Hola hermosas, muy buenas días, antes de iniciar a leer este capítulo les recuerdo que esta historia al igual que todas mis historias son para mayores de edad (21+) y para las personas que no se sienten incómodas con los temas de contenido adulto y con amplio criterio, esta escrita sin ánimo de ofender, es solo con fines de entretenimiento, así que recuerdo una vez más que es clasificación M, te pido de la manera más atenta y educada posible que si no tienes la edad suficiente para leer por favor retírate, de lo contrario eres bienvenida. Gracias por tu comprensión.

ENTRE CARTAS Y MENTIRAS

MILAGRO O BENDICIÓN

CAPÍTULO 43

La noche era algo calurosa, y mucho más para Candy quien en su estado estaba conteniéndose el calor que sentía su cuerpo, se encontraba acostada mientras Anthony se encargaba de ventilarla con un abanico de mano, ella le sonreía agradecida por aquel gesto, pero de nada servía al calor que la abordaba con insistencia, mientras las gotas de sudor seguían apareciendo con mayor insistencia en su frente. Anthony la observaba un tanto preocupado porque nunca la había visto padecer tal calor, ni cuando estaban en la intimidad había desprendido tanta agua de su cuerpo.

-¿Estás bien princesa? – Preguntó preocupado a su pecosa cuando veía que ella se despojaba de su camisón de noche para quedar solo en ropa interior, mostrando su blanco y abultado vientre, uno que sobresalía discretamente a pesar del tiempo que tenía de preñez.

-Estoy bien, solo que no soporto el calor. – Dijo con una sonrisa para no preocupar a su esposo, pero el sofoco que tenía iba en aumento.

-¿Estás segura? – Preguntó no muy convencido así que se levantó a abrir la ventana de la habitación y permitió que entrara el aire nocturno así como el aroma de las rosas que se colaba del jardín. Habían decidido que su bebé nacería en Lakewood y se habían dirigido todos hacia ese lugar.

Candy sintió mayor alivio cuando el aroma de las rosas se coló por sus fosas nasales y la brisa nocturna llegó a su cuerpo.

-¿Mejor? – Preguntó el rubio. Candy asintió con un gesto y extendió su mano para que él se acercara de nuevo a ella, el rubio de inmediato obedeció, acercándose a ella para besar sus labios. Candy comenzó a besarlo lentamente, con ternura, dejándose llevar por la dulzura que tenía por su amado esposo.

-Mucho mejor. – Le dijo con una sonrisa tierna, refiriéndose que se sentía mucho mejor no por el aire que entraba, sino por la cercanía que él le brindaba. Anthony sonrió ante aquel comentario y volvió a besarla con mayor intensidad. Llevaban cerca de un mes sin tener intimidad y aún le faltaba más tiempo para hacerlo ya que todavía le faltaban cerca de cuatro semanas para dar a luz.

El deseo de sus cuerpos estaba presente y a pesar de las restricciones que le había dado el médico a ambos, Anthony había mantenido la costumbre de complacer a su esposa de otra manera que no implicaba entrar en ella, Candy le agradecía aquellas atenciones porque su deseo no había disminuido para nada a lo largo de su embarazo. Aquella noche a pesar del calor no era la excepción de su regla.

Anthony sabía qué era lo que ella deseaba y necesitaba, lo mismo que él ya que necesitaba sentir de nuevo el sabor del cuerpo de su esposa. Comenzó a besarla lentamente, saboreando sus labios y recorriendo su cuerpo poco a poco, llegando a su vientre en donde se sentía el movimiento del fruto de su amor, se detuvo un poco para sentir como el bebé que se refugiaba ahí se movía intensamente cuando su padre se detenía a acariciarlo y besarlo.

-Está despierta. – Dijo Anthony con una sonrisa volteando a ver a su esposa quien con los ojos cerrados y una sonrisa traviesa respondió.

-Está despierto. – Dijo la rubia con una sonrisa, era una pequeña discusión que ambos tenían. Anthony sonrió por su respuesta, ni con lo excitada que se mostraba la rubia dejaba de discutirle que era un niño el que ella esperaba, mientras él le decía que era una niña, no porque no le ilusionaba tener un varón, sino porque le ilusionaba más tener una pequeña princesa que fuera el vivo retrato de su madre.

-¿Ya te dormiste? – Preguntó Anthony con travesura a su esposa quien se inclinó de nuevo para observarlo en posición frente a ella, mientras seguía acariciando su vientre, los movimientos del bebé se hicieron más intensos. Anthony continuó besando con ternura su vientre emocionado por el movimiento que su pequeño tenía en medio de la noche. Candy se levantó convencida de que esa noche no pasaría nada, sin embargo su amado volvió a su boca para seguirla besando mientras con su mano seguía acariciando su vientre, respondiendo al jugueteo que su bebé mantenía al sentir el calor de la mano de su padre.

Candy sentía que nuevamente el calor se apoderaba de su cuerpo y más cuando la boca de Anthony se daba a la tarea de recorrerla por completo para llegar por fin a su destino, perdiéndose de nuevo en aquel lugar que se había convertido en su entretenimiento, sobre todo el último mes que estaban recorriendo. Se dedicó una vez más a estimular su cuerpo, a saborear su aroma y a impregnarse de lo que ella le ofrecía a cambio. Poco a poco el cuerpo de Candy nuevamente volvió a centrarse en aquellas caricias, concentrándose una vez más por la manera en la que su esposo se desvivía por atenderla y sobre todo por satisfacerla, no podía pedir nada más de él, todos esos meses se habían convertido en los mejores de su vida desde que tenía memoria, eso si no contaba cuando llegó a vivir a la mansión de las rosas la vez que fue adoptada.

