N/A: Hola a todos. Se que aún hay personitas que siguen esta historia. Gracias por sus comentarios y espero disfruten.
Capítulo XXXIV: Anunciada
-La matarán y lo sabes.
Caminando a paso lento debido al peso de Zuko, Katara contuvo las ganas de mirar por encima del hombro a Azula como si eso le ayudara a entender mejor sus palabras.
Sintió el cuerpo del príncipe tensarse a su lado y esperó lo peor con los ojos cerrados.
-Sólo ignórala -Escuchó que el príncipe mascullaba tenso como mil demonios.
Katara agradeció que no reaccionara a las provocaciones de su hermana, pero no paró de lanzarle miradas de soslayo cada vez que podía, realmente curiosa por saber qué cosas pasaban por su cabeza.
Apenas llegaron al interior del palacio real, los ancianos consejeros que habían observado a distancia su victoria informaron con apremio al muchacho que la coronación debía ser llevada a cabo lo antes posible por el bien de la Nación.
Zuko dejó en claro, no obstante, que lo haría sólo cuando todo lo demás hubiera pasado. Aún faltaban noticias sobre el avatar y su tío.
Cuando lo escuchó hablar así de Aang, Katara se sorprendió por el tono autoritario y levemente impersonal que había teñido su voz.
Caminaron por todo el iluminado y amplio vestíbulo y Katara tuvo que cerrar la boca al ver la hermosa decoración. Muchos de los cuadros pintados a mano grácilmente retrataban a la familia real y disimuló las ganas de escudriñarlos en busca de averiguar a quién se parecía más Zuko.
También le sorprendió la escasez de personal trabajando ahí. Siempre se había imaginado que múltiples sirvientes pasaban su vida atendiendo las diversas necesidades de la realeza. Sólo vio a un par de mozas en el camino que se inclinaron ante el muchacho de inmediato con ojos de vedada curiosidad. Zuko asintió con la cabeza en respuesta pero no se detuvo, indiferente.
Debido a que él se había negado a ocupar la habitación de su padre hasta que esta estuviera limpia y libre de sus posesiones, Katara lo ayudó a llegar a uno de los cuartos de invitados que quedaba en un ala más alejada. Desafortunadamente para ella, no se quedaron a solas en ningún momento, y una vez que terminó de vendarle el torso y obligarlo a descansar, uno de los ancianos que había entrado para corroborar su estado le agradeció la asistencia médica y la condujo hasta la puerta sin darse cuenta ella siquiera.
-Agradecemos su ayuda. Una criada ha sido asignada para cuidar al príncipe Zuko y ya no es necesaria su atención.
Preguntándose qué era lo que le quería decir en realidad, no alcanzó a emitir una palabra pues la voz del muchacho que yacía acostado llegó alta y clara:
-La maestra Katara se quedará en una habitación de invitados esperando al resto del equipo.
Eso había sido una orden. Se dio cuenta de inmediato cuando el anciano movió la cabeza ligeramente:
-Muy bien, entonces. -Pero a Katara le pareció todo lo contrario.- La habitación al final del pasillo a su derecha está lista para ser usada, señorita. Una criada será enviada para allá en unos minutos.
Antes que procediera a cerrarle la puerta en las narices, ella fue consciente de la mirada examinadora del viejo sabio todo el tiempo. Sin saber cómo reaccionar, Katara se dirigió a la puerta caoba que le habían indicado para entrar a una habitación similar a la anterior salvo por la cama que era notoriamente más pequeña, de una plaza. No le importó en lo absoluto.
Como lo esperaba, todo estaba decorado en tonos rojos y anaranjados lo cual era un poco agotador para su vista.
Y para su mente.
Aunque eso debía ser porque había vivido el enfrentamiento más mortal en toda su vida, y había experimentado demasiados emociones para un sólo día. Era un milagro que no hubiera roto en llanto apenas entró al cuarto.
Su soledad fue interrumpida prontamente por una sirvienta que tras golpear entró en la estancia para ofrecerle su asistencia. Se desembarazó de ella con delicada firmeza pues le parecía ridículo tanta ayuda cuando podía hacer todo sola, como por ejemplo bañarse y vestirse.
Cerró la puerta y un suspiro pesado se le escapó.
Había pedido que le informaran de inmediato si recibían noticias de Aang y eso podía ocurrir en cualquier minuto, pero tras dar un vistazo a la ropa limpia que la joven moza había dejado sobre la cama con prolijidad, decidió que darse un baño sería lo mejor.
Su cabeza, sin embargo, no paró de pensar y aunque se maravilló por unos segundos en la lujosa tina y el aroma de aquellos jabones perfumados, no pudo darse una pausa a los pensamientos que picaban el fondo de su cabeza.
Incesantes. Tortuoso.
Con el agua corriendo sobre su cuerpo dejó que la lágrimas cayeran perdiéndose en el torrente de agua tibia, y cuando estas se convirtieron en sollozos no pudo hacer otra cosa más que agazaparse y abrazarse la piernas.
Empezó a rezar con vehemencia por su padre y hermano mientras cerraba los ojos. Al pensar en su madre el dolor en su interior se intensificó. No podía perder a nadie más por esa guerra.
No lo soportaría.
Zuko despertó al día siguiente sobresaltado. Trató de reincorporarse y un agudo dolor le atravesó el pecho y se extendió hasta su abdomen. Llevándose la mano automáticamente a ese sector, el contacto de las vendas alrededor le recordó en avalancha todos los sucesos del día anterior.
La dramática realidad cayó sobre él.
