—¿Te irás con Otabek a Kazajistán por dos semanas?
—Sí.
—¿Y tu abuelo lo aceptó sin problemas?
—Hum, se podría decir que sí.
—Eso es genial, Yuri, conocerás otro país y lo más importante de todo es que conocerás a los padres de Otabek.
Al recordar eso un nudo se le creó en su estómago. Claro que estaba feliz por ir junto a su novio a su país natal, y también emocionado por conocer a los padres de este, sin embargo de cierta forma también le aterraba. No sabría qué hacer si ellos no lo aceptaban y terminaban enojándose con su hijo. Su expresión tensa demostró su malestar.
—¿Estás nervioso por eso?
—¡¿Quién está nervioso?!
—Pues tú…
—Cállate, cerdo —chistó cruzándose de brazos. No le gustaba mostrar su debilidad—Aunque… —resopló, dejando que su cabello ya largo abandonara su rostro—. Sí estoy algo nervioso… —enredó su lengua al terminar.
El juego que ambos compartían en la casa del japonés quedó en pausa. Yuri se siente algo intimidado cuando toda la atención de su amigo cayó sobre él. No quería sus consejos… bueno, sí los quería, pero odiaba que el otro ya le conociera tan bien.
Jodida amistad.
—Bueno, es comprensible. Pero debes estar tranquilo. Si los padres de Otabek son tan buenos como él no debe haber problema.
Las palabras de ánimo del japonés le hicieron apretar más el estómago. Jodido positivismo, a él le gustaría tener un poco de eso.
—Sí… deben ser geniales, pero el problemas es que ellos creen que Otabek irá con una chica, no con un hombre. Sé que Otabek me ha dicho que no temiera, pues ellos son comprensivos y todo eso, sin embargo el temor no se va —apretó los labios—. ¿Y sí realmente no nos aceptan? ¿Y sí se enojan con él por mi culpa?
Apretó un poco el mando entre sus manos, ese malestar lo llevaba días cargando y con Yuuri por fin lo dejaba salir.
Su amigo le miró comprensivo, quizás queriendo acercarse y abrazarlo para mostrar su apoyo, pero sabía que eso no sería bien recibido por el rubio. Sonrió por eso.
—Yo que tú no me mataría pensando en eso. Si Otabek te quiere llevar y presentar, debes confiar. Yo sé que él lo que menos quiere es que sufras o salgas lastimado —siguió Yuuri, queriendo ayudarle—. No te llevaría si supiera que las cosas saldrán mal.
Esas palabras sí que le ayudaron. Eso era. Verdad, cielos que sí. Otabek siempre le quería proteger, cosa que era mucho, por eso debía dejar de preocuparse. Tenía que confiar en él.
Suspiró profundamente y asintió. Las palabras de su amigo le sirvieron mucho, ya la ansiedad que sentía se disminuyó un montón.
—Sí… como sea, es verdad —suelta, retomando su confianza natural. No quería admitirlo pero el haber hablado con el japonés le hizo sentir bien—. Ahora deja de perder el tiempo y pelea —activó el play y comienza a jugar otra vez.
De un golpe derrotó al personaje de Yuuri, quien desconcentrado apenas volvía a ver la pantalla.
—¡Eso no es justo! No estaba preparado —se quejó Yuuri, mirando algo enojado al otro.
Yuri ni se inmutó y siguió jugando.
—Todo se vale en la guerra, cerdo.
Con unas sonrisas divertidas siguieron esa agradable tarde de videojuegos y de amistad.
¿Quién iba a decir antes que aquellos tan opuestos se volverían inseparables?
Yuri no lo creía, pero lo había aceptado. Ya quitarse a Yuuri de encima era imposible.
Cuando pasaron varias rondas ganando y perdiendo, Yuri recordó algo que el japonés le había dicho, por eso sus labios se movieron.
—Entonces, ¿Pichit, no? —suelta, sin dejar de ver la pantalla—. ¿Qué tal va todo eso?
Yuuri se detuvo unos instantes con las mejillas rojas. Si a Yuri le era difícil hablar de sus sentimientos, al japonés le costaba el doble.
—Bu...Bueno, me ha pedido que lo intentemos… —le responde con la voz colgando de un delgado hilo—. Y-Yo le dije que tenía que pensarlo.
—¿Pensarlo? No sé por qué debes pensarlo. El calvo ya se casó liberándote a ti de una miserable vida. ¿Te imaginas estar con él? Hasta viagra debe usar —negó con la cabeza, irritado de pensar en ese tonto profesor que le rompió el corazón a su amigo—. Solo supéralo y ya… él no era para ti. Tú mereces algo mejor —al decir eso último se mordió la lengua.
