NADA DE ESTO ME PERTENECE, LOS PERSONAJES SON DE DISNEY, SOLO ME DIVIERTO ESCRIBIENDO

¡Hola a todos!

Pues ya vieron el título, no los entretengo mucho, me limitaré por ahora a agradecerles infinitamente todo el apoyo que me dieron, sus hermosas palabras, favoritos y alertas que me llenaron de emoción, esperando que les guste este final.

GRACIAS A TODOS


Epílogo

Padmé Naberrie no era una persona que se rindiera fácilmente, y quizá por su insistencia muchas personas en Theed la votaron reina. El hecho de que fuera nombrada Heroína de Naboo y de la República también debió influir poderosamente.

La vida nunca volvió a ser monótona para Padmé. Después de las dos semanas en que los senadores se pusieron al corriente con sus familias y sistemas, el Senado volvió a reunirse bajo el mandato del Canciller Bail Organa, y cientos de procesos judiciales empezaron.

Para su desdén, Anakin debió pasar un mes en Coruscant. El Senado le pidió fervientemente participar en el proceso de investigaciones, y al mismo tiempo, llevar una investigación sobre él para asegurarse que no era un aliado tardío de Palpatine. Bajo juramento, pues no deseaba despertar la lástima de nadie, Anakin contó toda su historia solo al Juez y al Canciller, quienes lo avalaron ante las Cortes y el Senado, revocando cualquier cargo que aún quedara a su nombre.

Padmé estuvo a su lado durante todo ese proceso, y también Obi-Wan, quien aceptó su culpa de haberlo prejuzgado y confirmó que, desde un inicio, Anakin Skywalker contactó a la Orden Jedi para detener a Palpatine. Mientras las investigaciones sobre Palpatine continuaban, todas las evidencias probaban aún más la historia de Anakin.

Demoraron casi tres semanas en desbloquear todos los diversos sistemas que protegían las cuentas privadas de Palpatine, pero cuando lo hicieron, años de planes maquiavélicos desfilaron frente al Senado con horror. Primeramente, descubrieron los numerosos desvíos de fondos que Palpatine consiguió para crear al ejército clon, y también la lista de sus allegados Inquisidores y Generales para la formación de una élite militar, misma que Anakin consiguió destruir en Mustafar.

Saber de los Inquisidores puso en riesgo la libertad de Anakin. Todos fueron muchachos secuestrados desde la infancia, brutalmente entrenados como usuarios del Lado Oscuro para convertirse en los fieles ejecutores de Palpatine. Anakin y Rex tuvieron que dar testimonio en varias ocasiones de lo letales que eran, y que a pesar de no tener ni veinte años de edad el mayor, eran desalmados y sádicos. Una comitiva fue a Mustafar para rescatar cuanta evidencia quedara del enfrentamiento entre Anakin y los Inquisidores, y los jueces atestiguaron una pelea atroz, de la cual Anakin apenas sobrevivió. Pero el testimonio final, fue cuando se encontraron evidencias de que los Inquisidores destruyeron la Legión 501.

En los archivos secretos de Kamino, encontraron toda la información de los clones, sus chips cerebrales y, sobre todo, de la Legión 501. Todos los testimonios de Anakin y de Rex se confirmaron cuando vieron en los archivos la manera cobarde en que esa legión fue destruida por un convoy de clones que, según sus órdenes, estaban atacando a unos piratas. Órdenes dadas y ejecutadas por los Inquisidores, que quizá disfrutaron viendo la destrucción de una legión entera.

Para Rex, confirmar lo que ya sabía, que la destrucción de su legión y la muerte de sus hermanos fue por órdenes de Palpatine, lejos de sumirlo en más miseria, le otorgó una gran paz. Desde que el Comandante del Destroyer III lo dejó en Naboo por el cargo de traición, Rex había pasado momentos muy difíciles, haciendo las paces con las decisiones que tomó en el pasado. Todos los clones eran, en teoría, sus hermanos, pero ninguna de las legiones actuales sirvió de la manera en que la Legión 501 peleó por la República, con la ilusión de defender la justicia y la democracia. Que lo llamaran traidor si ellos querían, pero nadie podría comprender jamás el dolor de su decepción.

