna que había terminado, por fin se fue…por fin podría llorar.

Pero no para siempre, pensó mientras se secaba las silenciosas lágrimas que caían por sus mejillas formando extrañas figuras.

-- Por qué me hiciste llegar a esto.-susurro Haruna antes de pararse de esa cama, acomodarse sus pocas ropas y volver a su trabajo.

Por que sabía que si no salía, no tendría dinero, pensaría más en Yoh, odiaría más su vida, se mataría pero ella no quería eso; no quería lo que hacía tampoco pero era mejor.

Por que como muñeca o no, seguía viva pro algo.

¿Cierto?,se preguntó Haruna, quien alzaba sus ojos para encontrarse a un pelinegro muy conocido que pasó en un automóvil por esa calle de los gritos ahogados, de las penas borradas, de los gemidos falsos y de muchos males acumulados.