Harry Potter pertenece a JK Rowling.
Star Wars pertenece a George Lucas (y a Disney)
Harén de Harry.
HP: Hermione Granger, Daphne Greengrass, Padma Patil y Susan Bones.
SW: Aayla Secura, Ahsoka Tano y Maris Blood.
38: La Comprobación, de las varitas mágicas.
Harry ingresó en la sala de Menesteres, junto a él, estaban Hermione, Daphne, Padma y Susan.
Las chicas estaban exaltadas, al igual que Harry, ante la perspectiva de que alguien, obligara al chico que amaban, a participar en el Torneo.
El plan era ayudar a Harry, a entrenarse en todos los encantamientos, embrujos, maleficios y transformaciones, a los que pudieran acceder. Y ya que contaban con la Sala de Menesteres, entonces eso no se complicaría para ellas y él, gracias a que la Sala les había otorgado unos maniquíes que resistirían muy bien los hechizos que se les arrojaran, y podrían usarlos, para entrenarse en La Fuerza.
—Agradezco haber conocido a mis maestros... especialmente, a la maestra Sheda... y poder controlar mis emociones, mantenerme despejado. ―pensó Harry, manteniendo la calma, aquella mañana.
Al llegar al comedor, se encontró con muchos (Slytherin, Ravenclaw y algunos Hufflepuff), quienes no le prestaban atención.
Aun así, siempre había idiotas, quienes creían que Harry buscaba la gloria (como Ron Weasley), pero los gemelos Weasley, sintieron que aquello estaba mal, y después del juramento de Harry, estaba más que claro, que él no colocó su nombre en el Cáliz, así que ellos maldijeron a aquellos, que insultaban a Harry, y colocaban mensajes de apoyo para Harry, como fuegos artificiales o letras ardientes, por los pasillos.
Durante una clase de Encantamientos normal, Hedwig llegó con un mensaje atado en su pata.
Hola Harry.
Como ya lo sabrás, El Profeta fue comprado.
Pues bien: Yo soy el fundador del Panorama Mágico.
Nos divertiremos mucho, haciendo trizas a Dumbledore, por todo lo que sufriste en tu infancia, sin que yo pudiera estar allí para ti (por más agradecido que les estoy, a Sheda y Kaft).
Sirius.
Esa mañana, Harry asistió a la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, donde Hagrid los acercó a los caballos Abraxas. ―Hermione ―pidió Hagrid, con una sonrisa. Ella, los primeros segundos, lo miró extrañada, hasta que entendió.
―Este caballo alado, es un Abraxan. Este, en particular es el que más se destaca, por su fuerza física. ―Dijo Hermione, Hagrid le hizo una seña con la mano, para que se explayara, pero no sabía qué más aportar. ―Existen otros tipos de caballos alados...
Harry contestó, sobre el otro. ―Como el Aethonan, del cual se dice es un caballo desleal y que puede aumentar las habilidades en Magia Oscura, de los jinetes. ―Hagrid asintió.
Otra mano se levantó. ―Adelante, Daphne. ¿Conoces algún otro caballo alado?
Daphne asintió. ―En el Bosque Prohibido, parecen habitar un tipo de caballos especiales, que para la mayoría son invisibles. Los Thestrals solo pueden ser vistos, por aquellos que han visto morir a alguien, ante ellos. Son delgados, casi esqueléticos, de color negro, sus cabezas parecen cráneos de dragones (sin cuernos) y de alas de murciélago.
―Granian ―dijo Neville. ―Son... grises... eran tan veloces, que se usaban para enviar mensajes, mediante carteros. Son físicamente delgados, pero en realidad, son increíblemente musculosos y resistentes, pudiendo sobrevivir a los inviernos de... de... ¿Escandinavia?
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―El encantamiento convocador, es capaz de hacer levitar o volar un objeto –o persona–, hasta el lanzador del encantamiento. Se requiere de una aguda visualización, del lanzador del hechizo, para tener éxito ―dijo el profesor Flitwick, mientras los veía copiar. ―Por favor, uno por uno, miren las piedras preciosas, elijan una, digan Accio: Y luego, el nombre de la piedra, lo haremos en orden alfabético. ―Habían aparecido muchas piedras preciosas, una de cada tipo.
― ¡Accio: ¡Ágata! ―exclamó Susan, y la gema amarilla voló hasta su puesto, dejándola maravillada.
― ¡Accio: ¡Esmeralda! ―exclamó Daphne sonriente, mientras la piedra verde, llegaba a su puesto.
― ¡Accio: ¡Amatista! ―exclamó Harry. ―Esto sería más complicado... no. La Telequinesis y el Accio, son exactamente iguales.
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― ¡Antídotos! ―Dijo Snape. ―Quiero que miren, las paginas, desde la cincuenta, a la cincuenta y cinco, para que escojan un antídoto y lo hagan. Luego, veremos si funciona ―esto, dirigiéndose a Harry.
