37. Soy suficiente?...
había dormido con Latís. Otra vez.
Lucy condujo a casa desde su turno A Locos por los Libros, golpeteando sus dedos ausentemente sobre el volante mientras trataba de encontrarle sentido a la situación. Le molestaba su falsa propuesta a medias bajo presión de su madre. Pero la excitación en sus ojos causó que su cerebro rezumara en su cabeza hasta que no hubo más que rendición. Su cuerpo nunca mentía. ¿Por qué no debería disfrutar de ese aspecto de su relación? Estaban casados, por Dios santo.
El susurro interno gritó la verdad. Porque aún estaba enamorada de él.
Siempre lo había estado. Siempre lo estaría. Como una pesada cruz sobre su espalda, nunca se sobrepondría a sus sentimientos por Latís.
Saltar al sexo complicaba las cosas. Sería menos capaz de mantener sus barreras y comportarse la mujer fuerte y controlada que tan desesperadamente necesitaba ser.
Curiosamente, en todos los otros aspectos de su vida se sentía… diferente. Más fuerte. Dejar La Dolce Marina había sido difícil y Anais llamó urgentemente tratando de hacerla cambiar de opinión. Las conversaciones solo confirmaron que había tomado la decisión correcta.
Su pintura crecía a pasos agigantados, y su clase finalmente confirmaba que tenía que romper las barreras y pintar lo que su alma pedía a gritos. Las fotos eróticas de la pared de París la habían llamado y las imágenes fueron atrapadas por su pincel, haciéndola remecerse con vergüenza y orgullo. ¿Quién hubiera pensado que había sido una mujer que se quemara por un amante dominante y una artista que amaba el erotismo?
Incluso su trabajo en la librería aliviaba en algo su interior. Finalmente había encontrado una combinación perfecta de negocios y creatividad al trabajar rodeada de libros y disfrutar usando sus conocimientos de contabilidad para ayudar a Esmeralda.
Si solo su matrimonio no hubiera empezado bajo falsas pretensiones, todo podría ser perfecto.
¿Estaba loca por quedarse? ¿Por qué no simplemente hacía sus maletas y se mudaba? La lenta tortura de estar alrededor de él y no tomar lo que necesitaba, era brutal.
El infierno con ello.
Se iba. Se mudaba. Había escuchado montones de canciones de mujeres enojadas y estaba un poco más decidida y limpiar su pasado con un gran salto adelante.
Mentirosa.
La voz interior cacareó con regocijo. Aún no estaba lista. Un diminuto brillo de esperanza la mantenía enraizada a la casa y a su vida. ¿No era eso lo que había oído que mantenía a víctimas de tortura vivas por años? La esperanza de escape y rescate.
Sí, su propia alma golpeada no estaba lista para renunciar al sueño del hombre que amaba. El pensamiento de nunca volver a ver su amado rostro hacía la acción imposible.
Al menos, por ahora.
Lucy suspiró y fue hacia la casa. Aparcó el auto en el paseo circular y bajó por la calzada pavimentada. Rosales frondosos y pinos puntiagudos creaban un paisaje místico alrededor de la mansión de Latís. Pequeñas fuentes de agua se alineaban en el camino hacia los jardines, y el sonido de agua repiqueteando calmó sus nervios. Amaba arrastrar su lienzo hacia la piscina y pintar.
Mentalmente haciendo malabarismos con su horario, calculó que tendría tiempo por una hora para dibujar antes de ir a la tienda para su segundo cambio.
Tiró las llaves de su bolso.
La paloma cayó delante de ella.
Lucy se echó hacia atrás con horror mientras el ave blanca como la nieve caía del cielo y chocaba con la acera. Su pata retorcida y levantó su diminuta cabeza, entonces se deslizó de vuelta al pavimento y se quedó quieta.
