CAPÍTULO 34
"¿Embarazada?"
Una semana pasó más que volando para mí. Pude ver el cambio que se había provocado en mi vida. Y aún estoy sin poder creerlo.
Encontré a mi madre, tengo una hermana, descubrí más cosas sobre mi padre, le dije a otro hombre que lo quería como a mi padre. Acepté que amo a alguien, le dije que la amaba, ella me lo dijo a mí. Me presenté frente a mis suegros. Ellos terminaron volviendo a su amor.
Santana y Brittany oficializaron y ahora todos somos parejas. Puck y Marley tuvieron su primera pelea y estuvieron unos días distanciados pero luego se arreglaron con un poco de cursilería.
Y qué decir de Rachel y yo. Nunca pensé que una relación podía ser tan linda, tan liberal y tan placentera. Ella es fantástica. Una compañera ideal, una amiga que me escucha, que me entiende, que está ahí y no me deja sola.
Russel no volvió a aparecer. No sé nada de él desde la última vez que estuvo en casa. Tampoco es que me interesa saberlo.
—¿En qué piensas? —me preguntó ella sentándose en mi regazo.
—Estaba pensando en ti — coloqué mis brazos alrededor de su cintura.
Sonrió y se acercó a mí para acariciar mi nariz con la suya.
—Te extrañé en Historia Universal...
—¿Ah sí? —suspiré cerrando los ojos mientras sentía su cercanía.
—Mucho —susurró.
Estábamos en la hora del almuerzo en la Universidad y hace dos clases que no nos vemos ya que tenemos algunas clases distintas.
—¿Puede ser que haya un momento del día en el que no las encontremos juntas? — escuchamos que Santana hablaba. Rachel sonrió, me besó cortamente, y se giró a verla.
—¿Qué pasa Santana? ¿Estás celosa de que ahora Fabray sólo piensa en mí? —le preguntó ella.
—Mírala a la niña —intervino Puck mientras se sentaba —¿Ahora eres chistosita como tu novia?
—Un poco —aceptó ella.
—Por su culpa ahora Quinn no nos da ni la hora —Santana le dijo a Puck mientras también se sentaba.
—Pues a mí me da mucho más que eso —contratacó Rachel. Reí por lo bajo al ver el rostro de mis amigos.
—Por Dios, ya la ha pervertido completamente —negó Puck sin poder creerlo.
—Pobre Rachel... pobre Rachel—renegó Santana negando con la cabeza levemente.
—Ya, ya —les dije a ambos —Ella sólo está bromeando con ustedes par de tontos.
—Eres una mala novia. Mira lo que le has hecho a la pobre —me acusó Puck.
—Es cierto… ella ya no es la misma de antes. Todo es tu culpa –le siguió Santana.
—Deberíamos de decirles a las chicas —nos reprendió Puck.
Britt y Marley llegaron a la mesa y se sentaron al lado de sus respectivos novios.
—¿Qué hacían? —preguntó Marley.
—Escuchábamos las barbaridades que Rachel ha aprendido de Quinn—le contó Puck.
—¿Acaso ustedes creen que Rachel lo aprendió de Quinn? No, están equivocados. Ella siempre fue así. Lo que pasa es que ahora tiene a alguien que la estimula un poco más—intervino Brittany.
—Oye —se quejó Rachel.
Todos reímos y almorzamos entre risas y anécdotas. Sentí la mirada de alguien sobre mí. Giré mi cabeza para ver y era Kitty la que nos miraba.
Sonrió como si supiera que algo pasaría. Les dijo algo a sus amigas y todas rieron. Negué con la cabeza y dejé de mirarla.
—Mi amor, ¿vamos a caminar un poco? — Ella me miró y se puso de pie.
—Vamos —aceptó y me dio la mano. La tomé y me puse de pie.
—Luego nos vemos, chicos —me despedí de todos. Ellos asintieron entonces salimos de allí.
Entrelacé mi mano con la de Rachel. Ella me miró. Caminamos en silencio hasta el jardín de la Universidad. Nos acercamos al viejo árbol y nos sentamos bajo él. Rachel se sentó entre mis piernas y apoyó su pecho contra mi espalda. Comenzó a jugar con una hoja verde que había en el pasto.
