Salió de la casona hacia el linde con el acantilado para poder pensar y disfrutar de la brisa marina que llegaba hasta la altura en la que se encontraba. Al ver como su prima recibía a su esposo dentro de su habitación, había escapado para librarse de tener que rogar por la existencia de su fiel compañero, así que luego de estar en sus aposentos esperando el aviso de la vida declarando su salvación, Sirius decidió salir y despejarse un poco.
Amaba a Bellatrix más de lo que llegó a imaginarse en algún momento, pero no tanto para poner en peligro la vida de su tercera pierna.
Caminó con tranquilidad notando que desde que salió de su habitación no se apreciaba ninguna clase de ruido, por lo que supuso que todos tomaron la decisión de irse a descansar, dormir o matar gente (dependiendo de la persona), cosa que le tranquilizó. Eso significaba que tendría tiempo para poder pensar y dejar que su mente volara sin preocupaciones.
Muchas veces no podía creer el cómo se habían dado las cosas para que se encontrase en la casa de su prima, la misma persona que le había hecho la vida imposible dentro de Azkaban, la misma que le gritaba que le odiaba con todo el alma y la misma que le salvó de perder la cabeza…, de perder la vida. Se preguntaba sobre la percepción de sentimientos que pudiese tener, porque claramente ella no entendía lo que significaba cuando algo bueno o agradable le sucedía, sino que solo conocía el dolor, la desolación…, la soledad. Sabía que aquello no era algo nuevo para ella, como para él tampoco, siendo que en su momento le costó poder diferenciar ese tipo de emociones viniendo de una familia tan complicada como lo eran los Black. Entendía que ella se sintiera la gran parte de su vida de esa manera tan negativa, pero le dolía que no se diera cuenta de las otras emociones que experimentaba casi a diario y no las tomase en cuenta.
Siguió caminando hasta que pudo ver a lo lejos las rocas sobresalientes de la tierra, aquellas que dejaban un espacio perfecto para poder sentarse, pero se percató de una silueta oscura en el espacio que él mismo estaba buscando.
No se apresuró. Siguió caminando lentamente, tomándose todo el tiempo del mundo hasta situarse junto a la bruja que miraba el horizonte alicaída. Notó a su lado lo que parecía ser una carta y aunque no estaba de frente a ella, sino a su espalda, veía volutas de humo subiendo lentamente haciendo espirales opacos, grises con tintes azulados
—No sabía que fumabas Bella —susurró con la voz suavizada para no alterar a la bruja
—Casi nunca lo hago…, solo cuando necesito sentirme un poco mejor o cuando se me da la gana —explicó ella, sin la intención de sonar violenta —. Suelo venir a sentarme lejos cuando necesito hacerlo, es como una liberación.
No necesitaba que se lo dijese, él mismo sabía esa sensación. Muchas veces había tenido la necesidad de llevarse un cigarrillo a la boca y sentir como el humo dejaba sus pulmones con lentitud. Sentir como el tabaco dejaba su cuerpo a través de su nariz cuando quería saborear con todos los sentidos el regusto fuerte y amargo que tenía la hierba quemada. Sentir una libertad diferente. Solo que él no lo hacía desde el tiempo anterior a ser apresado, por lo que le quedaban los recuerdos y no las sensaciones más vívidas. Solo el recuerdo de otra cosa que dejó atrás.
