CAPÍTULO 31

El silencio que flotaba en el ambiente era un preludio del miedo y el temor que se reflejaba en la cara de los aldeanos, allí reunidos por obligación y expectante ante lo que iba a ocurrir.

Un enorme escenario de madera se había instaurado frente a las escalinatas de la entrada al castillo, vacío, solitario, pero que en poco tiempo pasaría a estar ocupado para ser testigo del relevo de poder.

Las puertas del castillo se abrieron y James salió ataviado con los colores del clan, el tartán de gala y perfectamente acicalado. Por fin había llegado el día que tanto ansiaba, y una ocasión como esa, merecía ser celebrado por todo lo alto.

Detrás de él, con el rictus serio y mirada desolada, apareció Isabella, quien iba acompañada por uno de los hombres de James que la tomaba fuertemente del brazo.

—Estás hermosa, querida. Alabó James al mirarla y observar como la delicada tela del vestido envolvía su figura. Había sido obligada a vestirse con su traje de novia y recoger su melena en un moño bajo, el cual, acentuaba aún más la palidez y tristeza de su rostro.

—Acaba con esto de una vez, James. —Suplicó.

—Tranquila, primero tengo algo que hacer.

Desde el fondo de la tarima, un grupo de hombres se hicieron a un lado abriendo un pasillo por el que aparecieron Carlisle, Charlie, Jasper y Newton. Los cuatro venían maniatado, golpeados, sucios y con las ropas raídas.

—¡Padre! —Gritó Isabella aproximándose hasta él, aunque James se lo impidió sujetándola por el brazo.

—¡Quieta! ¡Más vale que me obedezcas! —Ordenó— He tenido el detalle de traer a tus seres queridos, el resto de hombres permanece en mis mazmorras a la espera de reunirse con tu difunto esposo, ya sabes lo que tienes que hacer si no quieres que tu padre siga el mismo camino.

Isabella actuó por impulso, y sin poder contenerse le escupió en la cara.

—¡Maldito bastado! —Gritó.

James se limpió la cara con el dorso de la mano y sin pensarlo la abofeteó con todas sus fuerzas haciéndola perder el equilibrio.

La agresión despertó jadeos horrorizados entre los allí presentes y un pequeño revuelo entre Carlisle y Charlie que se retorcía entre sus captores intentando ir en su ayuda.

¡Como vuelvas a ponerle una mano encima te arranco los ojos, malnacido! —Bramó Charlie.

—¡Basta! Acabemos de una vez por todas con esto. ¡Traedle aquí! —Ordenó mirando en dirección a Carlisle.

Dos de los hombres le tomaron del brazo y le acercaron hasta él haciéndole caer de rodillas. Carlisle cayó al suelo y se retorció al verse sorprendido por un golpe de tos.

—Padre, las mazmorras no os sientan bien, demasiada humedad. —Sonrió malévolamente.

Carlisle miró furioso a su hijo y rápidamente cambió la dirección de su mirada hacia Isabella que ya se había incorporado a su lado.

—¿Estáis bien?

Isabella no pudo contener las lágrimas que asaltaron sus ojos al ver tal situación.

—Estará perfectamente, —Habló James por ella —Ahora haz lo que debes.

—Hagamos las cosas bien, James. —Pidió Carlisle— Aún podemos hablar. Si de verdad quieres mi lugar... Deja que te instruya, que te forme para ello... En unos meses estarás preparado y podrás encargarte del clan, ¡Lo juro! ¡Todos ellos son testigos de mi palabra! —Alzó la voz señalando a los allí reunidos.

—No me valen unos meses, ¡Lo quiero ahora! He esperado demasiado para ello, tus palabras llegan muy tarde.

—Pero James...

—Veo que no entras en razón. —Negó con la cabeza—Está bien, habrá que darte un estímulo.

James colocó a Isabella delante de él y en un gesto rápido sacó su puñal y lo colocó en su cuello. Los jadeos horrorizados de las gentes les envolvieron al ver lo que iba a ocurrir.

Si no hubiese una barrera humana formada por los hombres armados fieles a James situados delante de ellos, ya se habrían alzado en su contra.

