Disclaimer: Todos los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer.


Sentí la fría piedra bajo mi espalda y mi cabeza. Mis dedos recorrieron la irregular superficie, sintiendo las piedritas raspar mi piel. El frío me estaba calando, pero no existía una razón suficientemente buena para volver a mi habitación. Regresar a ese espacio tan pequeño, tan asfixiante. Regresar a ese lugar que parece mi calabozo personal.

En mi habitación todo era silencio, horrible y torturante silencio. Y el silencio no es bueno, allí mis demonios cogen fuerzas para gritar, se enloquecen, me hacen perder el poco equilibrio que poseo. Se vuelven huracanes para derrumbarme cada vez que intento ponerme de pie. Es mejor estar aquí en el acantilado, el agua chocando con las rocas no permiten que yo piense, ni en mí, ni en él, ni en ella. Y eso está bien, o al menos así lo siento.

Mis entrañas se retuercen, y mis piernas hacen movimientos violentos. Es como si mi cuerpo estuviera amarrado e intentara escapar. Pero no hay nada que me ate. Tal vez su recuerdo, su maldito recuerdo, me está deteniendo. Me quema, me consume poco a poco. Pero sé que siempre será así, si no descubro pronto la manera de olvidarme de él. Mi espalda, volvió a chocar con el suelo, y reprimí un grito de dolor.

Me quedé quieta, con el cuerpo tensionado esperando que otro ataque me invadiera. Pero nada sucedió, y eso es mejor, porque si no grito y si no me muevo, me siento muerta, y que más quisiera yo que estar muerta.

Mi corazón tan sólo se dedica a retumbar en mi pecho, como si me golpeara desde adentro. Maldito corazón traicionero y débil. Poco a poco se me corta la respiración, pero inmediatamente mi boca se abrió, para dar paso a un grito que vino desde me estómago.

—Basta —intenté gritar. Tal vez si gritaba lo suficiente mi dolor se fuera, tal vez fuera suficiente para ahuyentar eso que se me rompe por dentro cada noche— Basta —mi voz no era más que un sonido casi muerto. Era como si intentara hablar cuando una roca estaba sobre mí.

Con las manos sucias intenté quitar ese acido que corre por mis mejillas. Pero éstas no paran de salir, se vuelven imparables. Torrentes gotas de agua salada que salen de mis ojos y arruinaron mi visión. No tengo ni una maldita idea de cuantas veces he llorado, pero es increíble que no me haya secado ya. O al menos, que en vez de agua saliera sangre. Sí eso sería más lógico.

Sé que no hay manera para detener mis lágrimas, así que mejor me cubrí la boca. Es de noche, y no hay alma que me escuchase, pero si a mis oídos llegara el sonido de mi propia agonía, me voy a odiar más de lo que ya lo hago.

—Te odio —gemí una mentira. No puedo odiarlo, y no es porque no quiera, deseo odiarlo con toda mis fuerzas. Pero es imposible, mi amor por él ya se corrompió, ahora es venenoso y letal, pero sigue siendo amor— Te odio, Sam —vuelvo a gemir. Aprieto los dientes hasta que sentí que se me romperían.

Que estúpida. Es seguro que en este momento él esté en su casa, abrazando a Emily. O haciéndole el amor. Jurando amarla por siempre, igual como me lo juro a mí. Una carcajada, mitad sollozo, salió de mi garganta, por que en teoría esta vez su juramento si será verdad. Él es de ella, y ella de él. Y que hago yo, intentando morir en la intemperie. Que patética me he de ver, pero es imposible evitarlo. Como es imposible que él se aleje de ella.

—¡Ja! Nada más patético que eso —el veneno impregna mi voz, y cada palabra me quema en los labios. Toxica, así soy ahora— Obligados amarse, porque su maldita condición animal lo obliga —golpeé el suelo con los puños.

Vi la luna brillar. La observé, y dejé que ella secuestrara mi mirada por todo el tiempo que se le antojara. Luna, lobos. Todo era un conjunto. Los lobos le aúllan a la luna, porque se siente enamorados, o dolidos. Yo tan sólo la observo porque, al igual que yo, ella mira desde lo alto a quien fue su amor y jamás podrá tener de nuevo. O eso fue la leyenda que mi abuela me contó cuando era niña.

