El fantasma del Apocalipsis
Capítulo 34: "Cuando se desata una tormenta" (Parte 3)
El Guerrero de la Oscuridad era el más fuerte de los Diez Guerreros Legendarios. No era una vaga noción, una idea superflua nacida de la soberbia. No era una creencia desesperada en tiempos de necesidad. Era un hecho contrastable, una verdad que había sido grabada en piedra y difundida en susurros. Kouichi siempre había creído que Kouji y Takuya, en sus encarnaciones como los Guerreros de la Luz y el Fuego, eran los más fuertes entre todos los Guerreros Legendarios. Y, en cierta forma, lo eran. Eran los líderes, los que guiaban, los luchadores. Pero Löwemon y KaiserLeomon, e incluso Duskmon y Velgmon, habían tenido más poder bruto por su cuenta, habían arrastrado un poder que prometía ser sombra de nueve aún antes que todo lo demás. Porque así habían sido concebidos. Porque la sombra nacía de la luz pero cubría todo lo que a la luz acompañaba. Duskmon se había enfrentado a cinco de los guerreros por su cuenta. Kouji había necesitado la fusión para igualarlo en su batalla dentro de la esfera de Sephirotmon. Y, aún con Takuya luchando a su lado, Velgmon le había dado pelea. Sabía, por ello, que era probable que Raihimon superase a BeoWolfmon en poder. Sabía que debería ser relativamente fácil arrinconar al digimon de la luz y forzarlo a abrir sus ojos. Sabía que sí se empeñaba, si desplegaba su fuerza, sería vencedor. Sabía que Kouji querría que luchara con todo su ser para asegurarse de ello.
No era una vaga noción ni una creencia desesperada, era un hecho contrastable.
Y Lilithmon también lo sabía. Por eso, en el fondo de su consciencia, no se sorprendió al verla emerger en medio de los dos, altanera y llena de ira, dispuesta a intervenir en una pelea que no era suya para lidiar.
Sus ojos oscuros estaban llenos de sombra y tormenta.
—No puedo dejar que lo liberes —le dijo. Raihimon no estaba seguro si el eco de Ofanimon que escuchaba en su voz era una ilusión suya o si había un atisbo aún del dolor del ángel perdido. No sabía si era su propio corazón suplicando por darle otra oportunidad a un alma perdida. El Guerrero de la Oscuridad, y Kouichi más que nadie, estaba dispuesto a escuchar el pedido. O creer en escucharlo—. Él tiene que sufrir.
—¿Y qué harás? —dudó Raihimon, Kouichi. Su voz retumbaba en el espacio entre ellos, nueva y segura, más profunda que la de Löwemon, densa como una selva en la noche del continente oscuro—. ¿Sabe contra quién lucha? Porque no servirá mucho lo que dices, lo que pretendes, si él no sabe contra quien lucha.
La sonrisa en el rostro de Lilithmon le dijo que esa pregunta no era la indicada. Raihimon se detuvo en el filo del gesto, en la certeza dibujada en la mirada. «No puedo dejar que lo liberes» era algo muy distinto a «no puedes liberarlo». Era distinto a «no puede liberarse». Era... Era una indicación que, debajo de todo, más allá de la furia que estaba consumiendo al Guerrero de la Luz, Kouji estaba despierto. Ella quería a Kouji consciente de lo que hacía, en algún nivel. Lilithmon sabía cómo era Kouji, en lo más profundo, en lo más hondo de su ser. Kouichi y Kouji eran lo mismo, en el corazón. Y eran completamente distintos. Kouji era la espada, era el de tomar armas para luchar, el que iniciaba el camino para que todos siguieran. Era el que miraba atrás para ver si todos lo seguían. Era el que tenía que estar en el presente para ser el primero en enfrentar al peligro. Kouichi reconocía ese instinto protector, él sentía el mismo impulso para con la gente que forma parte de su cosmos. Sus amigos, su mamá, su gemelo. Kouji era amplio, amplio e inmenso y tan, tan luminoso.
Pero Kouichi se había perdonado a sí mismo por el daño que había hecho. Le había costado, le había dolido, le había tomado tiempo pero... se había perdonado.
Lilithmon estaba contando con que Kouji no podría perdonarse si levantaba su mano contra Kouichi.
(***)
Iori se aferró a los brazos de Miyako mientras los dos se movían a tientas por el campo de batalla. Grandes ráfagas de viento cruzaban el espacio, tan filosas parecían que Iori no quería pensar en qué ocurriría si las luces de sus emblemas no los hubiesen envueltos a modo de escudo. Se había sentido a merced de cada uno de los peligros que azotaban la zona hasta que el poder de sus emblemas empezó a repeler los ataques. A protegerlos. En color índigo y fucsia, Miyako y él se movieron hacia adelante en el campo turbulento, buscando a los demás en un tablero de piezas desparramadas. No entendía cómo habían podido separarse tanto unos de otros, cómo habían terminado tan alejados unos de otros, pero se le ocurrió que la oscuridad espesa que estaba allí era engañosa. Que quizá no estaba tan separados como parecían estar. Que quizá el mundo no se había extendido de repente y solo era un espejismo para mantenerlos alejados. Seraphimon y Cherubimon, que habían comenzado siendo dos puntos luminosos, se habían perdido en la inmensidad, por ejemplo. Ellos no podían estar demasiado lejos. Y los digimon que más veía Iori eran los que estaban cerca suyo pero incluso percibiéndolos se sentían distantes.