Yuuri lo vio sorprendido para luego sonreír. Raramente el ruso le daba cumplidos, y por eso debía apreciarlos con todo el corazón.
—Gracias por eso… y sí, creo que tienes razón. El profesor Nikiforov no es para mí… o de eso debo convencerme. Ya está casado y se ve muy feliz —un triste sonrisa apareció en su redondo rostro. Yuri permaneció en silencio—. Estoy feliz por él… porque este bien… —lágrimas nacieron y su voz se rompió. Tapó su rostro con ambas manos—. Lo siento, es solo que…
Yuri rodó los ojos ante aquello. Entendía el dolor del japonés por eso se mordió la lengua para no decir nada hiriente. Solamente se le acercó y le dio un pañuelo que llevaba en el bolsillo. Quedándose a su lado escuchó como Katsuki lloraba por ese amor no correspondido que dejaba ir.
Pasara lo que pasara, Yuri estaría para él. A su tosco y rudo modo, él no lo abandonaría. Su amistad era así. Tosca pero real.
—Lo siento por llorar… —se disculpa el japonés. Avergonzado por su actitud.
Su invitado solo se encoge de hombros pasándole otro pañuelo.
—Da igual, cerdo. Llora lo que quieras ahora, pero será la última vez. Si ya después de esto vuelves a llorar por ese anciano te pateare el trasero —amenaza con calma.
Yuuri solo asiente con una ligera sonrisa y así en minutos logra calmar su llanto sintiéndose más aliviado.
Así pasa una tarde de juegos que no hizo más que fortalecer su amistad.
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Cuando ya el reloj marcó las siete de la tarde, Yuri tomó sus cosas y partió al departamento de su novio. Como estaba en vacaciones no tenía apuro de llegar a casa y su abuelo le permitía estar hasta ciertas horas con el kazajo, con la condición de que este último le fuera a dejar antes de irse al trabajo.
Sacando su propia llave que Otabek le dio, abrió la puerta con toda la pereza del mundo y así entró en ese lugar que amaba. Dejando en el suelo su mochila y chaqueta caminó hasta la sala y allí sus ojos vieron lo más sexy del mundo. Otabek hacía ejercicio en medio del lugar. Flexiones de brazos que le hacían marcar todos esos músculos bien formados en su cuerpo. Con solo ver eso sintió su energía volver; y al notar que el mayor no le había escuchado aprovechó a acercarse a él lentamente y así montarse en la espalda del otro.
Otabek se detuvo al sentir peso extra y sin desarmar su fuerte postura en el suelo giró la cabeza para ver al rubio. Una sonrisa de inmediato le salió dejando ver ese maldito y sensual hoyuelo en su mejilla.
—Yura, bienvenido —le saluda, volviendo la vista al suelo, bajando otra vez con sus brazos y prontamente subir. Parecía que el peso extra de Yuri no acomplejaba su rutina.
El ruso disfrutando de eso se acomodó mejor en esa ancha espalda y disfrutó el pequeño momento.
—¿No te he asustado? —pregunta, algo decepcionado por eso. Había caminado livianamente como un gato para no hacer notar su presencia.
—Para nada, ya estoy acostumbrado.
Su respuesta se le hizo graciosa y linda la vez. Ya estaban tan acostumbrados al otro que se conocían muy bien. A veces Yuri llegaba adivinar algo que haría Otabek, tal cual como Otabek adivinaba lo suyo.
—Además eres el único que tiene la llave… y digamos que no fuiste muy silencioso al abrir la puerta. Así que de inmediato supe que te lanzarías sobre mí.
Por su explicación Yuri solo resopló y se acomodó mejor, recostándose en la ancha espalda de su novio. Al parecer ya llevaba un buen rato haciendo ejercicio pues notó su sudor y lo caliente de su piel. Una nueva flexión hizo el kazajo, todos los músculos marcándose. Yuri sin dudarlo le dio besos en su cuello y hombros.
—Oye... no hagas eso —reclama Otabek, sin detenerse.
Yuri solo disfrutó su reacción.
—¿Por qué? ¿Te desconcentra? —sonrió.
Un gruñido divertido salió de la boca de Otabek. Le encantaba desconcentrarlo.
—Si sabes la respuesta, ¿por qué preguntas?