—Ayúdame a olvidarlo —le rogué una vez más— Haz que dejé de quererlo —un sollozo me interrumpe. Respiró y trató de controlarme— Te cantaré, lo juro, te cantaré cada noche para que sanes tu dolor, y ayudes a sanar esta herida.

Que promesa tan más falsa. Si yo no me puedo ayudar a sanar, como ayudare a alguien más. Pero alguna vez escuche que la luna podía sanar mal de amores.

Las horas pasaron, y el cielo se pintó de colores vivarachos, amarillo, lila, rosa y azul. Asquerosamente perfecto. Cuantas veces he visto amaneceres estando sola, y aun mantengo la esperanza de algún día dejar de verlos. Nada bueno puede traer un amanecer. Para mí ya nada bueno trae, tan sólo es un recordatorio de que sigo viva, y que tendré que soportar verlo. Un nuevo día en que me hago merecedora del odio de todos. Todos me odian, soy una arpía, una perra. Nadie soporta mi amargura contra él, contra ella, contra mí.

Suspiré, no es cierto. Seth y Jacob. No, ellos no me odian, y aun me pregunto porque no lo han hecho. Hasta mis padres parecen no quererme cerca, pero ellos siguen ahí, esperando que algún día vuelva a ser la de antes. Pero eso es imposible, no puedo ser la de antes, eso significaría regresar al pasado, donde él me amaba y yo era feliz. Si yo vuelvo a ser la de antes, tendré la maldita esperanza de que él me ame de nuevo, y eso me da miedo, me da miedo albergar esperanza.

El sol pronto se dejó apreciar sutilmente. Me senté y abracé mis rodillas, esperando a que saliera por completo. El agua brilla al alba, y las olas por fin se calman, es como si supieran que yo también me he calmado, y que ya no necesito su ayuda para callar mis demonios.

Me levanté y caminé a la orilla. Apreté el ligero abrigo alrededor de mi cuerpo. Tan sólo tengo una blusa de tirantes y un short corto. Siento que vestida de esta manera el frío puede meterse más pronto a mi cuerpo, y tal vez lo congele para que deje de sentir dolor. El agua sigue acariciando las rocas, y coloqué un mechón de cabello oscuro atrás de mi oreja.

Los dedos de mis pies tocaron la orilla. De una escalofriante manera, era divertido estar en el borde. Era como si tentara a la muerte a venir por mí; jugar con ella, haciéndole creer que no soy tan estúpida para saltar, y cuando se distraiga, me arrojare a sus brazos. Una risa brotó de mi pecho, no pude detenerla, hace mucho que mi garganta tan sólo se dedicaba a producir sonidos horribles, y ahora quiero reír.

El sonido de pasos, detienen mi risa. Miré a mi derecha y de entre los árboles aparecieron tres hombres. Que graciosa y amarga coincidencia. Son los hombres que más quiero en mi vida. Seth, Jacob y Sam, aunque a éste último mi amor se combina con el odio.

—Leah —me di la vuelva al escuchar el suave sonido de la voz de Jacob. Es firme y explota en mis oídos haciendo que irremediablemente mis labios tiren de una sonrisa— Leah, ven acá —sabe lo que haré. Siempre me puede leer. Él no necesita pelarme capa por capa como una cebolla. Soy transparente ante sus ojos.

—Leah —me llamó Sam. Mi sonrisa se perdió al escucharlo. Y por instinto di un paso hacia atrás. Siento el borde en los talones— Ven acá, Lee.

—No me llames así, lo odio —gruñí.

Jacob lo empujó para apartarlo. Se acercó con pasos vacilantes. Pero antes de que me alcance, extendí los brazos, y me tiré hacia atrás.

—¡Leah! —escuché el gritó de los tres.

Sonreí. Esto era divertido, la adrenalina recorrió todo mi cuerpo. Cerré los ojos. No tengo miedo de morir, tal vez sea como caer dormida. Así rápidamente, sin pesadillas, sin sueños.

El agua me atrapó, y todo es oscuro. Sentí las olas arrastrarme y manejarme como una muñeca de trapo. Mi cabeza dio contra una roca. Y ya no hay nada. Se acabó.


