¡Hola! Aquí tenéis nuevo capítulo, con él se cierra lo que he llamado "Trilogía Imtar", espero que no os decepcione después de cómo terminó el capítulo anterior. Dadme vuestra más sincera opinión con un Review, ya sea bueno, malo o catastrófico ¡Eso siempre motiva mucho a continuar!

Además quería avisaros que el próximo capítulo de Elyon va a tardar en llegar, ya que antes de retomar la historia tengo que terminar otros proyectos literarios. Pero no os preocupéis que no quedará abandonada, simplemente será un parón técnico que espero sea corto.

PD: Si a partir de ahora queréis estar un poco más al día sobre futuras actualizaciones, datos curiosos, ect. Podéis pasaros por mi Instagram: akuailu_penandpaper o por Twitter: Akuailu_Writer


6º curso. Capítulo 7

Iyala corrió en busca de Kove, Nuth, Feriel, Azrael y todo aquel que pudiera ayudar. Snape siguió a Heon entre los imtares, que miraban a su alrededor confusos e inquietos. La música había cesado en toda la ciudad.

Tardaron más de lo que hubieran querido en llegar hasta el origen de la columna de humo, empujando a los ciudadanos para hacerse paso. La calle en la que se había ocasionado la explosión estaba lejos de las zonas de fiesta y completamente desierta. Snape dejó de correr al ver la escena que se abría frente a él.

Había dos edificios en llamas, y otros tantos tenían las ventanas destrozadas, fruto de un estallido que parecía haberse originado en medio de aquella estrecha calle. En el suelo había varios cuerpos, tres para ser exactos. Se acercó a uno de ellos. Era una mujer, pudo saberlo a pesar de que parecía haber recibido un fuerte zarpazo de una bestia inmensa, que le había arrancado parte de la cara y la mandíbula. Junto a lo que quedaba de su rostro estaban los restos, hechos jirones, de un pañuelo negro con algo bordado en plata.

Se aproximó a otro de los cuerpos, un hombre corpulento tirado de lado. Se agachó junto a él y lo movió para ponerlo boca arriba. Snape dibujó una mueca de asco y contuvo una arcada. Se había llevado un tajo desde la cadera izquierda hasta el hombro derecho, tan profundo y ancho que los intestinos se habían desparramado por los adoquines, y alcanzaba a ver el blanco de las costillas. Volvió a mirar el rostro del hombre, le sonaba de algo. Le quitó el pañuelo y no quiso creer lo que dejó al descubierto.

-¡Heon! -llamó al elfo, que hasta ese momento había estado rastreando la calle.

El hombre se acercó corriendo, y cuando vio el rostro del sublevado muerto su expresión se enfureció.

-Maldito hijo de puta. Ahora me alegro el doble de que te seleccionaran a ti -gruñó mirando el cadáver de Mábraros.

-¿Qué ha pasado aquí? ¿Esto lo ha hecho Elyon? -el mago miró al elfo con preocupación.

-Lo único que importa ahora es encontrarla, y joder, está tan descontrolada que su rastro lo impregna todo, no hay un trazado claro que seguir -gimió Heon con desesperación.

-¿Descontrolada?

El elfo sacó de su bolsillo el anillo verde que el joven se había quitado cuando le abrasó el dedo. El mago ni siquiera se había dado cuenta de en qué momento el hombre lo había recogido del suelo antes de salir a la carrera.

Heon se lo colocó en la mano izquierda y nada más le tocó la piel dibujó una mueca de dolor, ahogando un gemido. Seguía ardiendo como si estuviera al rojo vivo, pero sin él no podría encontrarla. En la palma de su mano se dibujó un pequeño mapa simplificado de la ciudad, y por él se movía un punto. Echó a correr de inmediato con la mandíbula apretada, en parte por la rabia y en parte por el dolor intenso y penetrante que le producía el objeto mágico.

-¡Severus, cada trescientos metros lanza al cielo un destello para que el resto pueda seguirnos!

-¡Pero eso alertará a los sublevados! -lo seguía todo correr.

-¡Pues que los alerte! -le espetó- ¡Que se preparen si quieren! ¡Pero necesitamos que el resto nos encuentre para ayudarnos!

…..

Elyon empujó a la gente que había a su alrededor. Gente sin cara, o peor, con rostros grotescos salidos de las más oscuras y retorcidas pesadillas. Y entre ellos, estaban los sublevados, acechándola. Veía con claridad las estrellas brillando en sus rostros oscuros, bajo capuchas que eran pozos sin fondo, en rostros de ojos vacíos o con sonrisas desproporcionadas, babeantes y de enormes dientes afilados.

Consiguió salir al fin de la masa que formaban aquellos monstruosos imtares, hasta llegar a las calles vacías. Notaba el cuerpo pesado y torpe, casi como si no fuera suyo. Avanzar era todo un reto, casi le parecía que no se movía del sitio, que no avanzaba, mientras la melodía aún resonaba en sus oídos con fuerza.

"Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado."

De entre las sombras salieron cinco sublevados, grandes y robustos, de miembros largos y desproporcionados, con posturas encorvadas y retorcidas. Elyon los miró aterrada, retrocediendo paso a paso.

"El lobo aúlla en el bosque esta noche,

llora por hambre y tiembla por frío.

No quiere morir solo en la oscuridad."

Algo la cogió del brazo con mucha fuerza, clavándole los dedos. Se giró de golpe topándose con un rostro alargado, que le sonreía con una boca enorme repleta de dientes que se abrió de golpe, mostrando una garganta negra como la noche en la que empezó a brillar con intensidad una estrella.

Elyon golpeó con fuerza el brazo que la agarraba para liberarse. O al menos eso intentó. Cuando alzó su propio brazo para golpear lo vio doble y no dio exactamente dónde quería, ni con la fuerza que pretendía. Cuando el sublevado no la soltó, atacó con un revés para acertar al elfo en el rostro, aunque este se alejó para que no lo alcanzara, aun sujetando su brazo tan fuerte que pensó que se lo terminaría partiendo. Escuchó un fuerte crujido y un gemido ahogado y gorgoteante. El sublevado la liberó cayendo al suelo. Desde allí seguía dibujando aquella sonrisa macabra llena de dientes, entre los cuales manaba un denso líquido negro.

"Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado."

Se agachó para sacar la daga de su padre del interior de su bota y se colocó en posición de defensa, con las manos tan temblorosas que pensó que el arma se le caería. En ese momento fue consciente de que su piel ardía, o eso creyó.

Otro sublevado se movió con intención de acercarse, y a pesar de su cuerpo deforme, se movió con rapidez, con tanta que Elyon lo tuvo encima enseguida, como si se hubiera acercado a ella apareciéndose simultáneamente metro a metro en diferentes lugares. Apenas pudo reaccionar. Dibujó un arco con el cuchillo para alejar al sublevado de ella. La figura se encorvó grotescamente hacia atrás, como si hubiera recibido un fuerte golpe cayendo al suelo girando sobre sí mismo.

"Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado."

El resto de sublevados se acercaron a ella en tropel, algunos se dividieron en dos o más, o se deformaron hasta tener dos caras, dos cabezas o dos pares más de brazos. Y la miraban con ojos brillantes y blancos, hambrientos, vacíos, y con una estrella brillando dentro de aquellas bocas abiertas, negras y desencajadas.

"Entre los árboles su voz resuena,

aullando por frío bajo la nieve.

Precioso lobo viniste a mi hoguera.

Te di calor, te di alimento

y junto a mí te quedaste al fin."

No podía escapar de aquellos monstruos que la cercaban por todos lados. Su corazón latía tan rápido que lo notaba retumbar con fuerza en su pecho. No sabía qué hacer. Pero no pensaba rendirse, no se iba a dejar coger. Estaba tan cansada de todo aquello, de ser siempre la presa… Los miró con la mandíbula apretada. Estaba harta. Apretó los puños. El miedo desapareció y lo sustituyó una rabia inmensa. Se sintió arder de dentro a fuera y su cuerpo empezó a temblar.

La canción volvió a comenzar de nuevo. No la soportaba más. Unas lágrimas de impotencia recorrieron sus mejillas, se dejó caer de rodillas tapándose los oídos, angustiada por esa canción que no podía acallar y que no la dejaba pensar. La ira que sentía, alimentada por la melodía, se hizo tan intensa que solo acertó a gritar. Todo tembló a su alrededor. Y entre aquella voz siniestra que seguía entonando creyó escuchar una fuerte explosión y cosas romperse.

"Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado."

Desfalleció por un momento. Un cansancio atroz golpeó su cuerpo. Alzó la cabeza y miró a su alrededor. Había dos edificios envueltos en llamas y los adoquines estaban cubiertos de cristales. Los sublevados estaban tirados en el suelo, algunos no se movían, otros gemían revolviéndose. Esa era su oportunidad para escapar.

"El lobo aúlla en el bosque esta noche,

llora por hambre y tiembla por frío.

No quiere morir solo en la oscuridad."

Se levantó, y fue entonces cuando se dio cuenta de que todo zozobraba a su alrededor. Se ondulaba y se sacudía. Con esfuerzo se puso en marcha y, tras unos pasos tambaleantes, comenzó a correr con la daga en la mano. Tenía que volver al palacio, allí estaría a salvo, tenía que reunirse a Snape y su familia. El problema es que no reconocía las calles a su alrededor y volvía a tener la desagradable sensación de que a pesar de todo el esfuerzo, apenas avanzaba en su recorrido. Las piernas le pesaban y las sentía temblorosas e inestables. Su colgante brillaba tanto que la cegaba con su resplandor rojizo, desorientándola aún más.

Algo se enredó en sus piernas en plena carrera y estiró hacia atrás, haciendo que se desplomara de bruces contra el suelo, golpeándose la cabeza con fuerza. El dolor la dejó atontada unos largos segundos, hasta que se percató de que la estaban arrastrando por el suelo con rapidez.

"Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado."

Se giró para mirar sus piernas. Se le encogió el estómago. Un sublevado la arrastraba tras haber enroscado sus piernas con una lengua larga y viscosa. Se sacudió con desespero, pero no pudo soltarse. Clavó el cuchillo en el suelo para intentar frenarse, pero lo único que consiguió fue perderlo por el brusco estirón de palanca que hizo la hoja contra los adoquines. Gritó con frustración. Clavó los dedos en el suelo, pero seguía resbalando, no tenía fuerza en las manos, que apenas le respondían. Volvió a revolverse y con gran esfuerzo pudo doblarse sobre sí misma, y tras varios intentos, acertó a coger la lengua que la rodeaba y estiraba de ella. Esta se prendió fuego apenas la tocó, y finalmente se partió.

"Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado."

No llegó a levantarse del suelo cuando recibió un fuerte golpe contra las costillas, que la lanzó a un lado rodando hasta dar contra una pared. Se quedó sin aire a causa del dolor. Al levantar la cabeza, con los ojos llorosos, vio a más de aquellas figuras deformes y prácticamente inhumanas cernirse sobre ella.

Su rabia volvió a crecer. Se apoyó en la pared que tenía detrás para levantarse. Notó el edificio estremecerse bajo sus manos. Si no podía huir, entonces tendría que abrirse paso a la fuerza, se los quitaría de en medio uno a uno. Era el momento de cambiar las tornas, de devolverles todo ese miedo, de que ellos fueran las presas.

…..

En su camino encontraron la daga de Elyon. Heon paró a recogerla.

-Severus, desenvaina y estate preparado. Esto no va a ser un entrenamiento. Ahora todo es de verdad, armas incluidas -miró al chico, haciendo aparecer una espada de la nada en su mano con un movimiento de muñeca-. Ellos no van a vacilar en matarte, no lo hagas tú, porque no tendrán piedad de nosotros.

El mago asintió. Sentir el peso de la espada en su mano hizo todo el entrenamiento real. No iba a haber posibilidad de un segundo intento en un movimiento. Como le hubiera gustado saber ya algo de magia contra elfos. Luchar tan cerca de sus enemigos era un riesgo que no había corrido en su vida, la magia siempre te permitía estar a distancia de tu enemigo.

El ataque llegó sin avisar. Los asaltaron desde las sombras por ambos flancos, y tal y como Heon le había advertido, se lanzaron directamente a matar, buscando el flanco desprotegido. Cuatro enemigos para ellos dos. Uno se centró en Heon para separarlo de Snape y dejarlo solo, mientras el resto daban buena cuenta de él al ser el adversario más débil e inexperto.

Sabiendo que solo con la espada tenía poco que hacer, decidió ayudarse de la varita sujeta a su muñeca, simplemente por despistarlos y ganar unos segundos extra que podían marcar una gran diferencia. Lanzó un conjuro a los dos elfos que tenía enfrente, y cuando estos se retiraron ligeramente se volvió al de su derecha. Uno de los mandobles le acertó en el pecho a su enemigo, y luego clavó la hoja en el estómago del sublevado. No hubo tiempo para alegrarse o celebrarlo, se giró con rapidez para defenderse de los otros dos que habían intentado alcanzarlo con un conjuro mientras les daba la espalda. Snape colocó la espada frente a él como le había enseñado Kove. Esa arma podía servir de escudo frente a hechizos gracias a la magia que le había proporcionado Azrael al reforjarla.

Tras el ataque mágico los sublevados intercalaron, veloces, maniobras cuerpo a cuerpo, sin dejarle apenas margen para reaccionar. Uno de ellos lo alcanzó en el brazo en un ataque. El dolor lacerante le recorrió el brazo entero y retrocedió mientras se recuperaba de esa desagradable sensación, cogiendo la espada con más fuerza. Por suerte el corte no era muy profundo, aunque sangraba como si lo fuera. Los sublevados volvieron a lanzarse contra él sin intención de darle un respiro.

Posicionó bien los pies y se preparó para encararlos a la vez. Uno de ellos se encorvó hacia atrás de dolor, y cuando cayó al suelo comprobó que Heon lo había alcanzado por la espalda tras librarse de su propio contrincante. Snape atacó al que quedaba aprovechando que se había distraído con la derrota de su compañero. La hoja de la espada le alcanzó la garganta.

Miró a Heon, que abrió de golpe los ojos mirando algo que había detrás suyo, alargando un brazo hacia él con intención de agarrarlo y quitarlo de en medio. El mago se giró con la espada en alto, pero el atacante se desplomó antes de llegar a tocarlo con un cuchillo clavado en la parte de atrás de su cabeza.

Hacia ellos se acercaban corriendo Iyala, Nuth, Feriel, Azrael, Rasmu y Kove, junto con Ejkel, Shonoma y otros elfos que el mago no conocía. Unos pasos por detrás los amigos de Elyon llegaron también a la carrera.

-Cariño, nunca dejaré de admirar tu puntería -resopló Heon al ver llegar a su mujer, respirando con cansancio.

-¿La habéis encontrado? -Azrael los miró con urgencia, y Snape no pasó por alto en cómo había posado los ojos en él, llenos de reproche por haberla perdido de vista.

