La Venus atrapamoscas
Ino se sentó en el borde de la cama. Aún quedaba flotando en el aire un ligero olor a abandono, pero todo estaba tan limpio como podían haber logrado una cuadrilla de muchachos armados con limpiadores y nociones muy básicas de mantenimiento doméstico.
Aunque Shikamaru había conseguido devolver la energía eléctrica a tres de las seis habitaciones, no estaba seguro de qué había fallado: la habitación de Ino, la sala de estar y la cocina funcionaban, pero la que fuera la habitación de Inoichi, el comedor y el baño no.
Además, las luces de la tienda e invernadero funcionaban una sí y dos no, pero de eso se había rendido hacía un par de años, algo que Sakura siempre le recriminaba junto con los arreglos de cinta gris de la instalación hidráulica del invernadero.
Habían trabajado todo el fin de semana, pero finalmente podía pasar la noche en la casa.
El silencio era sobrecogedor. Sakura no quería que se quedara, insistía en que podía quedarse con ella, quizás temía ese momento, en que se acentuara la ausencia de su padre. Pero lo que ella no sabía, es que había pasado ocho años rememorando el momento exacto entre la bala entró en su cabeza. Sabía que estaba muerto, no era como que le hiciera ilusión que en cualquier momento la llamara a cenar.
Habían trabajado todo el día, sin embargo, no se sentía cansada así que optó por revisar un par de cosas de la habitación, así que tomó una de las cajas donde solo habían amontonado cosas. Había varios libros a medio empezar, y regresó más de la mitad a la caja para el montón de donativos que ya habían armado. Entonces, algo llamó su atención: era un broche alargado de cuarzo azul con un nombre grabado: Fū.
Era el broche que había encontrado el auto de Zetsu la noche que los rescató de la tormenta en la carretera.
Y recordó lo que dijo Temari sobre los cargos por los que juzgaron a Zetsu.
"Incluso de la desaparición de una chica de Taki llamada Fū Chōmei".
Lo sostuvo en la mano, pensando en lo que tenía que hacer al respecto. Así que volvió a llamar a Genma.
—Hola, perdona la hora —le dijo —. Pero Shikamaru me dijo que habían acusado a Zetsu de la desaparición de una chica de Taki. ¿Procedió el caso?
Genma, después de suspirar, le explicó lo poco que se podía hacer público al respecto, pero que se resumía a nada, no había cuerpo ni más pista que una fotografía de su auto cerca de la zona, pero que de ninguna manera implicaba nada más. Por su parte, Zetsu no estaba seguro, no lo podía negar ni confirmar, simplemente no la recordaba. Su sistema de trabajo le había conocer la menor cantidad de detalles posibles.
Ino suspiró.
—Shikamaru dijo que ella desapareció seis días antes de que nosotros lo conociéramos. No Recordaba que lo tenía, o si sirve para algo, pero ese día encontré algo en su auto que me quedé por accidente y no sé si sea de utilidad, literalmente lo acabo de encontrar con las cosas que dejé.
Genma le prometió pasar por la mañana, así que dejó el broche en una cajita y siguió revisando lo demás, que ya le parecían cosas extrañas, que no le pertenecían, así que la limpieza se limitaba a si era útil o no.
Revistas pasadas, dulces caducados y catálogos:
Dionaea.
Somos la primera empresa del País del Fuego en ofrecer un servicio especializado en plantas exóticas.
Pasó la punta de los dedos por la portada. Su papá se lo había pasado para que le ayudara a escoger el primer lote de semillas.
¿Cómo alguien que trabajaba con flores podía ser un asesino?
Hacía años le había dicho a Sakura lo mismo y ella no había tardado en hacerle notar lo idiota que era ese pensamiento.
No solo Zetsu. También su tío Inoichi había hecho cosas horribles.
El amanecer la alcanzó en la sala, con cuatro cosas de cosas funcionales pero que no le servirían para lo que tenía en mente.