—No es a la primera mujer que mato y aunque tenía otros planes para ella… ¡No me temblará el pulso para sacrificarla si con ello logro mi objetivo! —Gritó mirando a su padre— ¡Hazlo! ¡Renuncia a tu posición y proclámame laird!

—¡Déjala, James! ¡Sabes que no bastará con eso!, ¡El rey Aro debe firmar la orden!

—¡Aro caerá al igual que Escocia! ¡Hazlo! —Ordenó apretando la punta del puñal contra el delicado cuello de Isabella haciendo que brotase un pequeño hilo de sangre.

—James... —Insistió Carlisle sintiendo como Charlie gritaba y blasfemaba revolviéndose para intentar salvar a su hija.

—¿Quieres ver cómo rueda su cabeza a tus pies?

En cuanto la amenaza salió de su boca los acontecimientos se precipitaron provocando el caos.

Una flecha surcó el aire clavándose en el hombro de James y provocando la liberación de Isabella que corrió a los brazos de su suegro.

De entre la muchedumbre empezaron a salir guerreros armados que se abalanzaron sobre los hombres de James, guerreros cuyas caras les sonaban, pero... No podía ser cierto, ¿Eran hombres de Swan?

—¡Corre, Isabella! —Pidió Carlisle al sentir como ella intentaba desatar sus manos— ¡Huye, ponte a salvo! ¡Olvídate de mí!

—Mi padre... —Susurró observando como Charlie era liberado...

—Estaremos bien, ¡Corre!

Isabella se levantó al tiempo que veía como James partía la flecha y hacia lo mismo. Iba a huir, cuando sintió como un encapuchado volvía a tomarla por el brazo

—¡Suéltame! —Forcejeaba con su captor.

—¿Quién eres? —Preguntó James agarrándose el hombro intentando contener la sangre que manaba de su herida.

—Tú peor pesadilla. —Susurró una voz que ella, a pesar del tono helador y amenazante con el que había pronunciado esas palabras, conocía demasiado bien.

Esa voz... Isabella la tenía grabada en su memoria, pero... No podía ser cierto.

La capucha desapareció dejando al descubierto una melena cobriza revuelta y un par de ojos verdes fríos como el hielo, era Edward. Su Edward.

—¡Tú! —Exclamó con una mezcla de sorpresa y odio James. Emociones totalmente opuestas al hilo de alegría, alivio y esperanza que bañó la voz de Isabella.

—¡Edward! —Susurró Isabella incrédula.

—Tranquila, mi amor, ve dentro todo irá bien. —Susurró acercándose con cuidado hacía ella al tiempo que besaba su frente.

Isabella sentía como todo su cuerpo temblaba como una hoja mecida por el viento. Allí todos luchaban, debía correr, pero no podía moverse, estaba congelada, paralizada, sin poderse creer lo que veían sus ojos.

—Tú deberías estar muerto. —Escupió James.

—Pero no lo estoy, tu esbirro casi lo logra, pero hierba mala nunca muere. —Sonrió irónico Edward— ¿Cómo has podido, James? ¡A tu propia sangre!

—¡Porque me lo merecía!, ¡Esto me pertenece a mí, no a ti!

—¡Yo no lo elegí! Si me lo hubieses dicho. Si hubiésemos hablado...Quizás, quizás podría perdonarte, pero ahora...

—¡Yo no quiero tu perdón!, ¡Quiero lo que me pertenece por derecho propio! Al final tendré que terminar esto con mis propias manos.

Edward desenvainó su espada y se dispuso a luchar contra su hermano que esbozaba una sonrisa desencajada. Aún con el brazo herido, sacó su espada y le enfrentó.

La lucha comenzó y los metales empezaron a chocar. Aún herido por la flecha, James no era un enemigo débil, y no estaba dispuesto a dejarse vencer. Sin embargo, los envites e Edward no le daban tregua, le hacían retroceder una y otra vez.

—¡Ríndete, y tendré piedad, James! —Exclamó Edward.

—¡Jamás!

—Tú lo has querido.

Edward avanzó en su ataque desarmando a James que, sin armas, optó por la lucha cuerpo a cuerpo. Con la furia de un animal salvaje, se abalanzó sobre él asestándole un golpe que le dio de lleno en la cicatriz, que al estar reciente aún le dolía.

