Hinata.

Me entregó mi falda y camiseta, una pequeña sonrisa en sus labios mientras me observaba vestirme. Me tomé mi tiempo, gustándome su mirada caliente en mí, mientras me lo ponía, mis piernas y brazos flojos por el sexo loco.

—Orgasmo a un lado, estoy muy enojada contigo en este momento.

Me lanzó una mirada con una ceja arqueada, mientras ajustaba sus pantalones cortos.

—¿Tengo que preguntar?

—Esa pelea —espeté, molestándome de nuevo por su actitud—. Estás tomando un riesgo enorme por el dinero, lo entiendo, pero si te pillan puedes ir a la cárcel. Puede ser difícil manejar un negocio detrás de una celda, Naruto.

—Eres preciosa cuando te molestas por algo, ¿sabes?

Me crucé de brazos. ¿Por qué era tan difícil estar enojada con él? Pasó su mirada sobre mí y se frotó la mandíbula, tenía esa intensa mirada en su cara como si fuera a devorarme. De nuevo.

Él sonrió.

—Casi logré que me patearan el culo, y ni siquiera me importa un comino porque vamos a regresar a mi casa para la siguiente ronda. Te quiero desnuda y en mi cama, y voy a hacerte el amor hasta que ya no estés enojada conmigo. —Extendió una mano hinchada y tentativamente tocó mi cara.

Bueno. No podía decir que no a eso.

Dejamos a Menma en la casa Tau y luego nos fuimos al apartamento de Naruto. De inmediato se dirigió al cuarto de baño para limpiarse la sangre y lavar los cortes. Menma y yo habíamos tratado de conseguir que pasara por un hospital, pero él se negó, diciendo que las había tenido peores, y a largo plazo, significaba que harían menos preguntas.

Hablando de preguntas, a pesar de que habíamos tenido sexo de reconciliación en el callejón, todavía no sabía en dónde estaban las cosas entre nosotros.

Había estado hurgando a través de su nevera cuando le oí gritar desde el baño. Abrí la puerta y encontré a Naruto poniendo una botella de antiséptico sobre sus manos. Moretones que no había visto antes en el callejón, feas manchas púrpuras se esparcían por sus costillas y espalda.

La ira me llenó. Maldita sea, quería matar a Yeti. A Naruto ni siquiera le pagarían por esta pelea. Mis manos revolotearon a su alrededor.

—No puedes hacer esto de nuevo. Por favor, dime que no lo harás.

—Vamos a meternos en esa ducha juntos e involucrará muy poca conversación.

Oh, él era frustrante. Puse mis manos en mis caderas.

—No.

Él no dijo nada mientras doblaba su gasa y la ponía de nuevo en el armario, su rostro con una máscara. De espaldas a mí, bajó sus pantalones cortos, su espalda ondulándose con sus músculos duros cuando se inclinó para encender la ducha. El agua caía fuertemente, tocando la cerámica.

—¿Qué? ¿Solo vas a ignorarme ahora? —Resoplé, parte de mí deseando su cuerpo, la otra parte queriendo cubrirlo con mis lamentables habilidades de enfermería.

—Si vamos a hacer esto… —Mi voz se apagó cuando se inclinó para conseguir una toalla, su antebrazo rozando la piel de mi hombro. Siseé. Dios, era hermoso.

—Y sé que estás tratando de distraerme, así que solo deja de ser todo sexy y escúchame...

Dio un paso en la ducha y cerró la puerta de cristal, cortándome efectivamente.

Bufé y caminé, reflexionando.

¿Por qué era tan terco?

Me detuve. No era de extrañar que estuviéramos enamorados; éramos iguales, ninguno de los dos dispuesto a ceder.

Me detuve en seco. Mi corazón golpeó. ¿Amor? ¿Había pensado en amor?

Me di cuenta de mil cosas a la vez, como si hubieran estado allí todo el tiempo, solo esperando a que yo las viera. Por supuesto que era amor.