Parecía... una ilusión.
Un engaño.
—Odio esto —murmuraba Miyako bajo su aliento, una y otra vez. No era una declaración que Iori necesitase contestar. Su amiga siempre había detestado los enfrentamientos. Detestaba, más que nada, los enfrentamientos nacidos de la sed de sufrimiento y dolor. Miyako podría empuñar un arma en defensa, por supuesto, pero ella nunca tomaría una para lastimar a otro sin más.
—Creo que veo a Ken y a Daisuke —dijo Iori. Miyako siguió la dirección que apuntaba su amigo.
Ella no veía a Ken. No veía a Daisuke.
Miyako quería ver a Ken, quería verlo con bien. Y quería, más de lo que podía explicar, ver a Daisuke Motomiya estando de pie en medio de todo. Porque Daisuke era líder. Porque Daisuke, igual que Iori e igual que Miyako, era uno de los niños que había llegado después y era uno de ellos y era su líder. Y era su amigo. Y el más valiente. Y el niño que había cuidado la luz de los milagros más de una vez.
Miyako no podía ver a Ken ni a Daisuke.
Sin embargo, podía imaginar que esa luz lila que destellaba a media distancia se trataba del emblema de Ichijouji y que el marrón que estaba un poco más lejos, el que apenas parecía resaltar, era el emblema de Daisuke. Apretó la mano de Iori y aceleró el paso, obligándolo a seguir el ritmo, casi arrastrándolo en su estela.
No perdería de vista esas luces.
El tiempo era difuso, en ese mundo. Y el aire se sentía frío. Pesado. El mundo estaba lleno de oscuridad, de la oscuridad terrible que les era familiar, y estaba completamente fuera de la lógica a la que estaba acostumbrada. Jou había estado cerca de ellos, o esa impresión había tenido, pero ahora ya no había rastro de él. Miyako sospechaba que la única razón por la que Iori estaba con ella era porque se habían aferrado el uno al otro y pensaba hacer lo mismo con Ichijouji y Motomiya. Quería ver si se atrevían a separarlos una vez que todos pudieran unirse de nuevo, una vez que...
Miyako parpadeó. La luz de Daisuke ya no estaba a la vista.
—Por allí —dijo Iori, súbitamente.
Miyako lo siguió.
Iori Hida siempre estaba seguro de los pasos que daba.
Ken estaba de espaldas, pero se giró cuando Miyako gritó su nombre. Sus ojos se abrieron con sorpresa. Y alivio. Los ojos de Ken eran absurdamente brillantes en contraste con la negrura.
—Miyako... Iori —Pestañeó. A Miyako no le gustó la inquietud que velaba su mirada—. Me pareció que ustedes estaban más lejos. Hikari... Ella estaba justo a mí lado.
Miyako tragó saliva. No había visto a Hikari, ni se habían llegado a cruzar con la cálida luz de su emblema. No entendía qué estaba pasando.
—No sé si podemos confiar en nuestros sentidos —dijo Iori. Ken había añadido más datos a su suposición sin siquiera pretenderlo—. Creo que sí pero a la vez... Siento que nos están queriendo confundir... Parece que quieren separarnos de nuestros digimon. O que nos separemos nosotros. Nuestros emblemas están reaccionando a ello. Nuestros emblemas quieren que nos mantengamos juntos.
Ken y Miyako miraron a Iori por un largo momento, sus expresiones reflejadas.
—Entonces debemos buscar a los demás —aseveró Ken, sereno. Hikari no debía estar muy lejos.
—Hippogriffomon entró a ese digimon circular que estaba atrás —le explicó Inoue a Ichijouji, rápidamente. Miyako siempre se apresuraba para hablar cuando quería transmitir noticias importantes—. Y volverá pronto. No me preguntes pero... puedo sentirlo. Lo sé.
Ken no preguntó. Hizo un gesto con la cabeza, un acuerdo silente. —JewelBeemon también... También volverá pronto. Creo que también estaba Aero V-dramon. ¿Han visto a Daisuke?
Miyako se mordió el labio, luciendo completamente imponente.
—Creí verlo hace unos momentos..., a la luz de su emblema, pero ahora...
Los hombros de Ken se desplomaron.
—Shakkoumon está en aquella dirección —apuntó Iori, con los ojos entre cerrados.
Ken mantuvo sus ojos en los de Miyako.
—No nos separemos —dijo el elegido de la bondad, muy serio. Extendió su mano, ofreciéndosela a Miyako.
Iori recordó, durante el más breve momento, la vez en la que Ken les extendió una invitación a una fiesta de Navidad. No había sido solo una simple reunión, no para Iori. Había sido el momento definitivo en el que pudo bajar las armas y aceptar a Ken en su grupo. Había sido el primer paso para consolidar a su equipo por completo. Había sido el primer paso para consolidar la amistad de Iori con Ken.
Miyako nunca había tenido las mismas reservas.
Ella sonrió su más agradecida sonrisa y tomó la mano de Ken, aferrándose a él de la misma forma en la que se aferraba a Iori. Con firmeza, sí, pero también con una calidez que era propia de ella. Un sostén. Un puerto seguro. Quizá lo que todos necesitaban en ese momento era eso, un ancla. Un ancla al mundo, un ancla a la esperanza. Un ancla a la luz. Iori imaginaba que podían sostenerse entre todos, que podría aferrarse el uno al otro para evitar viajar a la deriva. Él se aferraría a Miyako y ella a Ken y podrían buscar a los demás para enlazarse todos juntos.
