Capítulo 35
Sakura llegó al establo, empujó la puerta, entró y, cuando esta se cerró, vio a Sasuke frente a ella. Estaba en cuclillas, apoyado en la pared del fondo. Parecía pensativo, y al verla se levantó lentamente. Ella iba descalza y con la camisola empapada pegada al cuerpo. Sasuke, intentando aparentar normalidad, preguntó:
—¿Qué haces aquí?
Ella no respondió. No podía. Solo se miraban. Se tentaban.
La atracción que existía entre ellos crecía a cada instante sin que nada ni nadie pudiera evitarlo y comenzaba a ser ya incontrolable.
Entonces empezó a caminar en su dirección y, una vez que llegó frente a él, Sakura pegó su cuerpo al de él y lo besó con pasión sin que él la detuviera.
El húmedo y caliente beso se prolongó, convirtiéndose en uno cargado de sensualidad y deseo, hasta que él, consciente de lo que estaba haciendo, la paró y Sakura, mirándolo a los ojos, susurró:
—No pienses en nada. Solo déjate llevar y vive el presente.
Sasuke se resistió. Continuar era complicado, peligroso. No quería deshonrar a aquella joven en aquel lugar y que luego todos la miraran con recelo.
Pero el momento, la magia que ella desprendía, el deseo, la tentación y la visión que le ofrecía la camisola empapada pegada a su cuerpo lo estaban volviendo loco.
La joven, consciente de lo que él podía estar pensando, insistió:
—Te dije que no soy la inocente jovencita que crees. Sé lo que hago aquí y lo que te estoy pidiendo.
—Sakura...
Pero ella negó con la cabeza. No quería escucharlo. No quería su rechazo. Le daba igual lo que pensara de ella. Lo necesitaba como no había necesitado a nadie en el mundo, y afirmó:
—Si el deseo que sientes por mí es tan fuerte como el que yo siento por ti, difícilmente podrás frenarlo.
Sasuke negó con la cabeza. Aquello era una auténtica locura.
—No debemos, Sakura...
—Lo sé. Lo sé tan bien como tú —musitó ella en un hilo de voz. Pero sin apartarse de él insistió—: Pero soy una cabezota irresponsable y, ante eso, poco puedo hacer.
Seguían mirándose en silencio. El vikingo hacía grandes esfuerzos por contener aquel deseo que ella manifestaba tan libremente, y la joven, temblando, susurró:
—Si te asusta que luego te pida cuentas, tranquilo, no lo haré. Sé quién soy. Sé quién eres. Y soy consciente de que entre tú y yo no hay más que deseo carnal.
El cuerpo a Sasuke le temblaba. El deseo que sentía por tocar, besar o abrazar a Sakura era descomunal. Nunca una mujer, ni siquiera su amada Ingrid, lo había excitado tanto con tan poco, e, incapaz de negarse, dio de nuevo un paso hacia ella y, agarrándola, la atrajo contra su cuerpo.
En esta ocasión el beso de Sasuke fue firme, seguro, intenso, se dejó llevar por lo que quería y deseaba en ese instante, y por ello, cogiéndola en brazos declaró:
—Este no es el mejor lugar.
Excitada por su brutal respuesta, ella asintió, pero repuso:
—El lugar da igual, siempre y cuando estemos tú y yo.
Sus palabras y el modo en que lo miraba hicieron asentir a Sasuke, que, tras depositarla en el suelo, preguntó mirándola a los ojos:
—¿Estás segura?
Ella asintió. No había estado más segura de nada en su vida.
Al ver aquello, y sin apartar sus ojos negros de ella, el vikingo se soltó el cinturón y su espada cayó al suelo. Acto seguido se quitó la camisa que llevaba dejando al descubierto su varonil torso.
Sakura jadeó. Si antes lo deseaba, ahora mucho más, y, moviéndose con rapidez, se quitó a su vez la camisola mojada.
Al quedar totalmente desnuda ante él sintió cierto rubor. Siempre había sido una mujer osada. Siempre había disfrutado del placer del sexo sin importarle la opinión de la gente, pero con él se sentía diferente.
