La serie Once upon a time, sus personajes y demás mencionados aquí no me pertenecen.


CAPÍTULO 49

EMMA

Tink se fue. Si cualquiera le preguntara a Regina seguro contaría la versión larga en que ellas dos pasaron un día completo juntas hablando de lo que pasó o lo que casi no pasó, y la parte en que Regina pasó todo ese día intentando convencer a esa hada loca de quedarse en la ciudad y ser súper amigas, por suerte no lo logró, no a todos los seres mágicos les gusta mi mundo tecnológico con baños y comida rápida repleta de químicos que Regina jura que va a causarme algún tipo de mutación genética, debido a que pasa la mitad de su tiempo leyendo cosas sobre bebés que no debería, como bebés y mutación genética.

Terminé de ajustar el ganchito cerca de la ventana para colgar…

—Ten cuidado, no lo vayas a dejar caer —me regañó Regina desde la mecedora donde estaba sentada.

—¿Prefieres que me caiga yo antes que deje caer esta cosa? —No contestó, así que volteé a mirarla acusadoramente y ella solo sonrió.

—Me costó mucho encontrarla.

—¿Más que encontrarme a mí?

—Tú me encontraste ¿recuerdas? ¡Diablos! —Exclamó dejando de sonreír—. Retiro lo dicho, sonamos como tus padres, qué horror.

—Sabes que siempre te encontraré.

—Cállate y has tu trabajo.

—Como ordene su majestad.

Colgué las delicadas campanas de viento, bajé de la escalera y me acerqué a mi hermosa esposa, me arrodillé delante de ella y besé su redonda barriga de ocho meses.

—Habitación, lista. Tenemos el bolso preparado, me estoy tomando mi licencia de embarazo porque no pienso dejar que me suceda algo como en las películas y no llegar al parto.

—Estás paranoica —sonrió burlándose de mí.

—No quiero perdérmelo. Cuando Henry nació fue… estaba esposada a la cama y no quise verlo.

—Hey —tomó mi rostro en sus manos y me incliné hacia ella ya que ella no podía llegar fácilmente a mí—. Henry te ama, le diste su mejor oportunidad, nos la diste a todos, y ahora estarás con nosotros por siempre.

—Te amo.

—Y yo a ti.

Nos acostamos temprano porque debíamos ir en la mañana a un chequeo médico, veríamos cómo estaba nuestra princesa y cómo se encontraba Regina.

Desde la partida de Tink los días parecían avanzar a toda prisa, llevaba a Henry a la escuela, pasaba la mañana trabajando, organizando las cosas con mi nuevo ayudante y agradeciendo a Sarah por darme una mano con todo; a la hora del almuerzo Regina enloquecía si yo llegaba un segundo tarde o faltaba helado en la nevera. Después de nuestro chequeo de rutina Regina parecía más emocionada que nunca, el solo verla me llenaba de felicidad, parte de nuestra rutina era ayudar a Henry con sus tareas escolares y luego ver una película después de cenar.

Nos convertimos en una familia normal, y eso me encantaba.

Me desperté tarde por ser domingo, hice las cobijas a un lado y sobé su redonda barriga, mi pequeña estiró su pie contra mí y entre las dos despertamos a Regina.

—Hola preciosa. —Besé su barriga y volví a sentir a mi pequeña moviéndose—. Creo que te hemos despertado.

—Ella parece estar ansiosa por nacer.

—Muero por verla. ¿Te sientes bien?

—Todo está muy bien. —Sonrió y acarició mi cabello—. Excepto mi espalda.

—Quiero que descanses lo más que puedas, me ocuparé de todo.

—¿Incluso de un masaje?

—Claro que sí.

Nuestra siguiente cita médica nos dejó más eufóricas que nunca. La doctora dijo que nuestra hija nacería en cualquier momento, solo nos restaba esperar. Podría haber corrido diez maratones, tenía tanta energía que me la pasé colocando protectores para bebés por toda la casa, incluso organicé el garaje, y limpié toda la casa.

—¿Cuántos días crees que falten? —Preguntó Regina concentrada en acariciar su barriga.

—No lo sé, cuando me dijeron eso tardé como quince días, te juro que estuve a punto de volverme loca.

—Dos semanas es demasiado tiempo.

—Diría que nos queda máximo una semana.

—No quiero drogas, sin importar lo mucho que las pida no quiero tener un parto con drogas.