Si tenían que luchar, eso harían.
Juntos.
(***)
Su compañero esquivó un nuevo ataque de NeoDevimon. Takeru se inclinó hacia adelante instintivamente, escondiendo su rostro para cubrirse, evitando la ráfaga de aire que alcanzó su posición. Era un gesto innecesario, en realidad, porque desde que la lucha había comenzado a Takeru lo había rodeado un aura de luz dorada —La luz de su emblema— y el brillo envolvente parecía actuar como una barrera de protección, como un escudo que lo alejaba de todo posible daño. En esa burbuja dorada, ninguna de las embestidas enviadas para dañarlo era efectiva. Mientras siguiera brillando su emblema, él estaría a salvo. Pero su compañero digimon luchaba. Y Takeru odiaba un poco ese sentimiento de separación inevitable que lo mantenía lejos de su Seraphimon.
En la distancia, tan brillantes como una luna en una noche sin estrellas, podía ver otras esferas de luz, esferas de colores, pero estaban demasiado lejos como para intentar llamar su atención y pedirles que se acerquen. Además, Takeru sabía que NeoDevimon los quería a ellos. Solo estaba enfocado en ellos. Su lucha, descontrolada y apasionada como era, no tocaría a los demás. No tocaría a ninguno de sus amigos. No tocaría a ninguno de ellos. No tocaría a su hermano ni a Hikari.
No podía arriesgar a que la mirada del enemigo se centrase en sus amigos. No por él. No más. Nunca más.
—¿Estás bien, Takeru?
—Yo debería ser quien pregunte eso, ¿no te parece?
Seraphimon no respondió, pero Takeru no esperaba que lo hiciera. Si bien era el mismo digimon, si bien Patamon y Angemon y HolyAngemon eran uno y el mismo, también eran completamente diferentes entre sí por lo que tendría sentido que su nuevo digimon también fuese diferente. Tenían personalidades opuestas, complementarias, contrastantes. Eran fragmentos de un mismo ser, aristas y ángulos que se apreciaban desde distintas perspectivas y a Takeru le fascinaban todas. Patamon le habría dado una respuesta juguetona, quizá una sonrisa acompañando la travesura de su tono. Angemon podría haber sido un poco más afilado, más severo, pero igualmente escondía un fulgor de diversión. HolyAngemon era más silencioso, era letal y estoico. Imposiblemente sereno, severo más allá de toda alegría. La distancia entre Patamon y Seraphimon no podía ser más notable. Era... Podía parecer inmensa.
Pero, a pesar de ello, Takeru no podía verlo como seres separados. Las personas tenían múltiples facetas, múltiples rostros y no los enseñaban todos.
Takeru no había enseñado siempre sonrisas a las personas desconocidas pero con el tiempo el gesto fue fácil de dibujar en su rostro. Para su hermano, cuando le preguntaba si estaba bien y Takeru quería dejar de preocuparlo. Para su madre, que le pedía disculpas por trabajar mucho y a veces lo sofocaba por sentir una culpa que no debería. Para los niños en la escuela, que fueron figuras pasajeras en sus años de mudanzas agitadas. Takeru había plantado sonrisas durante años, siempre a la espera de poder usarlas. Hikari podía ver a través de cada una de ellas. Patamon era Patamon. Angemon era Angemon. HolyAngemon era HolyAngemon. Y Seraphimon, también, era su propio ser. Y todos eran el mismo. En su núcleo, en lo más profundo, siempre eran lo mismo. Igual que él. Igual que su madre y sus múltiples facetas. Igual que su hermano gentil y hosco. Igual que Hikari y su luz y su oscuridad.
Takeru presionó su mano contra la luz de oro que lo envolvía. La esfera de luz era sólida de su lado, más como una burbuja de vidrio que una pompa de jabón, pero era cálida bajo la palma de su mano. Seraphimon estaba peleando del otro lado, un despliegue de poder que Takeru había visto con ojos llenos de expectativa en otros tiempos. NeoDevimon era implacable en sus ataques, enfocado, pero el Ángel que lo enfrentaba también lo era. Una lucha de pares. Blanco contra negro. Negro contra blanco.
Ahora solo quería que la batalla terminara. Quería dejar de ver la oscuridad consumiendo ese mundo. Quería un rayo de oro que rompiera el horizonte. Ese mundo, más que otra cosa, necesitaba esperanza.
«Su esperanza», pensó, saboreando una memoria y una promesa, «es mi esperanza».
(***)
Blizzarmon se apartó del camino cuando vio que Bolgmon caía. Los enfrentamientos en el interior de Sephirothmon no eran muy diferentes de lo que habían sido la primera vez, no era otra cosa que una repetición desganada de las peleas a las que habían sido sometidos anteriormente contra el Guerrero del Metal. Cada una de las esferas contenía un contendiente y al vencerlo podías avanzar por el camino hacia la cima o ser liberado. Blizzarmon había tenido suerte de enfrentar a Arbormon en su batalla y a nadie más en la siguiente escala. En un terreno vacío, ninguno de los dos había tenido ventaja y aunque Chackmon podría ser más pequeño que la mayoría, era igualmente valiente y astuto. Y estaba decidido. Muchos habían dudado de él, por su apariencia. Muchos siempre dudaban del valor que llevaba un espíritu decidido. Blizzarmon solo tuvo que hacer acto de presencia cuando Arbormon decidió cambiar su evolución.