Sasuke tomó aire. Si vestida era preciosa, desnuda era un deleite de mujer, y, sin poder aguantarse un segundo más, la cogió entre sus brazos y, tras soltarse el cordón que le sujetaba el pantalón, se metió entre sus piernas y la poseyó.
Mirándose a los ojos y sin vergüenzas, se dejaron llevar por la pasión, mientras sus cuerpos disfrutaban de la locura del momento.
Para Sasuke, saber que ella no era una mujer inexperta y sentir cómo se movía para exigirle más, le dio el beneplácito para poseerla con deleite. El sitio no era el más cómodo del mundo, pero sin dudarlo se hicieron el amor de tal manera que, cuando ambos alcanzaron el clímax, se miraron a los ojos y sonrieron.
Aquella sonrisa y la complicidad existente entre ellos les hizo saber que todo estaba bien, que ambos habían disfrutado con lo ocurrido.
Y Sasuke, tras darle un último beso en los labios, la abrazó con protección.
Durante unos minutos permanecieron abrazados en silencio dándose calor, hasta que ella, con la cabeza sobre el pecho de él, susurró:
—Oigo el latido de tu corazón.
Ambos sonrieron por aquello y luego él, soltándola en el suelo al notar que temblaba, susurró:
—Hace frío. Has de cubrirte, pero la camisola está empapada.
—¡Y helada! —exclamó ella riendo al tocarla.
Aun así se la colocó sin pensarlo, y una vez que la tuvo puesta volvió a temblar de frío, momento que Sasuke, sin dudarlo, aprovechó para abrazarla y hacerla entrar en calor.
De nuevo, se quedaron en silencio hasta que de pronto ella comenzó a reír y, sin saber por qué, Sasuke la imitó. Y así, abrazados, Sakura, consciente de lo que había hecho, musitó mirándolo a los ojos y necesitando abrir su corazón:
—No sé qué me ocurre, pero no puedo dejar de pensar en ti. Incluso, por tonto que te parezca, he llegado a soñar cómo sería una vida contigo.
La franqueza de sus palabras hizo que Sasuke la mirara con seriedad.
Y Sakura, comprendiéndolo, y consciente de que se había dejado llevar por el momento, soltó para quitarle hierro al asunto:
—Tranquilo, pagano, solo ha sido en sueños...
Sasuke no se movió. Pero ¿qué decía? Y, dispuesto a dejárselo claro, respondió:
—Eso nunca ocurrirá.
Sus palabras.
Su mirada.
Su rechazo le dolió a Sakura en lo más profundo de su corazón.
Pero ¿cómo era tan tonta? ¿Por qué se había dejado llevar por lo que sentía? ¿Por qué había creído entender en él lo que no era?
Y, disimulando para no mostrar lo mucho que le había dolido su rechazo, cuchicheó:
—Mira que eres... tontito.
Esta vez él esbozó una sonrisa y ella, tomando aire, dijo:
—Siempre quise disfrutar del lado salvaje y pagano de un vikingo.
Sasuke la miró. ¿Ya estaba otra vez con aquello de pagano?
—¿Te ha gustado mi lado pagano y desinhibido en el disfrute del cuerpo?
Él asintió sin dudarlo y ella, sorprendiéndolo, preguntó:
—¿Sientes algo por mí?
—¿Por qué eres tan indiscreta?
—¿Por qué no, si quiero saber?
Asombrado porque volviera al ataque, Sasuke fue incapaz de contestar, y ella, viendo su incomodidad, se apresuró a decir:
—Vale, ha sido una tontería preguntarte eso, cuando la realidad es que ni tú me soportas a mí ni yo te soporto a ti.
—¿Por qué no me soportas? —preguntó él con curiosidad.
Deseosa de enredar de nuevo los dedos en aquel pelo negro azabache, pero, conteniéndose de hacerlo, Sakura respondió:
—Porque eres un hombre excesivamente responsable, gruñón e insoportable.
—¿Y eso no te agrada?
—No.
—¡¿No?!
La joven negó con la cabeza.
