Hola hermosas, muy buenas días, antes de iniciar a leer este capítulo les recuerdo que esta historia al igual que todas mis historias son para mayores de edad (21+) y para las personas que no se sienten incómodas con los temas de contenido adulto y con amplio criterio, esta escrita sin ánimo de ofender, es solo con fines de entretenimiento, así que recuerdo una vez más que es clasificación M, te pido de la manera más atenta y educada posible que si no tienes la edad suficiente para leer por favor retírate, de lo contrario eres bienvenida. Gracias por tu comprensión.
ENTRE CARTAS Y MENTIRAS
VIDA O VITALIDAD
CAPÍTULO 44
Las risas se escuchaban en la mansión de las rosas como hacía años no se habían vuelto a escuchar, los culpables de aquella dicha eran tres pequeños que corrían entre los árboles correteándose unos a otros en medio de las miradas felices de sus padres.
-¡Alexander, baja de ahí! – Decía con preocupación la rubia cuando vio a su perfecto hijo que era una copia de su esposo, trepar por los árboles cual experto, era la primera vez que lo veía subirse hasta la copa de un árbol sin la ayuda de nadie.
-Tranquila Candy. – Dijo con una sonrisa Archie quien estaba junto a ellos. – Te puedo asegurar que este caballerito sacó a su mamá en sus dotes de trepador profesional. – Dijo con cierta burla al ver a Candy preocupada por la seguridad de su hijo. De pronto sus ojos viajaron al rostro de su hijo, el pequeño tenía tan solo cinco años y su rostro era idéntico al de su padre, mostraba una sonrisa de satisfacción que ella supo identificar muy bien, el viento despeinaba sus rubios cabellos y sus manitas se acomodaban a lo largo de la rama que lo sostenía.
Anthony la sostenía de la cintura, acompañándola en aquella aventura que ella observaba de su hijo, su corazón latía acelerado mientras su esposo la mantenía sosteniendo.
-Estará bien amor. – Le dijo el rubio besando su mejilla al ver la preocupación que ella tenía en su rostro.
Candy no podía dejar de pensar en todo lo que su hijo podía estar sintiendo en esos momentos, ella lo había experimentado tantas veces cuando subía a lo alto de la copa del padre árbol en la colina de Ponny.
-Es muy pequeño. – Dijo Candy con el alma en vilo, ahora entendía el rostro que ponían sus madres cuando la veían trepar cual chango hasta lo alto del viejo árbol, su rostro debería de ser igual de cómico que el que ellas mostraban en aquel tiempo.
-¿A qué edad comenzó usted a subir a un árbol mi bella dama? – Preguntó Anthony con cierta gracia en su voz. Candy se quedó pensando en un momento la primera vez que ella había subido hasta la copa del gran árbol.
-¡Es diferente! – Decía Candy preocupada, realmente era diferente ya que no era ella la que estaba trepando y sabía que tenía todo bajo control.
-¿Por qué no eres tú la que está escalando? – Preguntó su esposo quien a pesar de estar un tanto preocupado por su hijo, confiaba en lo que el pequeño estaba haciendo, no era la primera vez que él lo veía subir aquellas ramas que ya tenía recorridas con facilidad. Candy se ruborizó con el comentario de su esposo.
-¡Mamá, tienes que ver esto! – Decía Alexander emocionado por ver todo el panorama desde esa altura era maravilloso para sus ojos de niño que aún no ha explorado el mundo. Candy lo observó un poco más tranquila con las palabras de su esposo, era verdad cuando ella escalaba no sentía miedo, tenía todo bajo control y sabía lo que estaba haciendo, además ella era mucho más pequeña cuando escaló por primera vez un árbol y además era mucho más alto que el que tenía en frente.
-¡Espérame Alexander! – Dijo Adán también animado de alcanzar a su primo menor, él era otro de lo que adoraba subir a la copa del árbol para acompañar a su primo, el único que estaba inconforme porque no podía subir gracias a que era más pequeño era Adam, el pequeño hijo se Annie y Archie, era solo seis meses menor que Alexander, sin embargo el temor que su madre le inculcaba al tener pavor a escalar un árbol lo había hecho que no se atreviera a seguir a sus primos a pesar que tenía muchas ganas de observar lo que ellos veían desde esa altura y más cuando escuchaba sus gritos de sorpresa y felicidad.