—Takuya e Izumi siguen adentro —dijo Bolgmon con un tono hosco, una vez que se recuperó de la caída en tierra firme—. Igual que Aero V-dramon, Hipogriffomon y JewelBeemon .
—No creo que tarden mucho más en salir —señaló Blizzarmon, su voz afilada y segura—. Las esferas continúan apagándose. Quedan cuatro ahora..., ellos son cinco. Estarán bien.
Bolgmon asintió. O eso interpretó Blizzarmon del gesto que esbozó su compañero. El cuerpo que poseía el Guerrero del Trueno no le permitía hacer muchos movimientos libres y, a menos que hablase, era fácil confundir la intención detrás de las sutilezas. Era una de las cosas que los digimon podían perder, dependiendo de su especie. Se corría el riesgo que el significado se perdiera en la traducción. Pero Blizzarmon, además, era Tomoki. Y Tomoki conocía a Junpei. Entre ellos no habría una pérdida en la traducción.
—No debemos quedarnos aquí sin hacer nada —apuntó Bolgmon, al cabo de un momento. Blizzarmon se felicitó internamente por haber anticipado esa actitud—. Veamos si los demás necesitan nuestra ayuda.
Aún así, se detuvo a preguntar algo que sabía que a Bolgmon le estaba molestando. —¿Crees que debamos esperar un poco antes de dejar a los demás solos con Sephirotmon?
Bolgmon miró al imponente digimon de las esferas y luego se detuvo a estudiar el campo de batalla que se extendía en todas las direcciones.
—¡Vamos, Zuddomon!
Jou sonaba, a la vez, muy cerca y muy lejos.
—No puedo quedarme sin hacer nada —admitió Bolgmon, finalmente. Esquivó su mirada por un momento pero Blizzarmon se mantuvo seguro, sin juzgar. Cuando Bolgmon se encontró con su mirada de nuevo, solo había comprensión. Entendimiento. Era un alivio—. Quédate aquí. Me quedaré cerca pero tengo que... tengo que.
Blizzarmon asintió. —Entiendo.
Entendía muy bien. Mejor que la mayoría, quizá. Porque conocía a Junpei.
Junpei Shibayama, en sus aventuras, en las primeras aventuras que había vivido, había sentido que debía demostrar que merecía estar en el lugar en el que estaba. Él había visto a Takuya y Kouji correr hacia el peligro con la misión de proteger, sin buscar otra cosa que cumplir con ese objetivo. Y siempre supo que no podía ser como ellos. Había visto a Kouichi ser una de las personas más amables que había podido conocer, aún a pesar de la oscuridad que había enmarcado su crueldad. Había visto a Izumi y Tomoki ser valientes en todas las formas que valían, ellos nunca dejaron de ser auténticos y amables y brillantes. Ver a Tomoki levantarse cada vez era una lección de humildad. Ver a Izumi superar sus miedos y florecer era una imagen de esperanza... Pero tampoco podía ser como ellos.
Junpei había pasado más tiempo del que consideraba prudente confirmando esos hechos, admirando a sus amigos y subiendo sus estándares para sí mismo. Que debía ser el líder, porque él era el mayor y eso era lo lógico. Que, al no poder serlo, debía ser siempre alguien útil. Si no podía ser nada más, sería el que hiciera reír, incluso. El que señalara las cosas del sentido común, el que hablaba de lo que nadie hablaba. El que no se quedaba en el suelo mirando mientras otros luchaban porque buscaría algo más que hacer.
No podía quedarse mirando, con impotencia, más batallas. Porque ya había visto demasiadas.
Bajo la piel de Bolgmon, Junpei Shibayama estaba más presente que nunca.
Blizzarmon observó a su amigo por un momento, sopesando, y luego miró a Sephirotmon. Otra espera más se había apagado. Solo quedaban tres.
(***)
A Koushiro le habían dicho siempre que él podía hacer lo que quisiera. Que su inteligencia desconocía límites y que, sin importar el obstáculo, siempre encontraría una forma de romper la barrera. El cielo es el límite, ¿no es así? El cielo infinito y todo lo que estaba debajo de él. Si era completamente honesto, él lo creía. No por vanidad. Nunca por vanidad. Su curiosidad y su interés habían sido siempre sus mejores cartas y, más de una vez, el motor que había dado con las respuestas en los momentos de la más absoluta desolación.
Sus amigos, a veces, lo miraban como si creyeran que él podía encontrar cualquier cosa.
Koushiro odiaba decepcionarlos.
Odiaba defraudarlos.
Odiaba la mera posibilidad de...
—¡Koushiro! ¡Daisuke!
Koushiro levantó la mirada y se encontró con los ojos de Hikari. Daisuke, que había estado cerca de él en silencio contenido, exhaló un suspiro de alivio.
Ninguno de los dos sabía en qué momento los demás se habían alejado de su posición pero, de algún modo incomprensible, todos se habían dispersado en ese inmenso campo de lucha. Las explosiones eran luces y sonidos de fondo, ataques chocando violentamente entre sí y ocasionando un intenso juego de luces entre las tinieblas. Pero Koushiro no se había quedado solo por mucho tiempo. Porque Daisuke lo había encontrado. Y ahora Hikari lo estaba mirando con ojos amables, gentiles. Con una mirada que se parecía a la de Taichi —ojos decididos, llenos de una intensidad única— y, que al mismo tiempo era completamente diferente.
