N/A: ¡Primero que nada, mis disculpas por la demora! No tengo excusas, solamente fui extremadamente perezosa. A fin de que me perdonen, prometo hacer una actualización semanal durante un mes a partir de ahora (*no sabe a qué se está comprometiendo*) ¡Segundo que nada, le quiero dar una bienvenida a todos quienes se han unido con un fav, follow o comentario en este tiempo! Especialmente a m blondie, que me dejó muchos comentarios. Gracias bella, disfruté leyendo todas tus opiniones ^^ ¡Tercero! Estoy en ao3 con el nombre de bakuguito, ¡por si prefieren leer esto aquí! Y por último, las gracias a mis amigas que siempre me apoyan y hacen de beta reader, sus ánimos y feedback honesto me hacen continuar y siempre estoy agradecida hacia ustedes tres: Javi, Maki y Sangito.
19
La noble casa Darmstadt
James acababa de entrar a su casa casi en puntillas después del viaje más incómodo de toda su vida tras aparecer en medio del río Támesis en pleno invierno. Había sido un milagro poder llegar a la orilla del río sin que muriera de hipotermia primero. Luego, había buscado entre sus cosas hasta sacar su varita y se movió de manera graciosa intentando estilar la mayor cantidad de agua que tenía entre la ropa y los bolsillos, de alguna forma llamando al Autobús Noctámbulo.
Tenía que reconocer la eficacia de aquel bus de emergencia, porque en ese momento realmente se encontraba en aprietos. Pagando la módica suma de trece sickles se compró el peor chocolate caliente del que tuviera memoria, pero tenía tanto frío que la necesidad triunfó, bebiendo aquella espesa y asquerosa bebida sin quejarse demasiado y agradeciendo el calor.
Minutos después, llegaba a su casa sin mayores problemas… Salvo por aquella terrorífica velada en la casa de los Lestrange y la amenaza de muerte que le había dado su profesor de Defensa contra las Artes Oscuras antes de lanzarlo al Támesis. No había dejado de pensar en eso durante toda la noche, todavía demasiado impactado y asustado como para poder despejarse.
¿Qué demonios había sido todo eso? ¿Qué tenía que hacer? ¿Contárselo a alguien cuanto antes? Pero si ese era el caso, ¿a quién? Si Rivaille era un mortífago podía poner en peligro a alguien con solo contarle lo que había ocurrido, a menos que se lo dijera a los aurores. Pero al mismo tiempo, si el hombre era un doble agente que se estaba jugando el pellejo por el bando correcto, podría arruinarlo todo, de nuevo.
Subió las escaleras recriminándose por meterse en ese tipo de problemas ridículos, y prácticamente escuchando la voz de Remus en su cabeza diciéndole que no se iba a salir con la suya para siempre, que entrar a la casa de los Lestrange e incriminar a Greengrass con ese expediente no era tan sencillo como él lo pintaba.
Remus le había querido decir sutilmente lo mismo que Rivaille le había explicado con mucho menos tacto aquella noche: Que era un niño malcriado y estúpido, que sus acciones inmaduras, impulsivas y egoístas tenían daños colaterales que podían perjudicar a otras personas. Y no había nada peor que comprobar que era cierto.
Entró a su pieza furioso y decepcionado, dándole una patada a la cajonera que había de camino hacia su cama, provocando que un bulto en la cama de al lado se sobresaltara. En ese momento se dio cuenta de que Sirius estaba acostado – ahora despierto – y que, por lo tanto, no estaba solo como pensaba. El descubrimiento no hizo que su molestia disminuyera ni un poco, considerando que lo que menos tenía eran ganas de contarle a su mejor amigo lo que había pasado.
- ¿Qué haces tú aquí? – preguntó con un ligero tono acusatorio.
¿No se suponía que iba a irse a vivir con su tío Al? ¿Y que además esa noche tenía una cita con McKinnon?