Lo primero era reabrir la florería, a como diera lugar. Sus ahorros no iban a durar mucho, sobre todo con lo que se necesitaba de las remodelaciones y no quería comprometer a sus amigos a cargar con ella.
También tenía que ver lo de la escuela. Se sentiría muy avergonzada de volver a la preparatoria a su edad, así que sería a distancia, pero la universidad, era un tema mayor. No tenía los ingresos suficientes para costearla, ni siquiera el tiempo.
Sacudió la cabeza enérgicamente. Si no pensaba las cosas, una a la vez, se iba a volver loca.
Llamaron a la puerta, y creyendo que se trataba de Genma, fue a abrir, sin embargo, se encontró con Shikamaru.
—Hola, pasa.
El muchacho entró, mirando la tienda vacía, como si al igual que ella, imaginara las repisas llenas de flores.
—¿Qué haces aquí tan temprano?
Shikamaru dejó escapar un suspiro, sacando de la bolsa de su camisa una tarjeta.
—Cuando le dije a mi mamá que le iba a pedir matrimonio a Temari, contactó a este tipo, es un organizador de bodas y bueno, ha estado trabajando en esto, pero ahora que estás aquí, es que dijiste que eso hacías allá, así que pensé que quizás necesitabas capitalizar un poco y el tipo dijo que podrías ayudarlo, porque de todos modos está buscando un asistente, y eso de paso evitará que la cosa se salga de control y me case en una boda más estrambótica que la de la de la princesa Ōtsutsuki.
Ino se rio, aceptando la tarjeta.
—Fue una boda linda.
—La novia, literalmente bajó desde el cielo entre velos y globos.
Volvió a reírse solo de imaginar a Temari dejando que alguien la subiera en el soporte para una entrada de ese tipo. Usaría los velos para estrangular al atrevido y luego les metería los globos por donde dolería sacarlos.
—Gracias —le dijo —. Definitivamente lo llamaré. Solo tengo que arreglar algunas cosas.
—¿Todo bien?
Bajó la mirada tan solo por un instante, el suficiente como para que Shikamaru sonriera al darse cuenta de que había cosas que no cambiaban.
—Tenías razón —confesó tímidamente —. Sobre Zetsu-san.
El muchacho se puso pálido.
—¿Te hizo algo?
Rápidamente sacudió la cabeza.
—Sobre que es un criminal.
—Ino, pero si de eso no quedaba duda…
—¡Es que no lo entiendes! Yo… el hombre que yo conocí, no es el que ustedes describen.
Shikamaru suspiró.
—Realmente no entiendo qué le viste. Lo juro, no lo entiendo.
Ino no supo qué responder, incluso le pareció que sonaba demasiado absurdo porque lo mismo le había dicho de Sai.
—Tengo que irme, hoy es un día bastante ocupado, pero, si necesitas algo, puedes llamarme, o a Temari, está en la casa. Aunque bueno, está Chōji también y Sakura. Naruto, aunque no lo creas está bastante emocionado, aunque no sirva para nada porque Kakashi lo está esclavizando.
Por un momento se quedaron en silencio, mirándose a los ojos, quedando entre los dos una única frase que era lo único que realmente importaba:
No estás sola.
Shikamaru se volvió hacia su auto y desapareció por la calle, aunque casi enseguida llegó Genma, así que fue por la caja que había reservado.
—¿Es significativo esto para su causa?
—Fū Chōmei era la hija única de una importante familia —explicó —. Si podemos corroborar que estuvo en el auto de Zetsu, Taki pediría la extradición y probablemente sea condenado a la horca.
Ino se quedó perpleja, y Genma entendió que realmente no había considerado las consecuencias de un acto tan inocente como entregar una prueba que casualmente había encontrado, así que se animó a ponerle una mano en el hombro.
