Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J.K Rowling. Esta fantástica historia tampoco es de mi autoría, es una traducción AUTORIZADA del fic escrito por SenLinYu.

Beteado por la amorosa y querida Irene Garza.


Manacled

por SenLinYu

Capitulo 35

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Julio de 2002

Hermione se sintió paranoica el martes siguiente cuando estaba recolectando, pero el viaje pasó de nuevo sin incidentes. Esa mañana, cuando llegó a la cabaña, Draco ya estaba esperándola.

—Entonces, batirse a duelo —dijo, girando la varita en su mano derecha mientras ella cruzaba la puerta.

Hermione se congeló y palideció levemente.

Se había preparado… Recordándose una y otra vez que era probable que Draco le hiciera algo increíblemente desagradable tan pronto como comenzara a sentirse mejor. Al parecer, era su método predeterminado para mantener la distancia entre ellos.

Lo había curado considerablemente más por su castigo que por la pelea con un hombre lobo. Si él consideraba que ella se había excedido con la forma en que lo había estado tocando recientemente, si el espacio entre ambos realmente se había reducido, se había recordado a sí misma que él podría hacer algo horriblemente cruel eventualmente para volver a distanciarlos.

Ella lo sabía…

Pero comprobarlo aún se le hacía sentir como si estuviera decepcionada.

Ella bajó los ojos y se obligó a no cambiar de expresión.

—Bueno —dijo ella. Dejó caer su morral junto a la puerta y le colocó hechizos protectores.

La expresión de él era fría y calculadora mientras la miraba desde el otro lado de la habitación.

—Quiero ver si tu esquivar y evadir ha mejorado, pero no quiero reanimarte a cada minuto…

Hermione se estremeció un poco.

—No me golpees las manos —lo interrumpió—. No podré trabajar… si vuelves a golpearme las manos.

Sus ojos se entrecerraron con molestia.

—Vete a la mierda, Granger, no tengo intención de hechizarte —espetó él. Movió su varita bruscamente hacia ella y ella sintió... agua.

Miró hacia abajo y encontró una gran gota de agua salpicada en el dorso de su mano.

—Me doy cuenta de que me consideras un completo monstruo —dijo rotundamente—, pero tengo la costumbre de cumplir mi palabra. Supongo que el agua no te ofenderá.

Hermione seguía mirando su mano con asombro. Finalmente lo miró y se sonrojó.

—Lo siento —murmuró.

—Está bien —Su expresión era rígida—. Entonces… estoy interesado principalmente en ver cómo te mueves. Sin embargo, trata de lanzarme un hechizo, si puedes.

Él adoptó una postura de duelo muy poco comprometida y esperó a que ella hiciera lo mismo.

Ella lo hizo y luego inclinó ligeramente la cabeza en una reverencia antes de lanzarle el hechizo de pierna de gelatina. Él lo bloqueó con el más leve movimiento de su mano derecha.

Luego, él envió una docena de gotas de agua en su dirección y ella las bloqueó fácilmente con un escudo no verbal.

Ella envió una serie de hechizos aturdidores y él los bloqueó sin moverse.

—¿Por qué estás tan preocupado por cómo me muevo cuando tú nunca lo haces? —preguntó ella mientras enviaba varios hechizos paralizadores de piernas y hechizos de piernas de gelatina hacia sus pies.

—No voy a batir a duelo —respondió él, esbozando una leve sonrisa mientras bloqueaba sus hechizos y lanzaba varias gotas de agua a sus pies—. Tu escudo no es completo. Deja de mantenerlo y esquiva, o asegúrate de que sea de cuerpo entero.

Ella se sonrojó y esquivó físicamente las siguientes veinte gotas de agua mientras disparaba varios hechizos suaves en su dirección.

—Ni siquiera estás tratando de atacarme —dijo él frunciendo el ceño—. Te das cuenta de que básicamente me gano la vida batiéndome a duelo. Lucho contra hombres lobo, tu Orden, mortífagos... Especialmente en este último tiempo, todos en las filas del Señor Tenebroso piensan que mi herida es una invitación abierta a intentar robarme el puesto.

