Nos detuvimos en frente de la habitación donde reteníamos a Natasha, o por lo menos a la sombra de lo que había sido esta.
Me quedé mirando la gran puerta de metal, ahí, tieso como un palo con un hombre de hierro a mi lado parado exactamente en mi misma posición.
Estaba tenso porque no sabía lo que tenía que esperar, ¿no entraba porque quería hablar ya?, ¿qué tipo de conversación me esperaba?, ¿tregua o pelea?
No creía que fuera tan crío como para decantarse por la segunda, pero a veces el dolor nos hacía impredecibles, y conocía a Tony de hace ya demasiados años como para asegurar que era uno de los hombres más impredecibles que había tenido el gusto o la desgracia de conocer. Incluso superaba a su padre, y eso no era una tarea sencilla. Estaba claro que hacía honor a su nombre.
- Lo siento por lo de antes.- escuché la voz del millonario a mi lado.
…
...
¿Había escuchado bien? Debía haber alucinado, dicen que en las situaciones de mucho estrés uno podía llegar a tener alucinaciones, las más normales eran las auditivas, a pesar de lo que apareciera en las películas. Así que había tenido que ser eso.
Pero cuando me giré a mirarle con lo que sabía que era un ceño profundamente fruncido, vi cómo su expresión acompañaba a sus palabras. Era una cara que no acostumbraba a poner excepto cuando se dirigía a su mujer, a su hija, a Peter o a Rhodey, incluso a Happy.
- ¿Perdón?- es lo único que atiné decir. Admitía que lo de pensar con rapidez solo me salía en el campo de batalla, ahí era como si mi cerebro decidiera sacar toda la energía que acumulaba día a día.
- Claro, yo también te perdono, Capi.- contestó Tony con una sonrisa, como si acabara de soltar una broma muy graciosa.
No entendía nada. O lo entendía todo, pero no me lo creía, ¿así de fácil sería? Aunque bueno, después de los golpes que disfrutó mi cara el día que Tony se enteró de mi relación con Peter, podía afirmar con la boca grande que fácil no había sido.
- Tony, no…
- Mira, he sido un cretino, lo sé.- empezó, girándose otra vez a mirar a la puerta, que al parecer era más interesante que yo.- Siempre lo he sido, eso lo sabes tú y lo sabemos todos, pero… esto no se trata de mí, se trata de Peter.
Él continuaba mirando al frente, pero yo en mi asombro no podía apartar mi vista de su rostro, sin creerme que el adulto de los dos estuviera siendo él.
- Supongo que cuando me enteré de lo vuestro me volvieron todos los recuerdos, pero... no recuerdos de verdad, fueron más bien como flashbacks... sentimentales, ¿eso tiene sentido?- preguntó Tony haciendo un pequeño gesto con los labios.
Era consciente de lo cerrado que siempre había sido con sus sentimientos, lo que me hacía darme cuenta del nivel de verdad que estaba teniendo conmigo en esos momentos y lo que le estaba costando tenerlo.
- Recordaste cómo te hice sentir cuando me fui del equipo.- contesté con voz suave, intentando no alterar la frágil atmósfera de tranquilidad que había en ese pasillo.- Y temías que Peter pudiera volver a sentir lo mismo en algún momento. Por mi culpa.
Volvió a mirarme juntando las cejas, en una expresión de duda, como si estuviera intentando leer un rompecabezas muy complicado.
Lo que pasaba era que para él no existían rompecabezas complicados, así que suponía que solo me miraba asombrado. Maldito Stark y maldita su creencia de que todos a su alrededor éramos unos bobos sin media neurona.
- Exacto, y me puse un poco sobreprotector.- dijo cambiando por fin esa tonta expresión y, por suerte para mí, ahorrándose ningún comentario que insultara a mi inteligencia.- Y al final hice justo lo que intentaba evitarle. Le dejé solo.
- Solo fue un día, Tony.- recordé divertido recibiendo una mala mirada.
- Fuera un día o fueran tres semanas, en ese momento le hice sentir que le había abandonado, lo sé. Y eso no tiene perdón.- siguió igual de cabezota.
Podía decir que en ese momento me estaba contando a mí lo que no le dijo a Peter en su día, porque tenían una de las relaciones más estrechas del complejo, pero también estaba seguro de que eran a los que más les costaba hablar de ese tipo de emociones.