Candy observó como el pequeño mini Archie tenía curiosidad de seguir a los otros dos compañeros de travesuras que habían llegado a la cima, a pesar de estar bajo el cuidado de sus padres todo el tiempo ninguno había sido capaz de ayudarlo a subir más allá de donde ellos podían sostenerlo. Recordó la mirada de Annie cuando también quiso subirse por primera vez al padre árbol, ella también supo en el momento que la rubia recordaba al ser el mismo que ella había recordado. Annie le sonrió con confianza y Candy asintió entendiendo aquel pedido en silencio que su hermana le hacía.
Para conveniencia de Candy ese día había decidido usar un par de jeans en su paseo por el bosque, mientras soltaba la mano de su esposo quien entendía lo que haría. Anthony le sonrió por aquel gesto y la liberó de su agarre.
-Adelante. – Le dijo con una sonrisa y Candy le respondió de la misma forma, plantándose frente al árbol que habían escalado su hijo y su sobrino, ambos niños seguían describiendo a su primo lo que veían desde aquella altura.
-Adam desde aquí puedes ver las campanas del pueblo. – Decía Adán emocionado observando cómo las campanas de la iglesia se veían diminutas desde esa distancia. - ¡Se ven muy pequeñas! – Decía emocionado, mientras los ojos de Adam se maravillaban ansiosos por lo que se estaba imaginando.
Adam era un niño igual a Archie, era como si los tres Andrew hubieran vuelto a nacer en sus hijos, cada uno había tenido a una copia física exacta de ellos mismos, definitivamente las chicas solo habían servido como incubadoras humanas cuando tuvieron a su primogénito.
-¿Qué haces Candy? – Preguntó Patty al ver la decisión de su amiga de volver a trepar un árbol.
-Vuelvo en un momento. – Dijo con una cara llena de seriedad, pero en el fondo estaba entusiasmada de volver a las andadas. Tenía años que no trepaba un árbol, nunca lo había hecho frente a su hijo y no estaba segura si este sabía que tenía aquella habilidad y gusto que él demostraba había sido heredada por aquella dama de pecas y ojos verdes que se disponía a alcanzar a los pequeños.
-Ten cuidado Candy. – Dijo Annie cuando vio a su amiga prepararse para subir al árbol, los niños que estaban arriba no se habían percatado de lo que la rubia haría, ambos estaban perdidos en aquella imagen que les regalaban las alturas.
-No te preocupes Annie. – Dijo Candy con una sonrisa, volteando a ver a su esposo nuevamente quien le sonrió confiando en que ella sabía lo que hacía. Stear y Archie la veían un tanto confundidos al no creer que ella se atrevería a escalar nuevamente un árbol.
Candy inició su camino como si no hubiera pasado el tiempo, sus años de experiencia no se habían borrado de su cabeza, bien decían que lo que bien se aprende no se olvida y la rubia era una clara muestra de aquel dicho. Cuando llegó a una rama segura volteó a ver a Adam quien la miraba asombrado por aquella acción que su tía consentida estaba teniendo.
-¡Sabes trepar! – Dijo con asombro el niño al ver en los ojos de Candy la seguridad que le daba subir a un árbol. Candy le guiñó un ojo en señal de complicidad mientras los Cornwell la miraban divertidos recordando las carreras entre los árboles que llevaban a cabo cuando vivían en Lakewood.
-¿Vamos? – Preguntó Candy, extendiendo su mano a su sobrino quien volteó a ver a su madre y a su padre como pidiendo permiso de subir junto a ella. Ambos asintieron seguros de que su hijo estaría bien con ella.