Los besos de Anthony cada vez llegaban más profundos y el cuerpo de Candy reaccionaba satisfactoriamente, buscando sentir en ese momento la comodidad que su cuerpo buscaba aquella noche, pronto se rindió a sus caricias y comenzó a liberarse de nueva cuenta, mientras Anthony seguía insistente en continuar con su faena, continuó con su cometido logrando que dos veces más lo deleitara con el llamado de su nombre, el que ella repitiera su nombre una y otra vez mientras alcanzaba el clímax era el aliciente suficiente para él estar casi listo.

Después de que Candy bajó de su recorrido y su respiración comenzara a normalizarse se sentó en la cama para ver a los ojos a su marido quien la observaba extasiado por la sensualidad que ella desprendía incluso con aquel pequeño bulto en su vientre, para él ella se seguía viendo tan hermosa como la primera vez que la había admirado aquella mañana en la playa. Candy estaba decidida a aliviar ahora ella aquel dolor que se comenzaría a formar en el cuerpo de su esposo, habían encontrado la manera de satisfacerse mutuamente al haber tenido la restricción médica, sin embargo aquella noche fue diferente. Anthony vio en los verdes ojos de su esposa un brillo diferente, un brillo que jamás había visto y que lo invadió de una ternura repentina.

-No te preocupes preciosa. – Le dijo con esa ternura que ella irradiaba. – Estoy bien. – Le dijo con una sonrisa para que ella se quedara en aquella posición.

-¿Estás seguro? – Preguntó Candy no muy convencida al verlo que también necesitaba liberar su emoción. Anthony sonrió convencido.

-Estoy seguro mi amor. – Le dijo acostándose a su lado para acomodar su espalda en su pecho mientras con sus manos acariciaba su vientre. El bebé seguía moviéndose inquieto, era como si mantuviera una fiesta en aquel estrecho espacio que le servía de morada. Candy cerró los ojos aún acalorada y no era por el calor del ambiente, sino por el calor que le proporcionaba el cuerpo de su esposo, mientras Anthony mantenía su respiración intentando tranquilizar su cuerpo, pero la posición en la que había puesto a su esposa evitaba que se concentrara.

Poco a poco el movimiento de su bebé cesó, y el cuerpo de Candy ya estaba totalmente tranquilo, podía escuchar su respiración lo que indicaba que ya había caído en un profundo sueño, poco a poco fue siendo atrapado también por el mago de los sueños y se durmió tranquilamente, sin embargo un suceso que no esperaban los despertaría en medio de la noche, no dejando a ninguno de los dos el descanso debido.

-¡Anthony! – Gritó Candy de pronto, despertando al rubio de golpe quien sentía que acababa de cerrar los ojos.

-¿Qué sucede amor? – Preguntó sobresaltado por inercia.

-¡El bebé! – Dijo de nuevo asustada.

-¿Qué sucede con el bebé? – Preguntó Anthony tomando de nuevo su vientre, el bebé se movía inquieto y él podía sentir que de pronto la panza de su esposa se ponía rígida en sus manos, provocando que él también se tensara asustado. - ¡Iré por el médico! – Dijo de inmediato el rubio quien se levantó de pronto para ponerse su ropa. En menos de dos minutos estaba listo, ayudó a Candy a vestirse también, mientras veía como de nueva cuenta el sudor aparecía en la frente de su esposa.

-Creo que ya va a nacer. – Dijo Candy asustada porque sabía que aún le faltaba tiempo.

-Tranquila amor, iré por el médico de inmediato. – Dijo de nuevo el rubio y salió apresurado por el auto de su primo. El ruido que había ocasionado al salir había hecho que se despertaran los Cornwell que dormían cerca de la habitación de los rubios.

-¿Qué sucede Anthony? – Preguntó Stear quien era el que tenía el sueño más ligero al estar siempre al pendiente de su retoño.

-¡Es Candy, voy por el médico! – Dijo sin detenerse. Stear se fue detrás de él sin importarle que estuviera aún en pijama. Archie se dio cuenta de todo y salió de la misma forma detrás de ellos.

-¡Annie, vayan con Candy! – Dijo el gatito preocupado por la rubia. Annie asintió y fue junto con Patty quien también ya se dirigía a la habitación de los rubios.

Anthony y los Cornwell subieron al Stearmóvil que los llevaría a los tres rumbo a la cabaña de los Andrew, en donde se había quedado el médico que atendería a Candy. Le habían ofrecido quedarse en la mansión, sin embargo había preferido estar más cerca del campo, además alegaba que si la rubia de pronto entraba en labor de parto al ser primeriza tendría tiempo de llegar hasta la mansión de las rosas.

-¡Vamos Stear! – Decía Anthony impaciente a su primo, mientras el de anteojos miraba sobre la penumbra de la noche el camino que se abría paso a duras penas ante él.

Candy por su lado seguía con los intensos dolores que le provocaban las contracciones, mientras las dos chicas que ahora eran parte de su familia entraban para hacerle compañía.

Annie la veía asustada, ella estaba en el tercer mes de embarazo y tenía nervios al ver a su hermana en aquella situación, bañada en sudor y quejándose de dolor cada vez más intensamente.

-Tranquila Candy. – Fue Patty la que tomó control de la situación. – Estarás bien, pronto llegarán con el médico. – Dijo de nuevo la castaña. Candy la miró un poco más tranquila de que ella estuviera ahí, ya que al ver el rostro de Annie sabía que solo la iba a poner más nerviosa. – Recuerda lo que se les dice a las madres a punto de dar a luz en el hospital. – Dijo de nuevo la de lentes. Candy asintió y comenzó a respirar a un ritmo más constante. Patty sonrió.

