Tuvo que esperar casi dos horas para que Sirius llegase a la habitación de la Casa de los Gritos y así volver a su "humilde" hogar. Estaba harta de estarle esperando, sobre todo porque se suponía que él había ido para acompañarla a ella, no al revés. Cuando llegó a su lado estaba sudando y balbuceando cosas de amigos locos que le querían meter en asuntos ilegales, mas no le tomo importancia y se dispusieron a salir de la destartalada casa. Luego de tener que deambular por el pueblo hasta el espacio que les permitía el retornar a la casa solariega, se sintió mucho más tranquila sabiendo que dejaría atrás tanto escándalo que tuvo que vivir durante ese día.

Todavía rondaba en su cabeza la imagen del rubio junto a Potter, tomados de la mano y más que dispuestos a sus "quehaceres", cosa que la tenía asqueada. Se lamentaba a cada paso que daba el no estar junto a su sobrino cuando era pequeño, porque de haber sido diferente, ese niño tendría por lo menos las nalgas reventadas si no hacía lo que ella mandaba. Su hermana era demasiado blanda con el chico y por eso hacía lo que quería, como estarse encamando con el ahijado de su primo.

Se aparecieron dentro de los terrenos y caminaron con desgana, más Bellatrix que el animago, porque ya estaba terriblemente cansada de ese día tan agotador y caótico. Llegó a las puertas dobles de la entrada y se abrieron inmediatamente ante su presencia, dando la opción a observar la periferia de la recepción. Lo único que deseaba y anhelaba con todo su ser era poder meterse dentro de su descomunal cama, enredarse en las mantas, sábanas y almohadas para desaparecer y dormir sin tener en cuenta el tiempo que iba pasando. Sin embargo, eso no fue posible, porque a penas tuvo los dos pies dentro de la casona, Remus pasó como un vendaval por su lado, casi levantando el inexistente polvo del suelo y salió de la casa hacia los árboles del terreno, perdiéndose de vista a medida que sus pies avanzaban por la explanada.

Bellatrix se volteó ligeramente para ver con un semblante dubitativo a su primo, quien solamente levantó los hombros y revoloteó los ojos, mostrando su cansancio

—¿Vas a ir a ver qué le pasa ahora a Ludovico? —preguntó

—Nah, que se vaya a llorar un rato él solo, estoy demasiado cansado para estar aguantando eso por ahora…, ya después me contará cual es el drama del día —contestó Sirius restándole importancia a la situación. La conversación con Hagrid había sido enriquecedora, amena y muy divertida, pero su petición al semigigante había supuesto demasiados ruegos por su parte (cosa que un Black no hacía, y mucho menos él que el orgullo lo tenía por las nubes mucha veces). Deseaba olvidarse de haber visto a Harry de la mano con el rubio consentido de los Malfoy y sacarse la imagen mental de su ahijado dándole duro al chico, porque se negaba a pensar que su cachorro era el que recibía. Se sacudió repetidas veces el cuerpo intentando que esa imagen se fuese de su ser y la sensación de angustia lo dejase en paz. Tenía muchas cosas en la cabeza como para, además, tener que salir corriendo detrás de su amigo en esa noche.

Al haber sentido las vibraciones que emanaban las barreras del terreno, Rodolphus supo inmediatamente que su esposa había regresado, por lo que cuando los primos estuvieron dentro de su rango de visión, gritó —¡¿Quién se quiere alcoholizar?!

—¡YOOOO! —respondieron Bellatrix y Sirius al unísono mientras levantaban los brazos en el aire en señal de celebración y júbilo ante su nuevo panorama. Estaban cansados a más no poder, sí, pero eso no era excusa para no embriagarse.

Estando dentro del salón que utilizaban para poder relajarse, Rodolphus estaba con una botella en la mano sentando en un sillón, Sirius estaba igual que él, pero en un sillón diferente y Bellatrix se encontraba acostada al medio del salón sobre la alfombra con su botella de whisky a un lado, dando tragos a la botella de vez en cuando.

Se le podía apreciar levantando las piernas, moviéndolas en el aire, jugueteando con sus anillos y haciendo sonidos placenteros de vez en cuando al golpear sus dedos en la botella.

