QUE ONDA A TODOS, AQUI BRAVETHUNDER REPORTANDOSE CON OTRO CAPITULO MÁS DE ESTE GRAN FIC. ANTES QUE NADA, ESPERO QUE SE ENCUENTREN BIEN. YA LA CUARENTENA EN MI PAIS YA HA DURADO DEMASIADO Y AUNQUE SE RUMORA QUE HABRA ACTIVIDADES PRESENCIALES NUEVAMENTE ES MEJOR MANTENERSE CON LA GUARDIA ARRIBA. ESTE CAPITULO SI QUE ME TOME MI TIEMPO. CREO QUE CASI UN MES ESCRIBIENDOLO PUES AUNQUE ME FUE FACIL ESCRIBIRLO, REALMENTE FUE DIFICIL PLANEARLO PUES AQUI HAY COSAS QUE DEBEN DE QUEDAR CLARAS ANTES DE SEGUIR CON EL ULTIMO ACTO. ESTA HISTORIA ESTA ALGO LEJOS DE TERMINAR PERO ASI COMO VEO LAS COSAS, DEBO DE APRESURARME A DARLE UN FINAL PUES YA CASI NO TENGO TANTO TIEMPO COMO ANTES PARA ESCRIBIR. ASI QUE ESPERO LES GUSTE ESTE CAPITULO TANTO COMO A MI AL ESCRIBIRLO. LOS VERE HASTA LA PROXIMA AMIGOS.


—CAPITULO 41: LA IGLESIA DE LOS BUHOS; MÁS ALLA DE LA VERDAD—

Hoja de alquitrán

Esta espada aun siendo de acero posee el espíritu guerrero de una encarnación del guardián del mundo. Lo cual al empuñarla emana una llama oscura y quema de muerte quien sea cortado por ella, y maldiciendo a quien la porte

El mundo de Equestria estaba desapareciendo poco a poco, Arkzrimiel rechazaba rotundamente la existencia de ese reino en su basta creación, pero el guardián mismo luchaba para mantener ese lugar existiendo, pero su poder no sería suficiente para dar un equilibrio. Necesitaba de sus guardianes y aunque no se sabía mucho de ellos después de salir de la ilusión del guardián, se sabía que todos poseían ya una reliquia legendaria del guardián o si no, ya habían nacido con una.

Radiantshield y sus amigos vagaban por los bosques de Equestria mientras sus pisadas eran el único ruido que acompañaban en su andar, aunque los pensamientos de la princesa estaban en un conflicto. Su plática con una misteriosa chica le dejaba en duda. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿De qué balance hablaba? "Sabía que muchos hablaban mal del guardián, pero Angela se veía convencida de que el guardián era malvado. No puede ser malvado"

Pherica no se percataba que mientras se hipnotizaba con sus pensamientos, los chicos habían parado a tomar un respiro en un campamento abandonado, los árboles se amontonaban alrededor de la zona donde habían parado y en el centro se encontraban los restos de una hoguera con huesos entre las cenizas.

—Pher—Raphiel tomo a Pherica del hombro con una sonrisa mientras que los chicos se sentaban alrededor sacando de sus mochilas frascos con comida y especias. Pher se sobresaltó mirando a su amiga y sonrió con dificultad—¿Sucede algo? Has estado muy callada en todo el camino.

—No. Por nada. Es que no he dormido bien últimamente—Pherica y Raphiel caminaron hacia los chicos y tomaron su lugar alrededor de la hoguera.

—Es que realmente nadie ha dormido bien—Reinhardt extendería sus brazos en la tierra como apoyo y levanto la mirada hacia el cielo anaranjado.

—¿Deberíamos de dormir? —Pherica bostezaría en una clara señal de cansancio y mirarían a Radiantshield quien miraba hacia el horizonte, viendo entre el mar de árboles unas pequeñas escaleras de piedra labrada al pie de una ladera.

—Quizás. Pero siento que no deberíamos.

—¿Por qué, hermano?

—Siento que nos están observando. Hemos llegado a la a la iglesia de los búhos.

Los chicos mirarían a Radiantshield y como su semblante cambiaba con los segundos, no se le veía sereno. Se le veía incomodo e impaciente.

Durante su viaje a la iglesia de los búhos, se encontraron con muchos seres Equestres y humanos, pero en ningún momento entablaron ni una conversación, ni una expresión y mueca. Ignoraban a los habitantes del mundo exterior, aunque solamente recibían críticas y miradas asesinas. Inclusive una vez tuvieron una disputa con un Equestre llamado Cheese sándwich pues les había robado el cartógrafo y se jactaba de su hazaña. Aunque no paso a mayores, pues este Equestre fue sometido sin violencia por los chicos mientras que las chicas dispersaban a los pobladores con su magia dado que no eran bien vistos por tal acto y menos por hablar tales perjurios hacia un "humilde" habitante.

Y aunque no hubo nada más que destacar. Los chicos ya se mostraban cansados, querían impartir algo de su amistad y amor al mundo, pero el mundo los rechazaba rotundamente y era claro que no lograrían nada a esas alturas. El mundo también estaba cansado de ser rechazado. Si fueron rechazados anteriormente porque no nacieron dentro de la ilusión. Ya no creerían las palabras de gente proveniente del interior, inclusive se alegrarían pues en su cabeza no albergaba ese conformismo implantado artificialmente por el guardián y lo maldecían por haber causado tanto dolor al mundo.

