Capítulo 41: Acero samurái

Al día siguiente después de que la carta del Mago se publicara y comentara en todos los medios de comunicación locales (y muchos internacionales), el Ministro de Magia salió a hablar de forma pública.

De pie sobre un estrado colocado en el mismo lugar donde había tenido lugar la manifestación días atrás, Kinsgley Shacklebolt le habló al mundo mágico, y reafirmó la postura del gobierno frente al Estatuto de Secreto Mágico. No iban a ceder a las presiones externas, ni a exponer el mundo que con tanto cuidado habían protegido y resguardado durante siglos.

Las aguas se dividieron inmediatamente entre aquellos a favor del Ministerio y aquellos a favor de la Rebelión. Y durante los días posteriores, toda Inglaterra pareció contener el aliento, expectante. La figura del Mago de Oz se mantenía rodeada de misticismo y anonimato. Un nombre sin rostro. Una amenaza oculta. Nadie conocía su identidad, o si siquiera era una persona de carne y hueso, o simplemente un alias inventado por el partido de Rebelión para llevar adelante jugadas que rozaban la ilegalidad. Para algunos, él era un justiciero. La promesa de un mundo mejor. La luz al final de un túnel oscuro y lúgubre. Para otros, un criminal. Un hombre sediento de poder, con complejo megalomaníaco. Un incitador de guerra y muerte. Pero por primera vez en mucho tiempo, alguien desafiaba abiertamente al Ministerio de Magia. Y lo que era aún más preocupante, contaba con el respaldo de una sorprendente cantidad de personas.

Zafira Avery continuaba realizando sus encuentros políticos en el callejón Knockturn, y su público seguía creciendo conforme pasaba el tiempo. Muchos magos y brujas habían empezado a usar una cinta roja sujeta a sus abrigos y túnicas como forma de expresar su apoyo a la Rebelión y a la propuesta de abolir el Estatuto de Secreto Mágico.

La vigilancia por parte de las fuerzas de seguridad se intensificó. Se duplicaron la cantidad de Aurores que patrullaban los lugares más importantes y se reforzó el Velo protector contra los muggles. Cualquier persona que no fuese empleado esencial del Ministerio o contara con un permiso oficial tenía prohibido el ingreso al edificio. Se cerraron las fronteras internacionales y se limitaron los viajes internos en el país. El país se preparaba para un ataque.

Y sin embargo, los días fueron pasando uno tras otro sin ninguna señal de inminente peligro, desconcertado tanto al gobierno como al pueblo.

Dentro de Hogwarts, los ánimos parecían haberse calmado, y los continuos enfrentamientos entre los estudiantes habían disminuido en frecuencia y en violencia. Mientras que afuera la Rebelión ganaba peso y seguidores, dentro del colegio los Hijos estaban más tranquilos que nunca. Era una inesperada paz que, lejos de tranquilizar a Albus, lo asustaba todavía más. Como la calma que antecede a una terrible tormenta.

Cada día que pasaba sin que el Mago hiciera su esperada jugada provocaba en Albus una creciente ansiedad. Sentía la tensión creciendo dentro de él, amenazando con romperse en cualquier instante.

Portus Cardigan y su grupo estaba inusualmente sereno. Después del encontronazo que habían tenido en la sala común de Slytherin, Portus había mantenido un bajo perfil, evitando cruzarse con Albus. Él y Zabini se habían convertido en alumnos ejemplares, atentos a las clases y cumplidores con sus deberes, toda su atención aparentemente enfocada en rendir satisfactoriamente sus TIMO.

Albus había intentado averiguar más sobre Lancelot Wence, sin éxito. Presionó a Dimitri Kurdan para que investigara nuevamente al novio de Hedda, pero al igual que la primera vez, su espía volvió sin novedades. Por lo visto, no había ninguna evidencia concreta de que Lancelot Wence estuviese a favor de la Rebelión, o eso afirmaba Dimitri. Y si bien muchos alumnos empezaban a lucir cintas rojas atadas en la muñeca izquierda, o anudadas en sus mochilas, ese no era el caso del Lancelot.

Rodeado por la incertidumbre y el desconcierto, marzo se deslizó con una velocidad sorprendente, los exámenes finales cada vez más cerca, y el peligro de la Rebelión cada día menos evidente. Inevitablemente, empezaron a relajarse, y la atención de prácticamente todos los estudiantes se direccionó, de forma casi exclusiva, de regreso hacia sus estudios.

Con los TIMO respirándoles en la nuca, Albus y sus amigos pasaban más tiempo que nunca en la biblioteca, o estudiando en la Sala de Menesteres. Era reconfortante, en cierta manera, volver a estar los seis juntos, como en los viejos tiempos, aunque fuese para estudiar. De todos, Albus era posiblemente quien mejor estaba llevando la presión de los exámenes. Se sentía confiado en sus capacidades mágicas. Había dedicado mucho trabajo y horas de lectura durante el último año para perfeccionar su magia. No tenía dudas de que su rendimiento en Defensa contra las Artes Oscuras sería Extraordinario, y confiaba poder alcanzar un nivel igual, sino similar, en Encantamientos, Pociones y Runas Antiguas. Estaba seguro de que al menos aprobaría el resto de las materias, incluso aquellas que menos disfrutaba, como Herbología. Tessa se había burlado de él un día, diciéndole que estaba pecando de arrogante, pero Albus no creía que fuera arrogancia. Era determinación. Estaba decidido a sobresalir, y eso funcionaba como motor para impulsarlo a dar lo mejor de él. Y la humildad nunca había sido una de sus virtudes.

Rose, en cambio, era un nudo de nervios. Con cada día que se aproximaba más y más la fecha de los finales, la prima de Albus lucía más y más frenética y agitada. Su rostro blanco y pecoso estaba decorado ahora de forma constante por profundas marcas negras debajo de los ojos, producto del cansancio y la exagerada exigencia a la que se auto-sometía. Era la primera en levantarse todas las mañanas, y la última en irse a dormir. A veces, se quedaba hasta altas horas de la madrugada estudiando sola en la sala común de Gryffindor. En un par de ocasiones, incluso se había olvidado de ir a comer a la noche, demasiado sumergida en los libros.

Scorpius intentaba tranquilizarla en la medida que le era posible, pero lo cierto era que Rose no era la única preocupada por los TIMO. Scorpius también se encontraba bajo mucha presión, aunque una muy diferente a la de su novia. Para él, éste era un punto de inflexión en su vida, en su futuro… Y en el de su familia. Era el momento de lucirse, de demostrar su valía. Entrar a la carrera de Leyes no era un trabajo simple, menos aún cuando llevabas un apellido como el suyo. Si realmente quería hacerlo, debía asegurarse de conseguir las mejores notas posibles, o de lo contrario, los Evaluadores buscarían la menor excusa para rechazarlo. No había margen de error.

Incluso Lysander empezaba a mostrar signos de preocupación, algo inusual en él. Decidido a darle una oportunidad a la carrera de Inefable, Lysander había tenido que esforzarse mucho por mejorar su rendimiento en varias materias, y aún así, no estaba seguro de poner alcanzar el nivel necesario antes de los exámenes.

Ely, quien no estaba segura todavía qué camino tomar, se sentía desbordada ante la exorbitante cantidad de ofertas laborales que ofrecía el mundo mágico y que ella desconocía completamente. Albus, que se encontraba en una situación similar de indecisión sobre el futuro, no había podido evitar lanzarse a su ayuda, recomendándole que se enfocara en aquellas materias que era más probable que le fueran útiles en el futuro, y resignando otras. Era prácticamente imposible acertar en todo (aunque Rose afirmaba que su madre lo había logrado en su época como estudiante), y era mejor asegurarse conseguir buenas notas en aquellas materias elementales.

Incluso Hedda había sucumbido a la pesadilla de los TIMO. Desde que Albus la había conocido, su amiga Le Blanc siempre había afirmado que deseaba ser Sanadora. Era una carrera compleja y exigente, y solo los mejores lograban entrar. Albus estaba convencido de que su amiga no tendría problemas en conseguir un Extraordinario en Pociones, el cual era un requisito fundamental para entrar a la Escuela de Sanadores. Pero no se podía decir lo mismo del resto de las materias, principalmente de Transformaciones.

Albus encontraba un poco irónico que, teniendo en cuenta que ella peleaba contra una transformación animal de forma constante, le resultase tan difícil manejar ese tipo de magia en particular. Scorpius, el más habilidoso del grupo en esa materia, intentaba ayudarla todo lo que podía, pero Hedda estaba bloqueada. Conforme avanzaban los días y el plazo para rendir se acortaba, la pálida chica empezaba a cundir lentamente en pánico. Sin Transformaciones, podía bien olvidarse de su sueño de convertirse en Sanadora.

Scorpius no era el único que intentaba ayudarla. Lancelot Wence había conseguido un Supera las Expectativas en su T.I.M.O. de Transformaciones, y se había ofrecido a entrenar con ella, incluso a costa de ceder tiempo de su propio estudio. Extrañamente, Lancelot no parecía demasiado preocupado por sus E.X.T.A.S.I.S. Ya fuese porque estaba confiado de que lograría aprobarlos sin dificultades, o bien porque no creía que fuese a necesitarlos en su futuro fuera de Hogwarts, Albus desconocía.

—Es inútil. No puedo hacerlo —bufó Hedda, lanzándose sobre el sillón y encerrando la cabeza entre sus manos, en un gesto derrotado. Lancelot le lanzó una mirada cargada de reproche.

—No lo lograrás si continúas comportándote como una cría —le criticó ásperamente. Hedda gruñó.

—¡Llevamos horas con el mismo ejercicio! —siguió quejándose Hedda. Lancelot puso los ojos en blanco.

—Vaya… Nunca pensé que fueras del tipo de personas que se dan por vencidas con facilidad —dijo Wence con sorna. Hedda levantó la cabeza y lo fulminó con sus ojos celestes.

—No lo soy —aseguró seriamente. Wence esbozó una media sonrisa.

—Demuéstralo —la presionó, entornando los ojos.

Hedda inspiró profundamente, y se enderezó en el asiento, apuntando una vez más hacia una figurilla de un dragón de juguete que había sobre la mesa, hecho de un material macizo y metálico. Hizo una sofisticada y complicada floritura con la mano y murmuró el hechizo correspondiente, y durante una fracción de segundo, nada sucedió.

Frustrada, Hedda comenzó a bajar su varita, lista para darse finalmente por vencida, cuando el dragón miniatura sacudió la cabeza, como si se estuviese despertando de una profunda siesta, extendió sus alas de bronce y abrió las fauces soltando un bostezo perezoso.

Una exclamación de puro júbilo brotó de los labios de Hedda, y su rostro se iluminó repleto de alegría mientras sus ojos buscaban a Lancelot. Éste le devolvió una sonrisa complaciente, el orgullo brillando en sus ojos verdes oscuros. Algo intenso y posesivo surcó el rostro joven de Wence mientras observaba a Hedda reír satisfecha consigo misma, y sin previo aviso, se inclinó hacia delante y la besó fuertemente en los labios.

Cuando volvieron a separarse, Hedda lucía aturdida, con las mejillas arrebatadas y la mirada nublada. Se miraron a los ojos durante unos largos segundos, deleitándose en la intimidad compartida, ajenos a todo lo que los rodeaba.

—No vayas a Hogsmeade el sábado —soltó repentinamente Lancelot, su expresión volviéndose más seria de lo que ameritaba el momento—. Quédate conmigo con Hogwarts.

—Ya sabes que no puedo. Es la última visita a Hogsmeade del año, y ya acordamos con mis amigos que iríamos juntos —volvió a repetirle Hedda, cierta irritación filtrándose en su voz.

No era la primera vez que Lancelot le insistía sobre saltearse la visita a Hogsmeade y quedarse en el castillo con él. Al igual que todas las veces anteriores, Hedda se había negado. Comenzaba a molestarle la insistencia de su novio en el tema. Habían estado compartiendo un buen momento, estudiando juntos. Y ese beso había sido simplemente perfecto. ¿Por qué tenía que arruinarlo de esa forma, haciéndola sentir que tenía que elegir entre sus amigos y él?

