Episodio 81: Dissonant courage
- ¡No puedes estar hablando en serio!
- Luis… créeme, nunca he hablado tan en serio
Los dos cazadores permanecían frente a frente, el uno contra el otro con las espadas desenvainadas, situada Claire a la espalda de Erik sin saber exactamente qué hacer o cómo reaccionar, cogida de sorpresa por el hecho de verlo enfrentarse al que presumiblemente era su mejor amigo… por ella. Por su parte, Simon estaba atónito, pero observando para saber si la cosa llegaría a más antes de verse obligado a meterse en medio o no, aunque él mismo sabía que, en su estado, poca cosa podía llegar a hacer.
- Repite eso – lo instó el español, incapaz de creer lo que estaba pasando - ¡Vuelve a decir que no piensas dejar que la capture!
- No voy a repetirlo – replicó Erik con total serenidad – lo has oído perfectamente y sé que no necesitas que te aclaren las cosas: No permitiré que nadie la toque mientras yo esté delante.
- Pero ¿¡estás loco!? ¡Tu misión es justo lo contrario! ¿¡Qué razones tienes para eso, si puede saberse!?
- Razones de peso, te lo aseguro, pero me temo que no puedo hablarte de ellas. Mientras estés tan alterado, no.
No era una observación hecha a la ligera, la rebeldía de Erik había puesto realmente nervioso a Luis, que sin darse cuenta había tensado al máximo sus músculos, adquiriendo un aspecto más amenazador.
- O sea, que no tienes ninguna… - con un súbito chispazo, la Yasutsuna del Fernández se cargó de electricidad - ¡Aparta!
Embistió con violencia a su compañero, lanzando un tajo con el que, esperaba, se moviera para esquivarlo; realmente su intención no era otra, pero la reacción del pelirrojo lo pilló por sorpresa, incendiando la hoja de su Salamander y recibiendo el golpe con ella sin moverse del sitio.
- Por… por supuesto que tengo razones – respondió Erik mientras trataba de empujarlo con su arma – pero sé que… en este estado… - finalmente reunió fuerzas, repeliéndolo de sólo golpe - ¡no me vas a escuchar!
Llamas y relámpagos inundaron por un instante el espacio entre los dos guerreros, cuyas auras se intensificaban cada vez más.
- ¡Prueba a ver! – lo desafió Luis - ¡Argumenta! ¡Dime por qué razón debo dejar escapar – señaló a Claire, cuya cabeza asomaba tras el hombro de Erik – a una asesina que ha acabado con la vida de más de diez hombres!
- ¡Pues porque no ha matado una mosca, joder! ¡ES INOCENTE!
Aquellas palabras provocaron diversas reacciones en los presentes, por un lado, las manos de Luis se aflojaron momentáneamente sobre la empuñadura de su katana, Simon arqueó notablemente una ceja y Claire daba un respingo mientras, atónita, miraba al Belmont con la boca abierta.
Nadie, nunca, jamás, había dicho aquello sobre ella con tanta convicción.
- E-Erik… Lo dices… ¿en serio…?
- Completamente
Luis, que todavía tardó un poco en reaccionar, afianzó su posición.
- ¿Pruebas?
- Algunas averiguaciones
- ¿Demostrables? ¿Plausibles?
- Puede
- ¿Puede?
Erik bufó, sabía perfectamente cual era la reacción que iba a provocar en su colega las siguientes palabras.
- Tengo algún testimonio, y he analizado el escaso material que Rose me proporcionó de las víctimas.
- O sea, no tienes nada.
El pelirrojo calló ante esto, tratando de buscar una respuesta que no alterase aún más a Luis, pero el silencio tuvo peor efecto que cualquier palabra.
- Pues no hagas esas afirmaciones… – alzó la Yasutsuna, cuya carga de energía era todavía mayor - … ¡…ASÍ COMO ASÍ!
Con fuerza, dio un tajo descendente en el aire descargando en el movimiento una onda de energía electrificada; sabiendo lo potencialmente peligrosas que eran estas técnicas en manos de su compañero, empujó a Claire fuera del que supuso que sería el radio de acción de la técnica y se dispuso a batearlo con su propia Salamander, adecuadamente investida en llamas, resultando en un choque de energías que lo hizo retroceder un par de pasos y casi caer de rodillas.
- ¡Erik!
La joven y Simon se lanzaron inmediatamente en su ayuda, pero éste alzó el brazo, deteniéndolos, y les lanzó una mirada cuyo mensaje estaba claro: "¡No os metáis!"
- Por lo menos… - articuló, mientras se estabilizaba – por lo menos tengo más que tú.
- ¿¡Cómo!?
- Dime, Luis – clavó sus afilados ojos en los del Fernández, con una mirada tan penetrante que parecía perforar su mismísima alma - ¿Qué pruebas tienes tú de que Claire sea una asesina? ¿Qué indagaciones has realizado? ¡Contéstame!
- Se… ¿¡Se supone que debemos tenerlas!? ¡Somos cazadores! ¡Nosotros sólo debemos recibir órdenes y acatarlas! ¡Ellos ya se encargan de las investigaciones por nosotros!
- ¡Exacto! ¡Esta no es nuestra primera caza humana! ¿Te has preguntado alguna vez cuantas de nuestras presas han sido inocentes? ¡Somos lacayos! ¡Acatamos ordenes, sin cuestionarnos si están bien o no, dependiendo de los patéticos investigadores de la hermandad o peor, de la propia iglesia!
Luis no contestaba, era más que consciente del desdén por las órdenes de Erik, pero nunca le había visto manifestarlo tan abiertamente.
- Te recuerdo que si por la iglesia fuera, Luis ¡tú y yo ya estaríamos muertos!
- ¡CÁLLATE! ¡No cambies de tema! ¡Este es el caso Claire Simons, la Iglesia no tiene nada que ver!
- ¡PREGÚNTALE A ROSE SOBRE LA IMPLICACIÓN DE LA IGLESIA EN ESTO, LUIS!
La voz de Erik estaba teñida de tal furia y contundencia que incluso el español sintió una punzada de miedo recorriendo su espinazo. Hacía tiempo que no veía a su compañero así.
- Que… ¿Que le pregunte a Rose, dices? – alcanzó a articular al fin, cuando recuperó la compostura - ¿A qué viene…?
- Rose Morris – lo interrumpió el Belmont, hablando entre dientes con una más que evidente ira contenida – me confirmó que esta misión proviene de la mismísima iglesia.
- No puedes estar hablando en serio…
- ¡Pues lo hago! ¡La hermandad no es más que una simple intermediaria!
Aturdido por la nueva información, el español relajó por completo sus músculos y agachó la cabeza tratando de, al parecer, asimilar el golpe. Parecía dudar.
- En los concilios se ha hablado más de una vez – continuó – de independencia, de desapego, pero ya lo ves… ¡La hermandad de la luz sigue siendo otro de los brazos ejecutores de la Iglesia!
- ¡BASTA! – Luis alzó la vista de nuevo, hablaba con renovada convicción, pero sus ojos parecían manifestar algo completamente diferente - ¡No importa si las órdenes vienen de ellos, es la hermandad quien te ha escogido para ejecutarlas! ¡Y si tú no las cumples, lo haré yo! ¡Los Fernández les debemos demasiado!
Erik torció el gesto, tarde o temprano esperaba esas palabras, que venían a ser la negativa absoluta a la desobediencia. Le irritaban, pero era consciente de que no eran ninguna mentira.
Tras la marcha de Juanjo del clan Belnades, la iglesia puso cada vez más trabas a la formación de una nueva familia. Los Fernández fueron considerados proscritos y estuvieron al borde de la excomulgación, viendo denegada toda posible ayuda más allá del sueldo básico de los cazavampiros. Fue Marcus Belmont, su abuelo y líder por aquel entonces, quien puso fin a aquella locura forzando un cambio en las normas de la hermandad y enfrentándose directamente a las altas esferas de la iglesia.
Irónicamente, Luis existía gracias a una traición cuasi idéntica a la que ahora pretendía sofocar.
- ¡Y vosotros también estáis en deuda! – continuó, señalándolo con la punta de la Yasutsuna - ¡Si os habéis criado con nosotros es porque la hermandad forzó la situación, ya que la iglesia pretendía que crecierais bajo su tutela!
Estaba claro, el Fernández parecía cegado por su lealtad hacia la hermandad de la luz, y cada vez era más evidente que empezaba a verlo como un renegado, pero no lo era en absoluto; en las palabras de Arikado, que sólo él conocía, estaba la clave.- ¡Si insistes en protegerla, no me dejarás otro remedio que tratarte como un traidor, Erik! – concluyó, haciendo emerger su aura de color azul eléctrico.
