Epílogo:
Abrí un ojo al escuchar un ruido proveniente de afuera de la habitación. Frunciendo el ceño, abrí el otro y me quedé quieta en medio de la gran cama. Giré mi cabeza para mirar al costado de mí y estaba vacía, ella no estaba.
—Adam Fabray Berry, mi vida, ven aquí. Te dije que no corras más cerca de las escaleras, vas a caerte, corazón. Y no quiero que eso pase —escuché su dulce voz, esa era su manera de regañarlo.
Ya le dije un millón de veces que así, él seguiría siendo un rebelde.
—No lo volveré a hacer, mami —Sonreí levemente, era un pequeño demonio.
—Adam, mi amor, ¿puedes pasarme tu camiseta? —escuché unos pequeños pasos que pasaban por delante de la puerta.
—Aquí tienes mami —respondió él y volví a escuchar sus pasos.
—Beth, mi cielo, ¿ya estás lista? —preguntó Rachel.
—¿Dónde está mi muñeca, mami? —cuestionó con voz preocupada.
—¿Te fijaste debajo de la cama? —indicó su madre.
—¡Aquí esta! —balbuceó contenta.
—Bueno, ¿ya están listos?
—Casi —expresó Tony.
—¿Por qué se están poniendo tan lindos? —agregó Rachel.
—Lo que pasa es que queremos impresionar a la maestra de natación —contestó Adam.
Reí por lo bajo.
—Con que eso es —bufó ella sin poder creerlo —Ustedes dos son terribles, no puedo creerlo.
—Ya mami, tranquila —la calmó el pasivo y a la vez seductor Adam —Sabes perfectamente que tú eres nuestra favorita.
—Él tiene razón, mami Rach —lo siguió mi otro pequeño galán —Tú eres la dueña de nuestros corazones. Las demás nada significan.
—Ay por dios —susurró ella divertida — ¿De dónde habrán sacado ustedes dos esa manía de comprarme?
—Tenemos una buena maestra —aseguró Adam divertido.
—Ya lo creo —gruñó ella.
—¿Mamá no irá a trabajar hoy, mami? —preguntó Tony.
—Mamá Quinn está de vacaciones. Hoy comienzan —contestó ella —Vayan bajando que el desayuno está listo. Mientras yo termino de peinar a su hermana.
Ellos dos bajaron las escaleras.
—Hija, ven al baño.
—Voy.
—¿Estás contenta de empezar la escuela? —le preguntó.
—Sí, pero tengo miedo —respondió apenada Beth.
—¿Miedo, mi cielo? ¿De qué?
—¿Qué pasa si me pierdo? ¿Cómo voy a volver? —cuestionó preocupada.
—Tus hermanos van a cuidarte, no tienes que temer de nada princesa mía —la calmó Rachel.
—No lo creo, ellos se la pasan babeando por la maestra de natación. Son unos bobos.
—Te van a cuidar, yo lo sé —manifestó divertida su madre.
Sonreí con ternura, mi pequeña es tan hermosa. Tan hermosa como su madre. Beth es una copia exacta mía, a diferencia que tiene ojos azules. Con cinco años de edad ya es toda una mujer. Mientras que mis dos muchachitos son iguales a Rachel, con mis ojos color verdes avellana. Anthony y Adam son gemelos y por ende, inseparables. Siete años de pura destrucción masiva, pero ¿Qué sería de mi vida sin ellos?
Y ¿Qué puedo decir de la mujer que cambio mi vida por completo? Pasaron 20 años, y aun la sigo amando con la misma pasión de cuando teníamos 19. Recuerdo como si fuera ayer cuando llegó corriendo al despacho con los ojos llenos de lágrimas, para decirme que estaba embarazada, todo había sido ayuda de Noah, que igualmente estaba casado con Marley, ellos tienen dos pequeños. En ese entonces yo acababa de cumplir 32 años, y a ella le faltaban dos meses para dejar sus 31. Esa vez no había sido una alarma como cuando teníamos 19, esta vez habían sido completamente deseados. Éramos jóvenes, aun lo somos, pero saber aquello fue una de las mejores cosas que me pasó en la vida, se los puedo asegurar.