—Pensé que tal vez podíamos aprovechar que todos estarán en el pueblo y… ya sabes, pasar el rato juntos. Solos —Lancelot acentuó la última palabra con una expresión significativa.

—Y yo que creía que querías aprovechar el fin de semana para estudiar —se burló de él Le Blanc, con una sonrisa pícara. Lancelot rió por lo bajo, pero había algo apremiante en su mirada, casi suplicante.

—Quédate conmigo —volvió a pedirle, casi en un susurro. Hedda sintió que las palabras la penetraban profundamente, y una parte de ella quiso ceder. Quedarse allí con él. Solos. Juntos.

—Volveré más temprano, ¿qué te parece eso? —buscó un punto intermedio Hedda con una mueca conciliadora. Lancelot exhaló pesadamente, la decepción haciéndose evidente en su semblante durante un momento, para luego ser reemplazada por un gesto dulce.

—Lo que tú digas —aceptó Wence, pero la sonrisa de sus labios no alcanzó su mirada verde e indescifrable. Antes de que Hedda tuviese tiempo para quejarse, Lancelot volvió a inclinarse y a besarla.


Harry no esperó a que las puertas del ascensor se abrieran completamente para descender. Del otro lado, Ron lo aguardaba de pie junto a las puertas. Estaba pálido. Harry no se detuvo a hablar, sino que comenzó a correr por el pasillo hacia las oficinas de la Red de Vigilancia. Incluso a la distancia, podía escuchar la alarma que resonaba en el interior de la sala.

—¿Dónde? —preguntó apenas cruzó la puerta, la voz entrecortada por el esfuerzo físico y el temor.

—Callejón Diagon —anunció uno de los Vigilantes, señalando el mapa que ocupaba prácticamente toda la pared de la sala. La zona que correspondía a las inmediaciones de dicho callejón se encontraba encendida como un arbolito de navidad, brillantes luces rojas resplandeciendo ominosamente.

—¿Quién activó la señal? —preguntó Potter.

—El auror Mufson —respondió el Vigilante.

—¿Cuántos oficiales tenemos allí?

—En este momento… siete aurores y cinco ERIC —respondió el Vigilante, deslizando la varita sobre el mapa, donde varias luces azules se encendieron.

—¿Y las barreras? —preguntó Ron. El Vigilante hizo una mueca.

—Están intentando derribarlas, señor —dijo en un tono sombrío. Harry observó unos segundos el mapa, y giró velozmente a mirar a su compañero Ron. Cruzaron una rápida mirada de entendimiento.

—Llama a los refuerzos —anunció Harry, mientras daba media vuelta para salir de la sala. El Vigilante asintió, e inmediatamente empezó a sacudir su varita y activar señales. —¿Cuántos Aurores hay en este momento en el Ministerio, Ron? —preguntó a su compañero, mientras prácticamente trotaban hacia la zona de Aparición.

—Diez —respondió inmediatamente el pelirrojo. Harry se detuvo detrás de la zona de Aparición, con la varita lista en la mano.

—Deja lo mínimo e indispensable para resguardar el edificio. El resto, llévalos contigo —ordenó prestamente.

Ron asintió con expresión taciturna. Un silencio intenso y cargado se prolongó entre ellos. No era la primera vez que se enfrentaban al peligro, pero nunca se sabía cuándo podía ser la última. Harry asintió con la cabeza. Ron trazó una breve sonrisa. Con un chasquido, Harry Desapareció.


Cuando Quentin Clearwater se recibió con honores de Camelot, el mejor de su camada, había guardado la ilusión de que Harry Potter lo eligiera como Discípulo. Era un sueño compartido por prácticamente todos los novatos en Camelot. Era considerado un honor tener al elegido como Mentor, pero muy pocos podían jactarse de haberlo conseguido. A Quentin le habría gustado ser parte de ese selecto grupo.

Pero Harry Potter no había tomado ningún discípulo ese año. De hecho, Potter no tomaba discípulos desde que su último aprendiz había fallecido trágicamente en combate. Todos los Discípulos de Potter habían tenido destinos truncados: Scarlet Raven, su primera Discípula, había abandonado las fuerzas envuelta en un escándalo que involucraba una misión clandestina y múltiples cadáveres; Zaira Levington había renunciado luego de un operativo de rescate fallido que había resultado en la muerte de un menor, para volver años más tarde después de que su pareja fuese asesinada por un aquelarre de vampiros; sólo Kevin Smith había logrado mantenerse dentro del departamento y con vida, pero ahora parecía estar relegado a custodio del Ministro de Magia, que si bien era un cargo honorífico, la mayoría de las veces resultaba monótono y aburrido, y para nada envidiable.

Aún así, Clearwater se sintió levemente decepcionado cuando Potter no lo eligió como Discípulo. Ni siquiera su segundo al mando, Ronald Weasley, había tomado aprendices ese año. En cambio, Quentin había sido asignado con Drake Mufson como Mentor. Y no pasaba un día sin que Quentin agradeciera ese golpe inesperado de suerte.

No le tomó mucho tiempo darse cuenta que Mufson era uno de los Aurores con más experiencia en el departamento. Y conforme avanzaron los días, el respeto y la admiración que Quentin sentía por su Mentor fueron creciendo cada vez más.

Aquel primer sábado de Abril, Quentin se encontró lamentándose de que ya le quedaban pocos meses junto a Drake. Pronto, su año de tutoría llegaría a su fin, y sería el turno de la nueva camada de Camelot para ser asignados a sus respectivos Mentores.

Algunas veces, los Discípulos se quedaban trabajando con sus Mentores, no como aprendices sino como verdaderos compañeros. Pero Drake Mufson ya tenía compañera. Nada menos que a la sagaz y ocurrente Megara Fishback. Llevaban años trabajando juntos, y eran uno de los equipos más antiguos y efectivos dentro del cuartel. Quentin sólo podía aspirar a que, fuese quien fuese su nuevo compañero, resultasen tan buen equipo como esos dos.

Tal vez fuese porque estaba distraído pensando en quién podía ser su futuro compañero, o tal vez fuese porque aún no había desarrollado ese sexto sentido que parecían tener los Aurores más experimentados, pero Quentin no se percató de que había algo raro el callejón.

Era sutil, casi imperceptible. Pero algo en el ambiente había cambiado, virado. El aire se condensó a su alrededor, espesándose de forma invisible, como si una fuerza externa estuviera comprimiéndolo. Y entonces, todo el Callejón Diagon tembló. El primer pensamiento de Quentin fue que se trataba de un terremoto, aunque una parte de su cerebro le decía que era poco probable. A su lado, el oficial del ERIC se apoyó contra la pared para mantener el equilibrio, mirando desconcertado a su alrededor.

El temblor duró unos segundos, y luego cedió. Sin embargo, la sensación de intranquilidad persistió. Quentin aguardó con los sentidos alertas. Fue recompensado con una nueva sacudida, esta vez más fuerte que la anterior.

Ya no tuvo dudas. No era un terremoto. Eso era algo provocado. Era magia sacudiendo los cimientos del callejón más antiguo y circulado del Londres mágico. Sacó su varita, y mientras lo hacía, sintió que la insignia de Auror que pendía de su pechera izquierda se encendía. Mufson había activado la señal de alerta.

Estaban atacando Callejón Diagon.

Con una nueva sacudida, las paredes de las construcciones a sus costados volvieron a vibrar, y Clearwater detectó por el rabillo del ojo que un fragmento de concreto se desprendía de un balcón.

—¡Muévete! —le gritó Quentin a su compañero del ERIC, mientras lo tomaba fuertemente del frente de su chaqueta y tiraba de él hacia un costado. Lograron apartarse justo a tiempo, los restos de piedra y cemento golpearon fuertemente contra el piso adoquinado donde segundos atrás había estado el oficial ERIC.

—Gracias…—balbuceó el muchacho, aturdido.

—Saca tu varita. Están intentando derribar las barreras —le advirtió Quentin, y todavía sujetándolo de la pechera, tiró de él hacia la calle, en búsqueda del resto de los Aurores que vigilaban el callejón.

El caos se había desatado en el centro comercial. Hombres, mujeres, niños y otras criaturas corrían de un lado al otro, gritando y chocando entre ellas. Una niña pequeña lloraba desconsoladamente frente al local de artículos de Quidditch, llamando por su madre, claramente extraviada. Un hombre gordo y tosco tropezó con una pila de calderos, desparramándolos por el suelo y haciendo caer a varias personas que intentaban huir por la salida del Caldero Chorreante. Los duendes de Gringotts estaban sellando las puertas del banco, expulsando a todos aquellos que intentaban resguardarse detrás de sus seguras barreras.

El suelo volvió a temblar, y se escuchó un estruendo, como un trueno, retumbando sobre ellos. Los gritos se intensificaron.

—¡Quentin! —lo llamó la voz de Megara en medio del caos.

Clearwater localizó a la mujer vestida con el uniforme Auror haciéndole señas para que se acercaran. A su lado, Drake Mufson hablaba a través de un Comunicador Flú portátil, posiblemente solicitando refuerzos a la Red de Vigilancia del cuartel de Aurores. Los oficiales del ERIC intentaban dirigir el tránsito de gente hacia las salidas del callejón. Quentin comprobó que se habían activado los escapes de emergencia, zonas de Aparición habilitadas para uso sólo en situaciones de inminente peligro. Otros tres Aurores mantenían sus varitas en alto hacia el cielo, lanzando complejos encantamientos.

Recién entonces Quentin alzó la cabeza y lo vio. El velo que cubría el Callejón Diagon y lo mantenía oculto del mundo muggle estaba resquebrajándose, como un domo de vidrio craqueándose sobre ellos.

No estaban simplemente atacando el callejón. Estaban exponiéndolo ante todo el mundo. Derribando todas sus barreras de ocultamiento, encantamientos desilusionadores y hechizos repelentes de muggles.

—¡No nos vendría mal una mano, muchacho! —le gritó Megara, el sarcasmo de su voz quedando opacado por el esfuerzo que estaba realizando para evitar la caída del velo.

Quentin reaccionó, sumándose a los esfuerzos de sus compañeros por contener el ataque. Otra vibración sacudió el piso sobre el cual estaban parados, y un nuevo trueno retumbó en sus oídos. Sintió como si una fuerza estuviese empujándolo hacia abajo, como si verdaderamente su cuerpo estuviese sosteniendo el peso de las barreras. Se esforzó por mantenerse de pie, jadeando y sosteniendo su varita en alto.

Los segundos se le hicieron eternos. Sus músculos quemaban a causa del esfuerzo, y casi podía sentir sus huesos astillándose bajo el peso de los ataques. Sus rodillas temblaron, amenazando con quebrarse. Sintió que alguien lo sujetaba con un fuerte brazo por debajo de los brazos, obligándolo a mantenerse en pie. Al girar la mirada, se encontró con que era su Mentor.

—Aguanta ahí, Quentin. Ya llegan los refuerzos —dijo Drake, su voz entrecortada a causa del esfuerzo. Tenía el rostro perlado de sudor, y la mano que sostenía la varita temblaba levemente bajo la presión de la magia que estaban sosteniendo. Pero le sonrió de forma paternal, y Quentin se afianzó sobre sus piernas, resistiendo.

Un chasquido anunció la llegada de refuerzos. Con un suspiro de alivio, Quentin reconoció al Jefe de Aurores Potter avanzando por la calle hacia donde ellos se encontraban intentando mantener el Velo en su lugar. Alzó su varita y se sumó al trabajo de sus colegas que ya se encontraban allí.

Con una nueva serie de chasquidos, más Aurores se Aparecieron en el Callejón Diagon. A medida que éstos se sumaban a la tarea de reforzar las barreras, el peso que Quentin sentía sobre su cuerpo se aliviaba. Lentamente, la rajadura que podía distinguirse partiendo el cielo del callejón comenzó a repararse, y los temblores desaparecieron.

—Eso estuvo cerca —susurró Quentin, apoyando ambas manos sobre sus rodillas para recuperar el aliento.

—Esto no ha terminado todavía —dijo crípticamente Megara. Algo en su voz hizo que se le erizaran los cabellos de la nuca.