- James – su nombre salió de la boca de Sirius en forma de un quejido tan necesitado y herido que, sin pensarlo dos veces, el de gafas se acercó rápidamente a la cama en donde se encontraba, olvidando de inmediato todas las cosas que había estado pensando.
- Hey, ¿estás herido? – preguntó rápidamente.
Sirius no dijo absolutamente nada y simplemente se incorporó en su lugar para abrazarlo, inesperadamente, dejándolo momentáneamente descolocado en su lugar sintiendo como los brazos de su mejor amigo lo rodeaban esperando obtener algo de él, aunque no supiera qué, estrechándolo con fuerza como aquella vez en el verano cuando habían escapado del Grimmauld Place.
Tras ese ligero recuerdo, el moreno asumió que se trataba de algo similar al mismo tiempo que salía de su ensimismamiento para responder ese incómodo y poco fluido abrazo en medio de la oscuridad total. Solamente había una cosa que podía provocar una reacción así en Sirius y era la familia Black. Eso significaba que, probablemente, su tío Alphard también había rechazado vivir con él.
- ¿Puedo quedarme aquí?
- Claro que sí, tonto – replicó con una amabilidad y cariño que no se condecía con las palabras que acababan de salir de su boca -, te dije que no tenías que irte.
Sirius soltó un largo suspiro y luego se hizo para atrás lentamente para separarse de él. La habitación solo alcanzaba a estar ligeramente iluminada por la luz de la luna que se colaba desde el otro lado de las ventanas, disminuida debido a las cortinas pero, aun así, James podía la mirada melancólica de su mejor amigo, aunque intentara esconderla desviando la mirada.
- Mi tío Al dijo que no quería vivir conmigo - comenzó a explicar –. No creo que nadie de mi familia quiera estar conmigo. No de verdad.
James asintió despacio, algo triste, pero para nada impresionado por lo que estaba escuchando. Quizás había errado en no ventilar sus sospechas antes, pero desde que Sirius había llegado idolatrando a su tío Alphard, James había tenido una sensación de intranquilidad. No tenía ninguna prueba concreta, sino que se trataba más de ser precavido y sospechar por sospechar… Pero, a él le había parecido bastante obvio que alguien como Alphard Black, alguien que se consideraba orgullosamente como una "mala influencia" de su sobrino y que solamente sustentaba su relación con el adolescente en darle dinero y guiarlo por el mal camino, simplemente estaba utilizando a Sirius para mandar una especie de mensaje al resto de su familia.
Tal vez estuviese en lo cierto o no, y obviamente ese no era el momento para referirse al tema. En vez de eso, abrió la boca para decir la única cosa que Sirius necesitaba saber.
- Yo soy tu familia.
- Lo sé – dijo el chico asintiendo, sonando agradecido.
Se quedaron en silencio algunos segundos más, sentados uno frente al otro en la cama, y a James le dio la impresión de que Sirius estaba lo suficientemente incómodo y avergonzado con lo que acababa de pasar como para continuar conversando o peor aún, con alguna de esas muestras físicas de cariño.
- ¿Quieres hablar al respecto o quieres dormir?
- Quiero dormir – admitió -. Y probablemente…
- ¿No volver a hablar de esto nunca más a partir de mañana? – se aventuró a adivinar mientras se ponía de pie.
- Sí.
El moreno dejó sus gafas sobre su velador y se dejó caer sobre su cama, agotado.
Tenía que reconocer que aquel pequeño momento por lo menos lo había alejado de los pensamientos sobre Rivaille y mortífagos. Era una lástima que su distracción fuese a costa del sufrimiento de Sirius… Los momentos como ese eran extraños y poco comunes, a diferencia de lo que ocurría antes, cuando James y Sirius eran niños y el de rulos se permitía depender de su mejor amigo y de la familia Potter en general sin sentirse avergonzado, escapando a veces durante veranos enteros a esa mansión para huir de su familia y desahogarse en caso de ser necesario…
- Oye, James. – oyó desde el otro lado de la habitación.