Nueve meses después llegaron nuestros gemelos y dos años más tarde nuestra pequeña princesa.
—Mamá Quinn, ¿Estás despierta? —escuché su suave voz. Levanté la cabeza y la miré.
—Sí, mi sol —le respondí.
Ella entró con cuidado y cerró la puerta para luego acercarse hasta la cama. Se sentó a mi lado.
—Solo quería venir a despedirme, me voy a la escuela —sonrió con falta de algunos dientes recientemente caídos iluminando su pequeño rostro.
Levanté mi mano y acaricié su mejilla. Acomodé un poco el pequeño flequillo que caía sobre su frente y que tapaba un poco aquellos enormes ojos azules.
—Vas a pasarla muy bien, cielo.
—Mami Rachel dice que estás de vacaciones, ¿es cierto?
—Sí… Sí es cierto. Cuando vuelvan en la tarde tú y tus hermanos iremos con mami a tomar un rico helado, lo prometo.
Sonrió y se acercó a mí para abrazarme y luego besar mi mejilla. Aun no comprendo como algo tan pequeño puede llenarte tanto de amor. Pensé lo mismo el día que la tuve entre mis brazos la primera vez. Se veía tan frágil, tan inocente y dulce.
—Te amo, mami Quinn—besó mi mejilla de nuevo.
—Y yo a ti, bombón —besé su pequeña nariz —Ahora ve que mami te debe estar esperando.
—¡Beth, mi cielo, el autobús ya está aquí! —ambas escuchamos el llamado de Rachel.
—Te lo dije —ella rió divertida y se bajó de la cama.
—Adiós mami —se acercó a la puerta y antes de salir se giró a verme. Sonreí ante la imagen de aquella enana con una mochila en la espalda, más grande que ella, y dos pequeñas trenzas que apenas caían sobre sus hombros.
—Dale muchos besos a mami Rachel, y mira que yo ya le dije que te comentara que le pidiese a tío Noah que nos dé una de esas semillitas para hermanitos, porque quiero una hermanita para jugar a las muñecas. Con Anthony y Adam no puedo.
Sonreí divertida y negué con la cabeza.
—Hablaré con mami Rach sobre ello cielo, ve tranquila.
Ella asintió y salió de la habitación.
—¡Adiós mamá! —escuché que Adam y Tony decían a la vez.
—¡Adiós príncipes, se portan bien! ¡Y cuiden bien a su hermana! —les respondí.
—¡Claro que sí! —aseguró Adam.
—¡Tenlo por seguro! —agregó Tony.
Reí por lo bajo y me volví a acostar bien en la cama. Luego todo fue silencio, escuché el sonido del autobús al arrancar y nada más. Unos cuantos segundos después la puerta de la habitación se volvió a abrir. Ella entró y soltando un cansado suspiro se tiró a la cama. Giró su cabeza para mirarme.
—Lo siento amor, sé que querías dormir de corrido hasta las 11 de la mañana. Pero Beth se quería despedir de ti, no podía decirle que no.
Sonreí y me acerqué a ella para envolverla en mis brazos y acercarla a mi pecho.
—Ya estaba despierta cuando vino —le dio un beso en su nariz.
Alejó su cabeza de mi pecho y me miró a los ojos. Sonrió y me besó cortamente.
—Ya sabes que no puede irse sin antes darle un beso al bombón de su mami Quinn — expresó divertida.
—Y así tiene que ser —aseguré.
Ella rió levemente, haciendo que mi corazón latiera rápido.
—Llamó tu hermana, dice que necesita que convenzas a Ben para que la deje ir de vacaciones con su mejor amigo.
—Ah no, eso sí que no —negué con la cabeza.
—¿Por qué no? —Preguntó —Tú hermana te necesita, Quinn.
—No Rachel, no voy a permitir que esa jovencita vaya de vacaciones con su mejor amigo y esas cosas. Aun es una niña. Y dudo mucho que solo sean mejores amigos.
—Quinn, mi vida, no falta nada para que cumpla 23.
—No me interesa, y esa es mi última palabra.
—¿Y qué va a pasar cuando nuestra hija se quiera ir de vacaciones con sus amigas?