El único que entendía era Vader… bueno, Anakin Skywalker, como ahora se hacía llamar. Cuando Rex se reencontró con él, lo primero que pensó fue que todo valió la pena. Por algún milagro que no pretendía entender, sus heridas fueron curadas, y no solo eso, había una jovialidad en su rostro, una luz en sus ojos, que nunca antes vio. Rex conoció a Vader cuando el ex aprendiz de Sith tendría unos 18 años, pero nunca se vio tan joven y tan lleno de energía, irradiando una felicidad que, sin lugar a dudas, era gracias a la mujer que lo acompañaba. Anakin estaba muy contento de comprobar que Rex estaba bien, y lo primero que hizo fue agradecerle por su lealtad.

—No hay nada que agradecer, señor—dijo Rex, humildemente complacido por el sentimiento de Anakin.

—Cualquiera que sea tu decisión, cualquiera que sea el camino que escojas, siempre contaras con mi apoyo—le respondió Anakin—Y con mi amistad.

Anakin le dio un comunicador a Rex que tenía grabada su frecuencia personal, para confirmar sus palabras. Luego, cuando Anakin fue llamado a Coruscant para participar en las investigaciones, fue él quien le pidió a Rex que participara en los debates sobre los clones, insistiendo en que solo un clon podía hablar por ellos.

Para el Senado, los clones fueron otro tema de debate muy comprometido. ¿Qué hacer con un ejército tan enorme y poco confiable? Anakin nunca dejó de abogar por ellos, recalcando que fueron utilizados por Palpatine como meros esclavos y carne de cañón. Y las conmovedoras experiencias de Rex convencieron a muchos senadores de que los clones merecían ser tratados con dignidad. Pero no había recursos para mantener un cuerpo militar, y al final, el Senado acordó darles su libertad, inhibiendo los chips mentales y permitiéndoles una vida civil si así lo deseaban. Miles de clones acudieron gozosos a Kamino para que les retiraran sus chips y entregar las armas, ansiosos de recuperar su humanidad. Y es que, sin amenazas de guerra, la República no tenía ocupación alguna que darles.

Otorgarles a los clones una vida civil significó que, de golpe, la República tuvo millones de ciudadanos más que ocupaban trabajo, prestaciones y vivienda. Además, los clones fueron creados para ser soldados, concebidos para pelear y entrenados para servir, adaptarlos al mundo civil no sería sencillo. Así que el Senado, bajo la insistencia del Canciller Bail Organa, creó el Comité de Reintegración Social para el Ejército Clon, conformado por diversos delegados y con Rex como el principal colaborador.

Casi toda la agenda política de Bail Organa se traducía en contrarrestar los planes de Palpatine, quien había gestionado cuidadosamente todos los pasos para crear una guerra que le diera más poder y así convertir a la República en un Imperio, con él a la cabeza. Irónicamente, los diez años de Crisis fueron el precio a pagar por impedirlo.

Durante la mañana, el Senado debatía con rabia las cobardes y constantes traiciones de Palpatine, acumulando una cantidad de cargos en su contra que puso en entredicho a casi toda la Constitución, cuyas leyes no fueron capaces de contener a semejante monstruo de llegar al poder. Y en las tardes, el Senado debatía sobre los Sistemas Separatistas.

La Confederación de Sistemas Separatistas también había sido aislada durante la Crisis, pero solo de la República, pues sus rutas comerciales internas no fueron afectadas. Durante diez años, los sistemas se habían reorganizado en una Confederación próspera, y para el punto en que Padmé llegó al Executor, estaban planeando misiones de rescate de la República.

El Senado no podía seguir llamando "traidores" a los separatistas, no cuando su propio canciller occiso había planeado semejantes barbaries anti democráticas. Además, en los diez años que los mundos de la República lucharon por subsistir, los mundos de la Confederación crecieron en prosperidad. El Senado debía debatir, con un orgullo herido, acuerdos comerciales y diplomáticos con sistemas que, ahora, solo eran sus vecinos.