Harry usó la Fuerza lumínica, para calmar, al menos un poco a Snape, y luego dar paso a la poción.
Los minutos pasaron, la clase estaba terminando, pero la gran mayoría, estaba ya en los últimos instantes del antídoto, hasta que la puerta se abrió.
― ¿Qué ocurre, Greengrass? ―preguntó el profesor.
―Lamento mucho molestar, pero... Harry, debe de subir al tercer piso, al salón 363, debido a.… unas entrevistas, y revisiones de varitas, para... el Torneo, o eso entendí ―dijo Astoria Greengrass.
Snape gruñó. ―Adelante, Potter. Elatio ―la poción de Harry, se veía igual. ―Cuando vuelva, la poción estará exactamente igual, y a la misma temperatura, para que la complete, Potter.
―Gracias, profesor. ―Dijo Harry, mientras seguía a una de sus dos cuñadas.
Harry y Astoria, llegaron, encontrándose con los otros tres competidores, entonces, entró el señor Ollivander.
―Debemos de revisar que sus varitas, estén en perfecto estado, antes de las pruebas. ―Dijo el señor Bagman.
―Con todo el respeto, señor Bagman: Hay un antídoto, esperándome. ―Dijo Harry.
―En ese caso, comencemos con usted, señor Potter, y podrá retirarse de inmediato ―dijo Ollivander amablemente. Harry asintió, y entregó su varita. ―Tilo Plateado: Esta es una madera inusual y atractiva, que funciona mejor en los Videntes y los expertos en la Legeremancia. Fibra de Corazón de... ¡Dragón Negro-Cobrizo! ―Dijo aquello último, asombrado. ―Es... demuestra una facilidad, para los encantamientos y maldiciones, a causa del dragón del cual proviene. ―Luego miró a los demás. ―Mademoiselle Delacour, ¿le importaría? ―ella entregó la varita. ―Palisandro y contiene... ¡Dios mío!
Fleur enseñó una sonrisa. ―Un pelo de cabeza, de una Veela. De una de mis abuelas.
―Creo al pelo de Veela... temperamental. ―Expresó Ollivander, devolviendo la varita. ―Señor Diggory. ¡Ah!, está la cree yo. Fresno: Se aferran a su verdadero maestro y no deben pasarse, ni regalarse al propietario original, ya que pierden poder y habilidad. ―Advirtió. ―Los usuarios jamás se desviarán, de sus propósitos, o creencias, su dueño será obstinado y valiente, sin llegar a ser grosero, ni arrogante. Y pelo de unicornio. ―Devolvió la varita, y Krum siguió. ―Un trabajo de Gregorovitch: Carpe: Un mago talentoso con una pasión única y pura, que algunos pueden llegar a llamar obsesión, más amablemente, visión, que casi siempre se realizará, se adaptan al estilo y firma mágica del propietario, se personalizarán tan rápidamente, que otros las encontrarán incapaces de usar, en los hechizos más simples. Tomarán igualmente, el código de honor del propietario, sea cual sea, y se negarán a realizar actos, ya sean para bien o para mal, que no concuerden con los principios de su maestro. Y... Fibra de Corazón de Dragón.
Harry prometió a Rita, darle una entrevista al día siguiente, donde tenía un buen bloque de descanso, y empleó la fuerza, para que aceptara.
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Era un día como cualquier otro, en Coruscant. Y, aún más en el templo Jedi, donde Anakin Skywalker, estaba entrenándose junto a otros Padawans, en un combate de sables de luz.
―Estos sables de luz, que pueden ver usando a Anakin y a los demás, son 100% seguros, son usados por los aprendices, los cuales solo causan pequeños moretones en la piel. ―Dijo Qui Gon-Jin. Junto a él, caminaban dos mujeres, una de ellas era Shmi Skywalker, y la otra era Jeena Rish (Darth Shagra), la otra madre de Anakin.
― ¿Cuál es el estilo de combate, que empleas tú, Qui-Gon? ―preguntó la lady Sith.
―Jeena cariño, por favor. ―Rogó Shmi, agarrándola del brazo.
―Tu hijo usa la forma IV: Ataru. Y yo la forma V: Djem So, al igual que mi otro Padawan, quien actualmente es un maestro, del Concilio Jedi. ―dijo Qui Gon-Jin.
―Le has ayudado mucho, puedo sentirlo desde aquí. ―Aseguró Jeena, sonriendo a su hijo, desde la distancia.
Las mujeres, y el maestro siguieron su camino.
― ¡Maestro, mamá! ―dijo Anakin, sorprendiéndolas.
Tuvieron un bello momento familiar, gracias a Qui-Gon, quien sabía que el Código Jedi, sobre no tener apegos emocionales, estaban muy mal.
