Capítulo 32.- Apocalipsis (II)
«Y contemplé un caballo negro. El que lo montaba llevaba en las manos un par de balanzas. Y escuché una voz que decía: "Una medida de trigo por un centavo y tres medidas de cebada por un centavo. De este modo no estropearás ni el aceite ni el vino". Y cuando él hubo abierto el cuarto sello oí la voz de la cuarta bestia decir: "Ven a ver". Y yo miré. Y contemplé un caballo pálido y el nombre de su jinete era la muerte. Y el infierno le seguía"»
«Libro de las revelaciones, 6: 7-8»
Celestia voló todo lo deprisa que pudo hasta que llegada a cierta distancia, por fin, comenzó a distinguir la luz de las llamas en el horizonte nocturno.
—Que el cielo me perdone —murmuró.
Aceleró su vuelo y, al acercarse, aún con Derpy Hooves y su perrita entre las patas, pudo contemplar hasta qué horroroso punto llegaba la devastación.
Lo que debía haber sido el Área 51 se encontraba en zonas al oeste convertida en un mar de llamas. Su luz en la noche revelaba grandes columnas de humo que ocultaban las estrellas y si bien lo que parecía ser una pista de aterrizaje al Este y proyectándose al Norte, parecía ajena a la destrucción, el resto de las instalaciones ya en ruinas, eran devoradas por los incendios.
—¿Qué ocurre? —preguntó somnolienta Derpy Hooves entre sus patas.
—Nada —trató de calmarla Celestia—. Voy a descender y buscar atención médica, Comandante. Aguante un poco más.
Black Betty lloriqueó un poco y Derpy la calmó acariciándola.
Celestia descendió y a la luz de varios focos fuera del perímetro le pareció ver las tiendas y vehículos del destacamento móvil de Spitfire. Comprobó que no se equivocaba cuando aterrizó frente a la tienda principal y varios ponis al verla aterrizar le hicieron reverencias.
—Eso no será necesario, pequeños ponis. —Celestia les hizo levantarse—. ¿Dónde se encuentra la enfermería? Derpy Hooves necesita un médico.
Dos ponis la acompañaron mientras otros dos fueron a avisar a Spitfire.
Pinkie no oía nada a su alrededor. Sabía que pasaban cosas, porque veía a Spike peleando contra AIMAQCA por el rabillo del ojo.
También sabía que las demás estaban intentando desconectar a Twilight del cable que la unía a la computadora por el cuerno; quizás tendría que ir a ayudarlas, se recordó de nuevo, porque igual lo que cuatro ponis no podían lo podían cinco, y cuanto antes sacaran a Twilight de allí antes podrían irse de aquel horrible, horrible lugar.
Pero no quería.
No podía.
Mel Gibson estaba desparramado en piezas por el suelo y tenía un enorme agujero en su cabeza reluciente, con las lucecitas que le servían de ojos apagadas y Pinkie, incapaz de irse de su lado, se sentía especialmente triste, y no entendía por qué, la verdad, no entendía por qué, porque Mel había intentado matarla en varias ocasiones y había logrado salvarse únicamente por la intervención de miniPinkie y de recordar oportunamente su dilema irresoluble para las fiestas temáticas, y bueno, técnicamente Mel Gibson no dejaba de ser un robot filonazi y Pinkie Pie no tenía mucha simpatía por aquella ideología. ¡Sin duda su amistad de tan sólo hacía unas horas con Mel levantaba todas las banderas rojas de advertencia ante una relación abusiva!
Y sin embargo, allí estaba: triste por perderle.
¡El robot sólo había querido ayudarlas y la mala malísima de la computadora convertida en robot poni le había atravesado la cabeza con una especie de espada! ¿Qué clase de villana malvada hacía eso? ¡Una muy, muy, muy malvada sin duda!
—PiNkIe...
—Ahora no, Mel —suspiró Pinkie—. ¡Estoy teniendo un momento de introspección y duelo por tu terribilísima muerte!
—PiNkIe, DeBeS sAbEr AlGo...