Radiantshield regresaría la mirada hacia Pherica y ella vería a Raphiel y consecuente a Reinhardt y se levantaron de un salto sacando sus armas. A excepción de Pherica, quien se resguardo detrás de Raphiel pegando su espalda con la de ella como su vista trasera. Y entre los árboles aparecerían un grupo de humanos con una túnica blanca y hermosos bordados dorados en los cuellos. Tenían una banda en la frente con un par de alas blancas sobresaliendo únicamente de su punta. Su rostro estaba cubierto de la nariz hacia la parte inferior con una máscara de porcelana grisácea con un pico en la parte central cubriendo la nariz y la boca.

El que más destacaba de este grupo era un hombre de edad avanzada por las canas en su cabello y las ojeras ya remarcadas en sus ojos de color avellana. Aunque los chicos temieron más por un detalle característico.

Carecían de alas divinas. Eran humanos ordinarios.

Los chicos verían a este grupo de personas apareciendo de uno en uno hasta formar un círculo alrededor de los chicos. Contaban diez personas, pero temían que hubiera más dispersas a su alrededor.

—Disculpen nuestro atrevimiento, pero no podíamos contener más nuestra emoción—Este hombre caminaría extendiendo sus brazos haciendo resonar sus esclavas de oro de las muñecas—Mi nombre es Rigentes. Soy el Cardenal de la iglesia de los búhos y no teman de mis estimados Diáconos. No les harán daño—Los chicos guardaron silencio. No tenían intenciones de hablar—Sabíamos que no confiarían de nosotros, pero tenemos un recado del guardián del mundo que hace muchos años sabía que ustedes vendrían.

Vengo de un mundo hecho cenizas. Mi cuerpo ha sido destruido pero mi alma yace en todos, mis guardianes. Miren por los ojos de mis fieles. Quienes han vivido lo que yo y su carga es más grande que la mía, pues ellos no pueden luchar, aunque lo deseen. Se dejarán llevar por el viento de Arkzrimiel y desaparecerán, aunque se opongan. Serán arrastrados y serán destrozados por la avaricia, pero ustedes. Raminidez, Reinhardt. Podrán ser los pilares para que ellos puedan luchar una vez en sus vidas. Confíen, porque el mundo ha envejecido sin amor, con emociones vacías y llanas, conspiran aun cuando mi poder es infinito y soy capaz de arreglar sus problemas. recuérdenme, necesítenme. Pues soy la clave para la salvación de la creación.

Regentes guardo silencio. Los chicos temerosos veían a Rigentes y como había imitado a la perfección la voz del guardián. Aunque solo Radiantshield la conocía, los demás en sus corazones lo percibían. Pero el chico resintió más las palabras del guardián.

—Vamos con ellos—Radiantshield apago la fogata con una suave brisa de sus alas y camino sin decir más hacia la pendiente. Su hermano le vería incrédulo, pero le seguiría al igual que las chicas quienes se mantuvieron con la guardia en alto.

Rigentes sonrió bajando los brazos y camino detrás de ellos y los diáconos caminarían sin emitir ningún ruido en sus pisadas.

Radiantshield pararía varios metros más adelante y voltearía hacia el Cardenal y este pasaría por el grupo de chicos hasta pararse a lado suyo con esa imponente mascara, Radiantshield vería fijamente los ojos del cardenal y sentiría esa misma pesadez que tuvo cuando vio al guardián la última vez.

—¿Y bien? ¿A que debe su visita? —El cardenal extendería su mano izquierda invitando a los chicos a subir y el caminaría tomando el liderazgo del grupo y los chicos le seguirían subiendo las escaleras de piedra detrás del cardenal y eventualmente subirían los diáconos de la iglesia.

—Nos mandó la princesa Twilight Sparkle, nos pidió que acudiéramos a ustedes a pedir consejo—El cardenal alzaría un poco la cabeza pasándose la mano por el cuello, aparentemente tenía barba.

—Ya veo. Supongo que llego el momento de la reclamación.

—¿Reclamación? —Radiantshield giraría el cabeza confuso mirando al cardenal mientras que sus amigos veían por el paisaje a su alrededor. Aquí los bosques no parecían marchitos y el pasto estaba floreciente de vida. ¿Acaso era parte de la influencia del guardián en ese lugar?

—No podemos hablar de ese tema en este lugar. Nos está observando—El cardenal levantaría el dedo índice hacia arriba. Los chicos verían hacia el cielo y verían un gran hombre mirándolos fijamente. Con una mirada llena de odio, sentado en un trono de oro y piedra. Los chicos al ver sus cuencas verían el peor de los castigos y comenzarían a llorar, de no ser por los diáconos que les cubrieron el rostro, habrían dejado de existir.

Los chicos tras eso perdieron la consciencia a excepción del tacto. Que en todo momento sintieron como los cargaban entre varios diáconos, aunque tras una larga quietud y calidez de los brazos de estos hombres terminaron en lugares suaves y cómodos. Fue ahí donde les destaparon el rostro.