—¿Estás bien, Hikari? —preguntó Daisuke, un poco ansioso.
—Sí —respondió ella, sonriéndole apenas. Parecía que estaba tratando de recobrar el aliento—. ¿Y ustedes? ¿Están bien los dos?
—Sí —Daisuke vaciló y Koushiro sintió el peso de sus ojos por un momento—. Tuve suerte de encontrar a Koushiro. Había creído que era Ken al principio pero...
—El emblema de Ken tiene un color más claro —Hikari concluyó.
—Sí.
—Supongo entonces que no han visto a los demás tampoco.
Daisuke sacudió la cabeza. Un gesto de inquietud, uno que rara vez podía asociarse con él, adornaba su expresión. —No veo tampoco a Aero V-dramon. Lo perdí de vista cuando apareció ese digimon hecho de- no sé qué. Era verde y grande y-
Los digimon estaban cerca, Koushiro quería decirle. Estaban cerca y estaban luchando. Estaban luchando por ellos, como siempre. Para protegerlos. Él podía señalar exactamente en qué punto estaba MegaKabuterimon. Pero Daisuke había perdido de vista a su compañero hacia bastante tiempo y Koushiro no quería hacerlo pensar en ello. No más de lo que ya pensaba en ello. Daisuke, igual que él, sabía lo que estaba pasando.
Koushiro se preguntó por qué imaginó a Mimi sonriendo con aprobación ante la idea.
—Koushiro no quiere que vayamos a buscar a los demás —dijo Daisuke a Hikari, rompiendo la momentánea paz entre ellos.
El joven Izumi le lanzó una mirada reprobatoria, frunciendo los labios. —No es que no quiera. Dije que podías ir si querías y yo…
Daisuke no se cruzó de brazos como solía hacer pero Koushiro llegó a ver un ademán similar. —¡No te iba a dejar solo!
—Nuestros emblemas nos están protegiendo —apuntó Koushiro, siempre en impecable lógica—. No importa si estamos separados o no.
Daisuke apretó los dientes, dándole una mirada intensa y firme. —Creo que sí importa. No sé qué estás haciendo con tu computadora pero tú-
—Les prometí que encontraría una forma de llegar al núcleo de este mundo —dijo Koushiro. No estaba seguro si Hikari y Daisuke habían estado presentes en la discusión, él a veces perdía la noción del espacio y el tiempo y la compañía—. Lo prometí. No puedo— si me muevo entonces tengo que empezar de nuevo con todo y siento que estoy... que estoy cerca y-
—Si no puedes hallar la solución tú solo, entonces te ayudaremos —susurró Hikari, no sin amabilidad. Mantuvo su mirada en la suya, sin vacilar.
Daisuke empezó a asentir con la cabeza enfáticamente. —No es tu responsabilidad hacerte cargo de todo. Nos tienes para ayudarte.
A Koushiro se le cerró la garganta. Era un sentimiento noble, por supuesto. Los dos chicos, sin duda, creían lo que estaba diciendo, pero ellos no podían entenderlo. Koushiro era el que podía encontrar las alternativas. Era el que solía hacerlo. Él era quien más familiarizado estaba con el mundo digital y su estructura. Conocía más los detalles de la programación y había estudiado al respecto.
Ellos no sabían, ellos no podían saber que...
Pero Daisuke había sido el niño que fue nombrado líder de su grupo en su primer día en el Mundo Digital, llevando una carga a la que no lo habían preparado. Y Hikari era la niña que había llevado dos emblema en sus palmas y tenía una responsabilidad única que no todos podían comprender.
Quizá ellos entendían un poco más de lo que parecía. Quizá lo entendían un poco más de lo que él pensaba. Quizá ellos no podían hacer lo que él hacía con su computadora, no podrían ayudarlo como Miyako podría, pero su presencia suponía más que un alivio. Koushiro no quería estar solo. No quería...
Exhaló.
—Sé que hay una forma de enviarnos a la matriz —dijo, insistente. Era el tono que usaba con Taichi, con el que suplicaba que confiesen en él. La ansiedad que hervía bajo su piel había menguado un poco pero Koushiro nunca se permitía el lujo de alejarse demasiado de un problema—. Sé que la hay. Puedo encontrarla.
La mirada de Hikari se suavizó todavía más. —Bueno.
—Entonces lo encontrarás —Daisuke era confiado y seguro, la montaña que negaba a moverse y el niño que tenía la voluntad para hacerlo—. Encontrarás la solución. No te podemos ayudar con todo eso que haces, pero-
—No te desesperes si no lo haces solo —insistió Hikari, igual de certera y amable que Daisuke. Parecía que, por una vez, los dos estaban completamente de acuerdo en todo lo que decían—. Podemos... nosotros estamos aquí para ayudarte también. Trataremos de hacer todo lo que podamos. Trataré.
Las palabras de agradecimiento de Koushiro, agradecimiento para ambos, para las palabras amables y la compañía silente, se quedaron en su lengua cuando notó el cambio en el cuello de Hikari. La hermana de Taichi ya no tenía dos emblemas —el blanco y el negro— colgando en la etiqueta.