Sin pronunciar palabra se sentó junto a Bellatrix, notando que ella no realizaba movimiento alguno, ni siquiera la normal tensión que mostraba su cuerpo cada vez que él se acercaba demasiado a su piel estando fuera de la cama. Se le veía ausente, perdida y consternada, pero no ahondaría en cosas que no le correspondían a menos que ella decidiera compartir sus miedos y preocupaciones
—¿De dónde los has sacado? —preguntó luego de tomar la cajetilla blanca con los cigarrillos dentro. Notó que solo faltaba uno, el que tenía la bruja entre sus dedos índice y medio. Sacó uno y luego de ponerlo entre sus labios, con su varita lo encendió. Dio una calada tentativa, viendo que tan fuerte era y se dio cuenta que además del sabor potente del tabaco procesado, había un deje de mentol, cosa que no había probado antes
—Rody siempre me tiene cajetillas en caso de que las necesite. Cuando salimos de Azkaban fue lo primero que busqué en la mansión junto con una botella de whisky —contestó con una sonrisa melancólica en los labios, recordando ese momento único en su vida —. Fue la peor resaca que he tenido en años, tomando en cuenta que no bebía ni fumaba hacía más de una década.
—Sí…, sé de lo que hablas —comentó el animago, soltando el humo que tenía dentro de su sistema. Él mismo había bebido hasta perder la consciencia cuando tuvo la oportunidad de estar en Grimmauld, queriendo sacar de su mente todo el tiempo pasado entre las paredes de piedra. También pensó en que quería tener a su lado unos cuantos cigarrillos, pero no podía salir de su casa a comprarlos y tuvo que desechar ese deseo insano
—Siempre supuse que te metías en los almacenes de pociones o a los invernaderos para robarte hierbas y fumar hasta que no te quedaran pulmones, pero nunca diste señales de hacerlo —dijo Bellatrix, sintiéndose cómoda en esa conversación tan inverosímil
—No… —contestó él, riéndose suavemente ante el pensamiento de la bruja —, el que lo hacía era James, pero lo dejó cuando comenzó a salir con Lily…, o trataba de que no se diera cuenta
—Vaya, el perfecto Potter tenía sus secretos —.
—No éramos perfectos Trix, eso lo sabes bien, pero sí, todos teníamos nuestros secretos —respondió con nostalgia sin darse cuenta el apodo que usó hacia la bruja. Últimamente no recordaba sus años junto a sus amigos, todo pensamiento del pasado había sido arrasado por la presencia de su prima. Giró la cabeza y la miró de perfil, notando la belleza que desprendía. La nariz respingada, las líneas de su cara perfectamente detalladas y afiladas. El contorno pronunciado de sus pómulos y los labios semi abiertos permitiendo que el humo saliera por ellos. La elegancia con la que sostenía el cigarrillo y lo inalcanzable que se mostraba con sus uñas rojas, le hicieron ver una nueva faceta de Bellatrix que nunca imaginó presenciar —. ¿Por qué odias tanto a los Sangre Sucias?, ¿por qué odias tanto a los Muggles?, ¿a los traidores a la sangre? —preguntó sin alterar su voz, sino que demostrando que las preguntas no eran mal intencionadas, solo eran mera curiosidad, instada por los pensamientos que le aquejaban una y otra vez y su incapacidad de aguantar sus dudas por más tiempo.
Bellatrix llevó el cigarrillo a sus labios carmesí y dio una gran calada, manteniendo el humo dentro de su boca para luego darle el paso hacia sus pulmones. Dejó que una cantidad saliera por sus fosas nasales y el resto por sus labios, los cuales solo se separaron un poco. Movió su mano hacia abajo y apagó la colilla en la roca, tomándola luego entre sus dedos y posicionándola entre la parte interna del pulgar y la uña de su dedo medio, dejando el índice, el anular y el meñique estirados. Haciendo una especie de catapulta, movió su brazo hacia adelante y bajó su muñeca a la vez, disparando la colilla apagada hacia el aire, perdiéndose en el proceso de caída por el acantilado
—Es lo que me enseñaron siempre Sirius…, no puedes esperar que olvide todo lo que me dijeron que debía hacer y repudiar de un día para el otro —contestó sin alzar la voz —. Es algo que está en mí, no puedo hacer la vista hacia un lado a todo lo que me metieron dentro de la cabeza desde que tengo uso de razón. Yo tenía que ser la mejor y si dentro de eso estaba el seguir mi educación al pie de la letra, así tenía que ser
—Pero tu mejor amiga es Muggle Trix…, ¿por qué con ella haces esa diferencia si para nosotros ellos son inferiores?, tomando en cuenta las enseñanzas de los Black —susurró Sirius, tratando de que ella pudiese ver su punto de vista —. Aunque no lo creas hermosa, los Muggles son inteligentes. No te estoy diciendo que soy un amante de ellos, porque eso sería una asquerosa mentira, no lo soy, pero sí que son habilosos. Tienen capacidad de poder crear artilugios sin magia, y su avance en las cosas que usan es mucho mayor al de nosotros. Te lo digo porque es lo que aprendí de Lily en su momento y del tiempo que viví en mi departamento. Si te diste cuenta, estábamos en un barrio Muggle y Grimmauld Place también lo está…, tienes que haber notado esas cosas cuando ibas de pequeña a mi casa.