- Y también siento los golpes que te di.- volvió a hablar rápido, antes de dejarme decir cualquier otra cosa (lo que agradecí profundamente porque no sabía cómo abordar ese tema), yo tampoco es que fuera ningún maestro de lo sentimental.- Te los merecías, pero me tendría que haber controlado.
Le miré alzando una ceja y cruzándome de brazos, irguiéndome en toda mi altura.
- No veo cómo esas pueden ser una buenas disculpas.- dije indignado. Y es que en serio ese día me había llegado a dejar la cara demasiado bonita aprovechando que yo hacía poco y nada por defenderme.
- Bueno, Capi, averigué lo vuestro porque encontré un bote de lubricante que supongo que no usaríais para engrasar las cintas de correr del gimnasio.- me devolvió, robándome la ceja alzada.
Ooops, ¿podía ser eso más vergonzoso? En ese instante yo tenía bien claro que no podía, era como si el padre de tu novia te encontrara con las manos en toda la masa. Posiblemente una de las peores y más incómodas experiencias del mundo. Todos los padres saben lo que sus hijos e hijas hacen con sus parejas, pero por el bien de su salud mental esa información es siempre mejor obviarla, fingir que para tu hijo o hija el sexo no existía.
- No… bue… bueno, no fue…
¿Y podía ser más patético?
- No hace falta que me expliques nada.- dijo con evidente diversión.- Es más, no quiero que me expliques nada.- terminó recalcando bien la última palabra.
- Vaaaleee…- contesté con el ceño fruncido, todavía intentando no mirarle a la cara mientras más sangre todavía se reunía en la mía.
- Y también lo siento por mi actitud de después.- continuó, lo que otra vez agradecí profundamente.- Quería estar bien con el chico, pero la verdad es que también quería sacarte de las casillas a ti. Y si así conseguía distanciaros un poco, eso que me llevaba.
- Yo debería disculparme también, no eras el único que hacía comentarios inapropiados.- tomé la palabra.- Si te sirve de consuelo, me llevé una buena bronca por eso.- dije con una mueca.
Con satisfacción vi cómo echaba la cabeza para atrás y soltaba una carcajada. No recordaba la última vez que Tony había estado tan relajado a mi alrededor.
- Estoy seguro que a mí me iba a echar otra, pero no hubo tiempo.- dijo cambiando esa risa por una sonrisa triste.
El silencio nos abordó por unos momentos, no hablábamos pero estaba seguro de que los dos pensábamos lo mismo. O mejor dicho, en la misma persona.
Pensaba en su sonrisa, en sus eternos monólogos cada vez que estábamos juntos, en cómo se mordía el labio inferior cuando algo le daba vergüenza, y en cómo se mordía el superior cuando intentaba disimular que algo le hacía gracia.
Fue en ese momento cuando la realidad me volvió a golpear cruelmente, como una bola de demolición, haciéndome recordar que había una posibilidad de que no le volviera a ver nunca, de que no pudiera volver a ver sus ojos riéndose de cualquier tontería que había dicho. Pero no podía pensar así, porque si lo daba ya todo por perdido, ¿qué me quedaba?
- Le echo de menos.- dije rompiendo el silencio, con una voz extrañamente temblorosa.- Sé que solo lleva unas horas fuera, pero la sola idea de pensar que pueda no volver a verle me aterra como no me ha aterrado nada nunca.
No sabía si esos eran los mejores pensamientos que compartir con él, pero necesitaba decirlo en voz alta, y estaba seguro de que si alguien comprendía mínimamente cómo me sentía, era él.
- Le quieres de verdad.- afirmó. O preguntó. No estaba seguro.
- Tanto que duele.- respondí, esforzándome por esconder las lágrimas que a cada segundo costaban más de contener.
Tornó el silencio, en el que nos volvimos a mirar tal y cómo habíamos hecho en la sala con todo el resto del equipo rodeándonos. Pero era diferente, porque no nos mirábamos con rencor, sino con una comprensión que me cautivó.
- También quería pedirte perdón.- empecé, para verme interrumpido al instante.
- Ya te has disculpado.- dijo con un movimiento de mano, restándole importancia.
- No, no disculpas por esto, yo… quería disculparme por haberme ido hace siete años.- hablé bajo, pero muy claro. Supe por su mirada que me había comprendido perfectamente.- Tomé esa decisión y hay mucho de lo que no me arrepiento, sabía que era lo que tenía que hacer en ese momento, pero… te hice daño, tiré nuestra amistad por la basura y eso es algo que ni yo mismo me he llegado a perdonar nunca.