Pinkie sorbió los mocos y las lágrimas y se dio cuenta de que... ¡Mel estaba vivo!
—¡Mel! ¡Estás vivo!
—SoY uN rObOt. NuNcA lO hE EsTaDo... HaStA qUe Te CoNoCí, Al MeNoS...
Pinkie vio cómo los ojos de Mel se encendían y apagaban casi sin fuerza. No tenía buen aspecto pero, ¿quién lo tendría con un agujero de espada en la cabeza? La instantánea felicidad que se encendió dentro de ella como una fulminante bengala se apagó de repente sumergida en un metafórico cubo de arena.
—¡Mel! ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Va esta pieza con esta? —preguntó sin querer perder la esperanza—. ¿O esta con esta? Perdona que le haya dado lo que creo que es tu clavícula a Spike, pero tenía que defenderse de esa poni robot mala. Lo hace sorprendentemente bien, si me preguntas... Es... Increíblemente ágil para haber estado dedicándose únicamente a ver todos esos animes durante este tiempo...
—GrAcIaS, pErO... EsToY mÁs AlLá... De PoDeR sEr... RePaRaDo —murmuró Mel. Su voz sonaba muy débil y distorsionada y Pinkie notó cómo la bengala se apagaba en la arena con un decepcionante «fiussss».
—¡No digas eso Mel! —lloró—. ¡Aún tienes muchos chistes de mal gusto que contar! ¡Y si te mueres me voy a poner muy triste! ¡Y cuando me pongo triste se me alisa el pelo y tengo ideas raras y me cuesta mucho seguir adelante!
—PoNi PiNkIe PiE... Tú Me HaS dAdO... uN mOtIvO pArA... sEgUiR aDeLaNtE cUaNdO nO lO eNcOnTrAbA... dÉjAmE qUe Te Lo Dé Yo.
—¡No digas eso, Mel! ¡Suena a terrible y dramática despedida!
Mel Gibson entonces movió temblorosamente su monstruoso brazo robótico y con un dedo le tocó levemente el hocico. «BoOp», dijo.
—ReIr. ReIr MeReCe La PeNa, PiNkIe PiE. nO lO oLvIdEs NuNcA.
Entonces su brazo cayó pesadamente con un estampido metálico y sus ojos se apagaron para siempre.
Pinkie Pie levantó la mirada, porque se veía todo muy borroso, y no quería seguir viendo al pobre Mel muerto. O apagado. O lo que fuera para un robot.
Spike seguía luchando contra AIMAQCA y sus amigas seguían intentando liberar a Twilight.
Debía ayudarlas.
Ya lloraría luego.
La enfermería era la tienda más grande del campamento y afortunadamente estaba prácticamente vacía. A la luz de faroles y linternas varios ponis, Celestia fue informada, tenían heridas leves de bala; afortunadamente no había habido ninguna muerte, y era casi seguro que todos se recuperarían. ¡Heridas de bala! ¿Qué había pasado allí? En verdad no había esperado trato amable de algo capaz de disparar misiles contra aviones no hostiles, pero Celestia no podía encontrar motivo alguno para disparar contra ponis. Al menos ninguno había muerto, pero poco consuelo era. En el pasado había enfrentado a Twilight Sparkle con peligros, pero quizás había cometido un terrible error con aquel lugar. Aquel mundo... Aquel nuevo mundo no daba margen de error en su crueldad.
Celestia dejó a Derpy Hooves sobre la cama de la enfermería para que fuera atendida.
—Ha perdido mucha sangre, aunque he detenido con varios hechizos las hemorragias —informó a Doctor Horse—. Le ruego trabaje en ellas antes de intentar sacar la metralla. —Luego se dirigió a Derpy, para tranquilizarla—. Comandante, la dejo en buenos cascos.
Derpy Hooves asintió, adormilada por la anestesia. Antes de poder darle la espalda, levantó uno de sus cascos y le impidió irse.