-No, no la puedo rastrear, no así…

Se escuchó otra explosión, aún más fuerte que la primera, y el suelo tembló. Por las calles resonó el lamento de varios edificios tras la onda expansiva. Corrieron hacia el origen, y Heon aprovechó para quitarse el anillo, la quemadura en su dedo tenía muy mal aspecto, y se había extendido por su mano a medida que pasaban los minutos con él puesto. Le dolía horrores y comenzaba a tenerla insensible, pero había sido un sacrificio necesario.

-¡Vosotros no deberíais estar aquí! -les gritó Snape a los jóvenes magos.

-¡Queremos ayudar! -Will lo miró con decisión.

-¡Vuestra magia aquí no sirve de nada! -les espetó- ¡Deberíais volver al palacio, si os pasa algo…!

-¡Podemos servir de distracción! -le dijo Johnny jadeando- ¡Y, además, hemos encontrado esto! -le mostró la corona que había llevado Elyon, y que la chica había perdido en algún momento- ¡Somos útiles si nos dais la oportunidad!

El mago gruñó, no los quería allí, eran un estorbo y algo más de lo que preocuparse, pero no tenía ni tiempo ni energía para desperdiciarla discutiendo con ellos. Así que simplemente rogó porque fueran listos y se mantuvieran a una distancia prudencial del peligro.

A medida que avanzaban sintieron que el aire se volvía más caliente, y al girar el recodo de una calle este les golpeó como si hubieran abierto un horno.

-¡¿Qué coj…?! -Johnny y el resto frenaron, mirando la escena atónitos.

Snape observó lo que había frente a él sin entender tampoco nada. Miró al resto de elfos pidiendo una explicación, pero solo obtuvo caras de miedo y desasosiego, como si no supieran qué hacer. Frente al grupo la calle estaba en llamas. Unas llamas furiosas y de un dorado tan brillante que era casi como mirar al sol. Y el calor… aquello no era fuego, era…

-Kove… ¿Qué?

-Eso es magia pura. La manifestación física de la magia sin destilar y sin control -le explicó intentando ver entre las llamas con una mano frente a los ojos para protegerse del exceso de luz.

El fuego se alzaba con fuerza, casi tan alto como los edificios. En un momento dado las llamas se abrieron y vieron a alguien entre ellas, una silueta encogida en medio de aquella vorágine ardiente. Apenas tardó unos segundos en reconocer a la joven, y se apresuró en ir en su ayuda. Kove lo frenó en el acto cogiéndolo del brazo.

-Si se te ocurre entrar ahí te abrasarás, ni siquiera podrás acercarte lo suficiente -le dijo con la mirada llena de desazón.

-¿Y Elyon? ¡Tenemos que sacarla! -intentó soltarse.

-Esto lo está provocando Elyon, Severus -le aclaró-. Para sacarla de allí tiene que pararlo ella misma.

Negó con la cabeza y volvió a mirar al fuego. Podía verla entre las llamas, encogida en el suelo con la espalda apoyada en la pared de ladrillo del edificio que seguía emitiendo gemidos lastimeros, amenazando con derrumbarse, mientras aquel fuego dorado lo devoraba. La joven tenía las manos a los lados de la cabeza, tapándose los oídos. No podía verle el rostro, estaba demasiado aovillada, como un animal asustado y acorralado.

-¡Elyon! -el chico la llamó- ¡Elyon!

Volvió a intentar soltarse de la mano firme de Kove y correr en su auxilio. Heon se interpuso en su camino cogiéndolo de los hombros.

-Un humano no puede meterse ahí sin morir -le aclaró-. Ni siquiera estoy seguro de que nosotros podamos.

Sintió la angustia trepar por su garganta. No podía quedarse quieto, sabía de sobra lo que le pasaría a la chica si seguía ahí dentro. Aquella vez en clase de Defensa había visto las lesiones, y también sabía las consecuencias de un Círculo de Extracción en la que se exponía a un elfo a una gran cantidad de magia pura.

Miró a su derecha. Azrael se había despojado de la corona y de la larga túnica sin mangas que llevaba encima del resto de la ropa. El hombre inspiró con fuerza y se adentró en el fuego, frente a la preocupación del resto de elfos presentes. Nada más entrar entre las llamas su paso se ralentizó, alzando los brazos a la altura del rostro para protegerse del calor. Era como si el hombre estuviera caminando en medio de una fuerte tempestad que lo empujaba hacia atrás, impidiéndole acercarse a la joven.

-Por favor -gimió Heon mirando al elfo, desesperado.

…..

"El lobo aúlla en el bosque esta noche,

llora por hambre y tiembla por frío.

No quiere morir solo en la oscuridad.

Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado.

Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado."

La canción seguía sonando. Se sentía febril, sentía el calor dentro de ella luchando por salir de golpe. Y dolía. Le dolía cada centímetro de piel, cada articulación, le dolía hasta el respirar. Las lágrimas se evaporaban al recorrer sus mejillas. Y juraría que le sangraba la nariz, podía notar el sabor metálico de la sangre en los labios.

Pero la melodía no cesaba, avivando su rabia. Solo quería que volviera el silencio, que esa odiosa voz parara de una vez, que los sublevados se marcharan y la dejaran en paz. Algunos de ellos estaban tirados en el suelo a su alrededor, entre las llamas. Todos habían pagado por lo que le habían hecho a ella y a sus seres queridos durante años. Pero sabía que había más, esperando la oportunidad para atacarla. Estaba demasiado débil para moverse e ir en su busca directamente, así que los esperaría allí, los atraería a su trampa improvisada haciendo de cebo. Un cebo que fingía estar asustado y cansado, a punto de derrumbarse.

Vio algo moverse entre las lenguas de fuego. Alzó la cabeza con lentitud, aún con las manos cubriéndose los oídos.

"Entre los árboles su voz resuena,

aullando por frío bajo la nieve.

Precioso lobo viniste a mi hoguera.

Te di calor, te di alimento

y junto a mí te quedaste al fin."

Alguien se estaba acercando. Elyon se preparó para atacar. Entre las llamas vio a un hombre alto y pelirrojo, que avanzaba con dificultad, ligeramente encogido. No podía enfocar su rostro. Como el de todos esa noche, se deformaba.

-¡Elyon! ¡Elyon, basta! -le gritaba- ¡Ya se ha acabado! ¡Estás a salvo!

Distinguió unos ojos azules y familiares.

-¡Elyon, soy tu abuelo! ¡Tienes que calmarte!

-¿Abuelo? -musitó ella destapándose los oídos.

El fuego perdió intensidad. El elfo se siguió acercando y alargó una mano hacia ella.

-¡Cariño, ya está, se acabó! ¡Calma!

"El lobo aúlla en el bosque esta noche,

llora por hambre y tiembla por frío.

Va a morir solo en la oscuridad…"

El corazón de la chica se aceleró de nuevo.

"… por tu culpa, porque por ti murieron todos."

El hombre que había frente a ella cambió. Su pelo se volvió blanco, y su rostro se ocultó bajo la capucha enorme de la capa negra que lo envolvió, mientras se extendía a su alrededor como dos inmensas alas negras que se cernían sobre ella.

"Y seguirán muriendo hasta que vengas con nosotros.

Uno tras otro, todos caerán, y no los podrás salvar."

Elyon gritó con fuerza. Ya no por miedo, si no por rabia.

…..

Azrael la escuchó gritar entre el fuego, completamente fuera de sí. Podía ver la sangre caer desde su nariz y oídos, corriendo por su cuello. En sus manos podía ver brillar la piel y las venas hasta los codos y más arriba, como si en vez de sangre, por ellas corriera oro fundido. Estaba al límite, si no paraba, moriría. Pero sus ojos, ahora dorados, seguían ardiendo llenos de furia. La chica alzó los brazos hacia él y lo atacó.

No se lo esperaba. Conjuró como pudo un escudo que lo protegió de los tentáculos afilados que salieron del suelo, alrededor de su nieta, y que se lanzaron contra él. El golpe fue tremendo y lo empujaron hacia atrás con fuerza por el aire. Cayó al suelo rodando. Cuando todo dejó de darle vueltas comprobó que Elyon lo había sacado de la zona en llamas. Se levantó con un gruñido, ayudado por los que habían ido a comprobar si estaba bien. Y en ese momento vio al mago quitarse la corona y tirársela a Kove antes de adentrarse con rapidez en aquella magia descontrolada y ardiente.

…..

Todos vieron alzarse esos enormes tentáculos sobre el fuego, que parecían hechos de luz, y luego Azrael salió despedido hacia atrás.

-No lo ha conseguido -gimió Heon.

-Voy a intentarlo -Snape apretó la mandíbula librándose de ambos elfos al fin.

-¡Te calcinarás nada más poner un pie ahí! -intentó hacerle entender Kove-. ¡El cuerpo humano no está preparado! ¡Ni siquiera yo aguantaría mucho ahí dentro!

-Pues escudadme con vuestra magia -les dijo.

Heon miró al instructor, era una opción, aunque muy arriesgada.

-¿Y si no da resultado? -el hombre lo miró preocupado.

-He jurado proteger a Elyon a toda costa, y dar mi vida por ella de ser necesario -les dijo-. ¿O acaso era solo una mera formalidad?

-Por los astros, ¿de dónde sacó Dumbledore a un loco como tú? -resopló Heon con admiración.

-Ojalá lo consigas -Kove lo miró con pesar, perder al chico sería un duro golpe que no estaba seguro de poder encajar.

Ambos alzaron las manos hacia él.

-Date toda la prisa que puedas, no sabemos si funcionará o por cuánto tiempo -le aconsejó Heon-. No somos rivales a la altura de toda esa magia.

Snape asintió. Se acercó al fuego quitándose la corona ceremonial y la lanzó hacia atrás. El calor era realmente asfixiante ya desde allí. Inspiró hondo y se adentró en el fuego lanzándose a sí mismo un conjuro protector, no sabía si funcionaría, pero de hacerlo, un poco de magia extra seguro que no iría mal.

En cuando se adentró en aquella vorágine fue como estar dentro del mismo infierno. Sentía el calor quemarle la piel, y el aire caliente le abrasó los pulmones al respirar, era tan intenso que parecía que lo empujaba hacia atrás. Apretó los dientes ignorando la sensación de cocerse con rapidez y siguió avanzando entre aquellas llamas brillantes que apenas le dejaban ver. Solo esperaba no salir ciego de allí, si es que lograba salir.

…..

-¡¿Qué hace?! -Iyala se acercó a su marido y a Kove, seguida de cerca por Azrael y el resto de elfos- ¡Se va a matar!

-Lo que ha jurado hacer como Protector -respondió Kove, mirando a Azrael con resentimiento.

-Le estamos creando un escudo para evitar que se cueza, o por lo menos, para que lo haga más lentamente -explicó Heon centrado en su tarea.

Iyala se apresuró en unirse al conjuro protector.

-Vais a necesitar más que eso para salvar al mago -Azrael extendió sus manos hacia el fuego.

Algunos elfos se colocaron alrededor de ellos, dándoles la espalda, previniendo un nuevo ataque. El resto se unió al conjuro para fortalecerlo. Los jóvenes magos se limitaron a observar todo aquello con desazón, sintiéndose inútiles.

Iyala miró las llamas con preocupación, no tardaría mucho en cansarse y hacerse a un lado. Maldita lesión. Controló su respiración para aguantar un poco más y miró de soslayo a Azrael, en sus ojos había un ligero tinte dorado mezclado con el azul habitual. Ojalá aquella baza saliera bien, porque era muy probable que fuera la última.

…..

Por fin se había acercado lo suficiente como para que pudiera oírlo. El sudor a causa del calor empapaba su espalda y rostro, sentía los ojos resecos, parpadeaba con fuerza para no perder la vista. Y la ropa estaba tan caliente que sabía que le estaba quemando la piel ahí donde se le quedaba pegada.

-¡Elyon! ¡Tienes que parar! -le gritó- ¡Ya no hay sublevados!

La joven estaba contra el edificio de piedra, con el rostro contraído por el dolor y la congoja. Se le encogió el corazón al verla, no solo por la sangre en su rostro y cuello, si no por aquellos ojos dorados y brillantes que lo estaban traspasando como si no lo conociera. Aquella sombra que había visto desde el inicio del curso, esa amenaza dorada, había resultado ser real y ahora la tenía frente a él.

-¡Tienes que calmarte, ¿vale?! ¡Nadie va a hacerte daño!

La joven lo miró con ira y los tentáculos asomaron por el suelo alrededor de la joven.

-¡Elyon, soy yo! ¡Snape! ¡Míster humildad! ¡¿Recuerdas?! ¡El mago idiota de la ropa deprimente! -le mantuvo la mirada con las palmas extendidas hacia ella, en señal de calma y rendición- ¡Tú Protector!

…..

No podía distinguir el rostro deforme y borroso del joven, pero reconoció su voz grave, que retumbó en su pecho. Quiso llorar de puro alivio. Había acudido en su ayuda, como siempre. Escuchar su voz la calmó, ya no estaba sola. Juntos podían salir airosos de aquello, por complicado que fuera. Pero antes debía volver el silencio, esa canción que la torturaba tenía que parar.

…..

La joven lo miró con angustia y los tentáculos retrocedieron hasta desaparecer. Acto seguido gritó con fuerza y se llevó las manos a los oídos, como si algo la estuviera ensordeciendo. La embestida del calor y la magia de la chica se hizo más fuerte, haciéndole resbalar hacia atrás sobre los adoquines. Ahogó un gemido de dolor, podía ver la piel quemada de sus manos. Si eso estaba pasando con el conjuro protector de los elfos, no quería ni imaginar qué sería no tenerlo alrededor. Se agachó más para hacer menos resistencia a ese huracán que los rodeaba, y paso a paso, siguió acercándose, aun resbalando hacia atrás alguna vez.

-¡Elyon, tienes que calmarte! ¡Te vas a matar! -le gritó- ¡Estamos todos aquí, se acabó! ¡No estás sola!

Pero seguía encogida contra la pared del edificio que se lamentaba de forma amenazante. Con esfuerzo avanzó los últimos metros, hasta tenerla justo delante.

-Elyon, para -le suplicó.

La joven lo miró a los ojos. Estaban agotados y llenos de lágrimas, pero también de una rabia tan intensa que los hacía brillar dorados.

-No deja de sonar -sollozó la chica- Solo quiero que vuelva el silencio.

Snape se lanzó contra ella y la abrazo, ahogando un gemido de dolor. Su cuerpo ardía tanto como el fuego que los rodeaba. Era como sostener metal al rojo.

-Puedes hacer que vuelva el silencio -le susurró-. Cierra tu mente, como tantas veces hemos practicado.

La chica seguía encogida entre sus brazos, tapándose los oídos.

-Estoy aquí -tenía la mandíbula apretada por el dolor, pero se negaba a soltarla-, y no te voy a dejar. Me quedo contigo -la abrazó con más fuerza contra su propio cuerpo-. Me quedo… contigo.