La Confederación también resultó ser un buen escondite para numerosos caballeros Jedi que, estando cerca de sistemas separatistas, decidieron esconderse ahí cuando empezó la purga. Obi-Wan recibió a esos sobrevivientes, y a otros cuantos que se escondieron en el Borde Medio y Borde Exterior, para la reconstrucción del Templo Jedi.

Afortunadamente, los archivos del Templo no fueron dañados durante la masacre, pero eso solo les generó un nuevo dolor, cuando vieron las imágenes de los clones arrasando con todos los habitantes del Templo. Obi-Wan y sus compañeros decidieron cerrar el Templo durante unos meses para permitir la purificación del lugar, antes de empezar su reconstrucción y una muy necesaria revisión del Código Jedi.

Mientras más documentos de Palpatine eran revisados, más juicios eran agendados en las cortes. Había tantos nombres en esas listas, tantos aliados de tan diversos sistemas que la República, con mucho pesar, debió aceptar que esa red de corrupción estaba coludida en sus cimientos más profundos. Por aquellos días, bastaba con encontrar alguna conexión entre un político y Palpatine para que este terminara tras las rejas. Fueron días oscuros para todos.

No solamente el Senado estaba limpiando la casa, en Naboo se llevó a cabo un proceso parecido. Apaillana inició una investigación rigurosa de la administración de la reina Kamila, revelando una gran cantidad de excesos, desvíos y nepotismo alarmantes. Naboo llevaba décadas sin tener un escándalo parecido. Kamila fue enjuiciada y condenada a 30 años de prisión; la mayoría de sus funcionarios intentaron escapar sin conseguirlo, y fueron llevados también ante la justicia.

Después de un mes ayudando al Senado, Anakin fue totalmente absuelto de cualquier culpa y a él, a Padmé y a Obi-Wan se les entregaron las medallas de Héroes de la República. Fue una ceremonia más solemne, los tres susodichos recibieron las medallas del Canciller Bail Organa frente a todo el Senado, mientras la ceremonia era transmitida por la HoloNet.

—Felicidades, Ani—dijo Padmé con tono jocoso, sabiendo que él estaba muy incómodo—¿O debería decir, señor héroe de la República?

—Jamás—replicó—Vamos a casa, ángel.

—Con gusto, Ani.

El Senado le ofreció un puesto en el Comité de Investigaciones contra Palpatine y otro en el Comité de Seguridad Interna, pero Anakin rechazó ambos cargos y regresó a Naboo con Padmé, harto de la capital. Solo disfrutaron un par de días juntos antes de que Padmé debiera concentrarse en su campaña.

Si algo debía reconocer Anakin, era que Naboo hacía muy buenas campañas. No gastaba el dinero en ceremonias pomposas ni eventos estrafalarios, sino en discursos productivos y las giras estrictamente necesarias para que el pueblo conociera a sus candidatos. Además de Padmé, se presentaron como candidatos un gobernador de los Montes Nooner y una Delegada del Palacio, pero mientras la campaña avanzaba, era obvio que Padmé ganaría la contienda.

Era difícil no seguirla, incluso sus competidores admitían que Padmé tenía una propuesta excelente para el gobierno con un carisma envidiable. La gente ya la había apreciado por salvar a Naboo y a la República de la Crisis, pero el pueblo se enamoró de ella cuando comprobó sus ideales democráticos y escuchó en sus discursos lo bienintencionada que era esta mujer, ansiosa de ayudar a los más desfavorecidos.

Anakin la apoyó en todo momento. Estuvo con ella eligiendo cada palabra de sus discursos, escuchó sus ensayos, la acompañó en cada gira y le dio ideas para gestionar su plan de gobierno. Anakin no tenía miedo de decirle a Padmé cuando no estaba de acuerdo con ella, señalando algunas ideas poco realistas y otras absurdamente comunes. A Padmé le encantaba, sintiéndose genuinamente apoyada por él.

En sus ratos libres, Anakin también tenía trabajo que hacer. Entre los archivos de Palpatine encontraron un testamento, en donde Anakin heredaba una gran cantidad de bienes del difunto canciller. Al principio, todas las propiedades de Palpatine fueron embaucadas, pero mientras las auditorias seguían, varias fueron liberadas al comprobarse que no se consiguieron con los malos fondos.

