Cuenta una antigua leyenda que las almas gemelas son antiguos amantes a los que no se les permitía en vida dar fruto a su amor. Cuentan que su almas siguen vagando por el mundo, saltando de cuerpo en cuerpo, generación tras generación, siglo tras siglo, con la esperanza de volver a encontrarse y al fin cumplir su destino juntos.
Siente una ráfaga de aire frío, puede ver la ciudad a sus pies, por alguna razón sabe que está volando. Detiene su avance para colocarse en un árbol dentro de un parque cercano, lleva sus mano hacia su foco de visión y ve unas largas pero elegantes uñas en sus manos, observa su vestimenta negra como la noche, con detalles rojos carmesí, se sorprende al sentir otra extensión de su cuerpo, una cola. Algo curioso, baja con un elegante aleteo hacia el lago cercano de ese árbol, observa su reflejo y se impacta un poco, pues se ve así mismo con el cabello rojo de cual unos pequeños cuernos sobresalen, sus cejas están como siempre, sus ojos seguían siendo verdes, pero era un verde brillante y cautivante, como gemas con luz propia, quedando anonadado al ver su reflejo, sonriendo con una pícara malicia, pero ésta se ensancha más al sentir una peculiar pero tan familiar aura. Salió rápidamente de su auto análisis, para después sentir como si una serpiente envolviera su cuerpo, rodeándolo seductoramente, desde su cintura hasta su muslo, no sintió necesidad de alejarse, en vez de eso pudo admirar que su reflejo mostraba una cara de placer.
La repentina presencia lo jaló y rápidamente un brazo rodeó con posesividad su cintura, su cuerpo chocó con otro más grande, automáticamente sus propios brazos se envolvieron en el cuello ajeno, se permitió mirar el rostro del cuerpo que lo envolvía demandante y se encontró hipnotizado por unos ojos azules, unos ojos tan brillantes que podías sentir el peligro emanar de ellos, percibió como los ojos lo observaban con lujuria, pasión y una chispa que lo tentaba a seguirle el juego a su captor, pudo sentir en su oreja el cosquilleo de una suave risa de locura y posesión, una mano demandante tomó su barbilla y la jaló hacia arriba, percibió que los tóxicos ojos azules le perforaban lentamente, la cercanía comenzaba y el sensual aliento del demonio se impregnaba en su boca, los labios comenzaban a querer tocarse con locura, un centímetro más y...
Despertó.
En medio de su cama de dos plazas, decorada con distintas gamas de colores azules, un chico de diecinueve años despertó de ese raro sueño, que era distinto cada día pero al mismo tiempo similar, lo único que no cambiaba era el co-protagonista de su sueños, siempre eran los mismos ojos azules, sólo que en ésta ocasión el chico era de cabello azabache, pero tenía el mismo peinado, con un pequeño mechón que parecía ser inmune a la gravedad, el mismo acento norteamericano, y la misma sonrisa que a veces era altanera, otras veces seductora e inclusive hasta tierna, era el mismo chico siempre, que a veces le llamaba por su nombre, otras le llamaba por su apellido, otras le nombraba Inglaterra, pero cada vez que él intentaba decir su nombre o estaba a punto de besarlo, despertaba, como ahora; sobresaltado, y con una sensación cálida en sus labios.
Decidió despejar su mente con una ducha, hoy sería un día atareado por las festividades de Picas, la tarde no la catalogaría como normal para los ciudadanos del reino, hoy era el día de la selección de los nuevos Reyes de Picas, un día muy esperado para todos los jóvenes de entre 18-20 años, quienes pertenecen a la escala de edades para ser seleccionados por el reloj, quien juzgaría el corazón de los jóvenes y decidiría a los futuros gobernantes del gran reino azul, un evento que sucede cada setenta años, con la marca que aparecerá cuando los antiguos nobles entreguen sus preciadas marcas ante el "relojero."
Después de terminar de arreglarse como corresponde, se encaminó a la cocina acompañado de una mochila, el día de hoy aprovecharía para comprar unas nuevas pinturas, últimamente sus pinturas eran sobre ese extraño y alegre chico que invade sus sueños, pintaba ojos azules, paisajes de verano que le recordaban a la sonrisa de ese joven, o simplemente el cielo y el océanos que sentía tras sus ojos azules, que a pesar de ser tan comunes en Picas, ningún tono se asemejaba a los preciosos zafiros que invadían sus fantasías, esos colores que eran plasmados en su arte. Hoy pintaría aquel inusual parque junto con la silueta de esas dos criaturas que derramaban un amor apasionado.