En lugar de los emblemas divididos, tenía uno solo.
Aunque Koushiro había comenzado a acostumbrarse a la noción de un emblema de luz y su par oscuro, ver a Hikari con un collar único y con la etiqueta de color rosa nuevamente resultaba más que un alivio. Porque significaba algo bueno. Era algo bueno. Porque significaba que ella había encontrado el equilibrio.
El pelirrojo sabía a ciencia cierta que ninguno de ellos habría culpado a Hikari si ella no podía hacer la fusión. ¿Cómo podrían hacerlo? Ninguno de ellos habría podido hacerlo sin un esfuerzo consciente e, incluso así, quizá no habrían salido indemnes al final. Había posibilidades de que Hikari no saliera indemne al final. Todos sus encuentros previos con la oscuridad los habían dejado heridos. Gravemente, como el caso de Ken. En sus pequeñas guerras, ellos habían sido siempre la parte contraria. Pero luego habían conocido a los Guerreros Legendarios. Kouichi no había sido el primer caso en el que habían visto que la oscuridad podía volverse una aliada, claro que no, pero era el primer caso en el que la oscuridad se mostraba como otra cosa que un enemigo directo. No necesitaban quitarle la oscuridad a Kouchi, no necesitaban cambiar su mente o alterar su perspectiva. La oscuridad era su elemento como el elemento de Kouji era la luz. Hikari tenía el deber de llevar ese conocimiento más allá. Tenía el deber de sostener ambas fuerzas en su interior, llevarlas a la armonía.
Y había logrado la fusión.
Equilibrio, de hecho.
Koushiro decidió no comentarlo en voz alta. Hikari, como él, no disfrutaba ser el centro de atención.
—Gracias, Hikari, Daisuke —dijo, en cambio, una vez que recuperó su fuerza. Hikari le dio una pequeña sonrisa y la irritación de Daisuke se derritió tan rápido como había llegado. Tomó una decisión—. Denme unos minutos más y luego podemos movernos un poco para encontrar a los otros. Quiero ver algo que—
Con renovada energía, se giró hacia su computadora. Había una idea en el fondo de su mente, un pensamiento trepidante en el que no quería concentrarse. Porque ellos habían sido enviado a la matriz en sus primeras aventuras con un precio. Apocalymon los había destruido. Había destruido sus cuerpos en el Mundo Digital. Ese era el camino directo, el que Koushiro quería evitar. Pero...
—¡Hikari! ¡Koushiro! ¡Daisuke!
Koushiro reconocería esa voz en cualquier parte.
—¡Hermano! —dijo Hikari. La alegría en su tono era inconfundible.
Una esfera de luz naranja se abrió paso en la oscuridad que los rodeaba. Taichi y MetalGreymon emergieron desde las sombras seguidos por otras dos burbujas de luz brillante. Cherubimon y Seraphimon.
Taichi se apresuró a bajar de la espalda de su digimon. Sus ojos se detuvieron en su hermana por un momento y luego estudiaron a Daisuke. Finalmente, se volvió hacia Koushiro. —¿Donde están los demás?
—No lo sé, no estoy seguro cómo nos separamos tanto —explicó.
—La oscuridad es engañosa —dijo Cherubimon. Koushiro se giró por un momento hacia el ángel e hizo un gesto de acuerdo. Él no tenía idea de cómo Taichi los habían encontrado a los tres en medio de las penumbras. Takeru, HolyAngemon, igual que los demás elegidos y sus compañeros habían desaparecido a plena vista—... esta oscuridad en especial puede cegarte, mostrarte cosas que no son... Puede llevarte a la sombra y en la sombra nada se ve con claridad.
—Por eso necesita la luz —comentó Hikari. Sus emblemas habían reaccionado ante la amenaza, habían enfrentado las tinieblas envolviéndolos en esferas de luz, después de todo. Se preguntaba si Ken también se había quedado solo después de su breve encuentro. Se preguntó si los demás estaban solos, si habían pequeños grupos desperdigados en medio del campo oscuro. Se preguntó si todos estaban bien. Si Takeru...
—Así es.
La mirada de Cherubimon era amable, suave. Era sorprendentemente dulce reconocer a Lopmon en él, pequeños rasgos que remontaban al pequeño digimon que habían encontrado en su digimundo, no mucho tiempo atrás. Parecía que había transcurrido una eternidad desde entonces.
El tiempo era una cosa curiosa. Hikari había empezado a creer que era fluido, que si no podías seguirlo entonces se perdía y se distorsionaba sin más.
—Si la matriz está afectada profundamente es peligroso reunir sus datos y purificarlos, no sabemos qué tan resistente está el virus ahora —dijo el digimon que protegía los conocimientos en el triunvirato de los ángeles—. Y ustedes están luchando ferozmente, pero creo que la mejor solución es la que nos dijo Taichi mientras...
—¿Ustedes saben cómo podríamos llegar a la matriz de este mundo? Quiero decir, Kouichi fue a la matriz de los datos y sé que un digimon nos envió a nosotros a la matriz del nuestro. Creo que la mejor opción que tenemos es combatir a este virus desde la raíz, en la matriz y debemos...
—Es arriesgado —dijo Cherubimon, sonando un poco sorprendido por la intensidad en la voz de Koushiro. O quizá, por la propuesta—. Pero es posible.