Amar a Naruto era como las tormentas de lluvia en las que me encantaba bailar. Loco e impredecible, a veces turbulento, a veces suave. No sabía si iba a ser alcanzada por un rayo, pero una cosa era segura, lo quería de todos modos. Con peleas y todo. De alguna manera lograríamos que funcionara. Si él podía aceptar mi pasado y amarme de todos modos, entonces, seguro como el infierno que podía manejar lo que el futuro nos lanzara.

Había perdido tanto tiempo con mis citas de una sola noche y normas sobre la vida. Nunca había tratado de demostrarme que podía ser normal y tener sexo, y no dejar que Toneri ganara. Durante dos años, me había estado castigando a mí misma. Me había envuelto en mi dolor y tratado de acabar con todo. ¿Por qué había dejado que un simple chico me destruyera?

Había estado asustada durante demasiado maldito tiempo, negándome a mí misma el placer de enamorarme, de esa sensación que tienes cuando las mariposas bailan locamente en tu estómago. Yo había estado apartándolas, tragándolas enteras.

Ya no.

Me saqué la blusa y luego la falda, mis manos quitando mi sujetador y bragas. Mi cuerpo ya palpitaba con excitación, pero más que eso, necesitábamos hablar.

Abrí la puerta de cristal.

—No me excluyas. Tengo algo que decirte…

Me detuve y tragué. Estaba mojado, su cabello cayendo mientras el agua se deslizaba perezosamente por su garganta hasta su pecho, más allá de la V en sus caderas y directo a su longitud dura-como-el-acero.

Entré y cerré la puerta. Sentí algo grande, más grande que el tamaño de su apéndice.

—¿Estás lista para arriesgar tu corazón, Hinata? —dijo en voz baja, mirándome.

—¿Qu-qué?

Él me dio una mirada enlazada con calor.

—En este momento, en esta ducha, vas a decirme exactamente lo que sientes por mí.

Me estremecí ante la autoridad en su voz.

¿Eso es un ultimátum?

Acarició su dura longitud, sus ojos en mi cara.

—¿Quieres esto?

Sí.

Pero primero…

—Esto va a sonar muy raro, pero… —Tragué, tratando de ser valiente. Quiero decir, pensaba que él estaba enamorado de mí pero, ¿lo estaba? Tomé una respiración fuerte y reuní mi valor. Sé valiente—. Yo… tengo una montaña que escalar en la vida, y quiero que estés a mi lado. Quiero que la subas conmigo, detrás de mí para darme un empujón o junto a mí cuando tenga que tomar tu mano. Y cuando haya una jungla, quiero que pelees conmigo. Tendremos martillos, y va a ser difícil algunos días cuando trate de averiguar quién soy y lo que necesito, pero contigo a mi lado, estaremos bien. Quiero que me cargues cuando esté cansada, y yo te llevaré cuando estés cansado. Quiero que frotes mis dedos cuando haya tenido un día difícil haciendo cosas bonitas, y yo voy a frotar tus músculos cuando estén lastimados. Quiero ser la manta que te cubra cuando tengas frío. O viceversa. Quiero todo eso, toda la sangre, sudor y lágrimas, no importa qué sueño decidas seguir. Estoy aquí. Para siempre. Te amo.

—Chica Unicornio, Dios, yo también te amo. —Lágrimas empañaron sus ojos y parpadeó alejándolas cuando le di una buena mirada. Él no era el tipo de persona que lloraba. Me levantó en sus brazos y me besó profundamente, su boca suave y tierna.

Después de un rato, nos apartamos.

—Y lamento ignorarte los últimos días y no ver lo que estaba justo frente de mí. Estaba asustada.

Besó mi nariz.

—Sabía que me amabas… o esperaba que lo hicieras. No pudiste soportarlo cuando me viste en el Cadillac con Shion. Diablos, no podías soportarlo cuando deliberadamente coqueteé con ella en clase solo para molestarte. Pero me rechazaste, y mierda, se sentía como si me hubieras apuñalado en el estómago. Nunca quiero tener esa sensación de nuevo. No quiero estar sin ti a mi lado. Y odio traer a colación a Sakura, pero tienes que saber que nunca la amé, no realmente. No como esta necesidad que tengo por ti, hundirme en ti y nunca salir por aire.