Al entrar en la cocina se sorprendió de encontrar a su hermano mayor despierto, con un mandil mientras servía dos tazas de té, éste al verlo colocó un plato con el desayuno y una taza delante de él, siendo esto una muda invitación a que lo acompañara a desayunar.
—¿Y esto porqué? - El menor sabía que su hermano era rara vez atento con él, lo que lo llevaba a dudar de lo que éste planeaba. —¿Qué fue lo que hiciste para que quieras acabar con la culpa?
—Que mal concepto tienes de mi, conejo. - El pelirrojo se acercó sobre la mesa para desordenar la ya revuelta melena del rubio. —Sólo, tengo el presentimiento de que no podré hacer esto en mucho tiempo.
—¿A qué te refieres? - Arthur de repente sintió un vació en el estómago, eran hermanos y peleaban como tal, pero estar sin su molestia personal verdaderamente le sentaría extraño. —¿A dónde irás Scott?
—¿Yo? a ningún lado, le prometí a mamá que no te dejaría solo hasta que te entregue en el altar.- El más bajo sólo rió ante esto, la muerte de su madre les afectó a los tres, pero aún así deseaban mantener la memoria alegre de ella, además bien saben que la matriarca Kirkland odiaría que sus "niños" se deprimieran, después de la muerte de ésta su padre se encargó de lograr un ambiente de unidad que su madre siempre quiso, así fue como los Kirkland lograron salir adelante, y aprendieron a ver la despedida de un ser amado como un "nos volveremos a ver". —¿Y a dónde pensabas irte sin decirme?
—Iré por pinturas nuevas, tuve otro sueño y quiero plasmarlo. - El mayor sonrió pícaramente mientras levantaba los platos, después de todo su hermano menor siempre contó con él para narrarle lo que sucedía en sus sueños. —¡Scott no sonrías así!
—Ya sabía yo, que me saldrías desviado. - El de cabello rojizos rió mientras que su hermano menor en respuesta le lanzó en la cabeza un pedazo de Scone, rápidamente éste tomo su mochila y salió de la casa antes de que el otro lo retara a comer el bollo por tirarlo al suelo. —No puedo quitarme la sensación de que los momentos juntos están por volverse más cortos.
El joven Arthur Kirkland acomodó su mochila al hombro y comenzó a recorrer tranquilamente las calles de Picas, observando cómo la gente colocaba cintas y banderines con el símbolo de Spades , las calles se llenaban más que de costumbre por los hermosos tonos de las distintas gamas de azules y morados, los niños corrían de aquí para allá con globos de los mismo colores, en las tiendas la flores típicas del reino se mostraban con gran esplendor, era el día perfecto para la selección de los nuevos reyes, Arthur se sentía algo abrumado por tanta felicidad, a veces los ambientes demasiados festivos no cuadraban mucho con su personalidad y lo hacían sentir fuera de lugar.
Sólo faltaba doblar una esquina para poder llegar a su tienda favorita, donde podría comprar todos sus materiales para la pintura nueva, pero antes de girar un grito llamó su atención y pudo ver como un chico rubio caía por culpa de una agujeta mal amarrada, su primera reacción fue reírse y al parecer lo hizo demasiado alto ya que el chico levantó la vista, y ese fue el momento en que todo se detuvo, Arthur sintió como si sus pies se clavaran en el suelo, los ojos azules de ese chico eran iguales a los que siempre le perseguían en sus sueños. Como si su cuerpo estuviera en automático se acercó al chico que ya se había sentado intentando parar el sangrado, causado por el golpe en su nariz, se arrodilló a su lado y le ofreció un pañuelo.
Un roce de manos y fue como si miles de imágenes llegarán como flashback a ambas mentes, vieron gestos del otro, manos entrelazadas, muchas imágenes rebotando en sus mentes y mareándolos, ambos retiraron su mano rápidamente, el chico lastimado colocó el fino pañuelo en su nariz para lograr parar el sangrado, mientras que el otro chico tomaba los lentes que habían caído, agarrando su propio paño, los limpió con cuidado y se los entregó a su dueño.