- Según ella misma me dijo… tu total independencia y despego por la hermandad, así como tu desdén por las normas y las órdenes, te permitirían tomar la decisión correcta.- Eres un jodido imbécil, Luis – respondió el pelirrojo – si me quisieras escuchar, sabrías que eres tú quien está traicionando a Rose, y por tanto a la hermandad.
- ¿¡Estás de coña!? ¡No soy yo quien se ha dejado engatusar por una asesina y está dispuesto a defenderla frente a su propio hermanastro!
Era inútil, Luis había rebasado el límite dentro del que todavía quedaba alguna posibilidad de convencerlo de su error.
- La… ¿decisión correcta? ¿Quieres decir que…?- Tú no conoces la verdadera misión que se me ha encomendado, así que no puedes entenderlo.
- ¿Tu verdadera misión?
- Sí…
Cerró los ojos por un momento, rememorando aquella lluviosa tarde que precedió a su cita con Claire, a aquellas maravillosas horas que por fin le aclararon las ideas.
Su verdadera misión, el verdadero deseo de la líder de la Hermandad, el verdadero deseo de Rose Morris.
Aquellas palabras transmitidas por Arikado.
- ¿¡Y cual se supone que es tu verdadera misión!? ¿¡EH!?
Alzó de nuevo los párpados, incendiando a la vez su aura escarlata, que crepitó brillante y poderosa, en total oposición a la de su amigo y, ahora, rival.
- Rose ha dejado en tus manos el destino de esa chiquilla.
- Podría explicártelo… - Salamander en mano se abalanzó sobre él, al tiempo que el español hacía lo propio - ¡…PERO NO LO ENTENDERÍAS!
Se encontraron justo en el centro del espacio entre ambos, donde sus armas chocaron con una fuerza inusitada, desprendiendo chispas y provocando el impacto una pequeña onda expansiva que logró empujar unos cuantos pasos al todavía débil Simon, no así a una atónita Claire, que no podía creer lo que estaba presenciando.
La misma onda expansiva los desequilibró lo suficiente como para separarlos justo antes de volver de nuevo a la carga, lanzando Luis un tajo vertical que el pelirrojo evitó desplazándose lateralmente y contraatacando con otro horizontal, pero antes de lograr completarlo recibió en la cara un potente golpe del español, propinado con el dorso de su mano desnuda; fue súbito, pero insuficiente para tumbarlo y evitar que contestara con una patada al costado con el que lo separó poco más de un metro, no logrando sin embargo que levantara los pies del suelo.
No era suficiente. La verdadera intención de Erik al embestir a Luis no era otra que alejar el combate todo lo posible de la posición de su hermano, debilitado por la pérdida de energía y el combate contra la Reina Alraune, y de la muchacha, claro objetivo del Fernández. Con el objetivo de distanciarse un poco más buscó un hueco en su defensa y lanzó un palmetazo que no logró llegar a su destino, puesto que silenciosamente el español había levantado una barrera electromagnética que lo detuvo en seco, dándole así la oportunidad de responder con un sonoro cabezazo y una patada en el plexo solar que mandó a Erik unos pasos atrás, luchando por no perder el equilibrio y caer al suelo. Todo esto no se le escapó a la muchacha que, preocupada, rememoró sus pasados encuentros con el Belmont.
- Erik… Erik no es tan débil – articuló.
Simon, que se había posicionado a su lado, la interrogó con la mirada.
- Esos golpes no son tan fuertes como para tumbarlo – se explicó – ya me he enfrentado a él, y sé que no debería moverse ni un centímetro. Algo no va bien…
Ajenos a estas palabras, los cazadores continuaban su enfrentamiento, el Belmont había logrado evitar dos tajos diagonales consecutivos y giró alrededor de Luis para propinarle un codazo entre los omoplatos, éste contraatacó girando a su vez y sujetándolo por el cuello para, con fuerza, tratar de tumbarlo en un solo movimiento, pero Erik hizo lo propio y además relajó rodillas e ingles para evitar que la rigidez de su postura lo hiciera dar con sus huesos en el suelo, doblándose para amoldarse al empujón y aprovechándolo para, desde su propio agarre, tratar de tumbar a Luis, que tomó exactamente la misma medida que él.
- So gilipollas – articuló éste - ¿Quién te enseñó esa forma de responder a esta presa? ¿eh?
- No lo recuerdo – replicó el pelirrojo – creo que fue – lo empujó y soltó para alejarlo de él - ¡un tipo con personalidad!
Apenas se equilibró tras el empujón – no demasiado fuerte – de Erik, el español lanzó una descarga con su Agnea, que el Belmont detuvo improvisando una barrera con la invocación in situ de una llama; al disiparse ésta, Luis observó sorprendido que el Erik había guardado su espada.
- ¿Por qué envainas? ¿Te rindes?
- No – contestó, adoptando una pose de combate estándar – es sólo que apenas las estamos usando, por lo que sólo disponemos de una mano útil… ¿No te parece un desperdicio?
El español sonrió, lanzó su katana al aire y cargó en sus manos una gran cantidad de energía eléctrica.
- ¡POR SUPUESTO!
Mientras la Yasutsuna caía y se envainaba en la espalda del Fernández, éste lanzaba contra el pelirrojo una poderosa esfera de energía eléctrica concentrada; aparentemente, esperaba que Erik no pudiera defenderse de ella, ya que no pudo ocultar su sorpresa al contemplar que éste la disipaba proyectando su aura con un bramido, disipándola, acto seguido y aprovechando que su rival había bajado la guardia, se abalanzó sobre él y conectó un fuerte puñetazo en el abdomen, seguido de otro con el brazo opuesto y finalmente una patada con la que lo mandó a volar apenas dos metros, sin embargo y para su sorpresa, Luis se levantó sin que aparentemente los impactos le hubieran afectado lo más mínimo.
- Desde luego… parece que la sensatez hoy no está definitivamente contigo – se burló, mientras se sacudía el polvo de los pantalones.
- ¿Qué?
- Ya de por sí es una locura que quieras enfrentarte a mí, nunca has conseguido derrotarme… pero hoy, en tu estado… - forzó una carcajada – habrías hecho bien en apartarte cuando te lo dije.
- ¡No me vengas ahora con faroles! – contestó el Belmont - ¡Te he dado con todas mis fuerzas!
- Sí, con todas las fuerzas… que te quedan. Me niego a creer que no te hayas dado cuenta de tu estado actual.
Erik apretó los dientes. Lo había calado.
- Tu fuerte nunca ha sido la magia, tu propio poder mágico es ridículo en cantidad, y a pesar de ello te empeñaste en aprender uno de los conjuros de fuego más poderosos que existen: La invocación del Flegetonte.
Todos guardaron silencio, incluida Claire, en cuyo rostro podía palparse la preocupación.
- Conoces los riesgos de utilizar un conjuro cuyo poder requerido supera el que posees ¿verdad?
- Sí… - admitió Erik – cuando no se puede aportar más magia, el conjuro toma el poder restante de otra fuente…
- Energía vital y energía espiritual… te expones a perder cualquiera de las dos al azar – completó el español – has podido utilizar tu fuego, así que…
- Así es, he convocado el Flegetonte entregando parte de mi energía vital.
Luis frunció el ceño, Simon sintió una gota de sudor frío recorriendo su frente y Claire, en su sorpresa, vio al fin resueltas sus dudas ¡Por eso las fuerzas de Erik parecían tan mermadas!
Incapaz de contenerse, dio algunos pasos hacia él mientras le hablaba.
- ¡IMBÉCIL! – gritó - ¡No se puede hacer algo así cuando sabes que te juegas la vida! ¡Los ríos del hades requieren demasiada magia! ¿¡Por qué has…!?
- ¡No te acerques más! – se limitó el aludido a contestar - ¡Esto sigue siendo un campo de batalla!
- ¡Ella lleva razón! – los interrumpió el español – Yo, que conozco exactamente tus niveles de energía vital, mágica y espiritual, sé que lo has hecho es una locura ¡Ni aún pensando que tras la última batalla descansarías deberías haber hecho algo así!
Erik guardaba silencio. Era cierto ¡Todo era cierto! Él, mejor que nadie, sabía que aquello lo había debilitado al extremo.
Sin embargo…
- Erik ¡No te lo digo para determinar el resultado de este combate! ¡Hablo como tu amigo! ¡Ríndete! ¡No puedo enfrentarme a ti en ese estado!