—Claro que lo notaba Sirius, y eso mismo era lo que me hacía dudar algunas veces de todo lo que nos enseñaban. Cuando conocí a Nellie fue complicado. Yo sentía repugnancia y miedo, es decir, ella es algo que me enseñaron a ni siquiera tener en consideración, porque pertenece a un grupo inferior al mío…, alguien indigno, pero cuando la conocí ella…, ella…
—Era como si ella tuviese magia —terminó la oración por la bruja, quien se volteó para mirarle por primera vez en todo el rato que se encontraban compartiendo espacio. Sus ojos aguados, abiertos por el asombro que sintió al ver que su primo entendía lo que a ella le costaba decir
—Sí…, era como si tuviera magia —respondió regresando la mirada a su lugar —. Luego, con el tiempo, conocí al idiota que la maltrataba y lo único que yo quería hacer era matarlo, sacarle el corazón por la boca y hacerle que se lo comiera. Estaba dañando a la única persona que me había tratado bien, que no me veía como un arma o que me utilizaba para alguno de sus propósitos. Pero no pude hacerle nada, porque Nellie me rogó que no lo matase. Ella estaba tan enamorada de él, que cuando me lo pidió ni siquiera fue sutil. Se lanzó a mis pies y me suplicó que lo dejase vivir, porque era lo único que ella tenía. No entendía porque era tan buena con un hombre que la trataba mal, que la despreciaba y que solo la usaba como un objeto
—Y te viste reflejada en ella… —murmuró él, llevando un mano hacia la mejilla de su prima para correr una lágrima traicionera que iba cayendo. Ante el toque, ella se relajó ligeramente mirándole, pero seguido volteó la cabeza y se apostilló en el final del horizonte oscuro, marcando el espacio personal que quería mantener, pero sin alejarle del todo
—Estoy feliz de que Rab lo haya matado por mí —continuó extrapolando sus pensamientos —. Me di cuenta de que tanto yo, que soy una sangre pura, una bruja fuerte y luchadora…, estaba viviendo lo mismo que ella, una Muggle. No lo entendí hasta hoy. Es decir, me di cuenta de la similitud en nuestras situaciones, pero no lo asimilé hasta ahora —soltó un suspiro y vio como el vaho saliente de sus labios se perdía en el aire —. Me cuesta Siri…, me cuesta mucho ver que mi vida quizá no estaba del todo en lo cierto, que lo que me enseñaron estaba equivocado y que tengo que empezar a dejar de lado lo que soy. Ya he dejado atrás muchas cosas, pero me da miedo tener que seguir perdiéndome en el camino, porque acabará habiendo en el mundo alguien que no soy yo. Alguien que solo está ocupando mi cuerpo, pero que en realidad no es la persona que debería ser.