—No es imposible —Seraphimon estuvo de acuerdo. Más o menos—. Pero enviar datos a la matriz implica descomponer sus cuerpos en datos.
Koushiro sabía eso. Era lo que Apocalymon había hecho con ellos. Él había tratado de destruir sus cuerpos, había destruido sus cuerpos.
—Koushiro. —La voz de Taichi fue un cuchillo afilado en el silencio—. ¿Qué estás sugiriendo que hagamos?
Koushiro miró a su mejor amigo con determinación. —Sabes lo que estoy sugiriendo.
Taichi frunció los labios, pensativo. Una línea tensa en sus hombros era toda la señal que Koushiro necesitaba para confirmar su afirmación. Taichi entendía lo que estaba sugiriendo.
Daisuke miró a Taichi por un largo momento. Luego miró a Koushiro.
—¿Estás diciendo...?
—Podríamos llamar a Takuya o alguno de nuestros niños elegidos —Cherubimon opinó—. Creo que podemos utilizar sus dispositivos y llevarlos a la matriz sin tener que recurrir a lo que hizo Lucemon con Kouichi.
La mente de Koushiro comenzó a correr en círculos, recapitulando. —¿Los dispositivos...?
Cherubimon asintió, un aire de agotamiento se había acumulado en las esquinas de sus ojos. —Lo que la purificación hace es transformar los cuerpos en su estado más puro, en datos, y almacenarlo en la memoria del digivice... pero los digivice también pueden descomponer los datos simplemente y... podrían manipularse.
—... Y con mi computadora podría enviarlos a la matriz —dijo Koushiro.
—¿Podrías? —dudó Taichi, arrugando la frente. La preocupación que había pintado sus rasgos se acentuó—. ¿Cómo?
Koushiro se apresuró a explicar. Su mente estaba hirviendo en las posibilidades. —Es un poco como la vez que dirigí los mails para ustedes con la batalla de Diablomon. He estado investigando sobre este mundo desde que llegué y estoy seguro que puedo redirigir los datos a la matriz. Solo tengo que poder acceder a los datos que quiero enviar y luego... enviarlos. Aunque me gustaría investigar en profundidad alguno de los aparatos de los guerreros en mi computadora, para inspeccionar todas las posibilidades y estar seguros..., en teoría, podría funcionar. Debería funcionar sin más problema.
—No sabemos si podrían volver de la matriz si sus cuerpos se vuelven datos por completo —interrumpió Seraphimon, completamente serio. Un problema a considerar, desde luego—. Así que es más seguro usando los dispositivos que hacerlo directamente. Kouichi tenía su cuerpo en el Mundo Real y eso lo anclaba, su conexión con Löwemon y su conexión con su cuerpo físico nos ayudó a recuperarlo la última vez. No podemos pedirles que…
Koushiro no tenía tiempo para detenerse en ello. La historia de los Guerreros Legendarios amenazaba en transformarse en una historia sumamente interesante. Colmada de mitología, tradiciones y enemigos fantasmagóricos que se arrastraban por siglos y eones y, por supuesto, luchadores dispuestos a dar su vida.
—Estamos aquí —dijo Taichi, su tono de voz un poco extraño. Algo inefable sacudía su expresión de fiera certeza—. No nos están pidiendo. Nos estamos ofreciendo.
—Y ustedes no tendrían que ir por completo —les recordó Cherubimon, reluctante—. Si manipulamos los datos solamente, entonces sus cuerpos quedarían aquí. Servirían como ancla. La purificación no aplicaría para ellos en el sentido estricto porque no tienen algo que purificar, pero pueden ser descompuestos en datos igualmente.
Porque todos los Mundos Digitales estaban compuestos por el mismo material. Datos. Y todos los que podían materializarse en su superficie tenían la misma base, la misma característica principal.
—No podemos ir todos —concluyó Koushiro.
—No sería lo ideal, no —confirmó Cherubimon, todavía en suave tono—. Quedarían desprotegidos. Algunos tienen que quedarse. Aunque…
—Aunque lo mejor sería que tuviésemos una forma de irnos.
—Hay un Trailmon en este mundo. Pero no sé si todos podrán usarlo. Es- un poco caprichoso.
Koushiro no parecía haber escuchado todo. Se mantuvo murmurando cosas para sí mismo por un momento.
—El virus, este... este fantasma, está instalado en la matriz y puede que nos esté esperando, pero si van... si van los guerreros más fuertes, entonces podremos atacar directamente la raíz —declaró, clavando su mirada oscura en la de Taichi—. Algunos tienen que luchar aquí. Tienen que quedarse de este lado y evitar que haya filtraciones. Y solo en caso de que sea peligroso…
—Yamato y yo iremos —resolvió Taichi. Esa era la sugerencia obvia, la idea predeterminada. Koushiro no esperaba otra cosa—. Podemos hablar con Takuya para que nos acompañe…
—Takuya y los demás deberían quedarse aquí —apuntó Koushiro. Porque como Taichi siempre sentía la presión de ser el primero, de avanzar con sus planes, él sentía la presión de señalar todas las posibles opciones para que sus amigos tengan éxito—. Ellos tienen los digivices que pueden transportar los datos y ustedes estarían conectados a este plano por esos digivices. No sabemos si la matriz de este mundo se va a comportar como la matriz de nuestro mundo Digital. Ellos son nuestro boleto de salida.