- ¡CÁLLATE! – respondió éste voz en grito - ¡NO ME VENGAS AHORA EN PLAN CONDESCENDIENTE CUANDO ESTÁS DISPUESTO A ENTREGAR A LA IGLESIA A ALGUIEN A QUIEN DEBES LA VIDA! ¡NO SEAS HIPÓCRITA!
- ¡Pero…!
- ¡Nos hemos acusado mutuamente de traición! ¡Hemos estado dispuestos a decapitarnos! ¡Ahora no intentes me retire del combate! ¡Hemos llegado demasiado lejos, Luis! ¡NO ESPERES QUE ME RINDA!
Luis volvió a su gesto severo, la decisión de Erik estaba clara y, desde luego, era irrevocable.
Tenía mucho valor, eso estaba claro y siempre lo había tenido presente, pero nunca pensó que tendría que enfrentarse directamente con él en serio. Por un momento sintió la duda invadir su corazón ¿Por qué debía hacerlo? ¿Por qué debía enfrentarse a su hermanastro sólo por el bien de la hermandad? ¿Y a esa muchacha, que no sólo les había salvado la vida, si no que además había estado dispuesta a dar la suya por ellos?
"¡No! ¡No!" – se dijo en sus adentros – "¡Olvida todo eso! ¡En el campo de batalla no hay amigos o hermanos! ¡Un traidor es siempre un traidor!"
Apretó los dientes con fuerza mientras pensaba todo aquello. En el pasado había enfrentado a amigos que por una razón u otra escogieron rebelarse ¿Por qué le dolía en el alma enfrentarse a Erik? ¿Por qué sentía que sus palabras habían horadado en la convicción de la que siempre había hecho gala?
"¡El deber es siempre el deber!"
- De acuerdo, Erik – aceptó finalmente – Será como tú quieras, lucharás hasta el final.
El Belmont, complacido, se dispuso a ponerse de nuevo en guardia, pero aún no había terminado de posicionarse cuando Luis desapareció de su lugar golpeando al pelirrojo con toda su potencia en el estómago al reaparecer, derribándolo.
Cuando Erik, con la mano en el abdomen, alzó la vista, observó que desde su posición no podía ver los ojos del Fernández, pero sí que reconocía aquella característica curvatura descendente de sus comisuras.
- Luis… ¿Por qué lo haces si no…?
- ¡Cállate y pelea! – lo interrumpió – Vas a darlo todo ¿no? ¡Pues yo haré lo mismo!
A lo lejos, la joven contemplaba la escena junto a Simon. Él no parecía particularmente preocupado, pero ella, por el contrario…
- ¡No! – exclamó en voz baja - ¡A esa velocidad no podrá hacerle frente!
Exaltado por la provocación y el desafío, Erik se incorporó como pudo y atacó con un puñetazo que, justo en el momento de impactar, se perdió en el espacio del que Luis se desvaneció para reaparecer a su derecha, golpeándolo esta vez con una palmada en el rostro y volviendo a desaparecer para golpearle con un rodillazo, de nuevo en el abdomen.
- ¡Tenemos que detenerlos! – decidió Claire mientras echaba a correr al lugar del combate.
- ¡Espera un momento! – La detuvo Simon sujetándola por la muñeca - ¿¡De verdad crees que podemos hacer algo!?
- ¡Puede que tú no! – contestó ella, clavándole una fuerte mirada cargada de reproche - ¡Pero yo apenas estoy cansada! ¡Me encuentro mejor que cualquiera de vosotros! ¡Yo…!
- ¡No me refiero a eso! – respondió el muchacho - ¿Es que no los has escuchado antes? ¡No hay forma de que podamos parar esto!
- Pero… ellos… Erik… - devolvió la vista a la zona del duelo, donde Luis se desplazaba a velocidad vertiginosa, y golpeaba a su amigo sin dejarle tiempo ni para respirar – Erik está…
No quiso terminar la frase, el mero pensamiento le sonaba absurdamente egoísta, lo que veía era algo que jamás pensó que llegaría a presenciar.
"Erik está…" – completó en su mente – "¡Está luchando por mí!"
Mientras tanto, el combate continuaba, el pelirrojo seguía encajando golpe tras golpe sin poder hacer nada para evitarlo, pero por más impactos que recibiera y le dejaran sin resuello, se negaba a caer, de hecho, apenas movía las piernas para equilibrarse, negándose en redondo a ceder ante la presión de su adversario. Su rostro no sólo no reflejaba dolor alguno, si no que incluso sonreía.
Aquello parecía otra forma más de rebelión.
Entonces sucedió algo, los intervalos de aparición y desaparición de Luis eran de poco más de una décima de segundo, pero de repente se desvaneció durante un segundo completo para, al reaparecer, propinarle un golpe que incluso levantó el polvo y pequeños escombros del suelo, pero el impacto no hizo que Erik se sacudiera lo más mínimo, y el español no volvió a desvanecerse.
- Creo que ya te has lucido bastante, Luis – articuló el pelirrojo de repente.
Y es que un mejor vistazo les permitió comprender la extraña sonrisa del Belmont, ya que para este último golpe había alzado la mano izquierda al nivel de su pecho y detenido el puño del español con sorprendente precisión y firmeza.
- ¿Cómo lo has…?
No pudo terminar la pregunta; con su mano libre, Erik le propinó dos puñetazos en el abdomen y otro en pleno rostro que lo mandó a volar una distancia considerable.
Luis se incorporó poco a poco, sorprendido ¿Qué había pasado? ¿Cómo había podido recuperar Erik tan rápidamente sus energías? Y más importante que eso ¿Cómo había logrado ser capaz de seguir sus movimientos?
- ¿Cómo te las has arreglado? – insistió, recuperando la verticalidad - ¿¡Cómo has podido detener mi ataque!?
La sonrisa del Belmont creció.
- Es cierto, Luis… el Flegetonte me ha dejado agotado, más incluso de lo que ya calculé mientras trazaba el plan, pero no soy el único que ha visto sus capacidades mermadas por extralimitarse.
- ¿¡A qué te refieres!?
En respuesta, Erik alzó dos dedos, mientras apoyaba con suficiencia la otra mano en la cintura.
- Doble weapon crash.
- ¿¡Eh!?
La sola mención de aquella habilidad sobresaltó a Simon y Claire, que miraron atónitos a los contendientes.
- ¿Doble weapon crash? – se preguntó el menor de los Belmont en voz alta - ¿¡Luis!? ¡Tiene que ser una broma!
La muchacha no dijo nada, pero en sus adentros se alegró de que Erik la hubiera protegido de él.
- ¿Tan pronto te has olvidado? – continuó – Hydro Strom – replegó el dedo corazón – y Purification – hizo lo propio con el índice - Doble técnica, doble gasto espiritual, algo de lo que tú, al igual que yo con la magia, no andas muy sobrado.
- ¿¡Y qué!? – contestó el español, nervioso - ¡Yo uso la energía mágica para todo! ¡No se nota si pierdo energía espiritual o no! ¡Y por supuesto no explica por qué has logrado detener mi ataque!
- Es que no sólo lo he detenido, tío, lo he visto – dejó caer el brazo, que hasta aquel momento había mantenido alzado con la mano empuñada – no soy ni de lejos tan rápido como tú, pero combatimos juntos cada noche ¡Estoy más que acostumbrado a tu velocidad! Y si además pierdes parte de ella… - mientras hablaba, cambiaba lentamente de posición adelantando la pierna derecha e inclinándose levemente hacia delante – Como yo, tú también eres un elemental, y cuando necesitas moverte a gran velocidad empleas electricidad para acelerar tus movimientos… poca, pero suficiente como para notarlo cuando careces de ella.
- Cierto – admitió el Fernández – no sabía que conocías mi truco ¡Pero no cambia nada! ¡Sigues estando demasiado débil para enfrentarte a mí!
Erik, que había terminado de posicionarse flexionando la pierna adelantada, inclinando el torso sobre ella y tensando ambos brazos adelantados con todas sus fuerzas, sonrió de nuevo.
- Bueno… por suerte, eso puede arreglarse.
Acto seguido su cuerpo pareció emitir una pequeña onda expansiva que levantó el polvo a su alrededor, e inmediatamente después se abalanzó contra su adversario con una velocidad inimaginable en él, propinándole un derechazo en el estómago que, aparte de desequilibrarlo, lo dejó sin aliento e indefenso, preparado para ser rechazado mediante un potente empujón.
Habiéndose reducido el ritmo de la acción, Simon y Claire pudieron observar lo que Luis constataría unos segundos más tarde, alzándose con una marcada mueca de dolor en el rostro: La musculatura de Erik había crecido.