Hermione casi tropezó y lo miró horrorizada.

—¡¿Qué?! —dijo con un grito ahogado. Si él fuera Harry o Ron, ella ya lo estaría golpeando en la cabeza.

Él le disparó una gota de agua directamente entre los ojos.

—¡Concéntrate! —vociferó él, antes de poner su mano sobre su frente en aparente desesperación, pero aún bloqueando el hechizo paralizador de pierna que ella le disparó—. Eres un caso perdido, Merlín. Por eso están perdiendo.

—Soy una sanadora —espetó ella a la defensiva—. Si quisieras que me esforzara más en hechizarte, deberías haber hablado sobre cómo disfrutas matando crías de Kneazles.

—Todas las noches antes de irme a dormir —dijo inexpresivo mientras llenaba el aire con gotas de agua. El suelo se estaba llenando de charcos.

—¿Estás diciéndome que en verdad has estado batiéndote a duelo? —preguntó Hermione. Ella dejó de intentar maldecirlo y simplemente lo miraba con indignación mientras tiraba a un lado toda el agua que él estaba enviando hacia ella.

Draco puso los ojos en blanco.

—Como recordaras, soy un mortífago —respondió—. No sé cómo es que eso te sorprende.

—¡Estás herido! Supuse que había algunos principios básicos de decencia humana incluso entre los mortífagos. —Estaba furiosa.

—Bueno, te equivocas. A pesar de sus orígenes muggles, el Señor Tenebroso cree firmemente en promover la supervivencia del más apto. De ahí su aspiración de subyugar a todos los muggles. Si mi… castigo… me vuelve vulnerable al derrocamiento, entonces al parecer me lo merezco.

—Entonces, ¿qué? ¿Simplemente te atacan cada vez que quieran? —preguntó enojada, sin dejar de protegerse de la tormenta que él le estaba enviándole. Todo el suelo estaba cubierto de agua.

—Por supuesto que no —respondió, sus labios se curvaron con condescendencia—, las luchas internas constantes debilitan la cohesión militar. Hay un tiempo frente al Señor Tenebroso designado cada semana momento en el cual se permiten los desafíos y generalmente hay restricciones en cuanto a matar o hacer cualquier cosa para dañar permanentemente nuestra… utilidad.

—Eso es vil.

—El hombre civilizado es sólo un salvaje más sabio y experimentado —dijo Draco.

Hermione lo miró confundida.

—¿Cómo es que conoces a Darwin y Thoreau?

—Oh, ya sabes. "Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro" —dijo con una leve sonrisa—. Nosotros, los mortífagos salvajes, sabemos leer. Al Señor Tenebroso no le importa lo que yo haga mientras continúe proporcionándole victorias.

Suspiró bruscamente y dejó de dispararle agua.

—Realmente ni siquiera vas a intentar hechizarme, ¿verdad? —preguntó con irritación, mientras desvanecía el charco de agua en el que ambos estaban parados.

Hermione se sonrojó ligeramente.

—He pasado mucho tiempo tratando de curarte. No quiero hacerte caer — admitió a regañadientes.

—Maldita idiota —dijo él, mirándola—. ¿Esperas que los mortífagos te muestren la misma cortesía? Si estás herida en el suelo, maldecirte le agregaría más diversión.

—Creo que, en términos generales, yo sería una mortifaga bastante pésima —espetó ella.

—Eso es obvio, pero espero que seas lo suficientemente pragmática para batirte en duelo de manera competente.

—Puedo ser pragmática. Cuando se trata de esto, no me opongo. Pero… en este momento, no puedo tratar de lastimarte.

Ella se mordió el labio y apartó la mirada de él.

—Tú... —comenzó ella —has salvado a varios cientos de personas. Existe la posibilidad de que nadie nunca lo sepa y fuiste castigado por eso. Así que... no voy a tratar de lastimarte. No cuando ya estás herido.

Ella se quedó allí de pie, incómoda. Él suspiró y la miró fijamente. Había un frío cálculo en su expresión mientras la contemplaba. Luego, un largo silencio.