El primero en reaccionar fue Reinhardt. Sus ojos secretaban grandes chorros de alquitrán y de su nariz sangre coagulada, a duras penas fue capaz de ver que se encontraba en una habitación de piedra y lo suave que había sentido hace pocos momentos era en realidad una cama. Lentamente se fue sentando a un costado de está tomándose de la cabeza pues un gran dolor le inundaba lentamente.

—Veo que has regresado. Menos mal—El cardenal vería a Reinhardt desde la puerta de la habitación sosteniendo una toalla y caminaría hacia el chico con el eco de sus pisadas—Por lo visto eres el más fuerte de todos. Felicidades. Toma, límpiate la cara.

—¿Qué fue lo que vimos allá afuera? —Reinhardt tomaría la toalla y se limpiaría el rostro frotándose fuertemente la toalla contra la cara hasta despegarla y ver toda la negrura y sangre coagulada devolviéndosela al cardenal.

—No quisiera arruinar la sorpresa, pero lo que vieron, no fue más ni menos. Que el mismo Arkzrimiel. Andando, iremos a ver a tus hermanos—El Cardenal no contuvo una risa y salió de la habitación y Reinhardt como pudo le siguió consternado por lo dicho por este individuo.

¿Acaso era el verdadero Arkzrimiel? ¿Por qué cuando lo vio sintió deseos de morir? ¿Qué fue aquel lugar que visito cuando estaba inconsciente? Reinhardt ya había visto ese lugar antes, un lugar inundado en maldad y alquitrán. Donde miles de rostros se deformaban en odio y terror, y en el centro vería a un hombre con armadura cristalina con una guadaña en manos. Era Samael, y lo recordaba a la perfección. Pero el lugar al que fue no era el mismo, tenía las mismas características, pero en él. Veía edificios consumidos en el miasma.

El cardenal no hacía caso de Reinhardt, pero el veía el lugar donde se encontraban; Era un largo pasillo con paredes de piedra, cada tantos metros había una estatua del guardián. Un hombre de seis pares de alas apoyado sobre una espada flameante, tenía una armadura prominente y lo más destacado eran sus hombreras, dos grandes pegasos mirando en direcciones opuestas y sus rodilleras dos mujeres, una rezando y la otra luchando. La mirada del guardián era pesada e inclusive podía sentirse que seguía con la mirada a quien se pasara delante de él. Y así era con cada figura del guardián.

Entre las estatuas del guardián había antorchas y lámparas eléctricas, curioso pues no parecía haber luz eléctrica en ese edificio, pero las lámparas se veían en buen estado. El cardenal dobló por un pasillo hacia la izquierda y una puerta de madera con remaches de acero se mostró delante de ellos. Abrió la puerta y dentro se encontraba Radiantshield, Pherica y Raphiel. Los tres acostados en camas y llorando.

—¿Qué les sucede? —Reinhardt caminaría hacia su hermano arrodillándose a un lado de la cama tomándolo de su pata mirándole a la cara.

—Todavía no regresan.

—¿Dónde están?

—Están en la maldición de Arkzrimiel. La misma que puso sobre el guardián del mundo, están atrapados en su propio ciclo—El Cardenal sacaría de una de sus mangas un artefacto. Un corazón de madera—Pero no es más que una mala pesadilla. Nocturnia, te necesitamos.

Talismán de nocturnia

Se dice que el talismán fue hecho por la diosa de la noche del mismo nombre, la cual protege a sus fieles de las pesadillas. La cual la relatan como un gran caballo azulado con la melena ondulante y ojos blancos como la luna misma. ¿Coincidencia con cierta princesa? Quizás, pero las cebras rechazarían toda prueba de que su diosa es nada más una simple alicornio.

El cardenal lanzaría dicho talismán y flotaría en el centro de la habitación y comenzaría a palpitar lentamente, de sus orificios comenzaría a absorber toda la maldad divina que los chicos habían absorbido al ver al creador de todo, el padre de la creación.

—¿Uso eso en mí? —El cardenal negaría su pregunta.

—Nocturna absorbe la maldad ajena de los cuerpos, más no la que ya poseen las mismas personas.

—¿Qué?

—Ya lo entenderás. Mira, están despertando—Reinhardt regresaría la atención hacia su hermano que poco a poco abriría los ojos con restos de alquitrán en el iris.

—¡Radiant! —Reinhardt abrazaría a su hermano que daría un fuerte jadeo por el gran apretón por parte de su gemelo—Pensé que no te recuperarías.

—Tranquilo, estoy bien—Radiant sonreiría con gran dificultad, pero su sonrisa seria opacada ante la presencia del cardenal quien estaba recibiendo en su palma el corazón de madera—¿Por qué nos mostró eso? ¿Qué fue lo que vimos?

—Una cosa a la vez; En primera, les mostré donde estábamos porque debían saber en qué situación se encontraban ustedes. En segunda, lo que vieron. Fue su propia maldición.

El cardenal se quitaría la máscara de su rostro y vería a un hombre de edad avanzada. Entre los 40 y 50 años. Sus ojos reflejaban cansancio, pero carecía de color su mirada. Era ciego.