-Oh, mi Dios. -Tirando sus cosas, se arrodilló en el suelo. Definitivamente respiraba. Aún estaba viva. La etiqueta en su pata tenía un número y con dedos temblorosos, empezó a examinarla cuidadosamente. El ala caía en un ángulo torcido, rota. Las piernas y patas parecían sólidas. No parecía haber nada de sangre sobre el suelo, pero sus ojos aún estaban cerrados.
Gentilmente recogió el ave, acunándola en sus brazos y llevándola adentro. Inmediatamente encontró una vieja y suave toalla y la colocó en medio. Parpadeando para alejar las lágrimas, llamó al veterinario, entonces hizo una búsqueda rápida en internet para confirmar sus instrucciones.
Lucy tomó el teléfono y le marcó.
-Latís, necesito que regreses a casa. Necesito ayuda.
-Estoy en camino.
Presionó el botón y esperó.
- ¿Qué piensas?
Lucy miró el ave ahora colocada en una gran pecera, su ala asegurada envuelta en cinta. Sus ojos estaban abiertos pero un poco vidriosos, como si aún no estuviera segura de qué había pasado. Latís examinó el número en la etiqueta y lo escribió en un papel.
-Creo que hemos hecho todo lo posible. El veterinario dijo que parecía no haber daños internos, así que el ala debería sanar y podríamos enviarla de vuelta. Voy a hacer algo de investigación con el número y ver si puedo contactar al propietario.
Retorció sus manos y miró al ave respirar.
Latís la atrajo a sus brazos y ella se apoyó contra su pecho, respirando en su familiar esencia.
-Va a estar bien. No eres llamada la "susurradora de animales" por nada. Si tiene una oportunidad, es gracias a ti.
Ella le sonrió ante el apodo familiar con la que su familia la había coronado por su talento y conexión con los animales. Por un momento, se relajó en su calor y protección.
-Lamento haberte hecho dejar el trabajo. El presionó un beso en lo alto de su cabeza.
-Me alegra que me llamaras -murmuró.
El confort se convirtió en calor. Su erección presionada contra su muslo. Lucy se tensó y el aire se volvió espeso con tensión sexual. Dios, lo quería. Quería quitarle su sexy corbata roja y traje de raya diplomática, trepar a su regazo y montarlo hasta que ella olvidara. Olvidara que nunca quiso casarse con ella y que no la amaba, la forma en que lo necesitaba
Él apretó los puños y alejó la mirada. Sus músculos se tensaron y esperó que saliera.
-Lo siento. Puedo esperar hasta que estés lista. Solo… te extraño. –
Su corazón trastabilló. Maldito. Negó con humor.
-Tonterías. Extrañas estar a cargo de toda esta relación. Extrañas que jadeé detrás de ti como un perro acalorado contigo llamándome a cada oportunidad. No me subestimes y pretendas que es más que eso.
Sus cejas chocaron juntas.
-Me niego a dejarte hablar de ti misma de esa forma -estableció fríamente-. Tienes todo el derecho de estar enojada, pero no nos degrades a ambos. Las cosas han cambiado.
Lucy sacudió la cabeza con incredulidad.
-Nada ha cambiado. La única cosa diferente entre nosotros es el sexo. El resto es solo una gran y enorme mentira.
Él se puso rígido. Una sombra cayó sobre su rostro.
-Estamos casados ahora. ¿Podemos seguir adelante? No es como si fuéramos extraños y no hubiera nada entre nosotros.
El último y frágil hilo de su temperamento, se rompió.
- ¿Y dónde está mi "felices para siempre", Latís? Soñaba con una proposición, con un hombre que se arrodillara y dijera en sus votos algo que realmente quería decir. ¿Sabes qué obtuve? Buenas intenciones, responsabilidad y unos cuantos orgasmos.
Prácticamente escupió las siguientes palabras.
- ¿Quieres sexo tan malamente? ¿Con qué te está chantajeando mi madre ahora? ¿O solo quieres tener sexo conmigo para mantenerme noqueada y asegurarte un heredero?