Edward se dobló de dolor y su espada cayó al suelo.

—¿Aún estás herido, hermanito? —Preguntó agarrándole por la melena y levantando su rostro hacia él— ¿Quién tiene ahora el poder? ¿Quién será el laird? ¿Quién volverá a colarse entre las piernas de tu mujer? Uhmmm, Isabella, —Susurró en su oído—. Esa zorrita es una fiera en la cama. Creo que está noche volveremos a pasarlo bien.

—Sobre mi cadáver. —Murmuró con voz helada.

Sin que James se diese cuenta, Edward sacó un fino puñal de su botín y sin piedad lo clavó justo en su pecho.

Los ojos de James se abrieron desmesurados al sentir como el metal se clavaba en su pecho.

—Her... mano. —Susurró cayendo de rodillas al suelo.

—No soy tu hermano, dejé de serlo en el momento en el que decidiste traicionarme. —Explicó lleno de dolor al ver lo que la avaricia de él le había empuajdo a hacer.

—Creí que eras mejor, que yo..., pero al final, eres igual, un asesino sin piedad

—Tú me ha convertido en ello. Lo siento, James. —Confesó sin poder contener que un par de lágrimas escapasen de sus ojos—. Lo siento. —Lloró al ver como el cuerpo inerte de su hermano caía sin vida en el suelo.

Su hermano, aquel con quien había jugado de pequeño, a quien había amado por sobre todas las cosas, yacía muerto en el suelo. Él le había arrebatado la vida, sin piedad, como un monstruo sanguinario.

—Hijo... —La voz de Carlisle y el calor reconfortante de la palma de la mano sobre su hombro le hizo salir de su trance— Estas vivo...

—¿Estáis bien, padre? —Preguntó observando cómo todo parecía estar bajo control.

Jacob y el resto de los hombres de Swan tenían controlada la situación. La mayoría de los guerreros fieles a James estaban muertos o apresados.

Emmet debía estar bajando de los árboles donde se había escondido con sus arqueros.

—Sí, en la carta…

—Lo sé, es solo que aún no me lo creo. Ven aquí, pidió abrazándole.

—No merezco tu cariño, padre. Acabo de matar a mi propio hermano. —Lamentó sin poder mirarle a la cara.

—No es tu culpa, ¡Edward, mírame! —Pidió tomando su rostro entre las manos haciendo que alzase la mirada— Él no nos ha dejado otra opción. Esto... Es algo que jamás podremos olvidar, pero fue James quien nos obligó a ello, no lo olvides.

Edward asintió ante las palabras de su progenitor y alzó la vista fijando los ojos en Isabella que permanecía parada allí, en estado de shock.

—Bella... —Habló acercándose hasta ella—. Mi amor, ¿Estás bien? —Preguntó acariciando su mejilla.

El contacto le hizo cerrar los ojos intentando asumir si lo que estaba pasando era real o solo un sueño, pero no, no lo estaba imaginando, él estaba allí

—¡Estás, estás vivo!... Tú...

—Sí, me tienes aquí. Tuve que buscar ayuda en tu padre para poder regresar a ti. Estoy vivo y he vuelto a ti, mi vida.

—Mi padre... ¿Lo sabía?

—Sí, ellos tuvieron que mantener el secreto, por tu seguridad y la mía.

—Ellos...

—Tu padre, el mío, Emmet.

—Todos lo sabían. —Murmuró intentando contener las lágrimas.

—Sí, pero mi amor...

Edward sintió la bofetada antes de verla venir. La mirada de Isabella no estaba llena de amor, si no de dolor. Sin duda, ese no era el recibimiento que esperaba.

¡Hola! Pues James ha pagado su traición y Edward…. Edward no ha sido recibido como esperaba. ¿Qué le pasará a Bella?

Solo nos queda un capítulo para el final y el epílogo. Espero que lo disfrutéis

Muchas gracias a todos los que os tomáis un tiempo para comentar la historia.

Siempre es un placer leeros.

Mils gracias a todos.

Nos vemos el amrtes en el grupo de Élite Fanfiction y sus martes de adelantos y el viernes en un nuevo capítulo.

Saludos.