—¿Qué pasa mi amor? —me preguntó.
—Nada, solo quería estar a solas contigo —acaricié su cabello con mi nariz.
Respiré profundamente su perfume para tener ese olor grabado en mi cabeza. Ella se alejó de mi pecho y giró para acomodarse de frente a mí.
—Te conozco, Quinn. Algo te preocupa.
Sonreí y me acerqué a su boca para besarla suavemente.
—Te aseguro que no es nada.
Ella asintió y me miró fijo a los ojos.
—¿Estás segura?
—Completamente.
—Bueno, voy a creerte —me volvió a besar —¿Has llamado a Elise?
—Sí, hablé con ella ayer —le conté.
—¿Y cómo está? —me preguntó con una leve sonrisa.
—No dejó de hablarme de ese tal Billy —refunfuñí apretando los dientes.
—Es normal que tu hermana hable de eso —me aseguró —Es una niña y este Billy debe ser su primer amor.
—¿De qué amor me hablas? —gruñí sin poder creerlo —Tiene 5 años, no sabe nada del amor.
—No subestimes a los niños, te aseguro que saben más de amor que nosotros los grandes.
—Pues no tiene mi permiso para andar aprendiendo del amor, ni nada de esas. Esa niñanprimero va a aprender a lavarse los calzones por sí sola y luego podrá tener novio. Ni siquiera novio, sólo un amigo con derecho a un simple beso.
—Eres tan celosa...
—Hablé con mamá, y dice que quiere que este fin de semana vayamos a pasarlo allí al campo con ellos. Que tienen algunos cuartos de sobra —le conté. Ella sonrió.
—Eso sería genial —aceptó asintiendo levemente.
La miré bien, ahora ella es la que está extraña.
—¿Qué pasa, mi amor? —le pregunté.
—¿Eh? —dijo ella saliendo de sus pensamientos.
—¿Qué te pasa?
—No, nada… ¿Por qué?
—Estás rara, Rachel… desde ayer estás rara —dije al recordar aquello.
Estábamos mirando la tele y de repente vio la fecha y se puso de pie. Comenzó a caminar por el pasillo y luego volvió a sentarse. Lo dejé pasar porque no pensé que era algo… malo.
—No… nada, nada.
—Ahora soy yo la que va a decir esto.Te conozco Rachel, algo te pasa.
Me miró fijo a los ojos y mordió su labio inferior.
—Hay algo que tengo que decirte.
La miré confundida y pude notar el nerviosismo en su voz. Me acomodé mejor y la miré.
—¿Qué pasó? —le pregunté.
—Prométeme que no te vas a poner ni paranoica, ni como loca, ni nada de eso —me pidió.
—Si no me dices que es lo que pasa entonces no voy a saber cómo reaccionar —sentencié ya un poco más nerviosa.
—Llevo varios meses sin mi ciclo, lo había tomado normal, ya me había pasado antes pero esta vez me preocupa de más —respondió ya nerviosa.
—¿Estuviste con Hudson antes de lo nuestro? —le exigí que me hablara de una buena vez.
—No es fácil de decirlo —aseguró mientras respiraba profundamente.
—Rachel me estás asustando. Por favor, ¿puedes hablar de una vez?
Ella asintió y me miró a los ojos. Sus ojos acumularon lágrimas y pude sentir como su pulso se aceleraba.
—Tengo un atraso más grande de lo normal, estuve con el hace 3 meses—musitó interrumpiéndome.
La miré bien tratando de entender las palabras que acababa de decirme. Sentí que se me secaba la garganta. El aire comenzó a agitarse en mi pecho. Miré los ojos de Rachel… ella no estaba bromeando ni nada por el estilo.
—¿Qué? —musité.
Volví a mirarla a los ojos. Esto no podía estar pasando por Dios, esto no puede estar pasando. ¿Qué demonios voy a hacer?
—¿Quinn? —su voz llegó a mis oídos como si estuviera lejos.
—Dime que es una broma —le pedí.
—¿Cómo crees que voy a bromear con algo así? —la miré —Por favor, Quinn. Necesito que estés tranquila, quizás no pasa nada.
—¿Cómo es posible, Rachel? —susurré nerviosa—¿No te cuidaste?