Furiosos ojos Violeta la encontraron y la destrozaron con una crueldad que la hizo estremecerse
-Te perdonaré por ese comentario. Una vez. Además, te dejaré sola, pero te lo advierto. Cuando crea que has tenido tiempo suficiente, vendré por ti.
Sonrió cruelmente.
-Y te prometo que rogarás por más. La puerta se cerró de golpe detrás de él.
…..
Era tan imbécil.
Latís miró hacia la escalera y escuchó los acordes de Rihanna vibrando en el aire. Dos días habían pasado desde su pelea. Ella seguía manteniendo su distancia y tratándole con una helada educación que lo enojaba. Trabajaba largos turnos en Locos por los Libros, se escondía en el salón de arte y evitaba la cena.
Una soledad que nunca había notado antes permanecía en el aire de su hogar. Su energía pulsaba a través de las habitaciones, pero ansiaba el contacto directo, una conversación real. Extrañaba su risa, su entusiasmo y su ingenio. Extrañaba todo de ella. Rocky pasaba más tiempo con ella que él.
Nunca debía haberla presionado. Cuando ella vino tan naturalmente a sus brazos, su esencia se envolvió a su alrededor y lo había drogado. La suavidad de sus curvas presionadas contra su pecho. El roce sedoso de sus rizos. Ardía por arrastrarla a la habitación y reclamarla toda de nuevo. Ahora se daba cuenta de que era el epítome de lo inoportuno.
Latís gruñó. Tan estúpido. En vez de ser racional y darle el tiempo que necesitaba, la había amenazado.
Sí, la sangre había ido definitivamente a su otra cabeza, y no tenía excusa. Su declaración sincera sobre su propio "felices para siempre" se había grabado a fuego en su cerebro y roto su corazón.
¿Era eso lo que le había hecho? ¿Arrancar sus ilusiones y sueños?
Siempre se había preocupado por romper su corazón algún día. Seguro, había sido forzado a casarse con ella, pero ¿Pero por qué no lo sentía como una obligación? ¿Por qué esperaba llegar casa y vislumbrarla? Se merecía mucho más.
Sin embargo, lo tenía a él.
La depresión se instaló sobre él. Al infierno con eso. Prepararía la cena y la forzaría a interactuar. Latís se dirigió a la habitación, se quitó el traje y se puso unos jeans y una camiseta negra. Sirvió dos copas de Merlot y las puso junto a un plato de salsa de pollo que a ella le gustaba. Los movimientos meditados de preparar una comida lo suavizaron. La cocina culinaria había sido hecha por encargo, con encimeras de granito color crema, una nevera bajo cero, un horno de ladrillo para pizza, una estufa Viking. La isla de la cocina cortaba a través del área principal con un área de trabajo hundida y separada, una barra de desayuno y bancas de cuero acolchado.
Cogió unas ollas de cobre, las roció con aceite de oliva y empezó a cortar los tomates y las cebollas. Diez minutos más tarde, ella bajó ruidosamente las escaleras y se paró en la entrada de la cocina.
-Me voy. No me esperes despierto.
Tiró el cuchillo y apoyó una cadera contra el mostrador.
-Estoy cocinando la cena. ¿Dónde vas?
-A la librería.
-Quédate para un bocado. Necesitas alimentos antes de tu largo turno. - Ella se movió sobre los pies, obviamente tentada.
-No puedo. Tomaré algo en el café.
-Sólo tienen bocadillos, necesitas proteínas. Por el amor de Dios, te prometo que no tendrás que quedarte mucho tiempo en mi compañía. Siéntate.
-Yo no…
-Siéntate.
Ella jaló una silla y se sentó. Su respuesta inmediata le recordó su obediencia en el dormitorio y en un instante lo puso duro. Él deslizó el pollo en un plato, lo cubrió con salsa y lo dejó caer sobre el mostrador con un tenedor. Ella se zambulló con su entusiasmo habitual, haciendo esos deliciosos sonidos de placer. Él se movió con incomodidad y trató de acomodarse.