Si puedo señalar el momento exacto en el que supe que toda mi historia de enemistad con Tony Stark fue perdonada completamente por ambas partes, fue ese.
Una chispa se encendió en sus ojos, y durante unos segundos me pareció ver una versión más joven de él mirándome. Un Tony Stark de hace siete años, cuando la vida era complicada, pero mucho más simple, cuando la luz de sus ojos estaba suavizada pero no borrada. Sonrió otra vez antes de contestar:
- Ya está olvidado.
No sabía el tiempo que había pasado. Suponía que no más de un par de horas, pero a mí me habían parecido miles. Suelen decir que cuando no puedes mirar la hora ni tienes nada que hacer el tiempo pasa mucho más lento, casi tan lento como lo lenta que gira la Tierra sobre su propio eje, ¿eso tiene algún sentido?
Aunque no me podía engañar, yo sí tenía algo que hacer. La cosa era que no quería. Si no quería, no podía y si no podía, no era, ¿cierto?
Solo a esa conclusión había llegado. Un poco inútil.
Mi decisión era clara. No iba a ayudar a esa gente que se hacían llamar seres humanos a tomar el control del país, porque sabía lo que eso significaría en vistas al futuro. No podía ser tan egoísta como para anteponer a mi mejor amigo por encima de todo el mundo... ¿pero eso era ser egoísta?
Sabía que Ned me habría dicho que no pensara en él, que hiciera lo que tuviera que hacer, pero no era así de sencillo. No podía serlo. Me negaba a que lo fuera.
No. No les ayudaría, pero, ¿en esa decisión cabía la posibilidad de que Ned saliera de este lugar? Si tan solo supiera qué era este lugar…
Mis pensamientos ilógicos y sin sentido se vieron interrumpidos cuando la puerta que ya había aprendido a odiar con todo mi corazón se volvió a abrir.
Una cabellera roja y otra rubia entraron, y yo solo podía pensar en lo que me hubiera gustado en ese momento arrancarles todos los pelos de la cabeza.
- Hola, detka.- habló Yelena Belova completamente recta, con las manos cruzadas en una posición de falso control. O puede que no tan falso.
- Que te den.- dije con rencor.
De todo el lugar lo que más rabia me daba era ella, el diablo rubio que nos engañó a todos con buenas intenciones y que me había separado de todo por lo que llevaba meses luchando.
Natasha Romanoff se acercó en dos pasos hacia la silla que me tenía atrapado con una sonrisa felina adornando sus bonitos rasgos. Se inclinó justo en frente mío antes de cogerme del pelo y estirarme la cabeza hacia atrás. Podía sentir sus uñas clavándose en mi cráneo, pero no pensaba hacer ni una sola mueca.
- Seguimos creyéndonos que tenemos sentido del humor.- susurró, pero lo pude escuchar perfectamente. Había muy pocas cosas que no pudiera escuchar perfectamente.
- Y tú sigues creyéndote que me das algún miedo.- hablé todo lo claro que pude.
Sentí con algo de alivio cómo me soltaba el pelo. Pero el alivio duró poco, porque esa vez sus uñas se clavaban en mi cuello mientras su mano cortaba repentinamente mi respiración.
Intenté no moverme mientras notaba cómo me miraba a los ojos, esos ojos que me decían cuánto estaba disfrutando lo que estaba haciendo, y eso me espantaba e inquietaba a partes iguales. Pero otra vez, me negaba a que lo viera.
- Escúchame bien, niño.- dijo despectivamente, todavía con esa mirada de satisfacción brillando en su mirada.- Tú y yo vamos a pasar mucho tiempo juntos, y estoy segura que nos divertiremos mucho, pero hay una serie de normas que vas a tener que seguir.
Empezaba a notar como mis pulmones pedían aire a la vez que se formaba una presión en mi pecho que solo aumentaba a cada segundo.
- Primera norma…
- Nat, no deberías…- interrumpió Belova, para verse ella misma interrumpida al instante.
- Cállate, Yelena, esto no va contigo.- siguió la pelirroja.
Y en todo ese intervalo no desvió ni por un segundo su mirada de la mía.
- Primera norma,-retomó.- no me toques los ovarios, o te juro que tu amigo se arrepentirá, ¿ha quedado claro?
Lo había preguntado suavemente, como si fuera una profesora que acababa de terminar una lección y quería estar segura de que sus alumnos lo habían comprendido todo.
Y esperaba una respuesta. Una que mi orgullo se negaba a darle. Porque si le entregaba mi orgullo, ya no me quedaría nada.