—Presidenta —dijo suavemente, su mirada un poco más bizca que de costumbre—. Ayude a Rainbow Dash, por favor... Ella siempre me ayuda y yo no voy a poder hac...
Derpy Hooves cerró los ojos, y ante la mirada de tranquilidad del doctor Celestia apagó una llama dentro de ella que durante apenas unos momentos la había quemado por dentro.
—Es la anestesia —repitió el doctor—. Estará bien, le doy mi palabra.
Celestia parpadeó, aturdida.
Había miedo en la voz de Doctor Horse. Preocupación. Y no por Derpy Hooves.
Por ella, al mirarla.
Celestia sabía que a veces tenía ese efecto en los ponis, pero no lo había notado al dejar a la Comandante Hooves allí. ¿Qué había pasado para que...? No importaba.
—Tengo que ver a la Comandante Spitfire —murmuró, aturdida.
—¿Está bien, Presidenta? —insistió Doctor Horse, enfocando una luz en sus ojos—. Por un momento... Creí que su esclerótica se había oscurecido... Debería hacerle un examen para descartar que ha sufrido heridas como...
—¡Centre sus esfuerzos en la Comandante Hooves! —ordenó Celestia. Luego volvió a parpadear cuando comprendió que había sonado demasiado autoritaria—. Perdón, Doctor. Estoy bien. Debo ver ahora a la Comandante Spitfire. Si me disculpan...
Calor.
Celestia comenzaba a sentir calor.
Rarity vio a Pinkie Pie dejar a su amigo Mel y acercarse galopando a toda velocidad.
No dijo nada.
Ninguna lo dijo.
No había tiempo ni siquiera para consolarla, y Rarity agradeció que sus crines no se hubiesen alisado como durante la última vez.
—Pinkie, cariño...
—Estoy bien —sorbió los mocos Pinkie—. Ahora tenemos que ayudar a Twilight.
Rarity asintió. Debían darse prisa en liberarla; por los sonidos de metal contra metal cada vez más intensos y rápidos, estaba segura de que el pobre Spikey-Wikey no aguantaría mucho más peleando contra aquella cosa horrible.
—¡Ya estamos todas! —gritó animosa Applejack—. ¡Vamos chicas! ¡Una vez más!
Fluttershy sujetó la cabeza mientras las demás tiraban y tiraban del cable para separárselo del cuerno; pero no lograron moverlo siquiera. Rarity temía que antes de lograr separar aquella monstruosa manguera de goma y cobre, iban a acabar arrancándole el cuerno a la pobre Twilight.
—¿Y si separamos el cable del otro lado? —sugirió Pinkie Pie.
—Ya lo hemos hecho —señaló Applejack al otro extremo junto a la consola—. ¡Es demasiado pesado y no podremos llevárnoslo con Twilight! No está pegado al vacío ni nada. ¡No sé por qué diantres no sale! Quizás podríamos cortarlo, pero...
—¿Habéis intentado moverlo como una rosca? —insistió Pinkie Pie—. ¡Como si fuera un bote de mermelada!
Rarity observó las mejillas coloradas de Rainbow Dash y Applejack. ¡Oh, por toda la elegancia del mundo! Sin decir nada, probó a desenroscar el cable y, como por arte de magia, comenzó a separarse.
—¡No me lo puedo creer! —gruñó Rainbow Dash—. ¿Dónde se ha visto que un cable se desenrosque?
—Bueno querida, siempre hay una primera vez para todo —suspiró Rarity—. Ahora vamos a darnos prisa. Spike no aguantará mucho más.
Spike interpuso la barra de metal en gedan-no-kamae y recibió el golpe con un nuevo "clanck!", levantando la guardia baja y desviando la hoja enemiga.
Aquel fue distinto, sin embargo; más doloroso. La fuerza del impacto volvió a empujarle contra un rack lleno de servidores y encontró al levantarse que las garras apenas le respondían al agarrar la barra. Jadeó. Estaba cansado. Quizás debía haberse preocupado en hacer algo de ejercicio entre OVA y OVA. Y los Doritos. Supuso que los Doritos tampoco habían ayudado con el asunto de la salud cardiovascular.