- ¿Encontraste algo sobre nuestra paloma?
-Sí. Seguí la etiqueta del propietario a unos cincuenta kilómetros de aquí. Es una paloma mensajera, conocida como paloma bravía. Su nombre es Gaby. No es una corredora regular, pero él la envía a misiones ocasionales para mantenerla afilada. Algunos de sus amigos pertenecen a un club y supongo que todas sus palomas regresaron excepto Gaby. Él ha estado frenético.
Latís llenó su plato y se sentó en el taburete frente a ella.
-No sabía que las palomas mensajeras aún existían. ¿Vendrá a recogerla?
Ella tomó un sorbo de su vino.
-No, le expliqué lo que hicimos y el daño en el ala de Gaby y accedió a dejar que me ocupara de ella aquí hasta que estuviera curada. Entonces podré dejarla volar a casa. Si hay algún problema con su recuperación, él vendrá a recogerla, pero creo que ella está mejor ya. Está alerta y parece saber lo que está pasando.
- ¿Cuánto tiempo pasará antes de que pueda ser puesta en libertad?
-De dos a tres semanas, dependiendo. -Una sonrisa se dibujó en su rostro-. El dueño dijo que estaba acostumbrada a llevar cartas de ida y vuelta entre las parejas separadas. ¿No es genial?
Él le devolvió la sonrisa.
-Extremadamente. Sólo ten cuidado, cariño. Siempre te encariñas. -Su nariz se arrugó.
-Lo sé. Es sólo un pájaro, por lo que debe estar bien.
-Oh, sí. ¿Qué pasa con la ardilla? -Una risa escapó de sus labios.
- ¡Me había olvidado de eso! Pero era joven. - Él resopló y enganchó otra pieza de pollo.
-Lo nombraste Dale por los dibujos animados de Disney. Creo que fingió haberse lastimado la pierna. Tú configuraste el cobertizo como su propia cueva. No es de extrañar que el roedor no se quisiera ir.
-No lo llames roedor. Era dulce. No se quedó mucho tiempo.
-Era malditamente malvado. Mordió a Clef y a mí todo el tiempo cuando tratamos de jugar con él. Entonces reunió a todos sus amigos roedores en una fiesta y nos dio miedo incluso entrar y sacar nuestras bicicletas.
Sus ojos brillaron y las líneas en su hermoso rostro se suavizaron.
-Papá se puso tan loco. Ellos hacían agujeros en la pared y torres almacenando frutos secos. Me obligó a deshacerme de Dale.
-Lloraste durante días.
-No tengo problemas para dejar ir a los que amo.
La sorprendente confesión entró por la sala. Ella se echó hacia atrás, obviamente, lamentando sus palabras y se concentró en su plato. Latís habló en voz baja.
-Lo sé. Siempre parecen venir de nuevo a ti, sin embargo.
Lucy se negó a mirar hacia arriba. Él luchó contra el impulso de acariciarle la mejilla y besar su tristeza para alejarla. En su lugar, se sirvió más vino y cambió de tema.
- ¿Cómo va el trabajo? ¿Sigues haciendo retratos? -Una expresión extraña brilló en su rostro.
-Más o menos. Estoy tratando de hacer algo nuevo.
-Tengo un montón de contactos en el mundo del arte, Lucy. Me encantaría que te entrevistara un consultor. Si les gustas, ¿tal vez se pueda arreglar una muestra?
Ella negó entre bocado y bocado.
-No, gracias. Me encargaré de esto por mi cuenta.
Se tragó su frustración y se recordó a sí mismo que ella tenía que probar su propio éxito. Él ya creía en ella. Ella sólo tenía que creer en sí misma.
-Está bien, respeto eso. No tienes que trabajar tantas horas en Locos por los Libros, sabes. Esmeralda le dijo a Clef que eras increíble, pero haces doble turno todo el tiempo. Nunca te veo.
-Necesito el dinero. - Él inclinó la cabeza.