…..

Podía escuchar los latidos del chico apoyada contra su pecho, y el retumbar de su voz profunda por encima de la canción que seguía sonando en bucle.

-Me quedo contigo.

Inspiró con fuerza ahogando un sollozo y cerrando los ojos.

-Me quedo… contigo.

La voz de la canción comenzó a cambiar, dejó de ser siniestra y masculina. Se volvió más aguda, dulce y familiar. Era la voz de su madre. Las lágrimas recorrieron sus mejillas. Su madre la arrullaba como había hecho tantas otras veces, hacía ya muchos años.

"Lobo, lobo, ven junto a mi hoguera,

te daré calor, te daré alimento,

pero promete quedarte a mi lado.

Entre los árboles su voz resuena,

aullando por frío bajo la nieve."

-Precioso lobo viniste a mi hoguera -comenzó a cantar ella con voz débil, acompañando la voz de su madre a medida que se calmaba-. Te di calor, te di alimento y junto a mí te quedaste al fin.

Suspiró largamente con cansancio. El dolor bajó de intensidad, hasta casi desaparecer, y todo comenzó a darle vueltas aun teniendo los ojos cerrados. Se sintió caer en la nada, aunque sabía que no caería, porque él la sostendría pasara lo que pasara.

…..

Las llamas a su alrededor perdieron fuerza hasta extinguirse, dejando paso al humo que los envolvió como niebla. La respiración de la chica se ralentizó y su cuerpo se relajó, hasta que su cabeza cayó hacia atrás.

Snape se apresuró en comprobar que seguía respirando, y cuando se aseguró de que sí, suspiró aliviado. Con esfuerzo se puso en pie y cargó el cuerpo de Elyon en sus brazos. Le dolía todo, y al dar un paso sus piernas flaquearon. Estuvo a punto de caer al suelo. Se recompuso con toda la fuerza y voluntad que le quedaba, y comenzó a andar para salir de allí y volver junto al resto. No supo cuánto había avanzado cuando escuchó al edificio gemir por última vez antes de derrumbarse, llenándolo todo de polvo de escombros.

…..

Azrael miraba entre el humo con desesperación, más aún cuando escucharon caer el edificio. No lo habían vuelto a dejar adentrarse allí, no podían permitirse el riesgo de perder a los dos últimos de las Grandes Familias la misma noche. Si Elyon seguía viva y el chico no había muerto quemado, se encargaría de traerla de vuelta.

Entre el aire denso y espeso distinguieron una silueta oscura que avanzaba tambaleante. El elfo se apresuró en acercarse a Snape, que caminaba cojeando con el cuerpo de su nieta en brazos. El mago lo miró a los ojos y le tendió a Elyon para que la cogiera. El chico tenía un aspecto lamentable: su ropa estaba manchada de hollín y polvo, y quemada en algunas partes. Su piel no tenía un aspecto mucho mejor, tenía quemaduras severas en manos y el rostro, y seguramente también bajo la ropa. Sus ojos estaban rojizos por el humo y el calor, pero mantenían una mirada firme y desafiante.

Azrael cogió a Elyon en brazos, y en cuanto el chico quedó libre de esa carga se desplomó con cansancio hacia adelante. Kove y Heon, que habían corrido tras Azrael, impidieron que cayera al suelo y lo cargaron juntos, cada uno pasando uno de los brazos del chico sobre sus hombros.

-Eres el loco más temerario que he visto en mi vida -le dijo Heon con una sonrisa ladeada-. Y te lo estoy diciendo yo.

-Gracias -le dijo Azrael al mago con voz queda.

Snape solo acertó a asentir antes de notarse desfallecer de nuevo, sus piernas perdieron fuerza y quedó prácticamente colgado a peso de los elfos que lo sujetaban.

-Aguanta un poco más, chico -lo animó Kove.

Se apresuraron a volver al palacio para que Torlok pudiera atenderlos a ambos lo antes posible. Elyon seguía inconsciente y con la respiración débil, y Snape apenas podía caminar incluso sujeto por Heon y su maestro, había momentos en los que perdía la consciencia durante algunos segundos.

Se dio la orden de cancelar las celebraciones y cerrar la ciudad, que se registrara cada calle, edificio a edificio, y elfo a elfo. Hasta que el proceso terminara todos eran sospechosos de ser sublevados. Se llamó a todos los rastreadores disponibles para, por primera vez en mucho tiempo, interrogar a los elfos mediante la legeremancia por mucho descontento que eso fuera a causar, ya que atentaba contra la intimidad de los ciudadanos. También se mandaron águilas y cuervos con la voz de alarma y las órdenes de registro en todos los pueblos. Debían acabar con los sublevados de una vez por todas.

…..

Habían llevado a ambos a la casa en la que se hospedaban los amigos de Elyon al ser más grande y tener varias camas disponibles, aunque esa noche difícilmente dormiría alguien.

Grace le había pedido a Torlok ayudarle con la sanación, ya que era estudiante de esa especialidad, sabía del trabajo del elfo y quería aprender todo lo posible. Torlok aceptó sin objeciones, cuantas más manos disponibles mejor. Tanto Elyon como Snape debían ser tratados con urgencia para que las lesiones por magia no se agravaran con el transcurso de los minutos.

La joven pelirroja e Iyala desvistieron a Elyon y la metieron en una bañera llena de xitella, una poción para contrarrestar las quemaduras externas e internas que la extracción de magia le había provocado. Ambas vieron con aprensión las marcas amoratadas de la piel en todas las articulaciones del cuerpo de la semielfa, y algunas otras en su abdomen y tórax. Mientras mantenían su cuerpo sumergido, consiguieron, con cuidado, hacerle tragar otra poción regenerativa.

Snape estaba en una de las habitaciones dobles. Finalmente había se había desmayado nada más entrar en la casa, cayendo tan a peso que arrastró a Heon al suelo. Consiguieron despertarlo para llevarlo al dormitorio, Torlok lo necesitaba consciente para comprobar su estado.

Tras revisar que no había perdido la vista ni tenía lesiones en ella y que el resto de los daños eran externos, el elfo trató las diferentes quemaduras, algunas de ellas bastante serias. Las vendó y le administró una pócima para dormir. Por cansado que estuviera, el dolor no le iba a dejar descansar, sobre todo porque tenía quemaduras de diferente índole por todo el cuerpo, así que era imposible que se recostara sin hacer presión en alguna de ellas.

El ambiente en la vivienda no se calmó hasta que metieron a Elyon en la cama. Las marcas en su piel eran ahora menos intensas, su temperatura corporal había bajado a una fiebre tenue y su respiración se había normalizado, ya no era débil y superficial.

-Muchas gracias por la ayuda, tienes buena mano -le dijo Torlok a Grace recogiendo el material de sanación.

-A usted por dejarme ayudar -la pelirroja se sonrojó-. Yo… sé que ha sido una noche movida y eso, pero… quería saber si acepta alumnos en prácticas una vez terminados los estudios en Hogwarts. Pensaba enviarle una carta de solicitud, pero creo que es mejor pedírselo personalmente. Para mí sería todo un honor aprender de usted.

El elfo se la quedó mirando y dibujó una pequeña sonrisa educada.

-La lista de solicitud es larga y no suelo aceptar practicantes -la tímida sonrisa de la bruja fue desapareciendo-, pero he visto tu potencial esta noche y cómo te desenvuelves en situaciones de estrés y urgencia, y con personas conocidas que lo hacen todo más complicado a nivel emocional. Así que cuando termines tus estudios no dudes en mandarme esa solicitud, tendrás un puesto asegurado en mi equipo.

-Gracias, muchas gracias -Grace se esforzó sobremanera en no levantar la voz de la emoción ni en dar saltitos, la situación no era la mejor para ello.

El resto del grupo estaba sentado en los sofás, en silencio y con el semblante serio. Johnny aún sujetaba la corona de Elyon y le daba vueltas entre sus manos con nerviosismo. Nuth y Feriel se sentaron junto a ellos.

-¿Estáis bien? ¿Necesitáis algo? -le preguntó Nuth.

Will y Johnny negaron con la cabeza.

-Respuestas -se limitó a contestar Lisa.

Ambos elfos se miraron entre ellos sopesando la propuesta.

-¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que Elyon hiciera todo eso? Es como… como si no…

-Fuera ella -Nuth terminó la frase.

-En el ataque a Hogwarts pasó algo parecido, pero la canalizadora explotó y se terminó de golpe -Grace tomó asiento junto a Johnny.

-Los elfos somos más sensibles al uso de la magia y está muy ligada a las emociones, como en vosotros cuando sois niños. Y por algún motivo existe una afección entre nosotros, una especie de… habilidad que se convierte en tara, que es rara, pero más propensa de padecer por un miembro de una Gran Familia -comenzó a explicar el primo de la semielfa.

-¿Elyon está enferma? -Will lo miró con preocupación.

-Más que eso, es una especie de mecanismo de defensa muy exagerado -lo corrigió Feriel-. Pero que puede llegar a ser crónico y activarse con demasiada facilidad ante cualquier estímulo, por leve que sea. Ese es su mayor peligro.

-Elyon manifestó ese mecanismo a menor escala en el primer ataque a Imtar y… nunca aprendió a gestionarlo -suspiró Nuth-. Lo de hoy ha sido…

-¿Y en qué consiste exactamente? -Lisa se humedeció los labios con inquietud.

-¿Sabéis lo que es un obscurial? -el elfo los miró atentamente.

-¡¿Es un obscurial?! -Johnny lo miró horrorizado ante esa posibilidad, habían estudiado algo al respecto en Defensa Contra las Artes Oscuras.

-No, por suerte no, pero a efectos prácticos se parece bastante -intentó hacerles entender-. Un obscurial es un ente propio que surge de la represión de la magia en un ser humano, crece hasta matarlo y se manifiesta a base de brotes descontrolados y muy destructivos. Un elfo que sufre riesyl, en inglés sería algo así como "estallido", comienza a absorber una cantidad de magia desproporcionada directamente de las corrientes y la expulsa de golpe para defenderse. Muchos ni siquiera pueden llegar a controlar esa magia, se extiende como una especia de fuego que arrasa con todo, otros, como Elyon, pueden controlarla, si no toda, sí gran parte de esa magia, para focalizar su defensa o su ataque.

-Esa especia de tentáculos de luz -musitó Will.

Feriel asintió.

-Sin contar que, obviamente, esas crisis lo destrozan todo, lo peor es que desgasta al elfo de una manera que no podéis ni imaginar… bueno, habéis visto a Elyon, podría no haber sobrevivido. La magia es una energía tan potente como la de un rayo, como la electricidad, por eso es importante catalizarla bien, saberla filtrar. El riesyl puede ser muy útil si se llega a controlar, no tiene por qué ser dañino, pero… es muy difícil de conseguir si este toma el control del elfo, que es lo habitual -los ojos de Nuth se llenaron de lágrimas-. Se nutre de las emociones negativas, normalmente miedo o ira. En momentos de mucha tensión la línea que separa el miedo de la ira es muy fina y Elyon… la traspasa con facilidad. Ella se alimenta de ira, que hace el proceso más virulento y se vuelve…

Nuth se quedó en silencio perdiendo el color, recordando aquella primera noche, recordando lo que su prima, de apenas tres años, consiguió hacer sin apenas pestañear.

-¿Elyon sabe lo que le pasa? -Grace lo miró con preocupación, ella vio de primera mano a su amiga entrar en ese estado de rabia casi irracional y daba miedo.

-No -respondió Feriel-. Nadie se lo ha dicho aún, porque no recuerda haber sufrido su primera crisis.

-Eso es una irresponsabilidad -se indignó Lisa.

-No sabíamos cómo abordar el tema -se defendió Nuth-. No tenéis ni idea de… no queríamos que recordara aquello, por su propio bien.

-Aun así, tiene que saber que tiene esa dolencia para evitarla ¿Cómo creéis que le va a sentar despertar viendo lo que ha hecho hoy? Más aún si podía haberlo evitado -insistió Grace-. Ha matado a gente… eso no es algo que… yo no podría con eso.

Nuth resopló con amargura.

-La muerte ha rondado a Elyon desde que atacaron a Imtar, por ser quién es. Es una lacra de la que no se va a poder librar, va a ser siempre su compañera de viaje.

Los cuatro magos lo miraron con indignación.

-Pues mejor que se la presentéis ya para que no se lo amargue -Johnny lo miró con desaprobación-. No ganáis nada barriendo el problema bajo la alfombra. Si es capaz de controlar parte de esa magia, yo creo que es capaz de centrarse lo suficiente para saber qué está haciendo y que no se le vaya de las manos.

-No digo que no tengáis razón, solo expongo lo que conozco. Todo ese problema escapa a mis conocimientos, solo sé que cuando entra en ese estado se vuelve peligrosa para todos y ella misma, y no sé cómo ayudarla -concluyó Nuth con pesar-. Ojalá nunca hubiera desarrollado el riesyl.

-¿Nadie más en la familia lo tiene? -Grace frunció el ceño.

-Azrael lo mantiene a raya desde siempre, es capaz de controlarlo, pero nunca ha sufrido una crisis como la de Elyon. Ha estado cerca, pero se mantuvo firme. Su riesyl es más leve.

…..

-Azrael, debes descansar -Rasmu le puso una mano en el hombro.

El elfo pelirrojo estaba sentado junto a la cama de su nieta, cogiéndola de la mano, mientras lloraba en silencio. En su otra mano aún sostenía la corona de Lizalos.

-Ha ido a peor muy rápido -musitó-. Yo… lo he vuelto a hacer todo mal. Desde el ataque no he conseguido no errar un paso y ahora… ¿Qué voy a hacer?

Kove suspiró junto a ambos elfos.

-Para empezar, contarle la verdad, ya no podemos seguir ocultándoselo. Para aprender a controlarlo tiene que saber -miró a la chica aún inconsciente-. Y luego… entrenarla y cruzar dedos para que funcione.

-No quiero que recuerde esa noche.

-Ya ha matado a más magos y elfos, no creo que…

-No lo compares, eso no fue una muerte rápida y limpia. No fue un accidente en defensa propia. Se recreó… y apenas había dejado de ser un bebé.

-Podemos hablar con ella sin abrir ese cajón -opinó Rasmu-. Prácticamente lo ha recordado todo, salvo eso. Lo está reprimiendo por propia iniciativa, y es posible que siempre quede bajo llave.

Kove palmeó el hombro de Azrael.

-Venga, duerme. Esta noche has hecho un gran esfuerzo, y solo tú puedes instruir a tu nieta. Yo puedo ayudarla a mantener la cabeza fría, el resto… mejor de mano de alguien que arrastra la misma dolencia y es capaz de utilizarla a su favor.

-Puedo dormir aquí mismo -hizo un ademán perezoso, dejando claro que se podían marchar.

-Aquí está segura, y hay más camas en la casa. Nosotros velaremos por ella -insistió Kove.

