Sara se reunió con Jennifer y Nico en el gimnasio de Maze. Muchas veces entrenaban allí juntas. Les gustaba entrenar juntas, era más entretenido que entrenar cada una por su cuenta. Además Maze era una buena profesora, hacía que sus entrenamientos fueran divertidos.
— Bueno, suficiente por hoy. — Les indicó Maze. — Son muy talentosas chicas. — Apreció sus habilidades.
— Gracias. — Agradeció Jennifer.
— ¿Les gustaría competir en boxeo o en algún arte marcial? — Les ofreció Maze.
— No, a mi no. — Negó Nico.
— A mí tampoco. — Coincidió Jennifer.
— Nada más lo hacemos por diversión. — Agregó ella, como justificación.
— Bien, cualquier cosa, si alguna vez cambian de opinión pueden avisarme y yo puedo ayudarlas a entrar en competencias. — Les dejo saber Maze.
— De acuerdo. — Aceptó Jennifer.
— Gracias, lo tendremos en cuenta. — Agradeció ella.
Por supuesto que ninguna quería competir en peleas oficiales porque ellas ya competían en Amazo, pero no podían exactamente decirle eso a Maze. Así que todas se conformaban con usar como excusa que solamente entrenaban por diversión.
Salieron del gimnasio y fueron a cenar a Mc Donals, luego cada una se fue a su casa.
Sara llegó a su casa y se dirigió a su habitación. Lo que no esperaba era encontrarse a su madre en ella. Pero ahí estaba Dinah, sentada en su cama, esperándola.
— ¿Qué haces en mi habitación? — Preguntó ella, intentando que no se note lo inesperada que resultaba esa situación para ella.
— Te estaba esperando, creo que el tiempo que me has estado evitando ya es suficiente. — Respondió Dinah, mirándola atentamente. — ¿De dónde vienes? — Pidió saber.
— Del gimnasio, estuve entrenando. — Contestó ella.
— ¿Para qué entrenar si últimamente te dejas perder? — Cuestionó Dinah, algo enojada.
— No seas injusta, ya sabes porque estoy perdiendo. — Le reprochó ella, y se dejó caer en su propia cama como para darle a entender que no tenía ganas de pelear.
— Con Malcolm hemos decido que te dejaremos en paz, si empiezas a pelear otra vez. — Le informó Dinah, después de unos minutos de silencio.
— ¿Eso quiere decir que no habrá más conversaciones sobre Darhk ni mis miedos? — Necesitó preguntar ella, para asegurarse de estar entendiendo bien.
— Solo si empiezas a ganar otra vez y no bajas tu rendimiento. — Dijo Dinah con seriedad. — Y más te vale que en algún momento comiences a ganar todas las peleas, lo necesitamos. — Sumó seriamente.
— De acuerdo. — Aceptó ella.
Cerró los ojos por un momento y respiró profundamente, disfrutando ese instante de sentirse aliviada. Al parecer, su plan había dado un pequeño resultado. Tendría que continuar peleando, ella había estado segura de que eso nunca iba a dejar de ser una opción mientras viviera con ellos. Pero por lo menos iban a dejarla en paz con sus miedos y sus problemas. Eso era algo, algo que valía mucho para ella.
— A veces te miro y me haces acordar a Laurel, ¿sabes? — Comentó Dinah, mirándola con una extraña intensidad y animándose acariciarle el cabello a su hija por un instante.
— ¿De verdad? — Preguntó ella, su voz quebrándose, pero sintiendo curiosidad porque su madre nunca hablaba con ella de ese tipo de cosas.
— Laurel no tenía pecas y era más alta, pero su cabello era como el tuyo. Entonces a veces te miro cuando estás de espaldas a mí y me imagino que sos ella. — Expresó Dinah lentamente y luego se levantó de la cama. — Deberías teñirte el cabello, así me evitarías la decepción de cada vez que me doy cuenta que no eres Laurel. — Agregó antes de retirarse de la habitación.
Varias lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, sin poder controlarlas. Eso había dolido. Tendría que haberlo esperado, su madre nunca tenía buenos gestos con ella. Y esto era solo otra prueba de eso. Algo que podría haber sido un lindo momento entre ellas, se volvió feo y triste con un comentario mal intencionado.
