Capítulo 43: Tu palabra
Le tomó varios minutos reaccionar. Se había quedado congelada en medio de los jardines de Hogwarts, mientras los alumnos corrían a su alrededor, los profesores organizaban la defensa del castillo, y a lo lejos, el clamor de la batalla de Hogsmeade se elevaba en el aire como un sonido nacido de las entrañas del infierno.
Cuando finalmente recuperó el control de su propio cuerpo, Hedda se lanzó a toda velocidad hacia el castillo. Ni siquiera le importó que algunos de los estudiantes pudiesen percatarse de su gracilidad al correr, deslizándose por el suelo sin hacer ruido, sus pies ligeros como plumas. Todos parecían demasiado ocupados con lo que estaba sucediendo a su alrededor como para percatarse de una muchacha pálida que se movía con sorprendente velocidad como si volara sobre el césped. Y francamente, tampoco le importaba. En ese momento, sólo podía pensar en una cosa: tenía que encontrar a Lancelot.
Necesitaba respuestas. Explicaciones. Porque las conclusiones que estaba sacando su propia mente eran demasiado descabelladas, demasiado terribles, demasiado dolorosas como para aceptarlas.
Por lo visto, Hedda se había demorado más de la cuenta en los terrenos, porque cuando entró en el hall central Lancelot ya no estaba en ningún lugar a la vista. Hedda entró en el Gran Salón, donde los profesores habían reunido a los alumnos de todas las casas que se encontraban a salvo dentro del castillo, pero tampoco lo encontró allí. Una punzada de pánico sofocante empezó a gestarse en su pecho mientras recorría frenéticamente los rostros de todos los presentes intentando reconocer en alguno de ellos a su novio.
—¿Hedda? —la llamó la voz de Tessa, sacándola de su estupor, mientras apoyaba una mano sobre su hombro, sobresaltándola. La chica de Ravenclaw lucía confundida y miraba a Hedda como si pensara que ésta iba a descomponerse en cualquier momento. La mano de Tessa sobre su hombro se sentía como plomo.
—Tessa… ¿has visto a Lancelot? —le preguntó notando que su voz sonaba desesperada y áspera. Tessa alzó las cejas, desconcertada.
—No… —respondió Nott, vacilante, sus ojos escudriñándola con mayor detalle—. ¿Qué está pasando? —lanzó una mirada veloz hacia uno de los enorme ventanales del salón, y aunque no podía verse Hogsmeade desde allí, los ruidos provenientes del pueblo llegaban con claridad.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en Hogsmeade? —reaccionó repentinamente Hedda, retrocediendo y sacudiéndose la mano de Tessa. La desconfianza empezó a borbotear dentro de ella, y Tessa lo notó inmediatamente, porque su expresión cambió drásticamente, endureciéndose. Una fría e invisible pared se alzó entre ellas, distanciándolas.
—Circe despertó esta mañana vomitando. La Sanadora Chang le indicó permanecer en reposo durante el día, así que me quedé a hacerle compañía —respondió Tessa, visiblemente ofendida—. ¿A qué viene esto?
—La Rebelión está atacando el pueblo —respondió Hedda todavía observándola con ojos entornados y acusadores. Tessa empalideció y sus ojos negros gatunos se abrieron enormes mientras se llevaba una mano a la boca, ahogando un gemido.
—¿Dónde está Albus? —fue lo primero que logró articular, avanzando de forma brusca hacia Hedda, quien retrocedió nuevamente—. ¿Y Scorpius? ¿Dónde están? —insistió, el miedo atravesándola de lado a lado. Hedda tragó salivas nerviosamente.
—No… No lo sé —confesó avergonzada. Esta vez, fue el turno de Tessa de observarla de forma acusatoria—. Nos separamos justo antes de que empezaran a atacar —intentó defenderse Le Blanc, demasiado consciente de que su voz tenía un dejo de súplica. La mirada de Tessa quemaba sobre su piel.
—¿Qué es lo que quieren? —preguntó Tessa, torciendo su atención bruscamente hacia la puerta del Gran Salón por donde un puñado de alumnos acababa de entrar. Lucían conmocionados y agitados, y formaban parte de los pocos adolescentes que habían logrado escabullirse a tiempo del pueblo para volver al castillo antes de que el caos se desatara. Ninguno de ellos era Albus, o cualquiera de sus amigos.
—Creo que quieren derribar el Velo —respondió Hedda, pasándose una mano temblorosa por los cabellos negros mientras que ella también volvía a recorrer las caras de las personas buscando gente conocida—. Debo irme —agregó, sintiendo que la opresión que le atenazaba el pecho amenazaba con dejarla sin aire. Las paredes del Salón se estaban cerrando sobre ella y una garra invisible se había cerrado con tanta fuerza sobre su garganta que Hedda se sorprendió de poder pronunciar siquiera esas palabras.
Tessa intentó detenerla, pero Hedda se escabulló con facilidad y se precipitó hacia la puerta antes de que la novia de Albus pudiera detenerla o hacerle más preguntas. No soportaba mirarla a la cara, menos aún hablar con ella. No podía evitar ese sentimiento de culpa que la invadía, y estar frente a Nott solo lo empeoraba. Le recordaba que había abandonado el pueblo dejando a sus amigos atrás. Que había huido del peligro mientras ellos quedaban atrapados ahí. Se sentía avergonzada de sí misma y sospechaba que si permanecía un segundo más con Tessa, ésta terminaría dándose cuenta de que Hedda era una cobarde.
Los pies de Hedda se movían en piloto automático por los pasillos del castillo. No estaba segura a dónde estaba yendo, sólo sabía que necesitaba alejarse de todo y de todos. Y encontrar a Lancelot.
Fue entonces cuando lo sintió. Un dolor desgarrador que le atravesó el pecho, como si alguien la hubiese cortado con una espada por la mitad. La vista se le nubló y sus piernas le flanquearon. Se apoyó contra una de las paredes para no perder el equilibrio, y sintió cómo su pieza del Amuleto se encendía sobre su garganta. Lo sintió con claridad, y sin lugar a dudas.
—Scorpius —susurró en la soledad del pasillo, mientras apoyaba su espalda contra la pared y se deslizaba hasta quedar sentada en el suelo con las piernas encogidas contra su cuerpo y un dolor profundo desgarrándole el interior. Sus dedos se cerraron instintivamente alrededor del Amuleto que palpitaba en su mano como un objeto con vida propia.
Se dejó arrastrar hacia la oscuridad. Hogwarts desapareció para ser reemplazado por una agonía profunda, que sobrepasaba lo físico. Era una desesperanza familiar. Ya había sentido algo así antes. Junto al Lago, cuando la muerte había coqueteado por primera vez con uno de los dueños del Amuleto, un año atrás.
—¡Hedda! ¡Hedda! —creyó escuchar que alguien la llamaba, un sonido distante que parecía salir de su propia cabeza.
Conocía esa voz. Pero era imposible. Él no estaba ahí. Él estaba en Hogsmeade, con todo el resto de las personas que Hedda quería. También lo había abandonado. Como a Albus. Y como a Scorpius.
Su mano se cerró con más fuerza alrededor del Amuleto, el metal tibio clavándose en su piel. Tenía los ojos cerrados, pero aún así podía sentir la humedad que caía de ellos empapándole las mejillas.
—¡Hedda! —volvió a llamarla, y esta vez, sintió que la tomaban de los hombros y la sacudían, obligándola a abrir los ojos.
James Potter estaba ahí, arrodillado frente a ella. Tenía el rostro sucio y el cabello negro más revuelto que nunca, repleto de cenizas y escombros. Su ropa era un absoluto desastre, y por primera vez desde que Hedda lo conocía, la expresión socarrona se había esfumado completamente de su rostro para ser reemplazada por una de absoluta consternación.
—¿James? —preguntó Hedda, sin poder creer lo que veía—. ¿Cómo… cómo me encontraste? —le costaba hablar. Las palabras le ardían en la garganta, como si fueran granos gruesos de arena y vidrio. James torció una suave sonrisa carente de alegría.
—Tú me llamaste —respondió él, encogiéndose de hombros, mientras metía una mano en el cuello de su camiseta y le mostraba su pieza del Amuleto—. Te lo dije: esta cosa es más poderosa de lo que imaginamos —agregó guiñándole un ojo, pero incluso ese gesto parecía descolorido, carente de la habitual energía que emanaba James.
Hedda lo miró en mayor detalle. Tenía profundas ojeras negras dibujadas debajo de los ojos y sus labios estaban resecos y pálidos. Respiraba más rápido de la habitual y sus hombros estaban caídos, como si le pesara su propio cuerpo.
—Has tenido que usar tu magia para volver a Hogwarts, ¿verdad? —comprendió Hedda, preocupada. James chasqueó la lengua.
—Tuve un poco de ayuda. Sólo un poco. Mayormente fue mérito mío —bromeó James, intentando alegrarla. Pero Hedda se sentía demasiado miserable como para poder sonreír.
—Han herido a Scorpius —susurró ella. Decirlo en voz alta lo volvía todavía más real, más terrible, más abrumador. La sonrisa desapareció de los labios de James.
—Lo sé. Yo también lo sentí —reconoció Potter—. Pero también sé que sigue vivo. Tenemos que encontrar a alguien de la Orden del Fénix y avisarles —agregó, mientras que se ponía de pie y extendía una mano hacia ella.
Hedda lo contempló un momento. Estaba débil, posiblemente herido. Había estado usando magia en exceso, y las secuelas de la maldición que había sobrevivido un año atrás eran evidentes a simple vista. Sus ojos avellanas reflejaban el mismo dolor que Hedda había sentido a través del Amuleto, pero James no se había quebrado. A pesar de todo, seguía allí de pie. No estaba dispuesto a darse por vencido. No estaba dispuesto a bajar los brazos.
Aceptó la mano que James le extendía e inmediatamente sintió el calor del contacto de su piel cuando sus manos se tocaron. Era una sensación reconfortante, y Hedda tuvo que luchar contra la tentación de lanzarse en los brazos de James y simplemente dejarse abrazar y envolver por esa calidez.
Para cuando llegaron nuevamente al hall central del castillo Hedda descubrió que muchos más alumnos habían regresado. Por lo visto, los profesores habían logrado rescatarlos de Hogsmeade.
James, sin embargo, no se detuvo a revisar entre los recién llegados sino que siguió caminando hacia el exterior del castillo. Los amigos de Hedda no estaban ahí. Él lo sabía y ella también. Podían sentirlo. El Amuleto les hablaba en su idioma silencioso, con esa magia antigua y poderosa, les advertía que el resto de los dueños todavía se encontraban en peligro. Hedda podía sentir la vida de Scorpius apagándose lentamente. Prácticamente podía sentir su corazón. Su dolor.
Tal vez podían volver a salir. Tal vez podían ir ellos mismos a buscarlos, a rescatarlos. Hedda deseaba poder volver más que nada en el mundo, y así reparar el daño que había causado.
Pero en cuanto llegaron a los jardines de Hogwarts se hizo evidente que volver a Hogsmeade ya no era una opción.
Hedda se sujetó con fuerza de la mano de James mientras sus ojos contemplaban una imagen que se quedaría grabada en su retina para siempre.
Había sido un turno nocturno largo y agotador para Victoire, y cuando finalmente regresó a la casa en Hogsmeade lo único que deseaba era una cama cálida para descansar su cuerpo y mente.
—Apestas a desinfectante —gruñó Scarlet en cuanto entró en la casa. Estaba sentada en la sala junto a la ventana, leyendo un libro, y apenas levantó la cabeza para mirarla.
Victoire esbozó una media sonrisa, acostumbrada a la forma ruda y extraña que tenía Raven de expresar su preocupación.
—Fue una noche complicada —reconoció Victoire, derrumbándose sobre el sillón frente a ella, dejando caer la cabeza hacia atrás sobre el borde del respaldo y entrecerrando los ojos.
—No deberías aceptar hacer esas horas extras —le criticó Scarlet, chasqueando la lengua con desaprobación. Victoire apenas tuvo fuerza para encogerse de hombros, restándole importancia.
—¿Cómo se supone que voy a aprender si no?
—Con paciencia —espetó la mujer de los ojos violetas. Victoire entreabrió uno de sus ojos para mirarla con escepticismo. Scarlet tuvo la decencia de torcer una sonrisa de lado. No era la más indicada para hablar de paciencia.
—Tú siempre nos recuerdas que no nos sobra el tiempo —esgrimió Weasley con arrogancia. Scarlet curvó una sola ceja, mirándola críticamente por encima del libro.
—Es verdad. Pero difícilmente podrás ser útil como Sanadora para la Orden del Fénix si estás agotada y desconcentrada —argumentó despiadadamente.
—No estoy desconcentrada —dijo Victoire frunciendo el entrecejo. Scarlet puso los ojos en blanco y volvió su atención nuevamente al libro.
Fue entonces cuando lo escucharon. El mensaje de la Rebelión se filtró hacia el interior de la casa reverberando entre las paredes de la sala de estar, sacudiéndolas con su ominoso mensaje. El eco de la voz todavía retumbaba en los oídos de Victoire cuando Scarlet lanzó el libro a un costado y se puso de pie de un salto, adquiriendo esa postura alerta que la caracterizaba.
—¿Puedes pelear? —le preguntó Raven, atravesándola con la mirada.
—Claro que si —afirmó, sacudiéndose el estupor del cansancio y las horas de arduo trabajo, sintiendo como el peligro inminente actuaba como un estimulante para su cerebro.
—Ve a lo de Lupin y reúne a quien encuentres —le ordenó Raven, y con un movimiento fluido de su mano, la varita se deslizó por su manga hasta quedar entre sus dedos lista para ser utilizada. Victoire siempre había admirado la forma en que Scarlet podía esconder su arma entre los pliegues de su ropa, como una ilusionista, manteniéndola siempre al alcance de un movimiento de muñeca.
—¿Qué harás tú? —preguntó Victoire, sacando también la varita del bolsillo de su túnica de Sanadora con mucha menos destreza que Raven. No había tenido tiempo siquiera de cambiarse la túnica lima de San Mungo.