Azrael finalmente soltó a mano de su nieta y se levantó. Sintió el cansancio en su cuerpo, no solo por toda la magia que había usado para contrarrestar la de Elyon y proteger al mago y así mismo de acabar calcinados, sino también a nivel emocional. Se sentía perdido. En realidad, lo había estado desde la muerte de Ambara. En esa maldita pandemia no solo la había perdido a ella, perdió a lo que quedaba de las otras tres Grandes Familias.

Cuando se erradicó la enfermedad se encontró solo para hacer frente a toda la responsabilidad de salvaguardar a los suyos justo cuando ambos pueblos se unieron en uno solo, con todo lo que aquello suponía, y con un hijo de cinco años al que debía criar sin el apoyo de nadie más, sin apenas tiempo que dedicarle, y al que fue perdiendo poco a poco. Su único hijo, que casi criaron otros y que empezó a andar su propio camino muchos antes de lo que hubiera debido. Quería a Lizalos, pero sin Ambara que mediara entre ambos para equilibrar sus fuertes temperamentos, le fue muy difícil comunicarse con él. Liz siempre necesitó una familia, y él nunca se perdonó el no poder proporcionársela como era debido. Su hijo la terminó encontrando por sus propios medios.

Y sentía que con Elyon le estaba pasando lo mismo. Le aterraba perderla como a su hijo, pero no sabía cómo tratar con ella, con casi un calco de Lizalos. Apenas la conocía realmente, había estado lejos de ella gran parte de su vida, sentía que a cada paso que conseguía cercarse, inmediatamente después daba tres hacia atrás. Su consuelo era que Elyon parecía querer llevarse bien con él, y ponía de su parte mucho más que su padre. Daba gracias que hubiera sacado eso de Ania.

Fuera como fuera, la situación de su nieta era muy complicada. Demasiada presión para alguien tan joven que se había criado al margen de todo, y demasiados peligros e intereses rondándola constantemente. Su tiempo de niñez terminó en el mismo momento que volvió a pisar Imtar, y eso era algo que a Azrael lo destrozaba por dentro.

Los tres elfos salieron de la habitación entornando ligeramente la puerta, para poder seguir controlando lo que pasaba en ella. No pensaban bajar la guardia.

Poco a poco la casa quedó en silencio a medida que los que allí se encontraban fueron quedando dormidos, acomodados ahí donde pudieron. Kove, Nuth, Heon y Feriel decidieron hacer turnos para asegurarse de que todo seguían en orden, la última vez que bajaron la guardia durante la noche tras un ataque casi se llevaron a la semielfa. También se asegurarían de que tanto Elyon como Snape no empeoraban súbitamente, Torlok se había quedado en la casa por si acaso lo necesitaban con urgencia.

Durante la madrugada, en la habitación de la chica, algo se escurrió por las ventanas que daban al minúsculo balcón, y en silencio, amparado en las sombras, se acercó hasta la cama.

…..

Escuchó un sollozo lejano. Soñolienta y algo mareada abrió los ojos, todo estaba oscuro y olía a humedad. Olía muchísimo a humedad y cerrado. Se incorporó con torpeza, le dolía el cuerpo, como si le hubieran dado una soberana paliza. Todo le dio vueltas cuando se sentó en el suelo de piedra fría. Sentía las muñecas pesadas y bajó la vista a sus manos, llevaba dos anchos grilletes con runas grabadas, unidos por una gruesa cadena. Frunció el ceño y parpadeó con fuerza. Poco a poco su cerebro empezó a funcionar con fluidez y fue consciente de lo que realmente pasaba. El pánico la atacó en el acto.

Su primer impulso fue quitarse las cadenas, pero en cuando usó la magia las runas de los grilletes brillaron y sintió un dolor lacerante. Ahogó un grito. Era como si le estuvieran cortando las muñecas para separárselas de los brazos. Miró a su alrededor asustada. Lo último que recordaba era estar en las fiestas y ver a un sublevado, desde ahí todo era muy confuso. Cogió su lágrima, no estaba roja, pero tampoco azul, tenía un color negro mate que tampoco le gustó un ápice, nunca la había visto así.

Forzó la vista para ver en aquella oscuridad. No estaba sola. Había más gente en aquella habitación, tumbados en el suelo. Se acercó a quien tenía más cerca, un hombre joven, lo cogió del hombro y lo zarandeó.

-¡Eh! ¿Estás bien? ¿Sabes dónde…? -el cuerpo se movió hasta quedar boca arriba, tenía los ojos abiertos y vacíos.

Se alejó de él a trompicones conteniendo un grito de horror. Con cuidado se acercó a una mujer. También estaba muerta. Comprobó cuatro cuerpos más, y desistió. Todos eran cadáveres de humanos y elfos. Comenzó a llorar en silencio sin darse cuenta ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba? Cerró los ojos fuerza, tenía que mantener la calma. Inspiró profundamente, aquello debía ser cosa de los sublevados, al final la debían de haber atrapado esa noche, así que la única manera de escapar era ser más lista que ellos.

Volvió a escuchar el sollozo, y no venía de fuera de la habitación. Forzó más la vista. En una de las esquinas había algo acurrucado. Metió la mano en su bota en busca de la daga, pero no estaba, gruñó con fastidio. Se levantó y se acercó con cautela. Era un chico, un humano, entre los doces y los catorce años.

-Tranquilo -le susurró agachándose junto a él- ¿Cómo te llamas?

El joven ni le contestó ni se movió, siguió sollozando.

-¡Ey! No estás solo, podemos salir de aquí.

-No… no se puede, otros lo intentaron y… -gimió el chaval.

Elyon miró a su alrededor, a todos aquellos cuerpos que ni siquiera quería contar.

-¿Qué ha pasado?

-No lo sé -sorbió por la nariz-. Yo iba camino a casa y… desperté aquí, con toda esta gente, ya había algunos muertos -soltó un sonido lastimero-. Esos hombres altos con la cara tapada por un pañuelo iban entrando de vez en cuando y se llevaban a alguien. Luego venían los gritos y… a veces traían los cadáveres y a veces no volvíamos a ver a quién se habían llevado -le tembló la voz-. Yo no quiero morir… esto es muy raro, algunos tienen las orejas de punta, como los duendes… tiene que ser una pesadilla, tiene que serlo -comenzó a llorar de nuevo.

Elyon tragó saliva, aquel chico era un muggle por cómo había hablado de los elfos ¿Por qué lo sublevados habían cogido a muggles?

-¿Cuánto llevas aquí?

-No lo sé, creo que unos tres días, pero no lo sé.

La semielfa se acordó entonces del anillo verde que le había dado Kove, pero al bajar la vista a sus manos vio que no lo llevaba. Tenía que pensar otra manera de pedir ayuda, seguro que la estarían buscando.

Cerró los ojos y se concentró, pero en cuanto intentó rastrear a su alrededor los grilletes brillaron y volvió el dolor lacerante. Ni siquiera podía recurrir a aquello para mapear el entorno.

-Tú tranquilo, saldremos de aquí vivos -le aseguró al chaval.

Se levantó y, con una mueca de aprensión y un nudo en el estómago, comenzó a registrar los cadáveres en busca de algo que pudiera ser útil. Alguna varita escondida, un cuchillo, un pasador de pelo con punta, cualquier cosa. Rebuscando entre la ropa de un hombre que habría rondado la cuarentena encontró, en la pernera, una varita que por suerte no parecía dañada. Intentó quitarse los grilletes con ella, pero no funcionó. Se le saltaron las lágrimas de nuevo por culpa del dolor en las muñecas, pero por lo menos con la varita podía llegar a conjurar algo.

Inspiró con fuerza para infundirse ánimos. Conjuró un Lumus y por fin la habitación se iluminó. Apretó la mandíbula con fuerza, tenía la sensación de que en cualquier momento vería correr la sangre bajo los grilletes.

El chico se la quedó mirando con asombro mientras ella inspeccionaba la sala, que era mayor de lo que había creído al principio.

-¿Cómo haces eso? -el joven se acercó con curiosidad.

Pudo verlo bien. Era un chico de catorce años, moreno y con el pelo corto, de ojos castaños y brillantes. Era bastante guapo a pesar de estar sucio y tener unas ojeras terribles.

Cuando no pudo soportar más el dolor finalizó el conjuro, y la oscuridad volvió aún más negra que antes. Ya sabía dónde estaba la puerta.

-¿Crees en la magia? -le preguntó Elyon.

-¿En la prestidigitación o en la de los cuentos? -el chico la miró confuso.

-La de los cuentos.

-No.

-Pues es buen momento para empezar a creer en ella -se limitó a responderle la semielfa, quitándole un coletero a uno de los cadáveres para recogerse el pelo, llevarlo suelto iba a ser muy molesto para todo lo que le iba a tocar hacer, y ya tenía bastante con los grilletes.

-Esto tiene que ser una maldita pesadilla.

-Escucha…

-Thomas.

-Escucha, Thomas -prosiguió con calma, pero con firmeza-. Esto es muy real, necesito que te lo creas. Y si quieres salir de aquí con vida, necesito que hagas lo que te digo sin cuestionar nada ¿De acuerdo?

El chico asintió. Elyon se acercó a la puerta, probó un Alohomora, que no funcionó. Al menos esa vez el dolor pasó con rapidez.

-Vale, tendremos que pasar al plan B -musitó.

-¿B? ¿Y cuál se suponía que era el A? -Thomas la miró receloso.

…..

Unos pasos resonaron en el pasillo y la puerta se abrió, arrojando luz al interior de la mazmorra. Un hombre alto y robusto entró directamente a por el muggle, que estaba acurrucado contra una de las paredes.

-¡No, por favor! ¡No! -gritó el joven cuando lo cogió del cuello del jersey y lo levantó.

Thomas intentó zafarse y se revolvió sin éxito. Entonces su captor cayó de rodillas liberándolo, dándose la vuelta. Recibió una serie de golpes más que lo dejaron inconsciente.

-¡Guau! -silbó el chico con admiración.

Elyon se apresuró en registrar al sublevado, había sido una suerte tumbarlo teniendo las manos encadenadas. Le quitó la daga que llevaba y la espada, buscó algún tipo de llave para librarse de los grilletes, pero no hubo suerte. Antes de ponerse en marcha se quedó mirando al sublevado ¿Qué debía hacer con él? Cuando despertara daría la voz de alarma, y no sabría si para entonces ya habrían podido escapar, aunque seguramente algún otro sublevado aparecería pronto si ese no regresaba pronto a donde quiera que tuviera que ir. Cogió la daga y se la colocó entre las costillas, justo sobre el corazón. Exhaló con pesadumbre y las manos temblorosas, la mejor opción era acabar con él, el elfo no iba a tener piedad con ellos ¿Por qué ella debía tenerlo con él? Sería un sublevado menos del que preocuparse e igualmente se lo merecía. Pero acabar con él mientras estaba inconsciente ¿Era lo más piadoso o lo más rastrero que podía hacer? Agarró la empuñadura con fuerza mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, no se veía capaz.

-Elyon, sea lo que sea que vayas a hacer, hazlo ya, antes de que lleguen más -le urgió Thomas con inquietud.

Cerró los ojos y retiró el cuchillo, definitivamente no podía, ella no era así, aunque la situación lo exigiera. Se limpió las lágrimas del rostro, y se guardó la daga en la bota.

-Vamos -le dijo al joven saliendo con cuidado de la mazmorra cerrando la puerta, con la espada sujeta y lista para atacar, a pesar de que era demasiado pesada para ella.

Había conseguido meter la varita por su grillete derecho, estaba ahí a presión y le molestaba muchísimo, pero le permitiría lanzar conjuros mientras sujetaba la espada.

Avanzaron con cuidado por pasillos oscuros, solo iluminados por pequeños puntos de luz mágicos, colocados en altura a intervalos regulares. La semilefa se asomó antes de girar un recodo y volvió a retroceder haciéndole una señal al muggle para que se parara. Había algo en el pasillo, tres bestias grandes de color negro y enormes ojos vacíos de color azul, que brillaban en la semioscuridad. Eran matagots. Maldijo para sí misma, no quería enfrentarse contra criaturas mágicas, menos aún con los grilletes y prácticamente sin poder usar magia. Decidió que lo mejor era buscar otro camino e ir aún con más cuidado. Los matagots eran buenos cazadores y era obvio por lo que los sublevados los tenían allí como guardianes. Si encontraban su rastro, su huida tocaría su fin.

Por mucho cuidado que tuvieran, allí donde estuvieran había demasiado eco, y sus pisadas resonaban. Estaban subiendo unas escaleras de caracol cuando el jaleo llegó hasta sus oídos. Se habían dado cuenta de que habían escapado.

-Mierda -gruñó.

Escucharon unos resoplidos subir por la escalera y el corazón de Elyon se desbocó.

-Corre -estiró de Thomas para que empezara a correr.

Ambos subieron a toda prisa, sin preocuparse de si hacían ruido o no, ya sabían que habían huido y los matagots seguían su rastro. Cuando llegaron al piso superior Elyon esperó escondida al final de las escaleras y en cuanto uno de los animales llegó hasta su posición se movió con rapidez alcanzando al animal en el pecho. El enorme gato cayó al suelo gimoteando de forma lastimera.

La semielfa vio que tras ese llegó otro animal que se lanzó sobre ella con una agilidad asombrosa, tirándola de espaldas. Utilizó la cadena de los grilletes como barrera para mantener las fauces del matagot lejos de ella, metiéndosela en la boca. El problema es que al mismo tiempo que intentaba morderla utilizaba sus zarpas, y esas sí la alcanzaron. Elyon consiguió apoyar los pies en el abdomen del gato y lo lanzó por encima de ella, pero el animal cerró la boca asiendo la cadena y manteniéndola apresada.

-¡Incendio! -gritó la semielfa a la desesperada.

Una lengua de fuego salió de la varita y fue directa a la cara de la bestia, que soltó la cadena para alejarse de calor. Elyon recogió la espada y mató al animal antes de que este pudiera contraatacar.

-Ha sido una pasada -el muggle la miró boquiabierto.

La chica lo observó mientras recuperaba el aliento. Ella no pensaba lo mismo, no quería matar para salir de allí, menos aún a animales que simplemente se limitaban a hacer lo que les habían enseñado.

Aunque habían subido un piso entero, seguían estando bajo tierra. La poca luz que había entraba como haces a través de aperturas cerca del techo y no ayudaba a ver nada, debido al contraste con las zonas donde la luz no llegaba. Elyon supuso que aún estarían a dos o tres niveles de profundidad, tenían que seguir ascendiendo.

Habían terminado en un pasillo sumido en un silencio sobrecogedor. Avanzaron con cuidado, sus pisadas seguían haciendo demasiado ruido en el suelo de piedra húmeda. Un repiqueteo contra la piedra les hizo detenerse. Claramente eran pisadas y en cuanto en el fondo del pasillo vieron brillar ligeramente seis alfiles supieron con qué se iban a topar si seguían avanzando. Elyon cogió a Thomas del brazo y lo arrastró con ella, pegados a la pared para que los haces de luz no les dieran y mantenerse así ocultos todo el tiempo extra posible.

