Una vez abrí el sobre la carta se deslizó entre mis dedos.
Reconocí al instante su caligrafía, la tinta negra formaba pequeñas palabras que intenté no leer antes de tiempo y que de todas maneras me ponían ansiosa. Así que respiré hondo. Respiré una vez, y de nuevo, hasta que el temblor de mis manos que hacía vibrar el papel no fue tan violento y comencé a leer.
La primer carta que escribí fue hace siete años y estaba dirigida a mi madre, había comenzado otro año en la universidad y me encontraba tan sola como triste. Había sido un día bastante malo entre los asuntos con mi padre y los constantes rumores en los pasillos, así que me senté bajo las gradas del campo de atletismo y le escribí a mi madre.
Pero ese día también entendí dos cosas. La primera, que escribir era una buena manera de separar el infierno que era mi realidad, de esconderme en un pequeño mundo donde nadie podría tocarme y que de hecho servía. La segunda, y la más increíble aunque no lo sabía, fue que al verte por primera vez regresó toda la esperanza que había perdido.
Y sí, te conocí ese mismo día.
Estabas con Maggie en la bienvenida de la universidad. Recuerdo aún que la rectora estaba dando su discurso y mantengo todavía en mi memoria tu expresión cuando todos comenzaron a aplaudir. Sin darme cuenta estaba sonriendo porque una completa extraña parecía ser sensible a unos acalorados aplausos.
Entonces recordé que eras la misma persona con quien había tropezado en la puerta de nuestra habitación, cuando te vi por un pequeño segundo intentando disculparte mientras juntabas tus cosas. Tendría que haber imaginado que serías todo un descubrimiento por el solo hecho de que me estabas pidiendo perdón a mí, una Luthor.
Luego se me ocurrió la cosa más descabellada de todas. Me metí a la oficina de la rectora y busqué tu número. Sé que habría estado mejor solo ir hacia ti y hablarte pero fui una tonta que tenía miedo de que pensaras igual que los demás. Pero estabas tan distraída con respecto a todo que... Pues era extraño. Porque siempre fuiste diferente. Todo era distinto contigo y no sabía cómo tomarlo.
Me asustaba estar cerca de ti y sentir que las cosas podían estar bien por un momento. Me aterraba no saber cómo alejarte porque al mismo tiempo solo quería que te quedaras. Y mi vida estaba tan llena de problemas, tan... Oscura, que esos rayos de luz que me regalabas eran de lo más extraños. Nunca me sentí tan bien como la primera vez que curaste mis heridas, te notaba asustada pero aún así seguías limpiando la sangre y colocando las vendas. Porque sí.
Sin juzgarme, o tenerme miedo o querer alejarte. Solo estabas ahí muy paciente y terca queriendo cuidar de mí. Tan dulce, amable y... Me enamoré tanto de ti. Me enamoré tan profundamente de ti que podría haberlo hecho todo con tal de tenerte por siempre.
Tal vez tardé mucho tiempo en confesar lo que sentía pero es que, ¿cómo iba a saber yo lo que pasaría? ¿Qué tal si te marchabas ? Porque tal vez yo leía todo demasiado mal y tú me considerabas solo una amiga. Una amiga que te miraba demasiado tiempo con más interés del normal para ser solo eso.
Pero todo eso pasó. Todo se fue tan rápido que ni siquiera lo podía comprender.
Me pregunto muy seguido cómo habrían sido las cosas si me hubieras dicho que te ibas. ¿Te preguntaste alguna vez si te habría esperado? ¿Si habría sido paciente? Lejos de molestarme o enfadarme por cosas que ya quedaron en el pasado y han dejado de doler, siendo honesta, sé ahora la respuesta. Claro que te habría esperado. Habría esperado cada día con una sonrisa a que volvieras, habría estado impaciente por verte regresar mientras me recuperaba de mis propios problemas.
Seis años atrás, incluso hasta después de que te fueras, amarte era la única cosa que me mantenía cuerda. Porque podría haber seguido el camino de Lex, podría haberme perdido en la maldad de mi familia y ser mucho peor que ellos. ¿Soy una mala persona por haberlo considerado? Lo pensé una vez. Dejarme llevar por el lado fácil y vil era lo más cómodo pero no, nunca he sido así. No podría defraudarme a mí misma y caer tan bajo.
No toleraba pensar que te podría decepcionar. Tú siempre fuiste la única que creyó ciegamente en mí, la única que me amó incondicionalmente.
Mientras escribo esto la doctora Corday está haciendo los últimos preparativos. Acaba de decirme que estará presente en el quirófano y que no permitirá que los cirujanos se rindan fácilmente si algo sale mal. Pero para este momento ya no siento miedo.
Ya no me aterra morir, no sé qué hay de bueno en aceptar la muerte, pero sé que viví lo necesario, viví el tiempo ideal.