—Sí, por eso tienes que estar tranquila, sólo fue una vez que estuve con él. No creo que esté embarazada, es literalmente imposible —contestó no muy convencida.
—¿Y si lo estás? —le pregunté.
Ella me miró fijo y entonces sus vidriosos ojos soltaron las lágrimas que habían acumulado. La tomé de la nuca y la acerqué a mí. Ella escondió su rostro en mi pecho.
—Tranquila, mi amor, no llores. Si estás embarazada, no dejaré de amarte. Te ayudaré a cuidar al bebé, no tiene porqué saberlo Finn—le susurré al oído.
—Ay, Quinn, tengo mucho miedo. No sé qué voy a hacer si es que… estoy embarazada ¿Cómo voy a hacer para tener un bebé a los 19 años?
—Como 'vamos' a hacer —la corregí —No estás sola, mi amor, yo estoy contigo. Si es que estás embarazada vamos a salir adelante. Estaremos bien. Incluso si es niña le pondremos Bethany, Beth. Ese nombre me encanta.
—Pensé que te ibas a poner como loca. No tienes que hacerte responsable tú, y menos porque no tienes nada que ver en esto—susurró mientras se alejaba de mi pecho y con sus manos secaba sus lágrimas.
—Estoy como loca, pero no voy a perder el control hasta no estar seguras. ¿Cuánto tienes de atraso? —le pregunté y acaricié su mejilla.
Me di cuenta de que mi mano temblaba levemente ¡Por Dios, esto es una locura! ¿MI RACHEL TENIENDO UN HIJO DE ESE IDIOTA?
—Tres meses una semana — Asentí y respiré profundamente.
—¿Vamos a hacerte un test? —Ella negó con la cabeza.
—Yo creo que lo mejor y lo más seguro es un análisis de sangre —me interrumpió — Tengo una amiga que la madre es obstetra. Hablé con ella ayer y hoy a la tarde iré a verla.
—Iremos juntas —me puse de pie. La ayudé a levantarse y al instante la abracé contra mí. Ella me apretó como si su vida dependiera de eso. Cerré los ojos y traté de demostrarle que todo estaba bien —Iremos juntas… —volví a repetir.
Ella asintió y se quedó pegada a mí. Estuvimos así por unos cuantos minutos, no sé exactamente cuántos. Me alejé de ella y tomé su rostro con mis manos. Me acerqué más y la besé despacio.
—Gracias —agradeció cuándo me alejé.
—¿Por qué? —le pregunté.
—Por estar aquí —susurró.
—Estamos juntas en esto y en todo —le dejé bien claro.
Ella asintió y la besé cortamente. Tomándola de la mano caminamos de nuevo hacia la Universidad.
El almuerzo había terminado y con ello la clase de derecho comenzó. Me senté despacio al lado de Santana. Mi cabeza estaba completamente colapsada.
Si Rachel llega a estar embarazada nuestra vida va a cambiar extremadamente. ¿Qué sucede si de verdad lo está? Eso significaría que voy a tener un hijo. Un hijo de Finn Hudson.
—Oye, ¿Qué te pasa? —me preguntó mi amiga. La miré.
—Nada, ¿Por qué? —respondí reaccionando rápidamente.
—Estás como pálida.
Mi mirada se posó en Rachel. Ella jugaba nerviosa con el lápiz que tenía en la mano. Está pensando en lo mismo que yo. Volví a mirar a Santana.
—Nada — 'sólo que mi novia tiene un atraso y cree estar embarazada del Finnepto' —Estoy bien.
—¿Segura? —preguntó.
—Sí… Snix—acaricié su hombro y volví a mirar al frente.
Lo más seguro es que ella no esté embarazada. Ella se cuidó. Ella se cuida siempre. Solo fue una vez.
Pero ¿Qué pasa si en algún momento la protección falló? ¿Y si no es sólo una falsa alarma? ¿Qué voy a hacer si Rachel está embarazada?
Por Dios, quiero gritar. Pero tengo que estar tranquila, tranquila. Nada es seguro, sólo necesitamos ir y sacarnos la duda. Sólo eso, sólo eso…
El resto del día se me pasó interminable. Mi cabeza no dejaba de sacar teorías sin sentido y mi corazón se sentía cada vez más acelerado. Divisé a Rachel en el estacionamiento y me acerqué a ella.