No, no se trataba simplemente de que hubiera tensado los músculos, es que éstos parecían haberse desarrollado más, al menos lo suficiente como para notarse a simple vista.
"Algo nuevo… y algo viejo ¿eh, Erik?" Pensó el español, dándose cuenta de la explicación del cambio de su adversario.
- Así que… era verdad que no viniste de casa de las Lecarde sólo con una técnica aprendida ¿no es así? Esas viejas te ayudaron a alcanzar lo que llevabas tanto tiempo buscando: La técnica del clan Morris que anula las limitaciones físicas… La forma ofensiva
El pelirrojo sonrió de nuevo
- Eres idiota – prosiguió Luis – si es la primera vez que lo utilizas en una batalla real, tu cuerpo cederá antes de que hayamos terminado el combate ¡No puedo creer que quieras llegar tan lejos por esto!
- Hazte a la idea de una vez – le respondió Erik sin variar su expresión un ápice – de que éstos son mis ideales, y pienso defenderlos como sea y ante quien sea… Comprendo muy bien los riesgos de usar la forma ofensiva por primera vez y en estas condiciones ¡Pero no me dejas opción!
A lo lejos, Simon los contemplaba confuso tanto a ellos como a la horrorizada muchacha que, al contrario que él, era evidente que sí comprendía de qué iba el asunto.
- Oye ¿Qué es lo que pasa? – le preguntó finalmente - ¿Qué es la forma ofensiva?
- S-supongo que tú no has llegado a oír hablar de la offensive form – replicó Claire sin apartar la vista de la zona del combate – pero me extraña que no sepas nada sobre la limitación del potencial físico.
- Precisamente – repuso el joven – por eso te pregunto. No recuerdo haber oído hablar de algo así.
Claire tragó saliva y, haciendo de tripas corazón, o tal vez porque deseaba aligerar su preocupación respecto al combate, se decidió a explicarle.
- En teoría – comenzó – los seres humanos están limitados por su cerebro a utilizar sólo un porcentaje de su capacidad muscular, nadie sabe a ciencia cierta por qué es así, pero es cierto, los cazadores somos una prueba de ello.
- Los… ¿cazadores? ¿Nosotros?
Claire asintió.
- La primera distinción entre los cazadores y los humanos es que poseemos mucha más fuerza que ellos, ya que podemos usar entre un 15 y un 20% de nuestra capacidad total, incluso hay cazadores con una fuerza bruta superior que alcanzan el 25%
Tragó saliva, Simon la escuchaba expectante.
- Como tu hermano.
Pasó unos segundos sin decir nada más, contemplando cómo a lo lejos Luis y Erik parecían tantear la nueva diferencia de capacidades en ligeras escaramuzas.
- Eso debería ser suficiente – prosiguió – pero algunos cazadores como Jonathan Morris han logrado desarrollar técnicas que les permiten ir más allá de ese límite, pero… hace falta muchísima fuerza mental para romper el bloqueo impuesto por nuestro propio cerebro – apretó los dientes y, al instante, estalló en una exclamación - ¡Es contra natura y muy peligroso! No puedo imaginar por qué Erik podía estar detrás de un objetivo como ese…
- Tal vez… - articuló Simon tras unos treinta segundos sin abrir la boca – sea su forma de honrar a nuestros padres.
- ¿Honrar a vuestros… padres?
- Hace ocho años… – su expresión adquirió una seriedad extrema – la hermandad nos comunicó, a través de los Fernández, que se les había dado por muertos. Decidimos honrar su memoria cada uno a nuestra manera.
Ahora era ella quien lo escuchaba en silencio.
- Mi hermano luchó para convertirse en alguien respetable, un hombre entregado, inteligente, justo y eficaz, como nuestra madre; yo quise convertirme en alguien considerado digno de portar el legado de nuestra familia, y aprendí a manejar el látigo y dominar los poderes sagrados – miró atentamente a su hermano mayor – pero Erik también quería igualar la leyenda que fue nuestro padre… se supone que era un hombre fuerte, el más fuerte de su generación, más incluso que nuestra madrastra… Tal vez, sólo pretenda alcanzar ese nivel.
Los padres de Simon y Erik… lo había olvidado. De pequeña escuchaba a su propia madre hablar de ellos: la joven hechicera Selene, una poderosa joven miembro de una organización sin nombre, y el guerrero Schneider, hermano de Julius Belmont y un luchador sin igual.
Había oído decir que Schneider fue uno de los pocos capaces de superar definitivamente sus limitaciones naturales.
- El Holy Cross era mi forma de homenajear a nuestro padre… tal vez esta sea la forma de mi hermano.
Tras estas palabras volvió a callarse. Parecía demasiado serio, meditabundo, incluso algo melancólico.
- La forma ofensiva… es una de esas técnicas ¿verdad?
- Sí – le confirmó ella – Consiste en utilizar una pose de combate que enfatiza las capacidades ofensivas del que la utiliza. Creo que es… una forma de concentración para debilitar un poco más el bloqueo mental y superar ligeramente ese límite, pero… es una locura, nuestros cuerpos están más que acostumbrados a no emplear más de un 25% de su capacidad… Algo así puede acarrear consecuencias muy serias.
Ajenos a esta conversación, los dos cazadores continuaban su combate, una lucha perfectamente equilibrada entre la velocidad y la técnica de Luis y la fuerza y la precisión de Erik. Los ataques se sucedían uno tras otro, y no se detuvieron hasta que acertaron a golpearse a la vez en la cara con la fuerza suficiente como para alejarse unos pasos el uno del otro.
- Espero que tengas algo más que esto, Erik ¡Porque así no vas a conseguir superarme! – espetó el Fernández.
- ¡Cierra el buzón y pelea! – contestó el pelirrojo mientras se abalanzaba de nuevo sobre él.
No era una forma de combatir nada común en él, ni aún conociendo los movimientos de su adversario el Belmont solía lanzarse a tumba abierta. Erik estaba desesperado por obtener la victoria, o bien…
Los antebrazos de ambos contendientes chocaron en un esfuerzo del español por detener un codazo directo a su rostro, de ahí logró adivinar un puñetazo que Erik lanzó con su mano libre y que él detuvo ladeándose y sujetándolo por la muñeca y un rodillazo que bloqueó con su propia pierna.
- Te lo preguntaré una vez más ¿Cuánto tiempo crees que resistirás antes de que tu cuerpo ceda a la presión? – insistió en voz baja – ¡Estás arriesgando demasiado! ¡No merece la pena!
- ¿Y tú que sabes si merece la pena? ¡No puedes juzgar algo a lo que te opones sistemáticamente!
Tras estas palabras el pelirrojo giró sobre sí mismo con tal fuerza que logró liberarse de la presa y contraatacar, en el mismo movimiento, con una patada de movimiento diagonal descendente que impactó en el hombro de su compañero, tras lo que se retiró dando un par de saltitos hacia atrás; Luis trató de aprovechar esto para recuperar la iniciativa, pero se cruzó con una palmada cargada de energía que Erik lanzó contra su pecho, recibiéndola de lleno y no cayendo al suelo por muy poco.
Aquello, debía reconocer, le pilló por sorpresa. La cantidad de energía descargada no era precisamente grande, pero sí mayor de lo habitual en el Belmont ¿Acaso la forma ofensiva le permitía también hacer un mejor uso de su aura?
No tenía tiempo de cuestionárselo, esta vez su adversario venía con un golpe similar, uniendo ambas manos por los talones de las mismas, giró a su alrededor para evitarlo y respondió con un codazo en la espalda y, tras girar un poco más, un rodillazo en el abdomen, que Erik aprovechó para agarrar su pierna y mandarlo a volar un par de metros.
Bastó aquella pequeña escaramuza para confirmar lo que Luis ya sospechaba: Su compañero estaba lejos de encontrarse desesperado por cerrar la batalla, sólo había buscado el momento idóneo para tratar de conectar algunos golpes. Aquello le hizo sonreír por unos instantes, de ser un entrenamiento, esa táctica le habría valido para recibir algún premio, pero no, era un combate real, y el único premio en un combate real era la victoria.
Victoria que obtendría a toda costa.
En esta ocasión fue el español el que embistió, esperando el más mínimo indicio de contraataque por parte de su rival para dar una voltereta que dejó a medias saltando sobre sus brazos para pasar por encima del pelirrojo, al que golpeó en la coronilla con una patada mientras caía; éste, sorprendido, se dejó caer un paso hacia delante e inmediatamente después se volteó para responder con un puñetazo en vuelta investido con brillantes llamas rojas, que Luis evitó inclinándose hacia atrás y empujándolo, creando unos centímetros de espacio que le permitieron golpearlo en el costado con una patada lateral, la cual cargó con electricidad para aturdir momentáneamente a Erik, prosiguiendo con un salto con patada en vuelta, con la que le dio de lleno en el rostro y, al caer, un puñetazo en el estómago.