El cielo se volvió a colorear, pero esta vez de un azul intenso. Las estrellas no brillan, y la luna se oculta entre las nubes. El mar por primera vez parece peligroso para los habitantes de la Push, y en vez de oler a sal, huele a desesperación, a cansancio, y a muerte.

En una pequeña casita de madera, pintada en tonos rojos, el llanto de una mujer cubre cada rincón de la casa, y se clava en las paredes. Sue mira sin ver una pared, sus lágrimas continúan recorriendo sus mejillas y resbalan en su cuello. Ella mantiene en su regazo la cabeza de su hijo, y le acaricia el cabello. Seth llora aun después de haberse quedado dormido. Ella se tapó la boca, no quiere ponerse a gritar, pero siente que se le desgarra el alma al imaginarse la vida sin Leah.

La manada al completo ha buscado toda la tarde el cuerpo de Leah Clearwater. La policía se une a la búsqueda pero poco pueden hacer. Las horas pasan. No tienen idea de cuanto tiempo han buscado, pero la noche ya cayó, y ahora será casi imposible seguir buscando.

—No —gritó Sam Uley. El agotamiento en su rostro le ha hecho ganar diez años de vida en una sola tarde. El lobo dentro de él, se ha cegado por el dolor que le causa haber perdido a Leah— Hay que seguir buscando, ella tiene que aparecer.

—Sam, basta —habló Paul tratando de calmar al lobo. Pero es difícil calmarlo cuando el lobo y el hombre se unen en un mismo dolor y coraje— Tú te estás encerrando en la idea de que la vas a encontrar viva, pero eso no es así —sus palabras no hacen más que abrir un abismo dentro de Sam.

—Ella tiene que aparecer —murmuró Sam, para sí mismo. El lobo aúlla dentro de él.

—Ella está muerta, Sam —le gritó Embry, para que entre en razón. A todos les duele, pero Sam parece desquiciado. El lobo aúllo; se desató y lanzó un gruñido abismal. Y en ese momento es más lobo que hombre.

El dolor vuelve a los humanos, a los seres racionales, en animales. Sam deja de actuar racionalmente, y se guían por instintos naturales para buscar con desesperación algo que le de alivio. Y encontrar a Leah, es lo único que le puede dar alivio.

—No quiero escucharlos. Ustedes la van a buscar, y no pararan hasta que la encuentren —ordenó con su voz de alfa. Segundos después se volvió a sumergir en el mar, y trató de luchar contra las olas furiosas.

Jacob salió de agua, respiró rápidamente antes de sumergirse de nuevo. Él no dejara de buscarla, no puede permitirse perderla. Leah no es simplemente su amiga. Se enamoró, no sabe cuándo ni cómo, pero la ama.

Internamente les ruega a todos los espíritus, dioses, ángeles o hasta el mismísimo demonio, que se la regresen. Que se la regresen viva, que su corazón siga latiendo. Lucha para que la desesperación no se apodere de él. Pero el miedo le carcome las entrañas. Es imposible perderla antes de luchar. Él quiere enamorarla. Sabe que lo lograra. Pero para eso necesita que el mar se la devuelva con vida.

Salió otra vez a la superficie. El aire que sale de sus labios es un manto blanco, y prácticamente sus pulmones están colapsando, pero no puede detenerse. Cerró las manos en puños y miró a todos lados, pero no logró ver nada más que agua.

—Leah, te encontrare, no saldré de aquí hasta que te encuentre—dijo al aire— Así que mar, devuélvemela —gritó con furia. Vuelve a llenar sus pulmones de aire, y se sumerge.

Los minutos pasaron, todos en la Push aceptaron, con tristeza, dolor y desosiego, lo inevitable, Leah Clearwater ha muerto. Tan sólo hay cuatro personas que no lo pueden creer y no aceptan esa situación: Sue, Seth, Jacob y Sam, son los únicos que no creen en la muerte de Leah, no hasta que no haya un cuerpo al cual brindarle ceremonia.