Un silencio sepulcral invadió el callejón. Los civiles habían abandonado la calle, dejándola desierta. La mayoría se habían Aparecido de regreso a sus casas, pero muchos se encontraban refugiados en el interior de los locales, espiando a través de las ventanas y las vidrieras, todavía demasiado temerosos para salir. El callejón en sí lucía como si un tornado hubiese pasado por allí. La mercadería estaba desparramada por todos lados, había escombros derrumbados en algunos lugares, papeles que se arremolinaban en el suelo, frascos rotos y líquidos derramados, sillas y mesas tumbadas, prendas de ropa que los paseantes habían perdido en su desesperación por escapar.

Quentin comprobó que un gran número de Aurores había respondido a la llamada de auxilio. Un número muy importante.

Pero no estaban solos. Había más gente allí.

Comenzaron a surgir primero de a pocos, por la calle que conectaba con el callejón Knockturn. Pero luego empezaron a aparecer desde otras calles, saliendo incluso del interior de varios locales. Todos vestían túnicas rojas brillantes e impolutas, y las capuchas les cubrían las cabezas, un potente hechizo escondiéndoles los rostros bajo una sombra negra e impenetrable.

La Rebelión se desplegó frente a ellos, el color de la sangre esparciéndose por el callejón, la amenaza volviéndose visible.

Harry Potter dio un paso al frente. Detrás de él, todos los Aurores se formaron, listos para responder ante la menor señal de ataque. Del lado opuesto, la multitud vestida de rojo se abrió como una marea partido al medio, y una figura esbelta y delicada avanzó hacia Potter.

Vestía de rojo, pero no era una túnica tradicional, sino un entallado y hermoso kimono de seda y fino encaje bordado. Tampoco llevaba puesta una capucha que escondiera su rostro. No se ocultaba. Llevaba el rostro visible para que todos pudieran apreciar sus rasgos delicados y orientales, sus ojos cuidadosamente delineados de negro y sus labios coloreados de magenta. Sus rasgos eran sin duda hermosos, y sin embargo, había una frialdad y una malicia en su mirada gris que la volvían escalofriante. Avanzó sin prisa, sin temor, con una expresión desdeñosa en el rostro, manteniendo la cabeza en alto en un gesto altivo y casi aburrido.

—He escuchado mucho de ti, Harry Potter —comentó la joven mujer, con un marcado acento japonés y el desprecio palpable en cada palabra que decía—. Me pregunto cuánto de lo que dicen es verdad, y cuánto es simplemente leyenda —agregó, y sus ojos grises relampaguearon sedientos y desafiantes.

—No quieres descubrirlo —respondió Harry, manteniéndole la mirada. La mano que sujetaba la varita se encontraba relajada a un costado de su cuerpo, pero aquello no lograba engañar a Quentin. En una ocasión, Quentin había tenido la oportunidad de ver a Potter practicar Duelo en Camelot. Sabía que era capaz de mover su varita con una velocidad impactante. La mujer del kimono sonrió de forma torcida, una expresión sádica dibujándose en su rostro.

—Tengo un mensaje del Mago de Oz para usted, Auror Potter —comunicó ella, alzando su voz para que todos pudieran escucharla—. La Rebelión ha sido paciente con el gobierno, pero la espera se ha terminado. Es hora de derribar el Velo. Retírense ahora, y tiene la palabra del Mago de que nadie saldrá herido. Opónganse al cambio... Y sufran las consecuencias.

—¿Qué pasó con la mensajera anterior? —preguntó Harry con fingida inocencia. El rostro de la mujer se contrajo en una mueca desagradable.

—Yo no soy ninguna mensajera —le advirtió ella, entornando los ojos.

—Entonces te diré lo mismo que le dije a Zafira Avery —respondió Harry, dando un paso al frente—. No.

La sonrisa se amplió todavía más en el rostro de la mujer oriental, y se relamió delicadamente los labios, saboreando la respuesta.

—No se da una idea de cuánto me alegra escuchar esa respuesta, Auror Potter —confesó la mujer, sus pupilas dilatándose salvajemente.

La mujer desenfundó súbitamente el filo de un espada curva, larga y mortal, pero Harry se esperaba el ataque. Esquivó el golpe haciéndose a un costado, y lanzó un hechizo contra la mujer samurái. Para sorpresa de Quentin, la mujer interpuso su espada entre ella y el ataque, y el acero absorbió el hechizo, neutralizándolo.

Hubo una pausa, como si el tiempo se hubiese detenido. Y entonces, estalló la batalla.

Los miembros de la Rebelión avanzaron, y los Aurores salieron en respuesta, cubriendo a su líder. Una marea de personas se interpuso entre Potter y la mujer oriental. Por sobre el alboroto, la mujer samurái dio la orden de que atacaran sin piedad. Los soldados de la Rebelión respondieron con un clamor de guerra.

Quentin observó como dos figuras encapuchadas avanzaban hacia él con las varitas listas para atacar. Se preparó para defenderse. A su lado, Drake se apresuró a lanzar un hechizo aturdidor contra uno de los atacantes, derribándolo y nivelando la pelea.

—Mantente cerca donde pueda cubrirte la espalda, Quentin —le advirtió Mufson, mientras abatía a otro atacante.

La gente de la Rebelión los superaba en número, pero no en habilidad. Había solo un puñado de ellos que parecían entrenados en Duelo y representaban dignos adversarios. Estaba claro que el resto eran simplemente civiles, personas comunes que apoyaban las ideologías del Mago de Oz y que querían ver caer el Estatuto de Secreto Mágico de una vez y por todas. Los Aurores hacían su mayor esfuerzo por evitar herir gravemente a la gente, pero esto se volvía una tarea complicada teniendo en cuenta que la Rebelión no escatimaba en esfuerzos para derribarlos.

Quentin peleaba codo a codo con su Mentor, cubriéndose mutuamente como habían practicado incontables veces en el campo de entrenamiento. Habían desarrollado cierto entendimiento silencioso, esa capacidad de predecir lo que el otro iba a hacer sin necesidad de hablar. Clearwater podía sentir la adrenalina corriendo por sus venas, acelerando su pulso, la sangre fluyendo sonoramente en sus oídos, sus sentidos despiertos y a flor de piel. Se había subido al Simulador de Camelot múltiples veces, pero nada se comparaba con eso. Esto era demasiado real. El peligro era algo que podía ver, oír y respirar. Cada célula de su cuerpo latía furiosamente, recordándole que estaba vivo, pero que podía dejar de estarlo en cualquier momento.

El enfrentamiento rápidamente se extendió hacia los callejones y pasadizos laterales a Diagon, mientras los Rebeldes intentaban dispersar a las fuerzas de Aurores. Sin importar a donde mirara, Quentin veía compañeros suyos batiéndose en combate contra personas vestidas con túnicas escarlatas. Los maleficios surcaban el aire como flechas veloces e impactaban contra todo lo que encontraban a su paso. Escuchó los cristales del la heladería de Florean Fortescue estallar a su espalda, mientras un Auror intentaba detener a dos Rebeldes que buscaban llegar hasta la pared de ladrillo que separaba el callejón del Caldero Chorreante. No eran los únicos. Varios Rebeldes estaban tratando de acceder a la entrada principal, posiblemente para derribarla, y abrir así una comunicación directa hacia el mundo muggle que se escondía del otro lado. Reconoció a Ronald Weasley entre los que protegían la zona, conteniéndolos.

Una sonora explosión sobresaltó a Quentin, atrayendo su atención de regreso hacia el callejón. Una Rebelde había lanzado un Incendio hacia el interior de un Boticario, provocando que varios de los ingredientes inflamables que se resguardaban en su interior estallaran en peligrosas volutas de humo y fuego. En el interior del local, alguien gritaba. Era un sonido desesperado y agónico, que penetró la piel de Quentin hasta llegarle a los huesos, dejándolo momentáneamente estacado en el lugar. Había gente adentro del Boticario, atrapada detrás del fuego.

Torció la mirada hacia su Mentor, y éste hizo un gesto de asentimiento casi imperceptible con la cabeza, mientras derribaba a un Rebelde que había en el camino, y empezaba a avanzar hacia el edificio en llamas. Quentin obligó a sus piernas a reaccionar, siguiéndolo.

Drake avanzaba con decisión, una dureza en su mirada que Quentin pocas veces le había visto. Desviaba con presteza los maleficios que volaban en su dirección, y apartaba con facilidad a cualquier enemigo que se interpusiese en su camino. Quentin podía sentir la magia de su Mentor rebasándolo, evidencia de que estaba molesto. Mufson levantó su varita hacia el edificio en llamas, sus ojos chispeando con la misma intensidad que el fuego frente a él, y el agua brotó del extremo de la misma a borbotones. Quentin se mantuvo a su lado, deteniendo los ataques que iban dirigidos hacia ellos, protegiéndolo mientras Drake apagaba el incendio.

Otra explosión en la vereda contraria delató un nuevo ataque, esta vez contra la vidriera de la librería de Flourish y Blotts. Cientos de hojas y papeles salieron despedidos en el aire, arremolinándose como papel picado en carnaval, mezclándose con el humo y el hollín.

—Están atacando los locales a propósito —dijo Quentin, su voz temblando de ira, mientras lanzaba un hechizo punzante bastante violento contra uno de los Rebeldes.

—Intentan mantenernos ocupados para poder derribar el Velo —le confirmó Drake, su voz sonando forzada, pues estaba haciendo un esfuerzo importante para mantener un flujo constante de agua contra el fuego.

El Callejón Diagon estaba irreconocible. La mayoría de las vidrieras estaban destrozadas, varios locales ardían en llamas y escombros yacían esparcidos por todos lados. Algunos maleficios habían impactado contra la calle de adoquines, haciendo saltar los trozos de piedra dura por todas partes. Agua, fuego, tierra y destrucción se entremezclaban con gritos, gemidos y sangre. Había cuerpos tirados en el suelo, y Quentin no podía distinguir si se trataba simplemente de personas inconscientes o de cadáveres. La mayoría llevaban túnicas rojas o uniformes de Aurores, pero había varios vestidos con ropa de civiles. Personas que habían quedado atrapadas en el fuego cruzado, en un intento por huir de los locales donde se habían refugiado antes de que comenzara la batalla, confiados en que allí estarían seguros. Se habían equivocado. Los gritos desesperados provenientes del interior del Boticario era una prueba de ello.

Megara apareció como salida de la nada misma y se sumó a los esfuerzos de Drake para apagar el incendio. A pesar de ello, les tomó varios minutos más ahogar completamente el fuego. Los gritos desde el interior del local se habían apagado también. Quentin contuvo el aliento mientras su Mentor y Megara entraban al local, esquivando restos chamuscados de madera, las paredes crujiendo y amenazando con derrumbarse en cualquier momento. Los segundos se prolongaron agónicamente mientras Clearwater continuaba repeliendo los ataques y esperando a que volvieran a emerger del Boticario.

Quentin soltó un suspiro de alivio cuando vio a Mufson aparecer por la puerta desvencijada y ennegrecida por el fuego. Arrastraba con él a un hombre de mediana edad, inconsciente. Megara lo seguía, con un brazo rodeando el torso de una muchacha, asistiéndola en su caminar mientras ella tocía y respiraba con dificultad. La chica tenía una desagradable quemadura en la pierna y en el rostro.

Depositaron al hombre en el suelo, y Drake se inclinó sobre él intentando comprobar si respiraba.

—Está vivo —dictaminó Mufson, todavía arrodillado junto al hombre —. ¿Crees que puedes Aparecerte cargando a ambos? —preguntó luego hacia el Megara, que todavía sostenía a la muchacha. La joven bruja lucía aturdida y aterrada, el terror de lo que acababa de sobrevivir todavía decorándole el rostro.

Fishback asintió en silencio y se agachó junto al hombre inconsciente. Rodeó la muñeca del hombre con una de sus manos, y manteniendo su agarre sobre la otra bruja, se Desapareció, llevándose a ambos heridos con ella. Con un poco de suerte, lograrían Aparecerse en San Mungo sin sufrir una despartición en el proceso.