- Se acabó – sentenció mientras se disponía a finiquitar su ataque con un directo a la cara de su rival.
- ¡De eso nada! – respondió el pelirrojo con fiereza mientras lanzaba otro directo, encontrándose ambos puños en mitad de la trayectoria.
El choque de ambos ataques hizo saltar chispas y pequeñas llamaradas, los dos contendientes empujaron cada uno hacia el otro durante unos segundos hasta que retrocedieron de un salto y, tras un instante, se volvieron a enzarzar, lanzando Luis otro puñetazo que Erik evitó agachándose y respondiendo con un gancho que alcanzó su objetivo, mandándolo a volar de nuevo, aunque, tal y como el pelirrojo esperaba, su rival cayó de pie.
Llegados a este punto ya era palpable que, para ambos, la batalla se alargaba excesiva e innecesariamente, y así lo manifestaron incendiando sus auras, algo que Simon y Claire también comprendieron a la perfección.
- N-no me digas que… - articuló el joven Belmont, conociendo la respuesta de antemano.
- ¿Piensan atacarse con sus técnicas? – se preguntó la muchacha.
Por parte de los dos contendientes, estaba claro que aquel encuentro se decidiría, dentro de su agotamiento, con el que fuera capaz de concentrar y moldear más rápidamente su energía.
- Lo siento – se dirigió el Fernández a su colega mientras todo su cuerpo chisporroteaba – pero puestos a elegir entre detenerte yo o dejárselo a la iglesia, prefiero hacerlo personalmente, aquí y ahora.
- Eso será – el aura del pelirrojo pasó a arder como una brillante llama roja para acto seguido entrar en su cuerpo, como si fuera absorbida por cada uno de sus poros – si me vences primero.
Fueron las últimas palabras que cruzaron, acto seguido Luis Fernández extendió su mano derecha y Erik Belmont creó una cabeza de dragón con sus manos. Aparentemente, el combate se decidiría en aquel mismo instante.
- MAXIMUM DISCHARGE!
- DRAGON BREATH!
La descarga eléctrica y la llamarada escarlata se encontraron justo en el centro del espacio entre los dos cazadores; las técnicas chocaron, se mezclaron y por segundo crearon una enorme masa inestable de energía para después estallar con una fuerza inusitada, enviando a cada uno a un extremo de la habitación, contra dos esculturas – las únicas que quedaban enteras en todo el museo – que se hicieron añicos, enterrándolos bajo los escombros.
A esto le siguieron el silencio absoluto y una insoportable tensión, a la espera de ver cual de los dos guerreros se recuperaría primero – o, simplemente, ver cual se recuperaría – Simon y Claire no se atrevían siquiera a respirar, y no fue hasta pasado casi un minuto cuando al fin una de las dos montañas de escombros se removió, alzándose de entre ellos un jadeante Luis cubierto de polvo, con sus ropajes destrozados y con algunas quemaduras producidas por la deflagración. Aparentemente, Erik había perdido y, con este pensamiento, la joven inglesa desvió con pesar la mirada al lugar en el que éste había quedado sepultado.
El menor de los Belmont por su parte esperaba que su cuñado se moviera, que se lanzara a por Claire, o bien se dirigiera hacia el derrotado, pero en lugar de eso permanecía inmóvil, respirando con pesadez mientras sus heridas sangraban y el dolor de las quemaduras lo azotaba. Miraba atentamente al frente, a los restos de la estatua que el cuerpo de su compañero y rival había demolido.
"No sé a qué cojones espera – pensó el muchacho, sin poder ocultar cierto desprecio hacia el español - ya ha ganado"
Pero no, al parecer Luis era el único que podía prever los movimientos que comenzaron a producirse en el otro extremo de la estancia, donde los escombros cayeron a los lados mientras Erik se abría paso entre ellos. Su estado no era mejor que el de su colega: Sus ropajes habían quedado reducidos a jirones - aunque la malla negra había resistido sorprendentemente bien - sangraba por heridas de diversa consideración, y sus brazos habían recibido algunas quemaduras que se unían a las que ya recibió en su entrenamiento con las Lecarde, así mismo, respiraba tan pesadamente como su adversario.
No hubo palabras, sólo una mirada: los ojos cargados de espíritu combativo de Luis cruzándose con los desafiantes ojos turquesa de Erik.
- ¡No pensarán seguir! – exclamó Claire en voz baja, mientras observaba el deplorable estado de ambos contrincantes.
Sí, si que lo pensaban, aunque tardaron en reaccionar y, cuando lo hicieron, su primera reacción fue quedarse a pecho descubierto, despojándose el Fernández de su enjironado chaleco antibalas y metiendo Erik sus brazos en la malla para sacarlos por el cuello de ésta y rebajarla hasta la cintura.
La chica no comprendió este comportamiento, pero Simon sí, y de inmediato sintió un miedo atroz. La razón de esto era muy sencilla: Ahora iban en serio.
No había terminado de asimilar esta idea cuando el Belmont desenvainó su Salamander y Luis hizo lo propio con la Yasutsuna, recogida de los restos del chaleco, pasando acto seguido a abalanzarse el uno contra el otro, armas en mano. Esto hizo reaccionar rápidamente a Simon, que se lanzó a detenerlos en el punto justo de encuentro entre ambos, sujetando con sus escasas fuerzas restantes las empuñaduras de ambas espadas; ante esto, los guerreros lo fulminaron con la mirada.
- ¡Parad ya! – les ordenó - ¡PARAD YA! ¿¡Es que no estáis viendo que lo que hacéis es una gilipollez!? ¿¡Es que no veis que vais a cruzar vuestras espadas por algo que podría discutirse tranquilamente!? ¡Ya estáis bastante hechos polvo! ¿¡HABEIS OLVIDADO POR QUÉ NOS METIMOS EN ESTE VIAJE!? ¡DEBERÍAMOS PERMANECER UNIDOS! ¡SOMOS HERMANOS, COÑO!
Bajo la mirada de Claire, que los observaba atentamente sin saber cómo reaccionar, temblando, los tres muchachos guardaron silencio. Simon trataba de sujetarlos con todas sus fuerzas mientras que, sobre su cabeza, Erik y Luis cruzaban miradas de nuevo, finalmente parecieron llegar a un acuerdo y, para sorpresa tanto del menor como de la muchacha, lo empujaron a la vez hacia fuera y colocaron las puntas de sus armas contra su garganta.
- Ya no hay quien detenga esto, Simon, retírate – le ordenó el español.
- Él tiene razón – corroboró Erik – aquí ya hemos llegado demasiado lejos, no queda nada que discutir, es hora de que hablen nuestras espadas.
- ¡Pero…!
Antes de que llegara siquiera a argumentar algo, ambos guerreros le lanzaron una mirada fulminante, pero en la que a su vez pudo ver una gran carga de tristeza.
Sin más, obedeció y se retiró al lado de Claire, que parecía compartir su mismo deseo de finalizar con todo aquello.
- Van a… enfrentarse ¿verdad? – preguntó ella con la voz quebrada.
Simon asintió, y entonces en la mente de Claire apareció aquella foto que Erik le enseñó en el restaurante, en la que aparecían todos felices y unidos, como una familia. No podía creer que ahora el Belmont se estuviera enfrentando a aquel a quien trataba como un hermano.
Era… simplemente era demasiado horrible.
El chasquido metálico de las espadas la sacó de sus pensamientos, los dos cazadores habían comenzado a luchar encarnizadamente, atacándose en una violenta escaramuza que se detuvo sólo cuando sus armas coincidieron en el mismo movimiento e iniciaron una lucha de empuje mientras las hojas chispeaban con el roce. Sus miradas, clavadas la una contra la otra, brillaban con el fulgor producido por el roce de los aceros.
El encontronazo sólo se solucionó cuando Luis logró hacer retroceder a Erik de un empujón y lanzó un tajo diagonal descendente que el pelirrojo detuvo, atrapándolo en pose defensiva y apartando violentamente la katana para abrir su defensa y golpearle con una patada en el abdomen, a lo que el español respondió estocando y, al esquivarlo el Belmont, golpearlo con el canto de la hoja en un ataque horizontal en el mismo sentido de su movimiento; trató de repetir el golpe, pero Erik saltó justo por encima de la Yasutsuna y cayó justo frente a él para propinarle un cabezazo y azuzarle un espadazo en diagonal con el que le abrió un ligero corte en el hombro. Luis contestó a esto con un puñetazo en la cara, saltando después para dar una vuelta en el aire y caer con un tajo vertical que hirió al pelirrojo en la pierna derecha.