Sirius sentía la preocupación y los dejes de miedo en la voz de su prima, pero no podía entender porqué decía esas cosas. Alzó una de sus manos y la situó bajo la barbilla afilada de ella, haciéndole voltear la cara para que sus ojos se encontraran como muchas otras veces lo habían hecho. —Tú no eres un pensamiento Bella, tú no eres un ideal. No eres tu madre ni tu padre, no eres tu hermanas ni nadie a quien pienses que tienes que hacerle sentir orgullo. No eres la lugarteniente del pelón ni mucho menos la salvadora de Dumbledore. No eres mi prima, no eres la más fuerte. Eres tú —espetó, dejando que sus sentimientos hacia ella se mezclaran con sus palabras —. Tienes que entender que no le debes demostrar nada a nadie. Si el día de mañana ya no quieres seguir luchando y quieres tomar tus cosas para desaparecer del mundo, hazlo. No eres la salvadora ni la persona que está para resolver problemas de nadie, ni de tu hermana, ni de tu sobrino…, ni siquiera los míos. Eres Bellatrix Black, la bruja más fuerte que he conocido, la más luchadora y obstinada. Quien no se deja caer por nada y sigue luchando sin importar las consecuencias. Eres quien ha sabido tomar las oportunidades que le da la vida día a día. No te das cuenta de que tienes un corazón enorme y que amas con pasión todo lo que haces. ¿Qué importan los ideales, la familia o la sangre?..., son importantes en un comienzo, sí, pero después pasan a ser irrelevantes, porque tu vida la formas tú. Ni siquiera te tiene que importar lo que pase conmigo si eso te lleva a ser infeliz Bella…, no vas a dejar de ser tú misma porque tus pensamientos cambien —. Deslizó nuevamente su pulgar por las mejillas de ella y corrió las lágrimas que caían lentamente por la piel, dejando un surco por su paso —. Entiende, no eres la salvadora de nadie más que de ti misma. Si lo que estás haciendo te hace sentir bien, sigue adelante, pero si no…, no vale la pena.
Bellatrix estaba desconcertada por la palabras que salieron de la boca de Sirius. Nunca le hacían hablado de esa forma, siquiera Rodolphus, quien se encargaba de hacerla volver a la realidad. Era cierto que después de leer la carta que tenía a su lado se dio cuenta de muchas cosas que no quiso ver en su momento y solo sentía ganas de correr y gritar. Sentía ganas de aparecerse dentro de la casa de su amiga y llorar en sus brazos como no podía hacerlo con nadie más, porque solo ella le podía entregar la calma que necesitaba. La extrañaba muchísimo, pero la compañía y las palabras de Sirius hicieron que esos sentimientos bajasen su intensidad
—¿Desde cuando eres tan elocuente perro? —preguntó luego de soltar una pequeña risa, haciendo que el ambiente se calmara un poco y la tensión se fuese alejando de su cuerpo
—Siempre lo soy, lo que pasa es que nadie me escucha —respondió el animago, riéndose ligeramente también y sintiendo tranquilidad al ver que su prima estaba un poco mejor si podía molestarle —. Eres tu propia seguidora Trix…, y eso siempre tiene que ser así. Tú no eres la segundona de nadie, porque todos los demás deberíamos rendirte respetos a ti, no de la forma inversa.
Recibió una sonrisa genuina, y hasta pudo ver que los ojos oscuros también sonreían, cosa que le maravilló. Vio que Bellatrix se giraba un poco y alzaba la carta que estaba a su lado, para después extenderla ligeramente dejándola en sus manos
—Me llegó esto y es lo que me hizo pensar en todo lo que dije…, no sé… —murmuró ella, desviando la mirada nuevamente hacia el final del océano.
Sirius tomó la carta y lo primero que vio al desdoblarla fue una flor que se le hacía conocida. Recordaba haberla visto cuando era pequeño en uno de los libros de su tía Druella y luego en un dibujo que hizo Lily en su cuaderno. No recordaba el nombre, pero sí tenía la certeza de que era importante y que sabía su nombre. Notó la pulcra letra de la misiva y se dispuso a leer
~Estimada Madame Black:
Para comenzar, notará que no he usado su apellido de casada, puesto que intentamos mantener la propiedad de la persona para sí. Para nosotras el apellido del marido o cónyuge queda en los papeles a menos que se nos solicite llamar a la persona por su apellido de matrimonio.