—Me agradan los hombres que me hacen sonreír. Y tú, la verdad, ¡de sentido del humor vas justito!
Boquiabierto, él no supo qué decir; su sentido del humor siempre había sido muy apreciado por Ingrid. Ella, con su transparencia habitual, añadió:
—Soy consciente de que piensas que soy una mujer ruda y bastante bocazas. Solo hay que ver cómo me miras cuando digo o hago algo que tú no apruebas. —Él no respondió—. Dijiste que no te atraen las mujeres de pelo rosa como el mío porque te gustan las de pelo rubio, ¡vale!, lo entiendo. Pero es que, además de eso, no has parado de repetirme que soy una irresponsable, una tozuda, una malhablada, y si a eso le sumamos que salto azoteas, me enfrento a tempestades y aquí estoy, ofreciéndote mi cuerpo sin decoro, creo que...
—Cuidado con lo que vas a decir —la cortó él.
—¿Por qué? ¿Qué más da?
Con un cariño que le salió del corazón, Sasuke le retiró un mechón de su pelo rosa para ponérselo tras la oreja e indicó:
—Porque lo que acaba de ocurrir entre nosotros ha sido algo que ambos hemos buscado.
Oír eso la hizo sonreír y, recordando algo que su tío Edberg le había contado acerca de las costumbres nórdicas, preguntó:
—¿Es cierto que los noruegos podéis tener más de una mujer?
—Sí.
Se quedaron unos segundos en silencio y luego ella, aventurándose, soltó:
—¿Y tú por qué no tienes ni siquiera una?
La pregunta le resultaba incómoda a Sasuke, pero, en vez de callarse, respondió tocándose el anillo de plata que llevaba en el dedo:
—Tengo mujer.
Consciente de lo que Temari le había contado, pero sin querer revelar que sabía su historia, Sakura se hizo la sorprendida y preguntó mirando su anillo:
—¿Y tu mujer, aun siendo pagana, aprobaría lo que acabamos de hacer?
A cada instante más incómodo, Sasuke repuso:
—Es complicado.
—¿Por qué?
Él no respondió, y Sakura, necesitando que hablara, insistió:
—Si fueras mi marido no me gustaría que disfrutaras de los placeres de la carne con otra mujer porque solo querría que lo hicieras conmigo. Y, sí, lo admito, soy muy pagana para disfrutar del cuerpo, pero lo que es mío es mío y no me gusta que lo toque nadie.
Sasuke asintió. Él, como hombre, pensaba igual, a pesar de su cultura y sus costumbres vikingas, y dejándose llevar soltó:
—Ingrid, mi mujer, murió. —Luego tomó aire y añadió—: Era preciosa. Maravillosa. La mujer más bonita que había en la Tierra. Con un asombroso cabello dorado, una piel suave y blanca y un carácter cálido y conciliador. Ella es mi amor. Mi mujer. Nadie más.
Que Sasuke le contara aquello, con lo reservado que era, como poco resultaba inaudito. Y, consciente de que su esposa había sido todo lo contrario de ella, y que ahora entendía por qué le gustaban las mujeres de cabello claro como el sol, Sakura bajó la voz y dijo:
—Sasuke, lo siento.
Él asintió y, tomando aire de nuevo, dijo tras besar con mimo el anillo de su dedo:
—Ella estará en mi mente, en mi corazón y en mi vida eternamente.
—Es muy bonito lo que dices.
Sorprendido por oírla decir eso, él indicó entonces con una sonrisa triste:
—Bonito, no sé, pero es mi realidad.
Tras unos segundos de silencio por ambas partes, Sakura añadió:
—Te entiendo, y aunque me meta en lo que no me importa, ¿no crees que «eternamente» es demasiado tiempo?
—¿Por qué dices eso?
—Lo digo porque, en tu vida, ¿no puede entrar otra mujer y ser feliz?
—No.
Ella parpadeó asombrada.
—¿Lo dices en serio?
—Totalmente en serio.
—Pero ¿por qué? —insistió la joven.