—La familia de esa chica, y de muchas otras personas, han pasado un infierno sin siquiera una tumba en la que llorar. Él no los mató, pero les negó para siempre ese consuelo.
—Sí… lo entiendo.
—De cualquier forma, es un proceso largo. No es como si mañana mismo se resolviera todo.
Ino asintió y volvió a entrar para arreglarse un poco mientras llamaba al sujeto que le había recomendado Shikamaru.
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—¿Cuánto tiempo realmente le dedicas a cuidar de tu pelo? —preguntó Sakura, considerablemente ofendida por la larguísima cabellera rubia que iba más allá de la cintura de su amiga.
—¿Celosa? —preguntó con sorna.
—¿De estos hilitos de paja?
Ino hizo un además para sacudir el pelo, haciendo que las puntas le cosquillearan en la cara a su amiga.
—Mejoré la receta que hicimos en la secundaria. ¿La quieres?
Sakura hizo un mohín, pero ya no se veía a sí misma con el cabello largo. Lo había usado tanto tiempo corto que estaba segura que apenas pasara la altura de su hombro lo iba a cortar.
—¿Entones vas a trabajar con el organizador de bodas?
—Sí, resulta que Aoba-san trabajó con mi papá en la boda de Hiashi-sama.
Sakura apenas pronunció una leve "o". Al menos para ella el tema era un tabú, pero Ino parecía tomarlo demasiado bien. Suspiró al caer en cuenta del tiempo pasado, y simplemente no la había visto superar su duelo.
—Oye —dijo, cambiando el tono de voz —. Shikamaru me dijo que visitaste a tu hombre planta.
—¡Hey! ¿Qué no sabe lo que es la discreción?
—Cuando insistes en verte con un criminal-asesino-secuestrador-terrorista, es difícil mantenerse siquiera tranquilo.
—¡Por favor! —exclamó cruzando los brazos por debajo de busto. Algo que Sakura no dejó pasar y la ofensa que sentía por su pelo, volvió al compararse consigo misma y lo poco que se le notaba la curvatura del pecho en el uniforme médico —. Solo quería agradecerle, el sujeto me rescató de sus locos compañeros.
—Que te secuestraron en primer lugar por su culpa —secundó, aunque no tenía mucho caso, no creía que la determinación de la chica fuese a moverse siquiera un poco —. Pero ese no es el punto. ¿Lo volverás a ver?
Ino se encogió de hombros.
—Quizás. Aunque ya le dije a Genma-san que si lo ejecutan quiero ir.
Sakura sintió que se atragantaba con su propia saliva.
—¿Disculpa?
—No tiene familia, no tiene amigos, y claramente estará rodeado de gente que quiere su cabeza en una pica.
—Y van a pedir la tuya cuando se den cuenta de que estás de su lado.
Ino volvió a encogerse de hombros.
—Ni siquiera es seguro. Tiene una situación legal "complicada". Tal vez se muera de viejo.
—No tienes remedio —dijo Sakura con un suspiro —. Aunque... no es que yo pueda decirte mucho.
—¿Hum? ¿De qué hablas?
Considerablemente incómoda. Sakura se inclinó un poco al frente, aunque no había nadie cerca en el modesto restaurante donde habían quedado para almorzar.
—El año pasado hice un voluntariado en Oto —susurró —. Shizune-sempai me pidió ayuda para atender a los afectados de un terremoto, me lo contarían como horas de cirugía y...
—¿Y?
Sakura gesticuló un poco, realmente le estaba costando trabajo decirlo en voz alta.
—Vi a Sasuke-kun.
Ino soltó el tenedor que golpeó el plato con tal fuerza que todos debieron de escucharla, sin embargo, pasaron de ellas casi enseguida. Sakura tomó aire exageradamente.
—Tenía una infección por una herida mal tratada, así que lo ayudé.
—Aparte de mi —dijo Ino tratando de controlarse —. ¿Le has dicho a alguien?