-P-príncipe, no puede levantarse aún... -Empezó a decir una joven chica la cuál él supo de inmediato había estado cuidándolo.
Mirándolo con evidente nerviosismo y sin atreverse a tocarlo al principio, lo empujó con gentileza a la cama.
-¿Qué pasó con el avatar? -La cortó Zuko de sopetón, sintiéndose irritado por no poder moverse a voluntad. Le dolía cada músculo de su cuerpo. Era una sensación nefasta porque no estaba en situación de pasarse el día en la cama mientras muchas cosas en el exterior seguían ocurriendo, y él odiaba no estar al tanto de todas.
La moza lo miró con un temor que elevó unos grados más su irritación, pero respondió una vez que estuvo segura que él no se movería más.
-El avatar Aang derrotó a su padre, príncipe Zuko.
Asintió con la cabeza parpadeando más veces de las que deseaba pensando inmediatamente en todas las implicancias subrepticias de aquel ingrato resumen. De repente alguien golpeó la puerta y uno de los ancianos consejeros entró en sumo silencio.
Al verlo despierto no pareció sorprendió y se acercó hacia él con una comedida sonrisa:
-Qué bueno que ya despertó, príncipe Zuko. -Habló formal- ¿Cómo se siente?
-De maravilla -replicó de malas pulgas-, ¿qué ocurrió con mi padre?
-Su padre se encuentra en la Torre Prisión.
Hubo un breve silencio y luego Zuko asintió con la cabeza de nuevo asimilando más información.
-Ayer nos llegó un halcón mensajero de parte de su honorable tío Iroh -continuó el anciano mientras hacía una breve inclinación de cabeza.- Según su carta, su padre planeaba destruir el Reino Tierra con una flota de aeronaves aprovechando el cometa, sin embargo, el equipo avatar se interpuso en su camino y lanzaron un contraataque.
Ante la mirada de asombro en Zuko el veterano se anticipó a su pregunta y negó con la cabeza:
-No están los detalles de cómo lo hicieron, su alteza. Pero su tío también menciona a una tal Orden del Loto Blanco que ayudó a liberar la ciudad de Ba Sing Se y devolverla al Reino Tierra.
-Quiero leer la carta. -Ordenó mientras se sentaba en la cama con cuidado y disimulando pobremente el dolor que eso le produjo.
-Ve a llamar a la curandera de inmediato, Mei Ling -replicó el hombre dirigiéndose a la jovencita-, ya es tiempo de una revisión al príncipe.
La aludida se puso de pie apresuradamente y tras hacer una reverencia, se marchó de la habitación.
-No es una curandera. -Dijo Zuko cáustico apenas vio que la moza cerraba la puerta.- Es una poderosa maestra agua; la única en su tipo, y te pido por tu bien, que sólo así te refieras a ella en el futuro.
El longevo hombre asintió con la cabeza y añadió con pesar:
-Lo siento mucho, su alteza. Seré más cuidadoso con mis palabras la próxima vez.
Pero a Zuko no le pasó inadvertido cierto cinismo en su respuesta.
-¿Dónde está la carta? -Inquirió con molestia. Esperaba no tener que estar repitiendo cosas así en el futuro o tendría que despedirlo. No le desagradaba por completo la idea de hacerlo tampoco.
El consejero le tendió la carta que había tenido guardada hasta ese momento bajo las rojizas túnicas y esperó pacientemente a su lado a que terminara la lectura.
Zuko reconoció la antes cuidada letra de su tío, ahora más desordenada por la prisa de hacer llegar las noticias pronto. Era una carta con buenas nuevas, salvo por el leve retraso de un día de Aang. Leyó con emoción las palabras de su tío felicitándolo por su nuevo puesto, y le pedía que por favor lo esperara junto a los otros valientes que habían luchado para compartir el importante momento de su coronación.
Completamente de acuerdo confirmó sin dilación al anciano silente a su lado lo que ya había dicho el día anterior; La coronación del nuevo Señor de la Nación del Fuego se llevaría a cabo en cinco días una vez llegaran todos y el avatar. Dio la orden de preparar todas las habitaciones de invitados y un festín al final del día.
Mientras discutía detalles del banquete y si el palacio sería suficiente lugar para alojar a los que quisieran quedarse, entraron Katara y Mei Ling. Tras ella también entraron otros tres ancianos consejeros y si Zuko no hubiera estado preocupado por la muchacha, habría sentido con disgusto que había demasiada gente en el cuarto.
Aliviado dejó salir aire en sus pulmones que no sabía había estado aguantando desde que habían llamado a la maestra agua. Que se hubiera marchado de vuelta a su hogar en el Polo Sur no era una idea irracional.
-Hola, ¿cómo te sientes? -Katara se acercó y se sentó en la cama mirándolo con aprehensión. Colocó ambas manos en su rostro con familiaridad para medir su temperatura.
Si le hubieran preguntado cuándo alcanzó el punto de no retorno, Zuko habría dicho que fue cuando la vio ahí en su cuarto. En realidad comenzó tiempo antes, pero el tenerla sentada a su lado con confianza y cierta voluptuosidad en la cama de una habitación real fue el catalizador.
Si Katara se sentía cohibida por la presencia de las otras personas en el cuarto, nunca lo supo.
-Ahora mejor -dijo mientras cerraba los ojos por un segundo -, ¿y tú? ¿Te han tratado bien? -Miró de soslayo a los antiguos consejeros que observaban con reservado interés.
