Capítulo 38

Cuando Sasuke cerró la puerta de su cuarto y la dejó en el suelo, Sakura intentó darle un puñetazo que él esquivó y luego siseó furiosa:

—Quítate de en medio si no quieres lamentarlo.

El vikingo no se movió. Por el contrario, ancló los pies en el suelo y, tras cruzar los brazos sobre el pecho, pidió con calma:

—Sakura, tranquilízate.

Pero ella comenzó a insultarlo en su idioma.

—Pero ¿quién te ha enseñado a decir esas horribles palabras en noruego? —preguntó él sorprendido.

—También te las puedo decir en italiano, en japonés y en francés —replicó ella.

Eso hizo sonreír a Sasuke, pero no a la joven. Lo que estaba ocurriendo era indignante para ella. Nunca había permitido que un hombre la manejara de ese modo y, enfadada, comenzó a gritar los mayores improperios que se le ocurrían en todos los idiomas.

Pero ¿de dónde sacaba aquella todo lo que salía por su boca?, pensó Sasuke.

Intentando no perder la compostura, y dispuesto a aguantar el chaparrón, apoyó la espalda en la puerta sin dejar de mirarla. De allí no iba a salir hasta que lo escuchara.

Ella caminaba furiosa de un lado para otro mientras maldecía y agitaba las manos con rabia.

Finalmente él rio al verla tan enfadada, pero, cuando comprobó que abría la ventana y miraba hacia abajo, corrió hacia ella temiéndose lo peor.

—Por el amor de Dios, ¿qué narices pretendes hacer?

Sakura resopló.

—Alejarme de ti —siseó ofuscada—. Eso es lo que quiero hacer.

El vikingo sonrió de nuevo cuando ella se empinó enfadada. Con disimulo, él miró sus manos y, al ver que cerraba los puños, advirtió:

—Ni se te ocurra hacerlo otra vez.

Consciente de lo que iba a hacer, Sakura bufó.

—Llevo tres dagas encima que no dudaré en usar contra ti como no me dejes salir... —De nuevo, él sonrió y ella gruñó—: ¿Y esa sonrisa?

Arrebatado por lo que aquella mujer le hacía sentir, Sasuke confesó hablando desde el corazón:

—La sonrisa es mía, pero quien la provoca eres tú.

Sin dar crédito, Sakura siseó:

—Pues sigue y te la borraré de un puñetazo.

—Mujer..., no seas tan bruta.

Pero ella, fuera de sí, comenzó a maldecir y a decir cosas tan poco apropiadas que finalmente Sasuke gruñó:

—¡Por Odín! Pero ¿dónde has oído semejantes vulgaridades?

Sakura no respondió y él, sin cambiar su gesto, cerró la ventana e indicó suavizando el tono:

—Creo que debes tranquilizarte.

—Lo haré cuando pueda salir de aquí.

El vikingo, a cada segundo más seguro de lo que hacía, afirmó entonces siguiendo el consejo de Matsuura:

—Pues solo saldrás una vez que tú y yo hablemos.

Enfadada y rabiosa, la joven se le acercó de nuevo en actitud intimidatoria y, poniéndose de puntillas, masculló:

—Por menos de lo que has hecho tú, otros ya estarían sangrando.

—Vaya..., ¿eso significa que he de sentirme especial?

Al ver que no se amilanaba ante ella, Sakura resopló.

—¡Serás creído!

Él rio de nuevo. En todos los años que había estado con Ingrid, jamás había sentido la tensión tan terriblemente arrebatadora que sentía por aquella muchacha; entonces, recordando algo repuso:

—Lo dijo la... tontita.

Al oír eso Sakura, que no esperaba, no supo qué responder, y él, al sentir que en ese momento estaba ganando la partida, acercó sin dudarlo sus labios a los de ella y, sin rozárselos, musitó:

—¿Qué tal si...?

Pero no pudo continuar. De pronto, sintió contra sus costillas algo punzante que lo oprimía. Sabía perfectamente lo que era, pero sin dar un paso atrás afirmó:

—Vamos, tontita..., hazlo si eso es lo que quieres.

—No me tientes.