-Muy bien Patty. – Dijo con dificultad. Patty sonrió y Candy se concentró más en su respiración.

Anthony llegó por el médico y al parecer el buen hombre siempre estaba listo con su maletín ya que casi de inmediato saltó al automóvil al escuchar el sonido del motor que hacía el viejo auto del inventor, aquel que indicaba que se acercaban a toda velocidad.

-¡Doctor! – Fue lo único que alcanzó a decir Anthony cuando en la entrada pudo observar que el viejo médico ya estaba en la puerta junto a su esposa quien era su enfermera. Agradeciendo el rubio por aquella disposición.

-Doctor ¿Cómo supo? – Preguntó Stear quien fue el que estaba más tranquilo ante la situación, tenía que estarlo ya que él estaba al volante.

-Es luna llena. – Respondió el buen hombre con una sonrisa. Los Cornwell lo miraron un tanto confundidos, mientras el médico les dirigía una sonrisa para empezar a comentarles lo que sabía según su experiencia. – Hace muchos años, cuando era solo un médico inexperto, viví un tiempo en México, ahí me decían que las mujeres embarazadas no debían salir en luna llena porque si no se adelantaría el nacimiento de su hijo, yo me reía de aquellas supersticiones, sin embargo al paso del tiempo fui comprobando que hay algo de verdad, por ello cuando vi que había luna llena me imaginé que la señora Brower podría entrar en labor de parto. – Decía el viejo médico, quien tenía mucha experiencia, sin embargo Anthony a pesar de haber escuchado su historia no le ponía mucha atención, su preocupación iba mucho más allá de una historia, él quería que su esposa y su bebé estuvieran bien y en su mente solo podía estar pensando en ellos.

Los Cornwell lo veían un tanto confundidos, sobre todo Stear al creer que un hombre de ciencia como él no podía dejarse llevar por esas supersticiones que tenía la gente, para ellos era una simple coincidencia.

El corazón de Anthony latía acelerado, un miedo se había apoderado de él al temer por la vida de su esposa y de su hijo, lo único que podía pensar en su mente era que aún no era tiempo de que su pequeño llegara a la vida.

-¡Vamos doctor! – Decía ansioso cuando llegaron a la mansión, lo bueno que la cabaña no estaba muy lejos, sin embargo para el nerviosismo de Anthony le había parecido una eternidad.

El médico iba a paso veloz junto a su enfermera para alcanzar al padre primerizo que tenía frente a él, no tanto porque estuviera atendiendo una urgencia, sino porque no quería que pensaran que no estaba preocupado por la joven enfermera.

Cuando llegaron a la habitación de la rubia, Anthony abrió la puerta de pronto encontrándose a Patty y a Annie al lado de su esposa mientras ambas sostenían sus manos.

-Ya mande calentar agua doctor. – Dijo Patty quien se había encargado de solicitar todo lo necesario para un parto en casa.

-Muy bien señora Cornwell. – Respondió el médico con toda la calma posible. Anthony no sabía qué hacer, mientras que el médico les pedía que por favor lo dejaran solo con la futura madre, con su asistente y con Dorothy quien entraba en ese preciso momento con todo lo que Patty le había solicitado.

Anthony salió de la habitación casi a fuerzas, Patty lo llevaba de la mano para que no se fuera a asustar como lo había hecho su primo.

-Vamos Anthony, Candy estará bien. – Dijo Patty quien no había visto nada fuera de serie en el proceso que Candy estaba atravesando. Annie era la que estaba más nerviosa incluso que la misma rubia.

Anthony caminaba afuera de la habitación de un lado para otro, esperando alguna noticia que le indicara que todo estaba bien y que los dolores de su esposa podrían detenerse para que su hijo terminara de formarse, sin embargo los gritos que inevitablemente salían de la boca de Candy le llegaban hasta sus oídos calándole en el alma el dolor que la rubia anunciaba con sus quejas.

Annie tenía los ojos desorbitados, mientras Archie decidió retirarse con ella para que no se asustara por lo que parecía ser un martirio para lograr tener un hijo.

-¡Anthony! – Gritó Candy con ganas de tenerlo a su lado, suplicando al médico que por favor este entrara para estar a su lado.

El rubio escuchó aquel llamado intentando pasar sobre los dos guardias de anteojos que se habían instalado como centinelas en la puerta para evitar que entrara y acudiera al llamado que recibía desde dentro de la habitación.

-¡Anthony! – Volvió a llamar la rubia y Anthony no pudo más observando a su primo con firmeza para que lo dejara avanzar. Stear asintió porque sabía que si no se quitaba por las buenas recibiría un empujón, sin embargo cuando ya estaba a punto de abrir la puerta esta se abrió de pronto.

-Señor Brower. – Dijo la esposa del doctor, quien ya había salido para permitirle la entrada al futuro padre que parecía un león enjaulado en aquel pasillo.

-¡Mi esposa! – Dijo con nervios.

-La señora Brower desea que esté con ella. – Dijo comprensiva la mayor, ella sabía bien lo nerviosos que podrían llegar a ser los padres primerizos. – Pero primero tiene que tranquilizarse para que la ayude. – Dijo firme para evitar que Anthony entrara con ese miedo que reflejaba en su rostro. Anthony asintió y pronto llamo a la calma que aparentaba cuando era necesaria. La enfermera le dio el paso para proporcionarle un traje especial y así pudiera llegar a Candy.

Candy por su lado estaba controlando los gritos que salían de su boca y que eran bastante difíciles de controlar. Un grito más fue liberado de sus labios. Anthony sintió que el corazón se le estrujaba al escucharla gritar con ese dolor. Caminó lo más tranquilo que sus piernas le permitían para ir hacia ella.