—Encuentro esta forma de pelear contigo entretenida, enano lagarto —sonrió AIMAQCA—. Pero muy poco eficiente.
Y conforme lo dijo, la espada que se había formado en su pata volvió a convertirse en una extremidad normal... Si por normal podía entenderse algo hecho de metal brillante y polimórfico.
—Acepto tu derrota —jadeó Spike—. Ahora déjanos a mis amigas y a mí salir de aquí.
—¿Derrota? Me temo —repuso ella teatralmente sorprendida—, que ha habido un terrible malentendido.
AIMAQCA entonces saltó sobre él, sus cuatro cascos por delante y Spike se tiró a un lado evitando el ataque por poco.
Applejack dio la última vuelta al cable y con un chispazo el cuerno de Twilight se separó del todo. Tiró aquella cosa por fin al suelo y se volcó sobre Twi.
—¡Twilight! ¡Twilight! ¿Estás bien, azucarillo?
Su cabeza se movió un poco y abrió los ojos. Rainbow Dash y Fluttershy desmontaban aún a toda prisa las bandas de metal que la retenían en la silla reclinable.
—Debemos... Debemos salir de aquí, rápido...
—Sí, bueno, querida —contestó Rarity mientras le pasaba un paño por la frente—. En eso estamos todas de acuerdo.
—No... No lo entendéis... Hay que avisar a Spitfire —musitó Twi—... AIMAQCA es vulnerable. Ya no nos atacará si la desmantelamos... Pero la base... Ella destruirá la base... En una autodestrucción... Lo he visto... Hay que evacuar...
—¿Vulnerable? —murmuró Rarity—. Ahora sé que estás delirando Twilight, cielo. ¡Esa cosa no parece nada vulnerable!
—¡Spike! —avisó entonces Pinkie Pie.
AIMAQCA de nuevo volvió a saltar sobre él y Spike rodó en el último segundo, evitándola.
Pero las fuerzas le fallaron, estaba cansado, ¡tan cansado!, y se quedó a medio camino.
Mejor dicho, su cola se quedó a medio camino.
—¡AHHHHHHHH! —chilló Spike.
Le había pisado la cola y dolía como si se la hubiese pillado en una prensa. El dolor, entonces, le hizo darse cuenta de una horrible realidad: en no pocos animes un personaje secundario era asesinado por el villano para dar una motivación a los protagonistas.
Y en aquel momento, sin espada en la mano y atrapado por la cola, Spike no se sentía en absoluto como un protagonista.
—Tenía que haberlo comprendido —murmuró AIMAQCA con satisfacción sobre él—. La forma equina da otras muchas posibilidades para hacer daño.
—¡Spike! ¡No! —oyó.
Entonces Spike, atrapado por la cola, vio los cascos de AIMAQCA caer sobre él como una tormenta de golpes.
Rarity concentró toda la magia que pudo en su cuerno
Sólo tenía una oportunidad. Una oportunidad. Sólo una. ¡Oh, pobre Spike!
¡Le estaba pisoteando!
Rainbow Dash entonces pasó como un rayo delante de AIMAQCA y bateó su cabeza con la barra de metal. ¡Era el momento! Rarity aprovechó la breve tregua en los golpes para envolver a Spike con su magia y traerlo hacia ella a toda velocidad.
—Rarity... —murmuró el pobre dragoncito cuando lo tuvo al lado.
El pobre estaba en muy mal estado. Apenas unos segundos bajo los cascos de AIMAQCA habían bastado para dejarle morados por todo el cuerpo. Tenía el hocico torcido y sanguinolento y su ojo izquierdo comenzaba a hincharse y ponerse muy oscuro.
—¡Oh, Spike-Wikey! ¡Has sido tan valiente!
—Twilight... ¿Está bien?
—La hemos sacado, cariño. Nos ha ordenado escapar
Spike pareció asentir con las pocas fuerzas que le quedaban y Rarity se lo cargó al lomo. Miró al fondo del pasillo y supuso que Applejack ya estaría subiendo las escaleras cargando con Twilight.