—Tú también tienes que quedarte aquí —dijo Taichi—. Tú sabes manejar todo esto mejor que cualquiera.
—Quiero ir —dijo Daisuke, sin ningún tipo de preámbulo. Hikari se lo esperaba por completo. Tampoco se sorprendió al ver que Daisuke mantenía los ojos fijos en Taichi. Taichi Yagami siempre había sido su ídolo, su referente. En más de una cosa—. Por favor, quiero ir, también.
—Antes de pensar en ello... —Hikari se apuró para añadir, interrumpiendo la conversación con una firmeza que muchos olvidaban que poseía—. Deberíamos reunirnos con todos. Tenemos que estar juntos para esto. Más que nunca. No podemos seguir dando vueltas en esta oscuridad, luchando por separado... perdiendo... No podemos, hermano.
Taichi le sonrió a su hermana pequeña.
Daisuke abrió la boca para decir algo, pero lo pensó mejor, y asintió. —Deberíamos decidirlo entre todos.
—¿Cómo hacemos para encontrar a los demás? —dudó Koushiro.
—Con nuestros emblemas —respondió Hikari.
No estaba segura por qué esa era la respuesta correcta.
Quizá era porque sus corazones estaban brillando y estaban todavía conectados. Hikari imaginaba, sabía, que si llamaba a sus amigos, podía encontrarlos. Podrían encontrarse, a pesar de haberse separado. Siempre podían encontrarse. Una calidez inesperada floreció en su pecho, martillando por todo su ser, y la luz de color rosa que la envolvía pulsó una vez y luego otra.
Uno para todos. Y todos para cada uno de ellos.
«La luz y la oscuridad que están dentro de mí alcanzan para todos», recitó en su mente.
Un rayo de luz emergió desde su emblema rosado y se expandió por la oscuridad, ramificándose y dividiéndose en pequeñas líneas luminosas. Una estela rosada se fusionó con una naranja, otra con una morada y la tercera con un color marrón. Pequeños destellos de luces acudieron a su encuentro, al mismo tiempo. Estaban formando caminos, enlazándose unos con otros.
El emblema de Hikari, el emblema del equilibrio, estaba llamando a todos los demás a su encuentro.
N/A: ¡Hola! ¡Todavía sigo escribiendo este fic! Pero llevo luchando con este capítulo hace meses y necesito sacarlo de mi mente o no voy a poder avanzar más. Las peleas son difíciles y hay tantas cosas sucediendo que es una locura, me gustaría poder transmitirlas con mayor claridad pero... estamos aquí. Gracias miles a los lectores que siguen por aquí y muchísimas gracias también por sus bellos comentarios y mensajes para apoyar esta historia. Estoy siguiendo con mi estimación que quedan seis o siete capítulos para el final... Ya veremos si no se extiende más de lo previsto.
Guest #1 ¡Gracias por comentar! Raihimon tenía que salir, lo amo mucho ;) Beowolfmon corre con desventaja en poder bruto porque el guerrero de la oscuridad es más fuerte, pero Lilithmon lo sabe. Además cuando Hikari fusionó el emblema de la luz y la oscuridad no solo Kouichi recibió el impulso para evolucionar, también Takeru, Patamon y Kouji recibieron un plus de energía. Takeru, por obvias razones, pero ellos además conectaron sus emblemas con los elementos de la luz y la oscuridad para ayudar a los chicos a mantener la evolución. Kouji tiene doble ayuda en este punto.
Guest #2 Takuya siempre es una gran opción para vocalizar lo que está pasando porque él no tiene filtros, no se calla lo que cree injusto. Los chicos de Adventure tienen una historia un poco más... estructurada que los chicos de Frontier. Son los Niños Elegidos, determinados por fuerzas externas y con seres que siempre aparecen a guiar sus pasos (Gennai, Homeostasis) y con lo que han vivido en sus aventuras con sus enemigos siento que los lleva a una mentalidad un poco más... extremista. Más blanco y negro, creo. Al menos hasta 02. En Frontier está la distinción que los chicos son los herederos elegidos pero ellos eligen el camino de una forma que los de Adventure no pudieron/no pueden y además los chicos tienen más experiencia con las áreas grises gracias a la purificación misma, gracias a Kouichi y Cherubimon, incluso Lucemon. ¡Gracias por comentar!
Guest #3 ¡Gracias por tu comentario! Kouichi y Hikari serían una gran pareja :3 Aunque soy parcial también todas las combinaciones entre Kouichi, Takeru y Hikari. Me gustaría escribir más de ellos, ya veremos.
aaromcio Los chicos de Frontier hablando con los Guerreros Legendarios son de las cosas que MÁS quería escribir. Desde el capítulo en el que soñaron con los guerreros estaba esperando poder ahondar más en la conexión que tienen y más después de que AncientSphinxmon se comunicó con los chicos a trav´s de Kouichi. ¡El villano! Tenía siempre muchas ganas de ahondar en este personaje, en mis notas había un capítulo extra dedicado a él pero quedó descartado para mantener su condición como un ente desconocido, ¡me alegro muchísimo que haya sido interesante! Ay, no sé si los chicos tendrán oportunidad para ver escenas del pasado pero no niego que tengo la tentación de escribir escenas perdidas del fic porque HAY MUCHO para explorar del antes, durante y después. No sé si alguna vez verá la luz ese proyecto... pero está en mi mente. ¡Mil gracias por comentar!
