[ Hola, soy nueva en el mundo del fanfiction, solía escribir uno que otro fic en foros, pero ahora me traslado a fanfiction. Éste es mi primer fanfic PruAus. Estoy contenta por haberlo terminado. Por el momento no habrá contenido hard sino algo shonen ai ya que se ubica más que todo en la infancia de ambos personajes.]
[Palabras en alemán:
(1) Liebe: amor
(2) Tut mir leid : Lo siento]
Vals de otoño (Primer capítulo)
Primer acto, partitura en blanco.
Estamos en el año 1934 en Austria donde se abre el telón en el prestigioso teatro real de Viena. El sitio yacía completamente lleno de gente aristócrata y una que otra persona de clase media la cual podía costear una entrada al lugar; toda ésta multitud había pagado un boleto para deleitarse del mejor pianista del momento. Era un total agasajo para todo aquel que quisiera experimentar melodías que le hiciera burbujear la sangre, que sus tímpanos gozaran y su mente fuera llevada tanto al cielo como al infierno al son del maestro Roderich Edelstein. Un tipo cuya habilidad para tocar el piano lo traía en la sangre, desde pequeño se destacó en tocar varios instrumentos y vaya que lo hacía de forma esplendida. Sin embargo; seguía siendo un sujeto muy joven, apenas cumplió diecinueve años el mes pasado.
Su función estaba a punto de comenzar. Había escrito una pieza especial la cual dedicaría a una de las personas presentes. Al estar en la tarima saludó de forma cordial mientras desviaba la vista buscando a una persona en específico. Sus ojos brillaron al ver que allí estaba, sentado en la última fila en un asiento a la derecha. Satisfecho por dicha presencia, fue a su asiento y empezó a tocar las teclas de marfil entonando una hermosa melodía. Toda la gente presente estaba atónita por la magnificencia de la música. Todo iba bien hasta cuando la pieza estaba a punto de finalizar, a unos veinte segundos un escuadrón de policías entró al recinto interrumpiendo el show. Los tipos iban en dirección a la persona que Roderich dedicaba tal melodía. El sujeto de cabellera plateada fue apresado y cuanta fue la preocupación del pianista que no pudo terminar su presentación. Todos miraban como se llevaban al chico y el austriaco sólo se cuestionaba que era lo que ocurría. En ese momento supo que todo había sido un fracaso, su presentación que tanto había esperado obsequiar al tipo de los ojos rojos. ¿Ahora qué será lo que vendrá para Roderich? ¿Qué será del peliplateado?
Demos unos pasos hacia atrás; la niñez de Roderich, cuando él apenas comenzaba a tocar algunos instrumentos obligatoriamente, claro está, en esa época a él no le nacía tocar el piano o algún otro instrumento como lo hace ahora. ¿Por qué será que él no tocaba nada con ese sentimiento desbordante como lo hace hoy? ¿Acaso su maestro de música realmente lo entrenó para que pudiera hacerlo? ¿Será que la presión de su familia le hizo cambiar de opinión en su juventud? ¿O habrá otra razón externa que lo impulsó? Y por ello hay que profundizar en sus días de infancia.
[Mansión Edelstein, ubicada en Viena central. Roderich Edelstein, 11 años de edad.]
─Roderich, Roderich ¿dónde estas? ─Preguntaba su madre en el jardín, buscaba al pequeño entre los rosales, puesto que a éste le gustaba hacerlo frecuentemente ya que solía huir de sus clases de piano. Su maestro Franz era un tutor de música muy exigente y por eso mismo se ocultaba de él, no le gustaba la presión que ejercía su maestro sobre él, siempre le llamaba la atención por no poder tocar el teclado adecuadamente y es que el austriaco al ser tan joven, sus dedos pequeños no abarcaban las teclas que tenía que tocar. Las melodías no le salían como él quería, a pesar de gustarle el piano, de hecho su madre siempre tocaba el piano para su hijo y ese gesto él lo amaba. Era un sentimiento totalmente diferente a cuando su maestro tocaba el piano .