—Intentaré comunicarme con la Mansión para pedir refuerzos —explicó mientras caminaba hacia la cocina. Se detuvo en el marco de la puerta y torció una vez más a mirarla—. Los espero en el centro del pueblo. ¡Muévete, Victoire! —agregó antes de desaparecer.
Victoire se movió. Volvió a salir por la misma puerta por la que había entrado tan sólo unos minutos atrás y empezó a correr por la calle hacia la casa de Lupin, ignorando la gente y los gritos que resonaban ya por todo el pueblo, anunciando el pánico y el caos que pronto invadiría el lugar.
No tuvo que llegar hasta la casa de Ted. A mitad de camino se encontró con él. Lupin vestía ropa muggle simple que le colgaba holgada sobre el cuerpo. Había perdido mucho peso durante sus días en Azkaban, y desde entonces, todavía no había logrado recuperarse. Seguía llevando el cabello de su color natural, un rubio pajizo, y las ojeras debajo de sus ojos azules lo traicionaban delatando su carencia de sueño. Victoire sintió una puntada en el pecho al comprobar que todavía cargaba con esa mirada atormentada cargada de oscuros fantasmas, un regalo que le había dejado su paso por la prisión y que todavía no podía sacudirse.
—¿Tú también lo escuchaste? —fue lo primero que se le ocurrió decir a Victoire, sintiéndose estúpida a sus propios oídos. Últimamente, siempre se sentía un poco tonta cuando estaba cerca de Ted.
—Todo el pueblo lo escuchó —reflexionó Ted, lanzando una rápida mirada a su alrededor.
—¿Dónde están Felicity y Rick? —preguntó Weasley, ansiosa.
—Felicity está trabajando en las Tres Escobas, y Rick está de viaje en Irlanda promocionando las nuevas escobas Relámpago —respondió Ted con pesadez.
—Vamos por Felicity entonces. Scarlet nos espera —dictaminó Victoire. Notó inmediatamente la vacilación en Ted, cierta reticencia a su propuesta—. ¿Qué? —preguntó con brusquedad.
—Le prometí a Rick que cuidaría de Feli mientras él estuviera afuera —señaló Ted, pasándose una mano nerviosa por la nuca. Victoire frunció el ceño.
—Ted, necesitamos toda la gente que podamos para defender el pueblo —le recordó ella innecesariamente—. Y Felicity no es exactamente una damisela indefensa que necesita de tu protección.
—Lo sé —se defendió inmediatamente Lupin, aunque no sonaba convencido. Sus ojos se fijaron por primera vez en los de Victoire, y ésta sintió un leve escalofrío recorrerle el cuerpo, haciéndola estremecer. Había algo en la mirada de Ted, algo que no terminaba de definir, pero que era más que preocupación. Parecía miedo.
—Es por la visión, ¿verdad? —comprendió Victoire, con una sensación aplastante en el pecho.
—No puedo perderla, Vicky. No a ella también —susurró Ted, con una fragilidad que, en todos los años que había conocido a Ted, nunca le había visto.
La oscuridad en su interior de Lupin se revolvió amenazadoramente. Él siempre había sido trasparente. Victoire siempre había sido capaz de leerlo como un libro abierto. Todas sus emociones estaban expuestas en carne viva para ella. Y ese día, no era la excepción. Ted podía esconderse del mundo, pero no podía esconderse de Victoire. Sus miedos, sus inseguridades, su sufrimiento, todo estaba allí frente a ella, como un recuerdo del daño que ella misma había ayudado a causar.
El niño que lo había perdido todo. El huérfano de guerra. El híbrido rechazado por la sociedad. El muchacho solitario y herido. Victoire sintió el impulso de abrazarlo, de consolarlo. Quería hacerle sentir que no estaba solo.
Pero el cielo sobre ellos se sacudió, y el Velo tembló arrancando gritos de terror de la gente del pueblo, y trayéndolos a ambos a la realidad.
—Scarlet nos está esperando —recordó Victoire, abandonando intencionalmente el tema de Felicity. Ted asintió con una media sonrisa de agradecimiento.
Avanzar hacia el centro del pueblo era como nadar contra una corriente en el mar. Las calles saturadas de gente que iba en sentido contrario los empujaban constantemente hacia atrás. En un gesto protector casi instintivo, Ted la tomó de la mano para asegurarse de que permanecían juntos en medio del descontrol. Victoire sintió la piel áspera y callosa de la mano de Ted contra la suya, y una electricidad familiar le recorrió el cuerpo. Se aferró con fuerza a él y Ted le lanzó una mirada de reojo mientras continuaban avanzando, pero no la soltó.
Se cruzaron con los primeros Rebeldes en una esquina donde había una tienda de ropa. Habían forzado la puerta y se habían introducido al local. Desde el interior, Victoire podía escuchar los gritos de múltiples personas. Sintió una nueva punzada de terror al caer en cuenta que eran voces de adolescentes. A su lado, Ted había empalidecido también.
Los Rebeldes estaban rastrillando el interior de los locales y las viviendas, donde se escondían no solo los habitantes del pueblo sino también los estudiantes de Hogwarts que estaban de visita y no habían logrado volver a tiempo al castillo.
Uno de los Rebeldes que montaba guardia frente al local se percató de su presencia y levantó su varita hacia ellos. Ted actuó sin dudarlo, lanzando un hechizo contra el hombre. El Rebelde se derrumbó con un grito ahogado y un golpe sordo contra el suelo de piedra.
El otro Rebeldes montado en la puerta se apresuró a resguardarse detrás de cesto de basura, y los otros dos que habían entrado al local se apresuraron a salir para ayudarlo.
Pero Victoire llevaba años entrenando con una de las mejores duelistas que habían pisado Camelot. Había peleado frente a las puertas Hogwarts menos de un año atrás contra algunos de los más poderosos magos que tenía la Rebelión. Conocía la inclemencia de la batalla y el precio de la supervivencia.
No sin cierta sorpresa, Victoire cayó en cuenta de que no tenía miedo. En algún punto del camino, lo había perdido. Había sido reemplazado por una seguridad que rozaba la arrogancia. La confianza que nace de conocer sus propias capacidades y limitaciones. Ella podía hacer esto. Ella podía pelear, y podía ganar. Scarlet la había entrenado para este momento. Y con esa determinación agitándose dentro de ella, Victoire se introdujo en la batalla.
Los Rebeldes peleaban bien, pero no lo suficiente. No eran adversarios para ella, que había sido entrenada rigurosamente por la mano inclemente de Scarlet Raven. Dos de ellos cayeron frente a ella inevitablemente, y por el rabillo del ojo, Victoire comprobó que Ted sonreía. La primera sonrisa real que le había visto en mucho tiempo. No era una expresión de alegría, sino de admiración.
Pero no tuvo tiempo de regodearse en la idea de que Ted podía sentirse deslumbrado por sus progresos, porque otros dos Rebeldes habían llegado para reforzar a sus compañeros, forzándolos a mantenerse concentrados y en movimiento. El Rebelde que Ted había derribado primero se había recuperado del golpe, y volvía a arremeter contra ellos. Los nuevos contrincantes estaban demostrando ser decentes duelistas, y cuando uno de sus hechizos rozó la túnica verde lima de Victoire, rasgándola, la confianza que ésta tenía en sí misma comenzó a trastabillar.
Una luz brillante dorada inundó la calle enroscándose alrededor de uno de los Rebeldes, tomándolo por sorpresa. Éste gritó, entre sorprendido y asustado, mientras la luz lo envolvía como una cápsula, encerrándolo. En su desesperación, el Rebelde lanzó un maleficio contra la cápsula, el cual rebotó impactando contra él. El aullido desgarrador que invadió el aire cuando su propio maleficio le atravesó el pecho hizo que a Victoire se le erizaran los vellos de la nuca. El hombre se desplomó en el suelo y ya no se movió.
La luz dorada viró entonces hacia otro de los Rebeldes, pero éste ya estaba esperándola. Invocó un potente escudo, deteniendo el hechizo aunque era evidente que hacerlo le demandaba un gran esfuerzo. Victoire aprovechó el momento de desconcierto entre sus enemigos para aturdir a uno de ellos. El otro se apresuró a escapar.
Finalmente, el hechizo dorado terminó doblegando al Rebelde, quebrando su protección y envolviéndolo igual que lo había hecho con el anterior. Esta vez, sin embargo, el Rebelde atrapado en el interior fue lo suficientemente inteligente como para no atacar contra la cápsula.
Zaira apareció por la calle, con su varita todavía lanzando la luz dorada. Lucía más viva que nunca con el rostro resplandeciente a causa de su propia magia, el cuerpo tenso y alerta, la mirada concentrada y fija en el enemigo. Detrás de ella había otras dos personas, un muchacho y una chica, vestidos también de Aurores, pero cuyos rostros jóvenes delataban su inexperiencia.
—¿Se encuentran bien? —preguntó Zaira expeditivamente en cuanto estuvo junto a Victoire y a Ted. Victoire se limitó a asentir. Zaira retorció la varita, haciendo girar la luz dorada, y ésta se cerró todavía más alrededor del Rebelde.
—Por favor… No me mates —rogó el hombre en el interior de la cápsula, el frío terror palpable en su voz.
—En nombre del Departamento de Seguridad Mágica, queda usted arrestado —vociferó Zaira, su voz firme y autoritaria—. Suelte la varita —agregó.
El Rebelde no lo dudó. Soltó la varita como si ésta le hubiese quemado los dedos. El muchacho junto a Zaira se apresuró a convocarla, atrapándola en su mano libre. Recién entonces, Zaira liberó el hechizo. La cápsula se desintegró, pero inmediatamente unas fuertes cadenas y unos grilletes se enroscaron alrededor de las muñecas del Rebelde y de su cuerpo, atenazándolo.
—Encárguense de trasladarlos hasta las celdas del Ministerio y de leerle sus derechos. Luego regresen para continuar con la evacuación —ordenó Zaira a los jóvenes Aurores que la acompañaran. Ambos respondieron al unísono. El muchacho tomó por el brazo al Rebelde que Zaira había encadenado, mientras que la chica se agachó junto a una de las figuras que Victoire había dejado inconsciente. Con un chasquido, se Desaparecieron.
—¿Qué está sucediendo? ¿Qué haces aquí? —preguntó Victoire en cuanto los dos Aurores novatos desaparecieron.
—La Rebelión está atacando. Harry pidió refuerzos a Camelot —respondió ella escuetamente, mientras se inclinaba sobre el cuerpo del Rebelde que había envuelto inicialmente con su cápsula, comprobando si tenía pulso. Victoire tenía suficiente experiencia como para saber que el hombre se encontraba muerto, pero tenía cosas más inquietantes que preguntar.
—¿Camelot? ¿Por qué no piden refuerzos al cuartel? —preguntó Ted, prácticamente leyéndole el pensamiento. Zaira hizo una mueca.
—Hogsmeade no es el único lugar que están atacando —le explicó Levington, mientras se ponía de pie y dibujaba una cruz negra con la varita sobre el Rebelde, marcándolo como óbito. Victoire sintió que se le estrujaba el corazón al escucharla.
—¿Dónde? —preguntó con un hilo de voz. A su lado, Ted parecía haberse congelado.
—Callejón Diagon —respondió Zaira—. Nos hemos visto forzados a dividir nuestras fuerzas y hacer uso de los novatos —confesó, y Victoire pudo ver la preocupación, y también la vergüenza, que eso le provocaba. Zaira no parecía estar de acuerdo con la presencia de novatos en el campo de batalla. Una parte de Victoire coincidía con ella: eran jóvenes, e inexpertos, y la Rebelión era inclemente. Pero ella y Ted también eran jóvenes e inexpertos, y sin embargo, allí estaban.
—¿Es suficiente? —preguntó Lupin, reaccionando finalmente. Zaira exhaló pesadamente.
—Esperemos que lo sea. O de lo contrario, hoy caerán los Velos —dictaminó crípticamente la rubia aurora, mientras caminaba hacia la puerta de la tienda de ropa que los Rebeldes habían forzado.
—Están saqueando los locales —dijo Victoire, siguiéndola. Zaira negó con la cabeza.
—No, no están robando nada —le aseguró Levington, mientras se adentraba por el arco de la tienda, con Vicky y Ted siguiéndola de cerca. Tenía el entrecejo levemente fruncido y los labios tensos en una línea, en un gesto meditabundo, como si estuviese intentando de resolver un complejo acertijo.
Adentro del local la gente había encontrado refugio donde había podido. La encargada estaba encogida detrás del mostrador donde estaba la caja registradora, un grupo de adolescentes de Hogwarts se habían apretujado en el interior de los vestidores, y varias personas se habían escondido entre los percheros de las túnicas y los vestidos, intentando pasar desapercibidas. El miedo se podía respirar en el aire denso y asfixiante, una sensación envolvente que le hacía picar la piel.
—Están buscando algo… —susurró Zaira, sus ojos miel escaneando la tienda, como si quisiera detectar algo oculto en algún lugar.
—¿Qué cosa? —preguntó Vicky, inquieta.
—No lo sé —reconoció Levington, arrugando la nariz, molesta consigo misma.
—¿Profesora Levington? —masculló una voz débil proveniente de una chica, mientras se animaba a salir de entre las túnicas donde se había escondido.
—Hola, Cassandra —la saludó Zaira, y una sonrisa se dibujó en sus labios, ablandando sus rasgos tensos, al reconocer a la estudiante.
—¿Han venido a ayudarnos? —preguntó Cassandra, sus bellos rasgos iluminándose con esperanza.
—Así es. Vamos a evacuar a los estudiantes el pueblo —le informó Zaira, y se aseguró de que su voz fuese lo suficientemente fuerte y clara como para que todos pudieran oírla—. Vamos a escoltarlos de regreso a Hogwarts. No es seguro permanecer aquí —agregó al ver la duda en los rostros pálidos y temblorosos de los adolescentes.