-Yo estoy bien, no te preocupes por mí. Eres tú el que está convaleciente aún -Le dijo ella en tono reprochador, pero no lo miró a los ojos y eso llamó su atención.
-Déjenos a solas. -Pidió entonces Zuko con sequedad.
Los ancianos se movieron incómodos en su lugar aunque Mei Ling fue la única que se marchó de inmediato cerrando la puerta tras ella con la consuetudinaria reverencia.
-¿No fui lo suficientemente claro?
-Lo sentimos, príncipe Zuko. Pero nos urge conversar ciertos asuntos de la Nación con usted. Pensamos que podríamos empezar mientras la maestra termina de examinarlo.
-V-verá, príncipe Zuko, la ex Señor del Fuego Azula dejó muchas negociaciones sin terminar y hay proveedores que están amenazando con subir los precios... -Agregó el anciano de la derecha haciendo una profunda reverencia hacia el muchacho.
A Katara le dieron ganas de revolear los ojos porque todo le sonaba tan ridículo y pomposo. Zuko captó ese brillo y casi sonrió mientras le hacía un gesto a los consejeros para que empezaran rápido.
-Será para después, supongo -se encogió de hombros pero el movimiento le produjo un aguijonazo de dolor- Ouh...
-Presta atención a tus consejeros y déjame... -se interrumpió y lo miró por un segundo antes de continuar, burlona:- déjeme revisarle, por favor, oh gran príncipe Zuko. -E hizo una semi reverencia muy cómica.
Zuko deseó muchas cosas en ese momento y todas en orden. Tiempo después se daría cuenta que habría sido bueno que hubiera hecho al menos la primera de su lista.
Se miraron unos segundos siendo la última mirada la que más perduró antes de enfrascarse cada uno en su propio asunto.
-Y no te muevas más o volverá a doler. -Agregó en voz más baja Katara en su oído cuando le revisaba la herida que más bien le pertenecía.
Katara abandonó la habitación veinte minutos más tarde con la cabeza revuelta. Era caótico como estaba la situación interna de la Nación del Fuego por culpa de Azula y le era altamente preocupante que Zuko en su actual estado tuviera que resolver complicados cabos sueltos con tanta urgencia. Aunque su coronación aún no se llevaba a cabo, ya le habían dado todas las atribuciones del Señor del Fuego. Aún sin celebración oficial era obvio para todos que Zuko debía ser el siguiente en quedarse a cargo.
Sin embargo ella se mostraba cautelosa. Por él y por el grupo de gente pesada que estaba a su alrededor en todo momento. Zuko debía descansar en paz, y esos Sabios del Fuego no paraban de atosigarlo con problemas y decisiones intrincadas. Era mucho estrés.
Si Zuko hubiese lucido desmejorado quizá se habría atrevido a abrir la boca. Pero era todo lo contrario y estaba deseoso de recuperar el movimiento. Ella además sospechaba hace tiempo que su tolerancia al dolor era altísima.
Si hubiese visto en él algún signo de confusión ante la montaña de nueva información, los nombres y tratados que mencionaban los ancianos cuando pasaban de un tema a otro, Katara habría dicho que era necesario que lo dejaran descansar más. Pero Zuko mostraba una atención a los detalles increíble y tomaba decisiones con la voz controlada después de pedir contexto y motivos de ambas partes.
Katara, por lo tanto no tuvo más remedio que decir al consejo real que el estado del príncipe iba mejorando muy bien y que su herida sanaría aunque dejaría marca, sin mencionar la alta probabilidad de una molestia crónica. Fue clara en que todos debían respetar sus diez horas de sueño para ayudar a sanar a su organismo, de lo contrario podría deteriorarse y enfermar.
Había exagerado un poco, era verdad. Pero como ahí todos parecían hacerlo ella también quería colaborar.
Una vez que su presencia ya no tuvo más justificación, fue guiada hacia la puerta mientras los otros consejeros seguían con las conversaciones sobre una industria de carbón que se excusaba con la pérdida de sus planos el no haber llegado con toda la carga especial días atrás.
Se fue a su cuarto a regañadientes para luego salir de ahí quince minutos después vestida con las prendas que Mei Ling le había llevado en la mañana pese a su anterior negación. Estaba segura que salir a conocer los sitios cercanos alrededor sería menos peligroso si lo hacía vestida como uno más del lugar.
Las sandalias se las calzó al final, dándole el toque final a su nuevo uniforme. No entendía por qué, pero vestirse de esos colores siempre le recordaba a usar un disfraz.
Infiltrarse. Pretender. Lo que fuese, todo era engaño en esa nación.
Después de haberle preguntado a la moza que le habían asignado -lo cual era terriblemente irritante- cómo llegar a un salón de té y tiendas cercanas, se dispuso a salir del palacio sintiéndose muy feliz de dejar ese lugar aunque solo fuera por un par de horas.
Caminó con verdadero interés por las variopintas calles tratando de recordar algunos nombres claves para ahorrarse un regreso complicado e ingrato. Paseó por varias tiendas hasta que llegó a una de las más conocidas avenidas principales que le había recomendado Mei Ling, a media hora de caminata.
Se sintió decepcionada a los segundos de ver a esas personas caminar rápidamente con bolsas en mano. No estaba en lo primero de su lista conocer partes de la ciudad que frecuentaban los más adinerados, pero trató de no ser prejuiciosa y decidió entrar al primer salón de té que le agradó a la vista.
Tras tomar asiento en una solitaria mesa se dedicó a mirar a las innumerables mujeres de todas las edades acompañadas de sirvientas que llevaban compras a sus carruajes, y lamentó sentirse como una extraña ahí. Definitivamente la vida de ellas debía ser mil veces más simple que la suya.