- ¿Sí?
- ¿Por qué demonios estás mojado?
- Ah, eso… Es una larga historia – replicó con un resoplido sarcástico. Entre tanta cosa, acababa de darse cuenta de que su ropa todavía estaba húmeda pese a que habían pasado prácticamente unos cuarenta minutos desde que había salido del río -. Mañana te la contaré mejor -. Explicó mientras se giraba para dormir, pensando que tendría que inventarse una buena historia para encubrir lo que realmente había pasado.
&.&.&
Era un nuevo año, 1977, y de pronto parecía que todo estaba de cabeza.
El expreso de Hogwarts hacía su viaje de regreso a Hogsmeade en medio de un día oscuro, frío y lluvioso que contrastaba notablemente con los carritos llenos de alumnos animados conversando, separados exclusivamente por las paredes de los vagones y los vidrios demasiado empañados. La excepción era el carro de Los Merodeadores que se encontraba inesperadamente silencioso.
James les había contado a sus amigos la historia falsa de lo que había ocurrido en la fiesta de los Lestrange, por supuesto. Ni aunque hubiese querido hubiera podido mencionar algo sobre Rivaille, porque si el hombre realmente era un mortífago, revelarles eso podía significar un peligro para ellos. Les explicó cómo logró entrar a la finca Lestrange gracias a Rita Skeeter, a cambio de la información del expediente, y luego de eso, los detalles cesaron; supuestamente encontró el bolso de Caecilia en un armario, metió el expediente allí y al día siguiente, mandó una pista anónima a Frank Longbottom en el departamento de aurores. Nada más.
Pero Remus no podía ser engañado. El castaño ya había notado que pasaba algo raro, pero no había querido decir nada al respecto. Le bastó con ver a James taciturno y jugando con su propio cabello mientras mantenía la mirada perdida en alguna parte, justo después de ser dudosamente escueto en una historia que, en cualquier otro momento, se hubiese deleitado en contar. Demás estaba decir que no era normal ver tan reservada a una de las personas más ruidosas y escandalosas que conocía así que, naturalmente, se preocupó.
Al lado del adolescente de gafas estaba Sirius con un lado de su cabeza apoyada contra el vidrio, mirando indistintamente hacia afuera. Lo hizo durante todo el viaje, también sin decir nada; la segunda persona más escandalosa también estaba sospechosamente retraída y melancólica, y se preguntó si por esas casualidades de la vida no habían peleado, pero eso no tenía sentido por comentarios despreocupados y casuales que cruzaban de tanto en tanto.
Cruzó una mirada inquieta con Peter y cada uno siguió con lo suyo. El rubio buscó unas revistas entre sus cosas y se dedicó a leer el resto del camino, mientras Remus le copiaba a Sirius y también apoyaba el lado de su frente en el frio vidrio.
Él también tenía muchas cosas en mente. Durante las cortas vacaciones había intentado juntarse con Laurian sin tener ningún resultado, ninguna comunicación. Era cierto que la licántropa le había advertido que no se apareciera en la guarida por un tema de seguridad, así que no dudaba que lo estaba evitando para protegerlo. Así las cosas, le era imposible no sentirse inquieto y quería, más que nunca, ir a ver qué demonios estaba ocurriendo con los nuevos tipos que habían entrado a la organización secreta de licántropos…
Pero había pasado un buen tiempo desde que había recibido la última carta de Laurian. ¿Estaba bien? A veces temía que los hombres lobo de esa pequeña organización se mudaran a otra guarida y él les perdiera la pista para siempre. Desconocía cualquier tipo de dirección particular de sus miembros (lo que estaba bien, considerando los riesgos a los que se podrían exponer en caso contrario) así que era bastante fácil ser dejado atrás.
- ¡Oigan! - Los tres salieron de sus pensamientos para levantar su mirada hacia Peter, que estaba apuntando el periódico que leía - ¡Miren esto!