Rainbow y Pinkie Pie atosigaban a AIMAQCA para darles algo de tiempo.
—¡Pinkie! ¡Rainbow! ¡Vámonos! —las avisó.
Spitfire ordenó al comando Pancake hacer otro barrido en busca de posibles robots supervivientes entre los escombros, al tiempo que Celestia entraba en la tienda de mando. Hizo una rápida reverencia mientras trataba de entender la firme expresión en su rostro.
La Presidenta no parecía contenta.
—Lamento mucho haberla expuesto a usted y a sus ponis en esta misión, Comandante —dijo entonces Celestia.
Spitfire levantó la mirada, sorprendida. Lo último que esperaba era una disculpa.
—Hacemos lo que podemos —fue lo primero que se le ocurrió decir—... Pero no va mal... Nuestra última acción parece haber desbaratado las defensas, aunque no podemos estar del todo seguras.
—¿Y las Embajadoras?
—Tuvimos contacto con dos de ellas, Rarity y Fluttershy, y el dragón Spike —explicó Spitfire—. Ayudaron a... Una especie de ser, a subirse en una aeronave, así que creemos que están fuera de la base.
Rainbow Dash levantó en patas a Pinkie Pie porque la muy lentorra no subía a tiempo por la escalera de vuelta a la sala frigorífica.
—¡Vamos, vamos, vamos! ¡La tenemos encima!
Estampidos de metal y espumarajos de chispas atrás, AIMAQCA no estaba dispuesta dejarlas ir.
—¡Volved aquí! ¡No lograréis escapar, apestosas ponis!
Rainbow salió por la escotilla al helado centro de proceso, dejó a Pinkie en el suelo y se sentó encima del acceso, agradeciendo que aún llevara el pijama de Pikachu, porque si no, se le hubiese pegado el trasero al helado metal. Rarity le arrebató con su magia la maltrecha barra de metal que Spike y ella habían usado para defenderse y la pasó por el cierre, trabando la escotilla.
—Esto la detendrá —murmuró—... Por un tiempo, al menos.
Rainbow entonces pegó un salto, porque por debajo, del otro lado, AIMAQCA comenzó a golpear rabiosa. Al tercer golpe, el metal se dobló.
—¡AUN NO HE TERMINADO CON VOSOTRAS!
Mientras Pinkie Pie arrastraba uno de los modelos 1488 congelados para añadir peso sobre la escotilla, Rainbow se acercó a Applejack. Cargaba sobre su lomo a Twilight y escribía con un lápiz a toda velocidad en un papel.
—¿Cuál es el plan? —jadeó Rainbow—. ¿De verdad vamos a huir?
—Unna nno cnnaznnna ann unnnnna mannticnnnrnnnna —contestó Aplejack—, ennn elnnn bosnnnqnnnnunnne...
—¿Qué?
—Que una no caza a una manticora en el bosque Everfree —tradujo Fluttershy—. La saca fuera. Aunque no me siento muy cómoda con el dicho.
—Eggghhh snnnollnnno unnnn dichnnnno
—Aún así —sostuvo Fluthershy.
—Genial —suspiró Rainbow Dash—. La sacamos fuera. Y luego, ¿qué?
Otro estampido sonó contra la escotilla, aunque quedó amortiguado porque Pinkie Pie había arrastrado al segundo de los robots congelados y lo había puesto encima.
Fue a por los otros dos que se habían apagado por si solos.
Rarity tomó la nota de Applejack y la puso delante del hocico del Spike. El pobre tenía muy mal aspecto, pero fue capaz de sacar fuerzas y quemar el mensaje antes de desmayarse. Rarity entonces lo volvió a subir a su lomo.
—¡Luego ya veremos! —propuso Pinkie Pie—. ¡Pero de momento tenemos que salir de aquí! ¡Más robots como Mel cuando era malo pueden caer sobre nosotras en cualquier momento! ¡Al menos fuera no estaremos en el terreno de esa mala yegua! ¡Y encuentro que quedarnos aquí sin un plan para acabar con ella es una muy mala idea!