—Clávamela. Venga..., te animo a hacerlo.

Sakura cerró los ojos. Su cercanía la estaba volviendo loca, y, sin poder continuar un segundo más con aquel juego, soltó la daga, que cayó al suelo, y, acercando su boca a la de él, lo besó.

Un beso..., dos...

Una caricia..., dos...

La soledad de la habitación, el momento, el deseo y la tensión sexual que existían entre ellos los hizo olvidarse de todo y, sin pensar en nada más, comenzaron a desnudarse.

Las ropas volaron por los aires y, una vez desnudos, ambos cayeron sobre la cama, se perdieron en el placer del cuerpo y, con ímpetu, ganas y deseo, se hicieron el amor sin pensar en nada más.

Un buen rato después, y cuando quedaron agotados sobre la cama mirando al techo, Sasuke murmuró:

—Ha sido increíble.

Ella asintió, pensaba lo mismo. En la vida había disfrutado tanto, pero no queriendo dar su brazo a torcer, repuso:

—¡No ha estado mal!

Sasuke la miró al oírla, y ella soltó divertida:

—No voy a casarme contigo.

—Eso está por ver.

—¡Serás creído!

—Y arrogante —afirmó el vikingo.

—No pienso cambiar de opinión.

Eso provocó la sonrisa de Sasuke, que mirándola afirmó:

—Al menos te has tranquilizado. ¿O todavía quieres clavarme la daga?

Horrorizada por lo que había intentado hacer, al ver que él se tocaba la nariz preguntó:

—¿Duele?

Él se tocó el tabique nasal y asintió y, mientras miraba el chichón que ella tenía en la frente, indicó:

—Seguro que tanto como tu frente.

Ambos rieron y a continuación el vikingo clavó sus ojos negros en ella y dijo:

—Si te hago una pregunta, ¿serás sincera en tu respuesta?

La joven parpadeó.

—Probablemente.

Sasuke sonrió de nuevo por su contestación, pero, dispuesto a saber de ella, preguntó:

—¿Por qué le has dicho a tu tío Matsuura que debíais regresar al lugar del que nunca tendrías que haberte marchado? ¿A qué lugar te referías?

Aquella pregunta, que Sakura no esperaba, no era fácil de contestar. Pero, viendo que él necesitaba una respuesta, mintió:

—Me refería a la carreta.

—¿A la carreta? —preguntó él sorprendido.

Si dudarlo, Sakura asintió y continuó falseando la verdad:

—Cuando le dije eso a tío Matsuura era porque sentía que en el hostal no estaba cómoda, y menos aún pagándolo Naruto y Temari. Por ello le decía que, una vez que los niños se marcharan con vosotros, nosotros debíamos continuar nuestro camino e intentar hacernos con otra carreta de alguna forma. Quizá joyas, como hasta el momento, no podríamos volver a vender, pero si recojo madera puedo volver a hacer cajitas y..., bueno, venderlas.

Sasuke la miró. Algo le decía que seguía mintiendo y, cuando se disponía a preguntar de nuevo, se oyeron unos golpes en la puerta y una voz que decía:

—Señores, os traemos una bañera.

Ambos se sorprendieron, pues no la habían pedido, y el vikingo cuchicheó:

—Esto es cosa de Temari.

Más tranquila, Sakura se tapó con las sábanas mientras él se levantaba, se ponía unos pantalones y abría la puerta.

Durante el tiempo en que metían la bañera de cobre entre dos personas y posteriormente cuatro más entraban a llenarla, Sakura observó a Sasuke sin ningún decoro.

Desnudo de cintura para arriba, el vikingo era increíble. Se veía un hombre fuerte, poderoso, guerrero. Manos grandes. Piernas fornidas. Hombro y pecho anchos. Ojos negros y fríos como el acero y sonrisa, cuando quería, sobrecogedora. La piel de su cuerpo era clara, y, con curiosidad, se fijó en las cicatrices que tenía en su cuerpo. No le hacía falta preguntar para saber que eran fruto de distintas batallas.