-Eres de una de las familias más ricas de Italia. Yo no estoy demasiado mal tampoco y eres mi esposa. ¿Para qué diablos necesitas el dinero de tu trabajo?
Ella levantó la barbilla en esa obstinada inclinación que lo volvía loco.
- Clef es rico. Tú eres rico. Yo no soy rica. Puede que tenga un fondo fiduciario grueso, pero haré mi propio camino, como todos los demás. Si eso significa trabajar horas extras, no me quejo.
Él se tragó una maldición.
-La familia cuida de los suyos. Lo suyo es tuyo. ¿Por qué no puedes entender eso?
Ella dio un bufido muy poco femenino.
-De la misma manera que no puedes entender lo qué se siente haber fracasado en todo lo que has hecho.
Su boca se abrió.
- ¿Fracaso? Tienes éxito en todo lo que tocas. -Su voz se convirtió en hielo.
-No soy tonta, Latís. Es posible que desees que regrese a la cama, pero mentir no es suficiente. Apesté como chef como mama. No fui buena en los negocios como Anais y Clef. Y no soy buena con lo que tenga que ver con la moda personal, belleza, o en verme como Presea. No me insultes.
Su corazón se rompió. Esta hermosa, fogosa mujer creía que no era digna. El impulso de estrangularla o besarla peleó en su interior. En su lugar, se tragó su opresión en la garganta y dijo la verdad.
-Tuviste éxito en todo lo valioso de este mundo, Lucy. Con la gente. Con los animales. En el amor. Nada más importa, sabes. Pero simplemente no lo ves.
Ella se quedó inmóvil. Esos ojos expresivos se abrieron con asombro. Una conexión ardió entre ellos, caliente y brillante y el aire se obstruyó con emoción. Él dejó el tenedor para llegar a ella.
Lucy saltó de su asiento y dio unos pasos hacia atrás.
-Me tengo que ir. Gracias por la cena.
Salió volando de la cocina y lo dejó solo y vacío.
…
Unos días más tarde, Lucy estudiaba las pinturas delante de ella con ojo crítico. La clase le había ayudado con las formas y le había enseñado algunas técnicas que la llevarían al siguiente nivel.
Su maestra incluso comentó en ponerse en contacto con alguien de la representación, sobre todo si completaba una serie coherente. Un hilillo de alarma se deslizó por su columna.
Una exhibición pública significaría más que salir del closet como artista esperanzada. Significaría desnudarse y gritar "¡Mírenme!" En medio de Times Square.
El verdadero problema, por supuesto, era su familia. Su núcleo de apoyo, bien intencionado que creía que tenía talento, pero pintaba como hobby. Ni una sola vez había expresado su alma gritar por la oportunidad de ser artista profesional. El arte era muy respetado en Bérgamo, pero el negocio era venerado, especialmente con las famosas panaderías La Dolce Famiglia.
Lucy se mordió el labio inferior y garabateó su nombre en la parte inferior. Su primera pieza oficial completa. Y si alguien la veía, creerían que era una puta.
Las líneas se difuminaban en un negro gris nebuloso que echaba a la pareja a la sombra. El duro pezón de la mujer revelaba su excitación, y su rostro llamaba la atención del espectador con un éxtasis desnudo como si estuviera luchando con su orgasmo. La espalda del hombre estaba girada y bloqueaba el resto de su cuerpo desnudo.
Músculos magros se juntaban y un tatuaje reclamaba su hombro izquierdo superior con una serpiente. La ventana trazada hacia el lado derecho de la pintura daba la impresión de un sentido de voyerismo mirando a escondidas en su mundo sensual, mientras la luz del día y la cordura se mantenían a través del cristal.
Ella apretó los puños, luego, lentamente, soltó sus dedos. El calambre en su muñeca le dijo que había estado trabajando durante horas.