Por fortuna el lugar estaba con poca clientela y Katara pudo regodearse con comodidad en su sorpresiva desolación.
Dio unos sorbos a su agua de hierbas y eso ayudó a que sus nervios se calmasen dentro de los siguientes minutos. No podía evitar ponerse inquieta en lugares así, era la sorpresa. Había pensado que se encontraría a personas de pueblos cercanos, no a familias completas de la alta sociedad haciendo compras de última hora.
De repente un nombre conocido en una conversación ajena llamó su atención. Se giró con disimulo hacia un par de señoras de edad que hacían ingreso al local y se sentaban cerca de otra gran ventana.
- ... dicen que sí, la hicieron perder la cordura. Pobre princesa...
-Oh, es una lástima.
-Por supuesto que lo es. Todos teníamos seguridad que sería una gran líder, tal como su padre.
Hicieron su orden y cuando el mesero se marchó, Katara volvió a inclinarse hacia ellas para continuar escuchándolas. No obstante la siguiente conversación que tomó forma fue una tan superflua que no fue capaz de seguir prestando atención por un minuto seguido.
Se enfocó en su té que ya estaba tibio y lo bebió con la mente perdida ahora en la hermana de Zuko. No había pensado hasta en ese momento en la posibilidad de que hubiera gente a favor de Azula aunque no le parecía para nada irrisorio. Más bien había pecado de ingenua el olvidar al número seguramente generoso de personas de la Nación del Fuego que seguían leales a Ozai y Azula porque se beneficiaban también del abuso sometido a otros.
Pidió una segunda infusión para beberla afuera y caminó hasta el exterior pasando por alto la mirada fija del grupo de mujeres quienes por primera vez caían en cuenta de su presencia.
Una vez sentada en la terraza del salón a Katara le costó mucho más escuchar conversaciones completas pero trató de esforzarse con gracia para distinguir extractos que le pudieran resultar interesante o útiles.
Uno de ellos la hizo sentirse enervada y recordó lo que decían de escuchar a escondidas; nunca era nada bueno.
- ...muchos esperábamos otro resultado, pero el príncipe puede ser tan bueno o mejor con las negociaciones.
-Eso no puedes saberlo aún -replicaba la mujer a su pareja-, sólo encuentro muy desleal de su parte encerrar a su hermana y tomar el poder él.
-Fue un Agni Kai, querida. No hay nada más oficial que...
-Dicen que la maestra del avatar lo ayudó a tomarse el poder.
-Eso no tiene mucha importancia, ¿no crees? Le correspondía ese puesto de todas formas. Y todos ganaremos cuando él forme alianza con los...
-¿Desea algo más, señorita? -La irrupción del mesero la hizo dar un respingo poco elegante.
¿Se podía ser más inoportuno en el mundo?
Lo más dignamente posible se enderezó en su lugar y dejó de doblar el cuello en posición sospechosa:
-La cuenta, por favor. -Pidió con molestia y vio a la pareja ponerse de pie para marcharse entre miradas cómplices de amor.
Resuelta a no lamentarse por lo sucedido decidió preguntar directamente cómo llegar al distrito bajo y tras recibir las instrucciones que esperaba se encaminó hacia allá. Le tomó casi una hora de caminata pero se fue convenciéndose todo el camino que valdría la pena totalmente.
Encontró un lugar con música en vivo que llamó su atención y recordó de inmediato aquella vez con Zuko y esos tambores retumbando a su alrededor mientras platicaban toda una tarde sobre un sinfín de cosas.
Le pareció que eso había ocurrido hace mucho tiempo atrás y mientras recorría la zona aledaña Katara se la pasó ignorando la parte de su cerebro que le decía que nunca más volvería a experimentar eso.
Al menos no con él.
Ella sabía que todo estaba cambiando.
Sentada ahora la banca de una hermosa plaza -algo de verde por fin entre tanto color cálido-, y rodeada de personas tan comunes y silvestres como ella, se dio cuenta que la gran aventura de su vida estaba llegando a su fin, y que si no se marchaba de ahí pronto, en poco tiempo se sentiría perdida.
Extrañaba su lugar natal y extrañaba el tiempo frío. Allí era todo calor, un incesante calor que la perseguía día y noche y si no fuera poco todo en el palacio emulaba al fuego. Lo único que agradecía era la caricia del sol sobre la desnuda piel que la vestimenta permitía durante horas en la mañana.
Se irguió de inmediato cuando otro trozo de conversación se tornó lo suficientemente interesante como para sacarla de su ensimismamiento. Se acercó a comprar un helado para acercarse al artesano que conversaba con un potencial cliente interesado en los preciosos accesorios que vendía:
- ...está en el palacio, dicen. Malherido pero eso no le ha impedido empezar a tomar decisiones como el nuevo Señor del Fuego.
-Esperemos que continúe con la misma mano dura que toda su familia.
-Es un traidor para algunos, ¿sabe? Trajo a la maestra del avatar a vivir con él en el palacio y dicen que ahora el avatar Aang no vendrá a su nombramiento por tal deshonor, si usted sabe a lo que me refiero.
-Ya cállense. -Explotó Katara sin poder contenerse.
Muchas cosas pasaron por su cabeza, pero estaba tan de mal humor que sabía que discutir con ellos sería como hablar con una pared de ladrillos.