- Te he hecho una pregunta.- insistió pacientemente.
Y yo me quedaba sin aire. Un leve pitido comenzó a escucharse en mi oído derecho y unas motas negras como si de moscas se trataran entraron en mi visión.
Pude distinguir cómo los labios de Romanoff se movían diciéndome algo, y como Belova se acercaba, hablándole a la otra espía de algo que no entendía, porque el pitido cada vez era más alto.
Mi mente se empezaba a nublar, las moscas negras se convertían en grandes manchas… Y de repente el aire volvió.
Fue una sensación tan buena que dolió. Cada microgramo/metro cúbico de aire que llenaba lentamente mis pulmones entre tos y tos dolía tanto como aliviaba. Así que seguí cogiendo aire y más aire hasta que mis vías respiratorias estuvieron contentas y llenas, y hasta que el pitido que había invadido mi oído se atenuó lo suficiente como para volver a escuchar.
- ...eras, te encargas tú.- distinguí otra vez la voz de Natasha Romanoff calmada, como si no acabara de casi dejarme inconsciente.- Pero como no lo consigas te parto todos y cada uno de los huesos de tu cuerpo.
Y unos pasos se escucharon alejarse. Y una puerta cerrarse. Solo el silencio siguió a ese ruido, el cual aproveché para disfrutar de algo tan simple como era respirar.
- Disculpa sus modales.- un ligero acento ruso llamó mi atención después de por lo menos quince minutos. O puede que fueran cinco. El tiempo seguía pasando más lento en ese lugar.
- No quiero hablar contigo.- conseguí pronunciar. Mi voz salió ronca y notaba mi cuello palpitar doloroso. Seguramente tendría un buen recuerdo del episodio por unos cuantos días.
Necesitaba agua, pero no quería pedírsela a ella. Solo miré al frente sin llegar a visualizar la figura de Belova, ya que sabía que se había puesto tras de mí.
- Me lo imagino.- dijo tranquilamente, como si volviéramos a estar en la sede. Como si no hubiera jugado conmigo.- Pero soy yo o Natasha, y parece que con ella no terminas de encajar.
- La prefiero a ella.- afirmé sin ninguna duda.
No mentía. Por lo menos a la Viuda Negra pelirroja no le había abierto las puertas de mi casa y me había traicionado de esa forma. Un traidor era una de las peores escorias que había, decía siempre mi tío.
- Pues lamento decirte que solo estoy yo.- volvió a decir con esa neutralidad que tanta rabia me causó cuando llegó a la sede por primera vez, y que seguía causándome rabia en ese momento.
- ¿Por qué, Yelena?- pregunté al final. No quería haberlo hecho, porque aunque estaba seguro de que ella ya lo supiera, no quería demostrarle que me había jodido más que me hubiera vendido a esa gente que el intento de ahogo de Natasha malvada.
- Ya te lo…
- No me vengas con esa otra vez.- dije girándome todo lo que mi cuello me permitió para mirarla obviando el pinchazo de dolor que noté. Conseguí que empezara a moverse hasta quedar en frente mío.- Sé clara por una vez, Yelena.
Me miró unos instantes, haciéndome sentir analizado. No había forma de saber lo que podía estar pensando, pero quería creer que si le diera exactamente igual todo no tendría problemas en demostrarlo, al igual que sus dos compañeras. Puede que esas ansias por parecer que no sentía nada era para esconder que aunque fuera un poco sí se sentía mal por lo que me había hecho.
Pero no habló. No habló y yo solo podía mirarla intentando saber qué me quería decir, o mejor dicho, qué era lo que ya me había dicho.
Reflexioné unos momentos en mi cabeza, pero nada. El poco tiempo que ella estuvo en la sede no habíamos tenido demasiadas conversaciones, solo algunas mundanas, o algún comentario cuando nos cruzábamos, o la del día que cogimos a Natasha (o que creímos haberlo hecho), y en ninguna…
Pero entonces lo recordé.
- Es por Natasha.- dije con la voz algo menos ronca.- Me dijiste que estabas enamor…
- Y ahora te digo que sé lo que tu amigo significa para ti.- me cortó rápido dando un giro de tema de 360º.- Así que deberías empezar a pensar en colaborar. No van a aguantarte muchos más días, terminarán matándote después de haberse deshecho de tu amigo delante tuyo.
