Hinata.

Al día siguiente ninguno de los dos quería salir del calor de su cama, pero a las siete estaba de vuelta en casa duchándome. Naruto se había escapado de clases para ir a hablar con su padre. Había estado tenso gran parte de la mañana y no quería decir por qué, así que lo dejé ir.

Después de mi primera clase tenía un pequeño receso así que fui a la Casa Tau para ver a Sai. Eran las diez y diez y la mayoría de los hermanos estaban despiertos removiendo cualquier libertinaje de Halloween que habían conseguido la noche anterior.

Pregunté en dónde estaba la habitación de Sai y subí las escaleras. Golpeé brevemente y cuando nadie respondió, entré a la oscura habitación. Él había cubierto cualquier indicio de claridad con cortinas. Sonreí. ¿Preparándose para la resaca del día siguiente?

Escuché un gruñido, y mis ojos fueron directamente a su cama. Fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba solo. Un largo y rubio cabello se extendía alrededor, mitad en su almohada y otra parte bajo sus sabanas. Me quedé congelada y entrecerré los ojos para estar segura de no estar viendo cosas. Los brazos de una chica salían de las sabanas y vi un anillo que había hecho.

¿Ino y Sai? Parecía una locura, pero luego recordé todo el tiempo que ellos habían pasado juntos. Aquí en la casa…las fiestas.

Ninguno me había visto todavía, y no pude detener la sonrisa que se extendía por mi rostro.

Salí en puntillas de la habitación, tratando de no llamar la atención y avergonzarlos, pero prácticamente junté mis manos de alegría cuando pensé en cómo les iba a sorprender con mi conocimiento de su relación.

Cerré la puerta y me marché.

Esa tarde terminé mi turno en la librería y me dirigí de vuelta al apartamento. Mi mente y mi cuerpo anhelaban a Naruto, pero mientras me acercaba al estacionamiento, él estaba saliendo, un pasajero dentro de un Lexus con un señor mayor que era la viva imagen de Naruto y Menma. ¿Su padre? ¿A dónde iban?

Me debatí en llamarlo pero él me envió un mensaje.

Te amo malditamente mucho. Te necesito, pero mi padre me exige una cena para hablar de dinero. Estaré pronto en casa.

Pero no fue así.

Lo esperé. Y esperé.

A medianoche, me di por vencida y me fui a la cama, arrastrándome debajo de las frías sabanas.

¿Dónde estaba?