Los chicos de la manada están cansados, se dejaron caer en la arena derrotados, ya no pueden ni dar un respiro más, han agotado hasta lo imposible sus cuerpos. Ni siquiera con sus habilidades pueden dar más. Todo es inútil, ella se ha ido, y hay que aceptarlo. Observaron con admiración y a la vez lastima como Jacob y Sam siguen en el agua helada.

Algunos de ellos piensan en Emily, la hermosa chica con la cicatriz en el rostro que espera en la casa de los Clearwater; la imprima de su alfa y prima de Leah, si supiera que tanto el lobo y el hombre se han unido en Sam para buscar con desesperación a la que hasta hace unos meses fue la novia del último de los Uley. Sería estúpido no pensar que esto es una prueba del gran amor que sigue teniendo Sam por Leah, amor que aun con imprimación incluida todavía existe.

Las olas arrastraron a Jacob a una cueva subterránea, desconocida hasta el momento. Se sentó en una roca resbaladiza, la búsqueda sin descanso ha hecho estragos en su cuerpo, y un profundo corte en su rodilla provocado por una roca apenas se sana ante sus ojos. Se levantó y con dificultad caminó. Las piernas casi no le responden como debe ser, los músculos le palpitan a causa de agotamiento. Se adentró un poco más a ese lugar húmedo. Levantó el rostro y ve la tenue luz de la luna escondida entre nubes. Respiró profundamente y luchó para que las lágrimas no acudieran a sus ojos. Ella tiene que estar viva. Jacob no sabe que pasara con él si ella ya no está.

Las nubes se apartaron y la luna iluminó con más intensidad, todos los rincones de ese lugar se iluminan, y cerca de la orilla, logra ver el frágil cuerpo de Leah. Se acercó corriendo, con sus miedos burbujeando bajo la piel tostada. Se arrodilló a su lado, la abrazó con fuerza, retenerla entre sus brazos, para que ella lo sienta y se aferré a él.

El cuerpo de ella esta helado, y su frente tiene un profundo corte. Sus lágrimas se liberaron, y su garganta emitió sonidos parecidos al de un animal. El lobo dentro de él llora, aúlla con dolor; se muere. Ya no hay nada que hacer y el dolor en su pecho se extiende poco a poco. La abrazó con más fuerza y le ruega al cielo que no se la quite, él sin ella ya no puede vivir. Y sin hacer promesas, el cielo se apiadó de ellos y les da una oportunidad a los dos para ser felices.

Jacob apartó los mechones de cabello negro de ese dulce rostro. Le besó ambas mejillas y depositó un beso salado en los labios pálidos. Se acostó con el cuerpo de Leah entre sus brazos. Cerró los ojos, y sabe que ahora puede dejarse morir a su lado. Colocó su cabeza en el pecho de Leah y escuchó los suaves latidos de la chica. Sonrió sin poder creerlo. Ella está viva. La abrazó más fuerte para transmitirle calor, sabe que tiene que llevarla con un doctor urgentemente.

De manera forzada se levantó y salió de la cueva. Subió a unas rocas y observó a su alrededor para tener una mejor ubicación, y se da cuenta que no está muy lejos de la Push. Tomó a Leah entre sus brazos y la pegó más a su pecho. Por un momento deseó que los latidos frenético de su corazón se unieran a los de ella, y así para que el corazón de ella luchara para vivir.

—Tranquila, mi amor, ya casi llegamos —le susurró en el oído, y notó con satisfacción como Leah se acurrucó más en su pecho— Te prometo que ya pronto estarás bien —le dio un beso en la frente delicadamente, sin querer tocar la herida.

Aun sin creer la suerte que tiene, Leah, su niña está viva, el mar no se la arrebató. Y sonrió, le sonrió a la luna, al mar y al cielo.

—Mi amor, ya casi llegamos —habló. De alguna manera quiere que ella sienta que él está ahí, y que tiene que aferrarse a la vida, que tiene que aferrarse a él.

—Jacob —escuchó como Leah dijo de manera baja, casi inaudible para alguien que no tenga los sentidos cinco veces más desarrollados.

—Aférrate a mí —le pedí, con desesperación.