Aquello le hizo reír nuevamente. Sus traviesos besos siguieron queriendo llegar a cada poro de su piel, sin embargo, Otabek no le dejó proseguir ya que se dio la vuelta dejando a Yuri atrapado en sus brazos. Una vuelta más en el suelo y esta vez el ruso se vio abajo del kazajo. Todo fue tan rápido que no logró reaccionar.
Se miraron en silencio unos segundos. Desafiantes. Iba a soltar algo de sus labios pero la acción de Otabek fue más rápida. Besos en sus labios recibió, para luego pasar a su cuello. Yuri se vio cohibido y de inmediato comenzó a patalear.
—¡Oye, no! Suéltame, ¡Estás todo sudado! —gritó, moviéndose como un gusano, pues ahora el kazajo le hacía cosquillas en los costados.
—Eso no pareció molestarte cuando estabas besando mi espalda —Inmune a los rechazos del rubio el kazajo siguió con su ataque.
Yuri ya estaba soltando carcajadas a la fuerza por los cosquilleos.
—Ah... ya, para... Beka —ya lágrimas se asomaban por sus ojos. Ese jodido kazajo sabía sus puntos débiles. En una batalla corporal siempre terminaba ganándole—. Jodido kazajo...salte ya.
El atacante solo disfrutó unos momentos más de la reacción de le menor y pronto se detuvo. Un beso le robó a Yuri en los labios y se levantó. Plisetsky miró entre su agitación a su novio ya de pie, con su jodido cuerpo a la vista y su aura masculina en el aire. Quiso pegarle por hacerlo gay.
—Me iré a bañar —anunció el mayor, dándose la vuelta—. Si tienes hambre hay comida en la nevera.
—Quiero pizza —comentó, sentándose con piernas cruzadas en la alfombra. Sudor del mayor tenía en su cara, con sus mangas se la quitó—. Pediré pizza.
Eso no fue una pregunta, era una aclaración.
El kazajo quizás ya acostumbrado a eso le dio el paso libre, pero antes de encerrarse en el baño dijo: —Igual tendrás que comerte tus verduras.
Solo rodó los ojos por aquello y se levantó para ir a pedir la pizza. Este iba siendo un día perfecto. Tranquilo y agradable. Ya la preocupación de su viaje a Kazajistán no le daba vueltas en la cabeza.
Esa tarde la pasó hablando con su pareja. Disfrutaron de una rica pizza en la terraza mientras el kazajo le contaba todo de su país natal. Yuri pudo ver en sus ojos y en sus palabras lo ansioso que estaba por regresar. Podía sentir en su pecho el cómo extrañaba a sus padres y amigos de allá, sin dudas Otabek debía sentirse muy solo sin ellos en Rusia. "Será muy lindo cuando se reencuentren", pensó, esperando no arruinar ese reencuentro con su presencia. Yuri de verdad quería que todo saliera bien en ese viaje.
—¿Estás preparado para abordar un avión?
Ya acurrucados en el sofá de la terraza, abrigados con una manta por los hombros, mirando hacia el horizonte ya oscurecido, Otabek dejó salir la pregunta que el mismo Yuri llevaba guardada hace día. Su novio era consciente del miedo que Yuri tenía de los aeropuertos y más de los aviones. No imaginaba subirse en uno, ni de permanecer sentado por horas volando. ¿Estaba listo? Quería estarlo, pero aun repitiéndose eso sentía miedo.
—Ah...debo estarlo, ¿no? El viaje es en apenas dos días y ya los pasajes están comprados y todo arreglado...sin dudas debo estar listo —quiso demostrar fortaleza y nada de miedo en sus palabras, sin embargo su tono de voz falló al final, temblando.
Otabek notando aquello le acercó más a él. Era relajante estar a su lado, con él, Yuri sentía que nada podía salir mal.
—No es malo tener miedo, soldado.
—¿Quién tiene miedo? —soltó eso de forma brusca pero sin separarse del calor del otro.
—Estaré contigo. Esta vez será diferente. Nadie te dejara. Al contrario, vas a conocer a otras personas y lugares, y siempre estaré a tu lado —las palabras de Otabek fueron su mayor consuelo. Era lo que necesitaba escuchar.
—Sí... Está vez es diferente —"ya que estás conmigo".
Sumiéndose en un cómodo silencio cataron lo que quedaba de tarde antes de volver a casa.
Sin lugar a dudas los momentos con Otabek, aunque fuesen pequeños, eran sus favoritos.
