Hinata.
El lunes por la mañana fui a la clase de literatura pero ni Naruto ni Menma estaban allí. Supuse que Naruto estaba haciendo entrenamiento de último minuto o descansando. Después de trabajar en la librería, llegué a casa, limpié el refrigerador y luego limpié los zócalos mientras en la televisión pasaban episodios de Downton Abbey. Eso mantuvo alejada mi mente de cosas en las que no quería pensar.
Esa tarde, llamaron a mi puerta. La abrí y Naruto estaba allí, apoyado en el marco de la puerta, su postura tensa, como si se sostuviera manteniendo bajo control.
—Hola —dije—. ¿Cómo estás? —Apenas podía respirar por asimilarlo, mis ojos dirigiéndose a sus anchos hombros y musculosos bíceps.
Él asintió, más seriamente.
—Bien. No quiero molestarte…
—No lo haces. Solo estoy aquí... sola. Poniéndome al día con Downton Abbey. Y limpiando. Después tengo que hacer la cocina y el baño, tal vez mis armarios. —Dejé de hablar—. Lo siento, estoy balbuceando. —Forcé una risa.
Su rostro no cambió.
—¿Quieres entrar? —Mi voz tembló, y tosí para hacer que se detuviera.
Se aclaró la garganta.
—No, solo me pasaba para decirte que le pedí a un amigo policía investigar a Toneri. Dijo que está viviendo en unos apartamentos en el lado sur de Whitman. —Él suspiró—. He estado revisando el aparcamiento y tu apartamento desde mi balcón cada noche, y si no estoy aquí, llamo la policía del campus y hacen algunas patrullas. Sé que las cosas han cambiado entre nosotros, pero estoy aquí si me necesitas.
Oh.
—Gracias. Eso significa mucho. —Por favor, entra. Jugueteé con la manija de la puerta.
Su teléfono sonó, y él lo sacó de su bolsillo y comprobó lo que supuse era un mensaje de texto.
—¿Alguien importante? —pregunté. Intenté quitar el resentimiento de mi voz. Realmente lo intenté. No tenía motivos para estar celosa. Había tenido mi oportunidad.
Movió sus ojos rápidamente a mí.
—Mi cita.
Mi corazón se hundió.
—¿Es bonita?
Se encogió de hombros.
El dolor me recorrió. Detente, simplemente detente ya.
Recogí mi corazón roto, lo desempolvé, y lo metí de nuevo en mi pecho.
Vislumbré un destello de plata en su mano y me congelé. Mi respiración se atrapó en mi garganta.
—¿Llevas el anillo que te hice?
Se quedó en silencio, su mano derecha brillando por la banda de plata en el dedo anular.
—Se ve muy bien —murmuré—. Yo… tuve que adivinar las medidas, pero parece que adiviné bien. —Me contuve. Sin dejar que él viera lo emocional que me puso ver que lo estaba usando. ¿Lo amaba tanto como yo? ¿Pensaba en mí en absoluto?
—Gracias por el regalo. —Se movió nerviosamente—. Pienso en mi mamá cuando me lo pongo.
—Yo-yo no esperaba que lo usaras en una cita.
—¿Celosa?
Me puse rígida.
—No.
—Mentirosa. —Se encogió de hombros, con una sonrisa triste en su rostro—. Lo que sea. Realmente no tengo una cita, a menos que cuentes el gimnasio. Puede ser una perra a veces.
Sí.
—Naruto, yo-yo quiero que entres. Por favor. Tengo que decirte... —Me detuve, asustada de terminar la frase. Tragué saliva.
Se frotó la mejilla, la sombra oscura allí como prueba de su virilidad, su masculinidad. Sus ojos eran de un gris tormentoso mientras me miraba, como si un millar de emociones turbulentas se agitaran en su interior.
—Es tarde, Hinata. Tengo que prepararme para mañana, y no he venido aquí para discutir contigo. Solo para decirte lo de Toneri.
Pero yo no quería discutir.
Se alejó de mi puerta y me dio una última mirada, sus ojos distantes pasaron sobre mí.
Él había terminado conmigo. Había esperado demasiado maldito tiempo.
Sentí en el fondo de mi alma, esa frágil conexión entre nosotros siendo tensada hasta el punto de estar lista para romperse. Quería hacerme bola y llorar.
Y entonces él se había ido.
Halloween llegó.
Fui a clase aturdida y a las tres estaba en la librería para hacer mi turno. Sasuke había dicho que podíamos usar disfraces para trabajar, por lo que Ino y yo habíamos hecho un rápido viaje de compras para buscarme algo en el centro comercial. Había terminado eligiendo un traje de Campanita verde lima con un top con brillos y un tutú con zapatillas de ballet y una bola mullida en la punta. Con picazón e incómoda, me fui con él. No me importaba.
La pelea estaba pesada en mi mente, pero el acuerdo era que nadie supiera exactamente dónde y cuándo era a menos que fueran parte de un círculo íntimo. Ino y Sai no lo eran, así que esperamos para escuchar a los pajaritos.
Ino y Sai se habían detenido en la tienda de camino a una fiesta de disfraces en una de las casas de fraternidad. Ella había elegido un traje de animadora zombi y Sai era un jugador de fútbol zombi. Fueron a la fiesta y yo me quedé para terminar mi turno.
Tres horas después de que se fueron, mi teléfono sonó.
Ino.
LLÁMAME CUANTO ANTES, decía su mensaje.
—Disculpa, tengo que tomar esto —le dije a Sasuke y fui la bodega trasera.
Le envié un mensaje, ¿Qué pasa? Todavía estoy en el trabajo. No puedo llamar. Escríbeme.
¡Naruto peleará en una hora!, fue su respuesta.
La llamé rápidamente, mi voz baja. Sasuke tenía una estricta política de no celulares-en-el-trabajo.
—¿Qué está pasando?
—Peleará en un almacén en la calle Water, la que está junto a la antigua fábrica de algodón. —Me dio una dirección. Su voz bajó—. Este lugar va a ser una locura con música y bebida y todo tipo de mierdas. No sé si puedas manejar la situación.
Mi pecho se levantó mientras inhalaba. Ya había olvidado la dirección.
—Envíame la dirección por mensaje, y te veré allí.