Las chicas poco a poco se recompondrían sentándose al pie de la cama sin entender lo que habían visto pero era claro lo que vieron; Pherica, había vivido su vida en Equestria con placidez y amor, pero sería destruido por la maldad de Arkzrimiel y seria torturada física y espiritualmente a tal grado que apenas podía abrir los ojos, como si no quisiera estar despierta por temor a sufrir tal castigo y ver a su madre morir en sus manos, por otro lado. Raphiel estaba absorta mirando el suelo con gran ira, había regresado tanto en su pasado que recuerda a la perfección como fue encontrada por su padre Noblesoul en la panadería de aquel reino abandonado y su vida seguiría sin saber la existencia de Radiantshield y Reinhardt. A tal grado que Raphiel perdería la vida contra Arkzrimiel cuando comenzó a devorar Equestria. Ambas vivieron mil veces ese destino. Pero no dirían nada y no dirán nada de lo que vieron.

—¿Qué le sucedió? —Reinhardt se sentaría en la cama ayudando a su hermano a reincorporarse y el cardenal apenas sonreiría denotando las arrugas en su rostro.

—Fui el primero que él trajo a este mundo. Soy un humano del planeta Tierra como les he dicho desde el principio. De hace muchos años, mucho antes que el guardián perdiera su nombre, de una época en la que él fue un patético chico de 17 años que se la pasaba jugando videojuegos. Donde su amor nunca murió—Los chicos se quedaron atónitos ante las palabras del cardenal y esperaban a que dijera su nombre pues presentían que no era un nombre real—Regentes fue el nombre que él me dio cuando llegue aquí.

—¿Y dónde estamos? —Preguntaría Radiant desconcertado.

—Están en el puente entre el planeta Tierra y Equestria, en el momento justo que el guardián va hacia su penitencia.

—¿Cómo?

—Sí, en el momento justo; Cuando el guardián del mundo decidió perder su existencia, libero tanto poder que de alguna forma rompió los candados de toda la creación causando que de alguna forma traerá a Equestria muchas cosas. Entre ellas, yo. Y esta iglesia. Vi a mi viejo amigo desaparecer de la creación frente a mis ojos y conforme se acercaba a su juez, todo sería destruido. Pero algo hizo que nada fue destruido. En cambio, fue deformado a tal grado que tenemos esta historia narrada.

—Ósea ¿Estamos en el momento justo cuando él perdió la existencia? —Radiantshield se levantaría de la cama emanando un aura dorado—¡Debemos ir a ayudarle! ¡Podemos ganarle a Arkzrimiel!

—¡No! —Y el Cardenal extendería su mano derecha y la puerta se cerraría y para ese punto Raminidez se paraba a dos pies delante del cardenal, a su misma altura—Aquí están a salvo, esta habitación nos mantiene fuera de todo peligro, incluyendo del mismo guardián. El guardián Figueroa al saber que su intervención causaría muchos conflictos, creó este lugar donde estamos parados para conversar sin ningún tipo de intromisión o manipulación tanto de él como de Arkzrimiel, aquí hay libre albedrio.

—Entonces. ¿Nos quedaremos aquí mientras el guardián muere? —Y el cardenal bajaría la mirada con pena y asentiría—¡No es justo! ¡Podemos salvarlo!

—No…no se puede…Mis diáconos y yo lo intentamos una vez. Y todos perdimos la vista. Solo Twilight Sparkle pudo presenciar su desaparición, pero, aun así. Ella no podía intervenir, porque esa fue la ley de la existencia. Y si lo hacía, desaparecería igual. Así que aquí estamos, viviendo una y otra vez la inexistencia del guardián del mundo. Y aquí estamos también, para conversar. Se que han venido para saber todo sobre el guardián, y yo. su oráculo. Digan, ¿Qué quieren saber del guardián? Porque no hay mejor momento para saber la verdad que en el momento que este deja de existir.

Los chicos verían a Raminidez, quien tenía una mirada llena de convicción, de valentía. Pero sus arrugas bajo sus ojos también denotaban preocupación. Miedo, y el cómo se aferraba al casi desapercibido libro de la vida lo delataba.

—¿Qué sabes del libro de la vida? —El cardenal se colocaría la máscara nuevamente mirando al chico en un largo silencio.

—El libro de la vida paso de generación en generación, fue creado en el momento que Siegfried mando a Arkzrimiel a su prisión. Ustedes lo conocen como abismo. Ese libro en sus inicios contenía toda la historia del hogar natal de Raphiel, además de que también contenía los nombres de todos los seres vivientes dentro de la creación dignos para ser salvados.

—¿Y los que no eran salvados?

—Eran combustible para el árbol de la vida, en el corazón de ese reino. El limbo, le decían. Aunque siéndoles honesto, no era más que patrañas. No existe un verdadero paraíso, no existe el verdadero descanso. Aquellos que mueren. Se pierden para siempre y no hay ninguna reencarnación.

Y Regentes extendería sus manos y las paredes se iluminarían en una luz purpura revelando grabados en la pared, Los chicos leerían cada grabado anonadados, en especial Raphiel que se mostraba aterrada ya que entendía perfectamente el significado de cada grabado y a quienes iba dirigidas.

