Capítulo 39

Contarles la mentira de su boda a todos durante la comida fue fácil. Y, mientras Naruto y Hashirama lo veían como un problema y Suigetsu como una opción, Temari y Mito estuvieron encantadas. El padre Murdoch, por su parte, prefirió no opinar. Los paganos eran así.

Para los guerreros Namikaze y Hōzuki que los acompañaban, Sasuke y Sakura habían contraído matrimonio en la intimidad de una capilla de Saint Andrews, y todos los felicitaron. Incluso Evander lo hizo con agrado. Ver aquello tranquilizó a Sasuke.

Sakura, por su parte, fue sincera con Gilroy y Matsuura. Les contó que había aceptado hacer creíble aquella mentira para asegurarles un hogar a los niños junto a un buen hombre al que estaba segura de que los críos adorarían, aunque evitó hablar de sus sentimientos hacia él. Sabía que ilusionarse con Sasuke no tenía mucho sentido porque el corazón de aquel ya estaba ocupado.

Por último, el vikingo y la joven hablaron con Shii y Asami. Los niños se merecían conocer lo que habían decidido, y no se sorprendieron al ver su felicidad. Saber que vivirían junto a Sakura y Sasuke en una casa como una familia les encantó a los pequeños.

Antes de abandonar Saint Andrews, Sasuke se empeñó en pasar por la tienda de Maya. Tanto Sakura como los pequeños, Matsuura y Gilroy lo habían perdido todo en el temporal y, de entrada, necesitaban ropa de abrigo. Emocionados por aquel detalle, se lo agradecieron y Sasuke, con una sonrisa que hizo increíblemente feliz a Temari, lo disfrutó.

Finalmente, todos partieron hacia Keith y decidieron ir por la costa para acompañar un tramo del trayecto a Mito y Hashirama.

Las vistas eran maravillosas y Sakura disfrutaba admirándolas.

Las demostraciones de cariño del vikingo hacia ella sorprendieron a todos. Sasuke, que por norma era un hombre bastante frío y esquivo, de pronto era todo lo contrario junto a la joven. Reía, hablaba, se implicaba en los juegos para que los niños se mantuvieran entretenidos, disfrutaba haciendo carantoñas a Siggy y, sobre todo, estaba pendiente de Sakura. De pronto, aquella familia que le había caído del cielo se había convertido en el centro de su vida. En su mundo.

Temari, complacida por verlo comportarse de ese modo, afirmó dirigiéndose a su marido:

—Así era él con mi hermana. Atento, sonriente, cariñoso. Ni te imaginas lo feliz que me hace ver que ese Sasuke está de nuevo con nosotros.

Naruto asintió. Sin duda así Sasuke sería mucho más feliz.

.

.

.

Uno de los días, en el camino, Sasuke no podía apartar los ojos de la que todos creían su mujer. Sakura, con su increíble manera de ser y su sonrisa, lo estaba haciendo reír de nuevo, y solo deseaba que llegara la noche para volver a poseerla y que ella lo poseyera a él.

Su manera de amarse, sin reclamarse amor, era extraña, pero ambos se buscaban.

Entonces Naruto, al ver cómo él la miraba, preguntó:

—¿Cuánto tiempo piensas vivir así?

—¿Así, cómo?

Al ver que nadie podía oírlos, su amigo aclaró:

—Engañando a todo el mundo.

Sasuke suspiró. No entendía por qué a Naruto le parecía tan complicado seguir con aquella mentira. No eran las primeras ni tampoco serían las últimas personas que convivirían sin pasar por el altar, pero, cuando iba a hablar, resonaron las risas de Sakura, Mito, Temari, el padre Murdoch y Suigetsu, y Naruto indicó:

—Si Temari no fuera mi mujer, yo no viviría tranquilo.

Sasuke lo miró.

—¿Y por qué no?

—Porque siempre estaría temiendo que ella se marchara.

—¿Y por qué se iba a marchar, si le estoy ofreciendo un hogar?

Naruto asintió y, bajando la voz, observó:

—Pero no le estás ofreciendo amor.

—Oye...

—Podría enamorarse de un hombre que le ofreciera amor.

Sasuke ya había pensado en ello. Tanto él como Sakura eran libres, pero, intentando que la positividad siguiera siendo su compañera de viaje, respondió:

—Tú también podrías enamorarte de otra mujer.

Naruto negó con la cabeza.

—Imposible. Si Temari y yo estamos juntos es porque, como dijimos en nuestros votos, somos el uno para el otro. Nos amamos por encima de todas las cosas y el resto, tanto hombres como mujeres, sobran en nuestras vidas. Pero en vuestro caso no os amáis. ¿Quién te dice que Sakura no conocerá a un hombre del que se enamore porque pueda ofrecerle amor?

Incómodo, y sin querer perder la seguridad en sí mismo, Sasuke afirmó mientras observaba que Hashirama y Matsuura parecían hablar alejados de ellos:

—Eso no ocurrirá.

En ese instante llegó Suigetsu hasta ellos y, divertido, comentó mirándolos:

—Lo que me estoy riendo con vuestras mujeres. —Sasuke y Naruto asintieron y luego él añadió dirigiéndose al vikingo—: Sakura es una experta en adivinanzas, ¿lo sabías?

Él no respondió, lo cierto era que apenas sabía nada de ella.

En ese mismo instante, aguzó el oído y oyó que el padre Murdoch decía:

—Hija, tu felicidad es contagiosa. Qué alegría que vengas a Keith con nosotros.

Sakura sonrió y luego cuchicheó:

—Más me alegro yo, padre.

De nuevo, aquellos se carcajearon, lo que provocó que Sasuke sonriera, y al cabo la joven dijo:

—Me toca..., me toca. —Shii y Asami, que iban en los caballos con Temari y ella, rápidamente la miraron y Sakura añadió—: Aquí va mi nueva adivinanza. ¿Preparados?

—¡Sí! —gritaron los niños felices.

A continuación, ella se retiró su pelo rosáceo del rostro y, con gracia, soltó:

—El cielo y la tierra se van a juntar. La ola y la nube se van a enredar. Vayas a donde vayas siempre lo verás, pero por mucho que andes, nunca llegarás. ¿Qué es?

Temari y los niños comenzaron a decir cosas.

Desde donde estaba, Sasuke sonrió y Naruto, al verlo, susurró:

—Está visto que «nadie» te hace sonreír...

—Y mucho —afirmó el vikingo.

Los niños reían mientras exigían saber la respuesta a la adivinanza, y finalmente Sakura exclamó:

—¡El horizonte!

Encantados aplaudieron, y Shii, que iba montado con Temari, exigió mirándola:

—Otra..., otra adivinanza.

Sakura asintió encantada y, tras darle un beso a Asami en la frente, dijo:

—¿Qué cosa es? Que corre mucho y no tiene pies.

De nuevo, comenzaron a decir cosas, hasta que Temari exclamó:

—¡Lo sééééééé! —Y, tomando aire, soltó—: ¡El viento!

Según oyó eso, Sakura asintió y gritó:

—¡Temari ha acertadooooo!

Los niños aplaudieron felices. Eso hizo reír a los hombres, y Naruto indicó:

—Si yo fuera tú, me aseguraría de que fuera mía en todos los sentidos.

Sasuke sonrió al oírlo, y a continuación su amigo señaló mirando hacia el acantilado:

—Esta noche habrá una espesa niebla. —Y, dirigiéndose a sus hombres, prosiguió—: Haremos noche allí, junto al acantilado. Sai, ordena montar las tiendas para que los niños puedan dormir, y que unos hombres salgan a cazar algo para la cena.

—Jūgo —llamó Suigetsu a otro de sus hombres—, que Gengetsu y Hōshō enciendan las hogueras y vayan preparando un caldo. Nos hará falta esta noche.

Como era de esperar, los hombres de Naruto y Suigetsu cumplieron su cometido. Aquellos dos clanes, los Namikaze y los Hōzuki, se complementaban a la perfección, y cuando, horas después, tras tomar una excelente sopa y un poco de conejo, acostaron a los niños y el padre Murdoch se retiró también, los demás charlaban al calor de una de las hogueras.

—Me muero de sueño. Me voy a dormir —explicó Mito en un momento dado.