Paseando la mirada por el cuerpo de aquel, subió hasta su pelo. Un pelo largo y negro azabache que casi siempre llevaba recogido en una coleta, pero que en esta ocasión estaba suelto, consiguiendo que su imagen fuera tremendamente salvaje y viril.

Todo en él era increíble.

Todo en él llamaba la atención de Sakura, y más aún desde que se había dado cuenta de que aquel era un perfecto contrincante. Ni con una daga en las costillas se había amilanado, y eso a la joven le gustó. Si algo la atraía de un hombre era que le presentara batalla.

Cuando terminaron de llenarles la bañera, él cerró la puerta y, viendo que la actitud de ella había cambiado, se quitó de nuevo los pantalones y comentó:

—No hay nada mejor que un baño caliente.

Y, sin más, se metió en la bañera.

Se miraban en silencio, Sakura desde la cama y él desde la bañera.

La atracción que existía entre ellos era difícil de explicar; entonces la joven, todavía sin entender nada, soltó:

—¿Por qué me has pedido que me case contigo?

Mojándose el pelo, Sasuke respondió:

—Porque creo que es algo que nos beneficia a ambos. —Ella no dijo nada, y él continuó con seguridad—: Buscas una familia para Siggy, Shii y Asami, y con nuestra unión se la podemos dar.

La muchacha asintió y luego indicó mientras se retiraba el pelo de la cara:

—No te entiendo.

—¿Qué no entiendes?

—Anoche dijiste que entre tú y yo nunca habría nada, ¿a qué se debe ese cambio?

El vikingo, que deseaba que se metiera en la bañera con él, asintió y, dispuesto a darle una explicación, dijo:

—Te lo contaré si vienes aquí conmigo.

Intentando hacerse la dura, la joven negó con la cabeza, pero Sasuke, dando un manotazo al agua para que la salpicara, insistió:

—Vamos, Bicho... No seas tan terca.

Ella rio y, dando su brazo a torcer, se levantó.

Una vez que llegó junto a la bañera, tras asirse a la mano que él le tendía, se sentó frente a él. Quería mirarlo a los ojos.

Sasuke no dijo nada. Le habría encantado que se hubiera recostado sobre él, pero mirándola a los ojos, declaró:

—Ayer fui sincero contigo. Como te dije, me atraes, pero mi mujer sigue en mi corazón y ahí seguirá eternamente. Sin embargo, anoche, cuando regresamos a nuestras habitaciones, no podía dormir. Por primera vez desde que Ingrid murió comencé a pensar que quizá no estaba haciendo lo correcto. No paraba de darle vueltas a lo ocurrido entre nosotros, y entonces Temari, al ver luz por debajo de mi puerta, llamó y hablamos. Ella sabía que tú y yo nos habíamos encontrado en el establo, e imagino...

—Vaya.

—Le dije que entre tú y yo nunca habría nada más. —Esta vez Sakura no dijo nada, y él prosiguió—: Temari me comentó que Naruto y ella habían hablado de ti y que, deseosos de ayudarte, habían pensado en ofrecerte un hogar en Keith. De entrada, tenerte cerca no me pareció bien. Si no quería nada contigo aun sintiéndome atraído por ti, verte a menudo podría ser complicado. Pero peor me pareció cuando Temari me dio a entender que otros hombres te podrían cortejar en Keith. Entre ellos, Suigetsu o Evander.

Oír eso hizo que Sakura parpadeara sorprendida y preguntara:

—¿Y por qué no te parece bien que otros hombres me cortejen?

Sasuke sonrió y, con una seguridad que la joven nunca había visto en él, afirmó:

—Porque yo, como tú, no comparto.

A cada segundo más asombrada, ella iba a hablar cuando este indicó:

—Sé que me contradigo constantemente. Sé que en mi corazón está mi mujer. Pero también sé que no quiero que nadie te corteje, porque si alguien ha de hacerlo ese debo ser yo.

Sakura sonrió sin saber qué contestar. A su manera, Sasuke le estaba diciendo palabras preciosas, y musitó:

—Has dicho que no me podías ofrecer amor, pero sí un hogar.

—Sé lo que he dicho.