Llegaron a una encrucijada en cuyo centro se alzaba una enorme columna hueca de forma sinuosa, como troncos anchos de piedra que se entrelazaban entre ellos. Apremió al chico para que se metiera entre los huecos que los troncos dejaban y ella lo siguió. Se escurrieron hasta la base de la columna y se agazaparon, desde allí podían ver lo que pasaba en la encrucijada entre los huecos de aquella escultura estructural. La semielfa se puso un dedo en los labios para indicarle a Thomas que se mantuviera tan callado como pudiera. Elyon se cubrió la nariz y la boca con las manos para ahogar cualquier ruido, el muggle la imitó. La chica sabía que el punto fuerte de los matagots era el oído y luego la vista, su olfato no era mucho mejor que el de los elfos y humano, así que si conseguían que no los escucharan ni los vieran, pasarían de largo.

Los vieron acercarse por el pasillo. Eran tres. Su pelaje negro resplandecía como el terciopelo cuando atravesaban en su camino los haces de luz, antes de volver a perderse en las sombras hasta la siguiente franja iluminada, haciendo entonces que sus ojos brillaran aún más en la penumbra.

Elyon sentía el corazón latiendo en su garganta, cerró los ojos con fuerza rogando porque no dieran con ellos. Ella sola no podía contra tres bestias sin magia, sin contar que mínimo una de ella se tiraría a por Thomas sin dudarlo y el chico, que temblaba a su lado, era una presa fácil.

Vieron las zarpas de los matagots justo frente a ellos, estaban mirando a su alrededor poniendo especial atención en los sonidos moviendo sus orejas, para saber hacia dónde ir. La semielfa miró de soslayo al muggle, que seguía ahogando su respiración con las manos mientras las lágrimas de pánico resbalaban por sus mejillas.

Finalmente, las zarpas se movieron y de alejaron de la columna. Ambos se relajaron y exhalaron con alivio. Entonces Thomas ahogó un grito de horror cuando algo lo agarró por la espalda y estiró de él con fuerza hacia arriba, sacándolo de su escondrijo antes de que Eyon acertara a agarrarlo.

-¡Thomas! -la chica intentó ir en su auxilio, pero otro matagot se interpuso en la salida metiendo una zarpa para alcanzarla. Elyon sacó la daga de su bota y lo atacó a través de uno de los huecos más pequeños, clavando la hoja en el cuerpo del animal que bufó con rabia, aunque aun así se mantuvo en su sitio.

Entre los gritos de horror y angustia del muggle mientras dos matagots se lo llevaban a rastras, resonó el eco de las pisadas a la carrera por el pasillo. Apretó la mandíbula e intentó salir por otro de los huecos de la columna, pero el animal no se lo permitió, es estaba encargado de mantenerla ahí dentro hasta que llegaran los sublevados. Se maldijo a sí misma por haberse metido ella sola en una jaula de piedra. Pero no pensaba volverse dejar a coger. Inspiró largamente y conjuró el Lumus Solem más potente que pudo, para cegar al animal y a todos aquellos que estuvieran los suficientemente cerca. El matagot se alejó a trompicones y ella aprovechó para salir, corriendo en post de los gritos de Thomas.

Escuchó al enorme gato seguirle los pasos a grandes zancadas, así que frenó en seco y preparó la espada. El animal no se lo esperó y se ensartó solo. Extrajo la espada y siguió corriendo por el pasillo para socorrer al muggle que no dejaba de gritar.

Un silbido recorrió el pasillo con rapidez y algo atravesó su hombro derecho. Ahogó un grito de dolor cayendo al suelo soltando la espada. Con lágrimas en los ojos miró su hombro y algo se le removió por dentro al ver una flecha atravesarlo. Aún en el suelo, aturdida, intentó mover el brazo derecho, pero fue incapaz, el dolor que le producía la asta era insoportable. Agarró la flecha con fuerza para intentar arrancársela, pero en cuanto la movió unos milímetros ahogó otro grito. No era capaz de hacerlo, no podía sacarse a flecha entera, y no tenía fuerza para partir la asta con una sola mano.

Los sublevados se acercaban con rapidez, en nada los tendrían encima. Sintió la rabia crecer de nuevo en su interior y sus manos arder. Se levantó del suelo y encaró al grupo de elfos. Iba a salir de allí con Thomas y nadie se lo iba a impedir.

Cogió de nuevo la asta de la flecha y la apretó, esta se prendió fuego y ardió allí donde ella la tocaba, hasta que se partió. Luego la cogió desde su espalda y con un alarido se la arrancó y la dejó caer al suelo. Respiró a bocanadas para calmar el dolor sintiendo la sangre manar de la herida, se mareó y estuvo a punto de vomitar. En cuanto se sintió mejor, alzó las manos encadenadas hacia el grupo de diez elfos que ya estaban prácticamente junto a ella. Ignoró el dolor en sus muñecas. Con un brusco movimiento levantó las manos por encima de su cabeza y todos los sublevados se elevaron del suelo como si una soga se hubiera enrollado en sus cuellos. Los elfos, colgados al a altura del techo, patalearon y jadearon luchando por respirar y librarse de aquel agarre intangible. Habían soltado sus armas, que habían caído al suelo con estrépito, para llevar las manos a sus gargantas como acto reflejo para liberarse.

Elyon apretó la mandíbula a medida que ceñía más ese nudo mágico alrededor de las gargantas. El dolor de sus muñecas aumentó y los grilletes empezaron a fundirse sobre su piel, quemándola.

Cuando muchos de los elfos dejaron de patalear o a moverse con menos energía, la semielfa bajó los brazos con fuerza, como arrastrando las cuerdas invisibles, de forma que todos cayeron contra el suelo golpeándose primero la cabeza. El sonido y el eco que provocó el golpe de sus cráneos contra la piedra debería haberle resultado desagradable a la chica, pero no podía sentir nada salvo rabia, y le dio igual que ninguno de los sublevados fuera capaz de volverse a levantar, y que algunos no volvieran a moverse o sufrieran fuertes espasmos.

Se miró las muñecas por fin liberadas de aquellos grilletes, estaban en carne viva. Ahora ya no tenía miedo, ya no necesitaba la varita ni la espada. Ahora era libre para salir sin apenas esfuerzo. Avanzó por el pasillo mientras la humedad del lugar se evaporaba allí por donde pasaba, acompañada de un sonido sibilante como si las paredes y el suelo hirvieran, llenando el lugar de vaho.

Por fin llegó hasta donde los matagots se habían llevado a rastras a Thomas. Hacía rato que el chico había dejado de gritar, pero lo había rastreado hasta girar un recodo al final de un pasillo donde la luz apenas llegaba. Allí había un cuerpo frente a una puerta, rodeado por los dos gatos enormes que encararon a la semielfa bufando. Elyon los miró fijamente y ambas criaturas recularon, y en cuanto la joven se acercó al cuerpo del muggle, estas la rodearon y escaparon a la carrera.

-Thomas -fue a cogerlo del hombro, pero en cuanto tocó la tela, esta pareció desinflarse.

Elyon frunció el ceño con desconcierto.

-Sigues siendo una niña muy fácil de manejar -dijo una voz a su espalda-. Basta con apelar a tus ansias de ayudar a los indefensos para llevarte hasta donde yo quiero.

La joven se giró. Allí estaba Thomas, bajo uno de los haces de luz, mirándola con una sonrisa cruel.

-¿Quién eres realmente? -fue lo único que acertó a decir.

El chico se acercó a ella saliendo de ese haz de luz y entrando en otro, acercándose. Para entonces su imagen había cambiado, ya no era un niño de catorce años, era un hombre de treinta y pocos y sus ojos castaños se habían vuelto rojizos. Era el mismo hombre que había visto en Azkaban entre los dementores. Elyon perdió el color en las mejillas.

-Veo que me reconoces -sonrió con maldad.

-¿Cómo…?

-Gracias a ti -alargó la mano hacia ella con una ligera reverencia, con lo que pretendía ser un gesto cortés y respetuoso-. Bueno, aún no… pero lo vamos a solucionar en breve, preciosa. Si consigues sobrevivir a esto, prometo tratarte como a una verdadera reina. Puede que hasta podamos llegar a entendernos, con el tiempo -le dijo con un tono que le produjo un desagradable escalofrío.

Elyon se levantó de golpe dispuesta a atacarlo con una expresión feroz y la piel de sus manos y venas brillando con intensidad.

-Sylha -pronunció Voldemort con calma y firmeza, y una sonrisa de satisfacción en el rostro.

En el suelo brilló un dibujo circular, llenó de extrañas runas, dentro del cual estaba Elyon.

La joven sintió que le faltaba el aire y se desplomó. Por todo su cuerpo se extendió un doloroso calambre que ardía, intentando salir hacia afuera a través de su cuerpo, desgarrándolo todo a su paso.

…..

Todos se despertaron en el acto al escuchar los gritos de Elyon, que resonaron en la casa poniéndoles los pelos de punta. Azrael entró en la habitación el primero, justo después de Nuth, que había estado de guardia. Lo que encontraron les heló la sangre. Elyon estaba en la cama retorciéndose de dolor con unos gritos tan agudos y desesperados que por poco pararon el corazón de su abuelo. Sus manos resplandecían como en un brote de riesyl. Bajo la cama brillaba un dibujo conocido por el elfo, un Círculo de Extracción. Corrió junto a su nieta, aunque para sacarla tuviera que adentrarse él mismo allí sufriendo las consecuencias.

Antes de llegar al Círculo se golpeó contra una barrera que se activó en el suelo, y que englobaba todo el conjuro que estaba destrozando a la joven.

-¡Elyon! ¡Elyon! -el hombre golpeó la barrera con fuerza.

Se concentró todo lo que pudo entre los gritos de su nieta, hasta sentir sus manos arder. Pero el muro se mantuvo en su sitio.

-Esta barrera no la vamos a poder mover, es contra elfos -Rasmu la examinó con horror.

Intentó conjurar algo, pero fue inútil, la barrera absorbió el conjuro como si nada.

-¡Elyon! ¡Elyon, reacciona! -gritó Iyala aporreando el muro- ¿Está consciente?

-Creo que no -Rasmu se fijó en ella, que tenía los ojos cerrados todo el rato.

-¿Cómo la sacamos de ahí? -Heon miró a Azrael sin saber qué hacer.

-Despertad al mago.

-¿Qué? -Torlok lo miró sin dar crédito.

-Ya la sacó del trance una vez.

-¡Está casi en las últimas, no ha tenido tiempo de descansar, no lo voy a despertar para meterlo ahí! ¡¿Quieres acabar matándolo?! -el sanador lo miró con indignación.

-¡Mejor él que Elyon! -lo encaró con contundencia.

Torlok torció el gesto con desagrado y con un gruñido de frustración corrió a despertar a Snape.

Azrael volvió a concentrarse en la barrera, por muy antielfos que fuera, si aplicaba la suficiente magia quizá podría hacerla colapsar.

-Azrael para, nunca has sufrido un crisis -lo interrumpió Rasmu-, y este sería el peor momento para tenerla.

El elfo apretó la mandíbula, sabía que tenía razón, pero ver cómo estaban torturando a su nieta sin poder hacer nada por evitarlo era demasiado. Abrió y cerró los puños para relajarse y que estos se enfriaran.

Rasmu siguió examinando la situación, intentando ignorar los gritos de la chica y cómo se retorcía por el martirio que suponía esa práctica. Se centró en el dibujo del Círculo, había algo extraño en él.

-Está al revés -musitó- ¡Está al revés! ¡El Círculo está en modo espejo!

Kove y el resto lo miraron intentando entender lo que les decía.

-No lo han dibujado aquí, si no en el techo de la planta de abajo, por eso no lo hemos visto hasta ahora y no han servido las medidas de protección. No lo han dibujado en esta casa.

Heon corrió hacia el ventanal abriéndolo de golpe, conjuró una cuerda que se agarró a la baranda de piedra y de un salto se descolgó para llegar a la planta de abajo, impulsándose como un péndulo. Escucharon una ventana romperse. Kove, Azrael, Nuth y Feriel lo imitaron segundos después. Iyala se apresuró en seguirlo, pero Rasmu la cogió del brazo.

-Te vamos a necesitar aquí con Torlok, por si acaso fuera todo una trampa. Que el mago haga desaparecer la barrera y, en cuanto podáis, arrancáis a Elyon del Círculo.

La elfa asintió y Rasmu siguió al resto de elfos a la planta de abajo por el balcón.

…..

La lucha en el piso de abajo era frenética. Los sublevados que había allí estaban preparados para proteger el Círculo si daban con él, lo que no esperaban era que Heon irrumpiera por la ventana de aquella manera, cayendo al suelo entre una lluvia de cristales, pero levantándose con rapidez ya con la espada en la mano y atacando sin titubear.

Tras él llegó el resto de la escolta de Elyon, entrando en la estancia con un poco más de elegancia y equilibrio, pero con la misma contundencia que su predecesor. El último en llegar fue Rasmu, que se centró en aproximarse al Círculo que brillaba en el techo, intentando encontrar una manera de desactivarlo.

…..

Snape corrió hasta la habitación con zancadas inestables. Nada más lo despertó Torlok, escuchó los gritos de la joven y se levantó como un resorte para ir a socorrerla sin esperar a que el sanador le explicara la situación.

Elyon se retorcía en la cama curvando la espalda, sin dejar de gritar, mientras sus oídos y nariz sangraban de nuevo.

-Hay una barrera antielfos, la tienes que quitar tú. Del resto nos encargamos nosotros -le resumió Iyala, desesperada.

Snape sacó su varita y probó lo primero que se le ocurrió. Torlok e Iyala intentaron acercarse, pero toparon con la barrera. El joven mago gruñó. Estaba muy cansado y débil, no podía pensar con claridad. En esos momentos no tenía la capacidad de deshacer un conjuro así él solo, un conjuro que estaba seguro era de base élfica. Aún no tenía los conocimientos necesarios para contrarrestar esa magia.

Se giró a mirar a Atler, Matthew, Tonitini y Marti, que estaban junto a la puerta de la habitación mirando aquello con impotencia.

-Ha llegado el momento de ser útiles -les dijo.

Los cuatro jóvenes se acercaron con rapidez con las varitas en la mano, ansiosos por ayudar.

-Necesito que a mi señal lancéis el Finite Incantatem más fuerte que podáis.

-¿Finite Incantatem? ¿En serio? -Tonitini lo miró incrédulo y decepcionado.

-¡¿Se te ocurre algo mejor?! -le rugió el profesor, lo último que necesitaba ahora era discutir con él.

El joven bajó la vista, siendo consciente de lo delicada de la situación y de que el tiempo jugaba en su contra. Los magos alzaron sus varitas y se prepararon.