Hashirama asintió y, tras darle un beso a su mujer, señaló:

—En unos segundos te seguiré.

Una vez que aquella se hubo marchado, Suigetsu contaba divertido una de sus historias cuando de pronto sonó una especie de silbido.

Al oírlo, Sakura se puso en alerta. Conocía perfectamente aquel silbido. Y, pasados unos minutos, este se oyó de nuevo. Esta vez, sus ojos y los de Hashirama se encontraron. Estaba claro que él también lo había oído.

Atónita, al ver que el resto seguían hablando tan tranquilos, vio con el rabillo del ojo cómo Matsuura salía de una de las tiendas y ambos se miraron. Él había oído lo mismo. Por ello, levantándose, Sakura dijo:

—Voy a ver a Siggy.

—Te acompaño —propuso Sasuke.

Ella sonrió al oírlo. Desde su supuesta boda el vikingo estaba pendiente de ella en todo momento, y tras guiñarle el ojo indicó:

—Quédate aquí.

Sasuke asintió y, sin soltarla de la mano, preguntó:

—¿Regresarás ahora?

—Probablemente —respondió ella sonriendo.

—Te acompañaré yo —señaló Hashirama poniéndose en pie—. Seguro que Mito me espera despierta.

Sasuke asintió y, tras recibir un beso de su mujer y ver el gesto divertido de Naruto, continuó charlando con los demás.

Con paso firme y sin demostrar lo nerviosa que estaba, Sakura echó a andar.

—Lo he oído —afirmó Hashirama—. Tu padre está cerca.

Molesta porque siguieran en tierras escoceses, la joven gruñó:

—Por Tritón..., lo voy a matar.

Cuando llegaron hasta Matsuura, los tres se metieron en la tienda y ella preguntó:

—¿Lo has oído?

El japonés afirmó con la cabeza; entonces la tienda se abrió y Gilroy dijo mirándolos:

—¿Habéis oído? —Los demás asintieron y luego él continuó—: He mirado por el acantilado y he visto una luz parpadeante en la playa que me ha hecho comprender que el capitán Haruno está aquí.

—Tengo que ir —informó Sakura.

—Pero, muchacha...

—Iré a verlo antes de que se le ocurra venir a él —insistió acalorada.

—Muchacha —musitó Hashirama—, tardarás horas en llegar a la playa.

—Bajaré por el acantilado.

—Pero ¿te has vuelto loca? —exclamó él.

La joven sonrió y, al ver su inquietud, agregó:

—No te preocupes. Por peores acantilados he bajado y sigo viva y enterita.

—Iré contigo —terció Matsuura.

—No, tío.

—Shensi, conozco a tu padre y...

—Yo también lo conozco. Así que quedaos tranquilos con los niños. Iré y, con un poco de suerte, regresaré antes de que nadie se dé cuenta. —Y, colocándose su katana a la espalda mientras miraba a aquellos que la observaban en silencio, la joven añadió—: Si Sasuke o Temari preguntan por mí, decidles que me he quedado dormida con Asami. Que estaba inquieta y que no quiero que nos molesten, ¿entendido?

Los hombres asintieron y ella, sin hacer ruido, rasgó la tela de la trasera de la tienda para salir sin ser vista.

Con el corazón a mil, caminó hacia el acantilado. Al asomarse vio la luz de la que Gilroy le había hablado y de inmediato supo que era su padre. Por ello, sin pensarlo, comenzó a bajar por el angosto y complicado lugar. No era la primera vez que descendía por un sitio así. Hacerlo por allí le evitaba dar una gran vuelta, y eso le permitiría llegar antes a la desierta playa.

Un buen rato después, y con las manos destrozadas por haberse agarrado con fuerza a las rocas para no despeñarse, finalmente alcanzó la arena. El aire fresco procedente del mar llenó sus pulmones y, sin dudarlo, Sakura corrió en dirección a la luz. Nada más llegar, rápidamente Gus, que estaba acompañado por otros dos hombres, le sonrió y exclamó:

—¡Bicho, qué alegría verte!

Ella sonrió a su vez y, de pronto, su padre surgió entre la niebla y exigió mirándola:

—Dime que no es cierto...

Sakura, furiosa porque aquel estuviera en tierras escocesas, gruñó:

—Por Tritón, papá, ¿qué narices haces aquí? ¿Acaso no sabes que corres peligro?

Pero Kizashi Haruno tenía muy claro por qué estaba allí, e insistió:

—Dime que no es cierto, Mebuki.

—A ver, papá...

—Sakura Mebuki Tsunade Naori Kurenai...

—¡Ya estamos!

—Por el amor de Dios, muchacha, ¿qué es eso de que te has casado?

—Papá...

—¡¿Te has casado?!

—Probablemente.

Oír eso era lo último que Kizashi Haruno quería y, horrorizado, preguntó:

—¿Con quién?

—Papá...

—¡Por Tritón! Te lo dije, Mebuki... Te dije que cuidaras tu corazón... ¡Repámpanos, muchacha! ¿Te has vuelto loca? ¿Acaso no eres consciente de a lo que te expones y eres incapaz de entender que tu sitio está en el mar conmigo y no aquí con... con vete tú a saber con qué patán?

—Papá, Sasuke no es ningún patán.

—¡¿Sasuke?!

—Sí, papá, ¡Sasuke!

—Pues con ese nombre seguro que es un patán de esos a los que te encanta manejar y que tiene menos personalidad que una caracola —se burló él—. Mebuki, ¡por Yemayá!, dime que esta boda es simplemente un juego más, no algo real.

Sakura sonrió. A pesar de que su boda era ficticia, no había para ella nada más real y, mirándolo, afirmó:

—Papá, lo quiero.

—¡¿Qué?! —bramó él consternado.

—Que lo quiero.

—¡Tonterías!

—Lo que siento por él es real —repuso la joven—. Tan real como que tú y yo estamos hablando en esta playa rodeados de niebla y de frío.

Kizashi Haruno se llevó las manos a la cabeza. Esperaba oír cientos de cosas, pero aquella justamente no, y alterado preguntó:

—¿Y él te quiere a ti?

Según oyó eso, Sakura se disponía a responder aquello de «probablemente», pero por primera vez no le salió. Sabía a ciencia cierta que Sasuke no la quería.

—A ver, papá...

—Sakura Mebuki Tsunade Naori Kurenai, ¿me estás diciendo que te has casado con alguien que no te quiere?

—Probablemente —dijo ella, en cambio, esta vez.

Sin dar crédito, el capitán se llevó de nuevo las manos a la cabeza e insistió:

—Rayos y centellas... ¡¿Me lo estás diciendo en serio?!

—Sí, papá. Te lo estoy diciendo en serio. No me quiere, pero yo a él sí. Y... y aunque no me quiera, deseo pensar que eso cambiará y...

—Eres como tu madre —la cortó él—. Igualita que ella. No piensas. Simplemente te dejas llevar por lo que sientes en el momento y... ¡Te has casado! ¡Maldita loca!

La joven sonrió; la mentira de su boda también era creíble para su padre.

—¿Acaso casarse es un delito? —preguntó mirándolo.

El capitán, impactado por la noticia, se acercó entonces a ella y la miró a los ojos.

—Lo que es delito es casarse sin amor —musitó.

Ella asintió, y él añadió.

—Por las barbas pestilentes de Neptuno..., ¡eres mi hija! Mi única hija. Y con amor o sin amor no he asistido a tu boda. No te he visto con un precioso vestido de novia. No he mirado tus ojos cuando...

—No hubo nada de todo eso, tranquilo. No te has perdido nada.

—¿Cómo que no me he perdido nada?

Oír eso la hizo sonreír y, sin dudarlo, lo abrazó. Durante unos segundos, padre e hija se:abrazaron con cariño, hasta que él, separándola, iba a hablar cuando ella insistió:

—¿Me puedes decir qué narices haces en suelo escocés cuando sabes bien que estás en busca y captura?

—Tú también.

—Por el amor de Dios, papá, debéis alejaros de la costa escocesa. Les dije a los tíos que, antes de morir, el imbécil de Indra Ōtsutsuki había corrido la voz de que andabais cerca y...

—Por Dios, Mebuki, ¡te has casado sin mí! Y con respecto a Indra, ¡tenemos que hablar! ¿Cómo se te ocurre...?