"Ay de ti, que anhelas la sabiduría"

"Ay de ti, que anhelas la Familia"

"Ay de ti, que anhelas el perdón"

"Ay de ti, que anhelas la risa"

"Ay de ti, que anhelas la belleza"

"Ay de ti, que anhelas el amor"

"Ay de ti, que anhelas la naturaleza"

"Ay de ti, que anhelas la divinidad"

"Ay de ti, que anhelas la justicia"

"Ay de ti, que eres el bien y el mal"

"Ay de ti, que anhelas la venganza"

"Ay de ti, que anhelas la verdad"

"Ay de ti, que anhelas la valentía"

"Ay de ti, que anhelas el pecado"

"Ay de ti, que anhelas la muerte"

Los últimos tres grabados estaban resaltados entre el montón y estaban escritos de forma errática. Como si fuesen escritos con odio. Raphiel trago saliva con temor pues sentía que esos grabados eran para ellos. Como una amenaza. Los chicos no sabían quién lo escribió o tenían una vaga idea, pero Raphiel sabía que el autor de esas palabras ahora mismo estaba siendo juzgado por Arkzrimiel.

—¿Qué hay que hacer para detener a Arkzrimiel? —Raminidez preguntaría con un gran pesar sin apartar la mirada de las paredes de la sala con grandes gotas de sudor recorriendo su rostro.

—Sigan recolectando las armas que él disperso por el mundo, sabemos que no son su objetivo. Por eso no se toman el interés en describir cada arma que ya poseen. Pero lo seguirán haciendo. Las armas que ya poseen son catalizadores, con cada arma que tengan. Sera más fácil para el guardián regresar al mundo.

—¿Y cuantas son?

—No sabría exactamente la cantidad de armas dado que, con cada ciclo del guardián las dispersa. Sería una cantidad infinita. Pero para nosotros, serian setecientas setenta y siete armas. Ustedes ya poseen varias. Y no se preocupen en conseguirlas y donde encontrarlas. Pues ya ustedes las poseen—Uno de los diáconos abriría la puerta interrumpiendo al Cardenal, y sin decir ninguna palabra sabría que el momento había llegado—Ya veo. Es hora de irnos.

—¿A dónde? —Reinhardt se pararía firme esperando un combate con Arkzrimiel, pero el cardenal se mantendría sereno.

—A cenar. Deben de estar hambrientos. Andando. Seguiré respondiendo sus preguntas una vez que comamos bien.

Los chicos guardaron silencio y el cardenal daría media vuelta para partir fuera de la habitación caminando con su diacono. Los chicos mirarían a Raminidez y el asentiría caminando hacia la salida siguiendo al cardenal. En su silencio se denotaba la tranquilidad, pero en sus pisadas la preocupación, estaban en el momento justo para ir a salvar al guardián del mundo, pero en sus corazones había tanto temor que no se atrevían a salir de la iglesia.

El cardenal caminaría por los pasillos junto con los chicos en un total silencio que el chisporroteo de las antorchas y la luz eléctrica harían eco en los casi infinitos pasillos de la iglesia creando una gran tensión además de que al pasar por las ventanas de la catedral verían a lo lejos al cruel Arkzrimiel culpando al guardián del mundo y una vez que este desaparecía, reaparecía nuevamente para recibir nuevamente su castigo. Como si ya estuviera formado para ser castigado únicamente, los chicos no pararían a ver tal paisaje pues Arkzrimiel también les observaba a la distancia.

Pherica vería al guardián y en su corazón latería una chispa de esperanza. Tomaría su bolso de cuero sintiendo un gran poder emerger de este pero un cardenal chocaría con ella mirándola fijamente. Pherica vería al diacono y vería en sus ojos avellanas la paciencia y cordura. Y seguiría caminando detrás de los chicos apenada, por un segundo pensó en salir de la iglesia a confrontar a Arkzrimiel, pero eso sería el final de su viaje y el de sus amigos por igual.

El diacono se detendría en una puerta de madera y miraría a los chicos de reojo y abriría la puerta mostrando un gran comedor con cientos de personas conversando, entre risas y platicas entrarían los chicos mirando las larguísimas mesas de madera y las velas de cera iluminando la habitación.

El cardenal no diría ni una palabra ni los chicos, pero los demás diáconos que comían en sus mesas guardarían silencio soltando los cubiertos provocando una gran serie de golpes metálicos que harían eco en la sala. Verían a los chicos con esos ojos brillantes ocultos tras sus túnicas blanquecinas. Los chicos notarían que los diáconos incluso para comer no se quitaban sus máscaras.

El grupo liderado por el cardenal caminarían entre la sala siendo observados fijamente con el único sonido de sus pisadas hasta divisar al fondo una larga mesa acomodada a lo ancho del lugar con ocho asientos vacíos, pero con ocho platillos con comida, variada. Desde comida vegetariana para Raminidez y Reinhardt hasta carne cocida para las chicas y el cardenal. Los chicos se separarían en dos grupos, siendo Reinhardt pasando de lado izquierdo junto con el diacono y las chicas y el derecho Raminidez y el cardenal dejando un par de asientos vacíos lo que extrañaría a Raminidez que vería los platillos preparados y en su lugar la comida para aquellos lugares.