- ¿Qué? – preguntó James.
El corazón se le disparó de solo pensar que, finalmente, Rita Skeeter había sacado el artículo sobre la delegación de aurores rusos y la conexión con Caecilia Greengrass y el Ministerio. Significaba que estaba hecho y ya no había vuelta atrás, todo el mundo iba a enterarse y quizás cundiría el pánico…
- Es un artículo sobre la fiesta de navidad en la casa de los Lestrange – explicó, al mismo tiempo que Sirius fingía una arcada -, pero esto es lo interesante: "…Dentro de las múltiples personalidades que me encontré aquella noche estaba el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras de Hogwarts, el mitad búlgaro, mitad francés, Hassel Rivaille".
- Según lo que James escuchó ese día en el baño de Las Tres Escobas era obvio que estaba invitado – dijo Sirius encogiéndose de hombros, pero Peter insistió provocando que sus tres amigos se acercaran para leer mejor, al mismo tiempo que él empezaba a leer en voz alta:
"Muchos se preguntaron si la decisión de contratar al joven mago había sido la correcta al inicio del año escolar, esto debido a la corta edad del profesor, su oscura trayectoria en el instituto Durmstrang, y claro está, el disminuido criterio de Albus Dumbledore. Sin embargo, la mayoría de la comunidad mágica del Reino Unido no está al tanto de la verdadera historia del apuesto mago.
¿Cómo es que nuestro admirado y célebre profesor, tan diestro en artes oscuras, recién viene a hacerse su fama tras egresar del Instituto Durmstrang? Siendo nuestra comunidad mágica mundial tan pequeña, lo normal es que una mente brillante y talentosa como la de Hassel Rivaille se vuelva notoria desde sus tiernos años de colegio. Al menos, ese ha sido el caso de tantos magos y brujas famosos a lo largo de nuestra historia, por nombrar a algunos, Albus Dumbledore, Gellert Grindewald y por supuesto, el mismísimo Merlín.
En efecto, al buscar el nombre de Hassel Rivaille en los registros de Durmstrang, es como si no existiera. No hay absolutamente ningún alumno entre 1956 y 1963 con ese nombre. Quien sí existe, y que destacó desde primer año por ser excepcionalmente capaz en todas sus asignaturas (especialmente en Artes Oscuras) y que coincide con esos años, fue un alumno llamado Hesse Darmstadt-Rouvroille.
Hesse Darmstadt-Rouvroille nació en una acomodada y antigua familia de la nobleza búlgara, que data prácticamente del año 871. La casa Darmstadt ha jugado un papel importante durante siglos de la historia de Bulgaria, ya sea a través de su desempeño dentro del gobierno (el abuelo de Rivaille fue, hasta hace no muchos años atrás, el Ministerio de la Magia de Bulgaria) o por su conocido y apasionado apoyo a la pureza de la sangre y los valores conservadores. Cuando el pequeño Rivaille hizo su ingreso al Instituto Durmstrang en 1956, asegurado prácticamente desde su nacimiento, era cosa de tiempo para ver las grandes cosas que haría siguiendo la línea de su prominente familia.
Quizás las generaciones más jóvenes de nuestro país no lo recuerden, pero en 1963 ese fue uno de los nombres implicados en el escándalo de Durmstrang que vio involucrado a cinco jóvenes de algunas de las familias mágicas más importantes de Europa, en donde un estudiante que asistía al instituto y que fue acusado de mentir sobre la pureza de su sangre terminó muerto en una situación difícil de explicar que surgía a partir de una especie de reto o desafío entre sus compañeros de clase. Claro está, la justicia terminó por absolver a todos los comprometidos y el expediente fue tapado bajo tierra lo más rápido posible.