—¡Drake! —gritó repentinamente Ronald Weasley, corriendo hacia ellos. Quentin sintió que se le helaba la sangre. Había algo en el tono de la voz de Weasley que resultaba alarmante. Algo verdaderamente escalofriante. —¿Dónde está Harry?—demandó Ron en cuanto estuvo junto a ellos. Les lanzó una mirada apremiante e intensa que sólo hizo que Quentin sintiera ese frío siniestro expandirse aún más dentro de él.

—La última vez que lo vi estaba cerca de la bifurcación con Knockturn —informó Drake, frunciendo el entrecejo.

—Hay que encontrarlo, ahora mismo —ordenó Weasley.

—Ve —dijo repentinamente Megara. Había vuelto a Aparecerse junto a ellos. Todavía tenía el rostro sucio de hollín, y el borde inferior de su uniforme estaba chamuscado, pero fuera de eso lucía intacta—. Yo cuidaré de tu cachorro —agregó con una de sus conocidas sonrisas descaradas, torciendo la cabeza para señalar hacia Quentin. Sorprendentemente, Drake soltó una risa entre dientes.

Drake desapareció entre la confusión de magia y personas junto a Ronald Weasley en una búsqueda desesperada por encontrar al Jefe Potter. Quentin tenía un mal presentimiento sobre todo aquello. No podía especificar exactamente qué había sido, pero algo en la actitud de Ronald, en la forma en que había hablando, en la intensidad de su voz y la aprehensión de su mirada le decía que algo muy malo estaba pasando.

Instintivamente, Quentin levantó la mirada hacia el cielo, pero el Velo sobre ellos permanecía intacto. Casi como si hubiesen estado esperando a que él mirara, un haz de luz se elevó, golpeando contra la bóveda de la barrera invisible, resonando gravemente alrededor de ellos y haciendo temblar nuevamente el callejón.

—Esos hijos de… —insultó Megara por lo bajo, mientras salía corriendo hacia el sitio desde donde se había originado el ataque contra el Velo. Quentin la siguió.

Eran un grupo de unos cuatro Rebeldes. Se turnaban para lanzar potentes maleficios hacia el velo protector. Frente a ellos, otro grupo de Rebeldes actuaban de guardaespaldas, conteniendo a los Aurores que intentaban detenerlos.

La risa histérica de la mujer oriental se oía con claridad por sobre el bramido general de la multitud. De pie, en medio del resto de los Rebeldes, la chica samurái era una imagen imponente e indestructible. En una de sus manos brillaba la hoja metálica de su sable, manchada con sangre. En la otra, sostenía una varita. Las movía a las dos con igual destreza y letalidad, batiéndose a duelo con dos Aurores al mismo tiempo.

Megara torció una sonrisa gatuna e hizo girar la varita en su mano. Girando apenas la cabeza hacia Quentin, le guiñó un ojo, y acto seguido, se lanzó al ataque.

La mujer oriental no era como el resto de los Rebeldes. Ella sabía cómo dar pelea. Quentin estaba seguro de que ese sable que esgrimía estaba hecho de un material mágico y poderoso, pues era capaz de repeler y absorber la magia, y recanalizarla a través de su dueña.

Pero lejos de intimidarla, eso parecía estimular todavía más a Megara. Drake siempre la había descripto como una persona temeraria. Quentin la consideraba más bien como alguien con instintos suicidas. Megara se lanzaba contra el peligro como un hombre sediento se lanzaría sobre un oasis en medio del desierto. Era evidente que la compañera de Mufson llevaba mucho tiempo esperando por un buen rival, y ahora por fin tenía frente a ella una verdadera batalla.

Pero la mujer oriental era demasiado buena.

Con una sacudida de la varita de la oriental, un haz de luz verde surcó el aire. Quentin escuchó un sonido similar al producido por el agua cuando corre, y acto seguido, uno de los aurores cayó desplomado al suelo. Estaba muerto.

Era la primera vez que Quentin veía a alguien usar la Maldición Asesina.

Megara logró derribar a un Rebelde, y finalmente, quedó frente a frente con la mujer samurái. Quentin sintió una punzada de terror anticipatorio, e intentó acercarse hasta ellas para ayudar a Fishback. Pero había demasiados Rebeldes interponiéndose en su camino, enlenteciéndolo.

En otro momento, en otro contexto, donde Megara no fuese su compañera, y la mujer oriental no fuese su enemiga, Quentin se habría maravillado de poder presenciar un duelo como ese. Dos mujeres fuertes y osadas, sin rastros de temor alguno en sus ojos, enfrentándose a muerte. Porque ese era el único final posible. Porque ninguna de las dos se detendría hasta ver a su contrincante caer.

Ninguna de las dos decepcionaba. Ambas atacaban con violencia y sin piedad. Por primera vez, Quentin fue testigo de toda la fuerza y brutalidad que escondía el espíritu salvaje de Megara Fishback. Había escuchado comentarios al respecto en el Cuartel. Se decía que Megara siempre había sido difícil de controlar, con un carácter explosivo y una tendencia a tomar decisiones apresuradas, y por lo general, peligrosas. Había sido una sorpresa cuando Drake Mufson la solicitó como su compañera. Eran una pareja poco convencional. Pero se balanceaban en un perfecto equilibrio. Sacaban lo mejor de cada uno, y donde uno fallaba el otro era capaz de brillar. Pero Drake no estaba allí para equilibrarla. Megara estaba peleando sola.

La joven samurái era dueña de una técnica y una precisión infalible. A pesar del brillo salvaje y sádico que iluminaba su rostro, sus movimientos eran finamente calculados. No había nada de azar en su forma de pelear. Era una profesional en el arte de matar. Y Quentin supo que Megara iba a caer antes de que sucediera, porque la sonrisa en los labios de la samurái la delató.

El filo de la katana rozó el muslo de Megara, provocando un corte en la tela y alcanzando la carne. La aurora soltó un gemido de sorpresa más que dolor, y trastabilló. La samurái aprovechó ese instante para golpearla con la empuñadura de la espada en el estómago, haciéndola doblarse al medio. Giró velozmente, y antes de que Megara pudiese reincorporarse, lanzó un potente maleficio contra ella.

El haz de luz violeta atravesó el espacio que las separaba. Megara alzó su varita, convocando un escudo demasiado tarde. Logró amortiguar parte del daño, pero el maleficio impactó de todas formas contra su pecho, lanzándola hacia atrás, haciéndola caer de espaldas contra el suelo, y dejándola momentáneamente allí, sin aliento y con la visión nublada.

Avada… —empezó a decir la mujer oriental.

Quentin derribó al Rebelde que tenía frente a él, y lanzó el primer hechizo que se le vino a la mente en dirección a donde se encontraba la samurái. Unas fuertes cadenas brotaron de su varita y avanzaron hacia la mujer oriental. Pero ésta reaccionó justo a tiempo, levantando su espada para protegerse. Las cadenas se enroscaron alrededor del filoso acero de la katana.

—Niño estúpido —se burló la samurái, mirándolo con ojos como piedras. Tiró del sable, y las cadenas se tensaron, arrastrando a Quentin hacia delante. Éste sujetó su varita con fuerza, resistiéndose del otro lado de las cadenas. —Tu magia no es nada contra el acero de Hamasaki —afirmó, con una sonrisa ladina.

La mujer sacudió el brazo que sostenía el sable, y con un chasquido, los eslabones que lo rodeaban se rompieron. Fue como si el filo de la espada los hubiese atravesado, seccionándolos con la misma facilidad que a un pan de mantequilla. Los ojos de Quentin se abrieron a causa de la sorpresa y el horror.

Ella avanzó hacia él, esgrimiendo la katana ominosamente frente a ella. Quentin tuvo que juntar todo su coraje para no retroceder, a pesar de que una voz en su cerebro le gritaba que era una locura enfrentarse a esa mujer.

Él lanzó el primer ataque. La mujer lo desvió casi con pereza. Quentin volvió a atacar. La mujer volvió a frenar el ataque. La distancia entre ambos se acortaba.

—¿Eso es lo mejor que tienes, pequeño auror? —se burló de él. Quentin tragó saliva, y sacudió una vez más su varita.

Esta vez, magia potente brotó del extremo de la misma, obligando a la samurái a detener su marcha y plantarse firmemente para resistir. Una expresión mezcla de sorpresa y diversión se perfiló en su semblante delicado. Soltó una risita baja y profunda, casi animal.

—Eso es… Pelea. Así será más placentero cuando finalmente te rebane el cuello —amenazó la oriental. Y sacudió su varita de forma despiadada.

Una corriente eléctrica se abrió paso hacia él, rajando el suelo bajo sus pies. Quentin logró detenerlo sintiendo un cosquilleo desagradable que le recorría todo el cuerpo. Pero su contrincante ya estaba atacando una vez más, provocando que la pared detrás de él empezara a derrumbarse sobre su espalda.

Depulso —exclamó Clearwater, haciendo estallar los trozos de ladrillo y cemento en cientos de pequeños fragmentos y evitando quedar enterrado bajo el derrumbe.

Crucio —el maleficio llegó hasta él como un susurro casi inaudible, pronunciado con una dulzura y una alegría que no se condecían con la tortura que implicaba.

Quentin sintió que todo su cuerpo estallaba agónicamente. Sus huesos crujían de forma desagradable, su carne quemaba y la piel parecía estar desgarrándose en jirones. Pensó que su cabeza iba a estallar a causa del dolor, y apenas podía oír los gritos roncos y brutales que brotaban de su propia garganta.

Le habían advertido que las Maldiciones Imperdonables eran algo monstruoso, algo inhumano. Pero aquello era simplemente… insoportable. Una parte de él deseó que terminara, que su vida se terminara ahí mismo.

Inesperadamente el dolor frenó. Como un sonido lejano, Quentin escuchó a la samurái reír. Comprendió que estaba en el suelo, tendido boca abajo, sacudiéndose todavía con los estertores del maleficio. Cada inspiración le resultaba dolorosa, como respirar ácido. Pestañó desde el suelo, y apenas pudo distinguir unos pies que se acercaban hacia él, el dobladillo de un kimono rojo de seda, y la punta inclemente del acero de una katana samurái.

Obligó a su cuerpo a moverse, ignorando el dolor punzante que todavía exprimía sus músculos y hacía traquetear sus huesos. Milagrosamente, todavía tenía la varita, pero no importaba. No contaba con la fuerza necesaria para enfrentarse a esa mujer. Aún así, no se puso de pie.

La mujer inclinó la cabeza hacia el costado, una expresión de curiosidad infantil surcándole el atractivo rostro, mientras analizaba a Quentin. Deslizó su varita de regreso hacia su funda escondida en la manga de su kimono y sujetó la espada samurái con ambas manos.

Quentin intentó esquivarla, pero sus reflejos estaban adormilados y entumecidos. La espada se clavó en su hombro derecho de lado a lado, obligándolo a soltar la varita. Un gemido de dolor escapó entre sus dientes apretados, y la visión se le nubló una vez más, las imágenes distorsionándose frente a él.

La mujer oriental lo observaba fijamente, con las pupilas dilatadas y la respiración acelerada a causa de la emoción. La sonrisa en su rostro era pura maldad. Con sádico placer, retorció la espada todavía clavada en el hombro de Quentin, y éste volvió a gritar, cayendo de rodillas frente a ella. Con un movimiento rápido, y un sonido desagradable de carne y sangre, la samurái retiró la espalda.

Quentin se llevó instintivamente la mano izquierda hacia el hombro herido. Pudo ver el filo metálico del sable embebido en su propia sangre. Sentía el goteo constante de líquido escarlata que se escurría entre sus dedos, empapando el suelo frente a él. La herida que había dejado la espada samurái latía con vida propia, provocando rítmicos estallidos de dolor que se esparcían por todo su cuerpo. No era una herida normal. Eso era acero samurái. Quentin sintió la vida escapándosele entre los dedos.

Esta vez, no tuvo fuerzas para levantarse. Los sonidos llegaban amortiguados hasta sus oídos, como si hubiese un vidrio entre él y el resto del mundo. Pestañó varias veces, tratando de dispersar las manchas negras que comenzaban a obstaculizarle el campo visual, pero era inútil. El mundo de los vivos se alejaba lentamente.

Escuchó el silbido provocado por el metal al ser blandido contra el aire, y cerró los ojos, esperando el golpe final.

Una luz resplandeció desde el otro lado de sus párpados cerrados, y Quentin se obligó a abrir los ojos nuevamente.