El cardenal se sentaría en el centro de la mesa y el diacono a su derecha para seguir Raphiel, Pherica y al final Reinhardt. Del lado opuesto al cardenal se sentaría únicamente Raminidez viendo dicha comida vegetariana y a un lado comida para un humano; Bistec asado con un par de verduras y pasta. Pero habría algo que extrañaría al chico seria que dicha carne abundaba la sangre, como si estuviera cruda. ¿Quién comería un platillo con abundante sangre? ¿Algún caníbal?

—Muy bien, comamos—El cardenal extendería sus brazos y todos los diáconos sin vacilar regresarían a su comida y los chicos cruzarían mirada entre ellos mientras el cardenal tomaba un par de cubiertos y unas verduras—Es mejor que comamos antes de que empecemos de nuevo.

—¿Empezar de nuevo? —Raphiel tiraría la primera pregunta asomada entre sus amigos mirando al cardenal extrañada mientras el servía salsa sobre su alimento de una forma muy elegante.

—Sí. Porque, aunque nosotros veamos de forma indefinida al guardián ser castigado y desaparecer de la creación, el mundo llega a saturarse de tantas veces que el guardián ha aparecido y desaparecido que este se destruye. Por lo que depura todo tipo de vida y objeto que haya sobre de este cubriéndolo de ceniza para renacer de nuevo y volver a presenciar el castigo del guardián.

—Espere. ¡¿Entonces vamos a morir?! —Reinhardt se inclinaría sobre su asiento alarmado mientras el cardenal daba un suave mordisco a una hoja de lechuga.

—Para nada. No se alarmen, recuerden lo que dije; Esta catedral no es de este mundo. Es de la tierra. Un lugar muy lejano que hace imposible para Arkzrimiel o la creación misma destruirla. Por lo que el mundo se cubrirá en cenizas, pero esta catedral se mantendrá firme. A lo que me recuerda. ¿Han escuchado alguna vez la leyenda del mundo de ceniza? —Y los chicos negarían la pregunta temerosos y el cardenal masticaría con elegancia su carne—Es una leyenda perdida entre los sueños del guardián, en el que relata que Equestria fue creada desde las cenizas de otro mundo. Un mundo donde los dioses habían muerto y había que revivir el mundo pieza por pieza. Pero para poder cumplir con el destino habría que entrar a un gran horno donde una primera llama yacía moribunda. Ah sí, en esa leyenda. Twilight Sparkle era protagonista.

—¿Y eso sucedió de verdad? —Pherica miraría al cardenal ignorando por completo su alimento y el asentiría con tranquilidad.

—Sí, el guardián lo soñó. Y si el lo sueña, es porque se volvió real. Aunque no para nosotros.

—¿Qué hay que hacer para saber el nombre del guardián?

—Tienen que confiar en lo que buscan. Y sí confían, encontraran a su mesías.

—¿Qué sabes tu de su nombre? —Raminidez miraría al cardenal comiendo con una gran incomodidad pues ya el platillo que tenia frente a él había desaparecido y ahora había una bolsa de papel metálico con una etiqueta blanca que decía "Carne deshidratada" junto con un instructivo y agua caliente a un costado. ¿Quién comería comida de ese tipo? Parecía comida del futuro distante.

—Su nombre. Podría decirlo, claro. Pues como dije, tienen que confiar. ¿Confían en mí? —El cardenal terminaría de comer —Pero ¿están listos para encontrar al mesías? El guardián del mundo, El guardián Nova, el guardián Figueroa al ser mencionado vendrá directamente y hará lo mejor que convenga al mundo dependiendo de lo que él vea. Aun así, ¿Están listos?

—¿Usted confía en el guardián? —Raphiel miraría al cardenal con un enojo controlado, pero sería notorio pues nunca hizo caso de su comida y se aferraría a un cubierto destrozándolo. El cardenal reiría limpiándose la barbilla con un pañuelo, apenas visible por la máscara.

—¡Por supuesto! ¡Por algo somos su iglesia! Confiamos ciegamente en las palabras del guardián. El quiere lo mejor para Equestria. No, mejor dicho. ¡Para toda la creación! Observen—El cardenal se levantaría de golpe extendiendo las manos—¡Hermanos! ¡escuchen mi voz! ¡¿Qué es lo que más ama el guardián?! —Y los diáconos se levantarían sin dudar poniendo su puño derecho sobre el pecho.

¡El guardián busca el amor total! ¡El guardián busca su salvación! ¡El guardián busca la salvación de la creación! ¡El guardián busca reaparecer en el mundo! —Y se quedarían firmes en esa posición mirando al frente sin tambalearse ni nada. Como si fueran ya unas estatuas.

—¿El guardián ha muerto? —Raphiel entrecerraría los ojos burlándose del cardenal, el voltearía de golpe mirándola. Sabia quien era la chica, sabia que había que cuidarse de ella.