—¿Vamos? —le pregunté. Ella asintió —Pero iremos en tu auto mejor. Yo manejo ¿quieres?
Ella solo volvió a asentir. Tomé su mentón e hice que me mirara.
—Te amo, no importa si estás embarazada —susurró cuándo sus ojos encontraron los míos.
—Yo también —besé su frente —Todo va a estar bien.
Nos subimos al auto y prendimos marcha. Habíamos decidido no decirle nada al resto del grupo. Estábamos seguras de que iban a ponerse como locos y lo mejor era no alarmarlos hasta estar seguras. Rachel estaba demasiado callada y creo que más que nada asustada. La miré y ella miraba fijo al frente. Giró la cabeza y me miró.
—¿Crees que sea posible detenernos en un kiosco para comprar un chocolate? —me preguntó. Sonreí levemente —Tengo ganas de comer uno.
—¿Tienes un antojo? —pregunté sin dejar de sonreír.
—No seas tonta—balbuceó bajando la cabeza —Siempre quiero comer chocolate cuando estoy nerviosa. No es un antojo.
—Está bien, está bien — detuve el auto en una esquina.
Bajé y me acerqué a la pequeña ventana que estaba allí.
—Mami... Mami ¿me compras un dulce? —me giré a ver y un pequeño niño saltaba a mi lado.
Me paralicé y al instante una mujer lo alzó. Levanté la cabeza y la miré.
—Debes aprender a esperar Steve, hay una chica antes que nosotros —le dijo ella.
El niño me miró y sonrió mostrándome una sonrisa con falta de dientes.
—¿Qué necesita? —la voz de una mujer me sacó de la imagen del niño. La miré y asentí como una idiota.
—¿Algún chocolate? —le pregunté.
—Sí, son estos de aquí —ella me mostró los que había.
Elegí el más grande y lo pagué. Comencé a caminar de nuevo hacia el auto.
—Adiós —escuché su pequeña voz. Me giré a verlo.
—Adiós —me despedí y me subí. Sin decir nada le di el chocolate a Rachel y volví a arrancar.
—¿Qué pasa? —me preguntó ella. La miré.
—Nada… imagiciones que tiene mi cabeza.
Ella asintió y comenzó a comer su chocolate.
—¿Quieres un poco? —me preguntó.
—Sí... por favor. Tengo antojo de comer un poco —ella rió por lo bajo y me dio un pedazo.
Unos minutos más tardes estábamos detenidas en el estacionamiento de una clínica. Respiré profundamente y me bajé del auto. Rachel ya se había bajado unos segundos antes. Ella se acercó a mí y me dio la mano para comenzar a caminar.
Pronto llegamos al primer piso. Era una clínica grande, moderna y se veía muy lujosa. Nos acercamos a un mostrador. La chica que se encontraba allí nos miró.
—¿En qué puedo ayudarlas? —nos preguntó.
—Venimos a ver la Dra. Meredith, mi nombre es Rachel Berry —La chica miró su computadora y asintió.
—Sí, la doctora la está esperando por el consultorio 5 —nos avisó —Pueden pasar por el pasillo a su derecha —le agradecimos con la cabeza y nos dirigimos hacia donde nos había dicho.
Mi corazón latía cada vez más rápido. Una mujer con una panza de unos cuantos meses pasó frente a nosotras. Rachel me miró y no pude evitar sonreír. Llegamos a la puerta dicha y toqué con dos suaves golpes.
—Pase —se escuchó la voz desde adentro. Abrimos la puerta y entramos. Una mujer de más de 40 años estaba sentada en una silla. Levantó la cabeza y nos miró —Bien, vamos a hacerlo rápido y nos sacaremos la duda enseguida —nos hizo sentarnos.
Dos minutos más tarde a Rachel ya le había sacado sangre y la habían mandado a analizar como 'urgencia' al laboratorio. En unos minutos el resultado ya estaría listo.
—¿Y bien, cómo están? —nos preguntó la doctora.
—Bien —musité con un tono algo irónico. La mujer sonrió.
—Te ves nerviosa —Asentí y tomé la mano de Rachel.