La emoción mordisqueaba sus terminaciones nerviosas. Era bueno. Lo sentía muy dentro de las entrañas, una sensación de satisfacción que rara vez experimentaba más. No desde que había comenzado la universidad. Ella había luchado contra la fuerza de su instinto desde hacía un tiempo, pero sólo había creado retratos, planos de dos dimensiones que la dejaban fría.
La naturaleza erótica primitiva la sorprendió. ¿Quién hubiera sabido que Latís rasgaría las puertas de su alma y arrancaría las cerraduras? No regresaría a lo sensible, a las creaciones limpias. Era el momento de poner los ojos en los retratos en la oficina de París, sabía que tenía que cavar profundo en su desnudez y en la pintura. No importaba lo que pasara con su trabajo, por lo menos estaría diciendo la verdad. Acerca de su naturaleza. De lo que deseaba. De sus necesidades.
De sus fantasías.
Ya era hora.
Limpió sus pinceles, quitó sus acrílicos y se quitó la bata. Era hora de darle un regalo a Rocky y comprobar a Gaby. Había invitado a su familia a cenar y esperaba que tuviera un momento para una siesta en el sol por primera vez.
Gaby la saludó con el coo normal que ella había empezado a amar. Ya temía el momento en que tuviera que dejar que Gaby volara. Los ojos brillantes y sabihondos del ave le hablaban de un pasado más profundo a Lucy uno exótico del que le encantaría conocer más. Tal vez tendría una charla con su dueño antes de liberarla.
Comprobaría el apósito y un vendaje, le daría de comer y llevaría su pecera convertida al exterior del patio trasero.
La piscina de tamaño olímpico estaba rodeada de exuberante vegetación, palmeras importadas y era un iris de color rojo y púrpura vivo para los nadadores con su sonido envolvente en una laguna tropical. El exterior rocoso era acolchado, Gaby no le dio un segundo pensamiento, y se dejó caer a su lado en un sillón. Lucy se sentó en la silla con sus mascotas flanquéenla, con una copa de Merlot en la mesa y el sonido que brotaba del agua y el viento en el fondo.
Una sensación de paz se apoderó de ella. Les murmuró comentarios ocasionales a Gaby y a Rocky y poco a poco, sus párpados se cerraron.
- ¿Lucy?
Su nombre se deslizó de su boca como miel y caramelo, toda suave y empalagosa y deliciosa. Ella sonrió y levantó la cara hacia arriba, demasiado relajada para levantar los brazos. El delicioso olor a hombre, jabón, y un toque de perfume especiado flotó en la brisa.
- ¿Hmmm?
Suaves dedos acariciaron su mejilla. Ella se apretó contra esa cálida mano y le besó la palma. Un murmullo bajo.
-Ah, cariño, hay una tormenta que se avecina. Debes entrar.
-ok. -Ella se estiró, deseando quitarse la ropa, que formara parte de sus muslos, y se deslizara en su centro. Sus músculos se apretaron en deliciosa anticipación. Ella mordisqueó fuerte su muñeca y suspiró-. Buen gusto. Hueles bien.
-Dios, me estás matando. - La bruma difusa de su sueño borró sus buenas intenciones y sus ondas cerebrales. Ella parpadeó y levantó la mano. Apartó los mechones suaves de pelo de su frente. Trazó el gancho arrogante de su nariz, sus labios suaves y llenos.
-Eres tan hermoso -murmuró ella-. Demasiado hermoso para mí, sin embargo. ¿No es así, Latis?
-A la mierda esto. No soy un santo.
Sus labios se recostaron sobre los de ella. Tibios, capaces, bebiendo de su boca como saboreando un vaso de vino caro. Su sabor explotó en su lengua y ella gimió, abriéndose a él plenamente. La besó por largos momentos, con lentos movimientos una y otra vez, hasta que ella se fundió en la silla y la carne entre sus piernas se hinchó y humedeció. Cuando por fin levantó la cabeza, ella supo que había ganado. Esperó a que la levantara y la llevara a su dormitorio. Y en ese momento, no le importó.