—Pero… Dijeron que si salíamos a la calle… —masculló otra muchacha desde uno de los vestuarios, donde estaba abrazada a su amiga—. Hemos escuchado los hechizos y las explosiones… Lo hemos visto por la ventana… —agregó señalando con un dedo hacia el escaparate del local, a través del cual se podía apreciar perfectamente la calle en la que minutos atrás Victoire y Ted se habían batido a duelo con los Rebeldes.
—El departamento de Aurores está aquí para protegerlos y asegurarse de que nada malo les pase. Pero no pueden permanecer en Hogsmeade —insistió Zaira, su voz empática pero inflexible.
—Mi hermano. ¿Él también está aquí? —preguntó Cassandra Dallas.
Victoire la recordaba de sus últimos años en Hogwarts. Era más chica que ella, y había sido sorteada a Hufflepuff, por lo que Victoire había tenido poco trato con ella. Sin embargo, el hermano de Cassandra, Rama Dallas, había sido compañero de año de Victoire. Habían perdido contacto después de Hogwarts, pero Victoire se había enterado de que Rama había entrado a la Escuela de Aurores junto a Molly. Y si él estaba aquí entonces eso quería decir que…
—Sí, él está aquí —le confirmó Zaira.
Entonces Molly también estaba aquí, comprendió Victoire, haciendo un esfuerzo por mantenerse enfocada. Sabía que Molly era excelente, posiblemente mejor bruja de lo que ella misma era. Pero aún así, no podía evitar preocuparse. Después de todo, no había terminado su entrenamiento… Y Victoire conocía de primera mano lo peligroso que podía ser enfrentarse a los Rebeldes. Había estado a punto de morir en las puertas de Hogwarts el año anterior, e incluso Scarlet, con toda su experiencia, había resultado gravemente herida.
Los dos Aurores que habían estado trasladando a los Rebeldes capturados habían regresado, y junto a ellos, empezaron a evacuar el local. Victoire estimó que no podían haber pasado más de cinco minutos en el interior de la tienda de ropa, y sin embargo, cuando volvieron a salir, se encontraron con que la situación había empeorado sustancialmente. El sonido producido por los enfrentamientos entre los aurores y los Rebeldes se alzaba desde todas las direcciones. A donde fuera que mirara, veían uniformes del de las fuerzas de seguridad batiéndose contra las túnicas rojas con capuchas de los Rebeldes. Podía reconocer fácilmente a los aurores más jóvenes, a los que habían traído directamente de Camelot, porque eran los encargados de escoltar a los alumnos, y quienes más desconcertados parecían por lo que sucedía a su alrededor.
Buscó entre los rostros a su prima Molly, pero no la encontró. En cambio, reconoció a Neville Longbottom entre la multitud, asistiendo en la evacuación de sus estudiantes. Victoire sabía por historias que había escuchado contar a su familia que el profesor Longbottom había sido una pieza estratégica en la resistencia dentro de Hogwarts durante la Segunda Guerra Mágica, y que había jugado un rol fundamental en la derrota final de Voldemort durante la Batalla de Hogwarts. Pero siempre le había costado relacionar al hombre bonachón que impartía Herbología con un verdadero luchador. Neville no tenía la apariencia de alguien peligroso. Era bueno, amable, algo torpe y se sonrojaba con facilidad. Y sin embargo, ese día Victoire comprendió que las impresiones podían ser engañosas. Neville Longbottom protegía a los alumnos con ferocidad, y el hombre de rostro redondo y sonrisa fácil que ella estaba acostumbrada a ver en los Invernaderos había desaparecido para dar lugar al Asesino de Serpientes, como lo habían nombrado los medios de comunicación tras enterarse que había sido él quien había matado a la desagradable serpiente de Voldemort.
Llegar a Scarlet se volvió imposible. Victoire y Ted se vieron rápidamente absorbidos por la vorágine que era la evacuación de los alumnos, ayudando a Zaira a contener los ataques de la Rebelión y sacar a los jóvenes de los locales y viviendas donde se habían refugiado. Los Rebeldes parecían particularmente interesados en evitar que los estudiantes dejaran el pueblo, aunque Victoire se percató que ninguno de los ataques iba dirigido directamente a ellos. La Rebelión no quería lastimar a los alumnos, pero tampoco quería dejarlos llegar a la seguridad de Hogwarts.
A su lado, Ted dio un brusco respigo, llamando su atención. Lo primero que pensó fue que alguien lo había herido, y una breve pero profunda desesperación la invadió. Pero no era una herida lo que había robado el aliento de Lupin, sino algo mucho peor.
Alzándose imponente en el aire, con sus enormes alas de reptil extendidas contra el cielo despejado de la mañana, sus escamas de un color azul plateado reluciendo contra los rayos del sol, con humo brotando como anillos intermitentes desde sus fosas nasales y su enorme boca entreabierta mostrando una hilera de filosos dientes del tamaño de espadas, avanzaba hacia ellos un dragón.
Victoire había visitado una vez con su familia la reserva en Rumania donde trabajaba su tío Charlie criando y cuidando dragones. Incluso en ese ambiente controlado, donde los dragones vivían tranquilos y alimentados adecuadamente, las criaturas le habían resultado imponentes y en extremo peligrosas. Pero ahora, mientras veía a uno de ellos volar sobre ellos, lo encontró simplemente terrorífico.
Un hombre montaba a la criatura. Vestía una túnica roja, pero llevaba la capucha caída con el rostro a la vista. Y a pesar de que se encontraba a varios metros por encima de ellos, Victoire lo reconoció sin problemas. Lo había visto una sola vez en su vida, pero había sido suficiente para no olvidarlo jamás: Duncan Ford volaba sobre el lomo de un dragón, manipulándolo como si se tratara del más dócil de los caballos.
El dragón gruñó y el sonido que brotó de su garganta hizo vibrar las ventanas de las casas y estremecer los huesos de Victoire. Por una fracción de segundo, estuvo convencida de que el Duncan Ford abriría fuego contra el pueblo, incinerándolo todo a su paso. Pero el dragón sacudió sus alas plateadas, arremolinando el aire a su alrededor, y siguió avanzando. Hacia Hogwarts.
Habían logrado evacuar a la mayoría de los alumnos, pero dudaba de que llegaran a la seguridad del castillo antes de que el dragón los alcanzara a mitad de camino. "No quieren que salgan de Hogsmeade" comprendió Victoire, su cuerpo tensándose con el miedo y la impotencia. ¿Podrían los profesores y los aurores enfrentarse a un dragón? ¿Lograrían llevar a tiempo a los estudiantes hasta las barreras protectoras del castillo? ¿Y cuántos alumnos quedarían atrapados en el camino? ¿Cuántos de ellos todavía seguían cautivos dentro del pueblo, en medio del fuego cruzado?
Como respuesta a sus fatídicos pensamientos, Victoire captó por el rabillo del ojo un destello de luces multicolores. Alguien estaba peleando a pocas cuadras de donde se encontraban ellos, y por el aspecto de los hechizos que relampagueaban por encima de los tejados, era una pelea encarnizada.
Sintió que algo se sacudía dentro de ella de forma encolerizada. Estaban atacando su pueblo. Su mundo. Su gente. No podía pelear contra un dragón, pero podía pelear contra los Rebeldes que todavía atosigaban las calles. Y lo haría, con cada fibra de su cuerpo, con cada gota de su sangre, con cada destello de su magia.
No necesitó mirar hacia atrás para saber que Ted la estaba siguiendo. En ese momento, la motivaba una fuerza avasallante. Quería sacudirse la impotencia y el miedo de encima.
Una vez más, la realidad que se encontró al girar en la siguiente esquina superó sus expectativas, dejándola momentáneamente paralizada y aturdida.
Había cuatro Rebeldes acorralando a un puñado de estudiantes de Hogwarts. Sintió que el aire se le escurría de los pulmones al comprobar que se trataba de Albus y sus amigos.
No tuvo que pensarlo dos veces. No vaciló cuando sacudió su varita. La última vez que se había enfrentado a los Rebeldes había aprendido que no había lugar para segundos pensamientos en este tipo de batallas. Esos segundos que uno se demoraba en tomar una decisión podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Apuntó directamente hacia quien parecía ser el líder del grupo, aprovechando que éstos todavía no se habían percatado de su llegada y estaba ocupado amenazando a Albus Potter, y atacó por la espalda. Sabía que Zaira Levington lo habría considerado deshonroso, pero no le importó. Scarlet se habría reído y habría dicho que de poco servía el honor cuando estabas muerto.
El maleficio de Zaira golpeó de lleno al Rebelde, quien soltó un aullido de dolor y se desplomó hacia delante. Como si hubiese estado esperando una señal para actuar, Albus aprovechó el momento y volvió a levantar su varita.
—Carnificare —exclamó Albus, su magia impactando contra el mago que tenía a Elektra apresada con un látigo de fuego. La potencia del maleficio fue suficiente cercenar el brazo del Rebelde con un corte limpio, liberando a Elektra. El Rebelde ni siquiera llegó a gritar, demasiado conmocionado como para percibir dolor. La sangre brotaba del muñón de su brazo a borbotones mientras él observaba aturdido su propia herida. Finalmente, sus piernas cedieron, y el Rebelde cayó al suelo.
Junto a Victoire, Ted también había entrado en acción. El Rebelde que sujetaba a Lysander vaciló, decidiéndose por liberar al adolescente y concentrarse en pelear contra Lupin. Tanto Albus como Victoire centraron su atención en el cuarto Rebelde. Victoire no necesitaba verle la cara para saber que su enemigo estaba aterrado. Le temblaban las manos e instintivamente estaba retrocediendo, intentando poner la mayor distancia posible de ellos. Y tenía motivos para estar asustado.
Había un brillo demente en los ojos verdes de Albus mientras éste se preparaba para atacar. Lanzó el primer ataque, y el Rebelde trastabilló mientras lo bloqueaba y cayó de espaldas al suelo. Albus volvió a atacar, y la varita salió despedida de la mano del hombre. Su primo tenía una expresión levemente desenfocada, obnubilado por una ira irracional y devoradora. Victoire casi podía oír la magia de Albus crepitando en el aire, augurando algo terrible.
—Desmaius —se adelantó Victoire, antes de que Albus pudiera lanzar su tercer ataque. El Rebelde quedó inconsciente frente a ellos.
Notó la decepción en el rostro de su primo, y por un segundo, creyó que Albus iba a atacar de todas formas. Pero la mirada verde se aclaró lentamente, y finalmente Potter bajó la varita.
Victoire suspiró aliviada. Detrás de ellos, Ted había logrado reducir también al otro Rebelde. El callejón había quedado despejado.
—¡Ayuda! —gritó la voz de Rose Weasley, desencajada.
La desesperación en la voz de Rose era tan tangible que Victoire no necesitó ver lo que sucedía para saber que era verdaderamente grave y potencialmente mortal. Le bastó una rápida mirada hacia el fondo del callejón para comprobar que tenía razón.
Rose se encontraba encogida junto al cuerpo de quien Victoire creía que era Scorpius Malfoy. Era difícil saberlo con seguridad porque se encontraba completamente cubierto en sangre e irreconocible. Todo su cuerpo parecía surcado por profundos cortes desde los cuales brotaba sangre de forma continua a pesar de que Rose se empeñaba en comprimir las heridas con todas sus fuerzas.
—Haz algo, por favor —le rogó Rose. Tenía el rostro empapado en lágrimas, y la voz le salía entrecortada a causa del llanto. Tenía ambas manos presionadas contra el corte del pecho, sujetando como podía un pedazo de tela que alguna vez había sido la manga de su túnica, pero que ahora era un estropajo empapado en un líquido espeso y rojo.
Victoire se arrodilló junto a ellos, sus ojos críticos recorriendo concienzudamente las heridas de Scorpius. No necesitaba ser Sanadora para darse cuenta que habían sido causadas por Magia Negra. Victoire sacudió sutilmente la varita para comprobar sus signos vitales. Eran débiles.
—¿Puedes curarlo? —preguntó Lupin, su voz profunda y extraña. Levantó la mirada hacia él. No lo había escuchado acercarse.
—Necesito llevarlo hasta mi casa —dictaminó. Lupin asintió e inmediatamente se agachó para levantar a Scorpius entre sus brazos. A pesar de que estaba delgado, Ted levantó el cuerpo de Scorpius con facilidad. La cabeza de Malfoy quedó colgando hacia atrás, completamente inconsciente. —¿El resto de ustedes puede moverse? —preguntó expeditivamente. No había tiempo que perder.
Elektra Cameron se encontraba apoyada sobre Albus, quien la sujetaba con un brazo alrededor de la cintura. Tenía una quemadura desagradable en el antebrazo donde el látigo del Rebelde se había enrollado, y se lo sujetaba con dificultad con el brazo contrario, pero parecía entera. Lysander Scamander emitía un silbido rasposo con cada inspiración que tomaba, pero se sostenía en pie por sus propios medios. Albus todavía estaba embebido en un subidón de adrenalina como para poder sentir el dolor de sus propias heridas. Asintió en nombre de todos, dándole a entender que podían seguirle el paso.
Victoire se abrió camino al frente del grupo, guiándolos por las calles lo más rápido que podía pero intentando asegurarse de no toparse con más peligros en el camino. Ted tenía las manos ocupadas con Scorpius, lo cual suponía que si se encontraban con algún enemigo no podría pelear. Elektra y Lysander no parecían en condiciones de seguir peleando, y eso dejaba a Victoire sola con Albus para enfrentarse a cualquier altercado. No dudaba de las capacidades de su primo, pero aún así, prefería evitar tener que ponerlas a prueba nuevamente. Un escalofrío le recorrió la columna al recordar la facilidad con la que Albus había lanzado aquel maleficio contra el Rebelde, cortándole un brazo sin titubear. Muy probablemente, ese hombre no sobreviviría al sangrado a menos que alguien lo encontrara pronto.
Victoire estuvo a punto de soltar una exclamación de alegría cuando divisó la casa que compartía con Scarlet y Zaira frente a ella. Las barreras cosquillearon contra su piel mientras Victoire las abría para dejar pasar al resto de los visitantes.
—Colócalo sobre la mesa —le ordenó a Ted en cuanto estuvieron dentro de la vivienda.