Ahora Sara no iba a poder dejar de pensar en su hermana cuando se mirara o peinara el cabello. Su madre había puesto esa idea en su cabeza y la detestaba por eso. Se hizo bolita en su cama y se quedó dormida.
Los siguientes días, en el colegio, no lograba concentrarse del todo en sus clases. Lo único que hacía era pensar en su color de cabello y de imaginarse cómo le quedaría tenerlo de otros colores.
— ¿Qué te tiene tan distraída? — Preguntó Zari y le quitó su cuaderno. — Estos dibujos son muy buenos. — Apreció observando las caricaturas que ella había hecho.
Sara había estado dibujando distintas caras con distintos cortes y colores de cabello.
— Estaba pensando en teñirme. — Comentó ella pensativamente.
— ¿Por qué? ¿Algún interés en especial? — Preguntó Zari con curiosidad.
— No, solamente con ganas de hacer algo loco, diferente. — Contestó ella y recuperó su cuaderno.
— Sara. — Advirtió Zari, porque ella ya la conocía y se daba cuenta cuando las excusas que ponía eran tontas o mentira.
— Bien. — Aceptó ella bufando. — Dinah hizo un comentario que me molestó, que mi cabello le hace acordar a Laurel y debería teñirme y bla bla bla. — Relató liberando su frustración.
— ¿Y quieres hacerle caso? ¿Darle el gusto? — Cuestionó Zari sorprendida, porque sabía que a su amiga no le gustaba seguirle la corriente a su madre.
— Es que desde que me lo dijo que no puedo dejar de pensar en Laurel cada vez que miro mi cabello, es realmente molesto. — Explicó ella lo que sentía.
— Recordar a tu hermana y que te parezcas a ella en algo, no es malo Sara. — Le aseguró Zari. — No le hagas caso a tu madre, ambas sabemos que a ella le gusta hacerte sentir mal. — Agregó, desacreditando lo que Dinah había dicho.
— Tenés razón, pero es difícil. — Dijo ella y dejó caer su cabeza contra el escritorio.
— Si quieres cambiarte el color de cabello está perfecto, hazlo. Y de hecho si querés podes comprar la tintura y yo te la hago. — Expusó Zari su propuesta, con calma. — Pero si te quieres cambiar el color por tu madre, porque ella te hizo sentir mal y puso esa idea en tu cabeza, entonces no lo hagas, no le des el gusto a esa bruja. — Opinó, aunque pareció más un consejo.
— Gracias. — Agradeció ella y le dedicó una pequeña sonrisa.
El viernes tuvieron la última práctica de baile antes de la competencia, la cual tenían al día siguiente. Los viernes no eran días en los que entrenaban, pero como esta era una ocasión especial, lo hicieron. Bailaron las dos coreografías que tenían preparadas hasta sentir que les salieron perfectas, y luego se dedicaron a hacer improvisaciones.
— ¿Cómo se preparan para mañana? — Preguntó Rip cuando terminaron.
— Quisiera que fuera ahora la competencia, para no tener que estar pensando en ella todo el día. — Respondió Jax.
— Yo estoy muy nerviosa. — Admitió Ava.
— Y ansiosa. — Agregó Amaya.
— Creo que voy a vomitar antes de bailar. — Dijo Nate dramáticamente y todos rieron.
— No importa el resultado de mañana, quiero que sepan que estoy orgulloso de ustedes. De todo el esfuerzo que hicieron, de lo mucho que aprendieron y crecieron, y el maravilloso equipo que son. — Apreció Rip.
Rip les dio un abrazo a cada uno y después se fue. Todos se quedaron conversando un rato más en el gimnasio, porque ninguno se sentía listo para irse.
— ¿Y si hacemos pijama party? — Sugirió Ray.
— Esa es una buena idea, así podemos estar nerviosos juntos. — Asintió Behrad.
— ¡Si! y de paso la noche puede ser divertida. — Sumó Charlie, entusiasmada ante la idea.
— ¿Quién puede poner casa? — Preguntó Mick.
— Creo que tendría que ser en lo de Nate o en lo de Ava, es en las únicas casas donde todos entraríamos. — Expresó John su opinión.
— ¿Qué te parece? — Le preguntó Nate a Ava.
— No sé si mi casa sea buena idea. — Respondió Ava con sinceridad.
— ¿Las cosas con tu papá siguen mal? — Preguntó Amaya.