Rainbow asintió.
Tocaba galopar.
Cuando Celestia iba a salir de la tienda de mando, Spitfire vio materializarse el mensaje. Celestia lo tomó con su magia y lo leyó en voz alta delante de todas.
«Estamos escapando. Todas juntas. Evitado apocalipsis alien. Evitado apocalipsis nuclear, creemos. Twilight y Spike heridos de consideración. Evacuamos. Twilight recomienda evacuación inmediata de todo poni en un radio de 50 millas. Teme sistema autodestrucción.»
—¿Es un mensaje auténtico? —preguntó Spitfire
—No es la letra de Twilight Sparkle —contestó Celestia, como ausente—. Está firmado por su amiga Applejack. Ella está... Ella está... Herida...
Le tendió el mensaje a Spitfire, al tiempo que permanecía callada. Spitfire estudió el escrito. No había motivos para creer que fuese falso y, a decir verdad, aunque después de todo el esfuerzo irse de allí con los cascos vacíos resultaba un poco frustrante, evacuar se antojaba una idea tan buena como cualquier otra.
Y bastante más segura.
En toda aquella misión la seguridad había brillado bastante por su ausencia.
Fue a preguntarle a Celestia, pero la luz se lo impidió.
La luz y el fuego.
Temió por un momento que algún poni hubiese vuelto a activar por accidente una granada aturdidora, pero al poco comprendió que no era así. La luz salía de Celestia y cuando bajó de intensidad, el primer impulso de Spitfire fue ir a por un extintor, porque...
—Twilight Sparkle está herida —repitió Celestia como en trance.
—¿Pre...? ¿Presidenta Celestia? ¿Se encuentra...?
Spitfire nunca olvidaría aquella visión.
Celestia ya no era Celestia. Era otro ser.
Uno con crines hechas de llamas, afilados colmillos y oscuro fondo de ojos rematados en pupilas de reptil. Los demás ponis de la tienda retrocedieron espantados y a Spitfire le costó mantenerse donde estaba sin dar también un paso atrás.
—Pre... Presidenta. Voy a ordenar la evacuación, tal y como pide Twilight Sparkle.
—Hágalo así, Comandante —contestó el ser—. Avise también a mi hermana Luna, en la Casa Blanca; luego saque a todos los ponis de aquí. Entretanto yo sacaré a las embajadoras de allí abajo.
—¡VOLVED AQUÍ! —rugió AIMAQCA
Salieron a toda velocidad del helado centro de proceso y volvieron camino a la superficie lo más deprisa que pudieron.
Applejack no quiso mirar atrás y siguió galopando cargando con Twilight en su lomo; a su lado Rarity llevaba a Spike y parecía tan cansada como ella. Los cascos de metal y los berridos de lunática de la máquina se oían por los pasillos y sólo su propia ansia haciéndola resbalar en las esquinas o impidiéndole pasar a la primera por los estrechamientos, había conseguido que no las alcanzara todavía en una persecución demente y francamente aterradora.
—¡Esa yegua descastada no se cansa nunca! —suspiró mientras pasaba por la escotilla hacia el siguiente nivel.
Applejack quedó detrás, lista para cerrar la nueva escotilla en cuanto pasaran las demás. La última fue Rainbow Dash, que había podido entretener al robot unos instantes colocándole en la cabeza el pijama de Pikachu para dejarla ciega. Pasó la escotilla, jadeando, y Applejack la trancó para, casi al instante, ver cómo el metal se doblaba por los golpes.
—¡OS MATARÉ A TODAS!
—Es persistente, eso lo admito —jadeó Rainbow Dash.
Trixie Lulamoon no se sentía especialmente Grande ni especialmente Poderosa, a pesar de que todos los ponis alrededor la observaban con un renovado respeto. Tras el bombardeo y junto a varios ponis del comando Pancake quiso recorrer las ruinas despedazadas de edificios entre charcos de llamas y humo con olor a gasolina, en busca de robots supervivientes.