—Papá, por favor, ¡deja de dramatizar!

Finalmente, Kizashi Haruno asintió y luego añadió bajando el tono:

—Temo que te ocurra algo, ¿cómo me voy a alejar de ti? Eres mi pequeña, mi niña, mi responsabilidad, aunque, ¡maldita sea!, te hayas casado sin mí... y sin amor. ¡Qué locura!

—A ver, papá. Tío Dan me dijo que os habíais encargado de que Kayui no volviera a molestar, y yo... yo... no corro ningún peligro.

—Tú siempre corres peligros. ¡Te has casado!

—Papá...

—¡Rayos y centellas, Mebuki! Mira por dónde, has bajado hasta la playa. Podrías haberte despeñado por el acantilado y...

—Maldita sea, papá..., ¡no seas cabezón! Ni que fuera la primera vez que bajo por un acantilado. —El capitán cabeceó, sin duda tenía razón, y su hija insistió—: Y no me cambies de tema. Tú y toda tu tripulación corréis peligro al estar aquí, y lo sabes.

El hombre negó con la cabeza y luego Sakura dijo:

—Escúchame. Sabes que sé protegerme. Tío Matsuura está a mi lado. Y ahora cuento también con la protección de Sasuke y los Namikaze.

—¿Namikaze? ¿Ese es el apellido de la familia de tu marido?

Ella asintió y, pensando en él, añadió:

—Es un buen hombre. Te gustaría. Y créeme cuando te digo que...

—¿Es pelinegro y de ojos negros? —Sakura asintió y él añadió—: Lo sabía... Es que lo sabía.

Sin poder evitarlo, ella sonrió y luego su padre preguntó:

—¿Ese Sasuke Uchiha sabe quién eres realmente?

Al oír eso, la joven no respondió, y el capitán siseó al comprenderlo:

—Sakura Mebuki Tsunade Naori Kurenai, ¿qué has hecho?

—De acuerdo, papá —musitó ella al ver el horror en la mirada de su padre—. No lo sabe.

Él negó con la cabeza. Pero ¿acaso su hija había perdido la razón en tierra?

—¿Realmente crees que, cuando lo sepa, seguirá protegiéndote? —siseó.

Ella de nuevo no habló y al final él explotó:

—¡Por las barbas de Neptuno, hija, ¿cómo se te ocurre casarte ocultando algo tan importante a tu marido y a su clan?! ¿Qué crees que dirán cuando se enteren? ¿Quieres que te diga yo lo que pasará?

—No, papá. No quiero que me lo digas.

Pero él respondió enfadado:

—Te repudiará y te apartará de su lado. Eso, si no te entrega a la Corona escocesa para que te ahorquen.

—¡Papá! Sasuke no haría algo así.

El hombre, ofuscado y preocupado a partes iguales, no sabía qué pensar, y siseó:

—Casarte no entraba en nuestro acuerdo. Sobre la botella y con la mano en el corazón, prometiste que pasados seis meses regresarías al mar. ¿Piensas incumplir tu promesa?

Ella suspiró. En los días que llevaba casada con Sasuke lo había pensado en varias ocasiones, pero, como aún faltaba algún tiempo para regresar, aclaró:

—Volveré, claro que lo haré. Pero cuando expire el plazo. Ni un día más ni un día menos. Eso fue lo que prometí.

Padre e hija se miraban cuando Gus, junto a Kendall y Marc, que observaban a su alrededor, anunció:

—¡Maldita sea, capitán! Tenemos compañía.

Rápidamente Sakura empuñó su katana y su espada, pero en ese momento vio que ante ellos aparecía Matsuura montado a caballo, y por detrás de él Sasuke, Naruto, Temari, Suigetsu y Hashirama.

Sin dar crédito, la joven los observó boquiabierta. Pero ¿qué hacían allí?

Y cuando iba a hablar, Matsuura intervino:

—Lo siento, Shensi, pero no me ha quedado más remedio que traerlos.

El gesto enojado de Sasuke lo decía todo, y más cuando Naruto, con la espada en la mano como el resto, indicó:

—Nosotros también hemos oído los silbidos. No solo vosotros.

Sakura maldijo y, a continuación, Temari afirmó:

—Mal, Sakura. Muy mal.

Acababan de enseñarle que sabían disimular mejor que ella; la joven miró a Hashirama y este, con un gesto, le indicó que no dijera nada.

A continuación, Sasuke se bajó de su caballo, se acercó a ella furioso y siseó en su cara:

—Por todos los demonios... ¿Pensabas que me estabas engañando? ¿Acaso me crees tan idiota como para no percatarme de tu intranquilidad? ¿De verdad crees que ese «probablemente» que me, has dicho no me ha hecho pensar?

Al ver aquello, Kizashi Haruno se colocó entremedias de aquel y su hija.

—No le hables así a Mebuki si no quieres que te arranque la cabeza.

—¿Mebuki? —se mofó Sasuke con acidez—. Otro nombrecito nuevo.

Ver la expresión de burla en el gigante pelinegro, que lo miraba con descaro, hizo que el capitán se estirara más y sentenciara.

—Cuida tus palabras o...

—¡¿O qué?! —bramó Sasuke sin miedo.

El capitán Haruno y él se miraban cuando el primero siseó:

—Muchacho, te la estás jugando conmigo.

—Viejo —dijo el vikingo sin amilanarse—, permíteme decirte que quizá seas tú quien se la esté jugando conmigo.

Sorprendido por la fuerza que veía en aquel hombre, el capitán, que presuponía que era el marido de su hija, iba a hablar cuando Sasuke, mirando a la joven que los observaba boquiabierta, dijo:

—Sakura, no sé qué haces aquí con esta gente, pero me lo vas a explicar.

—Sasuke...

—¡Por Tritón! ¡Esta gente..., dice! —se mofó el capitán.

—¡Papá!

—¡¿Papá?! —preguntaron Naruto, Temari, Suigetsu y Sasuke al unísono.

La muchacha, consciente de lo que había dicho, iba a añadir algo cuando Temari añadió:

—Pero ¿no nos habías dicho que tu padre había muerto?

Naruto asintió al oír a su mujer y, sin apartar la mirada de aquellos desconocidos, indicó:

—A la vista está que no.

—¡Qué muerto tan vivo! —señaló Suigetsu.

Y Temari, mirando a Hashirama, insistió enfadada:

—Lo que no entiendo es cómo tu tío el gobernador te ha seguido el juego.

Al oír eso, Kizashi miró al hombre que estaba sobre el caballo para después preguntar a su hija:

—¿Quién es ese gobernador y por qué la mujer dice que es tu tío?

Sasuke, sorprendido, se disponía a abrir la boca cuando Sakura miró a Hashirama y susurró, viendo la que se podía montar allí:

—A ver, en primer lugar, bajad las espadas. TODOS. Aquí nadie se va a pelear, ¿entendido?

Con recelo, todos obedecieron, y acto seguido se oyó llegar otra barca a la playa.

De nuevo, todos empuñaron sus espadas y Sakura, al ver de quién se trataba, rogó:

—Por favor, bajad las espadas. Son mis tíos.

—Pero ¿cuántos tíos tienes tú? —preguntó Suigetsu.

Horrorizada por no saber cómo contar las cosas sin que nadie saliera herido, la joven repitió:

—Bajad las espadas. Os prometo por mi vida que nadie os va a atacar.

—Tú no prometes —soltaron al unísono Sasuke y su padre.

Eso hizo que ambos se miraran con curiosidad.

Una vez que las espadas de todos estuvieron relajadas, al ver desembarcar a sus tíos Asuma, Kakashi y Dan, Sakura gritó furiosa:

—¡Por Yemayá! ¿Qué narices hacéis aquí?

—Tsunade..., amore mio, ¡esa boca!

—Mira..., ahora es Tsunade —se mofó Naruto.

La joven, situada en medio del grupo, no sabía qué hacer. Todos la miraban recelosos. Todos pedían explicaciones a su manera.

El gesto de enfado de Sasuke era considerable.

—Llegado el momento, Naori —dijo su tío Kakashi—, no estaría de más que nos presentaras a tus amigos.

Temari, tan asombrada por lo que veía como su marido, aseguró mirando a la joven:

—Eso, Tsunade, sería una excelente idea.