Porque salí del lugar oscuro en el que me encontraba para hallar algo que nunca creí que obtendría. Me alejé de los días en que todo me hacía querer romperme los puños con la pared, gritar, llorar, odiarme. Y sé, a pesar de las incontables noches donde te odié por necesitarte , que la única razón por la que buscaba la luz en ese túnel era por ti.
A pesar de caer una y otra vez y levantarme sola, tú existías como una pequeña luz en el fondo de mi alma, me insistías en silencio aunque no pudiera escucharte y si sentía que me rendía, las huellas que dejaste se encendían en mi piel y me hacían volver a intentarlo.
Tú siempre estuviste ahí como un recuerdo que nunca pude arrancar. Porque podía jurar que te había dejado de amar para sentir al día siguiente que lo mucho que te extrañaba me estaba matando. Porque tanto te extrañé y tanto te estuve esperando que habían semanas enteras donde lo único que había en mi mente era tu rostro.
Y mucho tiempo pasó viviendo de ese modo. Muchos detectives privados, aunque me avergüence admitir, fueron pagados para intentar buscar algo, lo que sea de ti. Pero nadie te encontraba y ninguno de ellos parecía creer que existías. Eras como un fantasma.
El día que apareciste por primera vez en las noticias fue el más alocado de mi vida. Porque todas las piezas se unieron solas al verte. ¿Cómo ibas a pensar siquiera que no iba a reconocer los ojos que tanto amaba? Esa primera vez vi tu sonrisa en la televisión y se sintió como si algo volviera a tirar de mí, hacia ti.
Le sonreías a la cámara de un niño que, sorprendido y emocionado, te estaba grabando y tú solo... Solo eras tú. Eras la misma Kara que yo había amado y no entendía porqué mi corazón se sentía tan extraño cuando estaba segura de que te había superado.
Las próximas semanas las noticias fueron un caos. Muchos te relacionaban con Superman y otros tantos intentaban descubrir quién eras. En CatCo todos me preguntaban quién sería el que escribía el artículo de tu gran aparición, o cuando empezaríamos a investigar tu verdadera identidad ya que ese era el tema más hablado en National City.
A pesar de tener sentimientos encontrados con tu regreso preferí que toda la ciudad creyera que mi silencio para con Supergirl significaba alguna estúpida enemistad. No tenía intención alguna de ser otro medio amarillista más que buscaba dinero usándote a ti.
Así que pasaron años. Unos largos años donde alguna que otra noche creía ver en el cielo un destello rojo, y me preguntaba sin parar si por casualidad eras tú. Si intentabas acercarte, si querías hablarme o si tan solo pasabas a verme. Saber que estábamos demasiado cerca me hacía cuestionarme si llegaría el día donde te vería por casualidad en la calle.
Y estabas tan cerca que llegó el día en el que te vi en la conferencia de prensa y todo se vino abajo. Sé que tú tampoco podías creerlo, siempre fue fácil leer tus emociones, pero verte a tan pocos metros fue como desenterrar los recuerdos en los que no quería volver a pensar.
Verte después en CatCo hizo que todo el control que creía poseer se fuera por la borda. Sin darme cuenta comencé a ir todos los días a la empresa y, por más de que quisiera ignorarte , olvidar que tú estabas cerca no era algo fácil. Hasta que me hablaste y mis miedos se multiplicaron y con el paso de los días se fue volviendo más complicado tratar de alejarte.
Porque a la vez necesitaba que me explicaras, al mismo tiempo quería enojarme porque me ocultaras la verdad y sobre todo eso estaba jodidamente confundida por lo que sentía al mirarte.
Y lo siento mucho, Kara, por haberte dicho tantas cosas horribles, por haber hecho todo tan difícil. Tenía miedo de lo que implicaba volver a amarte y estar en tus manos, miedo de perderte una vez más.
Pero eres la droga contra la que jamás quise luchar. ¿Cómo arrancar todo lo que eres de mí, si estás en todas partes? ¿Cómo dejar de sentir que eres lo que siempre me ha faltado?
Esta carta puede parecer el delirio de una loca que ya se ha rendido y se despide, pero no. Es el delirio de una loca enamorada que, aunque acepta la posibilidad de morir, espera con toda su alma volver a despertar para ir en busca del amor de su vida.
Eres mi único amor, en esta vida, en las pasadas y en las que siguen. Aunque deba ser un tonto demonio enamorándose de un ángel una y otra vez, aunque tenga que convertirme en una torpe princesa y tú quien me rescate de la tristeza.
Por favor, no quiero que te conviertas en una persona solitaria, en alguien deprimido y sin amor. Si algo me sucede no quiero pensar en que todo lo que vivimos solo servirá para hacerte daño. Quiero que lo superes, que seas la misma Kara increíble y alegre que tanto amo.