Esta humilde periodista realizó un importante trabajo investigativo para dar con la pista de Hesse Darmstadt-Rouvroille, pero es como si después de salir del Instituto, se lo hubiese tragado la tierra. A pesar de ello, me es imposible dejar de notar todas las similitudes entre el joven heredero con el actual profesor de Defensa contra las Artes Oscuras en Hogwarts. Todo parece indicar a que, en un desesperado intento por dejar su oscuro pasado atrás, Hesse Darmstadt-Rouvroille cambió su nombre para pasar a llamarse Hassel Rivaille, borrando su apellido principal, para empezar de nuevo dándole la espalda a su linaje.
Ahora que me lo he encontrado en la fiesta de navidad de los Lestrange, bastante cómodo entre sus pares de las familias nobles del Reino Unido y el resto de Europa, no queda más que preguntarse si los viejos hábitos de quien, en algún momento fue investigado por la justicia antes de cumplir la mayoría de edad, habrán muerto o si, muy por el contrario, se encuentran más vivos que nunca.
Será interesante ver si Hassel Rivaille o Albus Dumbledore tienen algo que decir al respecto, cualquier cosa que pueda justificar la presencia de tan dudoso profesor cerca de las mentes más frescas, jóvenes e inocentes de nuestro país, justo en medio de la época más oscura y tumultuosa que hemos vivido desde la caída de Grindelwald, en 1945, ya varias décadas atrás."
La voz de Peter se apagó una vez terminado el artículo – que contaba con una foto de Rivaille en la fiesta de los Lestrange, conversando casualmente con los dueños de casa, Cygnus y Drusilla Lestrange, como para darle más verosimilitud a todas las acusaciones sobre la lealtad del profesor – y hubo un breve silencio mientras cada uno de los chicos tenía sus propias reflexiones sobre lo que acababan de saber, que fue interrumpido por una animosa palabrota de James.
- ¡Mierda, ese hijo de puta…! – El moreno se tuvo que morder la lengua para no decir "me amenazó de muerte".
Ahora que sabía sobre el pasado de Rivaille, la aterradora conversación que habían tenido en la finca de los Lestrange era mucho peor. ¡Rivaille había asesinado a alguien cuando tenía prácticamente su edad! ¡Venía de una casa noble y antigua que estaba obsesionada con la pureza de la magia! Por lo tanto, tenía que ser un mortífago. A esas alturas no le cabía duda que su profesor se había sentido como un pez en el agua durante la fiesta de navidad, entre toda esas personas que él consideraba asquerosas.
Pero, ¿por qué rayos Dumbledore había contratado a alguien así? ¿Acaso Rivaille lo había engañado con toda esa palabrería de que era un doble agente? No. Dumbledore era un mago demasiado inteligente como para caer con algo tan tonto, y seguramente el hombre estaba al tanto de la historia de vida del profesor.
Se negaba a creer que Dumbledore hubiese sido engañado con tanta facilidad y nunca iba a creer que su criterio "estaba disminuido", como decía Rita Skeeter en el artículo. Quizás la Orden del Fénix se encontraba en un estado desesperado y necesitaban creer que tenían un doble agente entre sus filas… Quizás Dumbledore tenía sus sospechas, pero era un riesgo que había que tomar.
- James, ¿no dijiste que Rita Skeeter sacaría un artículo sobre el expediente?
- Sí, ese fue el trato que hicimos para que me llevara como su acompañante.
- ¿No te parece raro que en vez de eso haya sacado un artículo sobre Rivaille?
Como si un par de cables hubiesen hecho contacto dentro de su cabeza, la pregunta que su mejor amigo acababa de hacerle había hecho que sus neuronas se pusieran a trabajar y dio con la respuesta de inmediato. Rivaille había protegido a Caecilia Greengrass, seguramente permitiéndole a la periodista que sacara un artículo sobre sí mismo para distraer a todos, a cambio de mantener la historia del expediente y la delegación de aurores rusos en secreto.
Y con eso, la posibilidad de que Greengrass dejara la dirección y Dumbledore volviera se esfumaba por completo.
- ¡Hijo de puta! – gritó, dándole repetidos puñetazos a la butaca en donde se encontraba sentado - ¡ME GANÓ!