El timbre sonó.
El ring causó que Rocky se lanzara de su lugar de descanso a la corteza. Ella tropezó de nuevo con la realidad con un aterrizaje brusco y se empujó hacia arriba. Latís negó.
-Puedo matar a quien esté en la puerta -dijo. Con una última mirada, desapareciendo a través de las puertas francesas.
Lucy se levantó de la silla. Se preguntó si el destino habría intervenido para salvarla. ¿Cuánto tiempo podría aguantar antes de caer de nuevo en su cama? La voz de su cuñada flotó a través de la pantalla y ella tomó una respiración profunda para calmar sus nervios. Estaba a salvo de la tentación ahora.
Por un tiempo.
Marina se contoneó viéndose como pato, generalmente enorme, incómoda y mayormente enojada. El vestido de punto negro le llegaba a las rodillas y hacía fli-flop golpeando sobre el suelo de mármol.
-Si no salen de mí ahora, Lucy, los sacaré yo misma. -Entró en el salón, se situó en el borde de la cómoda silla y cayó hacia atrás. Lucy tuvo la sensación de que no se levantaría a menos que tuvieran una grúa.
Ella chasqueó la lengua con simpatía y un poco de humor.
-Probablemente la próxima semana, Marina. Están cerca.
Marina miró y tomó el vaso de agua mineral con limón de Latís.
-No, no lo harán. Acabo de ir al médico ayer, me dijo que no había ni una contracción a la vista. Nada. Niente. Que estaban cómodos y acogedores allí. Reciben comida, duermen y se divierten practicando karate cuando están aburridos. ¿Por qué saldrían? -gimió-. No quiero tener una cesárea, a menos que sea necesaria, pero creo que es la única manera. Necesitan sentirse amenazados o nunca saldrán.
Lucy palmeó la mano de su cuñada.
-Apuesto a que dentro de cinco días estarás celebrando la llegada de dos bebés felices y perfectamente sanos. ¿Recuerdas que lo mismo sucedió con Esmeralda? Tuvo dos semanas de retraso con su primera hija.
-Sí, eso fue un motín. Zagato casi se fue al hospital sin ella.
Latís le trajo a mama Conté un poco de té y se sentó frente a la chimenea.
-Sí, oí esa historia, un clásico puro. ¿Cómo está Esmeralda? -preguntó él.
-Está bien. Se llevaron a Lily a Plaza Sésamo el fin de semana. Ya sabes cómo se obsesiona con Elmo. -Un relámpago iluminó el cielo y un trueno sonó bajo y amenazante.
-Se supone que habrá una tormenta atraviesa hoy. Espero que Clef no se quede atrapado en ella. Ya se le hizo tarde.
-Sí, iba a tomar el coche en Manhattan para su reunión, pero se decidió por el tren. Hay una gran protesta pasando en Wall Street hoy y no quiere quedarse atrapado en el tráfico. Debe estar bien.
Marina se frotó el enorme vientre.
-No estoy segura si incluso podré comer esta noche. La indigestión ha estado horrible todo el día. -El tono de su celular de Sexy regreso, resonó a través de la habitación, y Marina se acercó a su bolso-. Ese es Clef. No puedo alcanzarlo.
Lucy tomó el celular de color rosa caliente y se lo dio. El lado de Marina de la conversación incluyó malas palabras y murmullos compasivos. Finalmente se apagó.
-No creerán esto. Hay un gran apagón en la ciudad y todos los trenes están retrasados. Estará atascado allí durante un par de horas.
Lucy se mordió el labio.
- ¿Estará bien? ¿Hay policía? ¿Dónde está ahora?
Marina suspiró.
-Está comiendo en La Mia Casa. Es un pequeño restaurante italiano que yo solía frecuentar y ahora lo hice adicto. Conozco a Gavin, el propietario. Él cuidará bien de Clef.
-Gracias a Dios. Bien, puedes dormir aquí si quieres. Te haremos un desayuno casero en la mañana.