Tanto el tipo que estaba inclinado sobre la mesa del vendedor apreciando un par de aretes de cobre como el mismo artesano dejaron de hacer lo que hacían para mirar a la maestra agua con interés, casi animándola a continuar y sumarse al debate pero ella solo se limitó a marcharse de ahí mordiéndose la lengua como último recurso para contenerse.
Caminó un poco más y visitó las pocas tiendas que quedaban con mucho menos ánimo que al principio, sin poderse quitar de la cabeza un segundo el descabellado diálogo. Calculó a la media hora después que ya era apropiado regresar al palacio antes que alguien preguntara por ella.
Mientras esperaba que terminaran de prepararle el batido de fruta y leche que deseaba la acompañara por el largo camino que se le venía por delante, empezó a recorrer con la vista el lugar ávida en encontrar nueva información más positiva al alcance de sus oídos antes de marcharse.
Revoleó los ojos con hastío cuando llegó a su rango auditivo una conversación de una familia pronto a contraer nupcias. Pero que la novia no quería. O el novio.
Ahí estaba la confusión y a Katara simplemente no le importó seguir escuchando.
- ...sólo 3 días. Debemos preparar todo para la celebración. ¿Qué más debemos comprar?
La castaña miró hacia una familia que se hacía lugar en la banca de enfrente. Era una madre rolliza con un chico alto y pecoso de su misma edad quizá, y un pequeño rubio que comía entretenido una manzana acaramelada.
-La hidromiel extra nos sacará de apuros, mamá.
-Esa es para celebrar la coronación del príncipe, querido. Vamos a comprar vino para el abuelo, mejor.
Katara entonces entendió que debía haber algún decreto real que obligara a todas las familias de la nación a celebrar la coronación del nuevo Señor del Fuego. Comprendió también la razón de tanto flujo de personas en todas partes.
-Pero... ¿va a pasar? -preguntó a su madre- ¿llegará a coronarse? -Sonaba tan incrédulo que a Katara de pronto todo le dio mala espina.
-No digas esas cosas -lo reprendió su madre de inmediato con severidad-, debes desearle buena suerte al príncipe y no ser pájaro de mal agüero. Muchos tenemos esperanza en que él cambiará todo pa...
-Se dice que no hay nada seguro hasta la misma coronación. Que la maestra del avatar esté quedándose allá significa que temen que lo asesinen antes.
-¡Silencio, Yang Min! -Su madre le dio un pequeño golpe en el brazo.- Te dije que no andes repitiendo rumores sin fundamento. El príncipe está herido y necesitan la ayuda de la maestra del avatar.
-Si yo fuera ella, me marcharía apenas pudiese, mamá.
-No seas exagerado -Le dijo mientras le lanzaba una mirada de reproche.
Katara no pudo seguir escuchando porque en ese momento el joven levantó la vista y la pilló mirándolos. Ella disimuló observar a la vendedora de flores tras de él, pero agradeció en su fuero interno que le pasaran la malteada de frutas justo en ese momento.
Se alejó caminando con simulada tranquilidad hacia el distrito alto y cuando estuvo lejos del escrutinio de ese muchacho y su madre, pudo soltar el aire en sus pulmones. Eso había estado cerca.
No debía llamar la atención ni comportarse de forma sospechosa. Ser atrapada escuchando conversaciones ajenas era tan descortés en ese lugar como en la tribu del sur. Quizá estaba paranoica, pero más de una vez había tenido la sensación de que la gente la miraba por un segundo más de lo normal. Estaba segura que no lograba mezclarse con la gente del lugar. Sabía que lucía como una extranjera y eso la había preocupado durante todo el camino, pero ahora una nueva inquietud irrumpía en su cabeza desbaratándole los nervios. ¿Por qué tenía que dejar la Nación del Fuego?
Entonces llegaron a ella las palabras de Azula tras escupirle.
La matarán y lo sabes.
Aunque no escuchó ningún sonido sospechoso a sus espaldas, Katara aceleró el paso de todas formas. Cada vez que recordaba la horrible suposición de ese chico, su corazón se aceleraba más.
¿Zuko aún estaba en peligro entonces?
¿Y ella también?
¿Y de quiénes tendría que cuidarse?
Miró al cielo recién oscurecido y la presencia de la luna menguante le infundió confianza. No podrían con ella de noche. No al menos esa noche. Porque no necesitaba una luna llena para que sus poderes aumentaran.
Pero empezó a acelerar el paso hasta llegar a correr al pensar que Zuko no estaba en su mejor estado físico y él no podría contar con otro golpe de suerte.
Pese a su determinación de llegar cuanto antes al palacio, confundió el nombre de dos calles y le tomó al menos un cuarto más de hora en encontrar la peculiar y ostentosa avenida que dejaba a la vista la silueta de los grandes y altos murallones alrededor del palacio.
Agitada y sudada llegó al amplio vestíbulo con una punzada al costado y apoyando las manos en sus rodillas.
Los guardias al haberla visto la habían querido atrapar sin decir una palabra y ella se defendió como un auto reflejo. El látigo de agua estaba afuera de su cantimplora mucho antes que uno de ellos le hubiera puesta el dedo encima. Al segundo después todos la urgieron a ingresar espetando un sin fin de incoherencias sobre el príncipe que no pudo entender por completo.
Se detuvo unos segundos para recuperar el aliento mientras miraba a su alrededor con atención y con el corazón batiendo violentamente su su interior. No era como si estuviese esperando una emboscada en plena entrada, pero no estaría tranquila hasta que viera a Zuko con sus propios ojos. Y la actitud errática de los guardias no había hecho sino que ponerla sobre aviso.
