Nellie y los Black se ducharon, se vistieron y salieron juntos de la mansión dispuestos a explorar su nuevo mundo. Bellatrix agarró a su novia y los tres aparecieron en un callejón próximo a Fleet Street.
Nada estaba como lo recordaban. La calle antaño sucia y gris se había convertido en una amplia avenida, con altos y relucientes edificios y todo tipo de tiendas con llamativos escaparates. Bellatrix ahogó un grito de terror cuando un coche deportivo se acercó a toda velocidad, pero Sirius tiró de ella y subieron a la acera. La bruja era la más sorprendida, pues ella nunca visitó la zona muggle en su tiempo. Nellie también estaba epatada con los progresos tecnológicos que habían hecho sus congéneres en un siglo.
-Bueno… Era evidente que mi tienda no iba a sobrevivir… -murmuró Nellie intentando no parecer triste mientras contemplaba los grandes almacenes que ahora había en la esquina.
Sirius la cogió por los hombros y la obligó a girarse. Estaba mirando en la acera equivocada, tantos cambios la habían despistado.
-¡JOER! –exclamó estupefacta.
Supo que era su tienda porque lucía el número 186 y el letrero de "Mrs. Lovett's Meat Pies", pero nada más resultaba familiar. Ahora la fachada combinaba dorado y negro y tenía tres pisos en lugar de dos, todo decorado con amplios ventanales. Lucía un aspecto moderno pero conservando lo tradicional que lo hacía meritorio de aparecer en cualquier guía turística. En el lateral se extendía un velador en el que no quedaba un sitio libre. También dentro parecía bullir la actividad. Los tres lo contemplaron impresionados durante unos minutos.
-Supongo que aunque el edificio ya no sea mío conservan el nombre, así pueden decir que la pastelería tiene más de un siglo…
-¿Lo comprobamos? –sugirió Bellatrix.
Como la pastelera seguía muy nerviosa, la mortífaga la cogió de la mano y cruzaron la calle. Al entrar vieron que dos dependientes se afanaban en servir diversos manjares tras el mostrador. El producto estrella seguían siendo los pasteles de carne, pero ahora la oferta era mucho más amplia: tanto dulce (tartas, gofres, bollos, pasteles), como salada (sándwiches, ensaladas, pizzas, hamburguesas). Un tercer camarero entraba y salía para ocuparse de la terraza y dos más murmuraron que estaban preparando el piso de arriba para la hora de comer. Estaban tan ajetreados que no repararon en los recién llegados.
-Mirad –indicó Sirius que estaba curioseando el local.
En la pared que señaló colgaban varios certificados y premios otorgados a la pastelería y también recortes de prensa. En muchos el titular anunciaba que se trataba de la más antigua y mejor pastelería de Londres, en otros alababan los incomparables pasteles de carne y algunos contenían entrevistas. En el que señalaba Sirius aparecía una foto en blanco y negro, bastante borrosa y antigua, de la primera propietaria del local un siglo atrás. Pese a la baja calidad, no les cupo duda de quién era.
-Pero… soy… soy yo… -susurró Nellie- ¿Cómo puede ser? ¡Si me ven creerán que he vivido más de cien años!
-"Eleanor Lovett, primera propietaria de la más reputada pastelería londinense, ahora regentada por su nieta con el mismo nombre" -leyó Bellatrix el pie de foto-. ¡Creen que eres tu propia abuela, los muggles son unos genios!
Leyeron el resto del reportaje. Era de un año antes. La entrevistada contaba que su abuela heredó la pastelería de sus padres y le dio la fama trabajando ella sola. Después la heredó su hija que amplió el negocio y finalmente su nieta que había logrado el reconocimiento masivo. Ahora en la segunda planta había un restaurante y en la última una sala que alquilaban para eventos privados. Eleanor contaba que cuando tuvo el negocio ampliado, contrató más empleados y se retiró con tan solo treinta y seis años para poder pasar más tiempo con su novia.
-O sea, ¿que no solo conservo mi tienda sino que va super bien y yo ni siquiera tengo que currar? ¡Me encanta esta vida! –declaró Nellie.
Bellatrix la abrazó con cariño orgullosa de ella. Llevarse a Nellie había supuesto un paradigma y el Tiempo lo había solucionado multiplicando su linaje y su legado. Bien, le parecía una muy buena solución. Aunque Nellie era la única que no había recibido recuerdos pasados, probablemente porque era muggle y ella realmente no había vivido ese tiempo; así que todo eran nuevos descubrimientos…
-¡Oh, Madame Lovett, qué alegría verla! –exclamó un empleado cuando la vio- Va todo estupendamente, el crítico que vino la semana pasada nos puso por las nubes. Hace bien en mantener el secreto de su receta del pastel de carne, es insuperable.