—Mucho —aseguré. La puerta sonó y una enfermera entró.
—Ya están los resultados —le entregó un sobre a la doctora.
En ese mismo momento mi mundo se detuvo por completo.
Rachel apretó mi mano y la miré. La acaricié para darle seguridad pero en ese mismo momento yo necesitaba un poco de consuelo.
—Bueno, vamos a ver qué dice — anunció la doctora y comenzó a abrir el sobre.
Cada pequeño sonido que hacía al abrirse llegaba con mucha intensidad a mis oídos. Respiré profundamente y solté el aire levemente.
—¿Y? —preguntó nerviosa Rachel mientras veía que la mujer leía.
Ella levantó la mirada hacia nosotras y su rostro no nos dijo nada. Es lo que más odio de los médicos. Nunca sabes lo que sus rostros te dicen.
—Felicidades —mi corazón se detuvo en ese mismo momento —No estás embarazada.
Me apoyé pesadamente contra la silla.
—Pero… —balbuceó Rachel y la miré —Tengo un atraso.
—Sí—le respondió la mujer —Aquí me muestra que tienes una alteración hormonal ¿has estado comiendo mal?
—Puede ser —susurró ella.
—Pueden estar tranquilas sólo fue una falsa alarma.
—Gracias al cielo —suspiré.
Rachel se puso de pie y tomó sus cosas.
—Muchas gracias por atenderme en tu horario de trabajo y sin turno Mer —le agradeció hablando rápido. La miré confundida.
—No es nada linda. Cuando necesites me llamas de nuevo.
Rachel asintió y sin decir nada salió de allí. Me puse rápidamente de pie y miré totalmente confundida hacia la puerta.
—Pero, ¿Qué pasó? —la pregunta salió de mi boca.
—Está lastimada —contestó la mujer. Me giré a verla.
—¿Qué? —le pregunté.
—A pesar de haber estado más asustada que contenta con la idea, ella había albergado muy en el fondo de su ser la idea de estar embarazada. A todas nos pasa… es como una sacudida de sentimientos y cuando sabes que no es cierto te sientes por un lado vacía y torpe. Así que corre a buscarla y dile que tú también albergaste la idea muy en fondo de ti.
Asentí un tanto confundida y salí rápidamente de allí. Vi como la puerta del ascensor se cerraba. Busqué las escaleras de emergencia y comencé a bajar rápidamente. Llegué al estacionamiento y la divisé a punto de subirse al auto.
—¡Rachel! —le grité.
Ella no se detuvo. Entonces corrí más rápido y la alcancé. La tomé del brazo y la jalé hacia mí.
—Déjame —susurró con un hilo de voz. La abracé contra mi pecho.
—Tonta —le susurré yo también y la apreté un poco más.
—Tú eres la tonta —murmuró sin dejar de llorar, pero no se alejó de mí —Lo siento por emocionarte de más.
—No, no hermosa —la calmé y besé su cabeza —¿Por qué lo sientes?
—Soy una estúpida —musitó —Yo…
—¿Te habías ilusionado un poco? —le pregunté. Ella alejó su cabeza de mi pecho y me miró a los ojos. Levanté mi mano y sequé su rostro. Asintió levemente con la cabeza. Y en ese momento supe que yo también me había ilusionada. Cuando en el auto me había dicho que quería un chocolate la tonta idea de un antojo me hizo sentir muy bien —Yo también.
—¿Enserio? —preguntó mientras soltaba unas cuantas lágrimas más.
—Sí —asentí con la cabeza —Pero no es el momento y menos si sería de Hudson.
—Lo sé —aseguró y ahora ella secó su rostro —De verdad lo siento.
—No mi vida, no lo sientas —Ella sonrió y me volvió a abrazar —¿Vamos?
Ella asintió y nos subimos al auto. Salimos de allí y comencé a manejar hacia la casa de ella. Rachel estaba demasiado callada entonces me giré a verla y la encontré dormida.
Sonreí levemente y estiré mi mano para acariciar su mejilla.
—Te prometo que vamos a tener muchos hijos —susurré —Cuando se dé y vengas a decirme algún día que vamos a ser mamás juro que vamos a ser muy felices.