Katara se enderezó y vio con sorpresa cómo una de las sirvientas del lugar se acercaba a ella con pasos rápidos.
-¡Oh, señorita Katara! ¿se encuentra usted bien? -la aludida asintió sin alcanzar a responder:- ¿Dónde ha estado todas estas horas? El príncipe está furioso porque salió sin supervisión. Sígame de inmediato, por favor...
-Espera, ¿qué? -Katara quien había empezado a dejarse llevar por el agarre de la muchacha, se detuvo- ¿Por qué está furioso, Zuko? D-digo, el príncipe Zuko. -Se corrigió con presteza y muy de mala gana.
-Por favor, señorita, vamos. Debo llevarla a él. Fueron sus órdenes. -Respondió más afligida aún pues Katara no parecía en absoluto querer moverse.
-¿Él está bien?
-Sí, ha estado todo el día encerrado en su habitación con la comisión de los sabios. Por favor, maestra, sígame a su cuarto. Estaba tan enojado cuando supo que había salido sola que amenazó con despedir a todos los guardias del palacio.
Katara entonces se apresuró a caminar preguntándose si Zuko sería capaz de eso.
¿De dónde había salido esa vehemencia?.
Y aunque entendía que se preocupara por ella porque estaba en una parte del mundo que jamás había visitado en su vida, todo encajaba de repente y confirmaba el temor que había empezado a escalar por su espalda.
Cuando llegaron a la habitación de Zuko ella pudo escuchar su voz a través de la puerta aunque no pudo distinguir palabra de lo que decía.
Katara entonces dio un paso hacia adelante dispuesta a abrir la puerta para verlo al instante, cuando el cuerpo de Mei Ling se interpuso, mirándola asustada y diciéndole en voz baja:
-¡Señorita, espere, tiene que ser anunciada antes de hablar con el príncipe Zuko!
Katara se detuvo de inmediato con la mano abierta apunto de tocar el pomo.
¿Era en serio?
-Acaba de llegar la maestra Katara, príncipe Zuko. -Dijo ceremoniosa Mei Ling a través de la puerta y Katara se apresuró a bajar el brazo.
Que su nombre fuera anunciado la puso en una perspectiva jamás pensada. Ahora nadie podía acercarse al nuevo Señor del Fuego sin una previa cita.
Zuko dijo algo más pero la voz le llegó amortiguada nuevamente. A los siguientes segundos tuvo que dar varios pasos atrás para dejar salir a los Sabios del Fuego. Todos se inclinaron cuando la vieron, menos el último que se paró al lado de la puerta indicándole con la mano el interior de la estancia:
-Por favor, sea breve. Regresaremos en quince minutos, señorita.
Katara entró a la habitación ignorando al hombre cano y dirigiéndose hacia Zuko quien yacía acostado en el mismo lugar que ella lo había visto la última vez.
El alivio que experimentó la hizo olvidar por un momento lo molesta que ella también se sentía.
Lo abrazó con cuidado sin pararse a pensar en lo arrebatado de su comportamiento hasta que escuchó la voz sorprendida de Zuko.
-¿Estás bien, Katara?
Ella entonces rompió el abrazo de inmediato y trató de recuperar la compostura sintiendo un molesto calor en las mejillas.
-Sí, estoy bien. Yo debería preguntarte eso.
-Paso todo el maldito día encerrado acá. No muevo un dedo sin que alguien esté preguntando si puede moverlo por mí. -Repuso Zuko con desdén.- Ahora dime, ¿por qué te fuiste sola? ¿Y por qué demoraste tanto?
-Porque soy libre de hacerlo, ¿no? Que yo sepa no tengo chaperones, Zuko. -Respondió adusta sintiéndose como si hubiera hecho algo malo.
El príncipe pestañeó un par de veces, y tras pensar bien sus palabras dijo con cuidado:
-Por favor considera salir acompañada la próxima vez. Es peligroso afuera y además puedes perderte.
Katara abrió la boca pero prefirió guardarse el hecho de que ya se había extraviado. No necesitaba reforzarle la idea de que necesitaba ser protegida. Ella no era ninguna damisela en peligro.
-No saldré con esa pobre gente que vive atormentada sirviendo acá en el Palacio -replicó con firmeza-, lo que me recuerda, ¿iba en serio eso de que los ibas a despedir si no me encontraban?
Zuko negó con la cabeza con gesto arrepentido:
-No, sólo lo dije para poner más presión. Pero son guardias y ninguno de ellos sabía tu paradero. Eso habla muy mal de su desempeño, Katara. Y no es mi culpa que estén atormentados, como tú dices. Fue mi hermana y el régimen del terror que impuso acá. -Contestó y sonó más atribulado de lo que ella esperaba.
Lo vio pasarse una mano por la cabeza y despeinarse el cabello en su camino, y la molestia en el pecho de Katara entonces se convirtió en compasión.
-Fui a caminar por los alrededores porque necesitaba salir de aquí. Todo esto es... -Katara paró de hablar, dubitativa. Él la miró y le hizo un gesto para que continuara.- un poco agobiante para mí.
Zuko hizo una mueca parecida a una sonrisa pero sin alegría y la morena inmediatamente se sintió culpable. Él sí tenía razones de sobra para sentirse así con todos los deberes y roles que se le habían venido encima de la noche a la mañana.
-Dos días y ya quieres irte. No te gusta este lugar, ¿verdad?