- Tranquilo, Prongs, estoy seguro de que hay algo que podamos hacer… - comenzó a decir Remus para tranquilizarlo, pero nunca había visto a su amigo así. James estaba completamente furioso. No se trataba de ese enojo que veían en él cuando escuchaba a un Slytherin hablando mal de los sangre sucia, no se trataba del mismo enojo que veían en él cuando leía alguna noticia sobre Voldemort o alguna muerte. Este era un estado de absoluta rabia -. James, no vayas a hacer una locura – advirtió.
El moreno bufó mientras rodaba los ojos indignado. Obviamente no tenía pensado ir a buscar al profesor a su compartimento para encararlo. ¡Sus amigos no sabían que estaba amenazado de muerte! ¡No tenían idea de la conversación que habían tenido y el peligro que corría! ¡Ni siquiera podía contarles y desahogarse! Y también parecía bastante claro que el hombre siempre estaba un paso más adelante que él en todo, así que, ¿qué podría conseguir "haciendo una locura"? Salvo empeorar más aun las cosas.
Si James hubiese estado solo, hubiera llorado de rabia, pero tenía que guardar la compostura. Se sentía como un verdadero imbécil, habiendo creído por un momento que todo iba a salir bien con su pequeña aventura de navidad, que Dumbledore volvería como si nada. ¡¿Y cómo mierda se le había ocurrido confiar en la traicionera de Rita Skeeter?! ¿Por qué tenía que aprender a costa de puras caídas cómo funcionaba el mundo real?
Y luego, comenzó a reír entre irónico y cansado.
- ¿Qué? – preguntó Peter confundido.
- Hay dos mortífagos en la dirección de Hogwarts – explicó riendo con sarcasmo. La situación era tan ridícula y pesimista que de alguna forma le hacía algo de gracia -, ¿alguna vez hemos estado en una peor posición?
- Ahora lo sabemos – dijo el licántropo -. Ahora podemos planear algo los cuatro juntos.
El moreno asintió.
- Tenemos que sacarlos del castillo antes de que sea tarde – Y considerando que necesitarían de todos los aliados posibles a su favor, añadió -: Se me había olvidado decirles… Tenemos que entregarle el Mapa del Merodeador a Peeves.
- ¡¿QUÉ?!
- ¡Estás demente!
- ¡Imposible!
Las oposiciones iniciales a entregarle el Mapa del Merodeador a Peeves se habían callado una vez que James les explicó que había sido gracias a esa promesa, que el poltergeist había roto los relojes de los puntos aquella tarde en que Remus y los demás habían intentado colarse en el despacho de Greengrass. Por supuesto, el licántropo cambió de parecer inmediatamente y se mostró prácticamente conmovido de que Peeves los hubiera ayudado.
- Hay que ser leal – terminó por decir.
- Que lo tenga un tiempo y luego se lo quitamos – advirtió Sirius de cualquier forma -. Nos partimos el trasero haciéndolo y es demasiado útil como para perderlo. Además, ese hijo de puta puede traspasar paredes, techos y suelos. ¿Cómo puede ser tan codicioso? No se puede tener todo en la vida.
James se rio un poco ante el comentario, agradeciendo que pudiesen volver a hablar con tranquilidad después de haber estado tan enfurecido por culpa de Rivaille. Remus, al mismo tiempo, sentía que finalmente los cuatro podían volver a hablar con normalidad y bromear después de las tensas y silenciosas primeras horas en el expreso.
- Bien, luego se lo quitamos.
- Y ya que estamos con las confesiones – continuó Sirius, aclarándose la garganta -, tengo un anuncio que hacer.
- ¿Qué…?
- Creo que estoy saliendo con Marlene McKinnon.