Sabiendo que el Belmont no se iba a quedar quieto, se alzó justo en el momento en que Erik trataba de patearlo en la cara, evitándolo, pero recibiendo a cambio una patada en vuelta con la que le golpeó en pleno plexo solar, obligándolo a detenerse un momento para recuperar la respiración, si bien en esto observó que su adversario respetó religiosamente la pausa e incluso esperó un contraataque.
"¿Concesiones en una batalla de este calibre?" – pensó, mientras preparaba otra estocada – "¿Te has vuelto loco, Erik?"
Lanzó el golpe sólo para ver cómo el Belmont saltaba, se apoyaba en la Yasutsuna durante menos de un instante y se impulsaba desde ella para caer sobre él con un puñetazo que evitó de milagro, contemplando cómo agrietaba el firme en un diámetro de unos cuatro metros a su alrededor. El español, que permaneció dentro del terreno dañado, descargó silenciosamente una carga de electricidad que se abrió camino a través de las grietas y alcanzó de lleno a Erik quien, pese a la electrocución, proyectó contra él una bola de fuego que no movió a Luis del sitio, pero sí le obligó a cubrirse, provocándole diversas quemaduras. Al retirar los brazos encontró a su adversario pegado a él, azuzándole un Rising Dragon que no pudo evitar, viéndose impulsado por los aires, pero aquello estaba lejos de poder acercarle a la derrota.
Apenas estuvo a la altura límite del lanzamiento, concentró energía eléctrica en torno a él hasta crear una esfera incandescente y se abalanzó contra el Belmont, dejando un rastro luminoso tras de sí.
- RIDE THE LIGHTING!
Erik, sorprendido por el movimiento que, sin embargo, presenció en la batalla que ambos libraron contra Barthory en la biblioteca de París, no pudo hacer otra cosa que tratar de contener inútilmente con sus manos el orbe electrificado, quedando indefenso frente a Luis, que lo tumbó con una carga de hombro para, después, agarrarlo en el aire y tratar de herirlo con su katana, momento que Erik aprovechó esto para contraatacar con un Dragon Punch que llevó hasta su límite, supliendo la falta de alcance con algo tan poco usual en aquel movimiento como proyectar la energía concentrada fuera de su puño.
No logró hacer caer al español, pero sí que encontró hueco para atacarle con una estocada que éste detuvo con su arma, contraatacando con un tajo vertical ascendente que, tras ser esquivado, remató con un golpe de canto descendente que impactó en pleno centro de la cabeza de Erik, éste, luchando contra el aturdimiento, lo agarró del brazo y, en una llave clásica usando su cadera como impulsor, tumbó al español contra el suelo, tratando sin éxito de rematar la faena con un pisotón que este evitó rodando a un lado, pudiendo así contemplar en el ya maltrecho suelo la suerte que habrían corrido sus costillas de haber permanecido ahí.
Era demasiado peligroso, la fuerza del pelirrojo parecía incluso crecer según su aura se excitaba por el fragor del combate. Con el pensamiento de ser más cuidadoso esperó un nuevo ataque, que llegó en forma de una lengua de fuego, en la cual Luis supo ver no otra cosa que un elemento de distracción para el Dragon Punch que evitó echándose a un lado en el momento preciso, aprovechando su posición respecto a la de su adversario para propinarle un potente rodillazo con el que logró hacerlo tambalearse y retroceder unos centímetros.
En respuesta, Erik envolvió su Salamander en fuego y energía y lanzó un tajo vertical que Luis tuvo la suerte de esquivar, ya que el movimiento liberó una onda flamígera que calcinó todo lo que halló a su paso. El Fernández decidió contraatacar entonces con tres orbes eléctricos mientras retrocedía de un salto, esperaba que Erik pudiera zafarse de ellas, pero en lugar de eso se quedó corto en su huída y las recibió de lleno; por un momento a Luis le pareció ver una leve mueca de dolor en el rostro de Erik ¿Estaban pasándole factura sus músculos?
Luis, por cierto, no fue el único que se dio cuenta de esto, Claire y en menor medida el joven Simon advirtieron también la repentina muestra de cansancio que acababa de dar el pelirrojo.
- ¡Tenemos que detener esto YA! – resolvió decidida la muchacha, desenvainando su No Name y enfilando hacia el lugar del combate.
- ¡Espera un segundo! – la detuvo el joven Belmont mientras la sujetaba por la muñeca - ¿¡Qué quieres!? ¿¡Que te hagan pedazos!?
- ¡Suéltame! ¡Otro error y tu hermano estará muerto! – respondió mientras forcejeaba - ¿¡no te importa o qué!?
- ¡Claro que me importa! pero – sujetó el otro brazo de la Simons tras recibir un codazo de esta - ¡Mierda, Claire! ¡Si a mí por poco me dejan sin cabeza tú vas a pillar hasta en el carné de identidad! ¡Es su combate y ya son mayorcitos! ¡Y mira que me jode, pero es así!
Impotente – porque a fin de cuentas no podía negar que Simon tenía razón – Claire no tuvo más remedio que continuar contemplando el combate, en el que ahora Luis adquiría ligera ventaja gracias a la fatiga de Erik, al que le costaba contener los envites del español.
Sin embargo, el pelirrojo no daba muestras de cejar en su empeño; recuperado a duras penas de una andanada de golpes y cruzando de nuevo su espada con la katana de Luis, lo empujó hacia atrás para, en el momento en que éste embestía de nuevo, clavar la hoja en el suelo y hacer erupcionar una columna de fuego con la que por poco lo engulle, pero el Fernández se detuvo justo a tiempo y, una vez disipada la llamarada, propinó a su adversario un tajo vertical ascendente con el que le abrió una importante herida en el lado derecho del torso para, acto seguido, cargar su mano de electricidad y atacar con una palmetada, a lo que Erik trató de responder con un puñetazo flamígero que no llegó a tiempo, recibiendo de lleno el ataque y cayendo con fuerza al suelo sin poder reaccionar, mientras un creciente dolor se apoderaba de todo su cuerpo.
- ¿¡Lo ves!? ¡Te lo dije! – le espetó el español, en las que fueron sus primeras palabras desde que desenvainaron sus espadas - ¡Tu cuerpo está empezando a resentirse! ¡No llegarás al final!
Erik, tras normalizar su respiración, giró pesadamente en el suelo hasta quedar boca abajo y trató de alzarse con esfuerzo.
- No… - alcanzó a ponerse a cuatro patas y se arrodilló, cada movimiento provocaba en los músculos accionados un dolor insufrible – No vendas la piel del oso antes de cazarlo, Luis.
- Pero ¿¡Qué dices!? ¡Eres tú quien ha hecho eso al usar la forma ofensiva pensando que podrías vencerme gracias a ella! ¡Mira tu estado ahora, es lamentable!
- Lamentable o no… - se dio la vuelta, su espada había quedado en el suelo, pero aun así adoptó una peculiar pose de combate, inclinándose hacia delante sobre la rodilla derecha flexionada, adelantando el brazo derecho y dejando el izquierdo a la altura del abdomen, con ambas manos relajadas, pero firmes - ¡Aún no estoy acabado!
Con estas palabras hizo llamear de nuevo su aura, como si de un fuego alimentado con combustible se tratara. Luis pudo ver su cuerpo temblar de debilidad a pesar de la seguridad de su posición.
- Definitivamente estás loco ¡Llegar a estos extremos por una asesina!
- ¿Dónde queda la presunción de inocencia? ¿¡EH!?
- Ya hemos tenido esta discusión antes, y no pienso repetirla – determinó el español – prepárate, porque no voy a alargar esto más.
- Bien… - Erik sonrió – yo también tengo ganas de acabar con esto.
Con un potente grito de guerra, el pelirrojo se abalanzó a la carrera sobre su adversario, que lo recibió bajando su espada en un rápido tajo vertical, la sorpresa llegó cuando el filo de la Yasutsuna se encontró con el antebrazo de Erik y se detuvo en seco con un extraño sonido pétreo antes de que éste la desviara a un lado, atrasando el brazo para sacudirle un poderoso puñetazo en la cara, en ese momento pudo ver que su katana sí que le había abierto una herida, pero demasiado leve.