Incómoda ella se apresuró a responder:
-¡No es que no me guste! -Zuko la miró incrédulo y ella soltó un suspiro-. Está bien. No me gusta. Hace mucho calor siempre, aunque este lugar es lindo no me permiten verlo salvo que esté acompañada de alguien, y... y me aburro estando sola. Quiero que lleguen pronto todos. -Confesó a rajatabla.
-Quisiera saber quién fue esa persona que te prohibió visitar los otros lugares del palacio -Pronunció Zuko con un tono amenazador.
-Oh, por Agni, no me digas que lo vas a despedir también -replicó Katara revoleando los ojos-. El punto es que no conozco a nadie acá y...
-Mei Ling puede acompañarte en los paseos e incluso te guiará a los mejores lugares.
-No quiero que esa muchacha vaya a caminar conmigo por obligación, Zuko. Ya es demasiado con el pavor que te tiene...
-¿Pavor dices? -Él alzó su ceja sana con sorpresa.
Katara asintió con la cabeza mientras se ponía de pie y caminaba por la habitación para deshacerse de la tensión. Había cierta atmósfera en el lugar muy funesta que no lograba entender pero que le daban ganas de salir de ahí cuanto antes.
Zuko rió y ella se detuvo en vilo mirándolo con curiosidad.
-Aquí no matamos a las personas que trabajan para nosotros, Katara. Pero temo que Azula sí lo hacía y Mei Ling debe pensar que soy como ella pese a que ya le expliqué y al resto de los que trabajan para mí, que así no es como yo hago las cosas. Esa "pobre" chica, como tú dices, aún está atemorizada por lo que sea que haya visto hacer a Azula, pero no creas que está obligada a hacer esto. Acompañarte forma parte de sus labores y para eso se le paga.
Pero esas palabras no la apaciguaron. Otras dudas afloraron enseguida.
-Te he escuchado hablar muchas veces de forma fría y amenazante...
-Lo sé, y lamento que hayas sido testigo de eso, pero debes recordar que como futuro Señor del Fuego debo ser firme y autoritario. Siendo blando y pidiendo las cosas por favor no me facilitará las cosas como líder de esta nación. -De pronto hizo una pausa y Katara casi estuvo segura que estaba eligiendo las palabras con meticulosidad.
No obstante él no habló más y ella se vio empujada a decir:
-¿Qué más, Zuko?
Él vaciló antes de continuar:
-Todo la gente está llena de incertidumbre por el futuro... y la verdad no los culpo. Pero temo que haya revueltas y desorden público si no tomo el control de las cosas rápidamente. Es por eso que no he parado de reunirme con el viejo consejo. Mientras antes solucione los problemas que dejó mi hermana, más pronto demostraré que puedo hacerme cargo de todo el resto. No creo exagerar al decir que debo demostrar mi valía como jefe supremo al menos a la mitad de la nación. Aprendí lo mejor y lo peor de mi padre, y estoy al tanto de cuál es la línea que no quiero cruzar para parecerme a él.
Katara tragó saliva al escuchar eso último que había sonado tan amargo.
-Lo sé. -Soltó ella de pronto.
-¿Qué sabes? -Inquirió Zuko alzando los ojos que antes había dejado caer al recordar aciagos recuerdos de su progenitor.
-Que hay gente descontenta con tu futuro nombramiento.
-¿Ah, sí? ¿Y cómo lo sabes?
-Lo... bueno, puede que lo haya escuchado por ahí cuando recorrí algunos distritos.
Zuko asintió con la cabeza con entendimiento, pero Katara no pudo guardar para sí misma las dudas que habían calado en ella tras su larga caminata por nuevos lugares.
-Y escuché también que podrías estar en peligro... bueno, y yo también.
El ojo sano de Zuko mostró un poco de sorpresa, pero no tanto como ella había esperado.
-¿Por eso te quieres ir?
Katara negó con energía:
-¡No! No me da miedo el hecho de que alguien quiera matarme -revoleó los ojos entonces con más soltura-, ya sabes, con tu Hombre Combustión de práctica y Azula como evaluación final, ya está demostrado lo poderosa que soy.
La muchacha alzó la mirada y vio que Zuko elevaba la comisura de sus labios. Prosiguió mientras se acercaba para sentarse en la cama otra vez:
-Extraño mi hogar, y a mi familia. Nada personal con tu amada Nación, no seas tonto. -Y le sonrió mientras le golpeaba ligero en el brazo con diversión. -Salvo, claro, por el calor como ya te dije.
Agradeció que la voz no le temblara y se felicitó por la soltura que estuvo segura simuló muy bien. Lo miró a él expectante, casi deseando escuchar la feroz negativa masculina con confianza.
-Lo entiendo, pero para que puedas regresar debo... -él pausó y el corazón de ella cayó al vacío-, ya sabes, mantenerte viva, Katara. No vuelvas a salir sola, por favor.
Más que sentirse decepcionada, Katara entendió mucho más. De pronto la solemnidad de Zuko al tratarla como si fuera un asunto tan importante como los de su nación la hizo consciente de sus modales muchas veces infantiles.
-Está bien. -La maestra asintió con la cabeza. Guardaría la compostura y no le daría pelea. Ella haría lo que quisiera pero se aseguraría de no meterse en problemas para no meterlo a él en ninguno.
-¿En serio? ¿Así de simple? -Zuko la miró con la incredulidad surcando su rostro.
-Yo sólo quería conocer más salones de té del distrito bajo. Pero si tu crees que encerrarme en esta jaula de oro es lo mejor...
-El palacio es enorme, en un día no terminas de conocer todos sus rincones -Respondió Zuko con más alegría en los ojos.