Drake Mufson se encontraba de pie frente a él, un brillante escudo de pura luz dorada extendiéndose desde su varita. Un chirrido metálico resonó en el callejón cuando la espada de la samurái golpeó contra el escudo, y chispas doradas brotaron del mismo como fuegos artificiales. El impacto hizo que Drake temblara en su lugar, pero el escudo se mantuvo firme frente a ellos, protegiéndolos. La mujer oriental trastabilló, como si una onda expansiva la hubiese lanzado hacia atrás luego de golpear el escudo. El desconcierto en su rostro rápidamente dio lugar a la furia. Deslizó nuevamente la varita hacia su mano, y blandiéndola junto a la espalda, volvió a golpear.

Esta vez, el acero de la espalda se encendió con una luz oscura, una sombra negra que teñía el filo. El escudo explotó en cientos de pequeños fragmentos dorados y luminosos.

Drake y la samurái quedaron enfrentados, sin barreras de por medio, con la magia arremolinándose alrededor de ellos. La sonrisa se había borrado de los labios de la mujer, para ser reemplazada por una mueca de desprecio.

Quentin notó que alguien se movía en la periferia de su campo visual, y sintió una mano extrañamente gentil que lo obligaba a recostarse en el suelo, boca arriba. El rostro consternado de Megara Fishback se apareció frente a él. Tenía el pelo enmarañado y pegoteado con sangre que manaba profusamente de un corte en el cuero cabelludo, y sus ojos se dirigieron expeditivamente hacia la herida profunda que la katana había dejado sobre su hombro.

—¡Sácalo de aquí, Megara! —escuchó que gritaba Drake, una exclamación desesperada que hizo que el corazón de Quentin diera un brinco alarmado.

Pero Clearwater empujó a Megara a un lado, incorporándose nuevamente sobre sus rodillas, su mano izquierda todavía sosteniendo el hombro de forma inútil, sus ojos buscando frenéticamente a su Mentor. No iba a dejar que Megara lo sacara de allí. No podían irse y dejarlo peleando solo contra esa temible mujer.

—No puedes pelear así, muchacho —le dijo Megara, intentando convencerlo de que abandonara el campo de batalla. Pero Quentin se sacudió la mano de la mujer con tal brusquedad que una nueva punzada de dolor le atravesó el cuerpo, mareándolo.

Tenía razón. No podía pelear. No podía siquiera ponerse de pie sin marearse y volver a caer. No tenía varita siquiera. Era simplemente un hombre moribundo, aferrándose caprichosamente a la lucha. Pero no podía irse. No ahora. No así.

Las construcciones alrededor de ellos comenzaban a tambalearse peligrosamente, al borde de la caída. Drake y la mujer samurái estaban inmersos en una batalla barbárica, los ataques de ambos golpeando contra todo lo que encontraban en su camino. Pero los años pesaban sobre los hombros del auror, y la samurái lo sabía. Golpeaba cada vez con más fuerza y malicia, presionándolo hasta el límite. Intercalaba su hábil varita con su sanguinaria espada, y Drake empezaba a fallar.

La mujer samurái sacudió su varita, y un viento turbio arrasó con el callejón, levantando polvo, cenizas y escombros del suelo y formando volutas oscuras y arremolinadas en torno a ellos. Quentin apenas podía distinguir la figura de su Mentor de pie frente a ellos. El viento golpeaba con fuerza contra su cuerpo, como pequeñas agujas que se clavaban en su piel.

—¡Fuera! —gritó nuevamente Drake. Era más una súplica que una orden, y eso lo volvió aún más terrible. Quentin sintió que se le formaba un nudo en la garganta, la impotencia enroscando sus dedos inclementes en torno a su pecho.

Drake extendió los brazos, y una fuerza invisible y poderosa salió despedida de él, disipando la nube huracanada que había convocado la mujer. La visión ante ellos se aclaró para mostrar la samurái, de pie frente a Mufson con una sonrisa victoriosa en sus delgados labios.

Drake soltó un gemido ahogado cuando la espada samurái lo atravesó, perforándole el abdomen de lado a lado.

—¡No! —gritó, y sacó fuerzas de donde ya no le quedaban para ponerse de pie. Tenía que acercarse a su Mentor. Tenía que ayudarlo.

Dio unos pasos hacia delante, ignorando el dolor estremecedor que le invadía el cuerpo y el mareo que sacudía su mente. Sus ojos se encontraron con los de la mujer samurái, y la sonrisa de ésta creció, mostrándole todos los dientes de forma desagradable. Sosteniéndole la mirada, la mujer empujó más profundamente la espada en el cuerpo de Drake, hasta que estuvo sumergida hasta el mango, y los cuerpos del auror y la samurái estuvieron prácticamente apoyándose uno contra el otro.

La varita se escurrió de entre los dedos de Drake, cayendo al suelo con su sonido sordo, y la mano quedó colgando inerte al costado de su cuerpo.

Quentin soltó un sonido gutural, como un animal herido. Se olvidó del dolor de su hombro, de la sangre que había perdido, de los estertores de la maldición Cruciatus, y se lanzó contra la samurái como una bestia enfurecida. Si no podía lastimarla con magia, la desgarraría con sus propias manos.

Pero alguien lo tomó por la espalda, dos brazos delgados pero fuertes enroscándose alrededor de su torso. Y antes de que pudiese sacudirse el agarre y liberarse de su cautiverio, una sensación opresiva y asfixiante lo rodeó. El mundo giró en un espiral de colores frente a él, el aire se escurrió de sus pulmones, y el suelo firme debajo de sus pies se esfumó.

Cuando volvió a pisar tierra firme, el Callejón Diagon había desaparecido para ser reemplazado por el interior de un edificio de paredes blancas impolutas y pisos de mármol pulido.

Allí también la gente corría alborotada de un lado al otro y el estruendo producido por múltiples voces hablando en simultáneo resultaba ensordecedor. Había personas vestidas con túnicas verde lima que iban y venían de un lado al otro, cargando con frascos y vendajes, haciendo levitar camillas con personas heridas, respondiendo preguntas a los familiares aturdidos que se agolpaban en los pasillos.

Estaban en San Mungo.

Quentin sintió una sensación de vacío en el pecho al comprenderlo. Sus piernas temblaron bajo su propio peso, y de no ser por los brazos que todavía le rodeaban el tórax, se habría derrumbado allí mismo en el piso.

—¡Necesito ayuda! ¡Auror herido! —gritó la voz de Megara, pegada a su espalda.

—No… No… —balbuceó Quentin, intentando soltarse de sus brazos. Pero Megara lo apretó con más fuerza, comprimiéndolo contra su pecho, inmovilizándolo.

—Por aquí —indicó un Sanador. Era un hombre joven, y tenía una expresión desencajada. Estaba claramente sobrepasado por la situación.

Quentin se dejó arrastrar hacia una de las habitaciones, desplomándose sobre la camilla frente a él. Por el rabillo del ojo, pudo ver el rastro escarlata que había dejado en el suelo blanco de mármol. Era una imagen grotesca, y el estómago se le revolvió.

El Sanador hizo un movimiento con su varita, cortando el uniforme de Quentin descubriéndole el pecho para poder examinarle la herida en el hombro. Quentin amenazó con levantarse en ese momento, pero Megara lo volvió a empujar contra la cama.

—¡Por Merlín! ¿Qué le sucedió? —exclamó el Sanador al ver la herida, levantando la mirada hacia Megara.

—Acero mágico —respondió ella escuetamente. Había una sombra en su rostro que turbaba sus expresiones. Estaba pálida y sus ojos estaban apagados. Sujetaba a Quentin con una mano apoyada sobre su hombro sano y la otra cerrada en torno a su brazo derecho, por debajo de donde la espada había cortado músculos, tendones y posiblemente también huesos.

El Sanador levantó la varita y la deslizó por encima del corte sangrante. Quentin siseó cuando la magia tocó su piel. Quemaba, como una brasa al rojo vivo. Se sacudió entre las manos de Megara inútilmente. Estaba demasiado débil, demasiado herido. La sangre seguía goteando incesantemente de su hombro, manchando la camilla y escurriéndose en el suelo. Quentin se sentía cada vez más enfermo. La cabeza le daba vueltas y sentía deseos de vomitar. Pero se aferraba al estado de conciencia con desesperación, negándose a cerrar los ojos por miedo a no despertar.

—Nunca había visto algo así… —susurró el Sanador en un momento, deteniendo sus movimientos sobre el cuerpo de Quentin. Éste exhaló aliviado. Sabía que el hombre intentaba curarlo, pero cada uno de sus hechizos que probaba en su herida despertaba terribles dolores.

El Sanador caminó hacia la puerta de la habitación y se asomó, gritando algo hacia el exterior que Quentin no llegó a entender. Segundos más tarde, un hombre mayor, vestido también de color lima, entró. El sanador más joven le susurró algo al oído, y el anciano asintió pensativamente.

—Esto va a doler, muchacho —le advirtió piadosamente el anciano mientras se arremangaba la túnica. Luego, torció su rostro hacia Megara—. Sujétalo con fuerza —le advirtió. Ella tragó pesadamente y asintió.

Quentin sintió un dolor lacerante a nivel del hombro, y se mordió los labios para no gritar. El anciano deslizaba sus manos con movimientos circulares por sobre el cuerpo de Quentin, a pocos centímetros de su piel. Y con cada nuevo círculo que trazaba, Quentin sentía que el dolor se expandía un poco más, esparciéndose por el resto de su cuerpo. Sentía como si el viejo Sanador estuviese escarbando debajo de su piel, arrancando restos invisibles escondidos entre los tejidos. No pudo aguantar más, y sus labios finalmente se separaron para soltar un grito visceral y roto, rasgándole la garganta y el alma. Apenas era consciente de las uñas de Megara clavándose en la piel de su brazo mientras intentaba retenerlo sobre la camilla. La aurora jadeaba a causa del esfuerzo, mientras Quentin convulsionaba entre sus manos.

Cuando el Sanador se detuvo, Quentin quedó momentáneamente inmóvil en la camilla, sus miembros desparramados y laxos, su tórax subiendo y bajando de forma irregular, intentando recuperar un ritmo. Tenía el rostro sudoroso y frío, y los párpados le pesaban toneladas. Pero el sangrado se había detenido, y el dolor del hombro había remitido.

Una parte de él seguía sacudiéndose intranquila en su interior. Un vacío insoportable se abría paso por su corazón, extendiéndose por sus venas y carcomiéndolo desde dentro. Y a pesar de que todo su cuerpo le suplicaba que descansara, Quentin intentó levantarse una vez más.

—¡Quédate quieto! —jadeó Megara con exasperación, sus manos temblando mientras lo sujetaba, su rostro apareciendo frente a él una vez más.

—Tenemos que volver… —susurró Quentin, lanzándole una mirada suplicante. El rostro de Megara parecía tallado en piedra, inquebrantable. Sus manos era garras de acero que lo sujetaban, inflexibles a sus súplicas.

—Tienes que descansar —le dijo ella con los labios tensos en una línea severa. Quentin nunca la había visto tan seria.

—No… hay que volver… —insistió Clearwater, sacudiendo la cabeza de un lado al otro—. Drake nos necesita… —susurró.

—Drake está muerto —interrumpió Megara, con voz quebrada.

Quentin dejó de sacudirse, y Megara aflojó el agarre de sus manos. La expresión derrotada en los ojos de la aurora bastó para terminar de desarmarlo.

—Está muerto —repitió Megara. Lo soltó y retrocedió, impactada por la magnitud de sus propias palabras, la realidad cobrando una nueva dimensión al escucharlo en voz alta.

Quentin la observó retroceder hasta golpear con la espalda contra la pared, deslizándose hasta el piso, y encerrando la cabeza entre las manos. Y entonces, la escuchó sollozar.

Afuera, los gritos desesperados de personas asustadas que preguntaban por familiares desaparecidos en el callejón Diagon se escurrían a través de la puerta cerrada. Adentro, el Sanador más joven se había acuchillado junto a Megara y le pedía permiso para revisarle la herida de la pierna, que también había sido provocada por acero mágico y seguía sangrando. Ella no respondió, pero estiró la pierna sobre el piso pulido para que el Sanador pudiese examinarla.