&.&.&
Tan solo un par de horas más tarde, los cuatro chicos tomaron asiento en la mesa de Gryffindor para que comenzara el banquete de bienvenida al segundo semestre del año escolar. Como siempre, el Gran Comedor fue cubierto por un manto de murmullos animados de alumnos poniéndose al día con lo que habían hecho durante sus vacaciones, que desembocaron en un "¡Oh!" cuando todos los platos se giraron simultáneamente en la mesa, llenos de diferentes comidas deliciosas preparadas por los elfos domésticos.
Una vez que todos tuvieron sus estómagos llenos, alrededor de una hora después, Greengrass subió al estrado pidiendo silencio, para hacer el usual discurso de inicio de segundo trimestre. Por mucho desagrado que les provocara la mujer, los Merodeadores habían decidido prestar mucha atención a sus palabras e intentar escuchar entre líneas, a fin de ocupar cualquier cosa que pudiera servirles a su favor.
La mujer comenzó con las palabras tradicionales de bienvenida antes de pasarse a los anuncios típicos en relación al funcionamiento del castillo. Señaló, para los alumnos que ya hubiesen cumplido 17 años, que las Clases de Aparición comenzarían a partir del lunes siguiente, debiendo hablar con los jefes de las respectivas casas para realizar el pago de 12 galeones, y luego continuó hablando acerca de las visitas programadas a Hogsmeade por el resto del semestre.
- Jodidamente injusto – se quejó una chica de Hufflepuff de tras de ellos.
Por el límite de edad, muy pocos alumnos de sexto podrían tomar las Clases de Aparición. Entre los cuatro amigos, solo Sirius, pero él ya sabía aparecerse de todas formas y ahora que su situación con su tío Alphard estaba complicada, no iba a darse el lujo de gastar doce galeones completos en eso.
- Y por último, tengo un anuncio que hacer por orden del Ministerio de Magia del Reino Unido – dijo la directora mientras se daba aires de grandeza.
- Mierda, ¿ahora qué? – escucharon preguntar a Lily a varios asientos de distancia de ellos.
Se hizo el silencio, todos expectantes por saber qué diría, y James realmente sintió un pequeño retorcijón en su estómago, tan nervioso de que fuera algo malo como algo bueno que les pudiese servir para planear una forma de derrocar a la mujer.
- A partir de mañana se empezaran a llevar a cabo entrevistas personalizadas con los estudiantes cuyos padres son muggles, a fin de determinar quiénes efectivamente merecen estar aquí, y quiénes son simples impostores.
Un murmullo general recorrió el Gran Comedor, la mayoría de los alumnos del castillo e incluso los profesores y el personal del colegio, mostraron su total desaprobación ante lo que acababan de escuchar, sorprendidos pese a que el curso de las cosas y el odio hacia los magos y brujas impuras realmente había ido en aumento paulatino desde hacía un tiempo, propiciado por un Ministerio de la Magia que no tenía control y estaba sucumbiendo ante el purismo de algunos personajes.
Un número menor de alumnos se unió a ese murmullo general, pero para festejar la decisión. No era ningún secreto que una parte importante de la comunidad siempre había querido que Hogwarts siguiera los ideales de otros colegios, como Durmstrang, y solo le hiciera clases a alumnos que tenían sangre completamente mágica, o al menos mixta.
Esta vez fue Sirius quien soltó un bufido sarcástico, casi como un resoplido falto de aire.
- Esto es malo – reconoció, mientras sus amigos asentían en su lugar.
James no había tenido el valor de mirar en dirección a Lily Evans, o hacia cualquiera de sus compañeros de sangre "impura". En vez de eso, se cruzó de brazos, reflexivo y fijando su mirada en su plato vacío. Tenían que planear algo rápido si querían sacar a esa mujer antes de que lograra empezar a expulsar a los alumnos nacidos de padres muggles, pero ¿cómo? No quería que el pesimismo le ganara, pero se estaba volviendo cada vez más difícil, cuando escuchó a su mejor amigo hablar nuevamente para decir en voz alta todo lo que él estaba pensando.
- Siempre están a un paso más adelante que nosotros.