La joven esperó que él añadiera algo más, pero cuando vio que no lo hacía, insistió:

—¿Quieres una mujer pero no quieres amor?

Sasuke resopló. El lío que tenía en la cabeza era colosal. Aunque se había propuesto soltar la mano de Ingrid, aún le costaba, y prosiguió:

—Sakura, la verdad es que los niños y tú necesitáis un hogar, y yo, aunque me empeñe en negarlo, necesito una mujer en mi casa. Nos atraemos, y aunque existan cosas que nos distancian, creo que podríamos entendernos. Si nos casamos...

—Sasuke —lo cortó—, soy consciente de que tú ya te casaste una vez por amor y ahora no es amor lo que buscas. Pero has de entender que, por muy bruta e insolente que me veas, siempre he pensado que el día que me case lo haré por amor. —Entendiendo sus palabras, él no respondió y ella añadió—: Las personas que contraen matrimonio suelen hacerlo para toda la vida; ¿no crees que es aventurado y peligroso que tú y yo nos casemos así, sin más?

El vikingo asintió, pero, sin darle tiempo a pensar, repuso:

—También es peligroso enfrentarse a una tormenta sin refugio, correr detrás de unos rateros que te han robado la mercancía o saltar de azotea en azotea jugándote la vida y, sin embargo, aquí estás.

Sin poder evitarlo, Sakura rio.

—Ni que decir tiene que, siendo mi mujer —continuó él—, deberías afinar tus modales y tu lenguaje. Y deberías prometerme que cambiarían ciertas cosas.

Sakura no respondió. Ella no pedía nada, ¿por qué él sí tenía que hacerlo?

Estaba pensando en ello cuando Sasuke, fijándose en algunas de las cicatrices que aquella tenía en el cuerpo, iba a preguntarle al respecto cuando ella replicó:

—Yo nunca prometo.

—¿Qué no prometes?

—Nada.

Se miraron unos segundos en silencio. Sakura era tentadora. Aquella manera de ser que a Sasuke le resultaba tan difícil le parecía, al mismo tiempo, irresistible. Y, acercándose a ella, la atrajo y susurró deseoso de sus labios:

—De acuerdo. No me prometas nada, pero ahora bésame.

Sin dudarlo, Sakura lo hizo, nada le apetecía más, y excitada, vio un trozo de tela en el suelo y, cogiéndolo, susurró:

—Vikingo..., ¿me permites poseerte?

Oír eso lo inquietó. Por norma él, como hombre, era quien poseía a las mujeres. En el placer de la carne nadie lo había poseído nunca. Y, cuando iba a protestar, ella musitó enseñándole el trozo de tela:

—Lo colocaré sobre tus ojos. No me verás, pero me sentirás. ¿Me dejas?

—¿Puedo fiarme de ti?

Oír eso la hizo asentir y luego aseguró:

—Eso sí te lo prometo.

Hechizado, él jadeó. El juego que aquella le proponía era, como poco, perturbador y, una vez que tuvo la tela sobre sus ojos, Sakura acercó la boca a su oído y susurró:

—Sé mío..., solo mío.

A Sasuke se le erizó el vello de todo el cuerpo. La joven se percató de ello y, acercando la boca a su oído, murmuró:

—Una vez me dijiste que cuando el vello del cuerpo se eriza es porque las hadas advierten de que algo va a ocurrir.

Él sonrió al oírla y aquella, sentándose a horcajadas sobre él, asió con la mano su pene y, tras colocarlo en la entrada de su húmedo y caliente deseo, musitó:

—No te muevas.

El vikingo no lo hizo. No podía. Y entonces, lenta y pausadamente, la joven se dejó caer sobre él mientras ambos se estremecían y ella, en un hilo de voz, exigía con descaro:

—Te estoy haciendo mío. Solo mío.

Totalmente anulado y hechizado por lo que aquella mujer le provocaba, Sasuke disfrutaba por primera vez en su vida, recostado en la bañera, de la sensación de ser poseído. Con las manos en la cintura de Sakura, la notaba moverse sobre él, provocándole un sinfín de nuevas y curiosas sensaciones.

Se estremeció de placer. Ella también.