Lentamente Candy fue buscando las ramas más seguras para ir guiando a Adam, mientras el pequeño podía aprender cómo hacerle para llegar con sus primos y que no lo volvieran a dejar abajo, solo esperaba que su padre y su madre lo dejaran hacerlo solo porque sabía bien que si lo habían dejado subir era porque su tía lo acompañaba.
-¡Adam! – Dijo Alexander sorprendido de ver a su primo de pronto junto a él. - ¡Mamá! – Dijo más sorprendido aún de ver a su mamá junto a su primo, abriendo sus hermosos ojos azules completamente feliz de ver ahí a su madre. - ¿Sabes escalar? – Preguntó como si él y Adán fueran los únicos en saber hacerlo, ya que nunca ninguno de los adultos los habían acompañado ni una sola vez. Alexander había enseñado a Adán a subir a los árboles y poco a poco iban tomando confianza de subir más alto, eso y la confianza de sus padres que siempre los llevaban por las tardes al bosque los había animado a llegar hasta la cima.
-Adam quería venir. – Dijo Candy con gracia mientras su hijo se acercaba a ella para abrazarla emocionado. El rostro de su hijo demostraba orgullo y felicidad por tener a su madre junto a él.
-¡Mamá tienes que ver todo lo que se puede ver desde este lugar! – Dijo Alexander como si él fuera a mostrarle a su madre por primera vez ese lugar. Candy sonreía con ternura por las expresiones que su hijo tenía.
-Un día te llevaré a escalar el padre árbol. – Dijo Candy con cierta nostalgia en sus palabras.
-¿El padre árbol? – Preguntó Alexander recordando que su madre le había hablado alguna vez de él.
-Es un árbol muy viejo y grande… - Dijo emocionada viendo a los tres pequeños poner toda su atención en ella.
-¡Es el árbol del hogar de Ponny! – Dijo Alexander recordando de pronto la historia que su madre le había contado, una que para su corta edad aún no alcanzaba a comprender del todo. Candy asintió. - ¿Es más alto que este? – Preguntó con desbordante alegría el pequeño, sus ojos azules brillaban emocionados con lo que su madre le decía.
-¡Mucho más alto! – Decía Candy sonriendo, mientras los niños la miraban impresionados.
-¡WOW! – Dijeron los tres al mismo tiempo mientras Candy sonreía por su inocencia.
Caminaban de regreso las tres parejas mientras cada una observaba cómo sus hijos corrían delante de ellos.
-Es como vernos nuevamente de niños. – Dijo Stear con una sonrisa al ver a su pequeño mini Stear correr junto al mini Anthony y al mini Archie, los tres eran niños muy alegres y a pesar de que eran físicamente idénticos a sus padres tenían muchas reacciones de sus madres, Alexander sobre todo que tenía la chispa y la dinamita de Candy, era un niño muy activo que nunca estaba tranquilo y más cuando estaban de vacaciones en Lakewood con sus primos, le gustaba aprovechar el tiempo y disfrutar con ellos lo más que podía.
-Tienes razón Stear. – Decía Archie orgulloso de los tres niños.
-Ellos serán más libres. – Dijo Stear con cierta nostalgia en su voz al recordar que ellos no habían sido lo suficientemente libres como quería que fueran sus hijos, habían crecido bajo las normas estrictas de la tía abuela y muchas veces no habían tenido la oportunidad de disfrutar tanto como hubiesen querido.
-No ha sido tan malo. – Dijo el rubio abrazando a su esposa con amor, recordando que a pesar de las estrictas normas de su abuela ellos eran felices. Los Cornwell observaron a la mujer que tenían a su lado.
-Tienes razón Anthony. – Dijo Archie feliz al ver los ojos azules de su esposa. Annie sonrió tímida. Archie aún era capaz de sonrojar su rostro cuando él la veía de esa forma.
-¡Papá vamos a montar! – Dijo Alexander emocionado esperando que su padre le dijera que si a su petición.
-Vamos. – Respondió Anthony con una sonrisa.
-¡Dios nunca se cansan! – Dijo Stear cuando vio que su hijo comenzaba a dar saltos de alegría. Los demás rieron por la expresión graciosa que había hecho el inventor.