— Si, así que creo que prefiero no llevar tanta gente a casa para que no me haga ningún planteo. — Ava dio su explicación.
— Bien, entonces lo hacemos en mi casa. — Aceptó Nate. — Pueden ir a sus casas a ducharse y buscar sus cosas, y después vienen a la mía. Cenamos, bailamos, dormimos. — Expusó el plan.
— ¿Sara? — Preguntó Ava, al notar que era la única que no había opinado nada al respecto.
— ¿Qué? — Preguntó ella confundida, porque no había estado prestando atención.
— Si te sumas al pijama party de esta noche en lo de Ray. — Explicó Zari.
— Si, si. — Afirmó ella automáticamente. — Puedo ir después de trabajar. — Agregó pensativamente.
— ¿Trabajas hoy? — Preguntó Jax.
— Si, hago el turno de la cena. — Respondió ella.
Sara fue a su casa. Se duchó, se cambió con la ropa del trabajo y preparó su mochila con la ropa de la competencia de baile. Luego se fue para Danver's Dinner. Se divirtió en su turno de trabajo, compartiendo conversaciones y risas con Kelly, Lena y Nia.
Cuando salió de trabajar pensaba dirigirse a lo de Nate con su skate, pero una bocina de un auto llamó su atención. Se acercó al auto al sentir que era conocido. Era el auto de Mick. Él estaba con Behrad y Jax.
— ¿Qué hacen aquí? — Preguntó ella sorprendida.
— Vinimos a buscarte. — Informó Behrad.
— Vamos rubia, sube así vamos a lo de Nate. — Indicó Mick.
— Gracias. — Agradeció ella y se subió al auto.
Una vez en lo de Nate, se pusieron a ver películas de baile y a comer pochoclos. Miraron varias películas hasta que no pudieron aguantar más el sueño y se fueron a dormir. Acomodaron varios colchones alrededor de la sala de juegos y se turnaron para ir al baño a lavarse los dientes.
Sara fue la última en ir al baño. Cuando regresó se acostó en el último colchón vacío que quedaba, al lado de Ava. Cerró los ojos e intentó pensar cosas lindas hasta quedarse dormida.
De pronto, sintió que Ava se movía mucho. La otra chica daba vueltas de un lado a otro, como si estuviera buscando la manera de estar cómoda. Evidentemente estaba fallando porque no dejaba de moverse.
— ¿Estás bien? — Le preguntó ella, girándose hacia donde estaba la otra para poder verla.
— Si. — Asintió Ava, quedándose quieta ante la sorpresa de la pregunta. — Perdón si te estaba molestando con el ruido. — Se disculpó.
— No me molestas. — Aseguró ella.
— Es que, estoy nerviosa por la competencia. — Admitió Ava, después de que pasaron unos largos segundos en silencio.
— No te preocupes, nos va a ir bien. — Intentó animarla.
— ¿Cómo sabes? — Preguntó Ava con curiosidad.
— Porque yo lo sé todo. — Bromeó ella.
— Ey, estoy hablando enserio. — Se quejó Ava, haciendo a la otra reír.
— Sé que nos va a ir bien porque nuestras coreografías están muy buenas y todos nos hemos esforzado mucho en las prácticas. — Dijo ella con sinceridad. — Somos un gran equipo, conectamos. Y eso suma. — Expresó su opinión.
— ¿Cómo haces para ser siempre tan segura, tener tanta confianza? — Pidió saber Ava, admirandola.
— No soy tan segura, solo lo soy con las cosas que creo. — Aclaró ella. — Y yo creo en nosotros. — Agregó con una pequeña sonrisa.
— Gracias. — Agradeció Ava.
— ¿Por qué? — Preguntó ella confundida.
— Por ser como sos, por ser vos. — Contestó Ava. — Buenas noches Sara. — Le deseó y cerró los ojos.
Sara la imitó y también cerró los ojos, sintiendo como una sonrisa se le dibujaba en la cara. Se sintió bien que Ava le dijera eso, porque sabía que ella solo lo decía si en verdad lo pensaba. Después de un momento, Ava agarró su mano. Sara se aferró a la mano de Ava con fuerzas, disfrutando del contacto. Se quedó dormida sintiendo una extraña felicidad, una que no sentía hace mucho tiempo.
