Capítulo 40
La felicidad de Sakura por la decisión que había tomado se reflejaba en su cara. La joven sonreía, bromeaba, mientras los engañaba a todos en lo referente a su partida. Estaba dispuesta a disfrutar de aquello cuanto pudiera. Nadie, a excepción de los que habían estado en la playa, conocía su verdadera identidad, y Sasuke y ella decidieron proseguir con la farsa de su boda. ¿Por qué desmentirlo?
La joven sabía que tenía que hablar con Shii y Asami como le había pedido Sasuke, Siggy aún era demasiado pequeña para entenderlo, pero decidió esperar a llegar a Keith para sentarse con ellos y contárselo. No iba a ser fácil explicarles a los niños que al cabo de un tiempo se marcharía para no regresar nunca más, pero haría todo lo posible para hacérselo entender. Contaba con el apoyo de Sasuke, y se lo agradeció.
Pero el primer berrinche a Sakura le llegó el día en que tuvo que despedirse de Hashirama y Mito. Sus caminos se separaban. Ellos se dirigían a Aberdeen, mientras que ella se iba a Keith.
Haber contado y seguir contando con su cariño era primordial para la joven, y, mirándolos, declaró emocionada:
—Siempre os llevaré en mi corazón.
Mito, conmovida, no podía hablar, y Hashirama preguntó:
—¿Acaso no nos vamos a volver a ver?
Sakura negó con la cabeza. El tiempo que le quedaba en tierra quería pasarlo con Sasuke y los niños, y, segura de sí, indicó:
—Una vez que abandone Escocia, no creo que vuelva a regresar. Ya sabes que los Haruno no somos muy queridos por estos lares.
—Pero ahora eres una Namikaze. Tu marido es...
—Mito —la cortó ella—. Ni soy lo que dices ni estoy casada con Sasuke. Si estoy aquí es para disfrutar de él todo lo que pueda y para ayudarlo a que los niños se instalen en su hogar. Y, antes de que prosigas, permíteme decirte que ese hombre nunca me va a querer como yo deseo, y no hace falta que te diga por qué, porque ya lo sabes.
—Te querrá —replicó ella segura de sí misma—. Es imposible no quererte, cielo.
Sakura sonrió mientras se encogía de hombros.
—El corazón de Sasuke está ocupado por otra mujer. No soy tan especial ni tan perfecta como he oído que lo fue ella. Yo soy la ruda y despiadada hija de quien ya sabes, y contra eso poco se puede hacer.
Hashirama asintió al oírla. Durante días había pensado cómo solucionar aquel tema, cómo hacer para revertir todo lo malo que se había contado de los Haruno, pero, consciente de que, por mucho que hiciera, siempre habría cosas que reprocharles y por las que podrían ser apresados y juzgados, musitó:
—Lamento mucho no poder ayudarte más ni a ti, ni a tu padre y a tus tíos. Pero la realidad es la que es. Lo siento, muchacha.
Sakura asintió conmovida.
—Ya nos has ayudado mucho, especialmente a mí —dijo, y al ver cómo él la miraba, cuchicheó —: Y que sepas que ahora sois mis tíos. Vosotros así lo decidisteis y ahora soy yo la que pide que siempre sea así.
Mito la abrazó emocionada. Separarse de aquella muchacha, a la que tanto cariño le había cogido, así como a los pequeños, le estaba resultando más difícil de lo que nunca habría imaginado.
—Estoy orgullosa de tener una sobrina tan valiente y maravillosa —murmuró sollozando.
Entre risas, ambas se besaron, y finalmente Mito se alejó para despedirse de los chiquillos. Hashirama, que había observado la situación en silencio, susurró tan conmovido como su mujer:
—La conozco y sé que os va a echar mucho de menos, tanto a ti como a los pequeños.
—Le diré a Sasuke que os los lleve a Aberdeen siempre que pueda. Estoy convencida de que a ellos les encantará veros y estar con sus tíos.
—¡Los malcriaremos! —se mofó él.
—Nada me gustaría más que eso. —La joven sonrió.
Ambos se abrazaron con cariño y luego Hashirama, separándola de él, preguntó:
—¿En serio vas a regresar al mar con tu padre?
—Sí. —Sakura suspiró.
—Pero, muchacha..., tú lo amas.
Ella volvió a asentir. Por mucho que lo intentara, no podía mirarlo de otra manera, y, bajando la voz, añadió:
—Pero él a mí no, y yo no comparto corazón.
Hashirama cabeceó desolado. Insistir en algo en lo que él no podía intervenir le daba rabia, pero, entendiendo lo difícil que sería para ella vivir con alguien que no la quería, musitó:
—Cualquier cosa que necesites, ahora o en el futuro, aquí estaré.
—Gracias —susurró emocionada.
Se hablaron en silencio, y luego él, mirando a Sasuke, que tenía sobre los hombros a Asami, indicó:
—Esos niños tendrán un excelente hogar gracias a ti.
Complacida, la joven siguió la dirección de su mirada. Sasuke reía por algo que Asami decía, y, enamorada de aquel hombre, afirmó:
—Su felicidad es también la mía, y sé que Sasuke será un buen padre para ellos.
Hashirama asintió, pero, incapaz de marcharse sin decir lo que pensaba, añadió:
—Mereces ser feliz y eso tu padre debería entenderlo. Imagino que, si a mí me cuesta separarme de ti, más debe de costarle a él. Pero precisamente como tu padre que es, debería animarte para que lucharas por tu felicidad y no exigirte que regreses con él.
—¿Otra vez?
—Pero los niños...
—Los niños —volvió a cortarlo ella— estarán bien con Sasuke.
Ambos sonrieron, y luego Hashirama indicó:
—Eres tan cabezota como tu padre.
—Los Haruno somos así. —Sakura suspiró—. Y yo le prometí que volvería y siempre cumplo mis promesas.
Él resopló y a continuación la abrazó de nuevo.
—Eres una mujer maravillosa, Sakura Haruno. Tu madre estaría muy orgullosa de ti.
Ella asintió gustosa, y luego Hashirama se dio la vuelta y se alejó tan emocionado como ella.
Sin moverse de donde estaba, Sakura vio cómo aquellos maravillosos tíos que habían aparecido en la madurez de su vida se marchaban, y sonrió al ver que Evander le decía adiós con la mano. Sin dudarlo, ella imitó su gesto, pero entonces sintió que unas manos rodeaban su cintura por detrás.
Sin necesidad de mirar, supo quién era; ese tipo de intimidad con él cada vez le gustaba más.
—¿Estás bien? —oyó que le susurraba al oído.
Tragándose el nudo de emociones que sentía, porque ella no lloraba, Sakura musitó:
—Sí.
Y Sasuke, feliz porque ella siguiera allí, indicó:
—Vamos. Debemos continuar hacia Keith.
Sin dudarlo, la joven asintió y, tras coger de la mano a Asami, que se acababa de enganchar a su pierna, flanqueada por ella y por Sasuke, se encaminó hacia su caballo. Debían seguir.