-Anda hermano, recuerda que son los últimos días de descanso. – Dijo Archie siguiendo a su hermano mientras este seguía a Anthony para dirigirse hacia los caballos que llevarían cada uno.
Anthony y sus primos acomodaron cada uno a su primogénito frente a ellos para llevarlos a dar un paseo por los alrededores, mientras las chicas comenzaban a caminar al interior de la mansión.
-¿No han despertado? – Preguntó Candy a Dorothy quien se encontraba en la entrada del salón principal.
-No señora Brower. – Respondió con amabilidad cuando la rubia le preguntaba por los más pequeños, los que había dejado dormidos antes de salir a pasear.
Los tres torbellinos que en esos momentos montaban al lado de su padres no eran los únicos hijos que habían tenido las parejas, ni siquiera eran los únicos niños en la mansión de las rosas, sino que Candy y Anthony tenían un par de niños más de tres y dos años respectivamente, ambos niños dormían la siesta junto a sus primos quienes estaban también descansando en la misma habitación de juegos que tenían en la mansión.
-¿No has batallado con ellos? – Preguntó Annie un tanto desconfiada porque sabía que todos juntos eran una calamidad, a pesar de que ella tenía una niña de dos años sabía que su hija aunque se parecía a ella físicamente era muy inquieta como su padre y nunca estaba quieta más que cuando dormía, era la debilidad de Archie y ella sabía bien lo que tenía.
-De ninguna manera señora Cornwell, además sus nanas me han ayudado bastante. – Decía Dorothy con algo de cansancio.
-Puedes retirarte Dorothy. – Dijo Candy segura de que su amiga necesitaba descansar, ella ya no trabajaba de dama de compañía para nadie en la mansión, simplemente era la encargada de que todo estuviera en orden y a pesar de su avanzado embarazo tenía siempre la disponibilidad de ayudar en lo que podía y en esa ocasión se había ofrecido a vigilar el sueño de los herederos de los Andrew.
Albert bajaba de la mano con su esposa y con la vieja Elroy quien caminaba con mayor dificultad que antes, sin embargo no dejaba pasar la oportunidad de escuchar las risas en la mansión, adoraba ahora aquellos ruidos que un día ella misma había prohibido con la llegada de Candy a sus vidas, pero que ahora al tener a tantos niños cerca sentía que la llenaban de vida y energía.
-¿Dónde están los muchachos? – Preguntó curioso por sus sobrinos al ver que solo había damas a su alrededor y él era el único caballero entre ellas.
-Fueron a montar con los niños. – Respondió Candy con una sonrisa, ella sabía que su amigo amaba ir con ellos.
-Vuelvo después. – Dijo el rubio con una sonrisa, despidiéndose de todas las damas para ir a alcanzar a sus sobrinos.
-Tiene ganas de convivir con más caballeros. – Dijo su esposa con una sonrisa ya que Albert siempre estaba rodeado de mujeres en la mansión ya que no había tenido ningún varón, tenía dos niñas que eran gemelas, ambas una copia exacta de él mismo, sus cabellos eran lo único que lo diferenciaba de él y no por el color sino por los rizos que presentaban muy al estilo de su hermana.
-Me lo imagino. – Dijo Elroy quien sabía bien que Albert ansiaba ser libre como antes y correr entre la naturaleza y cuando venían los Brower de visita era un lujo que podía darse.
Los pequeños fueron despertando uno a uno y cada una de las nanas salía con el pequeño que tenían bajo su cuidado, los pequeños de Candy fueron los primeros en llegar a su lado.
-Mami. – Dijeron ambos niños, los dos eran rubios de ojos verdes y pecas en su rostro y a pesar de tener el cabello rizado uno se parecía a Anthony y el otro a Candy, los dos eran muy inquietos y tenían el mismo gusto por su madre, así que ambos se subieron a sus brazos para que ella los mimara.
-Hola mis amores ¿Cómo durmieron? – Preguntó Candy con ternura al amor que le demostraban sus chicos. Ni Andrés ni Adrián respondieron a aquella pregunta solo se abrazaron a ella y respiraron más tranquilos al estar al lado de la mujer que les había regalado la vida.