-Adelante señor Brower. – Dijo el médico quien revisaba a su esposa. Anthony se quedó impresionado por la manera en la que su esposa estaba preparada para dar a luz, sin embargo su rostro al estar cubierto por el cubreboca y la cofia no pudo ser advertido por la rubia.

-Anthony. – Le dijo con un suspiro al reconocer la figura de su esposo a pesar del "disfraz" que llevaba puesto.

-Aquí estoy amor. – Le respondió extendiendo su mano, para colocarse a su cabeza y así sostener su cuerpo mientras tomaba nuevas fuerzas para volver a intentar que naciera su pequeño. – Tranquila mi amor, estoy contigo, tú puedes hermosa. – Le decía sintiéndose tonto porque a pesar de que le dolía verla así no sentía el mismo dolor que ella sentía al estarse partiendo en dos para dar a luz a su hijo. Candy asintió, la presencia de su esposo le daba el valor y la seguridad de que todo estaría bien, él le daba esa seguridad aunque en el fondo el rubio estaba igual o más asustado que ella.

-¡Anthony! – Decía de nuevo la rubia cuando con toda su fuerza se aferraba a su mano para soportar el dolor que estaba sintiendo.

-Vamos amor, tu puedes. – Le decía animándola. Candy de pronto había tomado un valor que no había presenciado el médico antes de que estuviera el esposo presente.

-Vamos señora Brower, ya falta poco, ya puedo ver la cabeza del bebé. – Decía el médico animando a la rubia. – Una vez más, esta vez con más fuerza. – Le dijo de nuevo para de pronto sentir que aquel pequeño ser salía de su cuerpo.

El grito de Candy llegó a los oídos del rubio, sintiendo que su corazón se estrujaba e ignorando la fuerza con la que ella se había aferrado a su brazo, mientras él sentía que las lágrimas por el dolor compartido por su esposa abandonaban sus ojos.

Candy sintió como el cuerpo de su bebé salía de ella y a los poco segundos el médico hablaba emocionado, mientras sentía en su frente los labios de su esposo quien se dedicaba a besarla agradecido por aquel milagro que le había proporcionado.

-¡Es un varón! – Dijo el médico mientras el pequeño bebé era puesto de cabeza por el galeno y le proporcionaba una palmada en su retaguardia, gesto que no le provocó mucho agrado al rubio quien sintió molestia por aquella manera que tenían para hacer que las criaturas lloraran.

-¡Un niño! – Dijo Candy cambiando su semblante de dolor por uno de alegría, buscando el rostro de su esposo quien no quitaba su mirada de ella, a pesar de la molestia de la nalgada proporcionada a su primogénito no podía dejar de ver con amor a su esposa, sintiéndose rendido a sus pies por aquella manera en la que ella se había recompuesto cual guerrera en esa dura batalla, admirándola mucho más que antes si eso era posible.

-Un niño mi amor. – Decía emocionado, sonriendo mientras las lágrimas salían de los ojos de ambos. – Gracias… gracias… gracias pecosa. – Decía sin dejar de secar con sus propios labios el agua salada que no dejaba salir de los bellos ojos de su esposa.

-¡Vaya! No sé en donde traías a este caballerito. – Dijo de nuevo el médico quien le entregaba en esos momentos a su esposa al sonrosado bebé para que lo limpiara y lo valorara.

Anthony estaba igual de maravillado de Candy, observando sobre la sábana que llevaban a su bebé sus rubios cabellos que sobresalían encima de ellos. El médico pudo observar la impaciencia de ambos.

-No se preocupen, es un muchachito muy sano y fuerte a pesar de haber llegado unas semanas antes, si no fuera porque desde un principio estuvo bajo mi cuidado podría decir que este bebé nació a las 42 semanas. – Dijo el médico observando al pequeño rubio que limpiaba su esposa. - ¿Cómo se siente señora Brower? – Preguntó el médico a la rubia.

-Cansada. – Dijo Candy con una sonrisa débil. Anthony la besó en la frente y acarició sus cabellos retirándolos de su rostro.

-No se preocupe, en un momento conocerá a su hijo para que así pueda descansar. – Dijo de nuevo el médico mientras se limpiaba las manos.

La enfermera ayudada por Dorothy terminaban de limpiar al heredero de los Brower y después lo llevaba junto a sus padres, quienes estaban ansiosos por conocer a aquel pequeño que minutos atrás había estado cobijado en el vientre de su madre.

-Aquí está su hermoso hijo. – Dijo la buena mujer, mientras Dorothy no podía evitar llorar por la emoción que sentía al ver a aquel par de jóvenes convertirse en padres.

-Felicidades señores Brower. – Dijo Dorothy sincera mientras Candy sonreía agradecida igual que Anthony.

Ambos rubios abrazaron al pequeño bebé, conmovidos por aquel pedacito de carne que ponían en sus brazos, las lágrimas se hacían más copiosas mientras Candy lo besaba por primera vez y Anthony los besaba a ambos.

-¡Es hermoso! – Dijo Candy perdida en el pequeño rostro de su hijo quien al haber estado llorando desde que lo habían palmeado al sentir el cobijo y la voz de su madre comenzó a cesar su llanto, pero cuando su padre habló inmediatamente después de su esposa el bebé comenzó a moverse como si buscara al dueño de aquella voz.