Presento mediante esta misiva mis respetos ante la entrega y posesión de las memorias de mi ancestro.
He de suponer que esperaba contar con mi presencia a la hora de usted salir del salón de Lucrecia, mas entenderá que no podía verme expuesta a ese vejamen.
No obstante, ya pasadas algunas semanas, me veo en la obligación de postrar ante usted los deseos más sinceros de respeto y lealtad, siendo que de ahora en adelante se le considera la bruja y mujer más poderosa después de mi ancestro y Morgana. No puedo evitar mencionar que es de su total decisión el querer participar dentro de nuestro culto, ya que no se le obliga a nadie el ser partícipe. Sin embargo, en caso de que su respuesta sea negativa, queda en mis manos la obligación de hacerle recuerdo sobre el compendio que yace en su posesión.
En caso de que no desee unírsenos, debe asegurarse de mantener la información para sus propósitos personales. La información no puede ser entregada a nadie de manera directa y tiene que asegurarse de seguir las instrucciones para que luego una nueva heredera a la información haga uso de esta.
Recuerde que una bruja sangre pura puede ser tan poderosa como el Muggle más influyente dentro de ese mundo. Recuerde que todo está en la información y cada una de las cosas que vamos recopilando con el paso del tiempo.
El poder es saber y el saber es poder.
Nadie que sea ignorante podrá tener poder en sus manos y sabemos que usted no lo es. No desperdicie su inteligencia, porque ya no está bajo el puesto de ser seguidora, sino de ser seguida. Quedamos a su total disposición para todo lo que necesite en el transcurso de su vida, y nuestras puertas siempre estarán abiertas para quien es hoy en día nuestra Suprema.
Un rey no es nada sin su reina a su lado, pero una reina puede seguir gobernando por años sin tener a su lado a un rey. Esto se aplica para todo en la vida, sobre todo a la hora de hacerse con el poder y la información. No desperdicie lo que se le ha otorgado y recuerde que tanto los Muggles como los magos tienen conocimiento que la pueden llevar a la cima.
Afectuosamente,
Angelique Borgia.
Flor de Lis ~
Sirius terminó de leer la carta y el nombre de la última parte de esta le hizo recordar inmediatamente de qué se trataba el dibujo de la flor al principio del pergamino. Vio nuevamente las letras y se dio cuenta de dos cosas. La primera era que le estaban diciendo a su prima "Suprema", y el sabía lo que eso implicaba. La segunda, que quien le mandó aquella carta era Borgia y hablaba de una Lucrecia, por lo que eso significaba que era descendiente de la bruja más peligrosa que hubo después de los tiempos de Morgana.