Horrorizada por la peligrosa encerrona que se había originado sin proponérselo y en la que tendría que dar muchas explicaciones, ella no sabía qué decir cuando tío Asuma, para echarle una mano a su sobrina, se acercó a Temari. Rápidamente Naruto se colocó ante ella, el otro le tendió la mano, y se presentó:

—Soy Asuma Sarutobi, tío de Kurenai.

—¡Por todos los santos..., ahora Kurenai! —se burló Suigetsu.

Temari, tras mirar a Naruto para que se quitara de delante, dio un paso y, cogiendo la mano de aquel caballero, indicó:

—Encantada de conocerte, Asuma. Soy Temari Namikaze. Él es mi marido, Naruto, y ellos son Sasuke, Suigetsu y el gobernador Hashirama Senju.

Todos se miraban con desconfianza cuando Suigetsu, sin saber qué decir, estrechó la mano del hombre y dijo:

—Imagino que también es el tío de Gilroy, el hermano de... Kurenai.

Oír eso hizo que Kizashi Haruno mirase a la joven y exclamase:

—¡Rayos y centellas, Mebuki, ¿les has dicho que el patán de Gilroy es tu hermano?!

—Papá...

—Por las barbas ennegrecidas de Neptuno, ¡lo que hay que oír!

Sasuke, cuyo enfado por todo aquello aumentaba por segundos, no sabía a quién mirar, y Suigetsu, tan sorprendido como el resto, preguntó mirando a una descolocada Sakura:

—¿Gilroy no es tu hermano?

Ella finalmente negó con la cabeza, cuando Dan, interesado por alguien, preguntó:

—¿El gobernador Senju no es su tío?

Hashirama, que observaba la situación en silencio y en un tercer plano, acercó su caballo a ellos y se bajó. Sin dudarlo, se acercó a Sakura y, cuando sintió que esta le cogía la mano para protegerlo, dijo quitándose la capucha que llevaba.

—Por supuesto que soy su tío.

Aquellas simples palabras y la visión que les ofreció hicieron que Kizashi Haruno, Asuma, Dan y Kakashi lo observaran durante unos segundos con curiosidad, hasta que Dan susurró:

—No puede ser...

—Imposible —afirmó Asuma.

—Mon Dieu —susurró Kakashi.

Sakura, que veía cómo aquellos miraban a Hashirama, finalmente declaró mirando a su padre:

—Tú siempre dices que en ocasiones lo imposible puede ser posible, y esta es una de ellas. Él es el gobernador Hashirama Senju, aunque vosotros lo conocéis con el nombre de Tazu Mitokado.

—¡¿Cómo?! —exclamó Naruto.

—¡¿Qué?! —musitaron Temari, Sasuke y Suigetsu.

El hombre, al oír eso, los miró y, entendiendo que les debía una explicación a aquellos que en Escocia lo conocían como Hashirama, dijo:

—Si no os importa, luego os lo explico.

Todos se miraban sin dar crédito cuando Kakashi susurró:

—Tazu Mitokado...

Sakura observó con curiosidad a su padre, que aún no había reaccionado ante aquel, y necesitando ser sincera, declaró:

—Papá, tíos, Tazu es el gobernador de las Highlands. Y en el tiempo que llevo en Escocia le ha contado a todo el mundo que soy su sobrina para protegerme y crearme una vida.

—¡¿Qué?! —exclamó Sasuke atónito.

Sakura, sin querer mirarlo, prosiguió:

—Cuando decidí matar a Indra Ōtsutsuki...

—¡¿Qué?! —exclamaron a continuación Sasuke y Suigetsu.

—No me lo puedo creer —susurró Naruto y, al ver que su mujer no decía nada, preguntó con incredulidad—: ¿Tú lo sabías?

Temari no dijo nada, y Sakura finalizó:

—Fue Hashirama quien lo hizo para que yo no me manchara las manos de sangre.

Sin moverse de su sitio, Kizashi Haruno lo miraba desafiante. Los años habían pasado para Tazu al igual que para él. Ya no eran los jóvenes impetuosos que, veinticinco años atrás, se despidieron de mala manera después de la pérdida de Mebuki. Ambos se miraban en silencio cuando Sakura exclamó:

—¡Por las barbas de Neptuno, papá, tíos..., ¿me habéis oído?!

Aquellos asintieron. Encontrarse había sido un shock para todos, y Hashirama, consciente de que era él quien debía decir algo, declaró:

—Durante todo este tiempo he tenido noticias vuestras y, por supuesto, también de Sakura. Por eso, cuando la vi sola en Edimburgo, supe que tenía que ayudarla. —Ninguno dijo nada, y él prosiguió—: Quiero explicaros que durante el tiempo que he estado con ella he hecho todo lo que estaba en mi mano para protegerla, cuidarla y mantenerla a salvo, aunque es complicado, porque es tan impetuosa y atrevida como lo fue su madre. —Eso hizo sonreír al capitán—. Y si maté a Indra Ōtsutsuki con mi espada fue para que sus manos no se ensuciaran con la sangre de ese patán. Sé que ese acto no me redimirá de lo ocurrido en el pasado. Pero al menos he conseguido ayudar y proteger a Sakura, cosa que no pude hacer con Mebuki y vuestras mujeres.

Oír eso hizo que Kizashi, Asuma, Dan y Kakashi se emocionaran. Los recuerdos eran dolorosos, pero, tras mirarse y asentir con la cabeza, al final el capitán musitó:

—Como el padre y los tíos que somos de Sakura Mebuki Tsunade Naori Kurenai, te lo agradeceremos eternamente, Tazu.

—Gracias —susurró él emocionado.

Sakura sonrió. El pasado no podía cambiarse, pero sin duda el futuro se podía mejorar. Entonces Sasuke, que cada vez entendía menos, dijo dando un paso adelante:

—Si os soy sincero, vuestros problemas no me interesan absolutamente nada. —Y mirando a Sakura añadió—: ¿Te importaría aclararme qué narices haces aquí y qué tienes tú que ver con estas personas a las que llamas «padre» y «tíos»?

Ella asintió y, mirándolo directamente a los ojos, confesó:

—Mi nombre completo es Sakura Mebuki Tsunade Naori Kurenai Haruno, no Mimura. Estos son mis tíos Asuma, Kakashi y Dan. Y ese es mi padre, el capitán Kizashi Haruno.

Según pronunció ese nombre, Sakura fue consciente de cómo la expresión de todos cambiaba, y no precisamente para bien, y sin poder remediarlo continuó:

—Y, como ya habréis imaginado, yo soy la tan nombrada hija del pirata Haruno.

—¿La sanguinaria Joya Haruno? —preguntó Suigetsu sin poder creérselo.

Sakura asintió sin dudarlo y, al ver cómo aquellos se miraban desconcertados, agregó:

—Pero, tranquilos, no os ocurrirá nada porque, a pesar de lo que habéis oído sobre nosotros, no somos tan fieros como nos pintan.

—Habla por ti, Mebuki. No por mí.

—¡Papá! —protestó ella al oírlo.

Naruto asió entonces a Temari de la mano y la colocó a su espalda.

—¿Qué haces? —protestó ella.

Él la miró con gesto hosco y Sakura, viendo aquello, indicó:

—Precisamente para evitar ese tipo de reacciones ocultaba mi verdadera identidad. —Y mirando a Sasuke, que ni siquiera parpadeaba, añadió—: No le temo a nada, pero sí temía esto, vuestro rechazo cuando os enterarais de quién soy en realidad.

Sin poder hablar, el vikingo procesaba toda la información, y ella prosiguió:

—Presentarme con el nombre de Sakura Haruno me habría traído infinidad de preguntas y problemas, y por ello decidí cambiarme el apellido. Me guste o no, no puedo ir diciendo por ahí que mi padre es el capitán Haruno. Y, aunque no me creáis, porque sois muy libres de no hacerlo, debo deciros que, de todas las barbaridades que oís sobre nosotros, ni una décima parte son verdad.

—Mebuki... —musitó Kizashi.

—Papá, por favor...