-¡Ahora!

Mientras los estudiantes se concentraban en ese conjuro, Snape probó a colapsar a barrera con otro más potente que no estaba destinado a hacerla desaparecer, si no a fortificarla, tal vez consiguiera así desestabilizarla lo suficiente para hacerla colapsar. El muro se hizo visible a sus ojos y pareció agrietarse hasta que escupió los conjuros y volvió a desaparecer.

Iyala alzó las manos y estas tocaron la barrera invisible.

-¡No! ¡No! -la aporreó con fuerza completamente frustrada y desesperada.

Torlok miraba con angustia a Elyon, que ya tenía la voz ronca y se movía cada vez con más dificultad.

-La vamos a perder -gimió en un susurro.

Iyala lo miró llorando, sin querer creerlo. No podían rendirse así.

Johnny miró la barrera. Todo conjuro tenía un punto débil. Él era listo, muy listo, maldita sea, era el momento de demostrar que su elevado cociente intelectual no solo servía con los libros. Era una barrera antielfos, así que tal vez… Acercó la mano y no topó con nada. Dibujó una sonrisa incrédula ¿De verdad era tan fácil?

En ese momento Elyon convulsionó escupiendo sangre. El hufflepuff apretó los dientes y corrió hacia ella cogiendo un poco de carrerilla.

-¡Johnny, no! -Grace no alcanzó a pararlo.

Saltó al interior del Círculo cayendo sobre la cama junto a Elyon. Fue como si algo estirara de él de dentro a fuera. Se quedó sin aire ante tal fricción que quemaba como el fuego, y a punto estuvo de desplomarse sobre el colchón. Con un grito ahogado de esfuerzo cogió a Elyon por los brazos y la arrastró para sacarla de la cama.

La espalda del mago se curvó cuando el latigazo de dolor aumentó y empezó a marearse, pero se negó a dejarse vencer, sabía que si no salía de allí ambos terminarían muertos, y seguramente él moriría antes que su amiga. Sin fuerzas para ponerse en pie se arrastró hasta caer del somier y estiró de la semielfa hasta que esta cayó sobre él. Las lágrimas se le saltaban por el dolor mientras contenía los gritos, aquello era peor que el Crucio. Empezó a marearse.

-¡Tonitini!

El chico miró sobre su hombro, Snape estaba junto al borde del Circulo tendiéndole un brazo, entrando lo justo en él y aun así su rostro se contrajo por el dolor. Junto a él estaban Lisa, Grace y Will. Johnny estiró el brazo y consiguió asir la mano de su profesor que estiro de él y arrastró a ambos.

El hufflepuff soltó un gemido lastimero cuando el dolor cesó mientras Lisa y Grace estiraban de él para sacarlo del todo del Círculo cuando Snape lo soltó para agarrar a Elyon junto a Will. Johnny se dejó caer en el suelo de espaldas.

-¡Maldito imbécil! ¡Te podrías haber matado, gilipollas! -lo regañó Lisa.

-Vaya boca tienes cuando te enfadas ¿Y besas a Will con ella? -río por lo bajo el chico-. Había que sacar a Elyon y ya sabes lo que dicen de un hufflepuff: "moriría por ti" -repuso con orgullo y cansancio.

-¿Y no había otra forma de demostrarlo, idiota? -bufó Grace.

Ambas brujas ahogaron risas nerviosas llenas de alivio, por lo menos había conseguido su propósito.

Mientras tanto Snape acomodó a Elyon en sus brazos para alzar su cabeza y ayudarla a respirar, el sonido de su respiración tenía muy mala pinta, gorgoteaba.

-Vamos, vamos, despierta -le murmuró retirándole el pelo de la cara.

Los jóvenes magos la miraron con preocupación.

Al ir a comprobarle el pulso vio la sangre en su antebrazo izquierdo, manchando la manga de la camisa. Se la levantó y descubrió la Marca ensangrentada, como si la hubieran repasado a cuchillo, toda la zona estaba amoratada.

Inspiró hondo y apoyó su frente en la de ella, lo que iba a hacer ahora era un riesgo enorme para su tapadera, pero si el Señor Tenebroso la tenía presa era la única manera de recuperarla, Heon no estaba allí para encargarse.

…..

El dolor había cesado. Abrió los ojos aunque apenas pudo enfocar nada, su cuerpo pesaba como si fuera de plomo y le costaba respirar, sentía los pulmones encharcados y la boca le sabía a sangre. Voldemort seguía allí, fuera del Círculo, lo escuchó gruñir porque el proceso hubiera parado.

"Despierta" un susurro resonó en el lugar "Despierta".

Parpadeó con fuerza. En ese momento apareció sobre ella una figura masculina envuelta en una capa negra con capucha y el rostro cubierto por un pañuelo del mismo color.

-¡Despierta, ahora! -le gritó mirándola a los ojos con apremio.

Reaccionó al reconocer aquella mirada oscura y profunda, llena de preocupación. Lo último que escuchó fue el grito de rabia de Voldemort.

…..

Abrió los ojos de golpe inspirando con fuerza, acto seguido empezó a toser, sacando de su garganta y pulmones toda la sangre que no la dejaba respirar.

-Buena chica, buena chica -Snape la incorporó un poco más abrazándola de forma protectora-. Ya está. Se terminó.

Elyon se abrazó a esos brazos que la sujetaban y cerró los ojos con cansancio rompiendo a llorar. Todos los allí presentes respiraron aliviados.

…..

El Círculo del techo se apagó, habían conseguido sacar a Elyon de él. Rasmu sonrió y con un rápido movimiento acertó a un sublevado en el pecho con su espada.

Se agarró el muslo sangrante y gruñó, uno de aquellos elfos lo había alcanzado, pero no era nada que Torlok no pudiera sanar enseguida, apenas era una lesión superficial.

Entre todos habían conseguido reducir al grupo de doce sublevados. Habían dejado con vida a tres para interrogarlos, el resto estaban muertos o moribundos por la casa. Heon se estaba encargando de atar bien a los supervivientes y de saturar sus mentes para evitar que intentaran escapar, mientras Kove y Azrael inspeccionaban el resto de la casa. Nuth descansaba en el suelo contra la pared, sujetándose el hombro para contener la hemorragia, se lo habían atravesado desde la espalda. Había tenido suerte de moverse rápido, porque el ataque iba hacia el pulmón. Feriel tenía una brecha en la ceja que no dejaba de sangrar y un corte bastante feo en el costado, pero que no parecía grave. Heon había recibido un cabezazo en el rostro que le había roto la nariz, aparte de eso estaba bien. Los únicos que estaban completamente ilesos eran Kove y Azrael.

Una vez comprobaron que en la casa no quedaba nadie más, Kove fue en busca de refuerzos. Rasmu, mientras tanto, encontró aquello con lo que habían pintado el Círculo de Extracción y la barrera mágica: un líquido espeso y plateado, sangre de unicornio. Cogió la brocha que había en el interior del cubo en el que habían desangrado al pobre animal y con ella interrumpió el conjuro emborronando los dibujos del techo, de manera que no pudieran volver a activarse, era una solución temporal hasta que pudieran hacerlos desaparecer del todo. Repitió el proceso en todas las habitaciones, habían preparado el conjuro bajo todas las camas. Era obvio que iban a por ella y que habían cubierto todas las posibilidades al no saber dónde dormiría la chica tras el ataque. Iban a tener que revisar los pisos inferiores a la casa de Heon y Azrael.

Iyala entró en la casa descolgándose por el balcón.

-¿Está bien? -Azarel corrió a su encuentro.

-Sí, la está atendiendo Torlok. Es un milagro, pero sobrevivirá, aunque va a necesitar mucho descanso, esta vez sí ha habido lesiones internas, aunque no severas -respondió con calma-. Gracias a los astros que tanto Severus como sus amigos son humanos y han podido sacarla del Círculo a tiempo.

El elfo exhaló con alivio.

-¡Nuth! -la elfa miró con preocupación a su hijo.

-No es nada, mamá -el chico le quitó importancia mientras seguía taponando la herida-. El otro ha quedado peor.

Al poco llegó Kove junto a más soldados, que se llevaron a los sublevados a las celdas para interrogarlos, y a los cadáveres para su identificación. Iyala y Feriel acompañaron a Nuth para que Torlok lo examinara.

Heon entró en la habitación donde la pelea había sido más encarnizada.

-Azrael, he encontrado algo y no te va a gustar.

Tanto él como Rasmu y Kove lo siguieron. El elfo los guio hasta un pequeño cuarto, un trastero que habían ocultado tras un pesado armario. Allí dentro había dos potrillos de unicornio muertos dentro de un círculo de conjuración.

-El dibujo es el mismo que encontramos oculto en las mazmorras de Hogwarts, en donde retenían a los alumnos -les dijo.

Rasmu se acercó a examinar las runas.

-Por los astros… ¿Por qué no me dijisteis que habíais encontrado algo así en el colegio? -musitó.

-El entendido en este tipo de magia arcana eres tú. Nosotros simplemente pensamos que era parte del Círculo de Extracción que estaban preparando -Heon se encogió de hombros.

-Y en parte lo es. Esto es para devolver la vida a los moribundos o muertos que no han cruzado a otro lado utilizando a seres vivos.

-¿Cómo? -Kove lo miró horrorizado.

-Este círculo está conectado al de Extracción. Con la magia de Elyon podían activar este para extraer la vida de unas criaturas y dársela a otra. Es un sacrificio, una aberración. Una vida, o tantas como uno quiera, por otra. Cuantas más, más fuerte la resurrección, más imparable y resistente el resultado. Eso sin contar la magia que también se le puede otorgar para luego utilizar como le plazca.

-Esto no ha de llegar a los oídos del Ministerio de Magia -ordenó Azrael con tono quedo-. Por eso no se llevaron a Elyon a otra parte cuando tomaron Hogwarts y encerraron a los niños en dos salas separadas, todos allí hacinados. Pensaban sacrificarlos para traer a Voldemort a la vida.

-Fueron los mortífagos quienes asaltaron el colegio -puntualizó Heon.

-Pero esta magia es antigua y quedó custodiada por nosotros hasta que los sublevados se la proporcionaron a Voldemort, y si te fijas, lo han completado y perfeccionado los elfos -Rasmu señaló algunas de las runas-. Los magos nos echarán toda la culpa sin dudar para lavarse ellos las manos.

-¿Entonces lo han devuelto a la vida? -preguntó Kove con preocupación.

-¿Con dos potrillos tan jóvenes? Lo dudo mucho -respondió Rasmu-. Pero es muy probable que haya ganado la fuerza suficiente como para no terminar de desaparecer, seguramente encuentre la forma de seguir alimentándose de otros. No debemos bajar la guardia a partir de ahora.

-Voy a interrogar a los sublevados -gruñó Kove-. Les soltaremos la lengua para conseguir más información.

-Te acompaño -Heon lo siguió-. He rastreado la casa y ya no hay nada aquí, esa maldita cosa en la que se ha transformado Voldemort se ha escurrido hace rato como la última vez.

Kove asintió y ambos salieron juntos de la casa.

…..

Azrael entró en la habitación intentando hacer el menor ruido posible para no alterar el ambiente calmado que ahora reinaba en la casa donde los habían reubicado tras comprobar que era segura.

Elyon dormía en la cama, sujetando la muñeca de su Protector, que estaba sentado en el suelo junto a ella, recostado contra el colchón, mientras con la mano libre acariciaba distraídamente la cabeza de la chica. El mago estaba más dormido que despierto, se le veía completamente agotado, con unas profundas ojeras casi negras que contrastaban con su piel en esos momentos más pálida, vendada y cubierta de ungüento ahí donde el brote de Elyon lo había quemado. Y aun así se mantenía a su lado, velándola, como había jurado hacer.

El chico alzó la vista y cuando reconoció al elfo se apresuró en levantarse. Azrael le hizo un ademán para que no se moviera y se mantuviera tranquilo. El hombre cogió una silla y se sentó junto a ellos.

-Torlok me ha dicho que está más tranquila.

-Sí -respondió con voz ronca-. Le ha dado una poción para dormir sin soñar, no había manera de que cerrara los ojos para descansar, tenía miedo de que el Señor Tenebroso se la llevara de nuevo a pesar de que le hemos dicho que eso ya no puede volver a pasar. Ha roto el vínculo con él.

Azrael alzó una ceja, sin terminar de entenderlo.

-Elyon ha expulsado la maldición de su brazo como quien saca el veneno de una mordedura -explicó mirando el antebrazo vendado de la joven-. No tenemos ni idea de cómo lo ha conseguido. Torlok supone que ha sido la mezcla de la magia que le ha otorgado el Círculo con sus ganas de escapar del trance.

-Es impresionante lo que ya es capaz de hacer sin haber recibido apenas orientación y siendo mestiza -su abuelo torció una pequeña sonrisa de orgullo.

-De mestiza tiene bien poco, apenas hay rasgos humanos en ella, al menos en lo que a magia se refiere -Snape la miró con un deje de tristeza, sabiendo lo que eso suponía para él.

El silencio se instaló de nuevo en la habitación.

-Quería pedirte disculpas, y espero que las aceptes -le dijo Azrael.

Snape se lo quedó mirando, frunciendo el ceño.

-Te he juzgado realmente mal. Ahora comprendo el empeño que tenían Kove y Elyon para que recuperaras el puesto. Has demostrado una dedicación extraordinaria e ibas a cumplir el juramento hasta sus últimas consecuencias.

El mago tragó saliva sin saber qué responder, aquella estaba siendo la conversación más larga que había tenido nunca con él.

-Mi intención era escoger a Mábraros y habría sido un error fatal. Todo por mi testarudez y estrechez de miras -se masajeó las sienes con hastío-. Como ves los prejuicios no son solo cosa de humanos, desgraciadamente.

-Entiendo perfectamente tus reticencias hacia mí -comentó Snape sin mirarlo-. Supongo que de estar en tu lugar tampoco habría escogido a un antiguo mortífago.

El chico respiró con pesar y cansancio.

-¿Por qué? -le preguntó el elfo.

-¿Por qué, qué? -Snape encaró esos ojos azules que tanto le intimidaban.

-Todo -se limitó a decir.

Snape apretó la mandíbula, no quería contarle su vida a ese elfo. Ya la sabían Dumbledore, Heon, Elyon y seguramente Kove, la conocía demasiada gente.

-Erré el camino buscando mi lugar -respondió con la vista baja-. A veces las malas decisiones salen caras. A veces las malas decisiones hacen que termines vendiendo tu libertad por una redención que puede no llegue nunca.

-Quizá esa redención que buscas está más cerca de lo que crees.

Ambos hombres se mantuvieron la mirada, pero fue Snape el primero en retirarla.

-Deberías ir a descansar a una cama, yo la velaré el resto de la noche. Hay mucho de lo que hablar mañana y necesitas estar despejado.