Mama Conté resopló.
-Prepararé el desayuno, Lucy. Omito no cocinar para mi familia, y mis habilidades están cada vez más oxidadas. Esta noche tendremos una fiesta de pijamas.
- ¿Podemos ver a Magic Mike? -preguntó Marina. Latís levantó una ceja.
-De alguna manera no creo que a mama Conté le gusté esa decisión.
- ¿Por qué? -Exigió a la mujer mayor-. ¿De qué es?
-De strippers masculinos -dijo Marina-. Es bueno. -Su madre se quedó pensativa.
-Lo veré. - Latís gruñó.
-Mataré a Clef.
Las horas pasaron volando con una buena conversación, risas y comida. Clef llamó una vez más para reportarse y confirmar que estaba bien, pero probablemente no podría salir de la ciudad hasta la madrugada.
Marina apoyó los pies sobre una almohada y se acurrucó bajo el edredón. Latis finalmente cedió y permitió que vieran la película, pero rápidamente se arrepintió cuando las tres mujeres jadearon en la primera escena. Él le lanzó palomitas a la pantalla del televisor para distraerlas.
Marina suspiró con satisfacción mientras los créditos finales pasaban.
-Me encanta esa película -declaró-. Es muy profunda. -Latís soltó un bufido.
-Es porno femenino. Me siento sucio simplemente de haber mirado.
-Estás enojado porque la chica caliente nunca se quitó la ropa.
-Tengo más respeto por las mujeres que ustedes por los hombres.
-Sí, claro, creo… Oh, Dios mío. -Lucy miró a Marina. Puro terror contorsionó sus facciones. Respiró hondo y se vio en estado de shock-. Creo que rompí aguas. -La humedad del sofá lo confirmó. Ella se frotó el estómago-. Pensé que era indigestión, pero ahora estoy pensando que estaba en trabajo de parto hoy. -Miró al otro lado de la habitación, presa del pánico.
Lucy se congeló. Latís contuvo el aliento. Mama Conté se levantó del sofá con una sonrisa serena. Sus ojos oscuros brillaron.
-Tendrás a tus bebés, Marina -dijo ella-. Y todo estará bien.
Lágrimas inundaron los ojos azules de Marina y sacudió la cabeza con fuerza.
-Clef no está aquí -susurró-. Lo necesito.
Mama Conté le tomó ambas manos y se las apretó.
-Lo sé. Tu trabajo de parto tardará muchas horas con los gemelos. Él estará aquí. Si conozco a mi hijo, hará lo que necesite para estar a tu lado cuando los bebés lleguen.
-Tengo miedo.
-Está bien. Llamaré a Clef y al médico. Latís, ¿puedes tener el coche listo? Lucy, ¿puedes subir y encontrar algunas cosas para que me las lleve? ¿Cepillo de dientes, bata, camisetas, ese tipo de cosas?
-Estoy en ello. -Lucy se levantó del sofá y tiró de Latís hacia ella. Su marido tenía la expresión cómica de un hombre aterrado para moverse, como si una sola palabra provocara que Marina tuviera contracciones y gritara-. ¿Latís?
- ¿Eh?
-Trata de hacer algo mejor que Zagato, ¿de acuerdo? Ve por el coche y llama a Esmeralda y a Zagato por nosotros. Diles lo que está pasando. ¿Puedes hacer eso?
-Por supuesto.
-No te vayas sin nosotros. -Sus ojos asustados hicieron que algo dentro se ablandara. Ella agarró sus manos y unió sus dedos dentro de los suyos. Latís parpadeó sorprendido y ella sonrió-. Tenemos la oportunidad de ver a nuestros sobrinos nacer hoy. No nos olvidemos de eso ni un momento, ¿de acuerdo?
Él bajó la cabeza y la besó. Sólo el toque más suave, un susurro de sus labios deslizándose sobre los de ella y le recordó que no estaba sola.
-Tienes razón. Gracias por recordármelo