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Al día siguiente al ir al club se llevaron una gran sorpresa. Leo y todos los demás le tenían una despedida con comida, tragos y globos. Yuri encontró todo muy exagerado, parecía un cumpleaños de niño pequeño, por lo que quiso escapar, pero la arpía llamada Mila junto con Emil no le dejaron irse. Obligado tuvo que quedarse, aunque por dentro disfrutaba de toda esa tontería de fiesta de despedida. Sí que eran molestos esos tipos.
—¿No crees qué esto es un exageración? A penas y nos vamos por dos semanas —tuvo que decirlo Yuri, ya no aguantando más abrazos y despedidas muy tontas de sus amigos, lo trataban como si se fuera a ir por años.
Mila, quien estaba a su lado con una copa llena de cerveza negó con la cabeza varias veces.
—Uno nunca sabe, Yuri. Puede estrellarse el avión, o los pueden secuestrar en Kazajistán, u Otabek te secuestra, se casan a escondidas y nunca más sabemos de ustedes, pueden pasar muchas cosas.
—Ya cállate, Mila —Otabek miró seriamente a la mujer. Varios se rieron por eso, pues Mila solo se encoge de hombros.
—De todas formas, hay que brindar por ustedes. ¡Qué esta tarde sea inolvidable! —Mila levantó su vaso, derramando un poco en Yuri, quien le dio un pequeño golpe en la pierna y así todos brindaron.
Jodida mujer, aunque lo intentara con todas sus fuerzas no lograba enojarse con ella.
—Yuri —la voz suave de Leo voló hasta sus oídos entre medio de todo el bullicio. Ruido exagerado que hacía Emil, Michelle junto los demás.
No queriendo seguía allí ya que sentía dolor de cabeza por tanto ajetreó fue donde el moreno. Sin palabras se dirigieron al exterior y una vez allí, recibiendo el aire frio de su Rusia, respiró.
—¿Qué tal lo estás pasando? —pregunta Leo, con manos en los bolsillos, viendo con esa típica mirada suave al menor.
Leo era ese amigo con el cual te sentía seguro y apreciado. Yuri sabía que todo lo que saliera de la boca del latino era real, y todos sus consejos eran tan buenos y respetables que te hacían reflexionar en todo. Leo era como un tierno anciano en el cuerpo de un joven. Todas sus palabras valían oro.
—Bien… aunque es mucho para una despedida. No es como si nos fuéramos a otro continente.
Una divertida risa desclavó su contrario.
—No nos culpes. Sé que serán dos semanas, no obstante igual se extrañaran. Es extraño cuando no están.
Asintió a eso, con un leve rubor. Nunca se imaginó antes llegar a tener tantos amigos, y buenos amigos. Se sentía bendecido, y claramente eso no lo diría nunca, pero por la mirada que le lanzaba Leo, Yuri debía suponer que este ya lo sabía.
—Hum… ¿Qué tal estás con Guang? —preguntó, no queriendo quedarse en silencio.
Durante la fiesta se dio cuenta que el chino no estaba. Cosa extraña ya que siempre estaba con Leo en ocasiones así. Hasta ya le caía bien.
—Bien. Él se encuentra estudiando ahora. Aún no sale de vacaciones y está en las pruebas finales, por eso no vino. Pero le mandare tus saludos cuando llegue a casa —la sonrisa de Leo le puso algo tenso.
—Si… como sea, que la vaya bien —soltó, frunciendo un poco las cejas al recordar algo. Se remojó los labios—. Ahora que lo pienso fue aquí donde una vez te dije algo muy feo… hum… no sé si lo recuerdas, pero creo que me tengo que disculpar contigo otra vez.
Pues aquella vez había dicho tantas cosas feas a Leo y su novio que hasta el día de hoy su lengua la sentía ácida. Era un arrepentimiento que no se iría con nada. Un error aprendido que jamás volvería a cometer.
El latino pareció pensar unos momentos. Su mirada calmada y sabía.
—No es necesario que te disculpes nuevamente, Yuri. Entiendo porque lo dijiste. Estabas en medio de tu aceptación y fue chocante para ti ver que nos besábamos. Te comprendo —pareció pensar unos instantes, para pronto volver a observar a su amigo—. Pero de alguna forma fue bueno que vieras eso, ya que con eso pudiste pensar mejor en lo que sientes por Otabek, ¿O me equivoco?