—Pues es obvio, no irá.
—Eres la peor del mundo —gruñó y se acostó en la cama dándome la espalda.
Solté un suspiro y me acerqué más a ella.
—Bueno, está bien. Tú ganas. Llamaré a Ben para hablar con él —le susurré.
Se dio la vuelta y sonrió de par en par. Tomó mi rostro con su mano que traía puesto nuestro anillo de bodas y me besó por toda la cara. Menos los labios.
—Eres la mejor, amor—aseguró.
—¿Tienes algo para decirme que nuestra hija te haya dicho, princesa? —le pregunté.
Ella frunció el ceño y me miró confundida.
—¿Si Beth me ha dicho algo? —curioseó.
Asentí mientras me acercaba a más a ella y comenzaba a besar su cuello.
Hace 10 años que beso los mismos labios y aun me sigo excitando. Hace 10 años que le hago el amor a la misma mujer y siempre que pasa descubro algo nuevo.
—Mi amor, nuestra hija me dice muchas cosas durante el día —rió por las cosquillas en su cuello.
Sentí su mano apoyarse en mi brazo y brindarme una suave caricia.
—Algo muy importante —susurré cerca de su oído.
Su exquisito e único aroma entró por mi nariz para despertar aún más esa pasión que siempre me genera. Huele a ella, a rosas, a galletas y a mí. Me enloquece.
Apoyé mis manos sobre sus caderas y bajé hasta el borde de su camisón. Ella soltó una leve risita que cosquilleó en mi oído.
—¿No te parece que es un poco temprano para esto? —me preguntó.
Subí mis manos arrastrando el camisón. Y cuando sus piernas quedaron descubiertas me subí encima de su cuerpo, obteniendo un espacio entre ellas. Ella gimió levemente y mi nombre salió de sus labios en forma de reproche.
—Señora Rachel Fabray, nunca es tarde o temprano cuando se trata de hacerla mía.
Ella sonrió y sus manos subieron y bajaron por mi espalda. Me besó. Mordió su labio inferior y me miró con ternura.
—¿Siempre eres así de compradora, Fabray? —me preguntó.
—¿Siempre eres así de recatada? —comencé a besar su cuello de nuevo. Sentí cómo su piel se erizaba y un escalofrío bajaba por su cuerpo. Juro que amo provocar eso en ella.
—Apenas han pasado dos días desde la última vez que lo hicimos —su voz sonó algo agitada y quebrada.
Sonreí y con mucho cuidado mordisqueé su mentón y mandíbula. Con mis manos seguí subiendo el molesto camisón.
—Y eso para mí es una eternidad —aseguré —Además —besé el espacio libre que había entre su cuello y su pecho. Su mano se enterró en mis cabellos. Con un simple movimiento me deshice de su sensual ropa de dormir —Ese día no estuve muy duradera como me hubiese gustado estarlo.
—No me pareció —acarició mi espalda.
—Pues a mí sí, porque quise cansar a los niños para que durmieran como troncos durante la noche, lo conseguí, pero yo terminé más cansada que ellos —ella rió levemente. Su mirada se clavó en la mía —Vamos, amorcito. Quítame la pijama —le supliqué.
Relamió sus labios y con manos suaves me quitó la molesta prenda. Gruñí al sentir su piel algo fría contra la mía. Me incliné hacia ella y con la punta de mi lengua acaricié sus labios
Ella soltó un leve suspiro.
—Ya recordé que me dijo nuestra hija —Soltó una risita nerviosa —Lo de la semillita para hermanitos, ¿cierto? Que le pidamos a Puck que nos dé una si es que no funciona esta que nos dio.
Asentí y metí mi mano entre el colchón y su espalda para moverla y acomodarla mejor debajo de mí. Ella volvió a gemir. Aun traía la ropa interior y yo este molesto short de dormir y sostén. Creo que desde ahora en más dormiré desnuda.
—¿Qué piensas de eso? —le pregunté.
Ella bajó su mano por mi espalda hasta mi trasero. Arqueé una ceja cuando su palma me apretó en forma provocadora.
—No hablemos de eso ahora… solo bésame.
