Capítulo Treinta y cuatro
Hogsmeade
A Harry y Ron les gustó tanto la idea de pasar el sábado en Hogsmeade que decidieron imitar a Draco y visitar el pequeño pueblo con sus novias. Como ya todos eran mayores de edad, no necesitaban permiso para ir allí y podían visitarlo libremente los fines de semana.
Draco frunció el ceño al ver que Hermione estaba bajando las escaleras del castillo con Harry, Ginny y Ron.
-¿Llevas mucho esperando?- preguntó ella al llegar a su lado.
Él hizo una mueca observando a los demás y se inclinó para hablarle en el oído.
-Se supone que esto era una cita y que íbamos a estar a solas, Hermione-.
Ella se sonrojó violentamente.
-¡Y vamos a estarlo! Ellos solo quieren ir allí también, pero no se quedarán en el mismo sitio que nosotros-.
Draco puso los ojos en blanco y levantó la cabeza, fulminando a Harry con la mirada.
-¿Tan poca imaginación tienes que necesitas copiar mis ideas, Potter?- le dijo, refunfuñando entre dientes.
Marissa también estaba bajando las escaleras, acercándose a Ron.
-Que yo sepa Hogsmeade no es tuyo, Malfoy- contestó Harry, levantando las cejas.
El chico rubio bufó y agarró la mano de Hermione, empezando a caminar.
Las otras dos parejas les siguieron, hablando entre ellas. Draco estuvo muy serio durante todo el camino y no participó en la conversación, pero estuvo muy pendiente de Hermione mientras la observaba charlar con sus amigos.
Cuando llegaron a la entrada del pueblo, él se detuvo.
-Potter, Weasley... hasta nunca- gruñó, tirando de la mano de Hermione.
-¡Draco!- chilló ella en voz baja, molesta.
-Era una broma... quería decir hasta luego- murmuró Draco, volviendo a mirar a los dos chicos.
-Hasta luego, Malfoy. Cuida bien de nuestra amiga- dijo Harry antes de dar media vuelta y seguir su camino con Ginny, Ron y Marissa.
Draco entrecerró los ojos mientras los veía alejarse.
-Tendrás que acostumbrarte a estar cerca de ellos, son mis mejores amigos- murmuró Hermione, acariciando suavemente su brazo.
Él se cerró un poco más la chaqueta y suspiró, aunque ya estaban a finales de marzo seguía haciendo bastante frío y todavía quedaba nieve en el pueblo.
-Lo sé... dame tiempo, pero nunca podré ser su amigo. Eso te lo advierto desde ya- murmuró, volviendo a andar con ella de su mano.
Hermione se rio en voz baja.
-No pretendo que seas su amigo, pero tenéis que llevaros mejor y poder estar en el mismo sitio sin discutir-.
-Eso creo que podré hacerlo- admitió Draco, asintiendo lentamente.
Ella sonrió y le dio un apretón en la mano.
-Tú también tienes que acostumbrarte a estar cerca de mis amigos- añadió el chico, mirándola con una ceja levantada.
Hermione sintió un nudo en el estómago, esa semana había coincidido una vez con Nott, Zabini, Goyle y Draco en un pasillo y el chico la había atrapado entre sus brazos para presentárselos y para que ella les conociera un poco.
Fue un momento muy incómodo, todos ellos la habían insultado bastantes veces en el pasado, incluso ese mismo curso, pero Draco también lo había hecho muchas veces más y ella le había perdonado... así que si lo intentaba podría pasar por alto la antigua actitud de sus amigos.
Ellos también se habían sentido raros al hablar con ella, pero Draco les había dejado muy claro que tenían que empezar a ser amables con Hermione si querían seguir conservando su amistad.
-Va a ser difícil, pero lo haré. Al menos con Pansy creo que será fácil- dijo ella, resoplando.
Draco sonrió de lado.
-Sí, ella ya hace mucho que no te odia. Se dio cuenta de lo que sentía por ti antes que yo, me conoce demasiado bien- murmuró, deteniéndose.
Entraron en Las Tres Escobas y vieron que en una mesa junto a la ventana estaban Harry y Ron con sus novias. Hermione se quedó con la boca abierta cuando vio que Draco se dirigía a la puerta por la que solo podían pasar los adultos.
-Vamos, recuerda que estamos repitiendo curso y somos mayores de edad- le dijo Draco con una sonrisa traviesa.
Ella correspondió a su sonrisa y entró, nunca había estado en esa parte del local.