—Los bebés y los partos son impredecibles.

—No quiero una cesárea.

—Claro que no, bebé. —Dejé de acomodar las cosas de la sala y la miré directamente—. Será tal como lo planeamos pero…

—Sin peros. No quiero una cesárea y no quiero drogas, no teníamos nada de eso en el bosque encantado y aquí es igual de barbárico, nadie va a cortarme en dos.

—Tienes razón, ¿quieres algo de comer?

—No me des la razón tan fácilmente.

—Seguiremos el plan y todo saldrá muy bien. ¿Quieres que te prepare un bocadillo?

—No tenemos tiempo, debemos recoger a Henry de su práctica, podemos tomar juntos un helado.

Claro que lo hicimos, Henry y yo habíamos disfrutado muchísimo el embarazo, en especial porque eso nos había permitido comer más dulces de los que seguramente jamás comeríamos.

—¿Qué pasa si el bebé llega cuando estamos dormidos?

—No te preocupes Henry, lo sabremos.

Dio un mordisco a su hamburguesa, Regina y yo esperamos pacientemente la siguiente pregunta.

—¿Y si llega muy rápido? He visto que algunas veces no alcanzan a llegar al hospital, ¿cómo vamos a recibir al bebé si no sabemos cómo hacerlo?

—Esa es una muy buena pregunta, pero mamá nos dirá cuando las contracciones empiecen, así tendremos tiempo suficiente de llegar al hospital —dije muy segura de mí misma.

—No tienes que preocuparte por nada, cariño. Todo saldrá bien.

—Todavía no estoy seguro si me agrada o no, ya quiero que llegue, pero… es muy raro.

—Es por eso que tendremos estos días solo para nosotros, haremos cosas divertidas, chico.

—Tengo escuela, mamá. Debo seguir entrenando y ya se viene la feria de ciencias.

—Disculpe usted, no tenía idea de la agenda tan apretada que tiene, ¿será que nos puede dar una cita cada día para pasar tiempo juntos? —Preguntó Regina formalmente sin poder ocultar su cara de asombro.

Henry torció los ojos y sonrió.

—Ya soy grande, lo bueno de este bebé es que dejarás de tratarme como un bebé.

—Nunca dejarás de ser mi bebé.

Regina no dejó de molestarlo, su plan de pasar el mayor tiempo con Henry se vio obstaculizado por su barriga, sus pies hinchados y las múltiples ocupaciones de nuestro hijo. Nos encantaba lo bien que le estaba yendo en la escuela, pero al igual que Regina empezaba a sentir que él estaba creciendo demasiado rápido.

El sábado al medio día, empacamos los regalos que habíamos comprado para David y nos dirigimos a su casa para celebrar su cumpleaños. Después de lo ocurrido con Gold, los problemas con mis padres cesaron por completo, quizá ayudó que todos estuviésemos ocupados continuando con nuestras vidas. Teníamos almuerzos una vez por semana, Henry y yo íbamos a verlos y después de un mes ellos comenzaron a visitarnos, creí que sería mucho más fácil traerlos a casa que llevar a Regina a casa de ellos. Pero hoy, Regina estuvo dispuesta a ir.

David nos recibió encantados, me dio un abrazo de oso y a Henry también.

—Regina, te ves muy bien. Gracias por venir.

—Feliz cumpleaños, David.

—Pasen. Nieve está en la cocina.

—Aquí estoy —anunció precisamente ella—. Me alegra tanto que vinieran.

Los dos se esforzaron por no abrumar a Regina como les pedí que hicieran. Nos acomodamos en el patio trasero donde habían adornado una mesa con globos y Sarah ya estaba poniendo cojines en un sillón para que Regina descanse, ella se ofreció a pasar antes y ayudar un poco para que Mary Margaret no tuviera que cargar con todo sola, puesto que yo no estaba dispuesta a separarme de Regina ni un segundo.

—Huele delicioso —dije sintiendo mi estómago listo para recibir mucha comida.

—Acabamos de llegar —me regañó Regina silenciosamente.

—Comeremos primero unos dulces que preparé, son la entrada, lo aprendí en un programa de cocina muy bueno que estoy viendo.

—Comeré lo que sea, tengo hambre.

—El postre es al final —dijo Regina.

—No, no, el postre es el pastel —dijo Mary Margareth sonriendo.