-¡Es tan hermoso como tú! – Dijo Anthony después de su esposa y su hijo dejó de llorar. En ese momento Candy perdió el sentido. - ¡Candy! – Dijo Anthony asustado mientras sostenía a su hijo al ver que su esposa había soltado su cuerpo. -¡Doctor ¿Qué sucede?! – Decía asustado, no queriendo sentir miedo para no transmitirlo a su hijo, pero ver a la mujer que amaba perder de pronto el sentido lo había asustado.

-Tranquilo señor Brower. – Dijo el médico con calma. – La señora Brower está bajo los efectos de los sedantes, además está muy cansada, necesita descansar, como se habrá dado cuenta no es nada fácil traer a un hijo a mundo. – Dijo de nuevo el médico y Anthony con su hijo en brazos observaba más tranquilamente a su esposa, estando de acuerdo con aquel que le hablaba con tanta tranquilidad.

-¿Está usted seguro doctor? – Preguntó para asegurarse que realmente estaría bien. El médico sonrió con paciencia y se acercó a Candy para revisarla. Después de unos minutos el médico podía asegurar que realmente Candy había caído rendida víctima de los sedantes que le había proporcionado así como del cansancio al que se había sometido por estar varias horas en la labor de parto.

-Estoy seguro. – Dijo después de la breve revisión que había hecho. Anthony sonrió con ternura al ver el rostro apacible de su esposa, su respiración comenzaba a tomar forma reconociendo cuando descansaba en sus brazos. Dorothy y la enfermera se dedicaron a limpiar toda la habitación y a cambiar a Candy mientras el rubio caminaba de un lado para otro meciendo a su hijo, el pequeño que aún no abría sus ojos solo escuchaba la voz dulce de su padre cantarle aquella canción de cuna que era costumbre para él cantarle.

Afuera de la habitación Stear y Patty continuaban nerviosos después de que Anthony hubiese sido llamado por la rubia, escuchando con angustia los gritos de Candy los cuales eran fácilmente de escuchar a través de la puerta. Annie y Archie ya habían regresado de nuevo ambos también con la necesidad de tener noticias de la rubia. Ninguno de los cuatro chicos podían dejar de sentirse ansiosos cuando de pronto escucharon el claro llanto de un bebé que hacía gala de sus buenos pulmones, el llanto del pequeño era tan fuerte que era fácilmente escuchado por ellos.

-¡Ya nació! – Dijo Stear emocionado al escuchar el llanto del nuevo integrante de los Andrew.

-¡Ya nació! – Gritó Archie igual de emocionado que Stear mientras se abrazaban y comenzaban a brincar como un par de chiquillos, sus esposas los observaban igual de felices abrazándose unos a otros y esperando ansiosos que alguien saliera a decirles si era niño o niña aquel que lloraba con tanta fuerza.

-Debe de ser una niña. – Dijo Archie. – Llora tan fuerte como una. – Dijo mientras Annie y Patty lo veían no muy convencidas.

-Oh no hermano. – Dijo Stear en su defensa. – Yo también pensé eso cuando escuché al mío, pero puedo asegurarte que ese llanto es el de un fuerte varoncito. – Dijo con una sonrisa.

Ambos Cornwell se enfrascaron en una pequeña discusión para ver quién era el que atinaba el sexo de aquel pequeño.

-De todas maneras yo seré su padrino. – Dijo Stear por último al ver que aquella discusión no los llevaba a ningún lado, mientras Archie terminaba sacando su lengua a su hermano en señal de un claro signo de madurez, mientras sus esposas reían por la manera tan infantil de pelearse, ya estaban acostumbrándose a aquella manera de comportarse.

La puerta se abrió de pronto para dejar ver al médico, a su esposa y a Dorothy detrás de ellos.

-¿Cómo está Candy doctor? – Preguntó Patty casi de inmediato, mientras los Cornwell se acercaban al ver salir al médico de la habitación.

-¿Fue niño o niña? – Preguntaron los chicos casi al mismo tiempo para sacarse aquella duda que a ambos embargaba.

-Tranquilos señores Cornwell. – Dijo el médico no pudiendo evitar sonreír porque había sido muy fácil referirse a los cuatro. – La señora Brower está en perfectas condiciones, y el pequeño caballerito que acaba de nacer se encuentra siendo tranquilizado por los cantos de su padre. – Los chicos sonrieron para corroborar que efectivamente el llanto lastimero de bebé que se escuchaba minutos atrás había cesado y ellos no lo habían notado por mantener su peculiar charla entre hermanos.

-¿Podemos pasar a verlos? – Preguntó Annie esta vez.

-Preferiría que no. – Respondió el médico con paciencia. – La señora Brower está muy cansada y en estos momentos duerme profundamente. – dijo para darle privacidad a la pareja que se estrenaba como padres.

Stear y Archie se ofrecieron a llevar de regreso al médico y a su esposa mientras en la habitación de los rubios una cansada Candy comenzaba a despertar, después de haber dormido dos horas. Anthony seguía con su hijo en brazos el cual estaba completamente dormido mientras él lo mecía en una mecedora que estaba junto a la cama para así también vigilar a su esposa.

Candy abrió los ojos batallando un poco en acostumbrarse a la luz, buscando por la habitación a alguien que estuviera con ella. Recordaba lo que había sucedido y quería volver a ver a su hijo y a su esposo, de pronto sus ojos verdes se iluminaron al enfocar frente a ella a su guapo esposo que mecía a su hijo mientras le dedicaba una dulce sonrisa.

-Hola preciosa. – Le dijo Anthony quien estaba muy al pendiente de ella desde que había abierto los ojos. Candy sonrió ante el saludo que había recibido. Anthony se veía muy guapo con el pequeño bebé rubio en sus brazos. Se levantó de la silla protegiendo a su pequeño mientras lo llevaba junto a su madre para que ella por fin pudiera conocerlo bien.