Quiero que dejes a tu familia acercarse porque sé que la cura funcionará y vivirás. Deja que tu madre te trate como la niña que en el fondo aún eres. Deja que Alex se burle de ti cuando comiences a recuperarte y lo hagas a paso de tortuga.
Deja que Maggie te recuerde que donde quiera que yo esté, estaré bien, deja que te diga todas las cursilerías que necesites para llenar tu corazón.
Y por último. Si no despierto, si no regreso, solo sé paciente. Estaré esperándote donde sea que nos toque conocernos luego.
Te amo y lo haré siempre, regrese o no.
Te veo pronto.
Dejé caer la carta en mi regazo, y exhalé mirando un punto en el vacío. Había estado conteniendo el aire mientras leía y la sensación tan dura en mi estómago no hacía más que agrandarse. Luego las lágrimas.
No podía contener el llanto, no podía hacer más que llorar porque el modo en que las cosas se habían dado no era lo que merecíamos. Nada era justo y eso dolía como un infierno.
Sentir que en ese mismo momento la persona a quién más amaba estaba entre la vida y la muerte, de nuevo, solo se asimilaba a lo que sentí cuando Sage me disparó. El dolor en mi corazón era tal que habría sido mejor seguir en coma que tolerar ese sentimiento.
Al alzar la vista me sorprendí de ver a Maggie allí, con gesto angustiado. Sin decir nada se quitó la chaqueta y las botas y se metió en la cama junto a mí. Entre mi llanto y su silencio estuvimos así un largo rato, mis ojos incluso ya ardían, mi cuerpo estaba de nuevo temblando. No quería pensar en lo que estaba ocurriendo en alguna parte de National City, de lo que podía suceder por un minúsculo error.
—Estará bien, ella siempre está bien y lo sabes.
—No quiero que se vaya —dijo mi voz entrecortada, y mi amiga me estrechó entre sus brazos.
—Lena es una testaruda como tú, es difícil que lo haga así como así. Siempre pelea con todo lo que tiene.
—¿No ha peleado ya lo suficiente?
Maggie guardó silencio por un momento hasta que respondió;
—Ha peleado demasiado —concordó,
asintiendo, ya luego suspirando—. Pero la diferencia es que ahora tiene algo a lo que regresar. Así como tú regresaste a ella, Lena volverá a ti.
—Tengo miedo.
—¿La chica de acero con miedo? ¿Dónde está tu positividad, rubia? —sonrió frotando mi brazo animada y aunque las lágrimas seguían apareciendo, ya no eran tan consistentes—. Tú, más que nadie, tienes que creer que regresará. Confía en ella, confía en lo que ustedes dos tienen. Es lo más real que he visto jamás.
Respiré hondo y el pecho se me llenó de un aire pesado y ansioso.
Lena tenía que despertar, tenía que curarse y volver y yo seguiría aquí para cuando lo hiciera.
Solo tenía que esperar.
—¿Dónde está Kara?
Fueron las primeras palabras que salieron de mi boca cuando me quitaron el respirador y era finalmente conciente de dónde estaba. Según la doctora Corday, a pesar de que no habían pasado por complicaciones era todo un caso entre cien que hubiera sobrevivido los primeros dos días cuando el pronóstico no era nada bueno.
Pero ahí estaba. Media confundida por la cantidad multiplicada de agentes del DEO fuera de mi habitación que hacían guardia. Y mucho más preocupada por no saber nada de Kara. Ni siquiera estaba al tanto del tiempo pasado inconsciente pero la duda ya se había instalado junto con el miedo.
—No te fuerces mucho —pidió Alex, quién se encontraba en un sofá cercano, al tiempo en el que la doctora Corday entraba con una sonrisa brillante—. Kara está bien. Se recupera aunque lentamente. La cura parece estar sirviendo.
—¿Pero?
Había visto la vacilación en su rostro y no pude evitar dudar. ¿Y cómo culparme? Ya no podía pensar en Kara o cualquier cosa en mi vida sin sentir que estábamos en peligro.
Alex cruzó una mirada con la doctora y ésta asintió antes de acercarse al monitor junto a mí.
—Hay algo mal con sus poderes. Es muy temprano para especular pero... las probabilidades de que regresen son escasas en este momento.
—¿Cómo es eso posible?
—Empezamos con pruebas pequeñas, insignificantes. Su invulnerabilidad no está presente, tampoco la super visión —Alex se detuvo, su expresión decaída ya era demasiado abrumadora—. He tenido que decirle que es a causa de la cura. Que los químicos tienen un proceso lento que hace que sus poderes... Dios, ¿cómo le diré a mi hermana que quizás ya no vuelva a ser quién era? ¿Cómo explicarle que Supergirl tal vez está... ?