—Bebe esto. Te ayudará a descansar —le dijo el Sanador anciano a Quentin, extendiéndole un vaso.

Quentin lo aceptó con resignación. Bebió el contenido de un solo trago, y cerró los ojos, entregándose finalmente a la oscuridad. Su Mentor había muerto.


Harry logró encadenar a un par de Rebeldes a uno de los postes de luz de la vereda, y acto seguido, los aturdió para asegurarse que no pudieran escapar. Estaba a punto de lanzarse a la cacería de otros dos, que habían salido disparados hacia una de las callejuelas laterales en cuanto lo vieron acercarse, cuando escuchó que Drake Mufson lo llamaba.

El veterano Auror le informó rápidamente que Ronald Weasley lo estaba buscando, y su presencia se necesitaba inmediatamente en la Entrada al callejón. Harry delegó la persecución de los Rebeldes a una de las auroras que estaban con él, y se lanzó a toda velocidad hacia la entrada de Diagon, junto al Caldero Chorreante. Por el rabillo del ojo, pudo distinguir la figura de Drake corriendo en sentido contrario con urgencia.

Esa fue la última vez que vio a Drake Mufson con vida. Pasarían largas horas antes de que Harry se enterara de su muerte a manos de la asesina profesional Naomi Mitsumoto. Porque en ese momento, toda su atención estaba puesta en llegar junto a Ron. Si su mejor amigo lo llamaba, tenía que ser importante.

Lo era.

Los Aurores habían logrado trazar una perimetral frente a la pared de ladrillo que comunicaba con la salida al mundo muggle. Habían armado una precaria pero efectiva barricada, deteniendo el avance de los Rebeldes, y varios de ellos se encontraban resguardados del otro lado, lanzando escudos y hechizos repelentes, y asegurándose de mantener en pie el Velo sobre sus cabezas.

Su gente lo reconoció inmediatamente en cuanto lo vieron correr hacia ellos, y abrieron un espacio en la barrera para dejarlo entrar. Ron lo esperaba del otro lado de la barricada. A su lado, había un muchacho que vestía el uniforme de los Vigilantes, los encargados de monitorizar la Red de Vigilancia, una versión amplificada y mucho más sofisticada de lo que era el Mapa de los Merodeadores, y que cubría prácticamente todo Londres. A su vez, la Red había establecido un sistema de alarmas y una red de comunicación flú que permitía una conexión efectiva y rápida entre las zonas neurálgicas que componían el mundo mágico inglés y el Ministerio de Magia. Era un sistema soberbio, y su existencia facilitaba muchísimo el trabajo del departamento de Seguridad Mágica. Los aurores trabajaban estrechamente con los Vigilantes, y muchas veces, dependían de la información que éstos le proveían para cumplir con su trabajo. A veces, también sus vidas dependían de que ellos hicieran bien su trabajo de vigilancia.

El Vigilante lucía inquieto en el campo de batalla. Se estremecía con cada explosión y cada grito que sobrevolaba el aire, y lanzaba miradas nerviosas por sobre su hombro cada dos por tres. Harry estaba convencido de que ese hombre nunca había abandonado la seguridad que le proveía la oficina del Ministerio.

—Dile lo que me dijiste a mí —lo instó a hablar Ron, con el semblante serio. El Vigilante tragó saliva, intimidado frente a los dos Aurores más importantes del cuartel.

—Intenté llamarlo a su Comunicador flú, Auror Potter… —se apresuró a disculparse.

—No lo tengo conmigo —dijo Harry, haciendo un gesto con la mano como si descartara la idea—. Dime qué sucede —presionó con poca paciencia, lanzando una mirada rápida por sobre su hombro, sopesando el caos que continuaba atormentando las calles.

—Han activado la señal de alarma, señor —le dijo el Vigilante. Harry volvió a mirarlo, la confusión evidente en su rostro.

—Sí, lo sé —coincidió con cierta exasperación, levantando las manos a ambos lados y señalando lo que sucedía alrededor de ellos. El Vigilante negó con la cabeza.

—N-no, s-señor —tartamudeó el Vigilante, temblando—. Han activado la señal de Hogsmeade, señor.

Harry sintió que se le escapaba el alma del cuerpo. Cruzó una rápida mirada con Ron. Su amigo estaba pálido, sus pechas resaltando en su rostro, sus ojos azules turbados.

—¿Hace cuánto? —se apresuró a preguntar Potter.

—Unos minutos, señor.

—Muéstrale lo que me mostraste —solicitó Ron una vez más.

El Vigilante giró hacia una destartalada mesa de heladería que alguien había colocado junto a él, y apoyó una pequeña valija que hasta entonces había sujetado firmemente contra su pecho, como si fuese su bien más preciado. Con dedos vacilantes, apoyó ambos pulgares sobre las trabas de la valija. Un destello rojo, seguido de un clic anunció la apertura de las trabas, y el hombre desplegó su tapa, mostrando el contenido.

Era una versión compacta y trasportable del Mapa de Vigilancia, simplificado en su detalle, pero igual de útil. Un trozo de pergamino estaba extendido en tapa levantada de la valija, y el Vigilante lo hizo girar, enrollando el pergamino desde uno de sus extremos y desenrollando desde el contrario con manos hábiles, hasta dar finalmente con el mapa de Hogsmeade.

Harry no necesitaba que el Vigilante le explicara lo que estaba viendo. Las múltiples luces rojas que titilaban en la periferia del pueblo y avanzaban por las calles perimetrales le decían todo lo que necesitaba saber.

—¿Puedes comunicarme con euipo de vigilancia que activó la señal? —solicitó expeditivamente.

—Sí, señor —confirmó el Vigilante, mientras abría un pequeño compartimento en la parte inferior de la maleta y extraía un puñado de polvos flú. Los lanzó contra una especie de radio portátil que estaba adosada al mapa, y el parlante cobró vida.

—Central de Vigilancia a Equipo Omega. Equipo Omega, responda —lo llamó el Vigilante, acercándose a la radio para hablar. Nadie respondió. —Equipo Omega, responda —volvió a llamar el hombre, su voz volviéndose más aguda y ansiosa.

Acá Equipo Omega. Auror Towers respondiendo —se escuchó una voz desde el otro lado.

—Towers, soy Potter —se apresuró a intervenir Harry, acercándose al aparato. Casi pudo escuchar la exhalación de alivio desde el otro lado—. ¿Cuál es la situación?

Han enviado un mensaje de advertencia a todo el pueblo y están intentando derribar el Velo, señor —la voz de Towers sonaba estresada. Estaba claro que mientras hablaba con ellos, estaba también sosteniendo las barreras—. Algunos de ellos ya han logrado infiltrarse al pueblo.

—Conténganlos como puedan, Towers. Los refuerzos están en camino —le prometió Harry.

Señor… —lo llamó Towers, y la vacilación se hizo evidente en su voz—. Los alumnos de Hogwarts están el pueblo.

Harry quedó paralizado en su lugar, su mente congelada, incapaz de pensar con claridad. Las palabras del auror Towers reverberando dentro de su cabeza, aturdiéndolo. Los alumnos de Hogwarts estaban allí… Sus hijos estaban allí.

—Towers, envía una señal a la directora McGonagall y solicita la ayuda de los profesores —intervino Ron, tomando las riendas al ver que su amigo no era capaz de articular palabra.

Enseguida, señor —respondió Towers. La comunicación se cortó.

—Tenemos que dividirnos —dijo Harry sacudiéndose el aturdimiento, tratando de despejar la niebla que ofuscaba su cerebro y concentrarse en lo que debía hacer.

—No tenemos suficiente gente como para hacer frente a dos ataques de esta magnitud en simultáneo, Harry… Necesitamos más fuerzas —le recordó Ron, lanzando una mirada de reojo preocupada hacia la lucha que todavía continuaba en el callejón.

Harry cerró los ojos, meditando las palabras de su amigo. Tenía que tomar una decisión. Pero todas las opciones que tenía frente a él implicaban un costo muy alto. Había que sacrificar algo…

—Llama a Camelot —dijo finalmente Harry, abriendo los ojos y mirando directamente a su mejor amigo a la cara. Las palabras se sintieron como plomo en su lengua.


Después de mucho trabajo, y mucho meditar sobre cómo evolucionaría este libro, finalmente estamos llegando a trecho final.

Para los que pedían acción... Espero que esto esté a la altura de vuestras expectativas. Y sino: habrá más en el próximo capítulo.

No tengo mucho para comentar en este capítulo, ya que me gustaría hacer algunas aclaraciones pero las haré más adelante, cuando tengan el panorama completo de lo que está sucediendo (Sí, esto no es TODO!).

¡No me odien por lo que ha sucedido (y esta por suceder)! Drake Mufson es uno de mis aurores favoritos, y me dolió muchísimo escribir su muerte, pero representa un poco el final de una era... Él peleó contra Voldemort y sobrevivió, y ha estado junto a Harry durante todos estos años manteniendo la paz en el mundo mágico. Su caída a manos de la Rebelión marca un punto de quiebre. Nos dice que esta guerra le pertenece a la Nueva Generación.

Para los que preguntaban por la Guardia de Oz... Aquí tenemos de regreso a Naomi Mitsumoto. Y hemos sido testigos un poco de lo que su arma samurái es capaz de hacer. Shiro Hamasaki es un personaje que cree como parte del trasfondo de esta saga, un mago japonés capaz de forjar espadas mágicas. Su acero es maleado con magia antigua y poderosa, y sus takanas son personalizadas, diseñadas pensando especialmente en el mago que va a esgrimirlas. No pueden encargarse. Shiro Hamasaki sólo hace entrega de estas espadas a sus discípulos cuando cumplen su entrenamiento samurái. Algo muy exclusivo.

Infinitas gracias, como siempre, a todos los que acompañan la saga Rebelión. Leer sus mensajes me llena de alegría y me da el impulso necesario para seguir escribiendo.

Fiorella 16: ¿Por qué Lancelot ayudó a Albus? Pronto lo descubriremos, lo prometo. ¿Crees que podría ser parte de la Rebelión? Bueno, con Lancelot nunca estamos seguros de nada, no? Pero sin duda, podemos decir que inspiró cierto respeto, y casi temor, en Portus... Lo suficiente como para hacerlo retroceder. ¿Hedda se empieza a enamorar de James? Jajaja. Creo que lo que vamos viendo es que ambos están creciendo, y esas riñas infantiles que solían tener van quedado atrás a medida que maduran, y van descubriendo que hay mucho más en la otra persona de lo que se ve a simple vista. ¿Es eso amor? Mmm... Yo soy muy cuidadosa con ese término. Creo que amar a alguien implica muchas cosas, más todavía cuando hablamos de un amor del tipo romántico.

karybust1126: ¡Dime al menos que parte del suspenso se ha alivianado con este capítulo! Aunque los he dejado ahí a la espera de lo que sucederá a continuación jajaja. Pero al menos, ya sabemos lo que está sucediendo... Solo resta esperar a ver cómo termina. Muchos piensan (o tal vez, desean) que Albus cambie cuando llegue "la indicada"... Pero aquí yo voy a coincidir contigo. Yo no veo factible que Albus cambie mucho en su manera de vincularse amorosamente... Porque él es así. Lancelot... Es difícil saber qué es lo que se le pasa por la cabeza, aunque creo que la mayoría de los lectores se inclina a pensar a favor de Albus y sospechar de sus intenciones. ¿Acaso la Rebelión dentro de Hogwarts también esta esperando el momento para atacar? Bueno, pronto lo descubriremos, ¿no?

marcedsosa: Siempre es lindo volver a recibir mensajes de los lectores que llevan mucho tiempo acompañando esta historia. Ya se siente como una pequeña familia cibernética. El Mago no hace ningún movimiento sin pensarlo cuidadosamente antes. Enviar a Zafira para que hable con Harry no fue casualidad. Pedir una reunión con Harry en lugar de con el propio Ministro tampoco lo fue. El Mago conoce a Harry. Sabe donde presionarlo, donde tocar para hacerlo estallar y provocarlo. Pero también conoce sus debilidades. Sabe que él es demasiado noble, demasiado correcto, demasiado bueno. Y sí, coincido, Harry es muy transparente, y fácil de predecir. Confieso que a mi me pone un poco melancólica llegar al final de este libro. Escribir esta quinta parte era una deuda pendiente que tenía conmigo misma, y llegar al final me genera sentimientos tanto de satisfacción como de nostalgia. ¡No quiero ni imaginarme cómo me sentiré cuando termine toda la saga! Creo que la escritura, como todas las artes, tienen que romper con las estructuras, y en cierta forma, "incomodar" al lector. Salirse de los parámetros, desafiar las normas sociales, plantear preguntas y replantear respuestas. No debería haber ningún tema "tabú", y me gusta escribir con eso en mente. En esta época que nos toca vivir, de revolución y modernismo, donde las viejas normas y estructuras sociales son desafiadas por las nuevas generaciones constantemente, es casi una obligación por parte de los escritores tratar temas como libertad sexual, temáticas LGBTQ, corrupción política, manipulación de masas, tergiversación de información, así como también mostrar una mayor profundidad en los personajes, hacerlos más humanos, y mostrar sus virtudes pero también sus defectos: gente capaz de sufrir, de mentir, de equivocarse, de deprimirse, de adicciones, asesinatos y torturas. Porque somos todo eso: somos todo lo bueno que existe en el mundo, pero también todo lo malo. Somos los héroes y los villanos. Ocultar ese lado oscuro y desagradable del ser humano sería una mentira.