Nellie miró a su novia por el rabillo del ojo y ambas decidieron que preferían no saber qué se estaba usando para hacer las empanadas.
-Pero supongo que viene a buscar algo a su casa, sigo con lo mío que estamos hasta arriba –se despidió el camarero.
Dedujeron que Nellie seguía conservando su apartamento. Ya no estaba conectado a la tienda (probablemente porque ahora trabajaba más gente), así que salieron. Bellatrix abrió la puerta contigua con un alohomora. El piso de Nellie sí que seguía tal y como lo recordaban, nada parecía haber cambiado de cuando se marcharon el día de antes.
-Es asombroso –murmuró Sirius repantigándose en el sofá donde un siglo antes pilló a las dos mujeres desnudas y enroscadas.
Su prima asintió y se sentó junto a él mientras Nellie investigaba todas sus cosas. Parecía muy feliz de no haber perdido siquiera sus posesiones, iba de un lado a otro comprobándolo todo. Detectó pequeños cambios, como que su documentación se había actualizado: ahora su fecha de nacimiento era 1961 y no 1861. Pero eso no fue lo que más llamó su atención:
-¡HOSTIAS EN VINAGRE! –exclamó con estupor consultando su libreta del banco.
Los dos Black se levantaron sobresaltados.
-Mi... mirad cuánto dinero tengo –susurró.
Bellatrix abrió los ojos como platos al comprobar que la fortuna de Nellie era casi comparable a la suya.
-Tú tienda lleva cien años funcionando con éxito y tú no has gastado un centavo… -comentó Sirius divertido- ¡Bienvenida al mundo de los ricos!
Nellie se tuvo que sentar para asimilar la situación mientras Bellatrix la besuqueaba y Sirius las contemplaba sonriente. Sus vidas no iban nada mal.
Pasaron un rato más en el piso de Nellie. La muggle creyó que lo perdería todo, pero al revés, no había hecho más que ganar posesiones. Cuando por fin se convenció de que no estaba soñando, decidieron ir al Callejón Diagon para buscar el regalo de Lucius.
-¡Haalaa! –exclamó la muggle en cuanto apareció en la mítica vía.
Arrastrando de un brazo a cada Black, corrió de un escaparate a otro sin dejar de mirarlo todo. Intentaron que no se notara que era muggle, pero era complicado con esa actitud. Aún así era la que menos llamaba la atención del trío. Los transeúntes se quedaban mirando a Bellatrix con una mezcla de admiración y terror, a la bruja le encantó seguir conservando su toque oscuro. A Sirius le guiñaron el ojo tantas mujeres que incluso él empezó a sentirse sobrepasado.
-Azkaban era necesario en nuestras vidas –murmuró Bellatrix-, ahora que se supone que no hemos ido estamos demasiado buenos. Los cerebros de la gente no pueden procesarlo.
Su primo estuvo de acuerdo. En la tienda de mascotas mágicas no había ningún pavo real a la vista, no era una especie que soliera venderse. Pero a la mortífaga le bastaron quince segundos con la dependienta (y quizá un par de amenazas veladas) para que la mujer corriera a la trastienda y volviera con un majestuoso ejemplar. Se parecía mucho al pavo real albino de Lucius, pero más grande y de plumaje más brillante.
-Perfecto. ¿Cuánto cuesta? –inquirió la bruja.
-Pa… para usted nada, Ma… Madame Black –balbuceó la dependienta.
-Mi precio favorito.
La mortífaga llamó a su elfina que se apareció al instante. Le pidió que trasladara al animal a su mansión y Didi obedeció. Cuando salieron de la tienda el suspiro de alivio de la dependienta fue tal que lo escucharon desde fuera. A pesar de que en esa realidad no era una asesina, las historias sobre la relación de Bellatrix con las artes oscuras corrían igual. Su leyenda era inmortal.
-Seguro que si Bella entra en la tienda de artículos de quidditch nos regalan escobas –comentó Sirius alegremente-, podemos volar con Nellie.
-¡QUIERO VOLAR, QUIERO VOLAR! –exclamó la muggle al instante.
Entraron al establecimiento y efectivamente salieron con dos escobas de último modelo sin coste alguno. Sirius subió a la primera y la mortífaga le indicó a Nellie que se agarrara a ella. Tres segundos después, surcaban el cielo londinense entre gritos y exclamaciones de felicidad. Nellie no les permitió volver a casa hasta que transcurrieron dos horas de carreras y piruetas aéreas. Cuando aterrizaron en el jardín, el pavo real corrió a saludarlos. Bellatrix lo atrapó y murmuró:
-Manos a la obra.