—No lo digas. Es muy pronto para pensar en eso. Tú misma lo dijiste, es demasiado temprano para especular y no hay razón para alarmar a Kara, ¿de acuerdo?
—¿Entonces solo no le diré nada? No quiero guardarle secretos. No a ella.
Nos quedamos en silencio. La doctora Corday permanecía de pie a un lado del monitor pero no buscaba hacerse la distraída, nos contemplaba con palpable preocupación.
—Es mi culpa —dije luego de unos minutos. Descubrí en ese momento que si respiraba hondo el pecho me dolía terriblemente—. Debí estudiar la sustancia mejor. Hacer las cosas de otra modo, asegurarme de que ningún efecto secundario...
—Lena, para ya. ¿Es que no te das cuenta de lo que has logrado? No creo que seas consciente de que creaste una cura para alguien que no es de este planeta. Un antídoto que muchos decían no sería posible hasta dentro de un par de miles de años. Tú la salvaste. ¿Qué importa lo demás? —Alex no estaba especialmente enojada. Entendía a la perfección de donde venía su exaltación.
—Ella ama quién es. Ama ser Supergirl. Y se lo he quitado.
—Seguiré con las pruebas, ¿te parece bien? Seguiré buscando y cuando tenga novedades, buenas o malas, vendré corriendo. Pero piensa un poco en ti, Lena, en recuperarte. Tienes prohibido culparte por salvar a mi hermana.
No tuve tiempo de reaccionar cuando se inclinó y me besó en la frente, saliendo de la habitación tan pronto que incluso la doctora se quedó asombrada.
—¿Cómo te sientes sin el respirador?
—Duele un poco. Pero al menos puedo hablar y no sentirme una completa inútil en la cama —dije mirando a través de la ventana a los agentes del DEO fuera del cuarto.
—No lo eres. Es solo que toma tiempo. Necesitas recuperar todas tus energías, sabes que no fue una cirugía fácil.
—¿Estuve a punto de morir o algo así? Porque no me sorprendería en absoluto. Sería como el atentado número cincuenta y dos contra mi vida.
La doctora sonrió muy apenas pero negó con la cabeza.
—Nada de eso. No corriste peligros directos pero... En un par de ocasiones algunos cirujanos consideraron cerrarte y no continuar. Supongo que para ellos habría sido más fácil no tener que pasar por cuatro horas y dejar el tumor donde estaba. Estarían ahora diciéndote que lo intentaron pero que nada más se podía hacer.
—¿Y qué pasó?
—Tomé el control de la cirugía —murmuró con suficiencia—. Sé lo mucho que te ha costado someterte a la operación, en sí lo que te costó venir hasta aquí. Como mínimo tenía que dar lo mejor de mí.
—Realmente no sé cómo agradecerle.
—Puedes empezar cuidando de ti misma. Nada de estrés innecesario.
—Eso es un poco complicado de prometer —admití, exhalando despacio—. Haré lo que pueda.
—Eso es mejor que nada.
La mujer me sonrió y creí que ya se iría cuando comenzó a caminar hacia la puerta. Pero acabó por tomar algo de la pequeña mesa a los pies de la cama. Un sobre. Entonces regresó a mi lado.
—Esta carta llegó la mañana siguiente a la cirugía —me tendió el papel y fue difícil cogerla sin que el corazón me empezara a latir desenfrenado—. Solo puedo decirte, Lena, que lo que ustedes dos han creado es una de las cosas más hermosas de las que he podido ser testigo. Confía en que todo saldrá bien, eventualmente.
—Gracias. De verdad.
La doctora Corday se había ido un minuto después. Y yo estaba allí tan nerviosa como si Kara se encontrara a mi lado. Pero sabía que de algún extraño modo era así y que la mujer a la que amaba con desesperación siempre estaría junto a mí, la viera o no. Pudiera tocarla o no.
Tragué con dificultad y retiré el papel del sobre.
Sé que no ganaré el premio a la originalidad después de la carta que tú me has escrito. Mucho menos llegará esta a compararse a la tuya... Tú tienes un manejo mucho mejor de las palabras. Pero es la mejor manera en la que puedo decirte lo que siento. Parece que no habláramos desde hace siglos luego de todo lo que pasó y ahora que puedo hacerlo, quiero escribirte.
Por empezar, si me concedieran un deseo, si un fantástico genio se apareciera frente a mí y me asegurara que puede cumplir cualquier cosa, no lo pensaría dos veces antes de pedir volver a verte. Volver a mirarte a los ojos nuevamente, tocarte, que me abraces y descubrir otra vez que mi hogar solo eres tú.