Ted obedeció, depositando el cuerpo de Scorpius sobre la mesa del comedor. Bajo la luz de las lámparas mágicas, Malfoy parecía un fantasma. Victoire volvió a chequear su pulso. Era casi imperceptible. Sacudió su varita y abrió la camisa de Scorpius, exponiendo su pecho de piel marmórea desgarrado por el maleficio.
Victoire sacudió su varita sobre las heridas de Scorpius, probando distintos hechizos cicatrizantes y de limpieza, pero rápidamente se le hizo evidente que no sería tan fácil curar esas heridas.
—¿Qué tipo de maleficio es este? —susurró sorprendida. Podía sentir las miradas expectantes de Rose, Albus, Elektra y Lysander sobre él. Incluso Ted se paseaba de un lado al otro por el salón, lanzando miradas inquietas hacia el cuerpo mutilado de Scorpius.
—No lo conozco —respondió Albus con voz ronca, enfadado consigo mismo por tener que reconocerlo.
—Intenté todos los hechizos que conozco pero las heridas no cierran —masculló Rose, compungida.
—Y no cerraran a menos que logremos extraer la magia negra de ellas —confesó Victoire en un tono terriblemente protocolar, mientras intentaba olvidarse de que el adolescente que yacía frente a ella al borde de la muerte era el hijo de uno de los miembros de la Orden del Fénix, y en cambio intentaba verlo como un paciente más.—Voy a necesitar poción reabastecedora de sangre, solución de caléndula y cuerno de unicornio, y díctamo —ordenó Victoire expeditivamente. Ted, agradecido por algo que hacer, salió corriendo hacia la cocina.
Mientras que trabajaba sobre el cuerpo de Scorpius, Victoire era consciente de sus propias limitaciones. No contaba con la experiencia necesaria para lidiar con una maldición como esa. Era difícil contrarrestar maleficios incluso cuando se los conocía, pero era aún más complejo intentar revertirlos cuando se desconocía completamente su naturaleza.
Pero trató de no pensar en eso, y en cambio, se concentró en lo que sí podía hacer. Podía controlar el sangrado, al menos de forma transitoria. Podía reponer parte de la sangre perdida con pociones. Podía mantenerlo con vida mientras intentaba descifrar como purgar las heridas de la magia oscura que las había provocado.
—Esto es todo lo que encontré —informó Lupin tras regresar de la cocina cargando varios frascos y gasas.
Victoire frunció el entrecejo. La solución de cálendula y cuerno de unicornio, una preparación inventada por el tío de Hedda, Jaques Le Blanc, era muy útil para disminuir el sangrado cuando se aplicaba directamente en las heridas, pero el frasco se encontraba por la mitad. Y prácticamente no quedaba díctamo tampoco.
—Dale de beber la poción reabastecedora —ordenó Victoire, mientras seguía moviendo su varita en un patrón complejo que había aprendido mientras rotaba en el sector de Daños provocados por Hechizos. El flujo de sangre que brotaba de los cortes parecía haberse ralentizado, pero el corazón de Scorpius seguía latiendo inhumanamente rápido, y su respiración era superficial y agónica.
Ted abrió uno de los frascos y comenzó a volcar la poción sobre los labios entrabiertos de Scorpius. Era difícil precisar cuánto de la poción efectivamente estaba deslizándose por su garganta y cuánta se escurría por los laterales de sus labios, pero aún así Ted no se detuvo hasta que la botella estuvo vacía.
—Voy a necesitar también de tu ayuda, Rose —agregó Vicky, sin quitar sus ojos de los profundos cortes del pecho de Scorpius, sin detener el movimiento de su varita. Sabía que si lo hacía, el sangrado volvería a activarse. La pelirroja se acercó a la mesa temblando. —Toma una de las gasas y embébela en esa solución anaranjada —le indicó, haciendo una inclinación con la cabeza para señalar la botella de caléndula.
Las manos de Rose se sacudían de forma tan descontrolada que Victoire pensó que el frasco se le caería al suelo. Pero de alguna forma, Rose se las arregló para sujetar una de las gasas contra el pico de la botella hasta empaparlo en el líquido naranja.
—Ahora aplícalo sobre las heridas del pecho —le dijo a continuación Victoire. Rose la miró levemente desconcertada durante unos segundos, casi temerosa. Tragó con dificultad, digiriendo la realidad, y finalmente, obedeció. Parecía a punto de descomponerse.
Se escuchó un siseo cuando la solución de caléndula tocó la piel de Scorpius, como si en lugar de una gasa Rose le hubiese apoyado un hierro ardiente. Rose exhaló sonoramente, y su mano se retrajo asustada. Pero allí donde la solución había tocado la herida, el sangrado se detuvo.
—Funcionó —exclamó Rose esperanzada, sus ojos abriéndose enormes y sus labios temblando en una débil sonrisa.
—Es transitorio, Rose —le advirtió Victoire, odiándose a sí misma por decirlo. Toda la ilusión se desvaneció del rostro de su prima—. Pero ayudará a estabilizarlo hasta que encontremos la solución definitiva —agregó, intentando animarla.
Eso pareció ser suficiente para darle coraje a Rose para continuar. Siguió aplicando la solución de forma metódica, comprándole minutos de vida a su novio, mientras Victoire repasaba mentalmente todos los contramaleficios que conocía, buscando alguno que pudiera darle una cura definitiva.
Detrás de ellos, Albus ahogó un gruñido de dolor. Victoire giró instintivamente a mirarlo por sobre el hombro.
—No es nada —aseguró Albus, pero su rostro decía lo contrario.
Estaba pálido y sudoroso, y se encontraba levemente inclinado hacia un lado, favoreciendo su pierna derecha. Tenía desgarrado el pantalón a nivel de la pantorrilla izquierda, y allí donde una maldición lo había golpeado la piel se había tornado de un color negruzco.
—Mierda, Albus —exclamó Ted —. ¿Por qué no dijiste que estabas herido? —lo retó, avanzando hacia él.
—No es nada —repitió Potter entre dientes apretados, pero Ted ya estaba sobre él, obligándolo a sentarse en una de las sillas para examinar su pierna.
—Sí que lo es —se preocupó Elektra a su lado, frunciendo el ceño. Albus chasqueó la lengua.
—Estoy bien —insistió. Pero Victoire sabía que no era verdad. Albus estaba en dolor. El maleficio que había recibido estaba metiéndose en su cuerpo, trepando por su pierna como una araña venenosa. —Ocúpate de Scorpius. Por favor, Vicky —le rogó Potter, la piel de su rostro adquiriendo un color ceniciento.
La herida de Albus era fea, pero no urgente. Podía esperar, aunque eso significara una dosis elevada de sufrimiento para Albus. A regañadientes, Victoire volvió su atención hacia Malfoy. Rose había aplicado la solución de caléndula en prácticamente todas las heridas del torso, y ahora se encontraba trabajando sobre el corte del rostro. Sus manos se movían con amorosa delicadeza y mantenía los ojos entornados en un gesto concentrado.
Victoire comprobó una vez más los vitales de Scorpius, y se sintió reconfortada al ver que sus latidos se habían calmado, y que su pulso era un poco más fuerte. La poción había logrado reponerle parte de la sangre perdida, y la caléndula había enlentecido el goteo constante que brotaba de los cortes. Pero ella seguía sin saber cómo extraer la maldición del cuerpo de Scorpius.
—Hay que llevarlo a San Mungo —se decidió—. Yo no puedo curarlo.
Rose despegó la mirada del rostro blanco de Scorpius para posarla en ella. Pudo leer la decepción y la derrota en ella. Victoire era consciente del significado de sus palabras, y lo que implicaban.
Ninguno de ellos podía aparecerse hasta San Mungo, al menos no desde Hogsmeade. Afuera, los Rebeldes custodiaban todas las salidas del pueblo, pero incluso aunque todas las calles estuvieran libres, jamás llegarían a tiempo hasta los límites del pueblo con Scorpius en ese estado. Todas las redes flú habían sido bloqueadas por los Aurores para prevenir el ingreso de más enemigos, pero eso también suponía que ellos estaban atrapados adentro.
—Debemos enviar un pedido de auxilio, Ted —dijo Victoire pesadamente. Ted la contempló fijamente. Era difícil descifrar la expresión de su cara.
—En cuanto enviemos el patronus, delataremos nuestra ubicación a la Rebelión —advirtió Lupin, exponiendo en voz alta algo que ambos sabían, pero sin oponer resistencia a la idea.
—Lo sé —reconoció ella. Algo brilló detrás de los ojos de Ted, algo cálido y familiar que hizo que el corazón de Victoire latiera más fuerte.
—Hazlo —aceptó Ted con determinación.
Victoire lanzó una última mirada de reojo hacia Ted antes de convocar su patronus. Sintió el momento exacto en que Ted reconoció la forma de su animal guardián porque ahogó el aliento y sus ojos se abrieron enormes y perplejos. La loba plateada de Victoire se quedó sentada sobre sus cuartos traseros frente a ella, aguardando sus instrucciones. Vicky le susurró el mensaje al oído y acto seguido la loba atravesó una de las ventanas y se lanzó hacia el exterior, en busca de ayuda.
Hubo un breve silencio, interrumpido solo por el sonido que provocaba Rose cada vez que levantaba y apoyaba el frasco de caléndula para humedecer las gasas, y la respiración dificultosa de Scorpius. Victoire no se atrevía a mirar a Ted a la cara, pero podía sentir sus ojos sobre ella, atravesándola como dagas.
—Tu patronus solía ser una gacela —señaló Lupin con cautela, dando un paso hacia ella. Ella se limitó a asentir, todavía manteniendo la mirada en el suelo. No quería mirarlo directamente a los ojos. No creía poder tolerarlo. —¿Desde cuándo…? —empezó a preguntar Ted, pero se interrumpió. No necesitaba terminar. Ella sabía lo que quería preguntarle.
—Después de tu juicio —confesó ella.
Todavía recordaba la primera vez que había convocado su guardián protector y se había encontrado con una loba en lugar de una gacela. Se había negado a reconocer lo que eso podía significar en voz alta. Pero en su corazón, lo había sabido. Siempre lo había sabido. Hacía años que lo sabía.
—¿Por qué no me dijiste nada?
—¿Acaso cambia algo?
—Lo cambia todo —aseguró Ted, dando un paso más hacia ella.
Victoire no lo pudo resistir, y levantó la cabeza. Mirarlo directamente a los ojos le provocaba un dolor físico. Le atravesaba el pecho, le aceleraba el corazón y le entumecía la razón.
Allí estaban una vez más. Después de todo lo que había sucedido entre ellos, volvían a estar uno frente al otro, como dos imanes que sin importar cuánto intentaran distanciarse volvían a atraerse. Bajo la mirada azul de Ted, Victoire se sintió repentinamente desnuda, como si le hubieran removido una armadura que la había estado protegiendo. El peso de las palabras que no se habían dicho se asentó entre ellos, como una fuerza ineludible e implacable.
Había tantas cosas que quería decir, que llevaba mucho tiempo deseando decir. Quería pedirle perdón. No, quería rogarle perdón. Se sentía abrumada por la vergüenza y la culpa. Por dudar de él cuando más la había necesitado. Quería llorar de lo mucho que le dolían esas palabras en la boca.
El primer golpe contra las barreras protectoras de la casa sacudió las paredes, trayéndola de regreso hacia la realidad.
—Están intentando entrar —susurró Victoire. No era lo que quería decirle, pero fue lo único que logró articular, y se odió a si misma por decirlo.
Ted torció la cabeza hacia la mesa donde Scorpius seguía debatiéndose entre la vida y la muerte, y luego hacia donde Albus estaba sentado, aferrándose la pierna herida, con Lysander y Elektra a su lado. Finalmente, volvió a girar hacia ella y sacó la varita. Una media sonrisa se había dibujado en sus labios, y Victoire sintió que se le exprimía el corazón, porque esa sonrisa se parecía demasiado a una despedida.
—Puedo ganarnos un poco de tiempo —dijo Lupin.
—Iré contigo —dijo Albus, intentando ponerse de pie, pero tan pronto como apoyó la pierna herida ésta se dobló bajo su peso, haciéndolo caer hacia delante. Lysander lo atajó a tiempo, tomándolo por el brazo y obligándolo a sentarse de nuevo. Elektra le lanzó una mirada furibunda, en claro desacuerdo con la idea de que Albus volviera a salir a pelear.
—Tú te quedas aquí —le ordenó Ted, mirándolo severamente.
—No puedes enfrentarte a ellos tú solo, Teddy —insistió Albus.
—Albus tiene razón —dijo ella. Pero antes de que Ted pudiera abrir la boca para quejarse, agregó—. Tú no puedes... Pero el lobo sí.
Ted empalideció y dio un paso hacia atrás, como si Victoire lo hubiese cacheteado.
—Sabes que no puedo —dijo en un hilo de voz.
—Sí que puedes. Te he visto hacerlo antes —dijo Victoire convencida. Ted meneó la cabeza frenéticamente, enredando los dedos de una mano entre sus cabellos en un gesto nervioso.
—Si lo dejo salir, no podré controlarlo —intentó explicarle Lupin, su voz repentinamente asustada y frágil.
Fue el turno de Victoire de dar un paso hacia Ted, acortando finalmente la distancia entre ellos a unos escasos centímetros. Extendió una mano muy despacio, acercándola al rostro de Ted como si efectivamente se tratara de un animal salvaje. Éste se quedó congelado, observándola con los ojos muy abiertos. Con suavidad, Vicky apoyó su mano sobre la mejilla tibia de Ted. Una descarga eléctrica le recorrió nuevamente todo el cuerpo ante el contacto. Lupin entrecerró los ojos y soltó todo el aire que había estado conteniendo, derritiéndose bajo su contacto.
—Puedes hacerlo —le susurró, acariciándole la mejilla—. Confío en ti.