El mago asintió y se levantó con un gruñido. Salió de la habitación con una ligera cojera y entornó la puerta para darles algo más de privacidad.

Azrael pensó en la ambigua respuesta del joven. Había captado en ella el pesar y un cierto derrotismo, como si se hubiera resignado a vivir y recorrer el camino que otros le marcaban, como una marioneta vacía que se limitaba meramente a existir. Sin embargo, cuando estaba con su nieta parecía llenarse de nuevo de vida y fortaleza para enfrentarse a todo aquello que le lanzaran.

…..

A la mañana siguiente, tras comprobar que Johnny estaba recuperado al no haber estado mucho tiempo expuesto al Círculo de Extracción, hicieron volver a los jóvenes magos a Hogwarts donde estarían más seguros. Estos protestaron, pero las fiestas se habían cancelado y la ciudad estaba prácticamente bajo toque de queda mientras se realizaban los registros. A regañadientes se marcharon de Imtar acompañados por Feriel e Iyala, sin ni siquiera poderse despedir de Elyon, que seguía durmiendo.

Mientras esperaban la llegada de Dumbledore y el resto de miembros del Consejo, Kove le explicó a Snape la afección de Elyon. El mago escuchó con atención, y a medida que le desvelaba todo aquello fue hilando cabos. Entendió por qué no la habían dejado usar magia de pequeña a pesar de que a la larga había resultado contraproducente y perdió el color en el rostro al recordar uno de los entrenamientos con Kove de ese mismo curso.

-Cuando Elyon me clavó la espada en el vientre y noté calor… ¿Estaba reforjando la hoja dentro de mí? -miró a su maestro con temor.

Este asintió con pesar. Snape se llevó la mano al estómago, de no haber intervenido el elfo con rapidez en ese momento para retirar la espada, la joven lo habría matado ese día sin darse ni cuenta, simplemente porque estaba enfadada. Se alegró también de haberla sacado de las clases de Duelo, una vez más su instinto había estado en lo cierto.

-¿Y estáis seguros de que los sublevados pensaban matar a los alumnos? Los mortífagos tienen hijos, hermanos, sobrinos y nietos. No habrían llevado bien que murieran, aunque fuera para traer de vuelta al Señor Tenebroso, habría perdido el favor de muchos o incluso de todos.

-Los sublevados no son idiotas. Habrían sacado a aquellos niños que tuvieran lazos con los seguidores de Voldemort antes de iniciar el conjuro -aclaró Kove.

-Sigo pensando que es arriesgado sacrificar a tantos magos para traerlo de vuelta. No estamos hablando de los nacidos de muggles que tanto aborrece el Señor Tenebroso, hablamos de los nacidos de magos, ya sean mestizos o de linaje puro… Creo que lo conozco lo suficiente para decirte que no es algo que aceptara de buen grado, es una matanza, es perder toda una generación de magos que podrían unirse a su bando. Y no hay muchos magos en comparación con los muggles.

-Nacen niños humanos todos los días, son vidas que se repondrían pronto, solo moriría una generación de los once a los dieciocho. Más aún murieron durante la guerra, y no por eso le puso fin -le dijo Kove-. Tú dile a un mago tan ambicioso como él que con ese sacrificio volvería más fuerte que cualquier otro, que todas esas vidas le otorgarían una fortaleza inigualable, dile que sería casi como un dios, y te aseguro que sería el primero en buscar a los niños para sacrificarlos.

Snape bajó la mirada. De haber salido bien el plan de los sublevados, jamás se habría perdonado que murieran todos sus alumnos frente a él sin poder hacer nada por remediarlo.

Cuando tanto Dumbledore como el resto del Consejo llegó a Imtar, estos se retiraron a una de las salas de reuniones, dejando a Elyon a cargo de su Protector y Torlok. Aún seguían interrogando a los sublevados en las celdas. Ni habían dicho nada ni habían dejado que leyeran sus mentes, los habían entrenado para que estuvieran llenas de recuerdos falsos imposibles de identificar como tal, convirtiéndolas en un verdadero laberinto en los que no sé sabía qué era cierto y que no, donde todo se contradecía. Se limitan a repetir, como un mantra, que los sacrificios de Ojzamor y su grupo liberarían a la Comunidad Mágica del yugo de los humanos. Algunos de los muertos ya habían sido identificados, los que no, seguramente serían de pueblos alejados de Imtar. Los registros de la ciudad y los pueblos no habían terminado, pero habían conseguido dar con cinco sublevados más por el momento, nunca hasta la fecha habían desenmascarado a tantos en un lapso de tiempo tan corto. No sentó nada bien que Mábraros hubiera resultado ser un sublevado, recriminaron duramente a Kove el no haberse dado cuenta y creció la inquietud al saber que entre su fuerza militar estaban surgiendo sublevados. Muchos elfos ya estaban de acuerdo con los ideales de estos, aunque no aprobaban los métodos violentos. Eran como una infección que se extendía de forma invisible, y si no la cortaban de raíz pronto serían mayoría en el pueblo, amenazando con provocar una guerra civil que destrozaría los cimientos de unión entre los diferentes pueblos.

Por último, se habló de Elyon, su crisis con el riesyl y cómo los sublevados se habían aprovechado de este. Llegaron a la conclusión de que habían esperado a las fiestas para drogarla aprovechando el jaleo, llevándola a un estado lo suficientemente crítico para provocarle un brote, debilitándola tanto física como mentalmente y dejarla al alcance del mango tenebroso, ya que, en vez de llevársela, se habían dedicado a azuzarla y acosarla por la ciudad. Heon había entrado en la mente de la chica mientras dormía para conseguir algo más de información. El resultado había sido confuso dado el estado de la semielfa, pero había conseguido entender lo suficiente. Además, parecían haber llegado a la conclusión, muy acertada visto lo ocurrido, de que si activaban el Círculo cuando Elyon estaba en plena crisis serían capaces de extraer más magia más rápidamente, y que como el cuerpo de la joven ya estaba predispuesto a extraerla, causaría en ella menos daños.

…..

Elyon abrió los ojos con lentitud. Volvió a cerrarlos cuando la luminosidad del lugar se le clavó como agujas en el interior de la cabeza. El cuerpo le seguía pesando y se sentía sin fuerzas. El canto de los pájaros entraba por una de las ventanas abiertas, creando una atmosfera calmada que, en vez de relajarla, la inquietó sobremanera.

Algo suave y cálido rozó su rostro y se acomodó contra su mejilla. Eizen chilló muy bajito para no molestarla. Sonrió débilmente sintiéndose mejor.

-Hola, pequeñín -musitó.

El halcón se restregó contra su rostro. Aquello la animó a intentar salir de la cama. Con gran esfuerzo se sentó. Sus músculos se quejaron pidiendo un descanso por ese mínimo esfuerzo. Miró alrededor, no reconocía la habitación. Recordó vagamente lo sucedido la noche anterior, vio su brazo vendado y las marcas en su piel. No había sido una pesadilla, había sido completamente real.

Soltó un gruñido cuando sus pies tocaron el suelo al incorporándose, apoyándose en el colchón. Tenía los pies adormilados y las piernas apenas podían sostenerla, con dificultad dio un paso, luego otro y empezó a quedarse sin aire y a toser con fuerza. Una quemazón horrible se extendió por su pecho.

La puerta se abrió y por ella apareció un hombre alto de pelo rubio, orejas puntiagudas y penetrantes ojos azul marino.

-No deberías estar levantada -le dijo Rasmu con una pequeña sonrisa-, debes descansar.

-No estoy enferma, no me tratéis como tal -se quejó la joven.

El elfo se la quedó mirando unos segundos con severidad.

-No, no estás enferma, pero has sufrido lesiones a tener en cuenta y Torlok no quiere que hagas esfuerzos físicos.

-Me encuentro lo suficientemente bien como para no pasarme el día tumbada en la cama -mintió, solo el estar allí de pie sosteniéndose apoyada en la cama le suponía un esfuerzo enorme.

-No pienso discutir con Torlok ni llevarle la contraria, así que por favor -hizo un ademán educado para que volviera a meterse bajo las sábanas.

Elyon puso los ojos en blanco, no tenía fuerzas para discutir, así que se sentó en el borde del colchón. Rasmu ahogó una débil carcajada.

-Cabezota como tu padre -suspiro resignado- ¿Necesitas algo?

-Un vaso de agua estaría bien, gracias.

El hombre asintió y salió de la habitación. En ese momento volvió a toser con fuerza cuando intentó acomodarse mejor en la cama. La boca le supo un poco a sangre cuando el ataque pasó. Tal vez fuera verdad que no estaba tan bien como creía.

Quien apareció con el vaso de agua fue su abuelo. Tenía una expresión aliviada al verla despierta, pero al ver sus ojos supo que algo no iba del todo bien, estaba inquieto.

-Elyon, hay algo que tengo que contarte, algo que debí decirte nada más recuperar tus recuerdos -se sentó a su lado-. De no ser por la Guerra habrías crecido sabiéndolo y seguramente habríamos evitado lo de ayer.

Su nieta frunció el ceño, sujetando entre sus manos el vaso de agua que no había llegado a beberse.

-Me estás asustando, abuelo -musitó- ¿Qué pasó ayer? No lo recuerdo bien, solo… las caras borrosas… la canción… partes de ese sueño extraño… y… la rabia.

Azrael inspiró hondo cogiendo la mano de su nieta y empezó a contarle en qué consistía el riesyl. Sus efectos y consecuencias, y lo que había hecho la joven por su culpa. Todo, salvo lo de aquella primera noche, aquello era información innecesaria, ya lo recordaría por si misma si era necesario.

-Sabía que había algo mal en mí -musitó la joven con el rostro pálido.

-No hay nada mal en ti, solo has de aprender a controlarlo, como has hecho con el resto de tu magia -la consoló Azrael acariciándole la mejilla.

-¿Y si no puedo y si…?

-Claro que puedes, puedes hacer todo lo que te propongas. Yo soy capaz de controlar el riesyl, ¿por qué tú no ibas a poder?

-Porque ya llevo varias crisis y cuando me pasa… solo quiero dejarme llevar.

-¿Querías o simplemente te dejabas arrastrar sin saber el motivo? -su abuelo la miro con comprensión.

Elyon se mordió el labio, dudando.

-Desarrollar el riesyl no te convierte en un monstruo peligroso, está en tu mano decidir qué hacer con él. Puede ser de gran ayuda. Controlarlo requiere un gran esfuerzo, voluntad y práctica, no te voy a mentir respecto a eso, pero yo creo en ti.

La joven apartó la mirada con un nudo en el estómago. Todos creían siempre en ella, pero ¿Y si fallaba? No quería decepcionaros, mucho menos hacerles daño. Era mucha presión estar siempre a la altura de las expectativas del resto. No se veía capaz de hacer ni la mitad de lo que otros aseguraban que podía conseguir casi con los ojos cerrados. Si era sincera, la mayoría de las veces ni tan solo sabía qué estaba haciendo, simplemente improvisaba y había tenido la fortuna de que la suerte estaba de su parte, y era muy consciente de que un día ésta se agotaría.

-Respira. No vas a estar sola en esto -Azrael le rodeó los hombros con un brazo y le besó en la cabeza-. Vamos a estar a tu lado todo el tiempo, hasta que tú te veas preparada.

Elyon apenas atinó a asentir. Cuanto más pensaba en el riesyl, peor se sentía. No le importaba tanto el hacerse daño a si misma o causar algún destrozo, si no que fuera capaz de quitar vidas con total tranquilidad. Por ahora solo había sido a mortífagos y sublevados, aquellos que le habían hecho daño. Aun así seguían siendo vidas, personas con familia que ya no volverían a casa, que dejarían un vacío en las vidas de otros. Eran culpables de sus actos, pero ella no era quién para actuar de verdugo con total impunidad, solo porque aquella ira le pedía a gritos aliviar su propio dolor a costa de otros.

-Elyon… ¿Qué canción escuchaste ayer durante la crisis? -le preguntó su abuelo en un susurro, aun abrazándola y con la mejilla apoyada en su cabeza.

-Llevo escuchándola desde que papá y mamá murieron. Al principio solo era una melodía que sonaba en mis pesadillas o cuando Voldemort entraba en mi mente. Pero ayer escuché la letra, hablaba de un lobo que buscaba calor y comida en una noche de invierno. Creo que mi madre me la cantaba de pequeña antes de irnos de Imtar.

Azrael cerró los ojos con pesar, sabía qué canción era aquella. Iyala la estuvo cantando para Elyon y Nuth la noche del primer ataque, para calmarlos, justo antes de que asaltaran el dormitorio. Que soñara con la canción era la señal clara de que el recuerdo pedía a gritos a salir, y que ya solo era cuestión de tiempo que lo hiciera.

Aquella nana era el detonante de Elyon, se había convertido en una forma rápida de despertar su riesyl al enlazar esa canción con todo el estrés del ataque a la ciudad, lo comprobaron poco después del asalto al dormitorio, por eso su madre nunca volvió a cantársela.

-Es una canción infantil muy popular -le dijo su abuelo-. Para que desde pequeños aprendamos a empatizar con otras criaturas y animales que necesiten ayuda, aunque a simple vista parezcan peligrosos.

Ambos se quedaron en silencio.

-Rasmu me dijo una vez que no debía de tener miedo a mí misma, que si lo hacía, perdería el control -recordó con voz débil-. Me lo dijo por el riesyl, ¿verdad?

-Y tenía razón, has de mantenerte firme. Recuerda siempre que lo único que puede salvarte, pase lo que pase, eres tú misma.

Elyon suspiró bebiendo al fin de su vaso de agua. Aquello era más fácil de decir, que de hacer.

-Sigo sin comprender qué ganan los sublevados ayudando a Voldemort -musitó la joven-. Si lo que quieren es la igualdad y la libertad de las criaturas en la sociedad mágica, no lo conseguirán de alguien que cree que está por encima de ellas y que han de obedecer su voluntad.

-Opino lo mismo que tú, pero no hemos conseguido averiguar nada más -su abuelo dibujó una ligera mueca de desagrado-. Puede que tengan un trato con él para separar en dos el mundo mágico y que humanos queden separados de las criaturas que custodiarían ellos, puede que su idea sea luego traicionar a Voldemort, puede que todo eso que dicen sea mentira para conseguir aliados y que se unan al yugo de los magos… Es frustrante y preocupante no saber aún qué pretenden, por eso hemos de encontrar a Ojzamor lo antes posible, o el daño que haga a nuestro pueblo podría ser irreversible.

"Guerra" pensó Elyon. Veía esa palabra escrito en los ojos de su abuelo y el terror que despertaba en él, el mismo que sentía ella hacia esa palabra y todo lo que esta suponía.

…..

Por la tarde consiguió reunir la fuerza necesaria para salir al pequeño balcón y sentarse allí junto a Eizen. El sol le calentó la piel y el aire fresco alivió sus pulmones. Solo se escuchaba el viento débil que mecía las ramas de los árboles y el piar de los pájaros. Le pareció escuchar el lejano chillido de un grifo. A parte de eso, todo era silencio.