Necesito volver a verte porque nuestro tiempo nunca fue suficiente. Porque fui cobarde y me asusté, y fui torpe y salí corriendo antes de enfrentarme a dos corazones rotos en vez de solo el mío. Escapé creyendo que el universo sería lo bastante grande, oscuro y silencioso como para obligarme a creer que mis problemas eran minúsculos a comparación de todo lo demás. Pero me alejé de ti, sin decir nada, desconociendo que era el error más grande de, al menos, mi mundo.
Por todo eso entiendo que pedirte que no te vayas es un tanto egoísta e hipócrita. Lo sé, puedes culparme. Al fin y al cabo todo lo que pasó fue debido a mí. Pero no me pidas que aprenda a existir en una vida en la que tú ya no estés presente.
Quizás soy capaz de levantar el peso más inimaginable, ver y oír a grandes distancias, volar tan rápido que en un parpadeo estaría a kilómetros. Pero nunca seré capaz de dejarte ir. No puedo entender cómo es tan fácil ser inmune a las balas -la mayor parte del tiempo-, y no a ti. Nunca aprendí a defenderme de los sentimientos que generabas en mí. Como si lo deseara, de todos modos.
Estoy tan enamorada de ti que pensar en la posibilidad de no verte regresar me asusta más allá de lo que puedo soportar. No me deja en paz la idea de perderte para siempre, taladra mi cabeza a cada momento y solo sirve para que me inunden las ganas de llorar.
Porque sé que por mucho que intente nada será como antes. No puedo volver atrás. Nadie ha dejado caer en este universo una máquina del tiempo... que yo sepa. Pero ¿sabes? Dudo que quisiera regresar. Una parte de mí desearía con todas sus fuerzas aceptar un viaje al pasado para cambiar todos mis errores. Pero sé, sé muy en el fondo, que todo lo que nos ocurrió ha pasado por algo.
Maktub me dijiste hace tiempo. Literalmente significa está escrito. Y me gusta creer que realmente es así. Me gusta pensar que lo que sea que nos espera ya fue preparado para nosotras.
Y lo lamento pero ya no tendré en consideración la posibilidad de no despertar junto a ti en unos años. No tendré en cuenta nada más que no sea verte bien. Aquí, conmigo.
Escribo esto y es bastante tarde en la madrugada. Es uno de esos pocos y raros momentos donde la droga que me dan me deja estar un momento despierta. Y con todo lo acontecido, con estar al borde de la muerte y literalmente tener que vivir en la Fortaleza de la Soledad, con todo solo sigo pensando en ti.
Haremos las cosas bien, buscaré la forma de recompensarte por todo lo que te hice pasar y que sé que no fue poco. Te lo debo porque mereces vivir al fin. Vivir feliz. Sabes con seguridad que así será porque conoces mi corazón y todo lo que hay en él. Son las ventajas de que sea solo tuyo.
Planeo decirte el resto cuando te vea. Al menos trataré de estar consciente en ese entonces (me acaban de administrar la medicina nocturna y en diez minutos estaré flotando sobre las nubes).
Ojalá leas esto, Lena. Ojalá tengamos una nueva oportunidad de comenzar de nuevo. Es todo lo que necesito.
Te amo y te espero. Kara.
Necesité leer todo una vez más para que el alma me volviera al cuerpo.
No era usual en mí llorar. Había aprendido a reprimir mis emociones con el paso de los años y nunca fallaba en volverme una piedra si era necesario. Pero con Kara... Con Kara todo cambiaba. Con ella no podía hacerme la fuerte porque en realidad ni siquiera lo necesitaba. Ya no deseaba serlo. Así que podía llorar.
Y por tantas, tantas razones.
Sentía las emociones que no me permití sentir durante seis años. Las que no quería tolerar cuando Kara regresó a mi vida, esas que no quería recordar cuando de repente ella estaba en todas partes y le aseguraba a mi corazón que nada de lo que me pasaba al verla era real.
Lloraba más y más al pensar en el sentimiento abrumador al ver las noticias y reconocer su cara, verla por primera vez en el traje azul y rojo que confirmó todas mis sospechas. Incluso la tristeza de los días siguientes al entender que ni siquiera ahora que volvía a aparecer regresaría a mi vida.
Pero a pesar de todo lloraba porque el enojo que forcé para sobrellevar el dolor en mi corazón no se comparaba a nada del amor que sentía por ella. Había intentado tantas veces dejarla de querer que por un tiempo así lo creía. Era fiel creyente de que la ausencia era la mejor herramienta para superar cualquier cosa... Hasta que la ausencia dejó de serlo. Hasta que mis sentimientos por Kara reaparecieron multiplicados.
Por una vez en mi vida dejé a mi corazón llorar por todo lo que retenía. Por cada emoción olvidada y por las nuevas.
Lloré lo necesario hasta que mi cuerpo se deshizo de cada terrible recuerdo, de las manos ajenas y las palabras hirientes, hasta que al fin, y sintiendo un gran alivio, todo lo que pensaba hace años que me acabaría por destruir se desvaneció por su cuenta.