Curiosamente –aunque Padmé opinaba que era su destino– casi todas las propiedades que Anakin heredó de Palpatine fueron liberadas. Eso incluía la Casona de Naboo, algunas naves, un departamento en Coruscant y cuentas de banco. Con demasiado gusto, Anakin mandó demoler la vieja Casona y vendió el terreno, sin querer saber de él.

Al principio le causó conflicto acceder a las cuentas bancarias, pues eran fondos muy generosos, pero Padmé insistió con vehemencia que era simple justicia divina poder usar el dinero de Palpatine para reconstruir su vida. Animado por ella, Anakin usó ese dinero para comprarse una casa en Theed, cerca de la casa Naberrie, para no seguir aprovechándose de la hospitalidad de Ruwee y Jobal. Era la primera propiedad enteramente de Anakin, puesta a su nombre, y siempre que regresaba a casa sonreía de oreja a oreja, contento de tener un hogar.

Finalmente, después de seis meses de campaña, Padmé ganó las elecciones y fue nombrada reina de Naboo. Los Naberrie hicieron una gran fiesta, orgullosos de su logro, y Apaillana mandó inmediatamente una escolta para que Padmé pudiera ir al Palacio apenas lo deseara.

Anakin se fue con ella, pues Padmé ya lo había nombrado su Jefe de Seguridad. No lo hizo en realidad por querer darle un trabajo a Anakin, sino para que tanto él como Ruwee estuvieran tranquilos. Desde que la campaña empezó, Anakin daba su visto bueno a todas las medidas de seguridad que el capitán Typho implementaba a la candidata Naberrie; luego, discutía esa información con Ruwee, sabiendo que esa simple acción tranquilizaba al padre de Padmé.

Al pasar los meses, y aunque Ruwee y Anakin aún no eran amigos, Ruwee reconoció verbalmente que al lado de Anakin, su hija estaba totalmente a salvo. Cuando se anunció que Padmé ganó las elecciones, inmediatamente después de felicitarla, su padre agregó:

—Anakin seguirá a cargo de tu seguridad, ¿verdad?

—Oh, bueno….

—Desde luego—respondió Anakin, sin notar el titubeo de Padmé—Una reina ocupa mucha más seguridad que una candidata.

Padmé lo dejo ser, después de todo no había nadie en la galaxia en quien confiara más, y así toda su familia seguiría estando tranquila. Al mismo tiempo en que Padmé terminaba de gestionar su corte, Anakin arreglaba los últimos detalles de su complejo sistema de seguridad con el capitán Typho.

Usualmente, cuando un nuevo soberano era elegido, este tenía un espacio de tres meses para adecuarse en el palacio antes de la coronación, pero Padmé solo tuvo dos semanas, ya que Apaillana era una reina interina y, constitucionalmente hablando, la reina electa tenía que acceder al trono a la mayor brevedad posible. En solo dos semanas, Padmé debió ajustar la corte, crear los comités internos necesarios para empezar su gestión y adecuarse en los espacios del palacio (aunque eso último lo hizo Anakin, quien como Jefe de Seguridad también se encargó de crear un sistema distinto para la distribución, usos y horarios del palacio)

Todo ocurrió tan rápido, que el día de la coronación sorprendió a Padmé. Sus doncellas (mantendría casi las mismas que tuvo Apaillana) entraron temprano a su alcoba para prepararla, vistiéndola con su precioso atuendo real y maquillándola por primera vez con el estilo ceremonial de los soberanos. Estuvo toda esa mañana practicando sus juramentos, su discurso inaugural, y repasando todos los protocolos de la corte que Apaillana llevaba meses enseñándole. Los nervios le causaron una mala jugada, y a media mañana, dos horas antes de la coronación, Padmé se encerró en una salita anexada a la Sala del Trono, y no recibió a nadie.

El equipo que trabajó con Padmé durante su campaña se acostumbró a no contrariarla, sabiendo que tenía un temperamento fuerte. Así que acudieron a la única persona en toda la galaxia capaz de hacerle frente.