-En realidad yo no estoy repitiendo, nunca llegué a empezar el séptimo curso. Harry, Ron y yo pasamos todo el año buscando horrocruxes- murmuró Hermione en voz baja.
-Lo sé-.
Sonaba música ambiental y casi todas las mesas estaban ocupadas por magos y brujas mucho más mayores que ellos.
-Aún hueles a lavanda- comentó Draco, mirándola de reojo.
-Tú también- respondió ella, ruborizándose.
Algunos se quedaron mirándolos al verlos de la mano, otros fueron más educados y desviaron la mirada tras un pequeño escrutinio.
-Somos demasiado conocidos- dijo él entre dientes, dedicándole una mirada envenenada a un hombre que no les había quitado la vista de encima desde que entraron.
Decidió ignorar a los mirones y caminó hasta una de las dos mesas que quedaban libres, sentándose con Hermione.
-¿Qué diferencia hay entre esta parte y la de fuera?- preguntó Hermione con curiosidad, observando a su alrededor.
-Aquí hay más tranquilidad, solo sirven bebidas con alcohol y además tienen comida muy buena- le explicó Draco.
La camarera agitó la varita en su dirección y un mantel cubrió la mesa, dejando dos cartas con el menú sobre él.
-¿Has probado el vino de elfo?- preguntó Draco, mirándola de reojo.
Hermione arrugó la nariz.
-No pongas esa cara, lo hacen elfos libres y se ganan la vida así-.
Ella cambió el gesto por una sonrisa y negó con la cabeza.
-Pues hoy lo vas a probar. Vamos, elige lo que quieres comer- añadió Draco.
-¿Has venido muchas veces?-.
-Este curso Nott, Zabini y yo hemos estado varias veces por aquí. A Pansy y Goyle les gusta menos, pero a veces se unen- comentó él mientras leía la carta.
Hermione se concentró en el menú, intentando imaginarse a Draco en aquel lugar con sus amigos mientras reían y bebían.
La camarera se acercó y, tras anotar sus pedidos, hizo desaparecer las cartas. Les llevó una botella de vino y dos copas, volviendo a colocarse tras la barra después. Draco abrió la botella y sirvió un poco en la copa de Hermione.
-Pruébalo-.
Ella dio un sorbo y se relamió los labios.
-Está buenísimo- admitió, sonriendo.
-Sabía que iba a gustarte- dijo Draco, llenando las dos copas hasta arriba.
-¿Nos vamos a beber toda la botella?- preguntó ella, algo asustada.
-Ya veremos si nos apetece. Al comer no se te subirá tanto a la cabeza, tranquila-.
Draco bebió un poco y le guiñó un ojo.
-Sí que quieres emborracharme- dijo Hermione en voz baja, levantando una ceja.
-Solo un poco, seguro que es muy divertido de ver-.
-Pues no lo sé, es la primera vez que bebo-.
Draco resopló con fastidio y se llevó una mano a la frente.
-Eres demasiado buena chica, Hermione... tienes que aprender a hacer locuras-.
Ella frunció el ceño.
-Perdona pero cada año he roto decenas de normas de Hogwarts, de buena tengo poco-.
Draco empezó a reírse y acercó más su silla a la de ella, dejando una mano sobre su muslo.
-Tienes razón, si fueras una buena chica no habrías terminado enredada conmigo- susurró cerca de su oído.
-Exacto- dijo ella, intentando contener el escalofrío que le habían provocado sus palabras.
Draco sonrió mientras volvía a beber de su copa.
-Creo que deberíamos colarnos en ese baño todos los fines de semana-.
Hermione le miró y vio que sus ojos grises estaban fijos en ella.
-A veces pienso que quieres que nos expulsen- respondió en voz baja, sonriendo.
-Los prefectos no van por la noche-.
-Porque están por los pasillos vigilando-.
Él alzó una ceja y una de las comisuras de sus labios se torció hacia arriba.
-Que tu amigo Potter te preste su capa, así no tendrás problemas. Yo sé esconderme bien, nunca me han visto- murmuró, mordiendo su labio inferior.
Ella pestañeó varias veces, sorprendida.
-¿Sabes lo de la capa de Harry?-.
-Veo que no te ha contado la vez que le descubrí espiándome en el tren- contestó Draco, riéndose.
-Es verdad... le rompiste la nariz-.
Él asintió, todavía riendo, y bebió un poco más.
-No dejes que me emborrache- pidió Hermione, agarrando la mano que tenía en su pierna.
Él se acercó más y la besó en la frente.
-Relájate, solo beberemos una copa para ver cómo te sienta... ¿te parece bien?-.
Ella asintió, sonriendo.