Tenía mil cosas para decirle, pero esa era la más importante. Porque esa frase bastó para que Ted entendiera todo. Fue suficiente para que él la tomara fuertemente entre sus brazos y la besara con desesperación. Y durante unos segundos, el mundo entero se desvaneció. Solo existían ellos dos y el roce de los labios de Ted sobre los suyos, su aliento tibio sobre su boca, sus manos firmes alrededor de su cintura. No había sido consciente hasta ese preciso momento de cuánto lo extrañaba. De cuanto lo amaba. Dos imanes destinados a estar unidos.
Desde la última vez que se habían besado el mundo había cambiado radicalmente. Ellos habían cambiado. Pero algunas cosas están destinadas a perdurar, a sobrevivir el cambio. A mutar y adaptarse.
La protección de la casa volvió a sacudirse. Ted la soltó dando un paso hacia atrás, y Victoire tardó un momento en enfocar la mirada. Ted le volvió a dedicar una breve sonrisa, y luego, sin decir nada, salió de la casa. Segundos más tarde, Victoire escuchó un aullido grave y salvaje.
El lobo estaba libre.
Cuando la Rebelión lanzó el primer ataque contra el Velo de Hogsmeade, la vibración producida por el impacto llegó incluso hasta Hogwarts. Neville la sintió sacudiendo el suelo y haciendo temblar los paneles de vidrio de los Invernaderos, y su cuerpo reaccionó más rápido que su propia mente, propulsándolo fuera del invernadero y hacia el castillo en búsqueda de Minerva McGonagall.
La directora del colegio ya se encontraba en la entrada del castillo para cuando Neville llegó. El resto de los profesores no tardaron en llegar también, todos ellos con las miradas alzadas hacia el horizonte, observando en la distancia el perfil recortado de los tejados de Hogsmeade.
—Los Aurores de Hogsmeade han mandado un mensaje alertando de un ataque —informó Minerva, expeditivamente—. Profesor Flitwitck, profesor Slughorn: refuercen las barreras y activen los sistemas de defensa del castillo. Profesor Hagrid, tú encárgate de vigilar la puerta. Profesor Longbottom, Profesor Gray, necesitaré de su ayuda para traer a los estudiantes de regreso hasta aquí —Minerva daba órdenes como si hubiese nacido preparada para aquello, como si todos los días Hogsmeade fuera víctima de ataques violentos.
Neville tuvo que recordarse que Minerva McGonagall había vivido y sobrevivido a dos guerras contra Voldemort. Había dirigido las defensas de Hogwarts durante la batalla final. Era mucho más que una simple directora de un colegio de magia. Era una guerrera.
—¿Dónde está el profesor White? —preguntó Minerva, mientras trotaba a buen ritmo hacia Hogsmeade. Había desenfundado su varita y se encontraba lanzando hechizos por encima de sus cabezas, chequeando las barreras protectoras del castillo y expandiéndolas de forma apresurada hacia el camino que tenían delante.
—En Hogsmeade. Visitando a Felicity —respondió Neville, sin poder evitar maravillarse ante la habilidad de la directora. Allí estaba esa mujer entrada en años caminando con decisión hacia el peligro e invocando magia arcaica y compleja a su alrededor con la misma facilidad con que uno se viste a la mañana o se cepilla los dientes.
—Bien. Necesitaremos su ayuda —aceptó Minerva.
Algunos alumnos habían logrado escapar del pueblo a tiempo, y ahora avanzaban corriendo por el camino de regreso al castillo, pálidos y aterrados. Pero aquella había sido la última visita del año, y Neville sabía que prácticamente todos los estudiantes a partir de tercer año habían asistido, lo cual significaba que todavía quedaban muchos de ellos atrapados dentro del pueblo.
Neville sufrió una especie de deja vu al ver la calle principal del pueblo. Los recuerdos de Hogwarts bajo el ataque de los mortífagos volvieron a su mente, con imágenes terriblemente nítidas. Solo que esta vez, el enemigo vestía túnicas rojas y rostros de sombras.
Neville soltó un suspiro de alivio al ver que Harry ya se encontraba allí. Tenía el cabello negro atado en la nuca, el uniforme de Auror sucio y el cuerpo empapado en sudor, como si llevase largo rato batiéndose a duelo. Pero detrás de sus gafas redondas, sus ojos verdes relucían con esa misma energía que Neville estaba acostumbrado a verle cada vez que se enfrentaba al peligro. Una fuerza fiera y temeraria, una energía avasalladora, una determinación inquebrantable. Era inspirador, y Neville sintió que algo parecido despertaba dentro de él, algo que llevaba muchos años en silencio. Se sumó a la batalla sin dudarlo, su varita soltando chispas de emoción. Volvía a pelear.
Harry torció la cabeza para mirarlo, reconociéndolo en medio del descontrol de personas, amigos y enemigos, que era Hogsmeade. Una sonrisa familiar se dibujó en los labios de Potter. Neville se la devolvió, y ambos retomaron sus intentos por despejar la calle.
Sobre sus cabezas, el Velo volvió a temblar con más fuerza que antes, y Neville pudo distinguir un destello de luz y una deflexión allí donde había sido golpeado. Varios de los aurores dirigieron su atención hacia allí, pero Harry les llamó inmediatamente la atención.
—¡Déjenlo! Prioricen a los estudiantes —les gritó Potter, mientras derribaba a dos Rebeldes con un único hechizo de desarme. Era su hechizo insignia, y con los años, se había vuelto absurdamente bueno. Neville estaba seguro de que, a esta altura, Harry ni siquiera necesitaba de una varita para invocarlo.
Pudo ver la confusión en los ojos de los Aurores ante la orden de su jefe. Les estaba diciendo que se olvidaran del Velo. Estaba anteponiendo la seguridad de los alumnos a la del pueblo entero, arriesgándose a que el Velo cayera y Hogsmeade quedara expuesto ante el mundo muggle. Neville entendía la vacilación de los aurores, pero no le sorprendía en absoluto que Harry hubiese tomado esa decisión. Tras unos segundos de duda, los aurores obedecieron, ignorando los ataques que se estaban lanzando contra el velo, para enfocarse en sacar a los alumnos refugiados dentro de los locales y guiarlos hacia la zona que habían logrado despejar.
—¿Estás seguro de que el Velo aguantará? —preguntó Neville, sin poder evitarlo. Harry hizo una mueca, y sacudió la muñeca provocando una onda expansiva que empujó hacia atrás a un grupo de Rebeldes, liberando una calle lateral por donde unos aurores escoltaban a estudiantes desde la periferia del pueblo hacia ellos.
—No —confesó entre labios apretados—. Por eso necesito que saques a los estudiantes de aquí cuanto antes —agregó.
Neville asintió girándose para encarar la siguiente calle y continuar buscando alumnos perdidos, pero la voz de Harry lo retuvo.
—¿Has visto a alguno de mis hijos, Nev? —preguntó Potter en un tono bajo, casi temeroso. Se notaba que le había costado horrores hacer esa pregunta. Neville sintió que se comprimía la garganta.
—Soy chicos inteligentes. Estoy seguro que están bien —intentó reconfortarlo Neville.
Una sonrisa forzada se dibujó en el rostro del jefe de los aurores, que no encontró palabras para responder, y en cambio, volvió a arremeter contra los Rebeldes, en un esfuerzo por ganar algunos minutos más con la esperanza de que más alumnos traídos por los aurores desde la periferia lograran llegar. Tal vez, sus hijos estuvieran en el siguiente grupo de evacuados.
Pero cuando el siguiente grupo llegó escoltado desde Las Tres Escobas por el profesor Thomas White, Neville no reconoció a ninguno de los hijos de Harry entre los rostros conmocionados de los alumnos.
Los aurores habían obligado a la Rebelión a retroceder, despejando efectivamente el regreso hacia Hogwarts pero era imposible predecir cuánto tiempo podrían mantenerlo. Un importante número de alumnos se encontraba reunido alrededor de Minerva McGonagall, listos para intentar emprender el regreso al castillo. El tiempo para esperar se había terminado. Debían irse con los que estaban, o correr el riesgo de quedar atrapados en el pueblo.
—¡Conténganlos! —ordenó Harry a sus aurores, mientras giraba a mirar hacia donde aguardaban los profesores con los alumnos arrebujado en torno a ellos. Sus ojos verdes encendidos se encontraron con la mirada determinada de Minerva. La directora de Hogwarts asintió con la un movimiento firme de su cabeza. Era momento de irse.
—¡Alumnos, manténganse en fila y cerca de los profesores! —ordenó McGonagall, levantando su varita hacia el cielo y posicionándose al frente del grupo.
Neville la imitó, preparándose para lanzar los escudos protectores que resguardarían a los estudiantes en el camino y rogando porque las barreras que la directora había intentado ampliar funcionaran contra cualquier posible ataque.
—Profesora McGonagall —la llamó la voz de Thomas White—. Yo me quedaré en Hogsmeade… Por si los aurores logran rescatar más alumnos —agregó. No era una pregunta. No estaba pidiendo permiso. Y sin embargo, se notaba que esperaba aceptación por parte de la directora. Minerva lo contempló durante unos segundos por encima de sus anteojos cuadrados antes de responder.
—Tenga cuidado, profesor White —le dijo finalmente. Thomas sonrió, un gesto inusitadamente cálido y reconfortante.
—Siempre lo tengo, profesora —aseguró el joven profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, con una leve inclinación de cabeza. Neville creyó ver el esbozo de una sonrisa torciendo la comisura de los labios de Minerva.
Neville sabía que los alumnos rezagados no eran el verdadero, o al menos el único motivo por el cual Thomas White quería permanecer en Hogsmeade. Y posiblemente, Minerva también lo supiera; pero si así era, se cuidó de no decirlo. Con una última sonrisa, Thomas se alejó dirigiéndose hacia la calle donde se encontraba el local de las Tres Escobas y sumándose a los aurores que intentaban mantener a raya a los Rebeldes. Tenía algo por lo que pelear allí. Alguien por quien pelear.
El camino de regreso al castillo estaba despejado. Los aurores habían concentrado sus esfuerzos en mantenerlo así para ellos. Y como consecuencia de ello, el Velo que protegía el pueblo de Hogsmeade volvía a sacudirse con un nuevo ataque. Mantener a los estudiantes a salvo podía costarle muy caro al mundo mágico ese día.
Minerva marchaba a paso rápido, un torrente continuo de magia brotando de su varita y ciñéndose sobre la caravana de jóvenes que la seguía. Neville iba a su lado, atento a cualquier posible ataque que pudiera surgir de improvisto, mientras el profesor Gray se mantenía en la retaguardia, asegurándose que nadie los atacara por detrás. Sonaba descabellado pensar que alguien podía arremeter contra un grupo de inocentes alumnos, pero Neville había visto cosas terribles en su vida y ya nada le parecía imposible.
Neville había sobrevivido a Hogwarts en manos de mortífagos y a una batalla contra Voldemort en esos mismos terrenos. Había visto a gente morir, y había vivido para contarlo. Y sin embargo, nada podría haberlo preparado para lo que estaba a punto de suceder.
Escuchó el bramido del dragón antes de verlo. El sonido que brotó de la garganta del feroz animal resonó en el cielo despejado de aquella mañana de abril, estremeciéndolo y haciéndolo detenerse a medio camino.
Después lo vio. La figura alada se elevaba en el aire sobrevolando el pueblo de Hogsmeade, sus escamas azuladas refulgiendo como plata sobre su cuerpo largo y esbelto. Sus alas se batieron acompasadamente provocando ráfagas de viento a su alrededor, y durante varios segundos, el dragón se mantuvo planeando en el aire, expectante.
Y entonces, con otro gruñido estremecedor, Neville lo vio avanzar hacia Hogwarts. Hacia ellos.
—Longbottom, lleva a los alumnos al castillo… Y cierra las puertas detrás de ti —le ordenó Minerva, su mirada fija en el imponente dragón.
—¿Qué? —preguntó Neville, confundido.
—Hazlo, Longbottom. Yo me aseguré de conseguirte el tiempo necesario para que lo logren —Hablaba con la misma seguridad con que siempre se había manejado, como si enfrentarse a un dragón adulto y furioso fuera algo que hacía todos los días antes del desayuno.
—Es una locura, profesora —quiso hacerla entrar en razón Neville, con una oleada de frío terror recorriéndolo mientras comprendía lo que estaba a punto de suceder.
—No tenemos tiempo para discutir, Longbottom —espetó ella, girando a mirarlo. Pero a pesar de la dureza de sus palabras, su mirada era increíblemente blanda—. Prométeme que cuidarás de los alumnos —agregó con intensidad. Neville sintió que se le hacía un nudo la garganta y que los ojos le ardían.
—Minerva…
—Tu palabra, Neville —repitió Minerva con ojos brillantes—. Dame tu palabra de que protegerás Hogwarts.
—Tienes mi palabra —cedió finalmente él con voz ronca. Minerva asintió con un movimiento seco, le dio la espalda y comenzó a caminar en sentido contrario al castillo, acercándose cada vez más al dragón.
Neville levantó su propia varita hacia el cielo, tal como la directora McGonagall había hecho minutos atrás, relevándola en la tarea de proteger a los alumnos que seguían avanzando por el camino. Su magia se elevó como un inmenso manto protector sobre las cabezas de los estudiantes.
Spike Gray lanzó una mirada de confusión hacia Minerva mientras pasaba junto a ellos pero Neville le hizo un gesto con la mano para que continuaran avanzando, y el profesor de Transformaciones obedeció silenciosamente.
Los alumnos que encabezaban la caravana humana estaban a pocos metros de las puertas de hierro de Hogwarts cuando el dragón finalmente llegó hasta ellos. La inmensa criatura descendió hasta quedar a pocos centímetros del suelo, de frente a Minerva. Un hombre descendió del lomo de la criatura, saltando para caer sobre ambos pies en el suelo con elegancia.
Vestía una túnica roja, como el resto de los integrantes de la Rebelión, pero su rostro estaba al descubierto. Llevaba el cabello rubio peinado prolijamente, y a pesar de las arrugas que los años habían comenzado a grabar en sus facies, seguía siendo apuesto. Una sonrisa de dientes blancos y maliciosa intención se dibujó en sus labios, dándole un aspecto grotesco y burlón.