Acorralado por aquellas preguntas, que siempre odiaba contestar, él repuso:
—Porque ya me enamoré una vez de mi mujer y dudo que me vuelva a enamorar.
—Eso no se sabe, Sasuke.
—Yo sí lo sé —afirmó él convencido.
Sakura calló. Podía comprender el amor que sentía por Ingrid, como podía entender que la pena por no tenerla a su lado lo tenía bloqueado. Pero ella estaba muerta. Por mucho que la quisiera, no podía abrazarla, besarla, hablar con ella.
—¿Eso quiere decir que estarás solo el resto de tu vida? —preguntó.
—Como sueles decir tú..., probablemente.
—Pues, como dice el tío Matsuura, deberías vivir el presente, Sasuke.
Molesto por sus palabras, él replicó entonces:
—Si no te importa, viviré como yo decida.
Sakura resopló, pero, sin querer callarse, insistió:
—¿En serio te vas a negar hijos, una familia o amor? —Sasuke asintió y ella musitó—: Pues es una pena oírte decir eso, y fíjate lo que te digo: sin conocer a tu mujer estoy casi segura de que no le gustaría verte eternamente solo. Creo que eres un buen hombre que puede dar mucho amor y es muy triste que no vaya a ser así.
Sasuke suspiró.
—Quizá lo entenderías si te hubieras enamorado alguna vez.
Ella lo miró y, dispuesta a sincerarse como había hecho él, soltó:
—Pues, mira tú por dónde, te puedo entender porque una vez yo también me enamoré.
Oír eso, que no esperaba, lo sorprendió, y más cuando la oyó decir:
—Lo creas o no, hace años me enamoré del idiota de Indra Ōtsutsuki.
Sasuke parpadeó.
—¡¿Indra Ōtsutsuki?!
Ella asintió.
—Increíble pero cierto. Me enamoré como una loca de ese maldito gusano, pero créeme cuando te digo que, tras sufrir su aversión, me juré que nunca volvería a permitir que mi corazón se prendara de nadie.
Unos extraños celos se instalaron en el interior de Sasuke. Imaginarla amando a aquel imbécil no le hizo gracia.
—Durante años, y a pesar de que conocí a distintos hombres, ninguno me despertó ningún sentimiento especial. Hasta que de pronto, en Edimburgo, cuando te vi aquel día ante mi caballo, mi corazón inexplicablemente se aceleró y desde entonces, aunque suene fatal lo que te voy a confesar, no he podido dejar de pensar en ti.
Boquiabierto por la sinceridad de aquella muchacha, Sasuke contuvo el aliento, pero entonces ella soltó sonriendo con un gesto de los suyos:
—¡Por Yemayá..., de nuevo me estoy comportando como una irresponsable bocazas admitiendo ante ti que me aceleras el corazón! No solo me he entregado a ti esta noche en esta horrible, pestilente y fría cuadra, sino que, encima, admito que me atraes. Está claro que no tengo remedio.
Sin salir de su asombro, Sasuke no sabía qué pensar; aquella joven sin duda era diferente de todas las que hasta el momento había conocido. Intentando poner en orden sus pensamientos, preguntó confundido:
—¿Quién es Yemayá?
—La diosa de los mares —dijo Sakura, e incapaz de callar añadió—: Está visto que sientes más curiosidad por saber quién es ella que por lo que yo te acabo de decir.
Sasuke, horrorizado por no saber gestionar aquel momento, y queriendo ser sincero, repuso:
—Eso no es así.
—Tranquilo —se burló ella—. Soy consciente de que sigo siendo pelirosa, bocazas e irresponsable, y, encima, bastante pagana en lo que se refiere al disfrute del cuerpo.
Aquella manera de ser suya, sin poder evitarlo, lo hizo sonreír.
—Reconozco que, tras la pérdida de Ingrid, eres la primera mujer que ha llamado mi atención —indicó.
—¿Aun siendo pelirosa?
—Aun siendo pelirosa —admitió Sasuke.
Que él reconociera aquello, cuando era un hueso duro de roer, era como poco inaudito, y Sakura insistió:
—¿Lo dices en serio?