—¿Sabías qué… —dijo Draco en un tono aireado después de un minuto — …yo estuve allí cuando sacaron a la familia Creevey de su escondite?

Hermione no podría haber estado más sorprendida, era como si él se hubiera acercado y le hubiera dado un revés. Lo miró bruscamente mientras él continuaba.

—Dos magos hijos de muggles en la misma familia. Toda una anomalía. Fueron considerados de alta prioridad. El Señor Tenebroso quería que sus muertes fueran espectaculares.

—Tú… —Hermione se atragantó. Las palabras murieron en su garganta, tragadas por su creciente horror.

—Debiste haber escuchado cómo gritaban los muggles. La querida tía Bella tenía tanta afición por los cruciatus. ¿Recuerdas cómo volvió locos a los Longbottom? Consideraba que con los Creevey repetía su sublime representación. Los chicos intentaron huir. Buenos corredores, los pequeños. Lo suficientemente inteligentes para saber que no podrían salvar a sus padres.

Hermione sintió como si le hubieran dado un puñetazo. Repetidamente. Intentó respirar, pero sus pulmones no funcionaban. Su garganta se sentía como si algo se cerrara a su alrededor.

Draco continuó con voz implacable.

—Por supuesto que tu Orden llegó eventualmente, pero llegaron bastante tarde. El padre se mordió la lengua y se ahogó con su sangre. Bella cortó el útero de la madre, en caso de que la mujer aún estuviera lo suficientemente cuerda para entender por qué la estaban castigando. Mientras colgaban sus órganos alrededor de la sala, yo estaba listo para localizar a los chicos. Fue fácil, ya que estaban lloriqueando y tratando de permanecer juntos. Ponerlos en un campo a millas de otra granja fue todo un descuido para dos magos que no podían aparecerse. Luego, el más pequeño pisó en una madriguera de tejones y se quebró una pierna. Comenzó a arrastrarse por la hierba. Un blanco fácil para una maldición asesina. Fue la segunda persona a la que maldije por la espalda.

La muñeca de Hermione se movió hacia adelante sin pensar mientras le lanzaba un hechizo cortante. Este rozó la mejilla de Malfoy, pero él no se inmutó cuando la sangre brotó del fino corte y descendió por su rostro. Dio un paso hacia ella.

—¿Sabes…? —dijo en voz baja —. La maldición asesina... te quita algo. No es algo que cualquiera pueda lanzar. No repetidamente. Colin podría haber seguido corriendo. Si lo hubiera hecho, hoy podría estar vivo, pero se detuvo. Se detuvo por su hermano muerto, regresó y trató de llevarse el cuerpo con él.

—¿Tú…? —carraspeó Hermione, sintiendo como si fuera a morir por el horror que estaba emanando dentro de ella—.Tú…

Malfoy arqueó una ceja y le sonrió con frialdad.

—¿Quieres saber si yo soy el responsable de esa pesadilla en tu cabeza?

Hermione sintió que si volvía a abrir la boca, podría vomitar. Su varita temblaba en sus dedos y se sintió dividida entre el deseo de gritar y sollozar. Nunca se había sentido capaz de lanzarle un crucio a alguien, pero cuando Malfoy se acercó a ella, con sus ojos grises brillando, estaba segura de que lo diría en serio.

—No —dijo en voz baja, y Hermione se sobresaltó un poco—. Ese fue Dolohov. Lo acababa de inventar. Vino específicamente con la esperanza de probarlo ese día. Pero es difícil apuntar. No es de largo alcance, tienes que estar a medio metro del objetivo. Si Colin hubiera corrido… no habría sido golpeado con eso.

Hermione se tapó la boca con las manos y se dejó caer al suelo con un sollozo ahogado.

Malfoy se arrodilló, la obligó a levantar la barbilla y la miró fríamente a los ojos.