La manga del jersey de Draco se había levantado un poco, dejando ver una parte de su marca tenebrosa. Hermione se dio cuenta y subió los dedos hasta esa zona, dejando una caricia.
Draco apartó el brazo y frunció el ceño.
-La odio- murmuró entre dientes.
-No la odies, son nuestras marcas de guerra- dijo ella, levantándose la sudadera hasta que se vio su cicatriz donde ponía "sangre sucia".
Juntó su brazo con el del chico y entrelazó sus manos, sonriendo. Draco también sonrió y la besó un segundo en los labios.
-¿Lo notaré pronto?- preguntó ella, sujetando la copa con su otra mano.
-Por ahora solo has tomado un sorbo, a ese ritmo no vas a notar nada nunca- murmuró Draco entre risas.
Hermione le dio un codazo y los dos se apartaron de la mesa cuando la camarera levitó la comida hacia ellos. Draco probó su plato y luego miró de reojo el de Hermione, atacándolo con su tenedor.
-¡Oye!- se quejó ella al ver que le había robado varias patatas fritas.
El chico se las comió sin dejar de reír y Hermione se unió a su risa.
-¿Y yo... puedo probar lo tuyo?- preguntó, mirando el plato de Draco.
-Ataca sin miedo- dijo él, sonriendo de lado.
Los dos se terminaron la comida compartiendo risas y anécdotas de cuando eran más pequeños y se llevaban mal. Al final, la botella terminó más vacía que llena cuando salieron de allí.
Hermione tenía las mejillas ardiendo y no podía dejar de sonreír, mientras que Draco cada vez la sujetaba más fuerte de la cintura y estaba empezando a susurrarle en el oído todo lo que le iba a hacer esa noche, cuando durmieran juntos.
Entraron en Zonko y, tras comprar un par de objetos para gastar bromas, se dirigieron a la tienda que George había abierto en septiembre en Hogsmeade, una sucursal de Sortilegios Weasley. Hermione se detuvo en la vitrina donde tenían todas las pociones de amor y se mordió el labio, mirando a Draco.
-Si quieres otro frasco que huela a mí... te regalo una- le dijo en voz baja, señalándolas.
Draco negó con la cabeza y sonrió.
-Ya no lo necesito, ahora te tengo a ti-.
Ella respondió a su sonrisa y se lanzó a sus brazos, besándolo. Se escucharon varias risitas en la tienda y Hermione se alejó de él, muy avergonzada.
-No debería haberlo hecho- murmuró, bajando la mirada.
Draco la sujetó por los hombros y salieron juntos a la calle.
-Puedes besarme siempre que quieras, Hermione. Que no te dé vergüenza, bastante nos hemos escondido ya este curso... ¿no crees?-.
-Tienes razón- murmuró ella, agarrándose al brazo con el que Draco le rodeaba el cuello.
El sol ya se había puesto, volvieron juntos en dirección al castillo. Cuando llegaron al pasillo que llegaba hasta el gran comedor, escucharon el murmullo de todos los estudiantes cenando dentro.
-¿Tienes hambre?- preguntó él, mirándola de reojo.
-No, hemos comido mucho al mediodía y aún estoy llena- contestó Hermione, tocándose la barriga.
-Mucho mejor, podremos perdernos sin que nadie nos descubra-.
Sin decir nada más, Draco tiró de ella hacia una de las torres. Subieron por la escalinata de piedra hasta el último piso, donde Hermione no había estado nunca.
-Draco... ¿esta no es la torre donde no dejan entrar?- preguntó ella, frunciendo el ceño.
Él levantó las dos cejas y no respondió, sonriendo de forma malvada.
-Alohomora-.
La puerta dio un chasquido y se abrió, Draco empujó a Hermione y los dos entraron.
-Nos vamos a meter en un lío- protestó ella en voz baja.
-No es para tanto, aquí no hay nada peligroso y nadie se va a enterar-.
Él encendió unas velas agitando su varita y Hermione vio que estaban en la parte más alta de la torre. Las ventanas estaban tapiadas, recordó que más de una vez había estado con Draco sentada en la baranda de piedra de aquellos balcones.
-¿Qué guardan aquí para que no dejen entrar a los alumnos?- preguntó, confundida.
Draco la hizo girar y ella se quedó sin respiración al ver el Espejo de Oesed.
Nos vamos acercando al final, queda otro capítulo más y el epílogo así que en 12 días se acabó :(
Me encantan estos dos, ya estoy empezando a escribir otro Dramione bastante más oscuro y sangriento jaja este es demasiado tierno :P