Al ruso se le enrojecieron las mejillas. Llegando a asentir con algo de cohibimiento. Leo tenía razón, toda la razón, gracias a él y todas sus palabras pudo liberar sus sentimientos y matar sus miedos. Sin la ayuda de él hubiese aun estado negando lo que sentía por Otabek y su vida sería muy miserable, pues el odio que se tendría a si mismo sería tanto que terminaría pagando todo con el kazajo. Sin dudas algunas adoraba el lugar donde estaba ahora, dónde podía decir sin miedo que amaba al kazajo y tomar su mano sin temor.
Leo después de unos instantes se estiró elevando las manos al cielo y un bostezo dejo salir. Era verano, sin embargo seguían fríos los días, más las tardes y eso lo demostró el temblor del latino.
—Bueno, regresemos adentro. Ya veo a Ota buscándote hasta acá —una sonrisa animada, comenzando a caminar al interior.
Yuri asintió con la cabeza. Tomó un par de bocanadas de aire y siguió al mayor, ya más tranquilo y con mejor cara. Hablar con Leo siempre le tranquilizaba.
—¿Todo bien? —inquiere Otabek, quien le abrazaba de la cintura, demostrando que le extraño en esa corta ausencia.
—Sí… —comenta, elevándose un poco de las puntas de sus pies para darle un ligero beso en los labios. Todo siempre estaba bien junto a él.
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—Te digo abuelo que no es necesario tanto equipaje —con algo de molestia tomó entre sus manos un traje de baño que ya de seguro le queda pequeño—. No creo que vayamos a bañarnos en alguna piscina… o rio… de todas formas no creo necesitar esto —lo sacó de la maleta, exageradamente grande que su abuelo se empeñaba en llenar—. Son solo dos semanas, ¿Por qué todos exageran?
Nikolai solamente volvió a tomar el bañador y lo acomodó en la maleta. Yuri rodó los ojos mientras acariciaba a Potya sobre sus piernas. Su habitación era un desastre, más de lo normal. Estaba toda su ropa desparramada y ya no sabía dónde estaban sus cosas. Si el mayor seguía así Yuri se perdería entre las montañas de ropa.
—No está demás ser precavido, Yuratchka.
—Sí, pero tú estás empacando como para diez personas… ¡Definitivamente no necesitare pantuflas, abuelo!
Potya saltó de las piernas del rubio al asustarse por ese grito. Miró a Yuri con un poco de desprecio para marcharse elegantemente de ese campo de guerra.
—Ay, este chamaco.
—¿Dónde aprendiste esa palabra? —suelta el menor, sacando las pantuflas.
—El joven Leo tiene muchas palabras interesantes. Ah, definitivamente debemos ir a Latinoamérica algún día.
Yuri soltó una risa. Recordaba muy bien el día en que Leo conoció a su abuelo en un almuerzo. Se hicieron cercanos de inmediato. Potya también lo amó en el momento… ahora que lo pensaba ese gato quería a todos… era una decepción.
—Chicos, el almuerzo ya está listo.
A la habitación llegó Erena. Quien vivía con ellos hace unas semanas. Se quedaría con Nikolai cuando Yuri se fuera. Eso le aliviaba al menor, pues no era capaz de dejar solo a su amado abuelo.
—¿Papá por qué estás empacando tantas cosas de Yuri? —su madre se acerca curiosa por el desorden—. Ay, papá, esto es demasiado para su viaje.
—¿Ves? No soy el único que piensa eso —acotó Yuri, sintiéndose apoyado por alguien en esa casa—. Hasta Beka me dijo que no llevará mucho equipaje, pues él podía prestarme ropa. Solo llevaré lo esencial.
Nikolai solo gruñó por eso, y entre discusiones y risas bajaron a comer la comida que la mujer preparó. Ya era costumbre aquello, Yuri con cada día que pasaba se sentía menos incómodo con la presencia de su madre, hasta hablaban más que antes y eso en muchas formas le impresionaba. Se notaba que ella quería arreglar las cosas, y él por su lado también deseaba la presencia de su madre en su vida. Por eso, se esforzaba en conocerla a pesar de que aún dolieran algunas cosas del pasado.
—¿Entonces quieres quedarte esta noche en la casa de Otabek para partir temprano al aeropuerto en la mañana? —pregunta Nikolai, comía un delicioso Pirozhki que Erena preparó.
Yuri con las mejillas llenas de comida asintió. Le había dicho a ambos que quería quedarse con Otabek para no molestar en la mañana. Su abuelo no parecía muy convencido. De seguro él quería llevarlo hasta el aeropuerto, pero el ruso menor no lo deseaba así, pues era seguro que terminarían en llanto suelto si su abuelo lo iba a dejar.