—Así es como se ve el sentimentalismo Gryffindor. Todos esos nobles ideales de no dejar a la gente atrás, ni siquiera a los muertos, de no usar las artes oscuras, de no golpear a alguien porque ya está caído, de intentar de atribuir heroísmo a las personas... Cuando tengas ganas de creer en algo de eso, recuerda cómo y por qué Colin murió delante de ti. No tienes idea de a cuántos de tus luchadores de la Resistencia he matado porque creían la mentira de que la bondad es una ventaja en la guerra.

Él soltó su rostro y se puso de pie.

—Si no aprendes a luchar ahora, morirás. El hecho de que aún no te hayan matado mientras recolectas se debe a la pura benevolencia del destino. Estoy seguro de que eres demasiado pragmática para seguir confiando en tal cosa. Si tienes algo de sentido común, espero una verdadera resolución de tu parte la semana que viene.

Dejó caer un rollo de pergamino a su lado y desapareció.

Hermione se sentó temblando en el suelo húmedo de la cabaña durante mucho tiempo.

Nadie hablaba de Colin.

Por una consideración combinada tanto para Hermione como para Harry, el tema se evitaba asiduamente. Si alguna vez salía vagamente a colación, se trataba con la mayor delicadeza.

Después de que sucedió, Hermione había escondido el recuerdo en los rincones de su mente y éste se había infectado como una herida. Malfoy lo había encontrado mientras le enseñaba oclumancia.

El que arrastrara ese recuerdo y usara el trauma para reprenderla fue un golpe tan asombroso que sintió como si estuviera sufriendo un shock físico.

Había muy pocas cosas que todavía se sentían sagradas para Hermione.

No era su cuerpo.

Ni su alma.

Pero la muerte de Colin… siempre había sido una agonía muy privada. La había alejado de sus amigos. La había llevado a través de Europa y la trajo de regreso. La había llevado hasta la cabaña en la que estaba sentada. Todo el camino hasta Malfoy, quien lo había usado para menospreciar las últimas piezas que aún quedaban de sí misma.

Se presionó los ojos con la base de las manos hasta que le dolieron. Tratando de ser ella misma.

Era tarde para su turno en el ala del hospital cuando finalmente se arrastró desde el piso y se dirigió a Grimmauld Place.

Se sintió como si estuviera flotando durante el día. Extrañamente distante, como si hubiera una barrera entre su mente y el resto del mundo.

Hermione realizó los procesos de curación y luego pasó una larga noche de preparación de pociones.

La Orden necesitaba una gran cantidad de filtro de muertos en vida. Era su método para lidiar con los prisioneros. No los matarían, y no tenían cárceles ni gente suficiente para poder prescindir de algunos como guardias. Así que los mortífagos que capturaron eran mantenidos en un lugar imposible de rastrear en un estado de suspensión al mínimo de sus signos vitales. Bill Weasley y su esposa Fleur estaban a cargo de ello, utilizando sus habilidades como exrompedores de maldiciones para tejer encantamientos y escudos protectores elaborados con el fin de acomodar el considerable número de prisioneros que la Orden había acumulado a lo largo de los años.

Mientras esperaba sentada dos minutos y medio para que la poción se asentara, miró su reloj. Eran casi las ocho.

Suspiró y enterró el rostro entre sus manos. No quería volver a ver a Malfoy. Si lo hacía, probablemente lo golpearía en su cruel rostro.

De todos modos, era probable que él no esperara que ella apareciera.

Su varita sonó para indicar que el tiempo había pasado y dejó caer el último trozo de raíz de valeriana.

La poción se volvió en un rosa pálido.

Ella le puso un hechizo protector y la dejó a un lado cuidadosamente.

Tomó su tarro de ungüento y lo hizo girar en sus manos. Estaba casi sin esencia de díctamo, había utilizado la mayor parte para tratar sus runas. Intentó no calcular cuántas otras heridas podría haber sanado con él si no lo hubiera estado usando con Draco. Trató de no cuantificar su valor frente a la vida de los demás. Cuántas él había salvado, cuántas había matado, cuántas vidas valía o no valía su información.

Él había asesinado a Dumbledore. La cantidad de muertes de las que era responsable eran suficientes por sí mismas para condenarlo. Nunca volvería a equilibrar la balanza, sin importar la cantidad de personas que hubiera salvado.