—¿Lo prometes? —su voz adormilada llegó a mis oídos.
La miré y ella entreabrió sus ojos, con una pequeña sonrisa en los labios. No estaba totalmente dormida. Sonreí.
—Claro que te lo prometo mi amor.
—¿Estás segura? —preguntó mientras se sentaba mejor en el asiento —Yo creo que sí llegarás a ser madre te daría mucho miedo.
—Y claro que tendría miedo —me defendí —Pero sería muy feliz. Imagínate una personita tuya y mía. Eso sería grandioso. Él o ella sería más que perfecto. Con mis ojos, con tu sonrisa, con mi increíble personalidad.
Ella rió divertida.
—Por Dios, ¿sería tan egocéntrico como tú?
—No es egocentrismo mi amor —le aseguré —No puedes negar que soy hermosa.
—Es cierto, no puedo negarlo.
—Y si fuera una niña — la miré —Tendría esa belleza tuya que hace que cualquier hombre o mujer te quiera para él. Pero eso no pasaría porque antes de que algún idiota le ponga un dedo a una hija mía será hombre muerto.
—Quinn —dijo divertida —Estás hablando como si eso fuera a pasar.
—Es que va a pasar mi amor — tomé su mano —Tú y yo vamos a tener un ejército de bebes. Serán 24 o 25.
—¡Por Dios! —gritó sin dejar de reí —¿Acaso crees que podríamos?
Asentí y me acerqué a besarla cortamente. Llegamos a la casa de Rachel y nos bajamos. Entramos a su departamento y soltando un suspiro me tiré en el sillón y prendí la tele.
Ella caminó hasta la cocina y escuché como abría la heladera.
—Rach —llamé.
—¿Sí? —preguntó ella.
—Ven aquí, amor.
—Ahí voy — dos segundos después ella se acomodó a mi lado.
Apoyó su cabeza en mi pecho. Estaban dando una película en la tele, pero no le estaba prestando atención.
—Mi amor —la volví a llamar.
—¿Qué, cielo? —cuestinó sin levantar la cabeza de mi pecho.
—¿Crees que sea buena idea contarle a los chicos de esto… que pasó? —le pregunté.
Ella levantó la cabeza y apoyó su mentón en donde estaba antes su cabeza, para poder mirarme más cómodamente.
—Yo creo que no es necesario ¿Y tú?
—Yo también creo eso. Digamos que será nuestro secretito.
Ella asintió y se volvió a apoyar. La película comenzó a ponerse interesante. Coloqué uno de mis brazos detrás de mi cabeza mientras que mi otra mano acariciaba y jugaba con el cabello de Rachel.
Ella acariciaba mi cara con su uña y aquella sensación era de paz. Luego de varios minutos sentí que la respiración de mi novia se volvía más pausada y lenta. Se había quedado dormida. La acomodé mejor para poder mirarla a la cara. Su rostro curvaba una leve sonrisa. Se veía tan hermosa.
Mi celular comenzó a sonar me sobresalté y lo busqué rápidamente en mi bolsillo. Gracias a Dios no despertó a Rachel.
—¿Hola? —saludé al atender.
—¿Cómo estás hija? —me preguntó.
—¿Qué quieres? —le dije sin rodeos.
—Tranquila, no llamo para molestarte —habló con un tono divertido —Sólo quería decirte que necesito que mañana vengas a la fiesta que organiza la comisión de los negocios de Berry S.A.
—¿Para qué me necesitas? Yo ya te dije que no quiero tener nada que ver con nada de eso. Simplemente no.
—Hay firmas tuyas en alguno de los contratos, sólo necesito que hagas acto de presencia. Puedes traer a Rachel —me avisó.
Arqueé una ceja y miré a Rachel que seguía dormida sobre mí.
—¿Enserio? —le pregunté algo sorprendida.
—Sí, ¿Por qué no?
—Bueno, voy a pensarlo y te llamo luego.
—Necesito que me lo confirmes ahora, por favor.
—Bueno, está bien. Ahí estaremos —accedí y colgué.
Volví a mirar a Rachel. Su rostro aún tenía esa sonrisa de paz. Acaricié su mejilla y besé su frente. Me acomodé mejor en el sillón y cerré mis ojos para dormir un poco también.