Con el golpe, inusitadamente fuerte, salió volando y cayó derribado al suelo sin poder estabilizarse, encontrándose al levantarse con que el Belmont estaba de nuevo frente a él, atacándolo apenas se puso en pie sin darle margen de maniobra; curiosamente a y pesar de la aparente debilidad que evidenciaba su temblor, su fuerza era cada vez mayor y sus golpes más difíciles de detener.
Tras incorporarse la segunda vez, más rápido en esta ocasión, pudo contemplar cómo el aura emergente del cuerpo de su compañero crecía en cantidad e intensidad, y lo rodeaba haciéndolo parecer una escarlatada bola de fuego. Entonces, y aunque no podía creerlo, se dio cuenta de qué era exactamente lo que el Belmont tramaba, y sabía que sólo había una forma de detenerlo si realmente pretendía llevarlo a cabo.
Vio venir la siguiente acometida, y para evitar posibles errores e imprevistos saltó ágilmente por encima del pelirrojo y, en mitad de su vuelo, cruzó ambos brazos por encima de su cabeza, a nivel de las muñecas.
Erik iba a poner toda la carne en el asador, y él debía hacer lo mismo.
Por encima de sus cabezas, fuera de la pinacoteca, comenzaron a resonar truenos, y la luz de los relámpagos se colaba por los agujeros abiertos por la vegetación en la estructura, mientras, Erik se detenía al terminar su último ataque y enfilaba hacia su adversario, inclinándose hacia delante todo lo que podía y apoyando una mano en el suelo, mientras su energía se expandía y comenzaba adquirir forma.
Por su parte, Luis tocó tierra y se estiró todo lo que pudo, alzando ambos brazos cruzados al aire, mientras alrededor de su propio cuerpo parecía desencadenarse una tormenta eléctrica.
Las cartas estaban sobre la mesa. Ya no había marcha atrás.
Repentinamente un rayo se abrió paso, ante todos los atónitos presentes del exterior, a través del edificio, destrozando parcialmente el piso superior y yendo a parar a las manos de Luis, que mientras lo recibía observaba a su contrincante y contemplaba cómo sus suposiciones eran certeras.
El aura de Erik había dejado de expandirse, y ahora se moldeaba alrededor de su cuerpo, tomando primero la forma de algún animal cuadrúpedo, de cuerpo robusto y patas cortas pero estilizadas, después comenzaron a nacer cuello y cola, y dos extraños bultos emergieron de la espalda mutando en unas reptíleas alas que se desplegaron con una tremenda envergadura, la punta de la cola adquirió forma de flecha y del cuello nació una cabeza mezcla de cocodrilo y lagarto, con cuernos naciendo de detrás de los ojos y otro más pequeño en la punta del morro.
Era un dragón, un dragón que rugió silenciosamente una vez completamente formado, protegiendo al Belmont con fiereza.
Por su parte, Luis recogía la energía de los ratos que caían sin parar sobre sus manos, su cuerpo brillaba en un incandescente blanco nuclear, y en sus muñecas se concentraba una esfera eléctrica que, una vez hubo considerado oportuno, absorbió en su mano derecha para después bajar los brazos y crispar dicha mano, sujetándola con la otra para concentrar su poder aún.
Simon y Claire contemplaban la escena horrorizados, la energía concentrada por cada cazador era tan abundante, poderosa e intensa que daba la impresión de que ésta misma los reventaría, y de no ser así estaba más que claro que se destruirían mutuamente en el choque. Él no podía creer lo que estaba pasando, y ella tenía la sensación de estar viviendo una pesadilla.
Lo que iba a ocurrir allí, la catástrofe que se iba a desencadenar, la tragedia que iba a producirse… era por ella, todo era por ella.
- Es… mi culpa – murmuró, con lágrimas en los ojos.
- ¿Cómo?
- Se van a matar… por mi culpa.
- ¡No digas tonterías! – le contestó el Belmont tratando de tranquilizarla – No es culpa tuya que sean gilipollas ¡No tienen necesidad de llegar a este extremo!
- No… si no hubiera acudido a ayudarlos, ellos no… Van a matarse… ¡por mí!
La culpa, la impotencia o tal vez la rabia le hizo adelantarse un paso ignorando una advertencia de Simon que no escuchó, y después otro paso, y otro, y otro… Mientras, Erik y Luis había terminado de preparar sus técnicas y ahora se posicionaban para el ataque.
Dos violentos bramidos desgarraron el aire, con furia.
- ¡CASTIGO DIVINO!
- ¡FLYING DRAGON!
Y otro más.
- ¡BAAAAASTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
El resto fue visto por todos a cámara lenta: Simon, con un "¡NO!" ahogado por el ensordecedor estruendo de las técnicas de su hermano y su cuñado, trató inútilmente a detener a una Claire que, llorando, aterrorizada ante el espectáculo de dos hermanos destruyéndose mutuamente, se abalanzaba al espacio entre ambos tratando de detenerlos. Erik la vio casi al instante y disipó su técnica y su aura, apartando a la muchacha con sus últimas fuerzas antes de recibir de lleno en pleno corazón el Castigo Divino de Luis, que a causa del estruendo de la electricidad y el brillo de su propia técnica había seguido avanzando, ciego y sordo, hacia su compañero.
Claire, confusa por el empujón, se dio la vuelta en el momento justo para ver cómo los dedos del español, haciendo la vez de pequeñas dagas, se hundían en el pectoral izquierdo de Erik y comenzaban a descargar en él toda la electricidad acumulada, haciéndolo gritar de dolor mientras convulsionaba, Simon y Claire trataron de intervenir, pero se vieron rechazados por la energía generada en el propio ataque, que no se detuvo hasta que Luis pudo al fin ver y oír, y se dio cuenta de lo sucedido, momento en el que retiró su mano, y la energía restante mandó al Belmont a volar unos metros más allá, cayendo inerte en el suelo, sin más movimientos que las convulsiones provocadas por la descarga eléctrica.
El resto fue todo confusión y gritos. Luis quedó catatónico, mirando al vacío en dirección al cuerpo de su amigo con expresión atónita mientras su hermano menor y la joven acudían a comprobar su estado y, segundos después, Simon regresaba a gritarle cosas que no podía entender, empujarle e incluso a golpearle con las pocas fuerzas que le quedaban.
Aquello no debía pasar, no entraba en absoluto en sus planes. Identificó el dragón volador de Erik apenas vio la esfera escarlata que lo rodeaba y preparó un castigo divino para contrarrestarlo, las técnicas debían chocar y anularse mutuamente, había acumulado la cantidad de energía exacta, así que… ¿por qué?
Alzó su mano y miró los dedos manchados de sangre, no tenía ni idea de lo que había ocurrido, sólo había atacado con la esperanza de socavar por completo las fuerzas de su compañero en el choque ¿Se había excedido? ¿Había calculado mal la energía acumulada? ¿Qué había fallado? ¿¡QUÉ!?
Desesperado, se zafó del menor de los Belmont y echó a andar hacia donde se hallaban Erik y Claire, las manos de la joven emitían un tímido resplandor blanquecino mientras recorría el cuerpo con ellas, pero no se dio cuenta de lo que era aquello realmente. Sólo tenía una esperanza, un deseo.
- Que no esté muerto, por favor – se decía a sí mismo con voz quebrada – que no esté muerto… no puedo haberlo matado, a él no, a él no… por favor…
Cuando llegó, la muchacha le lanzó una fuerte mirada cargada de reproche, mientras allí donde pasaba su mano las heridas parecían cobrar mejor aspecto. Tras unos segundos, inexpresivo, se arrodilló frente a ella, al otro costado del cuerpo, y la miró fijamente, como esperando algo.
- No sabes la suerte que habéis tenido, los dos – le espetó Claire con frialdad – ha sobrevivido.
- ¿Está… vivo?
- Sí, pero sólo he podido prestarle los cuidados básicos, no llego a más. Se salvará si lo lleváis cuanto antes a una sanadora competente.
- Entonces ¿¡Se ha salvado!? – preguntó Simon mientras se aproximaba, obteniendo como respuesta la afirmación de Claire.
- No creo que despierte aún, ha quedado frito por dentro, pero gracias al cielo es duro… - se levantó y dio la espalda al trío, daba la impresión de querer marcharse, pero repentinamente se dio la vuelta y encaró al español – Fernández, ya que tanto deseabas capturarme, ahora tienes la oportunidad ¡Vamos!
Para sorpresa de todos, desenganchó de un solo movimiento su doble cinturón, dejándolo caer, y extendió ambos brazos, igualmente y ante la total desaprobación de Simon, Luis se levantó, pasó por encima del cuerpo de Erik y se encaró con ella.