Recordaba que tan solo el día que Genma la vio en la florería, en las noticias se anunciaba la muerte de Izuna Uchiha y la sucesión de Sasuke como líder de Akatsuki, organización tristemente célebre por bombardeos, incendios e intentos de asesinato, con varios exitosos.
—¡Obviamente no!
—¿Por qué?
—Hablé con él, quise convencerlo de volver, pero está tan confundido...
—Sakura, cuando te dan una dirección aquí en Konoha te confundes, cuando hay que escoger mantelería en un catálogo con cincuenta muestras entre marfil y crema, te confundes. Lo que está haciendo Sasuke es matar gente.
—Zetsu estaba en el mismo grupo —se defendió.
—Y ahora está preso, ayudando a deshacer todo lo que hicieron. Sakura, si no te importa la demás gente no hay problema, no somos santos, pero van a acabar matando a Sasuke, como hicieron con el otro sujeto.
Sakura sintió que se le hacía un nudo en la garganta y no pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla.
—Ya lo sé.
Ino sintió que se encorvaba, de pronto sentía una presión insoportable sobre sus hombros.
—Tienes que decirle a Naruto —concluyó —. Trabaja en la oficina de Kakashi, quizás encuentren una manera de atraparlo sin matarlo.
—Quizás.
No hubo nada más que decir. Ni siquiera pudieron terminar de comer y el mesero acabó por llevarse los platos con más de la mitad.
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Ino no recordaba cómo se sentía un verano en Konoha. Cómo era llevar un vestido ligero con tirantes finos y sombrero de ala ancha con lazos.
—¡Quítate el sombrero! —exclamó Chōji —¡Necesitas color en esa piel!
En lugar de responderle le sacó la lengua. Si se exponía al sol sin precauciones, su piel acostumbrada al clima invernal del País del Hierro, solo se quemaría, no se broncearía.
—Tienes que salvarle el pellejo de Shikamaru —le dijo —. Se le olvidó pasarle la canción del vals al DJ.
Ino abrió los ojos exageradamente.
—¡¿Qué hizo qué?!
—Es una balada del País del Viento, pero la buscamos en Internet y no hay una versión que se pueda usar sin dañarle los oídos a los invitados.
—¿Y qué espera que haga yo, si él que es un genio no pudo encontrarla?
—Ino, por favor, cántala.
Shikamaru les dio alcance, y aunque no lo expresaba claramente, estaba desesperado, prueba de ello, era que insistía en jalar el corbatín de su cuello.
—¡¿Qué?!
—Oh, vamos, Kiba ya están sacando los acordes, si ensayan un par de veces en la bodega todo saldrá bien.
Ino frunció el ceño, mirándolo con severidad, sim embargo, se relajó casi enseguida, moviendo la cabeza de un lado a otro.
—Qué se le va a hacer.
Tomó su bolso de mano y se fue a prepararse.
No le costó trabajo encontrar lo que buscaba, pudo escuchar una guitarra casi enseguida, sintiéndose anonadada por lo bien que se escuchaba.
—Esto sí que es una grata novedad —dijo.
Kiba respingó, quitándose los audífonos.
—¿Qué?
—Te imagino bien con una eléctrica algo fuera de control en el escenario.
Kiba se rio, pasándose una mano por el cabello.
—Mi hermana me enseñó —le dijo —, para controlar la ansiedad.
Ino se acercó, recogiendo un poco su vestido para poder separar las piernas y montarse en la mesa en ausencia de sillas, luego le pidió uno de los audífonos inalámbricos para poder escuchar la canción que tenía que aprenderse y él se lo dio.
Cerró los ojos para poder concentrarse, sin embargo, el sonido de su propio teléfono sobresalto a ambos.
Pensaba no responder, pero el nombre en la pantalla le provocó cierto malestar. Era Genma.
—¿Hola?
—Hola. Siento interrumpir, pero tengo que decírtelo antes de que salga en las noticias.