Volteó la mirada hacia su prima, dejando de lado la sensación de frío que recorría su cuerpo y murmuró suavemente —¿Estás en la Flor de Lis? —, inquirió con estupefacción en su voz. No podía creer que aquello era cierto y que su prima estuviese metida en esas cosas
—¿Sabes lo que es? —preguntó Bellatrix mirando a Sirius. Ni ella misma entendía realmente de qué se trataba, porque no tenía conocimiento de aquello. Para ella el único "culto" que existía era el del Señor Tenebroso junto a sus Mortífagos, anterior a ese el de Grindelwald, pero no sabía que podían existir otros, mucho menos uno que implicase colaboración entre brujas y Muggles
—Sé algo… —contestó el animago, recibiendo una ceja alzada por parte de la bruja —. Cuando era pequeño vi esta flor en uno de los libros que le llevaba una señora fea a Druella. No supe de qué se trataba la verdad, pero a mi lado estaba mi madre y también se dio cuenta de ese detalle. Me pidieron que me fuera y aunque hice escándalo, salí de la biblioteca. Me quedé a un lado y escuché cómo mi madre le pedía a la tuya que por favor la metiese en la Flor de Lis. Druella le contestó que no podía, porque ella no cumplía con lo necesario y allí quedó todo. A los años vi la misma flor en un dibujo que hacía Lily y le pregunté de qué se trataba. Me contó que en el mundo Muggle, hay algunos grupos de personas muy poderosas y que tienen que ser llamadas por alguien que esté dentro para ser parte. En el caso de los hombres hay un grupo que se llaman "Masones" y solo puede haber hombres allí. Para poder entrar te tienen que invitar luego de que vean ciertos aspectos en ti, como el poder adquisitivo que se tenga, la influencia en tu entorno, retribuir ciertas cosas a la sociedad y mierdas así. En el caso de las mujeres está la Flor de Lis, pero la diferencia con el otro es que es muy secreto, solo pueden entrar mujeres que tengan un poder significativo. Al de los hombres puede entrar cualquiera que tenga bastante dinero y conocimiento, pero en el de las mujeres tiene que ser alguien que además del dinero, el conocimiento y la disposición, tiene que verse a sí misma como un complemento, no como un ser inferior. En el caso de Walburga, ella no podía entrar porque a pesar de tener mucho dinero, se veía según los ojos de los Black…, ella solo era la esposa "de" y estaba orgullosa de eso, por lo que no sería útil. Lo que entendí en esos años, es que las mujeres que están allí son personas que no miran a un hombre hacia arriba, que no lo idolatran o se doblegan ante ellos, sino que se puede ver de frente o incluso, los pueden ver por encima de su hombro. Por lo que Lily me contó, dentro de ese grupo hay mujeres muy importantes, regentas de países Muggles, reinas, duquesas y así, de hecho, me contó que la reina de Inglaterra Muggle es una de las importantes dentro de ese grupo… —. Soltó toda la información que tenía y que pensaba, ya no estaba dentro de su memoria. Miró con otros ojos a su prima, viendo que ella no solo era una mujer cualquiera que luchaba día a día, sino que era una de las más poderosas y que se había enamorado de la mejor. Sintió orgullo dentro de su pecho, un orgullo que jamás pensó sentir por alguien más que por sí mismo y supo que en lo que restase de vida, nadie se podría equiparar a Bellatrix. —¿Te unirás? —preguntó, sintiendo nervios por la pregunta, porque ahora, si la bruja quería, podría hacerse con el poder del mundo entero.
Bellatrix le miró por largos minutos, sabiendo que después de haberle confiado aquello a su primo no se podría retractar. Llevaba horas meditándolo, porque desde que leyó la carta se había ido a la roca para poder tener la mente despejada y un espacio tranquilo que le ayudasen a tomar una decisión correcta. Se dio cuenta que a pesar de querer ser una bruja poderosa y la mejor en todo, no se quería meter en más problemas de los que ya tenía. Más que mal, ya era la más importante de todas esas mujeres que estaban metidas en eso y sin mover un solo dedo. Sonrió ladinamente y depositó un suave beso en los labios de Sirius, sintiendo el confort que le daban esos momentos a solas. —No…, no lo necesito por ahora —contestó con sinceridad —. Si algún día quiero ser la dueña máxima de todo el puto mundo, lo haré, pero ahora solo quiero que termine toda la mierda en la que estamos metidos y perderme. Descansar un tiempo y ver si puedo adoptar un perro.
Sirius la abrazó, aceptando que tenía razón en sus palabras —Ya tienes un perro hermosa… —susurró en su oído. Ya tenían demasiados problemas para estarse metiendo en más, sobre todo ella que estaba con un Juramento Inquebrantable encima. Dejó que apoyase su espalda en su pecho y le dio el espacio entre sus piernas para tenerla más cómoda, posicionando la barbilla en la coronilla de ella. Pasó sus brazos por su pecho y la atrajo más hacia sí, sabiendo que, aunque no le necesitase, estaría para ella siempre que lo quisiera.