Ver el gesto de su hija hizo que el capitán callara y esta prosiguió:

—Mi padre, mis tíos y yo no somos unos angelitos. No voy a negar que en alguna ocasión hemos abordado algún barco y nos hemos defendido cuando nos han atacado a nosotros o pretendían hacernos daño. Pero tampoco somos unos demonios como nos pintan. Es más, estoy convencida de que vosotros tampoco seríais unos angelitos si se tratara de defender a vuestra familia o vuestras pertenencias, ¿verdad?

—Verdad —asintió Naruto intentando comprenderla.

—Decir que soy Sakura Mimura me ha dado la oportunidad de conoceros sin que me prejuzgarais. Pude ser aceptada en la sociedad escocesa y hasta he podido sentir vuestro cariño incondicional cuando me habéis ofrecido un hogar y una casa —añadió mirando a un Sasuke que la observaba atónito—. Solo con mencionar la palabra pirata la gente se asusta. ¡Pero, por Tritón, si simplemente que mi caballo se llamara así daba miedo...! —Temari asintió con una sonrisa y Sakura continuó—: Entended que no pudiera confesaros la verdad, pero tampoco fue fácil para mí oíros decir cosas no muy agradables de mi familia. —Y, sonriendo, miró a Naruto e indicó—: Te aseguro que ni mi padre, ni mis tíos, ni yo vamos matando a la gente para utilizar sus cráneos a modo de vajilla.

—¿En serio dicen esa barbaridad? —preguntó Kakashi sorprendido.

—Te lo juro, tío —afirmó la joven.

—Mon Dieu! —exclamó el francés divertido.

—Entonces ¿no eres hija de una sirena? —se mofó Suigetsu.

Sakura sonrió y, mirándolo, cuchicheó:

—A la vista está que no, aunque nado bastante bien. Pero de las historias que cuentan, te aseguro que es de las que más me gustan.

Temari sonrió. Por fin entendía a Sakura. Su manera de hablar, su desinformación acerca de muchas cosas que para ella eran normales, su arrojo, su falta de miedo, su forma de manejarse con los hombres, las marcas de su cuerpo y, sobre todo, entendía que hubiera ocultado todo aquello.

La rubia no solía prejuzgar a nadie. La vida le había enseñado a no hacerlo, pero era consciente de que, si hubiera sabido de primera mano quién era Sakura, si hubiera sabido que se trataba de la sanguinaria hija del pirata Kizashi Haruno, la habría alejado de su lado. Por ello, dando un paso al frente, se acercó a ella y declaró:

—Para mí sigues siendo Sakura. La misma Sakura de ayer y de esta noche cuando cenábamos frente a la hoguera, pero me habría gustado mucho que, cuando yo te preguntaba, me lo hubieras contado. Aun así, entiendo lo que dices y quiero que sepas que sigo estando aquí, ahora y siempre.

Emocionada, la muchacha se acercó a ella y, tras abrazarla con cariño, musitó:

—Gracias...

Naruto asintió al oír eso y, mirando a la joven, le sonrió. Suigetsu, por su parte, hizo lo mismo. Pero, cuando ella miró a Sasuke, comprobó que él la observaba con su habitual gesto serio. Sin duda él era el que peor se lo estaba tomando, y cuando iba a hablar, su padre intervino:

—Sakura Mebuki Tsunade Naori Kurenai, creo que...

—Por Dios, papá..., ¡no me llames por todos los nombres! —siseó ella al oírlo.

El capitán le hizo entonces un ademán para que se le acercara, pero esta indicó:

—Un segundo, papá. —Y mirando a Sasuke musitó—: ¿Puedo hablar contigo?

—¿Con él antes que conmigo? —masculló el capitán.

—Es su marido —intervino Hashirama.

Oír eso hizo que Kizashi lo mirara y siseara:

—No estaba hablando contigo.

—Pero yo contigo sí —afirmó aquel sonriendo.

—Si antes eras un tontaina —gruñó Kizashi—, ahora, siendo gobernador, sin duda has de serlo mucho más.

—Como diría tu hija..., ¡probablemente!

La joven sonrió al oír eso y, mirando a su padre, protestó:

—Papá, ¡por Tritón!, ¿te puedes callar de una vez? Quiero hablar con mi marido.

Tras intercambiar una mirada con Dan, que le pidió prudencia, Kizashi finalmente asintió y, aunque estaba molesto, calló.

Por su parte Sasuke, desconcertado por la información recibida, tras alejarse unos pasos del grupo con Sakura, se detuvo y ella, sin tocarlo, clavó sus verdes ojos en él.

—Lo siento —murmuró.

—¡¿La Joya Haruno?! —exclamó el vikingo todavía sin poder creérselo.

—Sí. —El gesto de desagrado de Sasuke era evidente, y ella añadió—: Siento no haber sido sincera contigo en este tema. Y, antes de que sigas pensando cosas terribles sobre mí, aquí tienes la explicación a muchas cosas y de por qué no me casé contigo. Sé quién soy y...

—¿Pensabas decírmelo alguna vez?

Sakura tomó aire y respondió con sinceridad:

—No lo sé, Sasuke. Pero solo tienes que ver cómo me miras ahora que sabes que soy Sakura Haruno y no Sakura Mimura.

Él asintió. Miró en silencio a aquella joven que seguía ante él. Ver sus ojos y entender el desconcierto de su mirada lo hizo negar con la cabeza, e, intentando entender, susurró mientras veía cómo el padre de aquella y Hashirama parecían enzarzarse en una discusión:

—Recuerdo que dijiste que habías sido una aguerrida pirata que había surcado los mares y yo no te creí. Pero si ahora lo analizo todo, tu manera de ser, tu osadía, tu vocabulario, tu...

—¿Tan desastre soy?

Sasuke dio un paso atrás para observarla.

—Sakura Haruno... Eres la Joya Haruno. Ahora lo entiendo todo.

Consciente de su gesto, ella no se movió. Debía aceptar su rechazo, y preguntó:

—Ahora que sabes quién soy en realidad, ¿quieres que...?

—No.

—¿Y quieres que continuemos con nuestro matrimonio?

Sasuke, que estaba totalmente desconcertado, clavó la mirada en ella y soltó:

—No estamos casados.

Oír eso hizo que ella asintiera. Le dolía que lo dijera con aquella crudeza, pero insistió:

—Ya lo sé. Lo sé tan bien como tú. Pero ¿quieres seguir estando conmigo?

El vikingo, confundido, respondió mirándola:

—No lo sé.

Oír eso hizo que el vello de todo el cuerpo de ella se erizara. Como bien había dicho su padre, una vez que Sasuke se enterara de quién era, la repudiaría. La apartaría de su lado. Aquello era el final. Y, mirándose el brazo, susurró al ver su vello erizado:

—Las hadas me están avisando. —Sasuke no dijo nada y luego ella musitó—: Me ofreciste un hogar sin amor y lo acepté por los niños. Ellos se merecen todo lo bueno que les pueda pasar.

—Me mentiste. Me ocultaste quién eras y...

—Y quiero que sepas —lo cortó, consciente de que se lo tenía que decir antes de marcharse— que estos días sintiendo tu cariño y tu dedicación hacia mi persona han sido los mejores de mi vida. Y... y aunque el final fuera el mismo, los volvería a repetir una y mil veces más.

Sasuke, con el vello de punta por lo que aquella le decía, asintió, y Sakura tragó el nudo de emociones que pugnaba por salir de su garganta; viendo que aquel nada tenía que decirle, dio media vuelta y se dirigió hacia el lugar donde su padre y Hashirama hablaban.

Kizashi Haruno, al ver que Sakura se acercaba, dejó de hablar con él y, caminando hacia su desconcertada hija, preguntó preocupado:

—Mebuki , ¿estás bien?

Tomando el control de su cuerpo, ella asintió, aunque en realidad sentía todo lo contrario. Como imaginaba, Sasuke la había rechazado tras saber la verdad, y estaba sumida en sus pensamientos cuando su padre se aproximó al vikingo y, sorprendiéndolo, le tendió la mano.

—No nos han presentado formalmente. Soy Kizashi Haruno, el padre de tu mujer.

Sasuke miró la mano que le ofrecía. Ante él tenía al mítico y temido pirata Kizashi Haruno, el hombre del que había oído contar cientos de desagradables historias; sin embargo, le estrechó la mano sin miedo y dijo:

—Sasuke Uchiha.

—Pero ¿no eras Namikaze? —exclamó en voz alta.