La chica jadeó. Se le ocurrieron mil cosas a la vez que ninguna cobraba demasiado sentido.
—Zetsu quiere ir a Taki. La familia de Fū Chōmei reconoció el broche.
Hubo un silencio sepulcral por varios segundos antes de que Genma se animara a hablar.
—Ya están revisando la petición, la verdad es que hace tiempo que se cotejó toda la información que proporcionó, así que ya no hay nada más que pueda aportar, y ese crimen es lo único específico que queda por resolver. Además, él me pidió que te preguntara si podías quedarte con sus cosas, las plantas, principalmente.
—Sí —respondió quedamente sin que se le pudiera ocurrir algo más para decir.
—Bien, hay algo de papeleo, pero cuando esté listo, te llamo de nuevo.
—Sí… gracias.
—¿Ino? —preguntó Kiba al verla con los ojos ligeramente acuosos.
—No es nada. Hay que seguir, el matrimonio de Shikamaru depende de esto —se apresuró a responder, abanicándose con sus propias manos. Sin embargo, él le tendió un pañuelo, sin preguntar nada más.
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—Es todo —dijo el hombre, jadeando por el esfuerzo de haber descargado jardineras de todas formas y tamaños —. Solo necesito que me firme unas formas.
Ino revisó el montón de papeles, que no eran nada más que un inventario y un par de responsivas.
Para cuando el hombre se fue, Ino miró las nuevas adquisiciones. Pocas calificaban como exóticas, seguramente hubo algunas limitaciones en los privilegios que un preso podía tener, pero entre todas, un terrario llamo su atención; era una composición hermosa de vibrantes colores, entre verde y rojo. Reconoció enseguida las dionaeas, algunas que había visto en el catálogo como sarracenias, que parecían pequeños jarros rojizos y droseras, que parecían látigos cubiertos de rocío.
¿Cómo de diferente habría sido su vida si otras fueran sus circunstancias?
Sin duda, se habría convertido en una gran empresa.
Ajustó la iluminación y las aisló con un biombo. Las plantas estaban demasiado estresadas por el brusco transporte, pero podría recuperarlas, al menos eso sí podía salvar.
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Zetsu respingó cuando el oficial le indicó que tenía una visita, pero de nada le valía negarse. Bien podía tratarse de un fiscal que buscaba algún tipo de información, escéptico a que ya hubiese revelado todo, al menos de lo que tenía conocimiento.
Esposado de manos y pies, se veía obligado a dar pasos cortos, con el tintineo de las cadenas tras de sí.
Sin embargo, se quedó sin palabras al ver frente a él a Konan.
Su expresión, digna de quien ha visto un fantasma, no pasó desapercibida por nadie. Sin embargo, una mirada gélida, bastante propia de ella, le hizo callar cualquier comentario inoportuno.
—Buenas tardes, Zetsu-san —dijo.
Zetsu siguió avanzando, sentándose frente a ella en la minúscula mesa, dejando que el guardia asegurara las cadenas a los soportes del suelo, inmovilizándolo por completo.
—Nunca entendí sus motivaciones —dijo la mujer, manteniéndole la mirada —. Siempre me pareció que, de todos los miembros del grupo, usted era el único sin una motivación real.
—Pues… así era.
—Supongo, que esa falta de estimulación es lo que le volvió más impredecible de lo que cualquiera de los genios que he conocido pudo prever.
—Creo que lo arruiné todo —susurró. Konan, sin embargo, negó con la cabeza.
—Madara-san solía usarlo como ejemplo de la lealtad, supongo que por ese motivo le confiaba información que, en términos reales, no competían a su área de participación.
—Era Izuna-san quien me lo decía.
—Pero, no lo habría hecho sin el permiso de Madara-san. Pocas cosas sucedían sin que él lo supiera. Si lo hubiera encontrado inconveniente, lo había expresado.