—Acabo de decírtelo.
—Entonces ¿he de alegrarme por ello?
—Nunca habrá nada entre tú y yo.
De nuevo, el rechazo. Aquello estaba matando a la joven, pero, deseosa de que él no se percatara de ello, cuchicheó con gracia:
—Venga, confiésalo. Llamarte «tontito» fue crucial para llamar tu atención, ¿a que sí?
Sasuke rio, nadie lo conseguía como ella; no obstante, queriendo dejar las cosas claras entre ambos, añadió:
—Sakura, me atraes mucho, pero en mi corazón solo hay cabida para una mujer, y esa es Ingrid. Con esto quiero decirte que...
—Que hay un corazón entre tú y yo —afirmó ella cortándolo.
Inevitablemente, él asintió. Sin duda, no podría haberlo definido mejor. Y, al ver el desconcierto en sus ojos, el vikingo insistió:
—Lamento si lo que ha ocurrido esta noche te ha dado falsas expectativas en cuanto a que algo pudiera pasar entre nosotros.
Ella no dijo nada en un primer momento; con su seguridad al hablar, no tenía duda de lo que decía. Imaginar que entre ellos pudiera ocurrir algo, teniendo a su mujer tan presente, era complicado. Demasiado. Y, furiosa y sin medir las palabras, soltó:
—Está visto que tu mujer era tan perfecta, tan ideal, tan maravillosa que...
Sasuke la agarró entonces del brazo para que lo mirara y siseó:
—No hables de mi mujer.
—Solo he dicho...
—¡Que no hables de mi mujer! —insistió él.
Ver su expresión y oír su tono hizo que la joven se diera cuenta de su error, y susurró:
—Lo siento. No pretendía incomodarte.
Sasuke la soltó consciente de que su gesto había sido muy agresivo.
—Yo también lo siento. Discúlpame —musitó.
Se quedaron unos segundos en silencio durante los cuales ambos pensaron en sus cosas, y finalmente Sakura, al ver su expresión atormentada por lo que acababa de suceder, susurró:
—Sasuke, no pienses más en ello. He sido yo.
—Pero...
—¡Sasuke, he sido yo! Yo he ido tras de ti. Yo te he exigido. Yo me he entregado a ti y tú solo has tomado lo que yo te ofrecía. Nada más. Que ambos nos atraemos, ¡sí! Pero está claro que entre nosotros no habrá nada, y no hay más que hablar.
Oír eso en cierto modo incomodó al vikingo. Pero ¿qué le ocurría? ¿Por qué, al oír por su boca lo mismo que él decía, se incomodaba? ¿Se estaba volviendo loco?
Y, apartándose para acabar con aquella conversación, comenzó a anudar el cordón de su pantalón. Después cogió su espada y, cuando iba a hablar, Sakura susurró al ver su apuro:
—Tranquilo, Sasuke, todo está bien entre nosotros.
Conmovido por cómo la muchacha lo miraba, él quiso abrazarla, besarla, tocarla, pero se contuvo. Era mejor no hacerlo para no seguir creándole falsas expectativas.
Sakura volvió a sonreír disimulando su malestar para hacerle saber que estaba bien, que no le importaba tanto su rechazo; se tocó los brazos y musitó tiritando:
—Me muero de frío. Creo que regresaré a la habitación.
Sasuke asintió. Sin duda era lo mejor.
Por ello, la joven se dio la vuelta y, con el corazón latiéndole desbocado, salió rápidamente de los establos para regresar al hostal con el corazón roto.
Al llegar a su cuarto, se quitó la camisola empapada y, tras secarse, se puso otra que Temari le había prestado. A continuación, sin poder dejar de pensar en lo ocurrido, se metió en la cama con Siggy, consciente de que nunca sería amada de la manera incondicional en que era amada Temari y de su mala suerte en el amor.
Instantes después, Sasuke salió del establo con el semblante serio para dirigirse hacia su habitación mientras pensaba que lo sucedido con Sakura y la conversación que posteriormente habían mantenido habían hecho que se diera cuenta de que quizá estaba equivocado.