—Sí… prefiero eso. Además Beka ya tiene libre, sin problemas me podré quedar en su casa.
—Hum, no lo sé, Yuratchka. Pensaba en ir a dejarte.
—Papá… déjalo ir —le apoya Erena, viendo la pena de ambos. Sin dudas ninguno soportaría una despedida por más corta que fuera—. Sabes que Otabek lo cuidará bien. Además en buena idea que partan los dos juntos en la mañana.
Yuri miró a su abuelo con esos ojitos de gato que siempre utilizaba para conseguir algo. El mayor después de un suspiro asiente dándole una cargada caricia en sus cabellos.
—De acuerdo. Dile a tu novio que te venga a recoger. Antes de que se vayan hay unas cosas que quiero decirles.
Eso lo puso un poco nervioso, pero de inmediato asintió con una sonrisa y se levantó de la mesa para ir por el teléfono y llamar a Otabek.
En menos de veinte minutos el kazajo llegó a la casa en un taxi. Yuri le abrió la puerta emocionado y una vez que lo ve se le tira encima para abrazarlo. Otabek ya acostumbrado a esos impulsos del menor. Lo toma con agilidad.
—Beka, mi abuelito me dejó pasar esta noche en tu casa para así salir juntos al aeropuerto.
—¿Sí? Eso es bueno, pero pensé que pasarías esta noche en tu casa —dice el kazajo, dejándolo en el suelo para después revolver su cabello.
—Bueno… era el plan, pero no creo que pueda soportar ver a mi abuelo despedirme en el aeropuerto… Por eso creo que es mejor irme contigo desde ahora —responde, sobándose un poco el cuello.
—Ya veo.
En ese momento Nikolai llegó a su lado, le invita a pasar y así entre los cuatro y Potya, el cual estaba más pegado a Yuri, hablaron y bebieron un poco, aunque el ruso menor solo bebió juguito de manzana.
Cuando la tarde llegó, ya sabía que era la hora de despedida. Yuri tomó sus cosas para dejarlas en la puerta. Erena se despidió de él dándole un beso en la mejilla que le hizo sentir calidez en su pecho.
—Prométeme que te cuidarás mucho, hijo.
Yuri le ve algo tenso. No se acostumbraba a que le dijera así, sin embargo, asiente.
—Lo haré, tú cuida del abuelo —dice para darse la vuelta e ir por su gato—. Ay, a ti te extrañare mucho —le da besitos que Potya recibe feliz y con ronroneos—. Abuelito, ¿No me puedo llevar a Potya?
—No, déjalo aquí — suelta el mayor—. Mira que ya es suficiente que se vaya un gato de la casa.
Plisetsky le ve con gracia dejando al gato y va con su novio que ya le esperaba en la puerta. El mayor fue con ellos para despedirlos.
—Ah, realmente aún me impresionas que te vayas de viaje. Estás tan grande Yuratchka —comenta su abuelo en un suspiro. El menor le ve con tristeza. Odiaba las despedidas—. Pero debes ir, debes cuidarte mucho. Te estaremos esperando aquí los tres.
Así le da un abrazo apretado a su abuelo, ahora no deseaba separarse de él, pero… debía. El kazajo observó todo aquello en silencio. Su rostro tan sereno como siempre.
—Y a ti, señor Altin —Nikolai se volvió al kazajo sin dejar de abrazar a su nieto—. Te encargo que me lo cuides mucho, mira que este niño es mi vida y también un atarantado.
—Abuelo…
—Lo haré, señor —asiente su pareja con seguridad.
"¿ A qué viene tanta formalidad?"
—¡Ah! Y cuidado con secuestrarlo y casarte con él a escondidas. Mira que yo quiero ser el padrino de la boda.
Yuri enrojece por las palabras de su abuelo.
—No se preocupe, señor Nikolai, usted será el invitado de honor. Jamás lo dejaría fuera de un momento tan importante.
—¡Beka, abuelo! —chilla más avergonzado. Esos dos amaban molestarlo—. ¡No le sigas la corriente!
Los mencionados rieron y así el rubio prefirió tomar sus cosas y llevarse a su novio antes de que su amado abuelo dijera más cosas.
"Joder… siempre diciendo cosas vergonzosas"
Subieron a un taxi y de lejos se despidió de su abuelo y madre con un saludo de mano. Esperaba verlos pronto, regresar lo antes posible, pero al mismo tiempo que el viaje fuera muy largo para pasar todo el tiempo con su novio y así conocerlo mejor. Miró a Otabek una vez las figuras de su familia se perdió, y sonríe. Altin que miraba su móvil voltea a verle.