—Konan-san… lo siento… pero es que no entiendo, ¿qué hace aquí? No es que tema ser ejecutado, pero en todo caso, es bastante tarde para nada. He compartido toda la información que conocía con los agentes de inteligencia de Konoha.
Ella volvió a negar.
—Eso ha sido conveniente, en realidad, ha ayudado al desarme de las naciones, y reconciliar algunas tensiones con conflictos que no se habían resuelto.
—Solo me queda el asunto de esta muchacha.
—Lo sé.
—¿Y luego la horca?
Zetsu dejó escapar un suspiro mientras miraba el techo de la pequeña estancia, sintiéndose deslumbrado por las lámparas.
—Ya no tengo nada más que ofrecer.
—No me has preguntado qué hago aquí, o cómo es que no estoy presa.
El hombre bajó la mirada levemente, sonriéndole con condescendencia.
—Usted, Konan-san, es agente del servicio secreto del País de la Lluvia.
Konan se mostró claramente sorprendida, aunque considerando que Madara lo sabía, no era de sorprender que él también.
—Dadas las circunstancias, y en vista de actitud colaborativa con la Alianza, conseguí una negociación para incluirlo en el sistema de testigos protegidos.
Zetsu frunció el ceño.
—¿Por qué? —preguntó.
Ella no pudo evitar el sentir algo extraño por la ofensa que parecía sentir ante la perspectiva de salvar su vida. Era tal y como lo había diagnosticado, e incluso Itachi lo había previsto; no se consideraba digno de vivir.
—Ninguno de nosotros —le dijo con calma —, tiene derecho a morir.
El semblante del hombre se tornó sombrío, como si comprendiera ese pensamiento.
—¿Quiénes quedan? —preguntó.
—Solo Itachi-san, Kisame-san, usted y yo.
—Y si la paz de la muerte no nos está permitido, ¿qué es lo que podemos hacer?
—Hay cosas de las que ni siquiera Madara-san estaba del todo enterado, y es lo que hemos estado resolviendo.
—¿Y cómo podría ser útil un licenciado en Ciencias Ambientales con especialidad en Botánica, o en todo caso, un hombre de la limpieza?
—No subestime sus habilidades, también se encargaba de la encriptación de archivos. Pero si elige morir, no puedo hacer nada al respecto.
Zetsu bajó la mirada.
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—Pero ¡¿qué le hicieron?! —exclamó Ino horrorizada.
El local que ella recordaba con una temática más propia de mitad de siglo, con sus paredes de colores neones en un piso blanco y negro. Siempre le había recordado a las películas de rebeldes sin causa y bailes coreografiados de rock 'n' roll. Sin embargo, frente a ella estaba un muy genérico establecimiento de líneas simples con color blanco y apenas unas insinuaciones naranjas y amarillas.
—Bueno —dijo Kiba, riéndose con nerviosismo —, supongo que es efecto de la globalización.
Desde que había llegado a Konoha, había tantas cosas con las que Ino se tenía que poner al día, que había aplazado un poco la visita a Guinevere´s, su hamburguesería favorita, así que cuando Kiba la invitó a "algún lado", rápidamente señaló la sugerencia.
—Tanta tragedia —se quejó.
—Pero el personal es el mismo —siguió Kiba, abriendo las puertas abatibles, invitándola a pasar —. Y en la carta solo cambiaron los nombres, es básicamente lo mismo.
Ino rio por su propia exageración.
Y entró detrás de él. Realmente no se había imaginado de ninguna manera que un día iba a aceptarle una salida a ese chico, de hecho, ni siquiera había considerado que podría gustarle.
Estaban en la misma clase desde la escuela secundaria, y aunque siempre se consideró del tipo de chica que podía atraer miradas mientras iba por el pasillo, no pensó que el muchacho hubiese tenido un flechazo que había perdurado incluso una prolongada separación.