Solo quedó en mi corazón la claridad que deseé durante mucho tiempo. Solo Kara, un futuro alentador y una fuerza renovada que me permitiría enfrentarme a lo que fuese.
El pasado quizás me había quitado muchas cosas pero yo nunca me había detenido a verlo todo en una perspectiva distinta.
Kara estaba viva y yo había sobrevivido a una cirugía imposible.
¿Qué sería capaz de detenerme ahora que sabía lo tenía que hacer?
Estar en la Fortaleza era abrumador.
Sabía que Alex no buscaba quitarme las esperanzas, que sus intenciones eran buenas. Pero al verla intentar por todos los medios hallar algún rastro de mis poderes sobrehumanos, pues... Se volvió deprimente. No solo porque trataba de reconfortarme o decía que eran solo pruebas, pero en su cara yo lo notaba todo. En ningún momento le dije que lo sabía, que ya veía por donde iba la cosa al ser conciente de que ni mi gran audición o la visión microscópica, poderes que no necesitaban de tanta energía, no estaban allí. No los sentía.
Hice como si creyera la mayoría de sus suposiciones para no tener que tolerar escucharla decir que no había vuelta atrás. Pero poco duró. Me cansé de pretender ser positiva porque serlo indicaba una mentira de la que nunca había aceptado ser parte. Odiaba mentir. Ya no podía seguir fingiendo cuando la realidad era clara. Entonces, mientras me inyectaba la dosis diaria, la confronté.
—No tienes que seguir haciendo esto —su mirada vaciló en tanto alejaba la jeringa de mi piel debilitada y frunció el ceño.
—Eres mi hermana, claro que voy a seguir haciendo esto.
—No es a lo que me refiero —ya sentía la pesada sustancia hacerse paso por mi sangre cuando Alex se quitó los guantes de látex—. Fingir que todo estará bien.
—Kara...
—Sé que el último tiempo no fui el mejor ejemplo en cuanto a ser la persona más transparente del mundo, pero eres mi hermana, la única persona de la cual esperaré siempre honestidad sin importar cuanto duela. Sé que no fue fácil para ti, sigue sin serlo, pero no necesitas mentirme.
—No te he mentido.
—Ocultar la verdad no es mucho mejor —señalé, y sus ojos dejaron entrever todo lo que mi situación le costaba—. Sé que Supergirl ya no volverá.
Levantó la vista y su pena era palpable.
Yo no tenía intención de llorar, ni de buscar esperanzas donde no las habían, de eso había pasado tiempo y no tenía los ánimos para volver a ser positiva. No cuando mi vida había cambiado tan drásticamente de la noche a la mañana. Estaba en verdad cansada. Demasiado.
—No digas eso.
—Intentaste hallar algo de qué tirar, te doy eso, pero no hay nada más que puedas hacer —los castaños ojos de Alex me miraron de manera extraña. Era muy probable que me estuviera mirando como si fuera una nueva persona, como la potencial humana en la que muy pronto acabaría por convertirme. Sin embargo tampoco me permití llorar—. Estoy bien ¿de acuerdo? Eso es todo lo que importa.
—No intentes hacer de cuenta que esto no te afecta, Kara, te conozco. Desde que volviste de Krypton tu vida solo giró en torno a Supergirl. No puedes decirme que estás bien... No puede ser así de fácil.
—Tengo sueño, Alex. A ti también te haría bien descansar.
Eso fue todo lo de ese día. Mi hermana no buscó levantarme el ánimo con falsas esperanzas y sorpresivamente me sentí un poco mejor al no tener que pretender que me alegraba pensar en la posibilidad de recuperar mis poderes.
Regresé a mi casa cuatro semanas después del intenso tratamiento en la Fortaleza de la Soledad, con la expresa indicación de no intentar nada estúpido. Lo que significó en otras palabras que no debería intentar buscar mis poderes, al menos el volar o la visión calorífica. De todos modos sabía que era incapaz.
Mientras abría las ventanas y dejaba que la luz entrara a mi departamento, me inundó el pecho una rara sensación. Los rayos de sol ya no me hacían sentir nada, más aún incluso me molestaban un poco. Tuve que parpadear varias veces para salir del trance de aquel descubrimiento; no solo el sol me era completamente inútil sino que también me sentía fuera de lugar. No sabía que hacía ahí, o lo que se suponía que debía hacer ahora que podía seguir con una vida normal, una que tantas veces había deseado.
Precisamente una hora más tarde y después de ducharme el timbre sonó. Me quedé en la sala, un poco inquieta porque no tenía manera de ver a través de la puerta, o escuchar más allá de mi audición ordinaria. Era algo a lo que no terminaba de acostumbrarme por mucho que quisiera ignorarlo.