Mi corazón se llenó de emoción, y luché contra mis propias lágrimas.

Él suspiró, su rostro suavizándose.

—En el momento en que la libélula aterrizó sobre ti, supe que ibas a sacudir mi mundo. Era mi madre, diciéndome que te viera.

Pasé mis dedos a través del tatuaje en su cuello. Este hermoso británico era mío.

—Nada importa sin ti. Mi pasado, mis reglas. Todo parece tan poco importante ahora.

Él me levantó y me besó mientras me reía contra sus labios.

—Esta ducha es de algún modo un poco pequeña. Vamos a salir y meternos en la cama.

Sus dedos resbaladizos se deslizaron hasta ahuecar uno de mis pechos, su toque dando vueltas más y más cerca de mi pezón.

—Siempre apresurada —bromeó, sus dedos finalmente haciendo contacto con mi pezón. Siseé, el sonido reflejando parte tortura, parte placer.

Envolví mis brazos alrededor de su cuello y me incliné hacia atrás, dándole más espacio para jugar, más piel para ver. Él deslizó sus manos hasta mi cintura y jugueteó con mi ombligo.

—Nunca tendré suficiente de ti. Pienso en eso constantemente —dijo, bajando su mano más para agarrarme—. Cuando peleaba, cuando entrenaba, cuando comía, cuando estaba en clase. Todo lo que quería era a ti debajo de mí y susurrando lo mucho que no puedes vivir sin mí.

Deslizó un dedo dentro de mí.

—Esto. Tú. Yo. Lo quiero para siempre.

No le di un respiro tampoco. Sabía lo que lo hacía sudar, mis manos descendiendo sobre su pecho, moviendo sus pezones con mis uñas, haciéndolo gemir.

Gemí cuando su dedo se empujó profundamente en mi centro, deslizándose contra la humedad. Me tocó delicadamente y luego más duro, sus dedos eran como magia.

—Naruto —murmuré, probando cómo sonaba su nombre cuando sabía que me amaba y lo amaba.

—Hinata —dijo en respuesta.

La pasión me golpeó como un tsunami.

Hormigueos se formaron en mi columna vertebral, el calor construyéndose mientras me relajaba contra la pared de la ducha mientras sus manos me trabajaban. Jugando. Acariciando. Su toque consumió cada célula de mi cuerpo, el camino a poseerlo y ser poseída por él.

—Voy a venirme pronto —jadeé.

Él gimió y me dio la vuelta hasta que estuve enfrentando la pared. Sus labios se posaron en mi cuello y chupó duro. Grité, y él chupó aún más duro. Haciéndome retorcerme de necesidad. Di un grito ahogado.

—¿Qué estás haciendo?

—Haciéndote mía y dejando que todo el maldito mundo lo sepa.

Me movió de nuevo, esta vez enfrentando la ducha. Con una suave presión de sus manos, me inclinó.

—Pon tus manos en la pared y sostente —dijo suavemente.

Pasó sus manos por mi espalda, y lo sentí agarrarse mientras se deslizaba en mí, suavemente al principio, pero luego más fuerte, yendo más profundo, y yo apreté mis músculos, tomando todo de él, sujetándome a él. Su cuerpo se flexionó y empujó, entrando y saliendo como una máquina bien engrasada.

—Te sientes tan bien. Nunca quiero parar esto. —Sus manos se enredaron en mi cabello y tiró.

Su mano acarició uno de mis pechos, tirando del pezón. Incliné mis caderas más hacia arriba para tener más de él, sentir cada pulgada.

Golpeó en mí, su mano curvándose en mis caderas, su toque áspero y luego suave. Me perdí en los sonidos de nuestro sexo. Fue profundo, mi mente y cuerpo sintiendo parte del suyo, como si fuéramos uno.

Él tomó mi barbilla y volteó mi cabeza para mirar fijamente mis ojos mientras estrellaba su polla en casa.

—Tenemos toda la noche para hacer esto.

Cerré los ojos en éxtasis.