Aun así, no estaba segura de qué iba a suceder, podría desencantarse de la mujer en que se había convertido.
—¡Ah! Y ya no hay servicio a mesa, así que, ya que hay algo de gente, ¿qué tal si yo pido y tú reservas la mesa?
Ino asintió, le explicó que quería, y fue hacia la terraza, pese a que le gustaba el sitio, dentro era bochornoso y con olor a fritura, además de que quedaba demasiado cerca de la zona de niños.
Ocupó una pequeña mesa con parasol. La vista daba a la calle, tan solo los separaba de la acera un grueso seto con pequeñas flores amarillas.
Alrededor del establecimiento todo había cambiado. Aunque muchos de los edificios eran los mismos, los negocios habían cambiado, y eso hacía lucir totalmente distinto el panorama. Tenía que visitar las tiendas, hacerlas suyas de nuevo por absurdo que sonara.
Sin embargo, algo en su vista la sacó de sus pensamientos. Entre toda la gente, le pareció ver a alguien que jamás en la vida creyó posible volver a ver ya que Genma Shiranui le había informado que se había dictaminado la ejecución en una instancia privada para evitar aglomeramientos. Únicamente los abogados pertinentes, el juez y otros funcionarios estuvieron presentes. Se puso de pie rápidamente y salió a su encuentro, al otro lado de la calle, aunque el paso de los autos la detuvo por un momento y cuando llegó al sitio, claramente ya no había nadie.
Volvió apenas a tiempo cuando Kiba ya iba con la bandeja.
—¿Y eso? —le preguntó.
Solo hasta ese momento, Ino reparó en lo que había en la mesa: una maceta blanca con una dionaea en flor.
—No lo sé —respondió con franqueza, buscando una nota o algo. Sin embargo, pese a esa ausencia, el mensaje era inconfundible, y no pudo evitar el sonreír —. Pero no importa, ¿o sí?
Kiba se encogió de hombros, disponiendo el contenido de la bandeja, tan solo mirándola: levemente sonrojada, con un brillo en la mirada que no supo explicar, pero la hacía ver increíblemente bien.
Ino se inclinó levemente, y dejó un beso en la flor que coronaba la planta.
—Adiós —susurró —. Que tengas buena vida.
Levantó la vista y le sonrió a Kiba.
—¿Te parece si después vamos al centro? ¿O te molesta mirar escaparates?
—Bueno —respondió —. No es mi territorio, pero es un comienzo, ¿no?
—Sí, es un comienzo.
Comentarios y aclaraciones:
Como ya sabían y sospechaban, solo me restaba este capítulo con los últimos cierres.
No tienen idea de lo difícil que resultó esto.
Lo leí, lo revisé, lo edité, lo corregí y, aun así, ¡hay tantas cosas que me hubiera gustado meter!
Llegar a este punto, sin embargo, ha sido muy importante porque hubo momentos en que pensé en eliminarlo y olvidarme de él, pero en honor a la verdad le tengo mucho cariño, es de mis fics favoritos (de los que he escrito yo), y le puse mucho empeño como para simplemente botarlo.
A todos los que han llegado a este punto, no tengo nada más que agradecerles infinitamente la paciencia y los ánimos, la esperanza de que nunca lo abandonara.
Sé que no es lo que esperaban, la pareja no se consumó, pero he aprendido mucho para mejorar ese aspecto en futuros proyectos (de hecho, hay proyectos más actuales en los que ya se nota el cambio), pero les prometo que puse mi corazón en los trecientos detalles de planificación.
Es más, el final va un poco con aire de El silencio d ellos inocentes, una de mis pelis favoritas, aunque si se pasan por mi blog (El Moleskine de Kusubana), encontrarán una entrada con varios detalles, las referencias históricas, culturales y una lista de las subtramas que debieron morir por el bien mayor.
Hasta entonces, de verdad ¡Gracias por leer!
Esto es el
FIN