─Roderich, sino sales en este preciso instante tendré que tomar medidas muy estrictas, señorito. No habrá postre Apfelstrudel para ti, no jugarás ajedrez con el joven Ludwig y no habrá cuentos sobre la edad media ésta noche, así que es mejor que salgas de donde estés, liebe.(1)─ Escupió su madre, éste día no ha sido muy bueno para la señora Edelstein y realmente estaba empezando a enfurecerse puesto que estaba cansada de recorrer los extensos jardines los cuales estaban hechos en forma de laberintos.
─Es que… no me siento bien, lo siento mamá.─ Dijo Roderich mientras iba saliendo de uno de los rosales; por haberse escondido nuevamente entre las rosas se había lastimado las manos y había obtenido uno que otro rasguño por sus mejillas, nada grave, pero aun así, nada grato para su madre.
─Sólo mírate Rod, estás lastimado. Vamos al interior de la casa, después de curarte esas heridas irás de inmediato con el señor Franz, sabes que a él no le gusta éste tipo de juegos. ─
─Bueno, me gusta escuchar el piano cuando lo toca el señor Franz, pero yo te prefiero a ti un millón de veces.─
─No digas esa clase de cosas, podrías ofender a tu maestro, él es uno de los mejores artistas que posee nuestro país. Sé más discreto, por favor.─
─Lo siento, mamá.─
A pesar que le había llamado la atención a su pequeño tesoro para evitar malos entendidos, ella se sintió muy feliz por dentro ya que no todos podían reconocer el talento en una mujer y más en esa época. Estaba muy orgullosa, pero aun así tenía que ser estricta.
El tiempo había transcurrido esa tarde, su madre ya había curado las heridas del pequeño Roderich. Ahora él se encontraba con el señor Franz aprendiendo como se hacía una partitura, estaba en una pequeña mesa muy cerca del balcón, era vigilado por su tutor desde el otro extremo. El austriaco escribía tanto como podía, no era tan fácil hacer partituras complejas, estaba un poco agobiado y más porque su profesor lo castigó por otras dos horas extras para escribir sólo partituras, él se decía por dentro que sólo era un niño y no entendía el por qué le exigían tanto.
Entre tanto escribir y derramar pintura sobre su mesa, por un instante desvió los ojos hacia la ventana para despejar su mente, era una suerte que su profesor tuviera los ojos cerrados en es momento, puesto que, a lo lejos vio dos cabelleras muy particulares; una rubia y otra plateada. Era más que obvio que los hermanos Beilschmidt estaban de visita, cuan mala suerte tenía Roderich de haber sido castigado, pues esperaba tanto jugar ajedrez con el joven Ludwig, desde ya se arrepentía de su mal comportamiento. Sin embargo; siempre que el chico rubio venía acompañado de su otro hermano le resultaba tedioso, pues éste solía burlarse de él por ser un niño pulcro de papi y mami; por otra parte, muy a su pesar que el sujeto albino le molestara, sentía que su corazón se aceleraba al verlo, que sus manos sudaban y hasta tartamudeaba un poco al hablar con él, lo cual era una desventaja porque el prusiano tomaba ventaja de eso para avergonzarlo también.
Deseaba tanto salir a recibir a ambos e ir a jugar en ese momento, siempre que Ludwig venía, podía disfrutar de su postre favorito porque su mamá les preparaba un especial Apfelstrudel el cual era sumamente delicioso.
Sin embargo, estaba atascado en la recamara, si salía sin pedir permiso era indudable que le castigarían de nuevo, así que para apresurarse retomó las partituras que estaba haciendo, pero en cuestión de minutos su concentración fue interrumpida cuando escuchó un golpe sobre la ventana, no obstante lo dejó pasar, pero fue inútil porque otra vez escuchó no uno sino dos golpes sobre el vidrio. ¿Será un pájaro? Se preguntó; así que trató de asomarse a la ventana teniendo cuidado de que su maestro no lo pillara. Al estar cerca y finalmente poder divisar el panorama hasta abajo, se dio cuenta que Gilbert era el que lanzaba piedras a su recamara. Se puso contra la ventana y la abrió con mucho cuidado, desde el balcón el austriaco hacía ademanes tratando de decirle que se detuviera, pero el otro sólo seguía aventando piedras, al menos no eran tan grandes como para dañar a Roderich.