Sasuke negó con la cabeza y Kizashi, mirando a su hija, iba a preguntar cuando esta gritó enfadada:

—¡Papá, Sasuke es vikingo, pero...!

—¿Te has casado con un pagano? —preguntó el capitán al tiempo que abría mucho los ojos.

—Tsunade, amore mio, pero ¿qué has hecho? —se lamentó Dan.

Sasuke resopló al oír eso y entonces el capitán Haruno se mofó:

—¡Por las barbas de Neptuno..., mi hija casada con un vikingo!

Su reacción llamó la atención de todos. ¿En serio a aquel pirata le importaba la procedencia de Sasuke?

De pronto, Kizashi Haruno comenzó a reír. Tras él lo hicieron los tíos de Sakura, y finalmente, apretando la mano de Sasuke, que lo miraba con gesto serio, afirmó:

—Bienvenido a esta variopinta familia. Como padre de Mebuki, te...

Pero el vikingo lo soltó de repente y lo interrumpió:

—Sakura, Mebuki o como se llame su hija no es mi mujer.

—¡¿Qué?! —exclamó Kizashi Haruno.

Sasuke asintió y, mirando a la descolocada joven, prosiguió:

—Nunca nos hemos casado.

Oír eso hizo que Sakura cerrara los ojos. Ahora incluso negaba su boda. Sin duda se avergonzaba de ella.

Y entonces Gus, que como el resto de los piratas oía lo que allí decían, musitó:

—El Bicho, como siempre..., ¡liándola!

—¿Tsunade? ¿Es eso cierto? ¿No es tu marido? —preguntó tío Dan.

—¡Naori! —susurró Kakashi.

Todos miraron de nuevo a Sasuke, y este, sin apartar los ojos de la mujer que le había desbaratado la vida, añadió:

—Mentimos. ¿Verdad, Sakura?

Kizashi Haruno, al entender las palabras que su hija le había dicho antes en referencia a que no se había perdido nada, preguntó:

—¿Por qué me mientes a mí, Mebuki?

—Kurenai..., pero ¿por qué? —quiso saber Asuma.

Temari, al oír eso y ver el desconcierto de todo el mundo, iba a hacer algo cuando Naruto, entendiendo lo que pasaba por la cabeza de Sasuke, la detuvo. Temari lo miró y este sentenció.

—No te muevas.

—Pero, Naruto...

—Cielo —susurró aquel—, como hombre que soy te aseguro que ahora mismo sé cómo se siente Sasuke. No fuerces algo que no te corresponde y sé respetuosa.

Temari finalmente asintió. Le gustara o no, su marido tenía razón.

Sakura, por su parte, se estremeció al sentir que era el centro de todas las miradas y, viendo el reproche en los ojos de su padre y sus tíos, exclamó:

—Rayos y centellas, ¡no me miréis así! Aunque me hubiera casado con él como Sakura Mimura, no valdría, porque yo soy Sakura Haruno. ¡¿Cómo me iba a casar?!

Sus tíos asintieron, sin duda tenía razón, y ella, viendo cómo la miraba su padre, insistió:

—Papá, entiéndelo.

—Mebuki, me acabas de decir que lo...

—¡Cállate! —lo interrumpió.

—Pero...

—¡Por el jodido Maud Roak, que te calles, papá! —exclamó.

No quería que dijera ante él y el resto que amaba a Sasuke cuando este la estaba repudiando. Y, tomando aire, indicó al ver la expresión de su padre:

—Papá, no quería engañarlo más aún de lo que ya lo estaba haciendo. Entre el falso apellido y que no sabía quién era, ¿cómo me iba a casar verdaderamente con él?

—Se acabó —soltó Kizashi Haruno—. Regresarás ahora mismo a La Bruja del Mar.

Según oyó eso, Sakura dio un paso atrás e indicó:

—Ni hablar. Todavía me quedan días de libertad.

—¡¿Libertad?! —preguntó Temari.

—¡¿Qué libertad?! —se interesó Sasuke.

Sakura, mirando entonces a la que ya consideraba su amiga, declaró:

—Juré ante una botella con la mano en el corazón que durante seis meses viviría en tierra, y ya llevo...

—Te quedan...

—Sé los días que me quedan, papá —lo cortó ella antes de que dijera que le quedaban cuarenta—. Y soy consciente de que, una vez que pasen, debo regresar a La Bruja del Mar.

Boquiabierto, Sasuke arrugó el entrecejo. ¿En serio pensaba marcharse? Pero ¿acaso con ella todo eran mentiras? Y, sin poder remediarlo, preguntó:

—¿Me puedes explicar qué pensabas hacer con Siggy, Shii y Asami pasados esos días?

Sakura lo miró, vio la furia en sus ojos y, con sinceridad, respondió:

—Dejarlos contigo.

—¡¿Conmigo?!

—Me ofreciste un hogar para ellos y yo lo acepté.

Naruto y Suigetsu se miraron sorprendidos y Sasuke, dando media vuelta desesperado, comenzó a caminar hacia donde estaban los caballos.

Aquella mujer lo estaba volviendo loco. Le mentía. Lo engañaba. Tan pronto lo miraba con amor como estaba dispuesta a abandonarlo junto a tres niños.

Pero ¿en qué locura se estaba metiendo?

Agobiado, se paró al llegar junto a su caballo, y Naruto, tras pedirle a Temari un segundo, se acercó a él. Ambos se miraron y este último preguntó:

—¿Quieres que regresemos al campamento?

Sasuke miró a Sakura mordiéndose el labio inferior. La muchacha, rodeada por la que era su familia, hablaba con ellos, y respondió:

—No lo sé. No sé qué hacer.

Naruto, que comprendía su desconcierto, iba a hablar cuando él añadió:

—No solo me omite quién es, sino que encima se va a marchar y me va a dejar al cargo de tres niños..., ¡tres!

—Te entiendo —asintió su amigo—. Esto es una locura.

El highlander y el vikingo se miraron en silencio durante unos segundos, hasta que el primero preguntó:

—¿Qué vas a hacer?

—¿Con qué?

—Con Sakura.

—No lo sé.

—¿Y con los niños?

Pensar en Shii, Asami y Siggy hizo que el corazón de Sasuke se sacudiera. Esos niños se merecían lo mejor, los adoraba, y con una seguridad aplastante declaró:

—Conmigo tendrán un hogar. No pienso abandonarlos como iba a hacer ella.

—Tres niños son una gran responsabilidad.

Sasuke asintió.

—Lo sé... Lo sé... —susurró cerrando los ojos.

Durante unos segundos, ambos guardaron silencio, hasta que el vikingo, intentando entender todo lo que estaba ocurriendo, declaró:

—Ingrid nunca me mintió. Siempre fue honesta y leal.

—No las compares. No es justo para ellas.

Pero Sasuke, con la cabeza hecha un lío, insistió:

—Y encima Sakura es... es... Por el amor de Dios, ¡es la hija de Kizashi Haruno!

—Aun así, sigue siendo Sakura.

Él asintió y su amigo, entendiendo el lío que podía tener en la cabeza, añadió tras mirar a la joven:

—Quizá me meta donde no me llaman, pero estos últimos días junto a Sakura y los niños te he visto feliz, seguro y sereno por primera vez desde que llegaste a Escocia. Y eso es porque todos ellos, desde el primero hasta el último, te provocan esos sentimientos.

Sasuke asintió y luego aquel prosiguió:

—Cuando conocí a Temari, ella también me mintió. Me hizo creer que era escocesa, cuando en realidad no lo era. Nunca pensé que yo pudiera estar con una vikinga. Para mí era impensable, pues, como bien sabes, un vikingo marcó mi pasado. Pero créeme cuando te digo que hoy por hoy soy yo el que no quiere separarse de ella. Temari sigue siendo la guerrera intrépida que hace que mi corazón se desboque cuando la veo saltando por las azoteas o cuando hace cosas inapropiadas. Pero esa es ella. Así la conocí y eso fue lo que me enamoró. Y si te digo esto es porque esa muchacha que ves ahí es Sakura. Da igual que se apellide Mimura o Haruno. ¡Es Sakura y...!

—Naruto —lo cortó él—. Ingrid nunca me habría dejado. Si me dejó fue porque...