—Rubia, ¿estás ahí? —el latido salvaje en mi pecho se alivió al escuchar la voz de Maggie y me apresuré a abrir—. Eh, si es mi cabeza hueca favorita.
Me abrazó con fuerza y tuve ganas de sonreír. Por primera vez sentía lo que era un abrazo de mi mejor amiga en todo su esplendor, sin poderes alienígenas de por medio. Lo que me llevó a pensar en otras posibilidades... Con alguien más.
—No sabía que vendrías.
—Tu hermana me comentó que hoy saldrías de la Fortaleza. No sé cómo lo veas tú pero a mí huele a celebración.
—Maggie...
—Ya sé, ya sé. No quieres nada como eso, no pensaba traer globos y guirnaldas. En el sentido más figurado de la palabra, soy toda la celebración que obtendrás. Aunque algo me dice que esperabas a otra persona.
Me dejé caer en el sofá, medio avergonzada por lo fácil que era para ella ver a través de mí. ¿Pero a quién quería engañar? No veía a Lena hace un mes, el único contacto que habíamos tenido eran aquellas cartas que me resultaban ya deprimentes. Necesitaba abrazarla, hablar con ella, tan solo estar a su lado. Y aún así todavía no había sido posible.
—Pasó mucho tiempo —murmuré sin mirarla—. ¿Sabe que dejé la Fortaleza?
—Acordamos con Alex que te preguntaríamos a ti antes de decirle. Con todo lo que pasó tal vez las emociones fuertes, tales como el amor de tu vida apareciendo de repente en tu puerta... —su tono sugerente y las palabras me hicieron sonreír. Me hicieron recordar que estaba viva gracias a ella, por ella— no sean lo más adecuado tan pronto. Al menos no justo ahora. Pero tú decides.
—Quiero verla, Maggie, necesito verla.
—¿Pero?
Aparté nuevamente la vista de sus ojos cafés. No sabía cómo explicar algo de todo lo que pasaba por mi cabeza ahora que la muerte no estaba rondando encima de mí.
Maggie no dijo nada, se levantó y en menos de un minuto volvió con un par de bebidas. Las observé vacilante pero terminé por coger la botella que me tendía, ya abierta.
—Solo es soda, sé que no puedes tomar nada de alcohol. He estado pasándome por aquí y manteniendo este lugar decente... Por si regresabas.
—Gracias —me escuché decir. Incluso mi propia voz me sonaba ajena y extraña. Unos minutos más en silencio y no pude contener mi curiosidad—. ¿Qué sabes de la investigación? Antes de todo esto estábamos intentando encontrar al tipo que...
—Kara, espera.
—¿No quieres decírmelo? ¿Es eso? Entiendo que no quisieran continuar con el tema del avión, que fuera demasiado... demasiado costoso seguir con eso. Pero no puede ser tan difícil encontrar a un ladrón. Él mismo me dijo que lo que hacía era por el simple hecho de destruir a Lena. No puede seguir...
—¿Puedes parar un segundo? Escúchame —se acomodó mejor en el sofá y pasándose una mano por el desordenado cabello, siguió—. Lena fue quien me pidió que dejara las cosas así.
—¿Por qué?
Bebió un trago de la soda y sus ojos fueron a parar al televisor apagado. La pantalla negra reflejaba más de mi estado de lo que podía expresar con palabras.
—Mientras te estabas recuperando fui a visitarla. Le comentaba cómo estabas, tus progresos y eso. También hablamos de otras cosas y creo que eso es algo que tendrás que solucionar con ella. Pero me dejó bastante en claro que no quiere que sigamos con esa investigación.
Quería saber más pero Maggie no daría el brazo a torcer y yo lo respetaba. Dejé mi botella casi sin tocar sobre la mesa frente a mí e intenté calmarme.
—¿Qué hay de Sage? —el nombre que no había mencionado en todo un mes salió de mis labios con una rabia intranquila. Después de tanto tiempo seguía sin comprender cómo había confiado en alguien que era todo lo contrario a lo que demostraba. Que hubiera intentado matar a Lena dejaba las cosas más que peligrosas entre nosotras.
—Es una investigación en la que incluso el DEO está involucrado. Se tomaron muy a pecho eso de... —por su expresión y la manera en que se quedó en silencio, entendí lo que pasaba.
—Puedes decirlo, Maggie. Ya todos los sabemos, Sage mató a Supergirl.
Mi amiga hizo una mueca y su mirada se llenó de preocupación. Volvió a hablar aunque evitó tocar el tema directamente.
—Por más que usaron todas sus herramientas... No pueden saber dónde está. Es como si se la hubiera tragado la tierra. Te aseguro que nadie se detendrá hasta saber su paradero, Kara, eso es una promesa.