- No voy a…
- Y olvídate de tu equipo, porque es imposible que encuentren este lugar. O por lo menos que lo encuentren antes de que os maten.- aseguró sin nada de crueldad, como si solo estuviera comentando un hecho certero. Y eso me dio miedo.
Pero no iba a desanimarme. No podía, tenía que pensar con la cabeza, darme cuenta de que Los Vengadores tenían a mano la mayor y mejor tecnología del maldito planeta. Podían hacerlo, cosas más imposibles habían logrado.
Ese hilo de pensamiento me llevó directamente a Steve. ¿Cómo estaría él? Era una pregunta estúpida, porque sabía cómo se ponía cuando estaba sano y salvo en el complejo solo con una pequeña sombra de posible peligro cerniéndose sobre nosotros. Si era así en esos momentos, no quería imaginar cómo se encontraría estando yo desaparecido, y sin ni siquiera saber el por qué.
Estaba seguro de que el Sr. Stark intentaría pensar con la cabeza fría y aplacar cualquier ansia que tuviera por hacer alguna estupidez precipitada. Solo esperaba que Steve fuera igual.
- Mira, Yelena,- intenté empezar otra vez. Era la única carta que me quedaba según mi cabeza en ese momento.- sé lo que se escuchaba en la cinta, y sé lo que dijo Tony ese día, pero tú has convivido con nosotros, ¿en serio piensas que sería capaz de hacer lo que solo Tony Stark ha conseguido hasta el momento?
- Ese Tony Stark del que hablas cree que sí.- contestó dubitar.- Y me fío de él y de su ego.
La miré desesperado, en mi mente se acababan las salidas, pero no podía permitir que eso sucediera. Era lo mínimo que le debía a Ned.
- ¿Y qué pasaría si lo consiguiera?- reflexioné pensando a toda velocidad, sin estar seguro de cómo continuar la conversación. No era raro, mi cerebro todavía no había recuperado el oxígeno que la lunática pelirroja le había robado.- ¿Anabella Pierce se hace con el poder y Natasha y tú seréis felices para siempre?
- Eso no es de tu incumbencia.- respondió después de que viera lo que me pareció ser una pequeña chispa en sus ojos. No sabía si para bien o para mal, pero era más de lo que hasta ahora había logrado.- Tú solo eres un puente a un objetivo.
- Puede que sí.- dije sin desanimarme.- Pero tanto tú como yo sabemos que solo estás persiguiendo la sombra de un recuerdo. Esa mujer no es la Natasha Romanoff de la que estás enamorada. Porque esa Natasha está muerta.
Me miró fijamente, intentando ocultar lo que esta vez estaba seguro que había visto. Dolor, cansancio, duda.
- Ella es lo más parecido que conozco a la lealtad.- respondió.- Y no hay nada que vaya a cambiar eso.
- ¿Una mujer que amenaza con romperte los huesos? Pues déjame decirte que eso es lo contrario al amor.
- ¿Y qué entiendes tú del amor?- preguntó desviando la mirada hacia la pared.- Tu primera relación de verdad apenas empezó hace unos meses y ya está más hundida que la mayoría.
- Hemos tenido nuestras diferencias, y no ha sido fácil, pero no está hundida.- contesté muy seguro.- Sé que no llevamos mucho tiempo pero… todavía cuando le veo noto esos abejones en el estómago que notaba mucho antes de estar juntos, todavía sigo esperando a que llegue ese momento del día en el que estamos solos y me mira como si fuera lo más preciado que tuviera. Porque ahí es cuando estoy seguro que él está tan enamorado de mí como lo estoy yo de él. Eso es el amor.
Hice una pausa para mirarla y descansar mi todavía torturada garganta. Se había detenido en frente de la pared de la derecha y la observaba atentamente, como si eso fuera más interesante que escucharme. Pero no me engañaba. Ya no podía.
- Y eso es algo que aquí nunca tendrás. Y lo sabes.- terminé.
¿Que qué pretendía conseguir con eso? No estaba seguro, pero algo. Una palabra. Un gesto. Incluso un golpe.
Pero Yelena se giró sin mirarme y se dispuso a salir sin dar más explicaciones, sin una sola palabra más.
No podía dejar que se fuera, tenía que intentarlo, tenía que sacar tiempo de alguna forma, porque si era verdad que este lugar estaba tan bien escondido significaba que mi cuenta atrás estaba más cerca de lo que me había imaginado. Y la de Ned más.
- Lo haré.- grité notando el dolor volver a atravesarme el cuello.- Haré los dispositivos.