—¿Qué ocurre, soldado? —pregunta al ruso.
Yuri con las mejillas sonrojas mueve la cabeza en negación.
—Nada —dice sonriente. Se estaba aguantando las ganas de besarle.
Al llegar al departamento, Yuri dejó su maleta cerca de la puerta y se estira más aliviado.
—¡Ah! Me siento tan aliviado ahora. Sabía que iba a ser difícil la despedida con mi abuelito.
—¿Estás seguro que no prefieres pasar la noche en tu casa con ellos? —pregunta el kazajo sacándose su chaqueta.
Yuri le ve con una mueca.
—Seguro. Es mejor así —asegura para sonreírle e ir con él a abrazarlo para por fin besarle en los labios.
Eso fue al parecer una sorpresa para Otabek, el cual sujetó su cintura con cuidado y retrocedió unos pasos sin alejar al rubio de él. Yuri disfrutó de eso. Le gustaba sorprenderlo, por eso le besa más llegando a juntar sus lenguas. Allí toda la confianza del ruso se fue, pues se puso rojo y tembló al sentir como Otabek lo atraía más a él y tomaba el mando de la situación.
—Ah… no es justo —se queja al tomar un respiro. Saliva unía sus bocas y las respiraciones de ambos estaba agitada.
—¿Qué cosa? —inquiere Otabek mirándole con unos ojos indescifrables. Yuri tragó nervioso.
"Mierda… siento que me come con la mirada", piensa bajando los ojos. Se sentía como un gatito en brazos de un lobo.
—Beka… —susurra llamándole, subiendo sus brazos y tomar el cuello de su remera. Estaba muy rojo, dudando si decirlo o no.
Hubo un largo silencio, cargado de tensión. Ambos mirándose, diciéndose las cosas que no se atrevían a decir con la simple mirada. Más besos se dieron, besos que acariciaban tanto su piel y alma que no se dio cuenta cuando el mayor lo cargó sin dificultad y lo llevó a la habitación. Quedó acostado en la cama con Otabek sobre él.
Las mejillas de Yuri estaban calientes, además de sus ojos húmedos por la excitación.
—Beka…
—Ah, lo siento —susurra el kazajo, apretando la mandíbula y viéndole—. Me deje llevar por un momento. Iré… a hacer té.
Antes de que el kazajo se moviera Yuri lo detiene tomando sus fuertes brazos.
—N-No… espera —le pide con un hilo de voz—. Beka… tócame, ¿Si? —continua temblando un poco. ¿Era muy atrevido? Deseaba morir, pero no, tenía que ser un hombre y no retroceder.
—¿Qué dices, Yura? —le mira incrédulo. Su expresión siempre imperturbable se deformó en una mueca de sorpresa.
—No me… hagas repetirlo, tonto —reclama, pegándole en el pecho—. Quiero que me toques… más que antes… —jadea nervioso, mirando a un lado—. ¿Tú no quieres?
Otabek tragó duro, tanto que el ruso lo alcanzó a escuchar.
—¿Beka? —le mira nuevamente, sorprendiéndose al ver lo tenso que estaba.
—Por supuesto que quiero… —confiesa al fin—. Es solo que no me espere esto… tan repentino —Yuri se sulfura más cuando el kazajo tocó su mejilla—. ¿Realmente quieres hacerlo? Yo… prometo ser muy cuidadoso… y no haré nada que no quieras.
Joder… estaba más excitado, sus hormonas juveniles estaban haciendo un estrago en él. Estaba a punto de hacerlo con un hombre… ah, pero que hombre. Mierda. Mierda.
No queriendo decir nada más que lo delatara de lo nervioso que estaba, se colgó al cuello del moreno y volvió a juntar sus labios. Un beso mojado de parte de ambos. Iniciando lo que ya no tenía retorno.
Otabek a los minutos y separándose solo un poco del rubio, se quitó su remera dejando ver todo su trabajado cuerpo. Yuri se mordió el labio. Otabek era el único hombre que era capaz de excitarlo así. Su abdomen, su pecho, bíceps… ah.
Mierda, tenía a un puto dios sobre él.
Así continuaron besándose, ahora siendo Yuri el que se alejaba de su remera con ayuda de las manos ajenas. Ambos torsos desnudos se tocaron y sintieron su calor. La zurda del mayor pasó por su cuerpo y Yuri jadeó ahogado.