—Cierto, siempre hemos escuchado que el guardián repite su ciclo desde que nace hasta que llega a ser enjuiciado, pero. ¿Murió alguna vez? En el libro de la vida no especifica directamente si murió. Solo dice que paso un largo tiempo entre la vida y la muerte. Pero no si murió en verdad—El cardenal bajaría los brazos lentamente al igual que su mirada a tal punto que se perdería en la negrura de su túnica. Los chicos guardarían silencio esperando cualquier tipo de respuesta o agresión…

—¿Quién es Angela? —El Cardenal reiría de él comenzaría a emanar una densa miasma a partir de sus brazos y piernas. Los chicos se alejarían rápidamente del cardenal quien comenzaría a reír.

—Ustedes no son los elegidos para traer al guardián. Son unos traidores. Así como él nos lo dijo y nos dijo que confiáramos en ustedes por igual. ¡Vaya paradoja! ¡Ay de nosotros por ansiar la salvación! —Y el diacono se quitaría su túnica y los diáconos por igual. Todos los diáconos tenían el mismo rostro que el cardenal, pero jóvenes. Eran hombres de mediana edad, entre los 20 y 30 años. Con el cabello castaño y ojos avellana, Los chicos mirarían asombrados, pero Raphiel estaría aterrada al ver quiénes eran los diáconos. Estaría tal aterrada que comenzaría a temblar del miedo.

—El guardián…Es tan cruel…Consigo mismo…—Murmuraría aterrada tomando de la mano a Pherica. Quien no entendía el temor de su mejor amiga.

—¡Pregunten! ¡Pregunten antes de que los echemos de nuestra iglesia por sacrílegos!

—Yo tengo una pregunta…—Raminidez daría un paso adelante mirando al cardenal con una gran determinación y valor—¿Qué soy yo? ¿Qué me espera como el portador del libro de la vida? ¿Cómo terminara nuestra aventura? ¿Quién es mi padre?

El cardenal miraría a Raminidez y sonreiría y las paredes detrás de los chicos se iluminarían mostrando otra serie de frases.

"El final ha comenzado, el único sin alma vendrá a salvarnos"

"Su ángel se levantará y salvará a la creación"

"El mundo se convertirá en la nada y de la nada naceré yo"

"Antes de que el tiempo fuera tiempo. Mucho antes de que la realidad y la fantasía fueran dos cosas muy distintas, antes de que las estrellas brillaran y los soles ardieran.

No existía nada.

Solo un páramo, frio y abandonado. Oscuro e infinito. Un mar de tinta oscura. Donde nada ocurría ni nada pasó. Uniforme, aburrido. Donde todo fue así desde que murió la palabra "Eternidad"

Pero no tardo mucho tiempo para que algo sucediera. Algo inesperado y estrepitoso. Algo que sacudió esta nada y la hizo llorar, mancillando toda oscuridad él apareció. Envuelto en una magna y sublime luz, cegando la oscuridad él se postro en esta nada. Mirando con tristeza lo que le rodeaba. Era lo que era. Nada."

Y Raminidez temblaría al leer la ultima leyenda. Parecía un extracto de algo más grande, algo más grande que el propio libro de la vida. Raphiel compartía el mismo temor, Vería al cardenal a los ojos y finalmente entendería quien es el cardenal. Y sacaría una de sus dagas y correría en desesperación hacia él, pero justo antes de clavar la punta de su daga en su garganta el mundo se congelaría con ellos por igual y se diseminarían en toda la creación como meras motas de polvo. Se revolverían con las cenizas del cardenal y los diáconos en fuertes torbellinos y la catedral se deformaría brutalmente, pero mantendría su estructura pese a las fuertes ventiscas de toda la creación colapsando hasta volver a ser lo que era desde mucho antes que el guardián siquiera diera un suspiro. Nada.

Y como si no hubiera pasado nada, Los chicos reaccionarían sentados en sus asientos. Jadeando del temor, mirando al cardenal con grandes gotas de sudor, Pherica. Sorprendentemente se mantendría serena, pero tendría en su mano el martillo que le había dado Angela.

Raphiel miraría al cardenal con un gran coraje mientras el comía nuevamente su platillo sin ninguna pena o dolor.

—Recuerden lo que les había comentado; El mundo se reiniciaría, pero nosotros nos mantendríamos pese a que el mundo nuevamente esta naciendo. Ahora sí, retomando lo nuestro. ¿Algo más que quieran saber antes que los echemos de la iglesia por sacrílegos? —Y los chicos sentirían grandes yugos sobre sus hombros y mirarían la fuente de su pesadez y serian los diáconos que los miraban fijamente con gran odio, sus ojos avellanas resaltaban en fuertes auras entre la negrura de sus túnicas y los chicos mirarían a Raminidez quien ahora apenas alcanzaba a ver en la mesa un libro, donde se encontraba comida ahora habría un libro de portada purpura "Leyenda de la reencarnación: Cobardía"

—¿Es él guardián mi padre? —El cardenal miraría a Raminidez y sonreiría, aunque no se notaria en su mascara y asentiría. Raphiel se estremecería de la ira, pero Pherica la tomaría de la mano para que contenerla. Raminidez no se mostraba aliviado ni mucho menos alegre por tal respuesta —¿Twilight Sparkle es mi madre? —El cardenal asentiría ahora sin una sonrisa oculta. Simplemente asentiría con una lentitud más notoria —¿Moriremos cuando el guardián aparezca? —Negaría su respuesta sin dudar, pero cada vez se le sentiría más decaído.