—¿Estás bien? - Pregunta tonta tomando en cuenta que el chico se lastimó y perdió su dignidad ante un desconocido, pero bueno, la educación ante todo. —¿Necesitas ayuda?
—Así estoy bien, Arthur.- El mencionado quedó impactado, ¿cómo era que ese desconocido sabía su nombre?, ¿era acaso un acosador?, no tenía miedo, lo enfrentaría adecuadamente. —Gracias por la ayuda.
—¿Cómo demonios sabes mi nombre? - El cejón tomó de la camiseta al chico del irregular mechón, era idéntico a lo de sus sueños, por lo cual se puso seriamente nervioso y lo soltó, separándose rápidamente, buscando verse más amenazante. —¿Eres un acosador?
—¿Eh? No, soy Alfred F. Jones, trabajo donde compras tus pinturas.- El americano sonrió mientras se levantaba poco a poco, el sangrado se había detenido pero permaneció con el pañuelo en la nariz, tenía un aroma dulce que le gustaba. —En realidad me dirigía para allá.
—Si trabajas ahí... ¿por qué nunca te vi? - Él mismo comenzó a cuestionarse ¿de verdad nunca ha visto a éste chico?, tal vez por eso aparece en sus sueños, pero, ¿por qué siempre lo ve de diferentes maneras?, nunca lo ha soñado como se encuentran ahora, rodeado de un mundo donde el azul y el morado dan la vida al lugar. —Me eres terriblemente familiar.
—Mi mellizo es quien te atiende en la caja, tal vez por eso te parezco familiar. A mí nunca me habías visto porque siempre trabajo en la bodega.- El más alto sonrió, Arthur rápidamente tocó su pecho, una arrítmica pulsación, lo sentía ridículo pero fue como si su corazón diera un brinco. Inconscientemente siguió al chico, antes de abrir la puerta éste se detuvo. —Siempre me pareciste interesante, pero nunca me animé a hablarte, tuve que perder toda mi dignidad ante ti para al fin poder hablarte.
El chico sonriente se adentró en la tienda dejando a un aturdido Arthur afuera, éste colocó su mano en su frente buscando una señal de fiebre, se sentía arder, su pecho palpitaba locamente, se dio unas pequeñas palmadas para después suspirar y entrar.
—Bienvenido Arthur.- El mencionado se giró para ver a Matthew, éste le sonreía, pero por alguna razón de su cabeza no salía la sonrisa del chico de antes, de su hermano, cerró los ojos y esa sonrisa se convirtió en la de aquel demonio de su anterior sueño, abrió los ojos nuevamente y suspiró. —¿Estás bien?
—Sí, gracias por preocuparte. - Se dirigió hacia el área donde las pinturas se encontraban y tomó con delicadeza las necesarias para recrear su sueño de ayer. —Tengo un poco de prisa hoy, por el festejo de Picas, ¿irás a ver el ritual del renacer?-el inglés sonrió, aunque su sonrisa era algo nerviosa, sentía la necesidad de llegar a su casa, su cuerpo pedía a gritos pintar, pintar el rostro del chico. —No, me quedaré en casa, Scott cocinará un pastel.
—Suena divertido.- El de cabello un poco más largo cobró las pinturas y lo despidió con una sonrisa, Arthur rápidamente iba a salir por la puerta pero su muñeca fue apresada por el chico de los penetrantes ojos azules. —Tu pañuelo, te lo devolveré pronto, te lo prometo.
El más bajo sólo asintió y rápido salió por la puerta, acomodando su mochila repleta de pinturas, y corrió como si su vida se fuera en ello, no se detuvo más a observar, sólo corrió y corrió, entrando luego bruscamente a la casa mientras gritaba anunciando su llegada, Scott limpiaba la cocina cuando lo vio subir presuroso, dejo lo que estaba haciendo para subir a ver qué le pasaba a su hermanito, se asomó por el pasillo y extrañado se acercó a la puerta abierta, su hermano rara vez mantenía la puerta abierta, sus ojos se ensancharon al verlo pintando con los dedos, el siempre era demasiado pulcro como para pintar con los dedos, observó como éste fruncía el ceño concentrado en su labor, e inclusive sacaba la lengua y la mordía levemente, parecía desesperado por terminar y cuando menos lo esperó, ante él estaba la escena. El chico que Arthur siempre pintaba, pero ésta vez no era el rostro de unos ojos azules, no era una sonrisa o una mota de cabello, era un retrato completo, un chico sonriente en medio un fondo repleto de colores. El menor de los Kirkland se dejó caer en el suelo, respirando agitadamente, se limitó a sólo mira a su hermano, quien lo observaba impactado.