-Hola mi príncipe. – Dijo la rubia con una sonrisa hermosa, mientras su príncipe se acercaba a ella para darle un beso en sus labios, aprovechando que ya estaban solos.

-¿Cómo dormiste? – Preguntó con preocupación a su esposa.

-Bien. – Dijo Candy inclinándose un poco adolorida para ver a su hijo detenidamente.

Candy estaba maravillada con el pequeño que ahora estaba en sus brazos, su rostro era suave y perfecto, su carita regordeta, su cuerpo frágil y a la vez rellenito que poseía su bebé la hacía sentirse nuevamente enamorada de él, preguntándose lo mismo que el doctor ya que era mucho más grande de lo que su vientre había evidenciado.

-¡Es perfecto! – Decía totalmente emocionada y enamorada de su hijo, volvió su mirada a su esposo quien también la miraba con ternura, entendía perfectamente todo lo que su esposa sentía porque eran los mismos sentimientos que él había experimentado cuando lo tuvo en brazos por primera vez.

-Es perfecto mi amor, tan perfecto como tú. – Le dijo enamorado, observándola con todo el amor que podía reflejar en su rostro. – Muchas gracias pecosa, gracias por hacerme el hombre más feliz del mundo. – Le decía sin dejar de besar su rostro, manteniéndola muy cerca de él, insistente en sus besos no se cansaba de hacerle notar lo agradecido que estaba con ella por hacerlo tan feliz.

-Gracias a ti por darme a este pequeño ser tan hermoso y tan perfecto como tú. – Decía Candy igual de maravillada. – Se parece a ti. – Dijo Candy segura una vez que había observado detenidamente cada una de las facciones de su hermoso bebé.

-¿Tú crees? – Preguntó Anthony con una sonrisa orgulloso ya que él creía que se parecía a su esposa. Candy asintió con una sonrisa, y la verdad era que sí, el pequeño bebé de los rubios era el vivo retrato de su padre, su rostro era completamente igual, así como sus rubios cabellos. – Se quedó dormido después de comer. – Dijo Anthony, Candy sintió tristeza porque no había sido ella la que lo había alimentado por primera vez.

El bebé comenzó a despertar y a comenzar a buscar nuevamente alimento, su pequeño estómago le indicaba que ya era la hora de volver a comer y con la impaciencia que dictan los bebés comenzó a buscar su comida. Candy sonrió y se preparó para que el pequeño comenzara a alimentarse, comenzando a extraer la leche que comenzaba a salir de su seno. Anthony veía como su hijo se alimentaba con desespero, mientras con sus manitas sostenía aquella zona que lo alimentaba. El pequeño abrió sus ojos por primera vez y ambos observaron aquellos ojos azules que el pequeño poseía. Candy no pudo evitar que de nuevo una lágrima rodara por su rostro al ver la perfección que poseía su pequeño.

El sonido de la puerta los alertó de la presencia de los demás, era casi medio día y ya era hora que la nueva madre se alimentara al igual que el padre, quienes habían permanecido sin probar bocado toda la mañana.

-Adelante. – Dijo Anthony con una sonrisa, mientras el pequeño volvía a dormir en los brazos de su madre.

-¿Podemos pasar? – Preguntó Stear a su primo, quien le sonrió feliz dándole el paso a los visitantes.

-Pasen. – Dijo con una gran sonrisa con la cual era imposible ocultar la felicidad que lo embargaba.

Los Cornwell y sus respectivas parejas se acercaron hacia el pequeño bebé, todos estaban maravillados con aquel que dormía en los brazos de su madre.

-¡Es hermoso! – Decían las chicas emocionadas, las tres lloraban de felicidad.

-¡Es igual a Anthony! – Dijo Archie al ver a pequeño bebé.

-Es cierto. – Dijo Stear con una gran sonrisa, recordando las fotos de bebé de Anthony que mantenían en la mansión. - ¿Cómo se llamará? – Preguntó de nuevo el inventor. Candy y Anthony voltearon a verse con una sonrisa en los labios, ya habían elegido el nombre de su pequeño.

-Alexander. – Dijeron al mismo tiempo mientras veían a su pequeño.

-Qué bonito nombre. – Dijo Annie también ilusionada con aquel hermoso bebé, no pudiendo evitar que dentro de unos meses ella estaría en el lugar de la rubia.

La tía abuela fue informada del nacimiento del pequeño de los Brower, así como Albert quien de inmediato buscó la manera para regresar definitivamente a América. La matriarca de inmediato se preparaba para ir rumbo a Lakewood y así conocer al pequeño miembro de la familia.

Al poco tiempo del nacimiento del primogénito de los Brower, Albert llegó de su viaje para tomar por fin el cargo de patriarca del clan, liberando a Anthony de ese cargo y dejándolo libre para que regresara a Florida junto a su familia, los cuales ya estaban listos por retomar esa nueva vida que los esperaba.

Al cumplimiento de los seis meses de Alexander, recibieron un telegrama en donde les anunciaban que pronto Archie y Annie serían padres y que ambos querían que los rubios estuvieran a su lado para compartir su felicidad, así que de inmediato se prepararon para poder viajar a Chicago de nueva cuenta.

El pequeño Adán estaba cerca de cumplir un año y también la tía abuela se preparaba para hacer una fiesta digna de su primer biznieto, mientras esperaba con ilusión la llegada de los Brower.

-Vamos Albert, ya es hora de que alguien vaya a recibir a Anthony y su familia. – Decía la matriarca desesperada por volver a verlos.

-Tranquila tía abuela, Stear y Archie se ofrecieron a ser ellos los que recogerían a Anthony y a Candy. – Decía Albert tranquilamente.