Los tres sumidos en su bebida y pensamientos, ninguno queriendo romper el silencio que se instauró dentro de la estancia. Los magos tenían una curiosidad gigante por saber qué podía estar pensando la bruja, más que nada porque ambos sabían que su mente era un mundo totalmente diferente del común, cosa que llamaba mucho la atención, pero ninguno se atrevía a ser el primero en preguntar, por lo que seguían esperando a que ella fuese quien hablara primero

—¿Qué le pasó a Pancracio?, cuando llegamos salió súper rápido y ni siquiera saludó…, no le estás enseñando modales a tu mascota Rody… —comentó Bellatrix después de dar un sorbo a su botella

—¿No que era Ludovico? —comentó Sirius extrañado por el cambio de nombre que recibió su amigo

—Pancracio, Ludovico, Anacleto…, como mierda se llame me tiene sin cuidado. Ahora contesta —respondió la bruja a su primo para luego mirar a su esposo que estaba ocultando una risa o que intentaba hacerlo

—Estábamos conversando de las cosas que habíamos hecho cada uno por su lado después de separarnos. Él me contó muchas cosas que le sucedieron al momento en que nos metieron a la cárcel, sobre todo de su soledad al estar Black dentro de la prisión. Yo le conté lo que hice desde que nos alejamos, de cómo me casé contigo y mis experiencias personales —murmuró el mago mirando a la bruja que asentía levemente, haciéndole entender que estaba siguiendo la conversación y que no estaba ebria todavía

—Es decir que le contaste de las orgías en las que andabas metido y por eso salió casi llorando de aquí… —soltó ella, conteniendo una carcajada —. No puedo creer que sea tan mojigato para ponerse así por algo como eso. ¿Qué quería que hicieras?, ¿Qué lo llorases por el resto de tu vida y guardaras celibato?..., grandísimo egoísta.

—¿Estuviste en orgías? —preguntó Sirius, absorto y asombrado por lo que estaba escuchando —. Yo no soy mojigato ni nada así, pero nunca me he atrevido a meterme en esas cosas…

—Sí…, estuve en varias de hecho —susurró Rodolphus, recordando esos tiempos en los que se vio en medio de varias personas queriendo comérselo a besos y toquetearlo por completo —. La verdad es que cuando me separé de Remus, tuve que tomar muchas decisiones para poder sopesar la falta que me hacía. Una de esas fue irme a meter en casinos y apuestas de caballos Muggles, pero aquí mi querida esposa me las prohibió y como buen marido que soy, le hice caso —, dijo mirando a la bruja que asentía de acuerdo con sus palabras —, también anduve en algunos bares de Londres Muggle y también me lo prohibieron…, —volvió a mirar a su esposa —y luego terminé metido en una orgía de extranjeros. Fue una experiencia más que aceptable y seguí yendo, pero a Remus no le gustó saberlo por lo visto y salió de aquí dejándome con la palabra en la boca

—¿Con cuántas personas estuviste? —preguntó Sirius sintiéndose curioso por saber lo que era una experiencia como aquella

—Hmm…, creo que la más grande fue de cincuenta personas. Con el tiempo me aburrieron, porque daba la casualidad de que siempre me encontraba con alguien que conocía a mi esposa y al final terminaban hablando de ella mientras yo estaba intentando meterme en lo mío. No es agradable que te pidan más y al mismo tiempo alaben a la gran Bellatrix Lestrange

—¡¿Tú también estuviste en orgías?! —gritó el animago hacia la bruja, que revoloteó los ojos ante su escandalosa pregunta

—No, pero parece que se corrieron la voz los que estuvieron conmigo…

—Era agotador, siempre hablando de la magia que ella les hacía sentir y lo peor es que por lo general no hace más que meterles una ilusión en la cabeza, porque no aguanta mucho el contacto físico y ella solo iba a lo que iba…, nada de toqueteos, besos o placer ajeno. Solo el de ella, pero les hacía creer más cosas para que les quedara una marca irrevocable. Después de eso nadie puede tener sexo sin comparar a su amante del momento con mi amada esposa.