Llegó a la playa de la Push. Los chicos, están descansando sobre la arena, y Jacob sin detenerse empezó a caminar lo más rápido que puede hacia la casa de los Clearwater. Observó como los chicos se le acercaron y los celos afloran al notar como Sam trató de arrebatarle a su chica de los brazos. El lobo dentro de Jacob, lanzó un gruñido y su mirada se vuelve feroz. Los chicos observaron atónitos el intercambio de gruñidos por parte de ambos chicos, y lo único que alcanzaron hacer en detener a su alfa que está a punto de lanzarse encima de Jacob, de seguro para matarlo.

Jacob llegó a la casa, sabe que los chicos junto a Sam lo siguen, pero eso no importa ahora. Entró a la sala de manera estrepitosa y vio como Seth tiene la cabeza en el regazo de su madre y su cara empapada de lágrimas, mientras Sue llora de manera amarga siendo abrazada por Emily, quien llora silenciosamente.

Los tres presentes levantaron la cabeza, y más lágrimas cayeron por sus mejillas al creer que es un cuerpo sin vida lo que trae Jacob entre brazos.

—Llamen a un doctor, ella está viva —gritó Jacob.

Seth inmediatamente alcanzó el teléfono y marcó el número del doctor para que llegue inmediatamente. Diez minutos después el doctor se encerró con Leah en un cuarto para atenderla lo antes posible.

En la sala esperan ansiosos por noticias. Jacob camina enfrente de la puerta de ese cuarto, siente que de un momento a otro se le saldrá el corazón, enloquecerá de la angustia o no podrá aguantarse y abrirá la puerta y le rogara al doctor de rodillas que la salve. Que si es necesario le quite toda la sangre y el corazón y se lo dé a ella; Sue ha salido al patio para tomar aire fresco, su pecho a un martillea por la angustia; Seth camina como león enjaulado mordiéndose las uñas y jalando su cabello; Emily sigue llorando, en una parte por su prima y la otra por qué le duele saber que Sam todavía ama a Leah, se le nota en la cara que está a punto de tirar la puerta y decirle al doctor que él da la vida por ella, si eso fuera necesario; y Sam, sabe que su lobo ya está tranquilo al saber que Leah está bien y ahora le pide que vaya con Emily a consolarla, pero él, el hombre Sam Uley le exige entrar a ver a Leah, su Lee, ella la chica a quien el hombre a ama.

El doctor por fin salió. Todos se detienen y Sue vuelve entrar para escuchar su diagnóstico.

—Leah, está fuera de peligro —un suspiro general llena la pequeña sala— Va a necesitar descanso, algunas medicinas que están anotadas en esta receta —dijo el doctor, entregándole la receta a Sue.

—¿Y el golpe en la cabeza? —preguntó Jacob.

—Es tan solo un corte, ocasionado por una piedra filosa, pero para descartar cualquier duda podrían llevarla hacer unas radiografías —sugirió el hombre, mientras se acomodaba los lentes.

—Podemos pasar a verla —pidió Seth

—Sí, de hecho esta medio consiente, y empezó a llamar a Jacob —contestó el doctor.

Al escuchar esto la sonrisa de Jacob se extendió y sus ojos brillan después de tanta angustia. La mueca furiosa y dolorosa apareció en el rostro de Sam. Sabe que no tiene ninguna posibilidad con Leah, pero los celos le consumen al imaginársela con otro.

Después de eso, los cinco entraron a la habitación. Al entrar al cuarto, Leah con dificultad levantó su mano hacia Jacob, quien sin dudarlo se acercó a ella y se sentó en el borde de la cama.

—¿Es cierto que me amas? —le preguntó ella a Jacob. Tal vez se lo había imaginado todo. Tal vez simplemente estaba soñando.

—Más que a la vida misma —le contestó Jacob depositando un beso en su mano— Aférrate a mí, Leah —ella le regaló una débil sonrisa y pensó, que tal vez la luna si le cumplió y al caer de ese acantilado el amor que sentía por Sam se empezó a borrar poco a poquito y ahora si esté preparada para iniciar de nuevo.

—Te quiero —susurró Leah antes de caer dormida con una sonrisa y su mano aun entrelazada con las de Jacob, quien no se iría de ahí en toda la noche.


Acabó de corregir este fic...

Espero que lo disfruten

By. Cascabelita

FIN