—Mi estimada profesora, los años no han sido gentiles con usted —habló Duncan Ford, saboreando sus propias palabras.
—Tampoco contigo, Ford —respondió Minerva, con labios apretados y pulso firme.
Duncan no pareció intimidarse por la varita que le apuntaba directamente al pecho, y en cambio, su mirada vagó por encima del hombro de la directora, enfocándose en los estudiantes que corrían detrás de ella intentando cruzar las puertas de Hogwarts. Una expresión de absoluta repulsión se dibujó en su rostro mientras sus ojos contemplaban las torres del castillo.
—Déjeme que le explique lo que sucederá a continuación, directora. Tenemos dos escenarios posibles: en el primero, usted se hace a un lado de forma pacífica. En el segundo, usted intenta detenerme de forma no tan pacífica. El camino que elija es indistinto, porque ambos terminan en lo mismo: yo entro a Hogwarts y me llevo lo que he venido a buscar — el odio destilaba como ácido de las palabras de Ford, y cualquier persona se habría estremecido tan solo de escucharlas. Pero Minerva McGonagall no era cualquier persona—. Así que dígame… ¿cuál de los dos será? —provocó Ford.
Como respuesta, Minerva sacudió su varita y un destello de luz roja brotó del extremo. Duncan desenfundó rápidamente y detuvo el ataque con un gesto desganado. Soltó un largo y pesado suspiro, luciendo casi decepcionado.
—La forma no tan pacífica entonces —susurró Ford, su voz casi un ronroneo, disfrutando mientras lo decía.
Pero no atacó. En cambio, retrocedió lentamente, paso a paso, sin quitar la mirada de Minerva, hasta quedar por detrás del dragón.
—Ataca —ordenó Duncan desde las profundidades de su garganta, y un brillo desquiciado iluminó su rostro.
El dragón rugió desaforado, el sonido de su garganta cortando el aire como un trueno, haciendo estremecer el suelo bajo los pies de los estudiantes que seguían apurándose para llegar al castillo. El fuego brotó de su garganta como una catarata roja y dorada, ardiente y destructiva, y se elevó ominosamente en dirección a Minerva.
Neville contuvo el aliento mientras observaba las llamas acercarse peligrosamente hasta la directora. Pero ella se mantuvo inmutable frente al dragón, aguardando estoicamente que el fuego la alcanzara.
Pero el fuego nunca la tocó. En cambio, golpeó contra un muro invisible de magia, soltando un siseo como cuando alguien derrama agua sobre brasas ardientes, y finalmente, apagándose en una bocanada de humo gris.
Duncan frunció el ceño, y la sonrisa desagradable tembló en sus labios. Minerva aprovechó el instante de vacilación en su contrincante para lanzar su propio encantamiento. Las estatuas que custodiaban el camino y la entrada del castillo cobraron vida, saltando de sus columnas y parapetos, y avanzando hacia ella. Neville ya la había visto hacer uso de esa magia magistral años atrás. Hogwarts siempre respondía cuando sus directores pedían ayuda.
—Más fuerte —ordenó Duncan.
El dragón sacudió las alas, enardecido, y volvió a abrir sus gigantescas fauces para escupir una nueva bocanada de fuego. Esta vez, las estatuas estaban ahí para resistir. Alzaron sus escudos de piedra y magia y se formaron como una sólida defensa frente a Minerva mientras el fuego las golpeaba incansablemente. Fuego contra roca. El calor corrosivo del dragón contra la indestructible piedra de Hogwarts.
Neville no tenía idea de cuánto tiempo podían soportar las estatuas el impacto del fuego de dragón, ni cuantos otros trucos tenía escondidos bajo la manga la directora Minerva, pero sí sabía que debía aprovechar cada segundo que tenía para llevar la mayor cantidad de estudiantes hacia el interior de los terrenos, donde la protección de Hogwarts los mantendría a salvo, incluso de dragones.
Prácticamente todos los estudiantes habían logrado cruzar de forma segura las puertas de hierro cuando Neville escuchó el crujido de la piedra. Las estatuas comenzaban a ceder y el fuego empezaba a filtrarse entre éstas, como lenguas anaranjadas, rojas y amarillas que intentaban lamer a la directora. Minerva lanzaba hechizos interceptándolas, apagándolas o desviándolas, pero el tiempo se estaba acabando.
—¡Rápido, todos adentro! —gritó Neville apremiante, mientras hacía señas a los alumnos más rezagados para que apresuraran su trote, empujándolos incluso hacia el interior del colegio.
El pánico era evidente entre los jóvenes, quienes lanzaban miradas desesperadas por encima del hombro mientras corrían a todo lo que le daban las piernas para llegar a resguardo. Neville empezaba a sentir el agotamiento de su propio cuerpo mientras forzaba toda la magia que tenía a mantener el escudo protector sobre los estudiantes. Pensó en Minerva, que había prolongado algunas de las barreras defensivas hacia el camino con un movimiento casual de su varita, casi natural, y luego las había mantenido el alto durante gran parte del camino de regreso, antes de cederle la tarea a Neville. Se requería de mucho poder y gran habilidad para lograr algo así, y magia de ese tipo tenía un costo. Minerva había invertido gran parte de su energía en hacer eso, y Neville temía que no le quedara suficiente para poder enfrentarse la furia de un dragón.
Duncan Ford hizo un gesto con la mano, y el dragón se elevó en el aire varios metros por encima de sus cabezas. El agitar de sus alas generaba un flujo envolvente de aire caliente, provocando espirales de fuego y chispas. Las estatuas de Minerva se tambalearon bajo el viento huracanado y el fuego destructivo, y la mano de Minerva que sostenía su varita comenzó a temblar.
—Más —presionó Duncan despiadadamente. Y con un gruñido, mezcla de esfuerzo y enfado, el dragón embistió con renovada energía contra la directora.
Los últimos alumnos cruzaron las puertas de Hogwarts, y Neville sintió el impulso de correr hacia la directora para ayudarla. El fuego del dragón emanaba un calor tan intenso que incluso a metros de distancia, Longbottom podía sentirlo quemándole la piel. No podía siquiera imaginarse lo que debía de sentir Minerva tan cerca de las llamas, apenas unas pocas estatuas todavía en pie protegiéndola. Casi como si hubiese percibido su intención, Minerva giró la cabeza hacia él, observándolo por encima del hombro, mientras sujetaba su varita con ambas manos para contener el fuego que ahora filtraba por todas partes y empezaba a envolverla.
—Tu palabra —moduló Minerva con esfuerzo evidente, gotas de sudor bañándole la frente y empañándole las gafas. Tenía la cara enrojecida y en la tela que cubría sus brazos empezaba a derretirse y fundirse con la piel de abajo.
Fue como si una fuerza invisible lo hubiese clavado a la tierra, imposibilitándole moverse. Y durante una fracción de segundo, se sintió dividido entre lo que deseaba hacer y lo que sabía que debía hacer. Pero la mirada de Minerva era demandante, exigiéndole una respuesta. Exigiéndole que cumpliera con lo que le había prometido.
Neville supo en ese momento que una parte de él viviría el resto de su vida lamentando esa promesa, preguntándose si no podría haber hecho algo diferente, deseando no haber tenido que tomar esa decisión. Eran esos momentos los que verdaderamente importaban, los que marcaban la diferencia, los que significaban algo. Porque eran los que exigían los mayores sacrificios. Eran esas difíciles decisiones que nadie quería tener que tomar, porque implicaba cargar con el peso de las mismas sobre sus hombros. Y era precisamente por eso por lo que debía hacerlo. Era por eso que Minerva lo había elegido a él para hacer esa promesa.
Porque sabía que él honraría su palabra. Él haría lo que fuese necesario, aún a costa de su propio dolor. No porque quisiera, sino porque alguien debía hacerlo.
Así que Neville no corrió hacia Minerva. En cambio, caminó hacia las puertas de Hogwarts.
Y mientras Minerva desaparecía de su vista envuelta en las llamas del dragón, una bola de fuego, humo y muerte, Neville cerró las puertas de hierro de Hogwarts, sellando el colegio y honrando su palabra.
Posiblemente este fue uno de los capítulos que más me costó escribir. No tanto por la dificultad literaria en sí, sino por la mezcla de emociones que me genera. Cuando planifiqué este libro y tomé la decisión sobre lo que sucedería con Minerva, supe que sería difícil escribirlo llegado el momento. Es un personaje de la saga original al que le tengo un profundo cariño y respeto, y me ha costado mucho "dejarla ir".
Algunos comentarios rápidos:
*Para los que me preguntaban dónde estaba Tessa, y si Blaise le había avisado a sus hijos del ataque a Hogsmeade... Bueno, este capítulo arroja un poco de luz, aunque talvez no del todo. Y hace tiempo que muchos me preguntan sobre que tan poderoso es el Amuleto, y que tanta "conexión" existe entre los dueños... La respuesta es: MUCHA.
*También algunos de ustedes se preguntaban si aparecería la gente de la Orden del Fénix y si veríamos a los chicos que viven en Hogsmeade. Estoy intentando una nueva "forma" de escribir, y esta batalla la estoy relatando desde muchos puntos de vista al mismo tiempo. Todavía me resta mostrar otros puntos de vista, así que no sean ansiosos jaja. Pero acá les dejo un poco de Victoire y Ted. Y soy consciente de que generará muchos sentimientos encontrados, porque hay varios lectores que no les gusta esta pareja, pero bueno... Los imanes se atraen. Hemos visto a lo largo de todo este libro (y parte del anterior) como Ted y Victoire pasaban por un proceso de autodescubrimiento, de maduración y crecimiento personal. Cuando empezó esta saga ambos eran muy jóvenes, y yo sentía que todavía les faltaba camino por recorrer como pareja antes de consolidarse.
*Albus... Cuando pensábamos que ya podíamos relajarnos con él...
*Hasta ahora nunca había escrito desde el punto de vista de Neville. Un personaje poco valorado en general, pero que siempre me pareció muy interesante. Neville tenía el potencial de ser El Elegido. La vida de Harry podría haberle pertenecido a él si las cosas se hubieran dado de otra forma. Y creo que, en el fondo, los dos se parecen en muchas cosas. Son valientes y desinteresados, y se sacrificarían sin dudar para salvar Hogwarts.
*Y finalmente, Minerva. En mi mente, Minerva solo podía irse de este mundo de una forma: peleando. Espero haberle hecho honor con este final.
MUCHAS GRACIAS A TODOS POR LEER ESTA HISTORIA Y POR SUS COMENTARIOS!
Después de casi un año de estar trabajando en esta saga de forma prácticamente ininterrumpida, sus reviews se vuelven fundamentales para no perder la energía.
maddie. sophie: efectivamente, casi todos sacaron una conclusión bastante acertada de quién era la persona herida en la visión de Lily, pero espero que a pesar de todo les resultase interesante leerlo! Es lógico, y en realidad, es la idea que ya no resulte "sorprendente" que Albus se plantee algo moralmente cuestionable, porque el personaje nos ha mostrado esos matices de grises a lo largo de cinco libros. ¿Temes por la seguridad de los cinco? Haces bien. Son adolescentes atrapados en un pueblo sitiado. Muchas cosas pueden salir mal, y de hecho, están saliendo mal. ¡Rose es la brújula de Albus! Él mismo le ha delegado esa responsabilidad. Ella se siente en el deber de marcarle el camino porque sabe hasta donde Albus es capaz de desviarse. Hedda y Lancelot... No quiero profundizar en ellos, porque todavía quiero escribir un poco más, y posiblemente venga en el próximo capítulo o en el siguiente, así que voy a contenerme de hablar del tema hasta entonces. ¡Qué bueno que te gustó el capitulo!
N. T. R : ¡Oh, los he hecho esperar bastante! Estos capítulos finales van a demorarme más de lo habitual porque tienen muchos detalles a los que debo prestar atención, porque es un mismo evento relatado desde muchos personajes, y no quiero contradecirme. ¿Scorpius es de tus favoritos? No quiero decirte nada, pero la cosa no pinta bien para él. Pero bueno, a no perder las esperanzas. ¿Así que leíste hace poco la charla del tren entre Scor y Zabini? Bueno, ya se podía percibir entonces que Blaise estaba con sed de venganza. Ya ha saldado sus cuentas con Theodore, y ahora solo le falta Draco. Y si realmente quieres hacer sufrir a alguien... arrebátale eso que más quiere en el mundo.
Breleth: Sobre tus preguntas. ¿Por qué no envían un patronus? Bueno, en este capítulo hemos visto lo que sucede cuando envías un patronus en medio de una batalla... Delatas tu ubicación, te expones. O al menos, eso es lo que yo creo que sucedería. A nadie le pasaría desapercibido un animal plateado, ¿no? ¿Qué significado tiene el apodo de James con Molly? Oh, James siempre le pone apodos a Molly. Ese particularmente refiere a un desafortunado incidente que tuvieron durante una fiesta en el Ministerio de Magia, donde una fuente repleta de almejas terminó sobre el pelo y el vestido de Molly... Por supuesto que James no tuvo nada que ver, o eso afirma él. ¿Elektra aferrada a Albus y Albus complacido? Mmm, sí, un detalle que veo que no ha pasado por alto. Y obviamente no es un detalle menor. ¿René y Louis? No, no hay nada entre ellos dos, al menos no románticamente. Es solo una actitud protectora por parte de Louis. Pero sí, claramente la cosa entre Louis y Elektra está un poco desgastada. ¡Cuantas preguntas! A la mayoría, no tengo respuesta, o más bien, no puedo responderlas aún. Pero muchas encontrarán respuesta en este capítulo, o en próximos. "Pongamos nuestro destino en un puñado de adolescentes inexpertos" jaja, yo sé que siempre es divertido leer historias donde los protagonistas son los héroes que logran hacer todo bien... Pero a mí me gusta ser un poco más realista. Que exista cierta coherencia entre la edad de los personajes y la magnitud de sus logros.