La bruja se rio a carcajadas, su marido la conocía bien en ese sentido. Nadie es mejor que ella, y hasta en eso lo era, incluso si eran imágenes falsas

—Nada nuevo…, pero aun no entiendo por qué el lobo se lo tomó así. Cómo es que lo soportas si lo único que ha hecho hasta ahora es quejarse de su pobre vida —comentó Bellatrix —. Está bien que tengas momentos en que necesites desahogarte, pero es que él se pasa…

—Ya, pero igual ha tenido una vida dura Bella…, no seas tan indolente. Sé que cansa un poco, pero hay que tenerle paciencia. Ha sufrido mucho y le cuesta ver que todos tenemos vidas "normales" mientras él no puede. Hay muchas cosas que tuvo que vivir y los recuerdos lo hacen sentir peor, a mí también me pasa —murmuró Sirius intentando abogar, aunque fuese un poco por su amigo.

Bellatrix se sentó de golpe y dio un gran trago a su botella. Se puso de pie y se dirigió a la puerta. Antes de salir por ella se volteó para ver a los hombres que se sorprendieron por su actuar y espetó —Son todos unos llorones de mierda que no pueden hacer nada más que andar con melancolías que a nadie le interesan. Yo no ando llorando por las esquinas como ustedes, blandengues asquerosos —. Tras decir aquello salió dejándolos solos y se encerró en su habitación.

Despejó su mente leyendo el compendio que seguía escondido en un cajón con fondo falso. Era demasiado interesante lo que decía el viejo libro, sobre todo la parte de las runas inventadas por Lucrecia, las relaciones de sus dibujos con las estrellas, planetas y constelaciones, cosa que a Bellatrix le encantaba.

A las dos horas de verse inmersa en su lectura, recordó algo muy importante dentro de su "contrato" con Dumbledore y llamó a Kreacher, quien apareció frente a ella haciendo una exagerada reverencia. Necesitaba empezar a ponerse manos a la obra y sabía que el elfo podía saber lo que ella necesitaba corroborar. Tenía la ligera impresión que su primo menor estaba metido en ello y el elfo había sido una garrapata con el hermano de Sirius

—Kreacher, tú sabes lo que sucedió con Regulus, ¿no es cierto? —el elfo asintió repetidas veces, humedeciéndosele los ojos al recordar a su amo —. En algún momento, ¿te pidió que hicieras algo o sentiste algún objeto oscuro cercano a ti?, o ¿a él? —. Nuevamente el elfo asintió fuerte y no dijo palabra alguna. La reacción de Kreacher la extrañó en cierta medida, porque cuando se trataba de ella no paraba de hablar y alabarla, así que su silencio la perturbó en cierta medida. Nunca supo realmente cómo falleció Regulus, pero presentía que tuvo que ver con su antiguo señor, cosa que necesitaba saber. Era vital para ella poder tener en sus manos los horrocruxes de Voldemort, de lo contrario, moriría antes de que la batalla empezara.

Pasaron minutos en los que se veía que la criatura se debatía en si contestar con palabras o mantenerse callado, pero con el paso de los segundos llevó su mano hasta su mecho y sacó de su cuello una pequeña cadena con un relicario. Exudaba magia oscura, la clara marca de Voldemort rodeando el objeto y Bellatrix miró con los ojos asombrados al viejo elfo que se limpiaba las lágrimas que habían caído por su cara

—El amo Regulus murió por esto, señorita Bella —comentó Kreacher con la mirada perdida en la alfombra de la habitación —. El amo Regulus le pidió a Kreacher que lo destruyera, pero por más que lo intentó, Kreacher no pudo destruirlo. Kreacher sabe que esto es un objeto maldito y Kreacher quiso llevar encima lo que le quitó la vida al amo Regulus. Es un peso que Kreacher se puso para recordar al amo —susurró.

Bellatrix se acercó a la criatura y tomó de su mano la cadena que colgaba, sintiendo la misma energía que tenía la copa en Gringotts y la que emanaba de Dumbledore. Ese era el Horrocrux que pensaba, podía existir aparte del que ella tenía.