A menos que él los ayudara a ganar. Si ganaban, podría ser suficiente.

Ella sonrió amargamente para sí misma.

Draco Malfoy era exactamente la misma persona que había sido la noche anterior. La única diferencia era que su conocimiento sobre él se había ampliado un poco.

Ella no podía entenderlo.

¿Por qué enojarse tanto y ser tan monstruoso porque ella no quería lastimarlo cuando él ya estaba gravemente herido? Estaba tan irracionalmente enojado y amargado. Se sentía como si ella hubiera roto la frágil paz entre ellos.

Pero provocarla con la muerte de Colin fue bajo, incluso para los estándares que ella tenía para él.

Tal vez a él realmente le preocupaba de que ella fuera a morir.

Resopló para sí misma. Si fuera así, probablemente era sólo porque no quería arriesgarse a tener como contacto a alguien sin capacidad para la oclumancia.

Antes de que pudiera pensar más, deslizó el ungüento en su bolsillo y luego se dirigió a la cabaña. Llegó cuatro minutos antes.

Estar allí de nuevo se sentía agotador.

Se sentó en una silla y sacó una foto de su bolsillo. Era de ella, Ron y Harry en el Gran Comedor, todos a medio bocado y mirando hacia arriba, levemente incómodos por haber sido fotografiados.

Colin había tomado la fotografía.

Siempre la miraba cuando se sentía deprimida.

Se la volvió a guardar en el bolsillo, luego se inclinó sobre la mesa, y hundió la cabeza en los brazos.

Quizás se medicaría con la poción para dormir sin sueños al volver. Podía sentir las pesadillas en el fondo de su mente, esperando una oportunidad para abrirse paso hasta la superficie de su conciencia.

Ya había tomado la poción ocho veces ese mes. Todavía tenía pesadillas con todas las víctimas de la división de desarrollo de maldiciones que le habían traído.

Ella lo había intentado. Había intentado con todas sus fuerzas salvarlos.

No había nada que pudiera hacer. Casi todos habían muerto. A los que no lo hicieron tuvo que practicarles la eutanasia para evitarles la interminable agonía en la que habían estado atrapados mágicamente.

Si tomaba la poción, estaría rompiendo las reglas que todos tenían que obedecer. Excepto por lesiones, a nadie se le permitían más de ocho viales al mes.

No es que nadie lo supiera, pero Hermione era la encargada de regular las pociones.

La Resistencia estaba demasiado endeudada para permitirse la redundancia de tener un supervisor para ella. Incluso si lo intentaran, a menos que la persona también tuviera un conocimiento en pociones, había pocas posibilidades de que pudiera evitar que Hermione hiciera astutamente lo que quisiera.

Pero era terreno resbaladizo abusar de las reglas. Nueve veces al mes, después de eso, sería muy fácil racionalizar diez, y luego once.

Hasta que dejaran de funcionar.

Hasta que necesitara algo más fuerte.

Severus se lo había advertido. La cantidad de formas en que un maestro de pociones podía abusar de sus habilidades era infinita.

Quizás cuando llegara a casa se drogaría con Neville o vería si Charlie compartiría su suministro de whisky de fuego.

Pero ella realmente no quería drogarse. Y no lo tenía permitido aunque quisiera. Siempre estaba de guardia en caso de una emergencia.

Podría emborracharse. Siempre tenía pociones de sobriedad cuidadosamente almacenadas en sus reservas, pero apenas se llevaba bien con Charlie cuando estaba sobria.

Hermione estaba desesperada por tener alguien con quien hablar.

Casi todas las interacciones con Malfoy se sentían como un puñetazo emocional en el estómago y, tenía que alejarse de eso, y pretender que nunca habían sucedido.

Vivía en una casa abarrotada de gente y se sentía completamente aislada.

Hubo un leve crujido de aparición. Levantó la mirada sin entusiasmo para descubrir que Malfoy había llegado. Con la expresión fría e indolente de siempre.

Quería llorar y salir corriendo o maldecirlo desagradablemente y simplemente dejarlo allí.

Ella se tragó la idea y se puso de pie.