Marcedsosa: Oh, gracias por las lindas palabras. Sus comentarios siempre me hacen sonrojar jaja. Escribir desde diferentes puntos de vista es más difícil de lo que parece, porque tengo que estar muy atenta a la personalidad de cada personaje y mantenerlo presente durante todo el texto. Pero también es un desafío personal, y me gusta probar cosas nuevas o profundizar en lo que ya sé. Había probado este formato en el libro pasado con la pelea en las puertas de Hogwarts, y me gustó mucho el resultado, así que quise volver a intentarlo aquí. ¡Me alegra que te guste el resultado!
ELY POTTER: ¿Crees que amenazaron a Lancelot para que se una a la Rebelión? Bueno, es una posibilidad. Pronto lo sabremos a ciencia cierta jeje. Veo que recuerdas que, nose si fue en Los Guardianes Negros incluso, anticipé que la amistad entre Hedda y Lancelot traería mucho dolor y consecuencias inesperadas sobre ella y sobre el resto de sus amigos. Ahora, empezamos a ver un poco a qué me refería con eso. Sobre la premonición de Lily, la mayoría habían acertado con que se trataba de Scorpius. ¿Podrán contrarestar el maleficio a tiempo? Bueno, eso todavía está por verse... Pero la situación está complicada. ¿Dónde está Lily, Nina y Hugo? Ya tendrán su aparición en el próximo capítulo. Esto todavía no ha terminado.
Barbi2102: ¡Elegiste un buen momento para ponerte al día con la historia! :) No te preocupes por dejar comentarios largos. En el fondo, me encantan jaja. Me ayuda mucho leer lo que tienen para decir, muchas veces me sirve para organizarme en la historia y también para incentivarme a continuar. Sobre los seis amigos... Es curioso porque este libro es, posiblemente, el año en que menos tiempo han compartido como grupo, pues cada uno ha entrado en la adolescencia y las hormonas y todo eso... Y aún así, es cuando más unido se los ha notado. Posiblemente sea porque nos fuimos familiarizando con ellos durante los libros y ahora entendemos mejor sus interacciones y lo que los "une". ¡Claro que Lancelot quiere a Hedda! La quiere con locura. La quiere lo suficiente como para meterse en Hogsmeade sabiendo que van a atacar y sacarla de ahí. ¡Él tiene su propio anillo! Creo que a muchos lectores se les ha pasado por alto esto... Y es muy importante. Recuerden que aprendimos que los Anillos de la Rebelión tienen magia de sangre. Son personales, no pueden transferirse. ¿Te gustó el Scorse? Oh, qué bueno que les resultara natural y fluido como se dio todo entre ellos, porque esa era la idea. No quería que fuese algo brusco, de la noche a la mañana. Ni tampoco quería plantear una relación amorosa cuando tenían once o doce años. ¿Dónde está Circe? Oh, ella está en la Enfermería, como nos enteramos en este capítulo. ¿Quién es René? Mmm... No puedo responder esto ahora, pero en el próximo capítulo creo que entenderán un poco mejor la relevancia de esta chica en la historia. ¡Y ya sé que no querías muertes, pero espero que sepas perdonarme y entenderme por Minerva! No juzgues con tanta dureza a Ely... Son jóvenes, y todavía están aprendiendo lo que significa una relación y enamorarse de alguien. Puedo decir que Elektra no es el tipo de persona que se quedaría en una relación si verdaderamente no le ve futuro. Si sigue con Louis, es porque una parte de ella cree o quiere que funcione. Albus con Tessa... Esa es otra historia. Porque Albus sabe perfectamente que él no es la persona adecuada para Tess, y que no puede darle lo que ella verdaderamente necesita. Pero aún así, sigue con ella, y se justifica diciendose que, si Tessa no quisiera estar con él entonces se separaría. ¿Se entiende la diferencia? Creo que parte de tu mensaje no se envió, porque el final del review estaba cortado. Espero igual haber respondido a lo más importante.
Severus 8: ¿Leyendo la saga por tercera vez? Oh, bueno, seguramente encontrarás un montón de errores o incongruencias en la historia jaja. Pero bueno, también he dejado algunos "huevos de pascua" escondidos en los primeros libros que seguramente tomarán sentido recién ahora que el quinto libro está llegando a su final... Y algunos más adelante, incluso. ¿Menos reviews que en los primeros libros? Los Guardianes Negros no consiguió demasiados reviews... Fue recién con Templo de Hades que empezó a mejorar la recepción. Y el cuarto libro fue el que más reviews recibió pero también tienes que considerar que estuvo en stand by durante muchos años, con lo cual se fueron acumulando comentarios... Esta historia lleva apenas siete u ocho meses publicada, y está escrita en español (que siempre hay menos lectores), así que me siento muy agradecida por la recepción que ha tenido. Son unos lectores maravillosos. ¡Me has emparejado a todos los miembros de la Guardia con alguien de la Orden para que peleen! Bueno, es posible que alguno de esos enfrentamientos terminen sucediendo, pero no puedo asegurar que te guste el resultado jaja. Yo también pienso que es completamente lógico que Lancelot sólo se preocupara por salvar a Hedda. Ella es su novia, su mejor amiga, la persona que más le importa. Su prioridad era sacarla de ahí, sana y salva. ¿Se viene una conversación entre él y Hedda? Bueno, es algo un poco inevitable, ¿no? Teniendo en cuenta lo que está sucediendo, sobre todo ahora que Hedda sabe, gracias al Amuleto, que Scorpius está gravemente herido. ¿Así que estás convencido que Lancelot es el único alumno que pertenece de pleno a la Rebelión? Bueno... Técnicamente, tienes al menos una prueba. Lancelot tiene un anillo. ¡Oh, Dimitri Kurdan! No muchos han comentado sobre él. Se quedó en Hogwarts el muy traidor, jeje. Y ya sabemos que Albus tiene muy poca tolerancia para las traiciones, sin contar que esto es un golpe fuerte para su ego. Estaba tan convencido de que tenía a Dimitri atrapado en su puño... ¿Blaise no ha avisado a Circe de que iban a atacar Hogsmeade? No lo sabemos todavía. ¿Blaise quiere a su hija? ¿Hay amor entre ellos? Son buenas preguntas. Tendrán respuesta en pocos capítulos. ¡Ojo! El Mago no ha mandado intencionalmente a atrapar a Albus, eh. Pero Blaise es una persona inteligente, y sabe que Albus vale más vivo que muerto. Y por supuesto que el Mago va a apreciar tener al hijo de Harry Potter como su prisionero. Y Blaise vuelve a mostrar su astucia al usar una maldición que muy poca gente conoce, y cuyo contramaleficio tampoco es conocido. Sobre el trío de Camelot: vamos, no puedes negarme que si alguien puede apreciar el humor de James Potter ese era Jasper. Sobre todo cuando va dirigido hacia Molly, jaja. Él nunca antes había visto a Molly de esa forma... James se mete bajo su piel con mucha facilidad, algo que Jasper nunca ha podido lograr, y eso que ha sido un pedante con ella en muchas ocasiones. James en la batalla: hemos visto que tiene una forma "particular" de pensar y planificar, lo cual lo vuelve un poco impredecible y un buen estratega. Pero también hemos visto que, ante una batalla real, James tiene dificultades para mantenerse fuerte. Su magia sigue debilitándose cuando es sometida a esfuerzos excesivos. ¿Me estoy volviendo demasiado predecible? Porque diste en el clavo con lo del Amuleto, jeje. Y por último... Veo que René ha dejado a todos muy intrigados. Y tendrán que aguantar un poco más para obtener las respuestas que buscan... Pero las tendrán. Lo prometo. ¡Gracias por tu oferta para betear mi historia! Es posible que te la acepte si me siento saturada en algún punto jeje.
Yanelyn: ¡que lindas palabras las que me has dedicado al principio de tu comentario! Y qué bueno que estés disfrutando de estos capítulos tanto como yo disfruto de escribirlos. ¿De qué bando está Lancelot? Bueno, creo que cada vez se hace un poco más evidente en donde está parado este personaje, y también sus razones (sí, todos tienen razones para hacer lo que hacen, bueno o malo). Pero todavía queda algo más por decir sobre Lancelot antes de que termine el libro... El Anillo tiene un significado bastante claro, sin embargo. Es un signo de la Rebelión, y hemos estado hablando durante todo este libro sobre los Anillos y su magia de sangre. No es un dato menor que Lancelot tenga uno. ¿Por qué defendió a Albus entonces? Mmm... Ya lo verás. Albus siempre excede sus propios límites, y esta vez no ha sido la excepción. Ese subidón que le provoca usar magia, es como una droga para él. Y cree estar justificado de hacer uso de violencia y muerte cuando alguien la está usando contra él o contra sus seres queridos... Y lo disfruta un poco. Le gusta sentirse que tiese ese poder. ¡Y bien por notar que, al momento de pelear, no fue a su padre a quien recordó, sino a Scarlet! Una mujer que mató a múltiples personas solo por venganza. Blaise Zabini: cuando empecé a planear esta saga, hace muchos años, imaginé a Blaise como un hombre frío y resentido con lo que había sucedido durante la guerra. Con los años, le he ido tomando cariño al personaje, no me pregunten por qué, y ahora ya me da hasta pena haber creado este monstruo para él, jaja. Talvez algún día lo reivindique en otra historia. Pero aún así, me gusta lo que representa. Él y Draco muestran los caminos opuestos que podían seguir después de la Segunda Guerra. ¡Me encanta cuando citan fragmentos de otros libros! Sí, Scarlet le advirtió a Harry que no iba a poder estar ahí para protegerlo siempre... Y tenía razón. ¿Donde está Harry? Acá hemos visto un poco de él... Veremos más, lo prometo. Me gusta escribir desde el punto de vista de Jasper porque creo que es una visión diferente a las que estamos acostumbrados. Molly y Hamilton han tenido vidas felices, infancias alegres, padres amorosos. Jasper está roto por todas partes, y ha sanado lo mejor que ha podido. Está en constante batalla entre su tendencia a aislarle y levantar una pared entre él y el mundo, y su deseo inconsciente de ser amado, de encontrar su lugar en el mundo. Tiene una visión más ácida y menos alegre del mundo, pero también más realista. ¡Haces bien en no pasar por alto que James se debilita cuando se ve forzado a pelear! Ya lo sabíamos, claro. Pero ahora lo vemos en una batalla real. ¿Dónde está Lily? La veremos en el próximo capítulo. ¿Tessa? No estaba en Hogsmeade, por lo que nos enteramos en este capítulo. ¿La Orden no puede interferir? Claro que puede. Scarlet ha enviado un mensaje para llamarlos. Veremos qué sucede. ¿Qué fue de Teddy después del juicio? Ted renunció a su cargo en el Ministerio, y durante un tiempo se quedó con los Potter, hasta recuperarse. Después volvió a su casa en Hogsmeade, con los hermanos Fox... Pero todavía no termina de recuperarse, ni física ni anímicamente.
Soar97: ¿Sería raro que Ely abandonara el mundo mágico y siguiera una carrera o vida muggle? No, no sería raro. Es decir, posiblemente nunca abandonaría completamente el mundo mágico. Pero ella se siente cómoda y feliz en el mundo muggle, y podría llevar una vida allí sin ninguna duda. ¿Por qué te sigue pareciendo que todavía hay más con Lancelot? Porque lo hay... en cierta forma. Me gusta pensar que la mayoría de las veces las cosas no son blancas o negras, sino que tienen matices. Sería muy simple encasillar a Lancelot como "uno de los malos", y listo. Pero sabemos, al menos por Hedda, que Lancelot no siempre es así, y que existe bondad dentro de él, aunque no siempre esté dirigida de forma adecuada. El nombre de "Lancelot": me gusta la historia del caballero de la mesa redonda, y en cierta forma, se parece un poco al personaje aquí. Lancelot de la mesa redonda era un caballero de Arturo, uno de sus mejores caballeros, pero también fue responsable de su caída cuando se enamora de Ginevra. La traición de un buen corazón, si quieres llamarlo de alguna forma. Tú me dirás qué conclusiones sacas de eso jeje. ¿Qué pasará con Circe? No me he olvidado de ella. Ya tendrá su aparición. Y tampoco me olvidé de Dimitri. ¿Cómo estarán Lorcan y Alex? ¡No sabemos qué ha pasado con un montón de personajes! ¿Quién es René? Siento que hoy no puedo responderte ninguna de las preguntas que me haces. ¿Siempre tengo un borrador del próximo capítulo cuando publico uno? Sí, en general sí. Por eso también a veces me demoro un poco más, porque no quiero publicar un capítulo hasta no tener estructurado el siguiente, para asegurarme de que nada importante que tenía que escribir se me pase por alto. (Tengo armado un esqueleto de toda la saga, de hecho jeje).
Mariannd14: creo que no nos habíamos leído antes, así que empiezo por darte la bienvenida a mi historia, y gracias por tomarte el tiempo para dejar un review. Hedda no solo se siente decepcionada con Lance... Está completamente desconcertada. No puede entender como algo así está sucediendo, y la culpa la está carcomiendo por dentro. Conociendo a Albus, es poco probable que se entregue voluntariamente a la Rebelión. En cuanto a Scor: él está haciendo lo que puede para sobrevivir.
AccioEspada: que bueno que por fin te animaras a dejar un comentario. Me pone muy feliz recibir mensajes de nuevos lectores, o más bien, viejos lectores que dejan nuevos comentarios jeje. ¡Gracias por las lindas palabras y espero que disfrutes también de este capítulo! ¿Dónde está la Orden? ¿Dónde están Ted y sus amigos? Ya lo verán...