─Detente, Gil.─ Exclamó enojado, si le llamaban la atención otra vez no sabría que le harían su maestro o padres.
─No quiero, señorito. Deja el nido y sal. ¿O es que no tienes los pantalones para hacerlo?─
─Cállate, tu no sabes nada. Vete de aquí o me castigaran otra vez.─
─Jajaja ¿castigado? Eso significa que te revelaste, eso me gusta. Bien, me marcharé, pero le diré a Ludwig que le diga a tu madre que te levante el castigo, señorito. Lo hago sólo porque los tuviste bien puestos por haberte portado mal. Nos vemos.─
─Idiota.─ Musitó mientras veía correr al albino, esa cabellera plateada lucía hermosa a la distancia, pero era momento de volver a sus estudios, y por fortuna su maestro aún no despertaba de su siesta.
Ludwig, al ser un joven serio, concentrado e inteligente, era grato a la vista de los padres de Roderich, el prusiano le había comentado sobre el castigo al alemán, y éste al tenerle gran a aprecio al chico, intervino con su madre para que su profesor le levantara el castigo. La madre no pudo resistirse a la persuasión del rubio y finalmente pudo hablar con el tutor y llegar a un acuerdo para dejar libre al austriaco, claro está, que llegaron a un arreglo para que las dos horas extras las cubriera el fin de semana, lo cual tampoco le cayó en gracia al austriaco, pero en fin, al menos gozaría por unos instantes de sus amigos ya que no siempre estaban de visita en su casa, así que eso compensaba muy bien el castigo.
Ocurrido esto; los tres jóvenes fueron a una parte del jardín donde habían unas mesas rodeadas de sillas donde podían jugar ajedrez, el pequeño Roderich junto a Ludwig comenzaron a poner las piezas sobre el pedazo de madera; mientras tanto, Gilbert estaba sentado al lado derecho del austriaco, pero sin jugar, puesto que esa clase de juego no le atraía mucho, él prefería jugar al campo libre y correr, era un juego muy aburrido a su punto de vista. El prusiano siempre se ponía al lado del austriaco para molestarlo y hacerlo perder, esto realmente alteraba al otro puesto que gracias a ello hasta el momento no le había ganado una sola partida al alemán.
─Gilbert, no te metas. Quédate quieto.─ Dijo el austriaco con el ceño fruncido.
─Mi grandioso ser no quiere hacerte caso, pequeño maestro. No es mi culpa que pierdas, el hecho que te pellizque no hace que te desconcentres del todo, sólo es una excusa porque sabes que perderás, no eres tan bueno como Lud.─
─Hermano, es mejor que no lo molestes, te estás comportando como todo un mocoso.─ Refunfuñó entre dientes Ludwig.
─Pero Lud, tu también eres un mocoso.─
─No me pongas en tus zapatos, Gilbert.─ Dijo entre dientes el alemán.
─Esto es aburrido, mejor juguemos en el jardín.─Propuso el prusiano cruzando su vista hacia Roderich.
El pequeño austriaco tragó saliva al notar que Gilbert le miraba, no sabía si lo hacía a propósito o qué, porque siempre lo ponía nervioso cuando lo miraba así, esos ojos rojos atravesaban su ser y le hacían tiritar del nerviosismo.
─E-es mejor que me retire, hagan lo que quieran, vuelvo a mis clases, lo siento Ludwig y tu Gil, puedes hacer lo que te guste.─
─Vaya, el señorito está furioso.─ Dijo mientras hacía una mueca.
Roderich se retiraba sin hacerle caso al albino, estaba frustrado por volver a sus clases, él realmente deseaba divertirse, pero el prusiano siempre arruinaba sus planes.
─Hermano, ¿cuándo aprenderás a comportarte? Ahora Roderich se fue, sabías muy bien que él estaba castigado y es más que seguro que el chico no quería estar atrapado en su habitación todo el día. Ve y discúlpate.─ Habló el alemán con los brazos cruzados, en su frente era notoria una vena que sobresalía por lo irritado que se comenzaba a sentir. Siempre tenía que lidiar con su hermano por su comportamiento.
─ ¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué mi grandiosa persona tiene que disculparse? Sólo jugaba, Roderich no tiene sentido del humor.─
─ ¿A eso le llamas sentido del humor?─ Volvía a sobresalir más su vena.
─ Está bien, lo haré. Volveré pronto, mientras tanto juega solitario, hermano.─
─ Calla y ve rápido.─Dijo rechinando los dientes.
Por otra parte; el austriaco ya estaba en su cuarto practicando con el piano, su maestro ya se había marchado; por tanto, él sólo tenía que practicar con algunas de las partituras que había escrito con anterioridad. Mientras tocaba el piano era notable su tristeza en su rostro, después de todo aun era un niño.
Gilbert; por otro lado, iba caminando cabizbajo y con el rabo entre las patas, sabía a la perfección que realmente era culpable de sus actos, a medida que caminaba y subía por las escaleras se percató de una pintura al fondo de la pared, era un cuadro enorme con la pintura de Roderich, era una pintura bellísima, se veía a Roderich dibujado entre rosas tipo Violeta escarlata, una clase de rosa muy bella y aromática, tenía que ser un aristócrata para tener ese tipo de rosas en casa. En fin, el chico lucía bellísimo con sus ropas blancas, por un momento se quedó pasmado viendo el cuadro, se mordió el labio inferior y apretó los puños por el remordimiento que tenía, a pesar que no era gran cosa, él tenía sentimientos ocultos por el austriaco que no demostraba a nadie, ni a su hermano Ludwig.
Finalmente dejó de ver el cuadro para ir hacia la habitación, caminaba en cuclillas para no ser escuchado y al estar en frente de la puerta, la abrió de forma que el austriaco no notara aún su presencia. Apenas metió un pie en el cuarto y notó que el castaño estaba desanimado, no se notaba únicamente por sus facciones, sino también porque lo transmitía a través del piano, la melodía sonaba demasiado triste, realmente pensó que el austriaco exageraba por la clase de música que tocaba. Tan sólo bromeaba; pensó. Cuando vio una lágrima rodar por la mejilla del chico pestañeó varias veces puesto que le sorprendía verlo así, se acercó disimuladamente por atrás hasta que su mano diestra se posó sobre el hombro ajeno.
─ Vaya, con razón necesitas clases extras, no suena para nada bien. Se escuchan muy tristes esos acordes. ¿Quieres que te enseñe? El gran Gilbert sabe tocar el piano también.─
Inmediatamente el austriaco enderezó su espalda y abrió sus ojos asustado por la compañía, no se esperaba que el albino llegara a su habitación en ese momento, sentía que reventaría de vergüenza.
─ ¿Qué? Pero si tú eres un año menor que yo, no te jactes demasiado, Gil. Además, ¿cómo entraste aquí? Ni tan siquiera escuché que entraras.─ Dijo mientras se tallaba los ojos, no quería que notara sus lagrimas.
─ Jajaja no hay nada que mi grandioso ser no sepa hacer, señorito. Permíteme, voy a sentarme y enseñarte como se hace. ─ Se sentó a la par del chico para tomar sus manos, en ese instante Roderich sentía que se quedaba sordo, era un reflejo del nerviosismo que sentía.
─O-oye, no cabemos en el mismo asiento.─ Exclamó el austriaco.
─ Claro que si, no pongas excusas. Aquí suele sentarse tu tutor y enseñarte, el tipo es más grande que yo, no puedes engañar a mi gran astucia. Veamos, pondré mis manos sobre las tuyas y te dirigiré…─ Comenzó a mover los dedos de Roderich sobre el teclado, el chico estaba erguido, no podía mover los dedos y para colmo las palmas de sus manos comenzaban a transpirar, en ese preciso momento deseaba que el albino no se diera cuenta de lo intranquilo que estaba.