Sentir cómo él se había abandonado a sus deseos era muy excitante; acercó su boca a la de él, paseó la lengua por sus tentadores labios y, separándose antes de que el beso los atrapase, Sakura susurró:

—Las hadas tenían razón.

Sasuke echó la cabeza hacia atrás y jadeó.

—Soy una descarada, lo sé —dijo ella entonces.

Temblando de deseo, Sasuke rápidamente musitó:

—Me gusta que lo seas, pero solo conmigo.

—¿Solo contigo?

—Solo conmigo —afirmó él con el corazón desbocado.

Sakura sonrió y, cogiéndose a la bañera, sacudió las caderas para clavarse más en él mientras el vikingo jadeaba gustoso. Buscando también su propio placer, la joven continuó moviéndose.

Sasuke gemía, se agitaba y, necesitando como en su vida abandonarse por completo, lo hizo con ella.

Segura de sí misma, la joven se movía sobre aquel hombre disfrutando del momento. Si algo le había enseñado la vida era a disfrutar de esos pequeños instantes que aparecían mágicamente cuando menos lo esperabas, y ese era uno de ellos. Verlo entregado a ella la hechizaba, la hacía temblar de locura y pasión, hasta que ya no pudo más y, antes de llegar a lo que ella consideraba el placer máximo, le quitó la venda de los ojos parar mirarlo y un increíble y poderoso clímax los asoló.

Abrazada a él, Sakura lo besó en el hombro mientras sentía cómo Sasuke le besaba con mimo el cuello. Acostumbrarse a ese tipo de intimidad con él podía estar bien. Le gustaba.

Entonces él la retiró ligeramente hacia atrás y, en silencio, se miraron a los ojos durante unos segundos hasta que ella indicó con mimo:

—Cielo, ahora es cuando debes decirme que soy bonita y bella.

Sasuke sonrió sin apartar la mirada.

—¿Realmente necesitas oír eso?

Sakura suspiró. La respuesta era «sí», pero, no dispuesta a repetir lo que ya le había pedido, replicó:

—No, si no lo sientes.

Ver la decepción en sus ojos le dolió al vikingo, pero, incapaz de decir lo que ella le pedía, declaró:

—Cuando digo que no puedo darte amor, pero sí un hogar me refiero a que de momento te puedo dar esto: placer. No sé si algún día llegará el amor entre nosotros, pero creo que el deseo que ambos sentimos puede ser un buen comienzo.

La joven no respondió. Él hablaba de deseo, no de amor, e insistió:

—Piensa en Siggy, en Shii y en Asami. Se merecen un buen hogar, y tú y yo se lo podemos dar. Podemos intentarlo por ellos.

—Sasuke...

—Casémonos por una unión de manos.

—No.

—Un handfasting dura un año y...

—Que no.

Casarse con alguien que no la quería y que no sabía quién era realmente ella no era una buena idea. Pero, consciente de que Siggy, Shii y Asami podrían tener un buen hogar junto a Sasuke cuando ella se marchara, propuso sin dudarlo:

—¿Y si decimos que nos hemos casado sin hacerlo?

—¡¿Qué?!

Sakura asintió.

—Hablaremos con Suigetsu, Naruto, Temari y mis tíos. Les pediremos su colaboración para que la mentira sea creíble y tema solucionado.

—¿Y por qué mentir? —preguntó él.

—Será nuestro secreto. Nuestra mentira.

—Pero eso no está bien.

La joven asintió divertida. Estaba claro que su vida y la de aquel cada vez se alejaban más, y bajando la voz se mofó:

—Pagano..., no me digas que ahora eres también un puritano.

—Hay cosas que deben hacerse bien —replicó él—, aunque en nuestro caso ya hemos traspasado ciertos límites. —Ella sonrió y luego él se sinceró—: Durante los años en los que Ingrid y yo fuimos novios, nuestra máxima intimidad fue besarnos.

Sakura parpadeó boquiabierta. Ella, aun siendo mujer, se había permitido infinidad de licencias en lo que al placer del cuerpo se refería. La vida en el mar como pirata le había dado la potestad de hacer lo que le venía en gana con quien quería.