La pequeña de Annie corrió cual torbellino pasando por las enaguas de Elroy y se aventó a los brazos de su madre quien la recibía un tanto tímida al saber que no había heredado nada de sus modales.
-Samantha por favor. – Dijo Annie con una sonrisa un tanto forzada por la pena que aún le daba con la vieja Elroy.
-¡Ya desperté mami! – Decía emocionada.
Patty en cambio observaba como su hijo venía tallándose los ojos en señal de flojera el pequeño Arthur tenía tres años y era muy dormilón al igual que su padre, sin embargo su rostro era idéntico al de su madre a excepción de sus ojos que eran tan azules como los de su abuela Janis. Patty lo tomó en sus brazos y lo besó con dulzura.
-Hola mi amor. – Le dijo al pequeño Arthur y este no respondió solo se abrazó a ella buscando más descanso en su pequeño cuerpo.
La familia había crecido de una manera verdaderamente sorprendente y Elroy los miraba con orgullo y felicidad en sus facciones, a pesar del tiempo y de las buenas costumbres que ella siempre les inculcaba no podía dejar de consentirlos como un día no lo había hecho con sus padres, ahora era una mujer mayor y sabía que sus padres tenían que encargarse de la parte monótona de la educación, sin embargo cuando veía que había que ajustar las tuercas de un lado no dudaba ni un minuto en ajustarlas.
La mirada de Elroy demostraba el orgullo que sentía por aquellos que eran sus bisnietos, todos tenían una parte de su corazón y no podía creer que después de lo difícil que había sido vivir una vida sin Anthony cerca ahora le confortaba saber que él era el principal proveedor de nueva sangre masculina a la familia, tanto que había renegado cuando William había adoptado a Candy y resultaba ser ella la que al parecer sería la madre del futuro jefe del Clan de los Andrew. Candy se dio cuenta que era observada por los ojos cansados de la matriarca.
-¿Sucede algo tía abuela? – Preguntó con curiosidad al ver su mirada sobre ella. Elroy le dedicó una sonrisa sincera de agradecimiento.
-Nada Candy. – Respondió con los ojos llenos de lágrimas. Candy se sorprendió por aquella reacción de la vieja Elroy y se acercó a ella para tomar su mano con cariño mientras Elroy no podía evitar soltar sus lágrimas de dicha. – Solo que no puedo evitar pensar lo injusta que fui contigo cuando llegaste a nuestras vidas. – Dijo melancólica. La sonrisa que Candy le brindó era una sonrisa de comprensión y simpatía.
-De ninguna manera tía abuela. – Dijo Candy comprensiva, a pesar de que de pequeña había sentido miedo y respeto por aquella dama y otras veces le hacía desesperarse no podía negar que ahora todo eso había quedado atrás y que ella la quería como a una verdadera abuela. – Sé que puede ser un dolor de cabeza cuidar a una niña tan inquieta como yo. – Dijo mientras se rascaba la cabeza en señal de estar apenada.
-A pesar de todo tengo que reconocer que gracias a tu alegría y a tu forma de ser trajiste felicidad a la vida de mis nietos. – Dijo la vieja Elroy quien se mantenía sentada en su sillón favorito mientras observaba que aquellos de quienes hablaba entraban por la puerta principal de la mansión. Anthony alcanzó a escuchar aquellas palabras que decía su abuela. – Fuiste una bocanada de aire fresco en sus vidas y aunque no lo supe reconocer en su tiempo, ahora quiero decírtelo de frente Candy. – Dijo de nuevo tomando una mano de la rubia para acariciarla con mucho cariño. Anthony se acercó a ellas para abrazar a su esposa y para besar agradecido a su abuela, sus palabras lo habían hecho sentirse sumamente agradecido con ella, para él significaban mucho ya que los innumerables desacuerdos que habían tenido en su adolescencia por fin quedaban saldados.
Elroy sonrió cuando sintió los labios del rubio sobre su mejilla y al mismo tiempo tomó su mano para unirla con la de la rubia.