Les llevó bastante rato, no era fácil ejecutar un hechizo de transformación temporal, pero al final lo consiguieron. El animal sería un pavo real de ocho de la mañana a doce de la noche; en la franja nocturna se transformaría en un cerdo rosa brillante que aullaba como un lobo. Satisfechos, disfrutaron del festín que les había preparado Didi.
-Ojalá ver la cara de Lucius –murmuraba Bellatrix mientras comían-, tardará semanas en descubrir qué pasa.
-Yo creo que serán meses. Sparky es muy veloz, no podrá atraparlo y no entenderá de dónde sale y por qué surge solo de madrugada –apuntó Sirius-, pasará noches en vela. Tendrá que gastar el doble en teñirse las canas.
-¿Sparky? –inquirió su prima sirviéndose más lasaña.
-Le he bautizado en la bañera –sentenció Sirius solemnemente-, como hizo San Juan con Jesús. Por cierto, lo de la fiesta de esta noche bien, pero no os emborrachéis mucho que mañana es domingo y tenemos que ir misa.
-Es broma, ¿verdad?
-En absoluto, yo no me quedo sin saber cómo termina la historia.
-Pues irás tú solo –le espetó la bruja.
-No, no, yo voy también–intervino Nellie-. Le pedí a Dios que me diera amor, dinero y salud y ahora tengo novia, soy millonaria e inmortal. He de darle gracias.
Bellatrix intentó discutir con ellos pero fue en vano. Al final tuvo que aceptar que al día siguiente volverían a la iglesia a hacer comentarios durante el sermón y a preguntarse qué hechizos usaba Cristo para sus milagros.
Como la mañana había sido intensa y la comida se había alargado, terminaron bastante tarde. Ya casi era hora de acudir al cumpleaños de Lucius. Así que cada uno se dedicó a elegir un modelo para mostrar a los Malfoy que los Black estaban muy por encima. Bellatrix optó por un vestido morado oscuro con un estampado de pequeñas calaveras plateadas; el de Nellie era rosa con un pronunciado escote del que a su novia le costaba apartar la vista. Sirius llevaba una túnica de gala elaborada a mano para él.
-Se me hace raro llevar ropa de este siglo, me había acostumbrado a los trajes muggles… ¿Qué tal estoy? –les preguntó él.
-Para plantearme la endogamia muy seriamente –sentenció su prima con solemnidad.
Sirius le dio las gracias mientras Nellie reía y le arreglaba la pajarita. Tras eso, atraparon a Sparky y la mortífaga los apareció en la Mansión Malfoy. Como había predicho Rodolphus, ahí había más gente que en el Gran Comedor. Altos funcionarios del Ministerio, duendes representantes de Gringotts, familias extranjeras de alto poder adquisitivo… Antes de enfrentarse a nada, los Black atraparon la botella de whisky. Lucius acudió a darles la bienvenida obligado por su esposa, pero su expresión cambió al ver su regalo.
-No hemos podido envolverlo, no se ha dejado –manifestó Sirius.
-¡Que ejemplar más magnífico! –exclamó Lucius examinándolo con ojos brillantes- Mira, Cissa, ¡mira qué plumaje!
-¿No podíais regalarle una capa como la gente normal? –masculló Narcissa- Ahora tendré otro bicho de esos merodeando por casa y ensuciándolo todo…
-¿Pero no los tenéis en el jardín? –preguntó su hermana.
-Supuestamente sí, pero en cuanto me distraigo Lucius los mete a casa y le pillo bañándolos en la bañera, sentándolos a la mesa o besuqueándolos, es repulsivo –comentó Narcissa asqueada.
Su marido ni siquiera la escuchó, se había marchado para enseñarle la mansión a Sparky. Los Black confiaron en que lo liberase antes de que dieran las doce de la noche y no lo viera transformarse. Mientras Bellatrix charlaba con su hermana, Sirius le presentó a Nellie a los Potter para que fuese conociendo a más gente. Al poco aparecieron Remus y Rodolphus y se les unieron también.
-Vale, Bella, ven aquí –ordenó Narcissa cuando hubo saludado a todo el mundo.
-¿Qué pasa? –preguntó Bellatrix sospechándolo.
-El otro día lo dejé pasar porque, sinceramente, solo quería librarme de vosotros. Pero, ¿quién es tu novia? – preguntó contemplando a la muggle que charlaba con los Potter.
-Eleanor, ya te…
-Sabes de sobra a qué me refiero. No la he visto nunca en las fiestas de los Sagrados Veintiocho. Dime, por favor, que pertenece a una familia de sangre pura del extranjero.
-Desde luego de aquí no es… -murmuró la mayor.
-Bellatrix, esto es muy serio. Puedo aceptar que sea una mujer, total, contigo ya… Pero como sea mestiza…
-No lo es.
Narcissa, que conocía bien a su hermana, cerró los ojos con expresión de sincero dolor.