—¿Me lo estás diciendo en serio? —preguntó incapaz de callar.

—No tengo por qué mentir —afirmó el vikingo.

—Por las barbas de Neptuno... ¿Cuántos años fuisteis novios Ingrid y tú?

Sasuke se retiró el pelo que le caía sobre la cara y respondió:

—Unos quince. Comenzamos siendo unos niños.

Sakura abrió mucho los ojos y sin poder evitarlo exclamó:

—¡Muerta me dejas! ¿Quince años de novios y solo os besabais?

—Sí.

La joven soltó entonces una risotada y, sin poder remediarlo, afirmó:

—¡Por Tritón! Oír eso me hace sentir como una ramera. Primero te acorralo en el establo, y ahora voy y te poseo en la bañera...

Sasuke gruñó molesto mirándola:

—No te pases.

—No me paso —dijo ella—. Es solo que el puritanismo que tienes tú en lo referente al disfrute del cuerpo no tiene nada que ver con lo que yo siento. Está visto que, viviendo en el mismo mundo, nuestras realidades y nuestras vivencias son muy distintas.

Se quedaron durante unos segundos en silencio mientras Sasuke procesaba lo que ella decía. Tenía claro que Sakura no era una mujer tímida ni apocada como lo había sido Ingrid, pero oírla hablar así lo incomodó y directamente le preguntó:

—¿Has ejercido como prostituta?

Eso hizo que Sakura abriera la boca, y, tras lanzarle agua en el rostro, le soltó:

—¡Alto ahí! ¡Ahora no te pases tú! —Y, mientras él se retiraba el agua de la cara, ella añadió—: Nunca he hecho algo así.

Saber eso a Sasuke le agradó, y entonces la joven musitó sonriendo:

—Vaya con el vikingo... Y yo que creía que...

—Contener mis instintos carnales fue mi elección por el bien de Ingrid —la cortó él incómodo—. La respetaba y...

—¿A mí no me respetas?

—Claro que sí —dijo él sorprendido por su pregunta—. Lo que pasa es que tú y ella sois muy diferentes.

—Por suerte para mí...

—No te pases —susurró él.

De nuevo, la joven sonrió con picardía. No hacía falta preguntar lo que pensaba para saberlo. Estaba claro que a Sakura la opinión de la gente no le importaba nada.

—¿Qué es una prueba de amor? —preguntó ella entonces.

Sasuke sonrió al oírla, sabía por qué se lo preguntaba.

—En mi país es algo que se hace por la persona a la que amas. Le concedes deseos sin que los pida. Eso es una prueba de amor.

Ella asintió y luego susurró con aire soñador:

—Sin duda es algo muy bonito.

—Lo es.

Se quedaron unos segundos en silencio hasta que el vikingo preguntó:

—¿Aceptarías convivir conmigo?

—Probablemente.

—¿Sin estar casados?

Ella asintió y, segura de lo que decía y del tiempo limitado que estaría en tierra, afirmó:

—Prefiero eso a una boda sin amor.

Sasuke trataba de entender lo que estaba a punto de aceptar cuando Sakura, mirándolo a los ojos y consciente de que ella y la que había sido su mujer no podrían ser más distintas, cuchicheó:

—¿Recuerdas que te dije en Edimburgo que, a mi lado, la locura se contagiaba? Pues bien, aquí tienes el resultado: ¡quieres casarte conmigo!

Sasuke rio. Había cambiado mucho desde que habían estado en Edimburgo. Jamás se habría imaginado comportándose como lo hacía con aquella ni planteándose lo que quería hacer, pero ella, sorprendiéndolo, dijo:

—Si quieres casarte conmigo, hagámoslo ahora mismo.

—¡¿Ahora mismo?!

Ella asintió.

—Casémonos tú y yo solos, desnudos y en la bañera.

—Pero ¿qué dices?

—Lo que oyes.

—¿Te has vuelto loca?

—Probablemente.