-Hacen una hermosa pareja y quiero que sepan que estoy muy arrepentida por no haber estado de acuerdo en un principio con su amor. – Dijo de nuevo con su mirada llena de sinceridad.
-Gracias tía abuela. – Dijo Anthony profundamente agradecido con aquellas palabras, aquellas que a pesar de que sabía que Elroy quería a Candy, nunca había tenido el valor de pedirle una disculpa por sus malos tratos. - No sabes lo que significan para mí estas palabras. – Dijo de nuevo con una sonrisa, mientras se abrazaba a su esposa con amor.
Albert por su lado se acercaba a su esposa conmovido realmente por aquellas palabras que había pronunciado su tía, unas que sabía bien le habían sido difíciles de pronunciar, pero que por alguna extraña razón que no pasó desapercibida por él, se había decidido a pronunciarlas. Stear y Archie hacían lo mismo con sus esposas, poniendo su atención en las palabras de la matriarca, ambos jóvenes también un día habían esperado que se disculpara con Candy por sus tantas veces que la había menospreciado.
-¡Vamos a cenar! – Gritó Adán quien estaba igual que su padre de hambriento.
-¡Sí! – Gritó Alexander emocionado al igual que Adam y los demás pequeños quienes de pronto comenzaron a correr hacia el comedor para sorpresa de la tía abuela quien tuvo que contenerse para no llamar la atención del alboroto que se había armado de pronto en la mansión.
Los nueve chiquillos comenzaban a correr comandados por el trío conformado por Adán, Alexander y Adam, quienes al ser los mayores tenían a los otros seis detrás de ellos. Candy y Anthony no podían dejar de reír por la manera en la que sus hijos habían comenzado a dirigirse al comedor.
El ambiente que reinaba en la mansión de las rosas era un ambiente muy cálido y amoroso, y a pesar de que pareciera que siempre había sido así esa noche se podía percibir algo diferente, sin embargo ninguno de los presentes supo descifrar que era, rieron hasta altas horas de la noche, platicaron y convivieron hasta que poco a poco los pequeños comenzaron a retirarse a sus habitaciones rendidos por el cansancio, los adultos habían quedado concentrados en su plática, todos en el salón del té rodeando a la matriarca con sus respectivas parejas. Elroy veía con orgullo a su sobrino y a sus nietos, todos habían sido un verdadero orgullo para ella y los amaba a cada uno de ellos, pero al ver a Candy sonrió de una manera especial porque a pesar de ser la esposa de Anthony era la única mujer Andrew que se había mantenido a su lado, porque para ella ahora eso era.
-Toda una Andrew. – Pensó orgullosa, sonriendo con orgullo al ver a cada uno de sus hijos con sus esposas, todos habían hecho su familia, habían formado un imperio entre todos y habían hecho del Clan Andrew uno más grande y poderoso. – Yo me retiro muchachos. – Les dijo con una sonrisa que destraba el cansancio en su rostro.
-Te acompañamos tía abuela. – Dijo Anthony con cariño al dirigirse a ella, ya era tarde y todos debían dormir. Ella lo miró agradecida esperando que se colocara cerca de ella para que la llevara apoyándose a su brazo.
-Gracias hijo. – Dijo tomando su brazo y del otro lado tomaba el brazo de Candy quien se colocaba al lado contrario para llevarla a su habitación. Los dos rubios se tomaron el tiempo necesario que requería Elroy para ir a su habitación ya que le costaba mucho más trabajo caminar.
Candy la recostó en la cama con la ayuda de Anthony y la cubrieron con las sábanas para dejarla descansar. Ambos besaron sus mejillas para que ella por fin cerrara sus ojos.
-Buenas noches tía abuela. – Dijo Anthony con una sonrisa cargada de dulzura por su abuela.
-Buenas noches hijos. – Les dijo apenas con un susurro, su voz se había rendido al cansancio de la noche. Candy y Anthony salieron de la habitación de la matriarca sin hacer mucho ruido para permitirle el descanso que ella buscaba. – Hasta siempre. – Fue el último pensamiento de Elroy de esa noche, una noche que jamás se olvidaría de la mente de los Andrew.