Albert también se había casado casi cuando llegó de Europa pero aún no tenía la fortuna de tener familia, sin embargo aún disfrutaba la soledad que podía compartir con su esposa quien había hecho un excelente trabajo en su representación como la nueva matriarca de los Andrew.

-¡Anthony, Candy! – Decían los Cornwell agitando sus manos para anunciar a los Brower en donde estaban. El pequeño Alexander venía sonriendo emocionado como si entendiera que estuviera de viaje.

-¡Stear, Archie! – Dijo el rubio animado por volver a ver a sus primos, a pesar de que ellos viajaban seguido a la mansión de la playa siempre era un gusto volver a verlos y más porque tenían cerca de dos meses que no veían a Archie, quien había dejado de viajar por el estado de su esposa.

Los días en Chicago pasaban volando y mientras los rubios se ponían al corriente con todo lo que había pasado en la ciudad, el nacimiento del bebé de Annie y Archie se hizo presente, ellos habían decidido que permanecerían en la ciudad para tener a su primogénito porque definitivamente no querían pasar la angustia que había vivido Candy y Anthony en Lakewood, no era como si les hubiera ido mal, al contrario, pero Annie era mucho más miedosa que Candy y no quería tener que vivir aquel momento que Candy vivió.

Se habían trasladado al hospital dos días antes para poder esperar el nacimiento de su hijo, habían permanecido en una de las habitaciones especiales mientras era atendida por varias enfermeras y médicos amigos de Candy. Cuando por fin llegó el momento que tanto habían esperado Archie no se sintió con el valor para estar presente en el parto así que pidió a Candy que ella tomara su lugar para que la ojiazul estuviera tranquila con alguien de confianza a su lado. La hora llegó y Annie sentía que el dolor por las contracciones iban cada vez más en aumento, mientras sentía que el sudor recorría su rostro al comenzar a intentar expulsar al pequeño ser que había crecido a término dentro de ella.

Candy por su lado la tomaba de la mano para darle ánimo al sentir que la frágil chica sentía que su cuerpo se abría por la mitad, sus lágrimas comenzaban a recorrer su rostro mientras el miedo seguía invadiéndola.

-Tranquila Annie, todo estará bien. – Decía Candy a su amiga dándole los ánimos que debía darle su esposo, sin embargo el médico tampoco había querido darle el pase al futuro padre.

En la sala de espera Archie estaba como meses atrás habían estado su hermano y su primo, caminando de un lado a otro como si estuviera en un espacio reducido, y así era como él lo sentía al sentir que cada vez se hacía más grande su angustia.

-Tranquilo hijo. – Decía su padre al ver la impaciencia en el menor de sus herederos. Archie solo sonreía sin responder a su padre, mientras su madre se acercaba con un gesto tierno para tratar de confortarlo.

-Cuando tú naciste tu padre estaba igual. – Dijo la aún hermosa rubia que portaba el nombre de la señora Cornwell. Archie volvió su vista a su madre, lo mismo que Stear que estaba a unos pasos de ellos junto a Anthony.

-¿Es verdad? – Preguntó el castaño a su padre, quien asintió traquilamente.

-¡Por supuesto! – Dijo sin pena, admitiendo que sus hijos no eran los únicos que tenían los nervios de punta cuando la mujer que amaban estaba dentro de un quirófano para darles la enorme satisfacción de ser padres. – Sin embargo cuando tú naciste ya estaba un poco más consciente de lo que sucedería. – Dijo mirando a Stear para continuar con su relato. – Cuando llegó el tiempo de que Stear naciera ambos éramos muy jóvenes. – Dijo tomando la mano de su esposa mientras la besaba con amor. – Ninguno de los dos sabíamos qué era lo que nos esperaba, nadie nos explica muchas cosas y en ese tiempo el que un hombre estuviera en el parto de su esposa era algo inconcebible. Ahí fue cuando comencé a fumar con desespero. – Reconoció aquel hombre alto de pelo negro entrecano con sus grandes gafas tan parecidas a las de su hijo mayor.

-Y desde ahí puso ese pretexto. – Dijo su esposa mostrando una vez más su desacuerdo con ese hábito que hasta la fecha mantenía, mientras el señor Cornwell la veía con una mueca cómica, hasta en sus gestos y su forma de hablar era parecido al mayor. – Pero la que nos dio un susto muy grande fue Rosemary. – Dijo la tía Janis a su sobrino. Anthony prestó atención a aquel relato que tenía que hacerle. – Vincent estaba a punto de llegar de uno de sus viajes y sabíamos que pronto daría a luz, sin embargo aún no llegaba y a los ocho meses exactos comenzaron las contracciones en Rosemary. – Dijo acariciando el rostro de su sobrino, lo amaba como si fuera un hijo y recordaba aún el miedo que había sentido cuando su prima comenzaba su labor.

-Mi padre nunca me contó nada de esto. – Dijo Anthony atento a su tía.

-Vincent no estuvo presente las primeras horas. – Respondió su tía Janis. – Él llegó a tiempo, pero Rosemary se había intentado contener porque aún no era tiempo de que nacieras, así que no dijo nada de sus malestares, yo no podía convencerla de que llamáramos al doctor, y poco a poco las contracciones se iban acrecentando hasta que ya no pudo más, lo bueno que Vincent llegó acompañado del médico, diciendo que había tenido una corazonada y fue justo a tiempo porque en ese momento Rosemary ya no soportó más y comenzó a dejar salir todo lo que sentía. – Janis contaba todo aquello como si lo estuviera viviendo de nuevo. – La tía abuela estaba muy nerviosa, igual que Vincent y a mí me tocó ayudarle al médico junto con la nana Jovita. Yo fui la primera en recibir a aquel hermoso y pequeño rubio de ojos azules que se había adelantado por cuatro semanas. – Terminó de relatar la tía Janis mientras acariciaba el rostro de su sobrino.