Anakin acababa de terminar una ronda de seguridad cuando una doncella le mencionó la crisis nerviosa de Padmé. Dejó a Typho a cargo y corrió hacia la salita donde Padmé seguía encerrada, afuera un par de doncellas seguían llamándola sin éxito, comenzando a inquietarse. Anakin no tocó ni avisó, solo usó la Fuerza para abrir la puerta, encerrándose con Padmé para que las doncellas no la vieran en ese estado. Adentro, Padmé estaba sentada sobre un taburete con rostro perplejo, incrédula ante todo lo que estaba ocurriendo.

—Hola, ángel—saludó Anakin, con un tono totalmente casual—¿Nerviosa?

Ella lo miró con fuego en sus ojos.

—Todo el equipo de seguridad está en posición, por cierto—confirmó Anakin, sentándose a su lado.

—Bien.

—Y ya casi llegan todos los invitados.

—Bien.

—Tu familia llegó hace poco.

Mmm.

—Y Obi-Wan también consiguió llegar a tiempo.

—Oh.

Anakin sujetó su mano, Padmé no la apretó, pero tampoco lo soltó. Estuvieron en silencio varios minutos, sin decir absolutamente nada, la mera presencia de Anakin comenzando a calmar a Padmé.

—Anakin, ¿crees que haré un buen trabajo?—preguntó Padmé, bajando los ojos—¿Crees que seré una buena reina?

—Sé que serás una excelente reina—respondió Anakin—Pero eso tú también lo sabes, ángel. ¿Qué hay en tu cabeza?

Inhaló profundamente, luego se puso de pie, caminando hacia el espejo de cuerpo completo colocado en la esquina de la salita. Contempló largo y tendido su imagen, la pintura perfecta de una reina poderosa, y las palabras por fin llegaron a su boca.

—Es… extraño—dijo—Tantos años soñé con esto, y ahora que lo he conseguido, me pregunto… ¿qué seguirá después? ¿será tan bueno como lo imaginé? ¿o no? ¿qué sigue después hoy?

—Sigue vivir, Padmé—Anakin se paró detrás de ella, colocando cuidadosamente sus manos sobre sus hombros para no arrugar la tela—Disfruta este sueño que estás cumpliendo, no pienses de más. La Fuerza nos irá mostrando el camino.

—Nunca he sido así—admitió ella—Siempre he planeado cada cosa que he podido, y concentro mis esfuerzos en concretar esos planes.

—Y eso funciona magníficamente en muchas cosas, de hecho, te servirá mucho como reina. Pero no puedes planearlo todo Padmé, si algo aprendí en mi tiempo en el Executor, es que la Fuerza, la vida, tiene maneras muy curiosas de arruinar nuestros planes.

—¿Hablas por Palpatine?—preguntó ella, mirando sus ojos a través del reflejo.

—No—respondió él, sonriendo—Me refiero a ti.

—¿Oh?—Padmé frunció el ceño, pidiendo con la pura expresión más explicaciones. Anakin la hizo girar con suavidad para verla de frente.

El maquillaje ceremonial ocultaba bien muchas de sus facciones, cumpliendo con su función. La tradición de Naboo era que los soberanos usaran esos maquillajes y trajes para convertirse en efigies del trono. Pero Anakin no vio esos símbolos cuidadosamente seleccionados para representar a la nueva joven reina, sino a sus ojos, poseedores de un espíritu que amaba con todo su corazón.

—Mi plan era vagar por el espacio lejano, lamentándome de mi vida, hasta morir; nunca imaginé que un día una mujer tenaz encontraría mi nave y pondría mi mundo de cabeza—confesó con absoluta sinceridad, haciendo que Padmé se sonrojara bajo sus maquilladas mejillas—Cambiaste cada cosa de mi vida ese momento, Padmé. Y aun la cambias.

—Oh, Ani… tú también cambiaste totalmente mi vida—dijo ella, deseando poder besarlo en ese instante—Creo que nada de esto sería posible de no ser por ti.

—Lo dudo. Has conseguido llegar aquí porque lo mereces. Lo que siga después de hoy, será lo que decidas.

—¿Tú lo crees?

—Absolutamente, confía en la Fuerza ángel, y confía en ti. Vendrán más y mejores sueños.