229: hace mucho que no recibía noticias tuyas! Siempre es una enorme alegría cuando vuelven a escribir, a pesar del tiempo. Tal como dijiste: no importaba lo que el Ministerio elija, habrá guerra. Y esa es la idea. Los han acorralado, pero además, intentan poner la responsabilidad de lo que suceda en el futuro enteramente en manos del Ministerio. Si la Rebelión ataca... Es porque no le han dejado otra alternativa. Y sí, esta vez no se trata simplemente de derrotar a un enemigo como era Voldemort, sino también de mantener el orden en el país... y a la gente del lado del Ministerio. Albus muestra por momentos su "diferencia" con su padre en su capacidad para poder analizar "objetivamente" las cosas. Es capaz de ver el atractivo que representa la propuesta del Mago de Oz, y lo tentador que puede resultar seguirlo. Rose y Scorpius: sí, son una de las pocas parejas "fluidas" de la historia. Su progresión fue muy gradual y posiblemente esa es la clave para que funcione. La pareja de Eli y Louis se está desmoronando lentamente, aunque no de forma "trágica", sino más bien, inevitable. Y sí, Eli y Rose saben sobre Lysander y Nox. Digamos que a esta altura prácticamente todos en la Hermandad saben que ellos dos son pareja, aunque Keith todavía está un poco tímido en público. James y Hedda: no, no es el momento para ellos. Eso es evidente. Pero aún así, James no se da por vencido. Y vemos que lentamente va mostrándole a Hedda otra versión de sí mismo, sorprendiéndola. Llevo bastante tiempo deseando escribir sobre Pansy y Draco. Creo que esa fue una relación frustrada. Ambos representan el pasado que preferirían olvidar. Y aún así, en medio de todos los horribles recuerdos que tienen de aquella época, persiste un cariño nostálgico y un dolor compartido. Pansy, a diferencia de Draco, sigue guardando muchos rencores y no ha terminado de aceptar la responsabilidad que tuvo en la guerra. Y vemos otra diferencia entre la guerra contra Voldemort y el Mago: no es tan fácil distinguir entre el bien y el mal, o mejor dicho, es fácil confundirlos jaja. Las posibilidades de que los más jóvenes se sientan confundidos y atraídos por el Mago son elevadas. ¡Gracias por apreciar a Lancelot! Sí, será un personaje importante en la historia. No es de los principales, pero jugará un rol fundamental en algún momento. Veo que todos sospechan que Lancelot podría estar con la Rebelión... Y en este punto creo que tengo que hacer una aclaración: los Hijos de la Rebelión, los jóvenes dentro de Hogwarts, no son miembros de la Rebelión, sino que la "apoyan". Pero el Mago no recluta niños. Por lo que cuando plantean que Lancelot podría ser verdaderamente un miembro... Están asumiendo algo muy serio. Y ahí es donde algo que dijiste en tu review se vuelve importante: si verdaderamente Lance se ha unido a la Rebelión... ¿qué precio pagará por eso?

Soar97: ¿verdad que se palpita el final? jeje. Me gustó lo que dijiste sobre "niños jugando a ser adultos", porque es un poco eso! Y corre no sólo para Zafira, sino también para todos los demás chicos... Albus y la Hermandad... Los Hijos y Cardigan. Ninguno de ellos tiene verdadera dimensión de lo que esta guerra implica. Cuando esta guerra termine y cada uno de ellos tenga que enfrentarse con las consecuencias de sus propias decisiones, ¿cuántos de ellos serán capaces de mirarse a sí mismos sin arrepentimientos ni vergüenzas? Fue lindo que James consiguiera una victoria. Se lo debía al personaje... Muchas veces nos olvidamos de que James es uno de los personajes que más ha sufrido de la Tercera Generación, porque siempre está de buen humor y alegre. ¿Crees que sólo ganó porque Albus no estaba jugando? Jajaja, Albus es buen buscador... Pero se necesita un buen equipo en su totalidad para ganar el torneo. ¡Sí, Dree McClane es mujer! Jaja. Los comentarios de Lorcan sobre el pasado de Oliver Wood como jugador de quidditch: en mi headcanon, Oliver se convirtió en jugador profesional de quidditch después de Hogwarts, y consiguió varios campeonatos nacionales junto a Puddlemere. Cuando se retiró del juego profesional, Minerva lo conovocó para dar clases en Hogwarts. ¡Sí, verdad que Lysan y Keith resultan enternecedores! Te da ganas de abrazarlos y no dejarlos ir jaja. Y vemos lo paciente que Lysander es con él... No lo presiona, sino que le da su espacio y su tiempo, pero siempre le demuestra su cariño y le brinda seguridad mediante pequeños gestos: tomándole la mano, acariciándole el brazo, sonriéndole o guiñándole un ojo. ¿Ya hay distancia entre Louis y Ely? Bueno, sí... Ya veíamos venir esto desde aquella charla entre Eli y las chicas, donde confesó que no estaba segura de haberse enamorado de Louis. ¡Sophie Dixon! Yo también hacía tiempo que quería que ella tuviera una charla con Albus. Es una persona talentosa, y Albus tiende a "valorar" a las personas talentosas. Se siente atraído hacia el poder y la excelencia, en todas sus formas. Lo hemos visto antes con Nina Raven o con Amadeus Relish, y lo vemos acá en otro aspecto completamente diferente como el quidditch. Pero también vemos que Albus se "sorprende" de que Sophie juegue tan bien siendo hija de muggles. Sophie le desliza un desafío que Albus claramente ha aceptado, y espera con ansias: jugar contra ella por la snitch dorada. La escena de Lance y Portus trae algo por debajo? Sí, claro que sí. Jajaja, después de cinco libros, creo que empiezo a volverme predecible, porque ya todos saben que no suelo incluir escenas por que sí, sino que en general, todo sucede por algo jaja. Con Lancelot, no podemos dejar de dudar... Hay una parte dentro de nosotros que nos dice que todo en él, en su familia, en sus amigos y en su pasado indica que seguirá el camino de la Rebelión... Pero aún así, dudamos. Aunque de algo estamos seguros: la neutralidad no parece ser una opción que Lancelot pueda mantener a largo plazo.

DannaFolch: ¿Se te hizo corto el capítulo anterior? Entonces este de seguro te pareció breve también, jaja. ¿Querías ver cómo evolucionaba todo? Bueno, finalmente la olla ha explotado! ¿Tendrá Pansy relevancia a partir de ahora? No tengo grandes planes para su personaje, más que esta aparición que tuvo aquí. La charla que tiene con Draco es algo que hace mucho quería escribir, porque me permite mostrar un poco cómo quedaron parados los Slytherin después de la guerra, y las posibles posturas que tomarán en esta nueva guerra. Tenemos gente como Draco, que intenta redimirse, gente como Zabini que busca venganza, y gente con Pansy, que prefiere mantenerse al margen de todo, aunque eso suponga el final de su propio país. ¿Conocemos a la persona que se esconde detrás del Mago? Oh, si te respondiera esta pregunta, empezarían a especular demasiado, y creo que lo más atractivo de la figura del Mago es justamente que no sabemos quién es, ni hasta donde llegan sus telarañas. ¿Eres ilusa por creer que Astoria se puede salvar? No, no creo que ilusa sea la palabra. Creo que la muerte siempre debe ser tratada con respeto, y la vida valorada hasta su último momento. Pero también creo que, aferrarse a la vida neciamente puede ser doloroso. Aceptar la muerte, como un viejo amigo, es algo saludable, y también, humano ;) ¡Y perdón por no poder cumplir tu pedido de no matar personajes! Pero creo que pueden lidiar con la muerte de Drake, ¿verdad?

Tefi Black: Es verdad, hace bastante que no recibía uno de tus reviews. Me alegro de que pudieses retomar la lectura y estés disfrutándola :) ¡Y no sabes cuanto disfruto de escuchar que los relatos de Quidditch y de los Caballeros te hacen sonreír! :)

N. T. R: Que bueno es escuchar que la ustedes, como lectores, pueden percibir esa vitalidad de James, esa energía y esas ganas de vivir. Efectivamente, Harry está en una encrucijada sin salida, donde cualquier camino que elija será dolorosa. Hace tiempo que Harry sabe que no podrá detener la guerra, pero hará todo lo posible por contener los daños y ganarla. El encuentro de Pansy y Draco... Sí, fue algo nostálgico. Los dos están haciendo el duelo de su adolescencia, de las personas que fueron, de la vida que alguna vez tuvieron y perdieron. Y todavía se puede percibir ese cariño entre ellos, ese tipo de vínculo que une a las personas que crecieron juntos, y que a pesar de los años, todavía recuerdan esos momentos con calidez. Solo que esos recuerdos pueden ser muy dolorosos para ellos, y en el caso de Pansy, ella prefirió alejarse de todo para evitarlos.