—¡Aquí hay otro! —oyó.
Se acercó hasta allí para descubrir otro amasijo de metal y plástico retorcido por el calor y machacado por los escombros. Quieto. Inerte. Muerto. Se quitó su sombrero de maga y lo estrujó entre sus cascos.
—Mejor ellos que nosotros —murmuró un poni a su lado.
Trixie observó a aquel poni, espantada.
Como aún quedaba piedad en su rostro, supuso que había dicho aquello para apagarla. Para apartar el horror que como con ella invadía su mente.
—¡Mejor ningún poni! —contestó más bruscamente de lo que pretendía—. ¿Qué te parece eso? ¡Nada de esto debería haber pasado!
Trixie había esperado otra cosa. Fuegos artificiales y luces, por ejemplo; que los enemigos de Celestia hubiesen huido despavoridos ante la exhibición, la grandeza y la majestuosidad (y un poco por intimidación) de sus poderosos trucos pirotécnicos.
Pero sin víctimas. Robots o no.
El mundo humano, recordó, tenía desagradables sorpresas como aquellas, y lo que había creído fuegos de artificio habían sido en realidad explosivos mucho más potentes. Y algo capaz de incendiar cosas que hasta aquel momento no había creído posible incendiar...
... Y como resultado, aquello.
Como resultado, robots con un vago aspecto de poni despedazados y ardiendo repartidos por los escombros de la base. ¿A cuántos había matado? ¿Cuántos habrían muerto de una forma tan terrible?
—¿Qué es lo que he hecho? —repitió, incapaz de aguantar las lágrimas.
—Ellos... Ellos empezaron disparándonos —trató de consolarla uno de los ponis del comando.
—¡Y yo lo terminé! —rugió Trixie—. Yo lo terminé... Yo no... No quería... Esto es... Horrible...
Una luz vino del cielo entonces. Una luz tan potente y clara que por un momento Trixie pensó, aún entre lágrimas, que se había hecho de día.
—Es... ¿Es Celestia? —exclamó una poni a su lado.
No, comprendió Trixie.
Aquella no era Celestia.
—¡Evacuación inmediata! —les llegó a todos los ponis por radio en ese momento.
Fluttershy volvió a mirar atrás, porque los alaridos de AIMAQCA y los cascos de metal contra el suelo ya no se oían. ¿Había dejado de perseguirlas?
—¿Dónde está AIMAQCA? ¿No nos sigue? —preguntó entre jadeos Pinkie Pie.
—Yo no me jugaría la vida en ello —contestó Rainbow Dash—. ¡Sigue galopando!
—¡Quizás la hayamos despistado!
Alarmas ensordecedoras comenzaron a gemir entonces, mientras pasaban del nivel diez al ocho por unas estrechas rampas de carga. Fluttershy tuvo que llevarse los cascos a las orejas por el ruido. ¡Era muy desagradable!
—¿Qué está pasando? —gritó Applejack—. ¿Es debido a la autodestrucción?
Las luces se volvieron rojas y tiñeron todo del color de la sangre, aunque no impidió que siguieran las líneas pintadas en el suelo en busca del siguiente nivel.
Fluttershy no creía que fuese una autodestrucción. No estaba segura de entender a AIMAQCA, pero si en algo se parecía a un ser vivo, no creía que estuviese dispuesta a inmolarse para llevárselas a ellas por delante.
Recordó entonces lo que habían visto en la nave de Jane.
El destacamento de Spitfire había atacado la superficie.
Algo más allí arriba estaba pasando.
—Creo que... Algo más está pasando arriba —dijo a Applejack mientras aguantaba una nueva escotilla para que pasaran las demás—. Algo grave.
—¿El qué? —insistió Rainbow Dash.
Todo tembló entonces.
No como una explosión.
Sino como un terremoto.
Era un poder aterrador.
Demencial.