Él se desabotonó la camisa y se sentó a horcajadas en una silla. Ella no dijo una palabra mientras le quitaba la prenda de los hombros y se ponía a trabajar.

—Ahora voy a usar el encantamiento limpiador —dijo ella con voz monótona. Contó hasta tres y luego lo lanzó.

Luego volvió a aplicar rápidamente el ungüento. El díctamo había avanzado en la neutralización del veneno, los cortes parecían casi listos para comenzar a sanar. Probablemente podría comenzar a cerrarlos en algún momento de la próxima semana. El proceso tardaría varias horas en realizarse correctamente y garantizaría que el tejido cicatricial no estuviera tenso y no se estirara cuando moviera los hombros.

No quería hablar con él, pero se obligó a abrir la boca.

—Si tienes tiempo en los próximos cuatro a siete días, puedo cerrar las incisiones. Probablemente tomará tres horas. Después de las ocho de la tarde y antes de las cinco de la mañana son las mejores horas para mí. Tengo turnos en el hospital y otras tareas durante el día.

Él no dijo nada.

Ella volvió a lanzar los hechizos protectores y dejó caer su camisa sobre sus hombros, luego giró y salió de la cabaña sin decir una palabra.

La tarde de verano era fresca, sintió un pequeño escalofrío y caminó por el sendero. Ya lo había decidido. Se iba a poner la borrachera de su vida.

Se detuvo frente a una taberna y vaciló. Ella era una borracha habladora. No podía entrar en una taberna muggle y empezar a llorar por todos los que habían muerto. Incluso, si se las arreglaba para hacerse pasar por médico en una sala de urgencias, era una terrible mentirosa al conversar.

Continuó hasta que encontró un mercado y se compró una botella de oporto. A sus padres siempre les había gustado beber oporto por las noches cuando estaban de vacaciones.

La llevó al arroyo donde estaba su torre de deseos y la miró sorprendida. Había juncos creciendo a lo largo de las orillas que no recordaba haber visto allí antes, y el área se sentía un poco más cálida. Mágica. Lanzó varios hechizos repelentes de muggles adicionales y un encantamiento de privacidad sobre el área y luego abrió la botella para comenzar a beber.

Recordó que alguien le había dicho que una persona podía emborracharse más rápido con un sorbete. No sabía si era cierto, pero conjuró uno largo y empezó a beber. Calculó que tenía varias horas antes de que alguien pensara en buscarla. Tiempo más que suficiente para emborracharse, llorar bajo un puente y luego estar un poco sobria antes de regresar.

No había cenado por lo que el alcohol la golpeó rápidamente.

Estaba acurrucada en un ovillo entre los juncos y en poco tiempo ya estaba sollozando.

Odiaba a Malfoy. ¿Cómo se atrevía a pedirla, aislarla y hablar de la familia Creevey? Esperaba ser ella quien lo matara.

Se puso de pie, sacó la piedra más alta de su torre y la arrojó al arroyo.

Lo hizo tan descuidadamente que toda la torre se tambaleó un poco y luego cayó estrellándose en el agua. Ella jadeó horrorizada y trató de reconstruirla.

El apilamiento de rocas requería manos más delicadas y firmes de las que tenía actualmente. Después de varios intentos, se rindió, se sentó en medio del arroyo y lloró estremecedoramente.

No se había sentido tan patética en mucho tiempo y ni siquiera le importaba. Debería haber comprado dos botellas de oporto.

—¿Qué diablos estás haciendo, Granger?

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NdT: Hola mis queridas lectoras, que capítulo que acabamos de leer ¡Cuantas emociones! Espero que hayan sido transmitidas de la mejor manera posible, es la única manera de hacer justicia a la historia de Sen.

Muchas gracias a todas las lectoras que se van sumando a esta historia, gracias por estar acá y a las que ya leyeron el original e igual siguen esta traducción, muchísimas gracias, de corazón.

Espero que nos veamos pronto y se encuentren bien. Las quiero mucho, sépanlo, y amo leer sus reviews. Besos.

*24 de febrero de 2021*