Vio como Kreacher ponía cara de tristeza y dolor máximo al estar lejos de aquello que tanto significaba para él y que probablemente lo consumía día a día. Sabía que el elfo tenía un carácter huraño y desagradable, pero había notado en sus días dentro de la casa de su primo que la criatura estaba mucho más agresivo que en antaño, y eso probablemente, se debía a la constante exposición que tuvo con el objeto. Se puso de rodillas, dejando de lado el pensamiento de estarse rebajando a la altura de un ser inferior a ella, para luego poner una mano en el hombro del viejo elfo.

Tomó su varita y duplicó el objeto, entregándole el falso a Kreacher. El real lo metió dentro de su bolsillo y miró al elfo que tenía los ojos abnegados en lágrimas

—Quédate con este. No es real, pero por lo menos tendrás algo que te importa —susurró. Kreacher recibió el relicario de Salazar Slytherin y se lo colgó, apretándolo en su pecho con melancolía y dolor, pero estando agradecido y pletórico

—La señorita Bella es buena…, Kreacher no tiene nada qué hacer más que jurar eterna lealtad a la señorita —susurró haciendo una reverencia exagerada. La bruja lo despidió, diciéndole que necesitaba estar sola y mandó a llamar a su esposo.

No pasaron muchos minutos antes de que Rodolphus entrase en su habitación, con una sonrisa radiante y feliz de la vida por lo ebrio que estaba

—¡Mi Bella! —gritó alzando los brazos para poder rodearla con ellos. No pudo, porque cuando estuvo cerca de ella, Bellatrix levantó la rodilla y dio un fuerte golpe en sus partes nobles

—Conmigo no cuentes para tus estupideces —masculló

Rodolphus, en el piso de la habitación, retorciéndose por el dolor y tratando de recuperar la respiración, preguntó —¿P-por q-qué? —su voz cortada y mostrando dolor

—Porque cuando te embriagas te colocas demasiado meloso y no me gusta —respondió seria. Por el rabillo del ojo pudo vislumbrar el cuerpo de Sirius alejándose de su habitación, con cara de horror y murmurando algo parecido a un "te salvaré amigo". Supuso que le hablaba a su compañero en medio de sus piernas.

El oscuro mago que seguía en el suelo, se metió la mano al bolsillo de la túnica y sacó algo dorado, lo cual estiró hacia la bruja. Llorando por el dolor horripilante que tenía por todo el cuerpo y perdiendo la ebriedad con la que llegó casi al momento en que su esposa le dio el rodillazo, dijo entrecortadamente —P-pa…, para t-ti.

La bruja abrió los ojos y se dio cuenta que lo que su esposo le estaba entregando era la copa de Hufflepuff. Siendo esta la razón para la que le llamó en primer lugar se asombró de que el mago tuviese consigo la copa que supuestamente estaba guardada dentro del bando mágico, dentro de una de las bóvedas más antiguas y seguras del lugar.

Estaba nerviosa, asustada y completamente extasiada por lo que veía. No necesitó siquiera moverse de su posición para que los horrocruxes llegasen a sus manos, no necesitó siquiera mover un solo dedo para tener lo que tanto quería y una parte para cumplir su juramento estaba hecha.

Sacándola de sus pensamientos, el sonido en el alfeizar de su ventana sonaba con fuerza. Alejó su mirada de su esposo que seguía maldiciendo en el piso y observó una lechuza que no conocía esperando fuera con una carta en su pata. Se acercó a ella y le arrebató la misiva, viendo un extraño símbolo plasmado en el lacre que la sellaba. No lo conocía, el sobre tenía su nombre en la parte del destinatario, así que no era un error, pero el remitente decía

Flor de Lis, Francia

Recordó ese nombre de la conversación que tuvo en la casa de los Borgia, cosa que la extrañó aún más y sacó a su esposo de allí rápidamente, sin hacer caso a las quejas que profería por lo bruta que era de vez en cuando. Necesitaba soledad para hacerse cargo de aquello. Sintió nervios teniendo el sobre en sus manos, pero haciendo acopio de toda su fuerza, se dispuso a leer.