-Es absolutamente imposible que mi hermana, supremacista de sangre y heredera de los Black, esté liada con una sangre sucia.
-¡Buenas noticas! Tampoco es sangre sucia.
Su hermana abrió los ojos, frunció el ceño y volvió a mirar a Eleanor.
-¿Entonces qué es? ¿Vampira? ¿Hada? ¿Mujer-loba?
-Aún más exótico: muggle.
La rubia iba a preguntarle si era una broma, pero la seriedad del tono y el rostro de Bellatrix mostraban que no lo era. Narcissa empezó a empalidecer, sus dedos temblequeaban al sostener la copa de champán. Casi en un susurro le preguntó (más bien le suplicó) si se trataba de un ligue más.
-No, Cissy, pienso casarme con ella –declaró Bellatrix con gravedad.
Como le pareció que su hermana se iba a desmayar, la mayor invocó una de las primorosas sillas de jardín para que cayese sobre ella. Después le quitó la copa de champán y la obligó a beber un par de tragos de su whisky. No podía enfadarse con Narcissa por mucho de que ahora odiase a su novia: ella habría reaccionado mucho peor, sin duda era una noticia traumática. Minutos después, como para sí misma, como si acabase de recibir el beso del dementor, Narcissa susurró:
-No tiene nada de magia… Es… es muggle… Mi hermana favorita, mi modelo a seguir… una traidora de sangre…
-Escucha, Cissy –la llamó agachándose junto a ella-, tiene más magia de la que crees. Tiene una magia que muchos magos han buscado durante siglos y matarían por conseguir.
Y desde luego la inmortalidad bien lo valdría… pero eso Bellatrix no podía revelarlo.
-Es cierto que no tiene magia en el mismo sentido que nosotras… pero sí que tiene aura mágica, es casi palpable.
Narcissa seguía sin reaccionar. Se acercaron a saludarla algunos invitados pero los despachó con un gesto descortés inédito en ella. "Esto es un sueño, me estoy volviendo loca" susurró. Bellatrix por supuesto había esperado esa reacción, pero eso no lo hacía más sencillo. Por supuesto que se casaría con su muggle, pero si su hermana no estaba a su lado sería más triste. La había echado de menos aquel año separadas y no se imaginaba tener que prolongarlo eternamente. Se dio cuenta de que en la distancia Nellie las miraba con rostro apenado, ella era muy hábil con esos temas, debía deducir lo que sucedía. Así que no se acercó y les dejó su espacio. Bellatrix no sabía qué más decir.
-Cissy, la quiero. Yo nunca me había enamorado y jamás me planteé casarme por amor pero… la quiero, como tú a… Lucius. Ya sé que él es de sangre pura –se adelantó Bellatrix-, pero tuviste la suerte de quererlo (vaya usted a saber por qué…). Y yo… No sé, Cissy, no sé qué decirte.
Su hermana parecía que ni siquiera la escuchaba. Al rato murmuró:
-Hace dos días que me pasa algo raro, algo malo en la cabeza. No sé si están usando legilimancia para volverme loca o algo así… -confesó la rubia- He intentado hablarlo con Lucius pero no puedo.
-¿Pero qué sientes? –inquirió Bellatrix visiblemente preocupada.
-Como si hubiera vivido dos vidas. Pero todo está borroso y confuso y…
-¿Me permites entrar en tu mente? –la cortó su hermana con voz temblorosa.
La rubia asintió mirándolo a los ojos. Bellatrix lo hizo y primero vio la vida que vivía ahora Narcissa, con un pasado tranquilo sin otra cosa que viajes familiares, ostentosas fiestas e intentos frustrados de desterrar a los pavos de Lucius. Pero debajo, como en una capa más profunda, había imágenes sueltas. Bellatrix haciendo una maleta mientras ella lloraba por tener que despedirse, Lucius en la cárcel por algo sucedido en el Departamento de Misterios, Draco obligado a servir a… Todo era caos ahí dentro.
A la mayor le sorprendió. Narcissa debió sufrir tanto con su viaje al pasado, ser tan consciente de ello y darle tantas vueltas a esa historia que ni la Magia había sido capaz de eliminar todos sus recuerdos. Por eso ahora recordaba escenas sueltas de su anterior vida, pero era incapaz de hilarlas. Lentamente y con mucho cuidado, sin salir de su mente Bellatrix fue rellenando los huecos, dándole a todo el sentido que tuvo y separando bien las dos líneas temporales para que no se volviera loca. No hubiese podido hacerlo si Narcissa lo hubiera olvidado todo, pero como lo recordaba, la Magia se lo permitió. Utilizó toda su habilidad con las artes de la mente, pero al final, cada escena ocupó su lugar.
-Ya está, Cissy, ahora sabes qué sucedió –le indicó Bellatrix suavemente al salir de su mente.