A la mañana siguiente el grito de Dorothy inundó el ambiente y las risas que se habían escuchado los últimos años en la mansión de las rosas se transformaban en lágrimas de dolor al descubrir que Elroy había dejado esa vida para irse a una eterna, a una en donde viviría para siempre en los corazones de las personas que la habían amado y las cuales habían logrado trasformar su manera de ser tan estricta y autoritaria.
El sepelio fue muy emotivo, incluso los niños que tanto la habían amado al haber conocido a lo largo de su corta vida a una persona amorosa y tierna con ellos, habían llorado con verdadero sentimiento su partida. Candy y Anthony estaban consternados por aquella partida ya que nadie se había dado cuenta que la vieja Elroy se había despedido de ellos de aquella forma llena de alegría y felicidad, agradeciéndoles sobre todo las alegrías que le habían otorgado sobre todo los últimos años, había cambiado para bien en los últimos años y se había dejado llenar del amor de sus hijos, sus bisnietos, los pequeños que había amado tanto como a ellos mismos, pero sin los regaños e imposiciones que había hecho con ellos. Los únicos que le habían faltado eran los hijos de Neal quien nunca se dignó a volver a visitarla después de lo sucedido con su hermana.
-¿Cómo te sientes? – Preguntó Anthony a Candy quien parecía ser la más afectada de todas ya que se reprochaba que no había visto las señales de la anciana.
-Mal. – Decía Candy con tristeza. – ¡No me di cuenta Anthony! - Decía mientras se abrazaba a él para buscar su consuelo.
-Nadie nos dimos cuenta amor. – Dijo Anthony para reconfortarla.
-¡Pero se supone que yo debía hacerlo! – Decía exponiendo que como ella era enfermera debió haber sospechado aunque sea un poco.
-No te tortures amor, la tía Elroy vivió a su manera y se despidió a su manera. – Dijo con una sonrisa, a pesar del dolor que le causaba la partida de su abuela sabía que ella así lo había decidido. – Ella estaba lista para irse de nuestro lado, así lo decidió y como siempre así lo hizo. – Dijo besando sus rubios cabellos.
La familia se reunió en un gran despido, los diarios estallaron en noticias sorprendidos por el lugar que había quedado vacío por la matriarca, mientras otros medios sin respetar aún el dolor de la pérdida que representaba la muerte de la matriarca ponían a Kristen a la cabeza del clan.
En el sepelio Sara llegó en compañía de su esposo y Elisa, Neal llegó con Gabriela y sus tres hijas. La mirada de los Leagan seguía siendo de rencor hacia Anthony y su esposa, sin embargo ninguno de ellos ponía atención a su presencia, Gabriela había sido la única que se acercó a ellos para saludarlos y para presentar a sus tres herederas. Anthony sonrió ante su gesto y pudo observar que a pesar de todo ella se veía feliz, sin embargo no podían decir lo mismo del rostro de Elisa quien tenía la cara más amargada que la última vez que la habían visto, sus ojos tenían aquella mirada de odio y amargura que reflejaba siempre que no conseguía lo que quería y esa mirada fría y repugnante era la que se había quedado plasmada en ella desde el momento en el que Patrick había decidido no casarse con ella, ya que el tiempo que tardaba en ir a visitarla le valía lo mismo si se buscaba a otra chica de buena familia de Chicago, decidiéndose por una chica que era menos presumida que Elisa, sin embargo la morena no pudo superar aquel rechazo culpando al cien por ciento a Anthony por haberle arruinado su felicidad y por supuesto extendiendo su culpa a Candy quien como siempre para ella era la culpable de todas sus desgracias.
Después de la muerte de Elroy, Anthony decidió quedarse a vivir en Lakewood al lado de su familia, no porque temiera a los Leagan, sino porque había descubierto que podía manejar todo desde ese lugar e ir a Florida solo cuando fuese necesario, sin embargo a pesar de que sus viajes serían constantes estaba dispuesto a llevar consigo a su compañera, a su amada Candy quien siempre estaba dispuesta a acompañarlo a donde quiera que fuera.