-Alexander también nació de ocho meses. – Mencionó el rubio recordando que su hijo también se había adelantado a su nacimiento.

-El médico le dijo a Rosemary que era muy normal en las noches de luna llena. – Respondió Janis, recordando con eso la historia que les había contado el viejo médico que había traído al mundo a su hijo. Los tres Andrew voltearon a verse sorprendidos al recordar la historia que les había contado el médico que atendió a la pecosa, cuando en eso aquella que recordabban venía con una gran sonrisa y los ojos llenos de lágrimas a avisarles a todos el nacimiento de un nuevo integrante de la familia.

-¿Cómo está Annie, Candy? – Preguntó Archie rápidamente por unos minutos se había olvidado de su preocupación al quedarse atento a la historia que su madre relataba. - ¿Qué fue? – Decía impaciente mientras Anthony observaba a su esposa quien estaba sumamente emocionada.

-¡Es un niño! – Dijo con la voz totalmente emocionada.

-¡Niño! – Gritó con emoción Archie, mientras los demás se abrazaban a él en señal de felicitaciones y de la felicidad que compartían con él. Los Britter que habían permanecidos junto a la tía abuela respiraban tranquilos, mientras los abuelos comenzaban a llorar felices porque todo había salido bien. - ¿Y Annie? – Preguntó nuevamente a la rubia.

-Está bien Archie, no te preocupes. – Dijo Candy con una sonrisa. – En unas horas podrás ir a verla. – Dijo de nuevo y Archie asintió feliz mientras dejaba que terminaran de felicitarlo.

-¡Tengo tres nietos! – Dijo el señor Cornwell refiriéndose al hijo de cada uno de ellos.

La vieja Elroy comenzó a llorar mientras veía con emoción a sus tres nietos, recordando a cada uno como si fuera un chiquillo, no pudiendo retroceder el tiempo en su cabeza al recordar cómo había vivido el nacimiento de los tres.

Anthony se acercó a su esposa y la abrazó para darle un beso en su sien y reconfortarla, sabía que había estado muy ansiosa por acompañar a su hermana en aquel proceso.

-¿Estás bien amor? – Preguntó mientras la sostenía con cariño. Candy asintió con una sonrisa.

-Estoy bien amor. – Dijo con calma, mientras se aferraba a la cintura de su esposo, feliz porque estaba con ella, el miedo había pasado y ahora se sentía totalmente segura en sus brazos.

-¿A qué ni sabes qué? – Preguntó Anthony a su esposa quien lo miró intrigada por lo que tenía que decirle.

-Me acabo de enterar que yo también nací después de una noche de luna llena a los ocho meses. – Dijo para centrar su atención en algo que no fuera el parto de Annie.

-¿De verdad? – Preguntó Candy sorprendida. Anthony asintió. – A veces me pregunto si nada más me usaste de horno. – Dijo con diversión mientras Anthony la miraba con esa sonrisa tierna y sensual que él poseía como si no comprendiera lo que su esposa le decía. – Alexander es exactamente igual a ti hasta en la manera de llegar al mundo. – Dijo sacándolo de su duda. Él sonrió de lado besando rápidamente sus labios para que nadie los viera.

A lo lejos la familia reunida comenzaba a prepararse para ir a conocer al nuevo integrante de la familia.

-¡Es igualito a Archie! – Dijo Patty sorprendida por aquel parecido. Candy asintió con una sonrisa, mientras todos los demás advertían que era así.

Continuará…

Hola hermosas aquí vamos de nuevo con otro capítulo más, espero que lo hayan disfrutado, seguimos con la cuenta regresiva. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes. Gracias por leer.

TeamColombia, Muchas gracias hermosas por sus comentarios, me alegra que les gusten las historias que invento y sobre todo que me dejen un comentario. Siento mucho no poder complacerlas con la boda de Albert, pero la verdad no me surgió mucha inspiración por ese lado o mejor dicho no me inspiré para hacerla ya que estaba muy preocupada por el final que le daría a la historia, la verdad me quedó muy larga y temía que se enfadaran de leerla o que se quedaran con un mal sabor de boca por el final, así que después de tanto pensarlo lo pude escribir. Gracias por leer, les mando un fuerte abrazo.

Julie-Andley-00, Muchas gracias por leer hermosa y dejarme tu comentario, me alegra que te haya gustado el comienzo de la vida de los Cornwell-Britter, la verdad que es todo un reto pensar en las diferentes situaciones en las que se enfrentan las parejas, pero me alegra que di en el clavo. Muchas gracias por mantenerte siempre al pendiente de mis historias, te lo agradezco profundamente. Saludos y bendiciones hermosa.

Mayely León, Jajajaja si, me divertí con los nervios del gatito jajaja así que puse lo que me imagino que un chico hasta cierto punto inocente haría en su noche de bodas, sobre todo de aquella época en donde todo era un poco más tabú y a pesar de ser hombrecitos ellos siempre estuvieron un poco más protegidos por su tía abuela. Muchas gracias por dejarme tus comentarios, gracias por leer hermosa. Te mando un fuerte abrazo.

Muchas gracias a las demás lectoras que sé que leerán en cuanto tengan tiempo de ponerse al corriente, gracias por seguir hasta este punto. También como siempre gracias a las que no dejan su comentario pero sé que leen sin falta la historia. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.

GeoMtzR.