─ ¡Oh, vamos Rod! No te pongas así, lo haces sólo porque sabes que lo haré mejor que tú, flexibiliza tus nudillos.─
─ E-está bien pero, sólo es para ver tus habilidades.─ Trató de ajustarse a los movimientos de Gilbert y la verdad, a medida que avanzaba la pieza, sonaba armoniosa, bella y afinada. No pudo evitar sentir un poco de celos, puesto que el otro sólo era un año menor que él. Poco a poco iban desenvolviéndose ambos, las manos del austriaco ya no sudaban y ahora lucía más tranquilo. Rápidamente el albino se fijó en el cambio repentino, era buen momento para disculparse, ya que si lo hubiera hecho desde el principio probablemente le hubieran echado de la habitación. Se detuvo e inhaló un poco de aire hasta exhalarlo paulatinamente, no era fácil para su gran ser disculparse.
─ Rod…ehnm…bueno, tienes que disculpar a mi estupendo ser por haberte molestado y haber frustrado tu juego con mi hermano, Tut mir leid.(2)─
─ ¿Eh? Que tonto eres, está bien. Sólo porque demostraste no ser tan malo con el piano, realmente eres bueno, tendré que superarte.─
─ Jaja vaya, así que reconoces estas impresionantes manos, Rod.─
─ No te sientas tan grande por un simple halago.─
─Pero lo crees y sabes que es cierto.─
─Ya calla, verás que seré más grande que tu, y mucho más maduro. Será mejor que te vayas, ya te disculpaste así que no dejes que Ludwig espere tanto tiempo por ti, además debo continuar practicando, me distra…─ Repentinamente el austriaco fue silenciado, no vio venir lo que le sucedía en ese momento, estaba tan enfocado hablando que cuando se dio cuenta se quedó sin respiración. El prusiano para callar al mayor tuvo que besarlo, le molestaba que le dijera que se largara cuando a él poco le importaba que su hermano esperara por él. Ambos tenían los ojos abiertos y se veían el uno al otro, el austriaco pestañaba mientras el prusiano le miraba directo sin pestañear.
─ ¿Q-qué haces? No soy una niña─ Cuestionó al empujar al albino, se limpió la boca con el dorso de la mano, su rostro estaba tan rojo como un tomate, apenas podía respirar, y se hallaba agitado por el ósculo de Gilbert. En su cabeza comenzó a llenarse de un arsenal de preguntas.
─ Eso fue un beso, Roderich y sé a la perfección que no eres una señorita, sino un señorito.─ Eso fue lo único que dijo el albino porque salió corriendo de la recamara, salió huyendo de todo cuestionamiento, no sólo de los de Roderich, sino también de sus propias preguntas por haber hecho tal acción repentinamente.
─ P-pero que clase de respuesta fue ésa… gran tonto.─ Dijo entre dientes al verlo correr, ahora estaba totalmente desconcentrado, no podía seguir practicando sus lecciones, así que se fue a la ventana para ver a los hermanos marcharse. Al ver la cabellera plateada del prusiano su corazón aceleró los latidos, no comprendía muy bien ese sentimiento ni mucho menos ese beso. Sus pequeñas manos se posaban sobre las ventanas mientras contemplaba a ese chico que le robó su primer beso, finalmente desapareció el rastro de Gilbert en la distancia; no obstante, aún sentía su presencia en la habitación, en sus labios. Miró hacia el suelo y se encontró con algunas de las piedras que estaban en la orilla del balcón, eran aquellas piedras que hace unas horas atrás el albino había lanzado hacia su recamara, las recogió y las presionó contra su pecho. Se giró y fue directo hacia su caja de recuerdos donde conservaría éstas piedras, eran simples y sucias, pero significaban mucho para él.
Éste tipo de situaciones seguirían de vez en cuando hasta llegar a su adolescencia, el maestro Roderich seguiría soportando tanto burlas como encuentros ocasionales donde Gilbert siempre le robaría besos. Al menos sus padres o el resto de la gente que conocían no se habían percatado de ésta clase de situaciones, ya que el austriaco se había convertido en un genio para la música y esto disipaba todo tipo de dudas sobre él. La verdad es que, aquel primer encuentro en el piano con el prusiano lo había marcado por el resto de su juventud. Deseaba superarlo y de hecho, todo iba muy bien por un largo tiempo hasta que el joven Roderich cumplió los dieciséis años. ¿Qué es lo siguiente que le pasaría al genio austriaco?
Por el momento aquí termina el primer capitulo. Espero sus comentarios. :)