Las fiestas, al cancelarse, habían sumido a la ciudad en un silencio tenso mientras continuaban con los registros e interrogatorios. Todos parecían desconfiar de sus vecinos e incluso de familiares, y sentía que era culpa suya, que ella había quemado la felicidad y el carácter amable de los ciudadanos, que había arrojado sombras oscuras en sus vidas, otra vez. Nuth y Feriel la habían visitado para hacerle el reposo más llevadero y animarla. Pero Elyon les había exigido respuestas sinceras a qué estaba pasando fuera de aquella casa, y efectivamente muchos estaban preocupados por el nuevo brote de riesyl, no querían ser víctimas de aquella magia. No le echaban la culpa de su afección, sabían que había sido culpa de los sublevados y mortífagos que la desarrollara, pero no estaban tranquilos con ella ahora que habían comprobado lo devastador que podía ser y que aún no lo controlara. Se suponía que en un futuro velaría por su pueblo y los protegería, pero ¿cómo hacerlo si la temían, si no se fiaban de ella?

-¿No deberías estar en la cama?

Elyon alzó la vista hacia su derecha. Snape la miró con una ceja alzada, visiblemente molesto porque la joven se saltara las recomendaciones de Torlok.

-Necesitaba que me diera el aire -se encogió de hombros.

El chico se sentó junto a ella en el suelo. Tenía mejor aspecto que la noche anterior, las ojeras estaban menos marcadas, pero aún tenía la cara llena del mejunje del sanador para las quemaduras, y las manos vendadas.

-Siento que tuvieras que pasar por eso -comentó mirando las manos del joven.

-La culpa fue mía por perderte de vista -le quitó importancia con un ademán-. Aunque tengo que decir que tienes una habilidad sorprendente para desaparecer en un segundo, terminaré por ponerte un cascabel.

-Tal vez consiga hacerme invisible sin darme cuenta -bromeó.

-Espero que no… ya me cuesta bastante controlarte para que encima seas capaz de desaparecer literalmente a voluntad. Deja de darme tanto trabajo.

Elyon rio débilmente.

-Tengo que agradecerte también que me libraras de él -se humedeció los labios-. Era incapaz de despertarme sola. Creía que todo era real. Parecía tan real, había tantos detalles… sé que te la jugaste mucho, si te ha reconocido…

-Con suerte nunca tendremos que preocuparnos de si se dio cuenta o no. Y si lo hace, ya improvisaré algo, tampoco sería la primera vez. La parte buena -le cogió el brazo izquierdo y le subió la manga para descubrir el antebrazo-, es que has tenido la suerte de librarte definitivamente de él. Tu mente vuelve a ser solo tuya.

La piel estaba sanando muy deprisa, apenas se intuía ya el dibujo, ahora rojizo, de la Marca. El chico miró la piel lisa con envidia, era un símbolo de libertad. Elyon se había deshecho del grillete que él aún cargaba.

-Quizá pueda quitártela a ti también -lo miró a los ojos con esperanza-. Podría intentarlo al menos, aunque no estoy segura de que sea indoloro.

-No puedo liberarme de ella. No hasta que el Señor Tenebroso haya desaparecido del todo -comentó con pesar.

-Entonces esperaremos -le sonrió con comprensión-. En cuanto terminemos con él, te quitaré esa lacra del brazo para que nunca más tengas que avergonzarte de quién eres.

Snape volvió a perderse en esos ojos verdes que siempre le prometían cosas buenas, en los que solo había calidez. Se sintió poco merecedor de todo aquello, aunque lo deseara fervientemente. Finalmente apartó la mirada y la centró en el cielo malva del atardecer, recostándose contra la piedra.

-Te tomo la palabra.

Elyon agrandó su sonrisa y lo imitó, recostando la cabeza contra su hombro, suspirando con pesadez y tosiendo levemente. Ansiando que llegara el día en el que las amenazas llegaran a su fin y que por fin los dejaran tranquilos para seguir con sus vidas sin más preocupaciones de las que estas por si ya tenían.

…..

Tras el desayuno le llegó una carta de Remus. Los chicos le habían contado lo ocurrido y quería saber si estaba bien, ya que no podía ir a visitarla a Imtar por el mismo motivo por el que no había podido ir a las celebraciones: su licantropía.

En esa semana la luna estaba casi llena y el problema de los lugares como Imtar, en el que la magia fluía a borbotones con fuerza, era que las maldiciones de sangre se agravaban. Por lo que, en el caso de la licantropía, la transformación no se daba solo una noche, sino cinco días completos. Estuviera o no visible la luna en el firmamento su influjo les afectaba día y noche durante esos cinco días del ciclo en el que prácticamente estaba llena. Por suerte solo perdían la conciencia de sí mismos y la entidad la noche álgida de luna llena.

Esa excepción que se daba allí fue la que aprovecharon los mortífagos y sublevados en el primer ataque a la capital. Elyon aún recordaba a los licántropos, enormes y con los hocicos ensangrentados recorriendo la ciudad a plena luz del día.

Remus le prometió en la carta que en cuanto estuviera de vuelta la invitaría a un chocolate caliente o a una cerveza de mantequilla en Hogsmeade, lo que ella prefiriera. El chico también dejó caer su opinión respecto a que Snape volviera a ser su Protector, no le hacía especial ilusión que el profesor de Pociones volviera a ser su sombra, pero había demostrado estar dedicado a su cometido, así que se esforzaría en ser con él todo lo cordial que pudiera si por lo que fuera tenían que estar cara a cara.

Elyon resopló para sí, aquellos dos desgraciadamente nunca dejarían sus rencillas de la adolescencia atrás, pero se daba por satisfecha si al menos conseguían comportarse como adultos y no tirarse a la yugular del otro si los encerraban en la misma habitación.

…..

Cinco días después de aquella noche interminable, Torlok le dio el alta a Elyon. Gracias a que las lesiones no habían sido graves dadas sus prácticas con la meditación y con los cuidados continuos del sanador, la joven se había repuesto muy deprisa, al menos físicamente. Elyon estaba muy apática y apagada, incluso su mirada parecía menos vibrante. Snape se preocupó. La joven no había querido salir de la casa en la que se había estado recuperando por mucho que la habían animado a ello, alegando que aún se sentía fatigada y que prefería descansar.

Por eso cuando Torlok retiro los últimos vendajes de sus manos y brazos, y le dijo que ya estaba recuperado por completo, se colgó la espada al cinto y fue a por Elyon.

-No me encuentro muy bien hoy -se excusó.

-Ve con ese cuento a otro -la cortó con rapidez y brusquedad-. Sé perfectamente lo que te pasa y no voy a tolerar que sigas en esa espiral descendente. Como Protector mi obligación también es protegerte de ti misma.

-Pero…

La mirada del chico no dejaba opción a queja, así que se calzó y buscó un pañuelo ancho con el que poderse cubrir el cuello y la cabeza, como ya hizo en el juicio.

-No creo que eso te ayude a pasar desapercibida -le comentó el mago-, sino todo lo contrario.

-Hace que me sienta más cómoda.

Snape no dijo nada más al respecto. Sabía cómo se sentía la chica porque él había pasado por lo mismo días atrás. Elyon sentía vergüenza de pasear por la calle, estaba insegura y tenía la sensación de ser una intrusa entre los suyos por culpa del riesyl que había puesto fin a las celebraciones de la ciudad, privando a los elfos de esa alegría anual.

Aunque el mago había conocido lo suficiente a ese pueblo para saber que no le guardaban ningún rencor por ello, quizá algo de recelo por simple instinto de autoconservación, cosa nada reprochable hasta que Elyon estuviera más instruida en su potencial. Así que para hacerle ver que nada de lo que la joven creía que pensaban de ella era cierto, había optado por una terapia de choque, como ya hicieron con él Kove y Heon.

-Azrael, me la llevo a dar una vuelta -anunció Snape al salir de la habitación seguido de la chica, que miraba al suelo sin ninguna emoción por tener que salir.

-Que te acompañe alguien más -asintió el elfo, contento porque alguien consiguiera arrancarla de su cuarto-. Me quedaría más tranquilo. Creo que Nuth está en casa de sus padres.

Snape hizo una pequeña reverencia a modo de conformidad.

Iyala, Nuth y Feriel los acompañaron por la ciudad. El silencio del grupo era pesado, Elyon apenas respondía con monosílabos y parecía querer que la tragara la tierra cada vez que un imtar la reconocía. El mago los guiaba, parecía tener muy claro a dónde quería llegar y caminaba a paso ligero por la ciudad, ahora triste y silenciosa, aún sobrecogida por el susto del pequeño ataque y los interrogatorios y rastreos.

Se detuvo al llegar a una pequeña placita en cuyo centro se alzaba un almendro seco y de tronco retorcido. Allí había librerías y varios negocios en los que comer o tomar algo caliente, por lo que había bastantes elfos que se los quedaron mirando con interés.

-¿Qué hacemos aquí? -Elyon miró al mago con los ojos inundados en ansiedad, moviéndose inquieta.

-Demostrar a tu gente y a ti misma que no hay que tenerte miedo -señaló al almendro-. Recuerdo lo que hiciste con aquel árbol en el bosque, ayuda a este.

La semielfa abrió los ojos con horror, mirando primero al chico y luego al almendro.

-Para eso hace falta mucha magia ¿Y si pierdo el control? -le dijo asustada-. Aquí hay muchos imtares…

-No perdiste el control en el boque ¿Por qué ibas a hacerlo ahora? La situación no es muy diferente. No puedes vivir asustada de tu propia magia, no cuando con ella puedes ayudar a otros.

La cogió de la mano y la acercó al árbol, hasta colocársela sobre la corteza.

-¿Dónde quedó la joven confiada y temeraria de hace unos días que tanto me ha traído de cabeza siempre? -le susurró- Esa es la verdadera Elyon, no el corderito asustado que tengo ahora en frente. Yo no te temo, no te temas tú.

La joven cogió aire tragando saliva, con el corazón latiendo muy deprisa. Se concentró en el árbol, que no estaba muerto, pero sí muy enfermo. Miró de nuevo a Snape, que había retrocedido unos pasos para dejarle espacio y le sonreía levemente asintiendo. Exhaló largamente.

Snape vio como su rostro se relajaba, y en cierto modo, se llenaba de paz a medida que se sumergía en la corriente. Hacer aquello la hacía sentirse bien, como si al mismo tiempo ella también se sanara en el proceso.

El tronco del árbol comenzó a cubrirse de musgo y sus ramas se llenaron de flores blancas, tantas que pareció estar nevado.

Los imtares miraron aquello con asombro, dejando lo que estaba haciendo y acercándose, con sonrisas de admiración en sus rostros.

La joven abrió los ojos alejándose del árbol en flor y se giró hasta que sus miradas se encontraron, en ese momento un imtar le puso una mano en el hombro y le habló. Snape pudo ver el alivio de la joven, que sonrió ante lo que fuera que le estuviera diciendo. Varios elfos más se acercaron a Elyon. Al cabo de unos minutos la joven se descubrió la cabeza mientras seguía hablando con su gente.

-Buena jugada -le susurró Iyala.

-Solo he hecho lo que debía.

-Has hecho mucho más, no te haces una idea de cuánto -la mujer le cogió el brazo y se lo apretó amistosamente-. Mantente a su lado todo lo que puedas, por favor, hasta que sea lo suficientemente fuerte para mantenerse en pie sola.

-¿Y luego? -Snape tragó saliva mirándola de soslayo.

-Luego dependerá únicamente de ti.

Volvió a mirar a Elyon con un nudo en la garganta, a su sonrisa inocente y calmada mientras parecía que recuperaba ese brillo que la hacía resplandecer, como una estrella, como su luz guía. "¿Y luego?" esa era una pregunta a la que aún no había encontrado respuesta.

…..

El domingo, tras el desayuno, se despidió de su familia. Había llegado el momento de volver a Hogwarts. Solo llevaba dos semanas lejos del colegio, pero era como si hubiera estado fuera mucho más, casi como todo un verano. Y de alguna manera sentía que ya no era la misma persona que había llegado allí dieciséis días atrás, y no solo porque ya fuera mayor de edad. Los últimos días en la ciudad los había pasado practicando con Kove y su abuelo. Rasmu también le había dado algunas lecciones para ayudarla a concentrarse y mantenerse equilibrada cuando usaba gran cantidad de magia o la situación era excesivamente estresante y escapaba a su control.

Aquella vez se le hizo bastante duro dejar Imtar, como si fuera a dejar atrás una parte de sí misma que iba a echar de menos, que la dejaría incompleta. Era una sensación extraña de añoranza y necesidad.

Snape se vio obligado a llevarse la espada con él. Kove se negó a guardársela, lo mismo que Heon, y ambos le hicieron entender que sería muy grosero por su parte no llevarse ese símbolo de parte de Azrael, ya que parecería que se avergonzaba de sus obligaciones hacia el pueblo elfo. Así que el mago se resignó pensando dónde podría guardarla, oculta a ojos de todo aquel que no estuviera al tanto de sus obligaciones hacia Elyon y al mismo tiempo al alcance, por si, Merlín no lo quisiera, la necesitaba.

Por fin pudo despojarse de las ropas de elfo y volver a su indumentaria de mago. Pero al mirarse en el espejo le pareció que quién le devolvía la mirada era alguien distinto. Menuda estupidez. Inconscientemente se levantó la manga izquierda, dejando a la vista el tatuaje que era su grillete y vergüenza, aunque, por una vez, no le repugnó tanto verlo. Ya no lo definía, era solo una máscara ante los demás que cumplía un propósito. Ahora podía separarse de ese disfraz y verse así mismo, y no le desagradaba lo que había encontrado. Sí, había mucho que cambiar y mejorar, pero… ya no lo veía tan imposible. Le habían mostrado el camino a seguir, lo habían limpiado de maleza y escombros, ahora era una senda clara, aunque no por ello más sencilla.

Ambos se encontraron fuera de las murallas blancas. Kove volvió a darles los anillos verdes para que los llevaran consigo, por si acaso, explicándoles que la quemadura que había producido había sido por el riesyl, que de forma habitual no se calentaban tanto y que no tuvieran miedo a usarlos. Snape y Elyon se cogieron la mano, entrelazando sus dedos, y en un parpadeo volvieron a tener frente a ellos las puertas forjadas de los terrenos de Hogwarts, bajo un cielo gris que amenazaba lluvia. Fue como volver al mundo real, su espacio compartido había quedado atrás. Allí ella era una simple alumna y él uno de los profesores más detestados del colegio.

Se miraron un segundo dibujando una sonrisa cómplice y socarrona, antes de comenzar a andar soltando sus manos. Sí, cara al resto volvían a ser alumna y profesor, pero la realidad era que se habían convertido en un equipo difícil de tumbar, y estaban orgullosos de ello.