La familia Brower era una familia feliz y pronto se convirtió en una de las más admiradas de la región, la buena educación, alegría y chispa que tenían sus hijos era reconocida por las familias más distinguidas del lugar.
-¿Eres feliz? – Preguntó Anthony a su esposa una vez más. Candy lo observó con una sonrisa de felicidad.
-Decir que soy feliz es poco. – Dijo la rubia viendo a los ojos a su esposo quien la veía tan maravillado como la primera vez que la había besado. – Soy la mujer más afortunada del mundo. – Le dijo besando sus labios y abrazando su cuello con sus manos. – Nunca me imaginé que aquella triste mañana iba a conocer al hombre que cambiaría para siempre mi vida. – Decía completamente enamorada.
-Por el contrario, cuando yo vi mis ojos reflejados en los tuyos, supe que había encontrado a la mujer que llenaría mi ausencia con su presencia. – Dijo besándola de una manera apasionada.
-¡Papa! ¡Mamá! – Dijo Andrés al ver que sus padres nuevamente estaban perdidos en sus arrumacos.
-¿Sucede algo? – Preguntó Anthony sin soltar a la bella rubia que tanto amaba.
-Déjalos Andrés. - Dijo Adrián con diversión, a pesar de ser el más pequeño era uno de los que disfrutaba ver ese amor que se demostraban sus padres, al igual que Alexander amaba como su padre demostraba su amor por su madre. - ¿Qué no ves que están muy enamorados? – Decía con su inocencia mientras los rubios reían por la manera en la que discutían sus hijos.
-Tranquilos, no deben de pelear. – Dijo Alexander como siempre con su aire de sabiduría e inteligencia, siempre era el encargado de evitar un pleito entre ellos, no porque pelearan mucho sino porque no le gustaba al igual que su padre que discutieran por cosas sin razón.
Anthony sonrió orgulloso por su mini copia, era tan maduro como lo había sido él a su edad, la diferencia con su hijo era que él creía haber madurado a fuerza por la ausencia de su madre y su hijo por lo inteligente que era. Candy sonrió con diversión por la manera en la que sus hijos tenían diferencias por sus muestras de cariño.
-Vamos, ya basta. – Dijo la rubia mientras los más pequeños se acercaron a ellos para abrazarlos. Alexander se les unió para aquel abrazo y un repentino flash iluminó el jardín. Los cinco voltearon a ver hacia donde había salido aquel flashazo encontrando a un divertido Stear junto a su esposa y sus dos hijos.
-Por fin pude hacer una cámara fotográfica sin error. – Dijo Stear orgulloso de su logro, mientras Patty sonreía asintiendo que era verdad lo que decía su esposo.
Anthony y Candy comenzaron a reír con ganas por aquella observación recordando que el pobre inventor tenía años tratando de hacer una cámara que repusiera la que había echado a perder del rubio la mañana que había tomado la primera fotografía de la rubia en la playa. Las risas en el jardín comenzaron a hacerse presentes al haberse reunido una vez más los integrantes de la familia, mientras los mayores veían como los pequeños comenzaban a jugar entre ellos, las risas de los pequeños que quedarían plasmadas en la gran mansión de las rosas para siempre.
Continuará…
Hola hermosas, ahora si quedamos a uno del final, espero no tardar mucho en traerles el final de esta historia que la verdad fue una aventura escribirla, como siempre me gustó trasladar mi mente a una historia entretenida para mí, espero que lo haya sido igual para ustedes. Gracias a cada una de ustedes por leer y sobre todo gracias a las que siempre me dejan un comentario, Mayely León, Denisse Treviño, Miyoya, Juli-Andley-00, María José M, TeamColombia, Aminaabud, Eliana Cristina (Sé que leerás cuando estés lista) Carolina Benitez, y a cada una de las que leen de manera anónima. Gracias por leer hermosas.
GeoMtzR.