—El guardián no busca matar a nadie, pero le dolerá mucho salvar Equestria de Arkzrimiel porque solo los que están dentro de la ilusión serán los únicos que verán un nuevo amanecer. Es hora de que se vayan. Jóvenes sacrílegos, el guardián vendrá y nos salvará a todos. Los que estemos o no dentro de su ilusión seremos salvos. Esa es nuestra fe —Y Raminidez se levantaría de la mesa mirando a sus amigos y con solo verles ellos harían lo mismo y caminarían hacia la salida con Raminidez como líder —¡No lo olviden! ¡No pueden volver a la ilusión después de venir con nosotros! ¡Equestria se acerca a la salvación! —Y los chicos saldrían del enorme salón y eventualmente de la iglesia ignorando la imagen de Arkzrimiel sobre el cielo perdiéndose en el limbo en el que se encontraban en ese momento, pero apenas se retiraron ellos. Aparecería alguien entre las sombras detrás del Cardenal. Un pegaso —Así que ya vas a ponerte a trabajar. ¿Verdad CloudChaser? —El cardenal se quitaría la mascara dando media vuelta mirándola a los ojos y ella sonreiría tratando de esconder su asco hacia la persona.

—No trates de usar su imagen para salvar tu vida maldita. Tú no eres mi esposo.

—Y nunca lo seré y no lo será. Haz lo que tengas que hacer — El cardenal extendería los brazos y los diáconos se lanzarían hacia CloudChaser; Una pegaso de lila opaco con una melena azulada con blanca. Aunque muchos la identificaban por su gran flequillo ahora lo tenia corto al igual que su cola. En sus ojos se reflejaba la vejez, así como el cansancio. Sus alas se mostraban de la misma edad solo que algunas plumas se pintaban de blanco por la misma edad. Portaba una capa marrón llena de cortes y manchas.

—Quisieran tener lo que yo tengo "Cardenal" —Y más de la mitad de diáconos serian asesinados siendo partidos por la mitad, el cardenal se exaltaría mirando hacia atrás lentamente pero no habría nada, solamente la sangre y cadáveres de la mitad de su gente.

—No. No puedes haberlo hecho.

—Claro no lo hice, lo hizo ella. Angela —Y en el piso ensangrentado comenzaría a dibujarse unas garras grandes, de tres dedos. Y en la puerta aparecería Angela, la niña miraría al cardenal con un gran resentimiento mientras que el cardenal era rodeado por las dos mujeres y el ente invisible.

—¡Blasfemia! ¡Blasfemia! ¡Esa cosa no debe de vivir entre nosotros! —El cardenal señalaría a Angela quien se mostraría enfurecida ante el fuerte rechazo del cardenal.

—¿Por qué no debería de vivir? ¿Sera porque es lo único que se interpone entre el guardián y la creación? No nos mientas, nosotros sabemos toda la verdad. La hemos visto. Hemos visto la verdad. Más allá de la creación. Lo que nos espera, y tú. No eres más que un mediocre humano.

—Madre. Hay que matarlo. Tenemos que alcanzar a Raminidez y a sus amigos.

—Un momento hija, pronto cobraremos lo que es nuestro. Pero antes —CloudChaser sacaría de su capa un libro. El libro de la vida, el cardenal se estremecería comenzando a temblar del miedo. Extendería sus manos y la otra mitad de diáconos se alzaría, pero apenas levantaron ambas piernas del suelo serian asesinados acompañando los cuerpos que yacían en el suelo llenando más de sangre el salón.

—¡NO! ¡No puedes tener ese libro! ¡Ese libro es del guardián! ¡De su legado! ¿Por qué…?

—¿Por qué lo tengo? Porque nosotros venimos después de la reaparición del guardián. Y venimos a detener su llegada. Bolsa, termínalo.

Y el cardenal vería pasar su vida delante de sus ojos. Como empezaría como un chico común y corriente, sin aspiraciones en la vida y como de un momento a otro conocería el amor de su vida y lucharía por ella en una guerra que no le pertenecía, pero perecería en el ultimo momento contra un monstruo sin nombre, pero antes de que su esencia viajara a un nuevo mundo. Seria interceptado por el guardián del mundo, dándole una verdadera razón para luchar, una razón superior a la que reencarnar. Salvar a la creación. Salvar a la creación sirviendo de baliza para el legado del guardián hasta el día que seria asesinado por una vieja herramienta usada por el guardián en un momento de desesperación.

Duele admitir que yo tuve la culpa para que él terminara de esta forma. Pensar, que, si yo no hubiera huido a otra línea del tiempo, seria alimento para Arkzrimiel del abismo. Pero así él se hubiera saciado por todas las eternidades de mi carne y mis esperanzas. Que nunca hubiera sentido la necesidad de viajar de realidad tras la realidad para saciar su hambre con motivo de venganza y darme la cruel lección que nadie, pero nadie escapa de Arkzrimiel del abismo, ni el guardián…

—"El miedo de la muerte encarnada" Fragmento del libro de la vida oscura.