—Le había disparado a Lena —murmuré mirando el suelo. Hice una pausa y levanté la vista hacia mi amiga. Era la primera vez que hablaba del tema y no estaba segura de cómo me hacía sentir—. Le apuntó con el arma y jaló el gatillo. Solo así, como si nada. ¿Qué hubiera pasado si no llegaba a tiempo? ¿O si no estaba ahí?
—La salvaste, Kara. Es todo lo que debería importarte, pensar en eso no te llevará a ningún lado.
—Fui lo último que hice como Supergirl —dije cayendo en cuenta. Las imágenes de ese día se repetían de un modo extraño en mi mente. Como recuerdos muy, muy lejanos y memorias que no me pertenecían.
—¿Cómo te hace sentir eso?
—Me hace sentir que valió la pena. Por Lena lo ha valido.
Sabía que por el tono deprimente en mi voz podría parecer lo contrario, y quizás Maggie incluso así lo imaginaba. Pero esa era una de mis pocas certezas en toda esa incertidumbre. Por Lena yo lo daría todo, sin importar que tan alto era el precio.
Me puse de pie y caminé hasta la cocina. No tenía apetito ni mucho menos pero los médicos del DEO me habían especificado una dieta específica con la cual tratar mi nuevo organismo. Ya no tenía poderes, ni la energía o vitalidad de antes. Ahora pasaba por una humana común y corriente y tenía que cuidarme como cualquier otro. Al menos durante un tiempo.
—Gracias por llenar la heladera —dije sacando un par de cosas. Sonaba tan tonto que preferí no mirarla cuando se acercó.
—¿Estarás bien, Kara?
—Estoy bien —le aseguré, pero mi voz fallaba.
—No. Sabes que no lo estás. Pero no te cierres, no nos alejes.
—Me alegra que hayas venido, Maggie —repliqué separando los alimentos envasados de las verduras. Con suerte ella entendería que en ese momento necesitaba de mi soledad.
—Lena preguntará por ti —añadió en un tono distinto, como una extraña advertencia. La observé y Maggie siguió—. Todos estos días ha querido saber cómo estabas, mentirle...
—No precisas mentir. Iré a verla mañana.
Su sorpresa fue bastante clara pero yo mantenía mis emociones muy a raya. Todavía tenía que pensar en cómo haría para volver a mirar esos ojos que tanto extrañaba, para escuchar su voz... No era así de fácil como parecía.
—¿En serio lo harás?
—No hemos tenido ningún contacto en cuatro semanas —murmuré. Sentí que mi corazón dolía levemente frente a esa afirmación—. Las dos acordamos esperar a estar mejor para vernos. Y estamos mejor.
—Lena apenas salió la semana pasada del hospital. Y tú... ¿Estás segura, Kara?
Recordaba aún el momento en que me enteré de que Lena estaba bien, de que había sobrevivido. Recordaba esa dolorosa felicidad y la sensación de agobio dejando mi cuerpo de a poco. No quería perder más tiempo y a la vez estaba mucho más que nerviosa por volverla a ver.
—Solo quiero recuperar algo de normalidad, Maggie. Por muy absurdo que eso sea, necesito algo de mi normalidad de vuelta.
—Por supuesto —repuso, dedicándome una mirada por primera vez tranquila—. Lo que sea que necesites me llamas ¿vale?
—Está bien.
Me sonrió de lado y yo le devolví el gesto antes de verla irse.
Entre las pertenencias que habían quedado allí estaba mi celular, muerto por la falta de batería. Mientras esperaba a que se encendiera algo llamó mi atención en uno de los sofás.
El libro parecía que había quedado allí desde el día en que me fui, justo en el mismo lugar. Lo tomé en mis manos y acaricié la portada, toqué las letras con el nombre de Lena. Mi corazón se había acelerado con solo encontrar la historia que había escrito sobre nosotras hace tanto tiempo. No quería imaginar lo que pasaría al estar frente a ella.
Terminé dejando el libro en su lugar. No quería darle un final en ese momento, no con tantas cosas en mi cabeza. Acabarlo implicaba soltar del todo ese pasado que tanto dolía y, pese a que era todo lo que necesitaba, no estaba lista.
El teléfono se encendió y decenas de correos y mensajes llenaron la pantalla. Pero lo único que hice fue buscar su contacto, ir hasta su nombre y observar el número. Vacilé un momento antes de editar un nuevo mensaje.
Y volví a dudar mientras lo que quería decir se desvanecía en mi mente. No podía solo enviarle un mensaje diciéndole que quería verla.
Solo descarté el borrador y me fui a la cama. Lo que fuera que pasaba en mi vida en ese momento seguro podía esperar unas horas más.
Con suerte tendría las cosas más claras al despertar. Con suerte estaría lista para volver a verla.