Severus 8: gracias por las felicitaciones. Y gracias a ti por colaborar todas las semanas con tus reviews. Sin lectores como tú no habría llegado nunca a los 600! ¡Me han gustado las propuestas que me diste para el one-shot! Tengo algunas ideas dando vuelta, así que cuando se acerque tu cumpleaños, recuérdamelo! :) Es verdad, todavía no han muerto personajes que resulten pérdidas desoladoras como fue Sirius Black, aunque Theodore Nott fue un golpe bajo... Y ahora se le suma Drake Mufson. Éste ha sido un personaje que nos ha acompañado durante todo el libro, interviniendo en varias ocasiones diferentes, así que creo que su muerte, si bien no es un personaje principal, no deja de ser algo importante. Posiblemente Perseus habría conseguido escapar de los muggles incluso sin un varita. Le bastaba con tirar un poco de polvos flu en la chimenea para salir de la casa. Hubo magia de por medio, y eso nos dice que esto no ha sido simplemente un ataque muggle aislado (tal como da a entender Pansy). Nosotros claramente sabemos quiénes están detrás, pero sí... Efectivamente Dudley podría ser de ayuda aquí (y lo será!). No es que Lavender no esté metida en la Orden del Fénix... Es decir, Harry tiene varios miembros del ED en quienes confía y a quienes acude en busca de ayuda, y Lavender es una de ellas, aunque no participe activamente de todas las reuniones de la Orden. Llegado el momento, Harry la convocaría sin dudarlo. Con Astoria, vengo preparando el terreno desde hace bastante ya... Es que ella tiene una enfermedad crónica, y está sufriendo una muerte muy difícil, porque no es algo abrupto, sino algo lento, gradual, y de progresivo deterioro. La charla entre Pansy y Draco: posiblemente son mas las cosas que NO SE DICEN, que lo que verdaderamente se dicen. Ellos son todavía esclavos de las decisiones que tomaron en la adolescencia, y todavía están pagando las consecuencias de ello. ¿Deben pagar los adolescentes "perdedores" sus decisiones o lo que sus padres les inculcaron e influyeron? ¡Qué pregunta! Creo que somos prisioneros de nuestras elecciones, para bien o para mal... Y el peor juez termina siendo nuestra propia consciencia. El rencor de Pansy es completamente entendible, aunque no saludable. La envenena por dentro. ¿Qué conclusiones sacó Zafira sobre las diferencias y similitudes entre Harry y Albus? Bueno, ahora que los conoce a ambos, sin duda puede ver aquellas cosas en que se parecen. Ambos son líderes natos... Lo deseen o no. Y ambos son gente que inspira respeto y cierto poder. Pero después... Son diferentes, y se nota. ¿Sophie Dixon una mezcla de Ginny y Colin? Jajaja, sí, bastante acertado! Sobre Elektra... Yo no sé si es que ella no está preparada para una relación seria, sino que más bien, creo que es de las personas que no se queda en pareja con alguien si no está enamorada. Y Louis... Louis si quiere una relación. Ha hecho todo lo posible por ser un buen novio para ella. Solo que a veces, simplemente no funciona. James se está tomando su tiempo con Hedda. Él piensa a largo plazo, y no está apurado. Se siente confiado de que eventualmente Hedda terminará por conocer al verdadero James, ese que se esconde debajo de toda esa seguridad y arrogancia socarrona. Quiere demostrarle que él es mucho más que un chico popular que juega quidditch. Qué interesante tu teoría sobre la frase que Lancelot le dice a Portus. A ver... "no puedes enfrentarte a él"... Lancelot no es tonto. Conoce a Albus, ya se ha enfrentado antes a él. Sabe que Albus es mejor duelista que Portus, y lo derrotará con facilidad. Pero... ¿por qué le importa que se enfrenten? ¿Qué es lo que le preocupa: que Albus salga lastimado, o Portus? Porque Portus estaba dispuesto a llevar adelante una pelea desleal: iba a hacer que el resto de los Hijos lo ayudaran si era necesario, con tal de derrotar a Albus. Y por más que Albus ganó el título de Heredero de Merlín, difícilmente pueda derrotar a diez personas al mismo tiempo. Portus podría haber ganado... pero, ¿a qué precio? Ahí esta la "clave", jeje.

Wander Clearwater: ¡qué bien que pudiste resolver tu problema y volver a la carga con nuevos reviews! :) ¡Y cómo me alegra que aprecien el trabajo que hice con la trama política de este libro! Fue una decisión arriesgada... Porque podía resultar tedioso de leer, y tal vez muchos de ustedes encontraron que la historia se volvía compleja y larga a lo largo de los capítulos de este quinto libro. Pero quiero creer que cuando el producto final esté terminado, habrá valido la pena. ¿El ataque del oficial del ERIC fue planeado? ¡No! Es decir, el oficial no lo hizo a propósito. Pero el Mago contaba con que algo así terminara sucediendo. Justamente fíjate que cuando llegaron los de la Rebelión y Zafira comenzó a incentivar la revuelta, fue cuando las cosas se pusieron verdaderamente feas. Ellos iban a presionar hasta desencadenar el caos. Ya sabemos que Harry no es un buen político. Otro en su lugar habría adoptado una actitud más conciliadora, aunque fuese una falsa, con Zafira. Pero Harry es demasiado trasparente, y no está dispuesto a ceder esas cosas. ¡Y sí, finalmente el Mago se ha dado a conocer públicamente! Se ha manifestado como líder de la Rebelión, aunque no necesariamente del partido político. Y no es un detalle menor ese... Ya lo verás. Será difícil para Draco "dejar marchar" a Astoria... Pero él ha sobrevivido a mucho. Es un sobreviviente. Yo también siempre odié a Pansy. Es desagradable, y egoísta, y ni siquiera siente verdadero arrepentimiento por lo que hizo. Pero aún así... Hay algo vulnerable en ella, y su vínculo con Draco creo que era genuino. Sobre los "perfiles profesionales" de los chicos: ya sabíamos que Hedda iría por Sanadora. Creo que si bien Lysander es una sorpresa, no deja de ser algo que creo que le queda muy bien al personaje... No me imagino a Lysan haciendo un trabajo rutinario y mundano jaja. ¿Te imaginas a Albus como profesor? Bueno, se le da bien manejar a la Hermandad, ¿no? James y Hedda... Me encanta porque son una pareja que todos comentan, pero donde no ha sucedido nada todavía, más allá de las constantes insinuaciones de James hacia ella. Pero de a poco, vamos viendo como James le muestra otro lado de él, uno que Hedda no conocía, y que le provoca una sonrisa. ¡No sientas pena por Eli! No está sufriendo... Ella y Louis se llevan bien, sólo que ella no termina de "engancharse". No es una relación sufrida, a diferencia de lo que por momentos parece ser la de Albus y Tessa, donde sabemos que ninguno de los dos termina de ser lo que el otro necesita pero aún así siguen juntos. Sobre Lily: sí, su abuso de la poción es una analogía a la drogadicción. Y sí, es algo complejo, y no es fácil de manejar. Pretender que Lily logre controlarlo de la noche a la mañana es poco realista. E inevitablemente, el camino de las adicciones es siempre hacia peor. ¿Por qué Amadeus la ayuda? Él esta fascinado con Lily. Quiere ayudarla a estar bien, pero también quiere ayudarla a alcanzar su máximo potencial. Y si ella le dice que la forma de conseguirlo es con las pociones... él va a ayudarla a conseguir la poción. No olvidemos que son muy jóvenes. Ninguno de los dos termina de tomar dimensión de los peligros que supone el abuso de la poción. Y sí, también Amadeus de a poco empieza a entender un poco más a Albus, y a tomar conciencia de lo que es capaz de hacer... O hasta donde podría llegar. ¡Teorías! Tu teoría de que la Rebelión podría derrocar al gobierno actual... Bueno, ese es claramente su objetivo final. Aunque posiblemente no de la forma en que te imaginas. Recuerda que el Mago no es como Voldemort, jeje. Y la teoría de la visión sobre Albus: muchos parecen pensar que la sangre podría ser de Scorpius, o de alguno de sus amigos, aunque eres la primera persona que plantea que Albus no está apuntando a un enemigo... sino a un amigo que lo ha traicionado. ¡Chan! Que teoría más seductora y... sería una vuelta de tuerca inesperada, no? ¡Y la visión sobre Felicity! Hemos estado tan enfrascados en Albus que prácticamente nos hemos olvidado de ella! ¿Ya tengo el título del sexto libro? Sí, ya lo tengo. También tengo el del séptimo libro, jeje. Pero no puedo revelarlos anticipadamente porque implican un spoiler importante, y generaran muuuchas especulaciones anticipadas.

lulu0611: Jajaja el miedo de Ron a Lavender! Es un guiño hacia los libros de HP... Y un poco para mostrar que a pesar de los años, Ron sigue siendo Ron, y Lavender sigue siendo Lavender. Más allá de eso, yo siempre pensé que Ron era un personaje infravalorado. Es decir, fue el mejor jugador de ajedrez de Hogwarts cuando tenía 11 años. Siento que él sería mucho mejor estratega que Harry a la hora de planificar ataques o redadas. Y sí, a Perseus Parkinson lo mató un muggle... Pero un mago colaboró en el proceso. Nosotros podemos ver los dedos de la Rebelión operando ahí desde las sombras, no? ;) Hablando un poco de Pansy y Draco... Me gusta mucho escribir sobre los ex slytherin. En los libros de HP no llegamos a ver demasiado sobre ellos, pero no puede haber sido fácil. Y sí, fueron "los malos", pero vamos, también eran adolescentes, tontos e ingenuos, atrapados en una guerra que les quedaba demasiado grande, sin entender del todo en lo que se estaban metiendo. JKR nos desliza esto con Draco en el sexto libro, llorando en el baño porque la situación lo sobrepasa, o en la torre de Astronomía dudando frente a un Dumbledore desarmado, deseoso de encontrar una salida del mundo oscuro en el que estaba atrapado. Mis one-shots reflejan un poco eso. El Mago de Oz se ha declarado finalmente como líder de la Rebelión... peroooooo no es el lider del partido político! Ya iremos viendo esto en profundidad más adelante. ¿El Mago ve como algo personal derrotar a Harry Potter? Lo ve como un desafío. Está claro que disfruta de un buen contrincante, y considera a Harry como su mejor adversario. Y además, sabe que si Harry cae... Todo el resto caerá detrás de él. Harry representa el mundo post guerra. Y en medio de tanto drama... Quidditch. Ha sido como una bocanada de aire fresco, eh? Los comentarios de Lorcan, James y Louis haciendo de las suyas. No, no vimos mucho de Alex aquí, pero sin duda estuvo atento a cada jugada, y debe de haber meneado la cabeza con resignación en varias ocasiones. Sobre las parejitas... Keith está mejorando. De a poco, empieza a soltarse en público, y aprende a aceptar las muestras de cariño que le extiende Lysander. James y Hedda... Ya he comentado mucho sobre estos dos, jeje. Me gusta como todos comentan sobre ellos como si fuesen una pareja, cuando no ha sucedido nada entre ellos todavía. Pero es verdad que, lentamente, Hedda empieza a mirar a James con otros ojos. Es decir, él le está demostrando que es mucho más que el jugador popular de quidditch. ¿Te cayó bien Sophie? ¡Creo que todos los personajes te caen bien! Pero sí, ha estado muy bien con la respuesta que le dio a Albus cuando éste comentó sobre su familia muggle. Le cerró la boca, bien y pronto. El final del capítulo... todos nos tensamos a pesar de que técnicamente no sucedió nada grave. Y sin embargo, algo se siente diferente, no?

anilem12: ¡Que teoría avanzada que propusiste sobre la interpretación de la visión de Albus! Es una idea interesante, eso de plantear que lo que vemos no corresponda todo a una misma línea temporal, sino a momentos diferentes superponiéndose. Pero en realidad, a lo que me refieron con mi comentario sobre "cuidado cuando interpretamos el futuro" es que no siempre todo es lo que parece. ¿Cuál sería el siguiente paso en la investigación sobre la muerte de Parkinson? Bueno, no queda mucho para investigar, al menos no oficialmente. Tienen a los culpables, después de todo. Pero de forma extra oficial, sabemos que Harry intentará confirmar si la Rebelión estuvo detrás de ese crimen (aunque claramente lo sospecha...). Sobre Pansy y Draco: Pansy no volverá a cometer los mismos errores, no por convicción, sino por miedo a las consecuencias. Una parte de ella, sin embargo, desea ver caer al gobierno que la exilió y la humilló. Como bien dijiste, todavía tiene mucho dolor, enojo y odio dentro de ella. Sobre Zafira... no sé si pena es la palabra. Ella no es ninguna niña inocente. Es consciente de la verdad que se esconde detrás de las intenciones Rebelión y elije voluntariamente unirse a ellos. Es parte incluso de la manipulación que están llevando adelante. Pero sí... es joven, e inevitablemente eso implica que sea inexperta. Y sí, claro que está siendo "usada". Es un instrumento más en la carrera por conseguir el poder. ¿Seguiremos viendo a Sophie? Sí, posiblemente sí. ¿Llegará a jugar contra Albus? Bueno, eso tendrá que esperar mínimo al próximo año, ya que ahora la copa ha terminado. ¿Así que piensas que Albus tendría que quedarse soltero? Bueno, entiendo a lo que te refieres, y posiblemente, tienes razón. Albus es una persona individualista. Y ambiciosa en muchos aspectos personales. Su prioridad no es, y talvez nunca sea, la pareja. Sobre tu observación respecto a lo que dice Portus: "Lo superamos en número. No puede derrotarnos a todos juntos"... Se refiere a que si atacan todos juntos, Albus no puede ganar. No necesariamente incluye a Lancelot entre los atacantes, aunque tampoco sería raro que lo quisiera incluir... Es sabido entre los alumnos que Albus y Lancelot están en malos términos despues de lo que pasó con el equipo de Slytherin. Casi que sería esperable que Lancelot quisiera atacarlo, no?

Espero no haberme olvidado de ninguno de los comentarios.

¡Aguardo ansiosa sus reacciones a este capítulo!

Saludos,

G.