Trixie galopó tras el comando Pancake en dirección al campamento, pero no pudo evitar mirar atrás, al cielo, donde una luz como el sol convertía la noche en día, donde percibía un poder inagotable que hacía que chispas de pura magia saltaran de su cuerno sólo por estar cerca.
Era Celestia. O en lo que se hubiera convertido.
La tierra tembló entonces y, con chirridos de metal y un terremoto que consiguió que las pocas ruinas que aún quedaban en pie cayeran a plomo, Trixie creyó ver, ¿era posible?, cómo una estructura de metal comenzaba a surgir del suelo como el esqueleto desenterrado de un coloso.
—¡Trixie! ¡Vamos! ¡Es peligroso! ¡Nos ordenan evacuar!
Trixie asintió. No pensaba quedarse allí para averiguar qué iba a pasar. Ya había hecho suficiente.
Pero en ese momento vio algo moverse tras las ruinas, y dudando que fuera por el terremoto, la esperanza de encontrar un robot superviviente encendió brevemente su pecho.
Oculto entre los restos vio un robot, sí.
Pero no como los de la forma de poni que los habían atacado.
El temblor cesó tan súbitamente como había aparecido, y cuando Applejack dobló el corredor siguiendo a Rainbow Dash, contempló el techo con admiración y algo de respeto. O lo que debía haber sido techo, porque ya no había túneles allí. ¡Por todos los...! ¿Qué había pasado? Habían logrado ascender hasta el nivel cuatro, pero por encima de ellas ya sólo quedaba tierra y metal abiertos mostrando el cielo como una manzana abierta por la mitad mostraba las semillas...
Y con tanta luz que parecía casi de día... No estaba segura de cuánto tiempo habían pasado allí abajo pero, ¿era ya de día?
—¿Qué demonios...?
Rainbow Dash aleteó desde arriba, moviendo los cascos en un frenesí de admiración fan.
—¡CELESTIA ESTÁ AQUÍ! —chilló—. ¡CELESTIA ESTÁ AQUÍ! ¡Y VA A REVENTARLO TODO NIVEL ALICORNIO!
—¿Has oído eso Twi? —susurró Applejack a Twilight, aún desvanecida sobre su lomo—. ¡Celestia está aquí! ¡Ha llegado la caballería!
—Debemos... Debemos evacuar... —repitió Twilight, casi sin fuerzas.
—¡He encontrado un camino para subir a pata! —avisó Rainbow Dash—. ¡Seguidme!
La siguieron por salientes y desniveles salvables para todas las que no tenían alas y una vez en la superficie, por fin, por fin, por fin, vieron cómo Celestia volaba sobre las ruinas de la base como una aparición divina. Más que divina, Applejack tenía que aceptar que daba un poquitín de repelús, porque las crines eran como de fuego y a pesar de estar tan lejos resultaba francamente intimidante.
—¿Todo esto lo ha... Hecho Celestia? —murmuró Pinkie Pie.
—Eso ha sido cosa de Spitfire —contestó Rarity—. O eso creemos. Celestia sólo... Parece haber abierto la tierra para sacarnos. Es... Un detalle por su parte.
Applejack iba a decir que había sido mucho más que un detalle, pero se quedó muda unos instantes, porque a la luz, en el suelo, creyó ver la forma de una unicornio.
Una unicornio casi tan alta como Celestia.
Que levantó el casco al cielo, casi en silencio, y consiguió con el gesto que más de cien rayos de energía convergieran sobre Celestia con un estampido de poder y muerte.
NdA: Aunque la cita es de la Biblia (el Apocalipsis de San Juan o el Libro de las Revelaciones según se mire), las traducciones cambian. En castellano, el caballo de la muerte es amarillo o amarillento. En inglés es más fácil encontrar «pale horse». La cita la he sacado de la traducción de una peli: "El jinete pálido". El caballo, comprenderéis, tenía que ser pálido para que fuese Celestia.
Más de 4000 palabras. Pero tenía que caber en un episodio. Ya sólo queda el desenlace y el epílogo.
Gracias por leer.
Edit: Un par de erratillas y mejoras gracias a la comandante Maya Fey