—Sé por qué te dejó —lo interrumpió su amigo—. Pero nunca sabrás lo que podría haber pasado en el futuro con ella. No puedes saber si Ingrid te habría dejado con los años.

—No lo habría hecho.

—Eso no puedes saberlo.

—Lo sé. Claro que lo sé —afirmó él molesto.

Naruto calló y, mirando hacia la orilla, donde estaban Sakura y los demás, sentenció:

—Vamos a ver, Sasuke. El tiempo apremia. Ingrid es pasado y Sakura es futuro. Nadie mejor que tú para saber que el tiempo se ha de aprovechar. Y, dicho esto, ¿crees que conocer a Sakura puede merecer la pena?

El vikingo miró hacia la orilla. Verla hacía que el corazón se le acelerara. ¿Estaba preparado para que se marchara? ¿Realmente quería que lo hiciera? Y, seguro de su respuesta, contestó:

—Sí. Merece la pena.

—Pues, amigo, tienes unos días para aclarar tus ideas y hacerle ver que es contigo con quien ha de estar y no con su padre —repuso Naruto y, mirando hacia la playa, subrayó—: Y si no eres rápido en tomar una decisión, Sakura... Mebuki..., no sé qué más, se va a montar en una de esas barcazas y va a desaparecer de tu vida para siempre. ¿Es eso lo que quieres?

Sasuke negó con la cabeza.

Imaginarse una vida sin ella, tras conocerla, lo atormentaba. Se había acostumbrado a ella, pero, sin poder olvidar a su mujer, añadió:

—En mi corazón está Ingrid.

—Pero en tu cabeza está Sakura, ¿verdad? —replicó Naruto, a lo que Sasuke asintió—. ¿Y quién te dice que de tu cabeza no puede pasar a tu corazón?

El vikingo se llevó las manos al rostro. ¿Qué debía hacer? .

Junto a la orilla, cerca de las barcazas, el capitán Haruno discutía con su hija.

—Sakura... Mebuki... Tsunade... Naori... Kurenai..., ¡se acabó! —gritó fuera de sí—. Te dije que, si veía algo inapropiado en tu manera de vivir en tierra, regresarías al mar conmigo. Y esto que veo ¡es inapropiado! ¡¿Qué haces con ese patán?! Pero ¿no ves que ese hombre no te quiere?

—¡Papá, cierra tu bocaza!

Percibir la rabia en la voz de su hija le dolió, pero, endureciendo el tono, él insistió:

—Mebuki, soy tu capitán y también tu padre, ¡vigila cómo me hablas!

La joven, que estaba hecha un lío, y sin dar crédito a que Sasuke hubiera soltado que no estaban casados, lo miró; estaba claro que saber que era la hija del capitán Kizashi Haruno le había hecho tomar una decisión. Al ver que él se cubría el rostro con las manos, tomó aire, miró a su padre y dijo dándose la vuelta:

—Tienes razón. Regresemos a La Bruja del Mar.

—Sakura —le reprochó Hashirama—, no digas tonterías. Pero ¿qué narices vas a hacer?

—¡Tú cállate! No eres quién para opinar —siseó Kizashi Haruno.

Pero Hashirama negó con la cabeza e insistió:

—Sakura y Sasuke se aman..., ¿acaso no lo ves, maldito capitán?

El aludido lo miró.

—Siempre has sido un tonto enamoradizo —le soltó—. Donde tú ves amor yo solo veo desprecio hacia ella al saber que su padre soy yo. Por tanto, mi hija regresa conmigo.

—Muchacha... —terció Matsuura en japonés—, habla con Sasuke antes de tomar esa decisión.

—Pero ¿tú has visto su cara cuando ha sabido quién soy?

Matsuura asintió e, incapaz de callar, respondió:

—Se ha sorprendido, ¿acaso te extraña? Por las barbas de Neptuno, Shensi, ponte en su lugar...

Sakura negó con la cabeza; los gestos de Sasuke lo decían todo.

—La decisión ya está tomada —contestó.

—Sakura —insistió Matsuura—. Como siempre he dicho, hay que vivir el presente. El futuro... ya se verá.

Al ver el desconcierto de su hija, Kizashi miró a aquel vikingo, que hablaba con el Namikaze alejado de ellos. Durante unos instantes esperó que aquel se les acercara. Si amaba a su hija del mismo modo que él había amado a su mujer, haría algo para retenerla. Pero, al darse cuenta de que aquel no se movía, tras mirar a Matsuura afirmó:

—Como dice Mebuki, la decisión ya está tomada.

Temari, alterada por el rumbo que estaba tomando la situación, se apresuró entonces a correr hacia Sasuke y masculló:

—¿En serio vas a dejar que se vaya?

—Temari...

—Sasuke, ¡maldita sea!, lo mejor de la vida es la vida misma. —Él no respondió, por lo que su cuñada continuó—: Entiendo tu desconcierto. Te ha ocultado cosas importantes. ¡Pero, por las barbas de Neptuno, es Sakura!

—Es la hija del capitán Haruno.

—¡Y Sakura! —repitió Temari.

—Eso mismo le he dicho yo —afirmó Naruto.

Confundido como en su vida, Sasuke insistió:

—Vale, es Sakura, pero se marchará, ¡ya lo has oído!

—¡Maldita sea, pues impídelo! Hazlo por ti y por los niños —gruñó aquella y, mirándolo, sentenció—: ¿De verdad vas a permitir que se vaya cuando sabes tan bien como yo que tu corazón late con más fuerza desde que ella apareció en tu vida? Por el amor de Dios, Sasuke, ¡arriésgate y vive! Suelta la mano de Ingrid de una vez y lo que tenga que ser será, pero ¡vive!

El vikingo miró a Sakura. Verla alejarse lo dejaba sin respiración.

En pocos días, aquella complicada mujer había conseguido lo que en el pasado Ingrid había logrado en años y, al ver que se encaminaba hacia una de las barcas, corrió como si un imán lo atrajera hacia ella. Tenía que detenerla.

Naruto miró entonces a su mujer y preguntó divertido:

—«¿Por las barbas de Neptuno?»

Temari, viendo que Sasuke había reaccionado, sonrió y musitó al comprobar que se acercaba a Sakura:

—Y si tengo que decir «por Tritón» o «por Yemayá», lo diré también.

Sin aliento, Sasuke se aproximaba a la joven cuando su padre, al oír sus pisadas, se volvió y, poniendo su espada frente a él, preguntó:

—¿Adónde narices crees que vas?

—Escuchad...

—Escuchad, no: ¡capitán Haruno! —le recriminó aquel.

Sakura se volvió al oír eso y, al ver la punta de la espada de su padre en el pecho de Sasuke, se quedó sin respiración, y más cuando el vikingo dijo:

—Escuchad, o retiráis vuestra espada o me veré obligado a empuñar la mía.

El pirata levantó una ceja. Nadie se atrevía a hablarle así, y, cuando iba a responderle, Sakura tiró de su brazo y siseó:

—Por Tritón..., ¿qué haces, papá? Baja ahora mismo la espada.

Él obedeció tras pensarlo unos segundos y, mirando a aquel con gesto fiero, murmuró:

—Te mataría...

—¡Atreveos! —replicó Sasuke.

Todos los que estaban a su alrededor comenzaron a hablar, a dar su opinión; entonces el capitán, tras intercambiar una mirada con Dan, volvió a mirar al vikingo y preguntó:

—¿Me estás provocando, muchacho?

—Probablemente —afirmó Sasuke sin miedo.

Kizashi Haruno asintió. Luego lo miró de arriba abajo y gritó:

—Mebuki, ¡vámonos!

—Vos os vais, ¡ella no! —soltó Sasuke.

Padre e hija lo miraron. Sin duda el pagano se estaba comportando como un osado, pero Sasuke, al que ya no le importaba nada, indicó mirando a la joven:

—¿Podemos hablar tú y yo a solas?

—¡No! —soltó el capitán.

Sakura miró con fiereza a su padre un momento y luego se dirigió al vikingo.

—¿Para qué...? ¿Por qué?

Sasuke, que sentía que su mundo se desmoronaría si ella se marchaba, finalmente respondió:

—Porque tienes que quedarte.

