Las ideas fluirían con parsimonia. Su mente quedaría en blanco y esos recuerdos crueles no la atormentarían, y por un instante, la dejarían en paz.

Quería amor, lo anhelaba con todo su maldito ser. Podía ser todo aquello que las personas decían, desde la prostituta más barata, hasta la lesbiana; pero si algo en realidad era, era una buscadora de felicidad. Y sus escritos, aquellos que se levantó a las tres de la madrugada, buscando un papel en medio de la oscuridad para poder escribir, reflejaban eso: La gran tristeza que la invadía.

Anhelaba ese sentimiento, daría todo y, ¿qué había recibido por sus buenas acciones? ¡Un escupitajo en la cara!

Siendo sincera, no le importaba, porque su vida se resumía en eso: Miseria. Y todos los siguientes sinónimos mostrados en el diccionario: Error, basura; la lista podía hacerse larguísima, tal vez tocando -casi- el infinito.

Suspiraría. Por fin la añoranza había quedado en el olvido y su más apreciado sueño se realizaría. Sus manos temblaron, ansiosas de poder cumplir esa meta impuesta desde tiempo atrás. Su frente dejo ver una pequeña gota de sudor y los ojos que poseía, castaños casi rozando lo negro, se cerraron y un jadeo salió de sus labios.

Los segundos se hacían eternos para ella...

Y con decisión, agarro el lápiz y sus dedos comenzaron a danzar en el blanco papel, dejando el martirio de su mente, en palabras que serían leídas por millones de personas más.