- No opondré ninguna resistencia – insistió – así que adelante: Puedes dejarme inconsciente y entregarme a la hermandad.
- ¿Por qué?
- Porque si así puedo evitar que Erik y tú os enfrentéis a muerte si nos volvemos a encontrar, sea.
- Llevas mucho tiempo huyendo ¿y por esto piensas entregarte?
Claire endureció su gesto y tensó sus músculos, estaba realmente furiosa, parecía querer golpear al español con todas sus fuerzas.
- ¿¡Eres consciente de la suerte que tienes!? ¿¡Eh!? ¡Tienes a tu lado en tu viaje a alguien mejor que un hermano! ¡Alguien con quien siempre podrías contar…! ¡Y por mí has estado a punto de matarle! Si así puedo evitar que esto se repita ¡Me da igual!
Quedaron mirándose a los ojos, Simon se levantó dispuesto a ayudar a Claire en caso de que Luis atacase, pero en lugar de eso lo que hizo, para sorpresa de ambos, fue acuclillarse, recoger el doble cinturón y ponérselo a la joven en la mano.
- No voy a detenerte – respondió escuetamente – no al menos hoy.
- ¿¡Cómo!?
- Le has salvado la vida, así que sería injusto capturarte aquí y ahora… deberías escapar mientras puedas.
En respuesta, Claire le propinó un potente puñetazo.
- ¿¡ERES IMBÉCIL!? ¡TE ESTOY OFRECIENDO LA OPORTUNIDAD DE ACABAR CON LOS PROBLEMAS DE DECENAS DE PERSONAS! ¿¡Y ME SALES CON ESAS!? SOY UNA ASESINA ¿RECUERDAS? ¡NO SE TIENEN DEUDAS CON UNA ASESINA!
Esperaba un golpe en respuesta, o que el Fernández cambiara de opinión, pero en lugar de eso señaló su hombro izquierdo, donde ahora reposaba una quemadura con la forma de una mano.
- ¿Qué…?
- Esa quemadura… al verla he comprendido qué ha pasado. Te interpusiste ¿verdad?
La joven inglesa guardó silencio, lo que para Luis fue un rotundo Sí.
- No la tendrías si Erik no hubiera anulado su técnica para apartarte; el cuerpo humano queda a una temperatura extrema tras ejecutarla, pero es mejor eso que acabar destrozado al entrar en contacto con el dragón… Erik ha preferido recibir de lleno mi castigo divino antes de permitir que te ocurriera algo. Si es que esto te sirve mejor como razonamiento: no pienso detener a alguien por quien él ha arriesgado tanto.
- Entonces…
- Siento que hayas tenido que vivir esto – se disculpó sin dejarla terminar – yo no quería hacerle eso – se volteó para mirar a Erik – iba en serio, pero no era una lucha a muerte, sólo quería agotarlo o derrotarlo…
Conforme, o al menos aparentemente, la chica sonrió y se colocó el cinturón de nuevo, lanzó una fugaz mirada al cuerpo y se dio la vuelta dispuesta, esta vez sí, a marcharse, pero antes se detuvo una vez más.
- Aseguraos de llevarlo ante un buen sanador ¿vale? Y por favor… si volvemos a vernos, no permitas que vuelva a repetirse esto.
Dicho esto, alzó la cabeza para mirar al boquete abierto por los rayos del castigo divino, que parecía pensar en utilizar para irse, pero inevitablemente se dio la vuelta cuando una muy débil risa los sobresaltó a los tres.
- ¡Erik!
En efecto era él, reía y tosía de un modo tan doloroso que ellos mismos parecían sentirlo, pero sonreía y tenía los ojos abiertos, mirándolos a todos.
- Va… vaya combatito ¿eh, tío? – tosió – me has… me has dado bien…
- ¡Erik! – exclamó ella, corriendo de nuevo hacia el pelirrojo - ¡Estás despierto! ¿¡Cómo es posible!?
- Bu-bueno… soy duro de… pelar...
- ¡Vale ya, tío! ¿¡Cómo puedes hablar tan tranquilo!? ¡Casi te mato! ¡Casi nos matamos!
- Sí, pero – sufrió un violento ataque de tos que tuvo que sofocar para continuar - ¿Y lo bien… que lo hemos pasado?
- Anda, cierra el pico - intervino Simon – que voy a levantarte.
Entre los tres, lo movieron con cuidado hasta que quedó convenientemente apoyado entre su hermano menor y Luis, tras lo que Claire se dirigió a él.
- Ahora deberías curarte en condiciones o no aguantarás mucho, no he podido hacer gran cosa por ti.
- Jejeje… ¡Gra… gracias!
La joven se dio la vuelta y sonrió, y tras un escueto "A ti" se despidió y se marchó a través de los destrozos provocados por el rayo.
- Bueno… parece que Loretta va a tener faena esta noche – comentó Simon mientras se dirigían hacia la puerta.
- Eso parece – corroboró el español.
Continuaron avanzando lentamente, deteniéndose sólo para recoger las armas, en silencio, hasta que Erik abrió la boca para decir una última cosa antes de caer inconsciente.
- Ahora que sabes… hasta donde puedo… llegar… ¿Me… escucharás?
Luis se hizo el sueco y, con su mano libre, empuñó su Yasutsuna y cortó con facilidad las ya desecadas raíces que bloqueaban la puerta que daba al exterior, donde fueron acogidos con aclamaciones y vítores por los supervivientes, aunque el Fernández no podía evitar sentir una gran amargura por el peso de la culpa.
Entre tanto, otra reunión tenía lugar en el terrado de uno de los edificios cercanos, donde una Claire agotada acudía a ver a dos extrañas figuras que allí le esperaban.
- Ya he destruido el cuadro, misión cumplida – informó a las dos sombras.
- Sabíamos que serías capaz, querida – respondió con regocijo una dulce pero envejecida voz – de entre todos nosotros eres la única que puede dominar el poder de las pinturas de Brauner sin destruirlas desde dentro.
- No lo creo – objetó la muchacha – ustedes dos desprenden un poder enorme y saben mucho sobre Brauner, estoy segura de que podrían haberse encargado perfectamente.
- Ya te dijimos esta mañana de antemano que no – contestó la otra voz, también femenina y envejecida, pero mucho más severa – no podemos, tu poder es el único que puede doblegar el de otros vampiros.
- ¡Saben demasiado sobre mí! – protestó irritada - ¡Mi madre se encargó de esconder toda esa información! ¿¡Son de la iglesia!?
- No, querida, pero quien sabe dónde buscar, encuentra – respondió la primera voz – Dana no hizo un mal trabajo, pero es insuficiente contra nosotras.
- Por eso sabíamos a quien debíamos acudir – continuó la segunda – has salvado París de una catástrofe inminente ¿lo sabías?
Claire permaneció unos segundos en silencio antes de contestar a aquello.
- ¿Y qué? – preguntó al aire con pesar – Es inútil si luego no puedo proteger una simple vida.
- Sí, sabemos lo que ha pasado ahí dentro – comentó la segunda voz.
- Estás tan agotada que traes tu mente abierta de par en par ¿sabes?
- Entonces ya saben que deben curar a Erik con urgencia ¿verdad? Su vida pende de un hilo.
- Sí, ahora iremos a casa de nuestro nieto – resolvió la primera voz.
- Y luego nos va a tocar hablar muy seriamente con Luis…
- Sálvenle la vida, por favor – pidió escuetamente antes de darse la vuelta y encarar su ruta de escape.
- Eh, espera – la detuvo la segunda voz – olvidas tu pago.
La muchacha cogió al vuelo un sobre bastante abultado, al abrirlo encontró en él varios billetes de 500, 100, 50 y 10 €
- ¿Dinero en efectivo? – preguntó con los ojos como platos.
- ¿Cuánto tiempo crees que podrás usar la tarjeta que Erik te dio antes de que te localicen? – espetó la primera voz – su intención fue buena, pero a la larga puedes correr más peligro así; usando efectivo estarás más segura.
- También hablaremos con Rose para que relaje la vigilancia en esta ciudad, así, al menos por parte de la hermandad, podrás estar más tranquila.
Agradecida, sonrió y asintió con la cabeza, se guardó el sobre en un bolsillo y se marchó sin mediar palabra, tras lo que las dos sombras miraron en dirección a casa de François.
- Bueno, hermana… parece que vamos a estar ocupadas esta noche ¿eh? – comentó la primera voz.
- Muy cierto, Loretta. Será mejor que nos demos prisa.