—Lo encontré Scott.
Eran las 8 p.m., después de la situación con Arthur, Scott logró tranquilizarlo, comieron y pasaron la tarde planeando cómo hablar con su padre. Después de la crisis ambos hermanos terminaron riendo y contando viejas anécdotas de cuando mamá hablaba de las almas gemelas.
Ahora ambos chicos se encontraban intentando cocinar un pastel junto con su padre Alexander Kirkland. Cuando terminaron los tres hombres de la casa se acomodaron en los sofás dispuestos a tomar té, todo tranquilo hasta que el menor habló.
—Papá, ¿tú y mamá creían en la leyenda de las alma gemelas? - El patriarca dejó su té de lado y se levantó para colocarse en medio de sus hijos, agitando el cabello de ambos, sonriendo con nostalgia.
—Ciertamente creíamos y aún lo creo, después de todo, la vida puso a tu madre ante mi muchas veces en mi vida, sólo que yo estaba tan encerrado en mi mundo que nunca las noté, hasta que el destino se desesperó y decidió darme un "empujoncito". - El padre de los chicos se rió divertido recordando cómo conoció a Alice Kirkland.
—Claro, caer literalmente sobre tu futura esposa es súper romántico.- El hijo mayor rió con ironía mientras colocaba los ojos en blanco, su padre conquistó a su manera tonta a su madre después de todo. —Y para que luego ella misma te soltara un cachetada por "acoso sexual".
—Pero pronto se arrepintió y me invitó un té para olvidar nuestro pequeño altercado.- Alexander kirkland miró a su hijo sonriente. —Arthur heredaste tantas cosas de tu madre, que no me sorprendería que conozca tu futuro marido igual que ella.
—¡Ey!, ¿por qué dices marido? - Ambos pelirrojos se miraron y soltaron una tremenda carcajada. —No se rían.
—Perdón querido pero si tú te casas con una mujer, tu madre revive para llevarte consigo a la tumba. - Los mayores siguieron riendo y se miraron a los ojos para decir las siguientes palabras a unísono. —Ya sabía yo, que me ibas a salir desviado.
—¡Padre! ¡Alistor Scott!, dejen de reírse.- El menor se encaminó enojado y avergonzado a su habitación, pero su rostro término de colorearse aún más cuando observó sus pinturas. —Bueno, papá tal vez vaya a tener razón...
Se observó así mismo un momento, unas botas negras, un pantalón de color oscuro, una camisa de seda azul y un tipo de gabardina larga de tono morado oscuro, casi confundible con el azul marino, en su cabeza pudo identificar un accesorio un sombrero, sus manos se encontraban enguantadas, se detuvo observándolas, hasta que otra mano también enguantada tomó la suya, levantó la mirada para observar que ante él estaba el chico de esa mañana, el chico de la tienda vestía un traje de alta clase, el azul claro, combinado a los detalles oscuros en su traje resaltan totalmente su figura, ante la gabardina azul los símbolos de Picas destacan, la corbata negra del chico se le hizo tentadora, siguió levantando la vista y ahora sí totalmente nítido ante sus ojos estaba el chico de la mañana, éste colocó en su mano el pañuelo que le había prestado ante su herida, lo acomodó entre ambas manos mientras la sostenía con firmeza, después poco a poco se arrodilló, para besar su dorso aún enguantado.
—My Queen.-Un susurro de la voz de éste chico fue suficiente para derretirlo entero. —Te dije que te regresaría tu pañuelo.
—Alfred...
Despertó nuevamente, como la mañana del día anterior, pero lo que él nunca imaginó es que su sueño no era precisamente un sueño, sino que era un adelanto de lo que sucedería esa misma tarde.