Oír eso hizo que la joven parpadeara. ¿En serio había dicho aquello sabiendo quién era ella? Kizashi Haruno, al oírlo, sintió que todo su cuerpo se revolucionaba. Que aquel hombre, sabiendo lo que sabía, se enfrentara a él y le pidiera a su hija aquello era como poco inaudito.

—¿Te has vuelto loco? —dijo entonces Sakura.

Sasuke apartó la vista del capitán para dirigirla a ella e, intentando sonreír, afirmó:

—Probablemente.

Ambos rieron y él insistió:

—Dijiste que la locura era contagiosa, ¿no?

—No voy a casarme contigo, Sasuke —declaró ella mientras sentía que el corazón le latía a toda prisa—. Ahora que sabes la verdad, espero que entiendas que eso es impensable.

—Mira que eres cabezota —se quejó Hashirama, que se ganó una dura mirada de todos.

Y la joven, dispuesta a que Sasuke no olvidara un importante detalle, añadió:

—Solo estaré un tiempo en tierra.

—¿Cuánto? —preguntó él.

Sakura lo miró. Le quedaban cuarenta días, pero, sin ganas de decirle la verdad, respondió:

—Dos meses.

Al oír eso, su padre la miró y murmuró:

—¡Mebuki!

—¡Cállate, papá! —Y, sin apartar la mirada del vikingo, añadió—: Mi tiempo es limitado.

—¡Ni hablar, Mebuki! —exclamó Kizashi Haruno—. ¡Tu tiempo se acabó!

Sasuke, al oírlo, lo miró y gritó:

—¡Por Odín! ¿Os vais a callar de una santa vez?

—A mí tú no me hablas así —lo increpó él.

El vikingo, a quien el miedo lo había abandonado, aun sabiendo quién era aquel, replicó mirándolo:

—El respeto que recibo es el mismo que doy.

Acalorado, Kizashi dio entonces un paso al frente y, cuando iba a hablar de nuevo, Sakura gruñó:

—Papá..., por favor.

Todos guardaron silencio, sabedores de que el capitán Haruno no era precisamente conocido por ser un hombre paciente. Pero eso a Sasuke le daba igual. A él le importaba Sakura, no él. Y, dispuesto a hacerse oír, preguntó:

—¿Has pensado en Shii, Asami y Siggy? —Ella no respondió, y él insistió—: ¿Realmente pretendes que sea yo quien les explique que te has marchado? ¿Que los has abandonado?

A la joven le dolió oír eso.

—Si he de quedarme con los niños, ¡me los quedaré! —continuó él—. Les daré un hogar y formaré una familia con ellos, pero creo que, antes de marcharte, lo mínimo que has de hacer es acompañarlos hasta mi casa, acomodarlos allí y hablar con ellos.

—Sasuke, no es fácil y...

—Claro que no lo es —lo cortó él—. Pero ellos se merecen una explicación. Tu explicación.

La joven, entendiendo que él llevaba razón, asintió y Sasuke, hablándole con el corazón, musitó:

—Sakura, para mí no te pido nada, aunque no te negaré que estar contigo bien, como estábamos antes, sería algo bonito. En cambio, sí te pido que me ayudes a que los niños vean mi casa como su hogar y, luego, lo que tenga que ser será.

Al sentir la mirada de su padre, la joven iba a hablar cuando el vikingo añadió:

—Eres Sakura no sé qué más Haruno, hija del capitán Kizashi Haruno. Sé quién eres, como tú sabes quién soy yo. Sabes lo que ofrezco, y ahora sé lo que tú puedes ofrecerme. Y, siendo sincero y dejándome llevar por el corazón, prefiero esos dos meses contigo que sin ti.

—Ay, Naori, que me emociono —musitó Kakashi al oír eso.

Sakura se estremeció. Aquellas palabras, procediendo de Sasuke, eran toda una declaración de amor, y, tras mirar a su padre, que parecía que fuera a explotar, pidió:

—Un segundo, papá.

A continuación, tras intercambiar una mirada con Temari, que le sonrió, Sakura cogió a Sasuke de la mano, lo llevó aparte para que nadie los oyera y, mirándolo, preguntó:

—¿Por qué? ¿Por qué aun sabiendo que...?

No pudo continuar. Sasuke, necesitado de ella, la acercó a él para besarla. Aquella boca, aquel cuerpo, aquel olor lo tenían totalmente embaucado, y una vez que el beso acabó, dejándose llevar por lo que sentía, musitó:

—Quédate conmigo esos dos meses y sé mi mujer.

Con el corazón latiéndole a mil, Sakura sonrió.

Su padre, al ver que se estaba emocionando tanto como Asuma, Kakashi o Dan, exclamó de,pronto para descargar la tensión en el ambiente:

—¡Por las barbas de Neptuno, Mebuki, ¿acaso no te estás dando cuenta de que lo que tú y ese joven pretendéis hacer es una locura?!

Y, sin apartar la mirada de Sasuke, ella afirmó con una sonrisa:

—Probablemente.

Kizashi cabeceó. Sin duda su hija iba a sufrir por amor. Y, dispuesto como siempre a decir la última palabra, declaró:

—De acuerdo, Mebuki. Cumpliré mi promesa. Pero después regresarás a mi lado sí o sí.

Oír eso hizo que todos lo miraran con resquemor. Pero ¿acaso aquel hombre no deseaba la felicidad de su hija?

—Como siempre, eres un jodido egoísta —gruñó Hashirama incapaz de callar—. Tú, luego tú y después tú... ¿Acaso no piensas en Sakura y en lo que ella necesita?

El pirata lo miró y, sin moverse, siseó:

—Cierra esa boca si no quieres que...

—¡Papá!

El ambiente estaba muy tenso. Y Sasuke, consciente de que debía aprovechar al máximo el tiempo con aquella, asiéndola de la mano se acercó hasta el capitán y dijo:

—Solo los que estamos aquí conocemos la verdadera identidad de Sakura. Nadie más puede saberlo para preservar su seguridad. Y eso implica que vos y vuestros barcos habéis de alejaros de la costa. Nadie debe relacionaros con ella o correrá peligro.

El capitán, conmovido y enfadado a partes iguales por cómo aquel hombre exigía cosas en nombre de su hija, iba a hablar cuando el vikingo añadió:

—Cuidaré de Sakura en Keith hasta que vos volváis para cuidar de ella.

Kizashi Haruno observó en silencio el gesto de su pequeña. Su niña sonreía. Estaba feliz. Aquello que iba a hacer era una locura. Sin duda lo que sufriría posteriormente sería tremendo, pero, consciente de que debía cumplir con lo que le había prometido, declaró:

—Me iré, Mebuki. Pero el día estipulado te quiero en la playa de Cullen porque allí estaré para recogerte.

Ella asintió y, soltándose de Sasuke, abrazó a su padre y aseguró:

—Allí estaré, papá. Te lo prometo.

Pocos minutos después, con lágrimas en los ojos y de la mano de Sasuke, Sakura se despedía de aquellos a los que quería, incluido Gilroy, que había decidido regresar al barco. Matsuura, en cambio, prefirió quedarse con ella.

Sasuke, todavía boquiabierto por lo que había descubierto, al ver la emoción en los ojos de Sakura, preguntó:

—¿Dos meses?

Ella lo miró. De nuevo, lo estaba engañando. Pero, sin querer empañar la felicidad que sentía en ese momento por las cosas tan bonitas que aquel le había dicho, respondió:

—Sí.

Sasuke asintió en el mismo momento en que veía que Matsuura se aproximaba a ellos.

A continuación, y en silencio, el japonés y Sakura se impregnaron las manos con unos polvos ocres para sorpresa de todos y, posteriormente, separándose del grupo, se sentaron en la arena, colocaron las palmas mirando hacia fuera frente a su rostro y Matsuura comenzó a murmurar.

Temari, Hashirama, Suigetsu, Sasuke y Naruto, sorprendidos por aquel ritual que no entendían, los observaron sin pronunciar una palabra. Estaba claro que aquello que hacían el japonés y ella era importante, y cuando acabaron y se levantaron, Matsuura les aclaró:

—Es nuestra manera de decir adiós.

Todos asintieron. Sasuke, por su parte, no dijo nada. Sin duda tenía que aprender muchas cosas de ella y, sobre todo, hacer que el tiempo del que disponían fuera tan especial como para que ella rompiera su promesa con su padre.