Tan pronto Anakin dijo eso, Padmé se dio cuenta de que ahí estaba la respuesta. Su repentina ansiedad por lo que le depararía el mañana estaba injustificada, porque su mismísimo futuro estaba ahí, centrándola en uno de los momentos más trascendentales de su vida.

—Gracias, Ani—dijo ella sonriendo—Siempre sabes qué decirme.

—Esa es la sonrisa que amo—Anakin sujetó ambas manos de Padmé, elevándolas a sus labios para besarlas—Mi reina…

El corazón de Padmé latió con fuerza. Para el resto de Naboo, ella sería reina, soberana de su planeta. Pero Anakin no solamente dignificaba ese título, en el fondo Anakin estaba nombrándola reina de él. De su alma, su corazón, y lo más importante: su futuro.

El futuro que compartirían. El futuro que nunca antes se había encontrado tan ansiosa de empezar.

—Te amo Ani—susurró ella, sintiendo su piel estremecerse bajo los labios de Anakin.

—Y yo a ti, ángel—respondió él—Estoy tan orgulloso de ti.

Todo rastro de duda desapareció cuando Anakin le sonrió, una de esas sonrisas que eran solo para Padmé, tan auténticas y felices. Pocos minutos después de eso, una doncella tocó a la puerta y les avisó que la ceremonia iba a empezar. Anakin escoltó a Padmé hacia la Sala del Trono, deteniéndose unos metros antes del umbral, para que ella hiciera su entrada triunfal.

En el momento en que empezó a sonar la música ceremonial, el rostro de Padmé se iluminó con toda la ilusión de su sueño cumplido, y Anakin se quedó en el umbral, feliz de poder ser parte de ese gran logro de su ángel. La Sala del Trono estaba preciosamente decorada, con banderas e insignias de Naboo, la corte rodeaba el trono luciendo sus mejores galas, y los invitados de honor estaban contemplando todo desde sus plataformas. Al centro, frente al trono, pero sin sentarse en él, estaba Apaillana, sin maquillaje y con un traje sencillo, portando la corona por última vez, observando con orgullo el perfecto porte de Padmé mientras caminaba hacia ella.

Tras el juramento, Apaillana colocó la corona de reina sobre la cabeza de Padmé, y todos hicieron silencio, inclinándose ligeramente.

—Viva la reina Amidala—dijo Apaillana, inclinándose frente a Padmé con elegancia.

—Viva Amidala—respondieron todos al unísono, colocando sus rodillas en el suelo.

Mientras todos se inclinaban, Padmé se sentaba en el trono por primera vez, contemplando desde su privilegiada posición a toda la corte arrodillada frente a ella. Reconocía a muchos de esos rostros, algunos eran sus amigos, como el señor Lorrein, y en sus respectivas plataformas contempló a su orgullosa familia. Pero lo más importante, Anakin estaba ahí.

Ninguna reina de Naboo había tenido tanta suerte, estaba segura de eso.


Fin.

No puedo creer que esto realmente haya llegado a su fin, siento que fue ayer cuando empecé esta historia jeje, y aunque a lo largo del proceso de redacción hice algunos cambios, agregando capítulos, quitando escenas o incluyendo personajes a última hora, estoy contenta con el resultado. Espero que les haya gustado mucho este final, con Padmé en toda su gloria siendo coronada y Anakin a su lado, empezando una nueva vida.

Ahora... en caso de que tengan la duda, sí, esta historia tendrá secuela. La verdad es que conforme iba escribiéndola, se me ocurrió alargarla más, abarcando algunos detalles del reinado de Padmé y el conflicto no resuelto de Anakin con el Lado Luminoso de la Fuerza, pero mientras iba desarrollándolo, me di cuenta que salía sobrando con el desenlace que ya había redactado para este fic, así que reestructuré esas ideas para una secuela, se llamará "El Caballero y la Senadora" y subiré el primer capítulo la próxima semana.

Muchísimas gracias por todo su apoyo, jamás podré transmitirles toda la alegría que me provoca lo mucho que disfrutaron de esta historia. Cuídense mucho, les mando un fuerte abrazo, y que la Fuerza los acompañe ¡saludos a todos!