Anna CL: ¡Ay si! Se cumplió la visión. Sí, yo imaginé que, aunque muchos ya se veían venir que Scorpius podía ser el que resultara herido en la visión, sigue sin ser algo que estén felices de ver. ¿Te puso nerviosa la escena de la pelea? Y eso que todavía queda más! (Y si, por supuesto que soy una escritora sádica que disfruta de torturar a sus lectores, jaja). Parece que Hedda se ha visto forzada a reconocer que Lancelot no es la persona que ella cree o desea que sea, y eso la ha dejado muy mal. ¿Piensas que Lancelot se arrepentirá de sus elecciones? Bueno, todo depende de hacia dónde lo lleven, ¿no? No, no leí los libros de Percy Jackson, así que no estoy familiarizada con el personaje de Luke, pero creo que entiendo a lo que refieres. Supongo que tendremos que esperar para comprobar si efectivamente Lancelot se arrepiente o no de lo que ha hecho. Jasper usa el sarcasmo como una armadura. Es su forma de protegerse del mundo, y también de enfrentarlo. Dimitri siempre nos dio una vibra traicionera... Pero Albus verdaderamente creía que lo tenía bajo control, ¿eh? ¿Dónde está Tessa? ¡En este capítulo tienes tu respuesta!
Camilla 740: Oh, sí me acuerdo, quédate tranquila que aunque no comentes algunos capítulos igual me acuerdo de ti. Jasper, Molly y Hamilton son un grupo muy dispar, pero de alguna forma funcionan bien. Yo disfruto también de escribir sobre ellos, principalmente desde la perspectiva de Jasper. Y este ha sido su primer encuentro como "Aurores" contra el peligro... Y no es uno fácil. También hemos visto cumplirse una de las profecías de Lily, de una forma muy parecida a como ella misma la había mostrado en la Bola de Cristal. Y si bien Albus no se convierte en un asesino, no estuvo lejos de hacerlo. ¿Circe estaba al tanto del ataque? No puedo responder esto todavía. Pero prometo que tendrá respuestas en unos capítulos. ¿Lily es de tus personajes favoritos? Tranquila, ya aparecerá también. Me es imposible mostrar a todos los personajes al mismo tiempo, ya que son muchos los que están involucrados en lo que sucede en Hogsmeade. Si me tienen un poco de paciencia, creo que eventualmente tendrán todas las respuestas que necesitan. ¿No te gusta la pareja Rose/Scorpius? Sí, yo sé que muchos querían un Scorpius/Lily... Lo siento. Espero que igual quieras seguir leyendo la historia. Quién sabe lo que sucederá a continuación, jaja. ¿Dónde están los miembros de la Orden del Fénix? Scarlet les ha mandado una señal, veremos qué sucede.
Wander Clearwater: ¡Gracias por las felicitaciones! No saben lo importante que es para mi escuchar que les ha gustado el capítulo. Y ya saben que no me importan los reviews largos, sino todo lo contrario. Lancelot se ha convertido en la gran incógnita del capítulo, y posiblemente de todo el libro: ¿De qué lado está? Pero creo que la respuesta se está volviendo más y más clara conforme pasan los capítulos. Algo que queda claro en el capítulo es que no hay nada que Lancelot no haría con tal de proteger a Hedda. Otra cosa es que Hedda pueda lidiar con ello y con las consecuencias que implican. ¿Así que has visto esos detalles de cómo Albus intenta proteger a Elektra? Desde siempre él ha tenido un poco esa actitud con ella, ¿no? La ve como una muchacha frágil y dulce, y quiere protegerla de todo lo malo que puede pasarle en el mundo mágico. Incluso de lo que él mismo siente/piensa, porque sabe que ella podría no estar de acuerdo o aceptarlo. ¡Vamos, que no hay nada de impredecible en la reacción de Albus! Si alguien podía reaccionar con violencia ante la violencia, ese era Albus. Y yo sé que una parte de ustedes desea que Albus cruce ese límite y meta los pies un poco en la oscuridad, jaja. ¿Scorpius es uno de tus Top 5 en personajes favoritos? Me pregunto cuáles son los otros y quién ocupa el primer puesto jaja. El encuentro del trío de Camelot con James y Louis ha sido una mezcla de humor y adrenalina, que ha venido bien después de lo que sucede con Scorpius (o eso espero!). ¿Por qué han llevado un dragón ahí? ¡Porque pueden! Porque un maldito dragón inclina la balanza a favor de la Rebelión... Pero fíjate que no han usado el dragón inmediatamente, sino que entra en juego cuando los alumnos empiezan a ser evacuados. Curioso, no? ¿Teddy y compañía? Aquí te traje un poco de ellos. Son muchos personajes involucrados en esta batalla, así que irán apareciendo de a poco, porque es imposible mostrarlos a todos en un solo capítulo (sería un capítulo eterno!).
rose: a mí también se me rompió un poco el corazón con lo de Lancelot. Me duele tanto por él como por Hedda. No entendemos mucho de Lancelot, ni de sus motivaciones o convicciones. Pero hay una cosa que sabemos con seguridad y sin lugar a dudas: ama a Hedda. Haría todo por ella, y más. A su manera. ¿Lo convierte eso en alguien bueno? No lo sé. ¿Lo convierte en alguien malo? Depende de cómo lo mires. ¿Scor sobrevive? Bueno, todavía estamos definiéndolo jaja. ¿Tu primer comentario en mi historia o en general en FF? Gracias por animarte!
anilem12: por fin vemos "la verdad" sobre Lancelot, o bueno, empezamos a entenderlo un poco más. Se despejan algunas dudas, sobre todo porque TENIA UN ANILLO. Y eso significa algo muy puntual. Y no, no sabemos de nadie dentro de los Hijos que tenga uno... Podrían llegar a tenerlo y estar ocultándolo como hizo Lancelot. Podría ser... Pero recuerda que la mayoría de ellos son menores de edad, y los Anillos son piezas de magia valiosas. No es algo que le darías a un niño porque sí. Significa algo, implica algo, y no son entregados con liviandad. ¿Lancelot es mayor de edad? Sí, ya ha cumplido 17. A pesar de que todos sospechábamos que Lancelot podía llegar a unirse a la Rebelión, en el fondo guardábamos también esperanzas de que no lo hiciera. Zabini: era esperable que volviera a aparecer antes de que terminara el capítulo, ya que al principio de la historia nos deja una advertencia contra Draco. Nos dice que busca venganza. Ya ha hecho pagar a Nott, y ahora le tocaba a Malfoy. ¡El trío de Camelot! Han sido la novedad de este libro, y han tenido una impresionante recepción entre los lectores, lo cual me hace muy feliz porque yo los quiero mucho a los tres, sobre todo a Jasper. ¡La puerta en el Velo! Es que nadie le dio demasiada importancia, pero ¿no les llama la atención que la Rebelión pierda tiempo haciendo una puerta en las barreras de Hogsmeade si simplemente van a tirar todo abajo? Jeje. ¿Cuál es la historia detrás del apodo Molusco? Durante una fiesta en el ministerio una fuente de almejas cayó misteriosamente sobre el vestido de Molly, ensuciándola y llenando de un delicioso perfume marítimo. Sobre René... Con un poco de suerte, lo entenderán mejor en el próximo capítulo.
MA154: bueno, nosé si estabas encariñada con Minerva, pero si es así, espero que sepas disculparme por lo que sucedió en este capítulo. Coincido en que el capítulo pasado fue una montaña rusa de emociones. Este nuevo capítulo sigue estando cargado de acción, pero con un timbre un poco más triste u oscuro, si se quiere. En el capitulo pasado el encuentro del trío de Camelot con James y Louis alivianó mucho la tensión que había dejado detrás el ataque de Zabini contra Scorpius. ¿Habrá algún capítulo desde la perspectiva de Hammer? Sí, posiblemente sí. Eso es algo que voy decidiendo muchas veces sobre la marcha. Todavía hay muchos personajes de los cuales no sabemos cómo están, ni dónde están... Este capítulo nos ha aclarado el panorama con Circe y Tessa. Sabemos que están en Hogwarts, a salvo. Pero no tenemos noticias del resto de la Hermandad. ¿Hedda será capaz de entender que Lancelot priorizara protegerla a ella durante el ataque? Ya veremos. Hedda le ha perdonado muchas cosas a Lancelot, excusándolo bajo el pretexto de que en el fondo es una buena persona. ¿Será que planean usar el dragón para quemar todo Hogsmeade como último recurso? Jajaja, sería un recurso muy despiadado y cruel, no crees?
lulu0611: verdaderamente soy yo quien tiene que agradecerles por dedicar parte de su tiempo a leer mi historia. Esto empezó como un proyecto para ponerme a prueba a mi misma y mi escritura, y se ha convertido en una aventura divertidísima gracias a su compañía. Respondiendo a tu review: todos quieren saber un poco más del Mago, y lo he mantenido en las sombras intencionalmente porque creo que eso es parte de su encanto. Si hubiese revelado ya su identidad, creo que no sería tan interesante como cuando ésta permanece un misterio. Sobre Wence... Sí, sé que en este momento no se encuentra entre tus personas favoritas, y probablemente nunca lo sea. Resulta bastante demoledor confirmar las sospechas de que se encuentra con la Rebelión, porque lo hemos visto transitar en zona neutra durante mucho tiempo, y creo que al igual que Hedda todos guardábamos esperanzas de que al final se decidiera por el lado de la Luz. ¿Era Albus el objetivo de la Rebelión? No necesariamente. Fue iniciativa de Zabini intentar capturarlo, porque sin duda alguien como el Mago valorará mucho más a un Albus vivo que a uno muerto. Pero sin duda Lancelot sabía que algo iba a suceder en Hogsmeade. Y sí, Albus ha actuado tal como cabría esperarse de él, entonces, ¿por qué estás enfadada? Jajaja. Es decir, ya conocemos a Albus. Ya sabemos que dentro de él hay una sed de poder que puede empujarlo a hacer cosas de las que podría arrepentirse en el futuro. Sabemos que es capaz de cruzar los límites de la moralidad con sorprendente facilidad, y también sabemos que es capaz de manipular la realidad de forma que encaje dentro de su propia moral, autojustificándose en sus actos. ¿Qué pasará cuando la cosa se enfríe y sus amigos se den cuenta de que Albus casi ha matado a alguien? Es una buena pregunta. Aunque Rose ya conoce esa faceta de él... Ella sabe que tan lejos es capaz de llegar Albus. Al menos en el capítulo pasado te regalé una escena final donde el clima tenso se relajaba, al menos un poco, con la participación del trío de Camelot y de James y Louis. ¿Cuál es el motivo de este ataque? Oh, esa es la GRAN pregunta. A estas alturas, ya sabes que el Mago siempre tiene un plan. ¿Circe? Este capítulo deja una pista sobre dónde se encuentra ella. No estaba en Hogsmeade, si esa era tu duda... jeje. ¿Dimitri? uf... él tampoco fue a Hogsmeade. Y esto es un golpe fuerte para el ego de Albus, porque estaba muy confiado de que tenía a Dimitri agarrado de las pelotas, como quien dice burdamente. ¿Felicity? Tendrás que esperar a los próximos capítulos para verla a ella.
Pandora Navarro: jajaja no te preocupes si no puedes dejar un comentario más extenso. Se lo que se siente cuando las obligaciones cotidianas te abruman jaja. Me pone contenta saber que sigues ahí, leyendo semana tras semana, aunque no puedas dejar siempre un review. Espero que verdaderamente las múltiples tramas que he ido desarrollando a lo largo de este libro finalmente termnen hilándose de forma coherente ahora que llegamos al final... Aunque algunas cosas quedarán pendientes para desentramar en los próximos libros. ¿Fue tu capítulo favorito? Oh, cuanta presión entonces con los que vendrán ahora. Espero poder superarme.
caldufu. pm: Te doy la bienvenida a mi historia, y enhorabuena por animarte a dejar un review. Muchas gracias por tomarte el tiempo para hacerlo, y por las lindas palabras que le has dedicado a esta saga. También me alegra saber que te ha gustado el enfoque le he dado a Thomas White. Este personaje surgió inicialmente como parte de otro FF que he escrito llamado "Memorias de Ted Lupin", pero inmediatamente sentí el impulso de traerlo también a Rebelión, y estoy satisfecha con lo que he logrado con él. Sobre Albus: la decisión que ha tenido que tomar en el capítulo pasado fue una importante, y que claramente inclinó la balanza hacia el lado de la luz, pero aún así, sigue siento un personaje lleno de matices grises, ¿no crees?
ejuarez. gt: gracias por la compañía inquebrantable. Es muy reconfortante saber que hay gente del otro lado que te acompañan en el proceso de escribir una historia, y que se quedarán contigo hasta el final. Y sí, el nombre del sexto libro lo anunciaré antes de terminar este... Pero todavía tendrán que esperar un poco más. ¡La Orden del Fénix es super capaz! Solo que tienes que pensar que el Mago de Oz lleva planeando esto hace muchos años, y Harry y la Orden han tenido que ponerse al día en cuestión de muy poco tiempo. Teniendo eso en cuenta, creo que están haciendo lo mejor que pueden, y bastante bien. Sobre darle más poder a algún personaje de la Orden o bien a Harry... Bueno, Harry ya es bastante poderoso. Lo hemos visto hacer magia sin varita a lo largo de esta historia, y es algo que sin duda puede hacer (y hace). Veo que me has citado el libro "La Magia", y sí, esa es la forma en que yo "teorizo" la magia. Las varitas son instrumentos en las manos de los magos... Pueden ser varitas, como puede ser la katana de Naomi, o bien otros objetos dotados de poder para canalizar la magia. Y un mago bien entrenado y profundamente conectado con su magia interna, podría hacer magia sin necesidad de varitas. El problema es lograr controlarla... Darle forma e intención. Y no agotarse en el proceso. Pero respondiendo a tu pregunta: sí, veremos este tema con un poco más de profundidad en los próximos libros. Tengo toda una teoría para exponer todavía jaja. Sobre los otros comentarios que hiciste en el review: Jasper es un Slytherin orgulloso, y así como desea devolverle el honor a su apellido, también quiere reivindicar a su Casa de Hogwarts. ¿Es posible que René sea descendiente de Fritzsche? Bueno, ya sabes que en mis historias todo es posible, jeje. Y También sabes que me gusta retorcer las cosas un poco más de la cuenta, jaja.
Fiorella16: Lancelot... Sin duda ha sido el centro de todos los comentarios, ¿eh? Prometo que en los próximos capítulos terminaremos de entender o al menos de conocer al personaje.
Saludos,
G.