Sakura sonrió, pero Sasuke no, y a continuación afirmó divertida:

—Al final voy a resultar ser más pagana que tú. —Él siguió sin hablar; con aquella mujer todo era precipitado y loco. Entonces esta añadió—: Tengamos nuestra particular boda. Un enlace diferente de lo nunca visto. Da igual si dura una semana, dos meses o tres años.

—¿Lo dices en serio?

—Totalmente.

Sasuke, al que todo aquello le estaba superando, dijo sin saber muy bien por qué:

—Pero si ni siquiera tenemos anillos.

Sakura asintió y, mirándolo a los ojos, declaró:

—Tú ya llevas uno.

Rápidamente él bajó la vista hacia su mano e indicó:

—Este anillo es de mi unión con Ingrid.

Sakura volvió a asentir y preguntó:

—¿Te lo quitarías para reemplazarlo por el de nuestra unión?

Oír eso le cortó la respiración a Sasuke, lo cierto era que no había pensado en aquello, pero la muchacha, viendo lo que a aquel le rondaba por la cabeza, y callando que su prueba de amor hacia él era que continuara con aquel anillo en el dedo, añadió:

—Nunca te pediría que hicieras algo así porque eso es algo que has de decidir tú. —Sasuke respiró hondo y ella, intentando que volviera a sonreír, dijo entonces con gracia—: Nuestros anillos serán imaginarios y, si te portas bien, quizá algún día te regale uno de verdad.

Aquella manera de ser tan irreflexiva y directa de Sakura era lo que a Sasuke lo volvía loco. Y, sonriendo por lo que le proponía, musitó:

—¿Contigo es todo el mundo al revés?

—¡Probablemente!

—Tú y tus «probablemente». ¡Qué miedo comienzan a darme!

Ambos soltaron una carcajada y luego ella, después de retirar con mimo el pelo de su rostro y ponérselo detrás de la oreja, insistió mirándolo a los ojos:

—¿Nos casamos o no?

Sin dudarlo él asintió y a continuación ella empezó a decir:

—Yo, Sakura H... Mimura, desnuda como vine al mundo y tras haber poseído con descaro tu cuerpo y tu mente, te tomo a ti, Sasuke el Tontito, como mi esposo. Prometo no cocinar para no envenenarte —él sonrió—, pero poco más prometeré para no decepcionarte. Solo espero que el tiempo que estemos juntos sea algo bonito y digno de recordar.

Divertido al oír los diferentes y originales votos que no hablaban de amor como los suyos con Ingrid en su boda, tras darle un beso a la joven en la punta de la nariz, el vikingo dijo con seriedad:

—Yo, Sasuke Uchiha, te tomo a ti, Sakura, como mi esposa. Aunque no exista amor entre nosotros, prometo cuidarte, respetarte y darte un hogar cálido y estable. Intentaré ser un buen marido, y ojalá el tiempo que estemos juntos sea capaz de hacerte sonreír.

—Eso último es muy importante —terció ella divertida.

—¡Tremendamente importante! —asintió Sasuke mientras sentía cómo se le aceleraba el corazón por el modo en que la joven lo miraba.

Una vez pronunciados aquellos particulares votos, se besaron y, cuando el cálido y gustoso beso que sellaba aquella unión acabó, Sasuke musitó:

—Esposa mía, he de decirte que besas muy bien.

Con una maravillosa sonrisa, ella cuchicheó divertida:

—Esposo mío, tú tampoco lo haces mal.

Ambos rieron y luego Sasuke, tocando las cicatrices de su cuerpo, al ver la que tenía en el costado, que era la más grande y fea, preguntó con curiosidad:

—¿Qué vida has llevado como para tener tantas cicatrices?

Sakura sonrió y, divertida por el momento, repuso:

—¿Y si te dijera que he sido una intrépida y aguerrida pirata que ha surcado los mares, abordado barcos y viajado por el mundo?

Ahora el que rio fue Sasuke.

—Estoy hablando en serio —dijo.

Sakura asintió. Estaba claro que creer la verdad no iba a resultarle fácil y, clavando sus ojos verdes en los negros de él, susurró dispuesta a hacerle olvidar su pregunta antes de besarlo:

—¿Qué tal si dejas de preguntar y sellamos nuestro enlace haciéndonos el amor?