-Inmensa jaula de oro, entonces -Se corrigió ella dándose cuenta de que sonaba cada vez más infantil.
-¿Y de dónde salió esa repentina curiosidad en los salones de té?
-Me-me gusta el té.
-¿Sabes qué era lo que decía tío Iroh sobre los salones de té? -Le preguntó Zuko mirándola especulativamente.
Katara se encogió de hombros y deseó ponerse de pie. No le gustaba para nada esa mirada inquisitiva. Menos cuando estaba controlando al máximo el torbellino de emociones después de haber tocado el tema de su viaje de regreso.
Zuko leyó su movimiento y la tomó de la muñeca para que volviera a sentarse.
-Mírame.
Ella le hizo caso. Y su corazón comenzó a desbocarse como tanto temía.
-¿Por qué el interés en ir a los salones? -Volvió a preguntarle él con la vista fija en sus ojos.
-Porque sí.
Zuko entonces le miró los labios y ella los entreabrió como respuesta. Inhaló aire y llenó sus pulmones deseosa de que sus pensamientos se volviesen realidad. Una última vez.
El muchacho de ojos ámbar tragó saliva y alzó los ojos:
-Intenta de nuevo.
Y prosiguió a acariciarle el interior de la muñeca con el pulgar de forma circular y suave. Katara sintió su entereza flaquear peligrosamente.
-Porque quiero.
-¿Por qué quieres? -Respondió él exigente, sin dejar de mover sus dedos sobre la muñeca, sintiendo a través de la fina piel el agitado pulso de la maestra de ojos invitantes.
-Está bien, te diré la verdad -Katara jaló su muñeca del agarre masculino con decisión- pero déjame poner un poco de distancia entre nosotros -agregó mientras se ponía de pie molesta y acalorada-. Imagina si los viejos entran y nos ven peligrosamente cerca. Les dará un ataque al ver al príncipe en las garras de la curandera.
La broma sarcástica no tuve efecto en Zuko.
-No me vas a distraer con eso, Katara. Sigo esperando.
-Escuché muchas cosas mientras paseaba por la calles. Opiniones de la gente y rumores también. Creo que puede ser útil visitar esos lugares que están más alejados del palacio... de aquí. Quiero ser de ayuda.
Katara detuvo su hablar al mismo tiempo que detenía sus pasos. Miró a Zuko desde el centro de la habitación y rogó en su fuero interno para que él la comprendiera.
De repente se escuchó un golpeteo en la puerta y se abrió para dejar entrar la cabeza cana de un anciano, pero antes que pronunciara palabra fue interrumpido por Zuko quien dijo en voz alta y fuerte:
-En un minuto.
La puerta se volvió a cerrar en un santiamén y Katara lo miró con las cejas levantadas. Abrió la boca para decir algo pero pareció pensarlo mejor y la cerró.
Vaya que todo lo que él decía se cumplía, ¿no?
-Soy lo suficientemente inteligente para saber que no puedo impedirte visitar los lugares que quieras -comenzó a decir Zuko sonando cansado-. Por lo tanto, yo iré contigo. Mañana espérame en la salida posterior del palacio después de la cena.
Katara parpadeó sin entender. Y cuando lo hizo replicó con firmeza:
-Estás loco. Tú no te moverás de la cama hasta que yo lo diga.
-Suena más prometedor que ir a tomar un té al otro distrito. -Bromeó él y ella no pudo evitar sonrojarse. Zuko la miró apreciativo pero continuó:- No obstante, lo que dices es cierto, Katara. Me será de utilidad volver a pasear entre mi pueblo después de lo que me ha parecido un siglo de exilio.
Katara sintió que la pena de escucharlo hablar así pinchaba la burbuja de calor que estaba en su interior.
-Pero sigues convaleciente y presa fácil de algún ataque, Zuko.
-Es más fácil que me ataquen en la habitación que todo el mundo sabe que ocupo las venticuatro horas al día, ¿no crees?
Ella negó con la cabeza con rotundidad.
-No. No puedes. No debes. -Comenzó a buscar excusas, desesperada- ¿Acaso... acaso no es abandono de tus labores reales?
Pero hasta para ella misma eso sonó ridículo. Agradeció, no obstante, que Zuko no se riera de ella y le respondiera con naturalidad:
-Mi deber es conocer cómo está mi pueblo. Y prefiero ser mi propia fuente de información en lugar de un grupo de viejos sabios.
Katara se llevó una mano a la cintura aún con ánimos de rebelión.
La mirada de Zuko la recorrió de pies a cabeza y se tornó oscura, pero fue en ese mismo momento en que la puerta comenzó a abrirse, por lo que él agregó en un bisbiseo:
-Ponte ropa oscura. Vestida así, aunque preciosa y exótica, no es lo que queremos para mezclarnos.
Katara se marchó de la habitación a regañadientes, dejando a Zuko en compañía de su viejo grupo asesor que entró apresurado para volver manos a la obra a los tediosos asuntos reales.
Cruzó el ancho pasillo hasta llegar a su habitación y una vez encerrada entre los muros que se alzaban indiferentes sobre ella, se dejó caer en la cama con pesadez y más consciente que nunca de aquel importuno nudo en la garganta.
Siempre el resultado había sido el mismo: una vez que Aang terminaba la guerra Zuko se volvía el nuevo Señor del Fuego, y ella retomaba por fin su vida en su tribu al sur del mundo, por lo tanto no debía causarle ni el más mínimo desasosiego. Pero ahí se encontraba ella a punto de desbordar en llanto por una separación que siempre estuvo anunciada.