Obedecí sus palabras y junté mi boca con la suya. Sus labios se abrieron para mí y los acaricié con ansias con los míos. Era un beso dulce, embriagador, apasionado y sobre todo con amor. Rodeó mi cuello con sus finos brazos y me atrajo más hacia ella. Coloqué mis brazos a nuestros costados y acaricié el contorno de su cuerpo. Su cuerpo suave, bello y firme a pesar de haber pasado por dos embarazos. Su cuerpo perfecto, maternal. Su cuerpo dulce y caliente. El cuerpo que ha llegado a enloquecerme en forma simple y a la vez rara.
—De hecho llamó Pucky—susurró alejándose de mi boca. La miré.
—¿Qué quería? —le pregunté.
—Dice que los inversionistas han firmado el contrato. Todo está saliendo bien.
—Eso es perfecto —la besé de nuevo —Pero me lo dices luego.
Me deshice de todo rastro de ropa que se interponía entre nosotras y por consiguiente le hice le amor.
Ella se apoyó sobre mí, apoyando su oreja sobre mi corazón. Acaricié su espalda desnuda acomodando sobre ella su largo cabello.
—¿Eres feliz? —me preguntó.
—Nunca pensé que iba a ser tan feliz en mi vida. Jamás imaginé terminar así. Con la mujer a la que más amo en el mundo y con tres hijos.
—Cuatro —Fruncí el ceño. Rachel levantó la cabeza de mi pecho y me miró.
—¿Cuatro? —cuestioné feliz. Ella apretó los labios para evitar sonreír. Entonces entendí aquello —La semilla para hermanitos ya está aquí, ¿verdad?
—Ajam—sonrió asintiendo mientras sus hermosos ojos se llenaban de lágrimas — Tengo un atraso de 3 semanas. Me desperté más temprano y me hice un test, dio positivo.
—Oh… mi amor —la abracé contra mí. Ella se acurrucó bien y escondió su rostro en mi cuello.—Me haces la mujer más dichosa de este mundo. Por Dios lo contenta que se va a poner nuestra bella Beth.
—Tengo el presentimiento de que va a ser una niña —musitó.
—¿Barbra? —Ella asintió y me miró de nuevo.
—Me encanta ese nombre —aseguró y me besó.
Volvió a acomodarse contra mí.
—¿Qué pasa si salen gemelas?
Ella negó energéticamente con la cabeza.
—Doble llanto, doble cambio de pañal, todo doble. Divertido, hermoso, pero agotador.
—¿Quién te manda a pedirle a Puckzilla la semilla sabiendo que es muy fértil? —le reproché.
—¡Quinn! —se quejó y golpeó mi hombro.
Reí divertida.
—Eres hermosa, señora Fabray. Mi pequeña fábrica de bebés hermosos —le susurré.
—Mmm… no me halagas diciéndome fábrica. Ya me estoy sintiendo gorda. Por Dios, otro embarazo más. Yo no sé cómo es que aún estoy en forma.
—Acomplejada —susurré.
—Tonta —refunfuñó.
—Obsesión —la miré. Ella me sonrió —Eres mi bella y mi peligrosa obsesión.
—Te amo —acarició mi rostro.
—Te amo mucho más—la besé.
Russel vino a mi cabeza y sonreí. Quizás ahora comprendo un poco más los sentimientos de mi padre. Quizás ahora puedo perdonarlo. Puedo decirle: Padre, tenías razón. Pero no del todo…
Bueno, aquí termina esta historia. Les recomiendo a pasar por las otras que tengo en mi perfil. Quería terminar estas últimas tres que tenía pendientes para retomar las de: ¿Mi jefa y yo? ¡Jamás! Y "Take Me Breath Away". Prometo hacerlo. A la par estoy modificando la de "Dame Una Simple Razón", para las que no la han leído se las remiendo, pues terminando esa, le daré una segunda parte que se llamará: "Dame Una Razón Para Amarte."
La cual hablará de los hijos de ambas.Me encantaría que las que me leen me pusieran comentarios para saber qué opinan.
Oh, abriré un twitter para avisar cuando suba actualizaciones, se los dejo la próxima. Y pues ya, gracias por acompañarme en esto.