Me serví yo misma un poco de todo lo que había en la mesa. David conversó sobre la pequeña reunión que le habían organizado un día antes sus compañeros de trabajo. Mamá parecía odiar a la mayoría de sus compañeros.

—Son unos salvajes, se la pasan haciendo bromas y comen demasiado.

—Solo lo dices porque en tu trabajo son muy aburridos.

—No hables así, mira que ahora que sea una profesora titular deberás quererlos más que nunca.

—Ese es otro motivo para celebrar, me alegra que les esté yendo bien en sus trabajos.

Realmente me alegraba, incluso Regina. Mary Margaret era muy buena como profesora, no fue una sorpresa cuando le ofrecieron el puesto, y el sueldo era mucho mejor. La vida parecía florecer para todos nosotros.

A medida que la tarde avanzó y todos nos sentíamos demasiado llenos para hacer otra cosa que seguir hablando cómodamente sentados, por suerte el clima favorecía el pasar tiempo fuera de casa, aunque seguía haciendo mucho frío no se comparaba con las terribles nevadas a las que nos habíamos acostumbrado, de todas formas, mi madre sacó una cobija para Regina.

Regina quiso protestar cuando me senté frente a ella y le quité los zapatos, pero cuando los coloqué en mi regazo y masajeé sus pies todas las protestas murieron en su boca.

Fue una tarde normal, seguía sintiendo todo un poco irreal debido al exceso de calma, pero no iba a quejarme por eso, me sentía demasiado agradecida. Regina se recostó en el cuarto de invitados, su espalda molestaba mucho como para hacerse la fuerte y quedarse dormida en el sillón, y no quería que tuviéramos que interrumpir nuestra tarde familiar por su culpa.

Cuando menos lo esperábamos tuvimos que entrar a la casa y encender la chimenea, la noche era demasiado fría para quedarnos afuera. David abrió una botella de vino que una de las compañeras de Mary Margaret le había regalado.

—Creo que puedo encontrar algo bueno en una de tus amigas, tiene buen gusto en el vino.

—Y un gusto caro —dije al ver el año de cosecha tras volver de darle una vuelta a Regina que seguía durmiendo y a Henry que estaba en la habitación de mis padres entretenido viendo una película.

—¿Ya estás lista para ser mamá nuevamente? —Preguntó David.

—No lo sé, pero muero de ganas.

—Yo estoy muriendo de ganas de saber el nombre.

—Mary Margaret, no la presiones, si quiere decírnoslo es un buen momento ya que es mi cumpleaños.

—Regina no quiere, dice que es una tradición o algo así.

—Es cierto, solo por eso no insistiré. Entonces cuéntanos cómo han estado, ¿cómo lo está llevando Regina?

—Regina no es el problema por ahora, es Emma quien no para de hacer cosas en la casa, me estás volviendo loca.

—Gracias por venderme Sarah… pero después no tendré tiempo de nada, debo dejar todo listo.

—Al menos en este mundo hay medicinas y un montón de médicos, no tendrá que pasar por todo el horror del Bosque Encantado, es bueno saber que mi nieta estará a salvo.

—Y tienes magia —dijo David—. No sabemos si tendrá magia o algo por el estilo. Supongo que como Regina tiene magia, aunque no la tenga en este mundo pues eso se hereda ¿cierto?

—No creo que debamos preocuparnos por eso, la magia corre en la familia de los dos lados pero puede saltarse generaciones, y la pequeña no va a desaparecer en una nube de humo.

—Gracias Sarah por poner esa idea en mi cabeza, ya bastante tengo con las ideas locas de Regina.

—Quizá la magia de Regina despierte, pero este es un mundo que funciona de formas extrañas con nuestra magia.

Era una conversación extraña dada nuestra actual normalidad.

—Voy a darle una vuelta a mi esposa mágica, espero que no haya desaparecido —dije bromeando.

Los dejé seguir conversando. Le eché una mirada a Henry, estaba muy concentrado riendo mientras veía su película. Avancé hasta la habitación en la que Regina se encontraba, ver a mi familia feliz y a salvo era todo lo que necesitaba para saber que había encontrado mi lugar en el mundo. Me acosté junto a ella y sonreí cuando abrió los ojos.

—Me dormí ─dijo en un susurro y se acomodó en mis brazos.

—Te adoro.

Puse un beso en su frente y cerré los ojos para disfrutar del momento, simplemente no podía ser más feliz de lo que ya era.