—Ya estás muy marcado, soldado —susurra el kazajo, notando con la yema de sus dedos el abdomen marcado de Plisetsky.
Este se siente orgulloso, había trabajado duro para eso. Por supuesto que estaba marcado. Sonríe egocéntrico y con eso se gana otro beso de Otabek.
Gemidos suaves y caricias al cuerpo contrario fueron las protagonistas por unos minutos, pero un gemido más alto salió de su boca al sentir como el miembro erecto de Otabek rosaba el de él, apresándolo en una sensación de placer. Solo los pantalones de ambos estorbaban.
—Ah… mierda… —suelta Yuri sintiéndose pequeño por ese roce.
Otabek volvió a embestirlo así sacándole más gemidos a la vez que bajaba y besaba su cuello y llegaba a su pecho. El ruso sintió erizar su piel cuando la boca de su novio tomó uno de sus pezones.
—¡¿Ah?! ¿Qué estás haciendo? —eso lo espantó un poco.
—Solo… disfruta.
Aunque le dijera eso se sentía extraño. Normalmente eso se le haría a una mujer, no a un hombre. Iba a reclamarle, sin embargo al sentir una gran sensación de placer que iba de su pezón a todo su cuerpo, sus reclamos murieron convirtiéndose en gemidos.
¿Qué rayos le pasaba? Estaba disfrutando que Otabek le chupara su pezón.
Avergonzado se tapa la boca con las manos. Era tan extraño pero ya no le desagradaba. Además la pierna de Otabek presionaba su entrepierna creando en él más espasmos de placer.
—Y-Ya... detente —pide echando la cabeza para atrás. Jodido kazajo.
Otabek no pareció escucharle, pues se pasó al otro pezón, dejando más sensible al menor.
—Hmg… Beka… ya…
Con eso el nombrado levanta la cabeza y le mira.
—Te ves tan lindo así.
—Cá-Cállate…
Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Otabek, el cual volvió a subir y así le besó relajando a Yuri.
—No vuelvas a hacer eso… no soy una chica —reclama, viéndole con ojos dudosos.
—Eso no tiene nada que ver, sé que eres un chico ¿Lo has disfrutado o no?
Con un gruñido asiente. Rayos, no quería admitir eso.
Más besos se presentaron. Yuri no queriendo ser el sumiso en esos momentos, empuja el fuerte cuerpo de Otabek y lo voltea, quedando ahora sentado él sobre el moreno. Sonrió con sorna al ver su cara sorprendida.
—Vaya soldado… ¿Quieres mandar tú? —Otabek suaviza su expresión y acaricia la mejilla del rubio.
—Lo haré… —asiente seguro, apoyado en el pecho de su novio.
—Hazlo.
Aunque las palabras de Otabek no sonaron a un desafío, Yuri lo tomó así. Iba a poner en práctica todo lo estudiado en internet y los consejos que le dio Leo. Él quería ser el dominante.
Su pareja se le quedó viendo tranquilo, esperando algún movimiento del ruso. Sin embargo, eso no parecía llegar. Yuri al ver a Otabek bajo él, semidesnudo sintió toda su confianza desfallecer.
—¿Yura?
—Ya sé, cállate… —se queja moviéndose inconscientemente sobre la entrepierna de Otabek. Al sentir algo duro bajo su trasero tragó en seco.
" Mierda… se me olvidó lo grande que es allá abajo"
—Ah, Yura… no te muevas así —pide el mayor. Era un punto peligroso para ambos—. Lo siento, pero creo que ya no puedo aguantar más.
Antes de que Yuri pudiera reclamar, Otabek lo tomó de los costados y lo dio vuelta para besarlo y dejarlo nuevamente abajo. Así el kazajo, metido entre las piernas del rubio, comenzó a embestir nuevamente sobre la ropa. Un gemido fuerte salió de los labios de Yuri, mierda, santísima mierda.
—Ah… Be-Beka… —no podía hablar de forma coherente, esos movimientos que hacían chocar los penes de ambos le dejaban loco.
—Yura… quiero… yo…
Parecía que Otabek estaba dejando de lado todo respeto de antes, pues llevó su diestra a su propio pantalón para bajarlo junto con la ropa interior. Yuri con algo de dificultad miró el pene ya erecto de su novio. La sangre volvió de golpe a su cabeza. Grande… mucho.
Los pantalones del ruso también salieron, dejando así a ambos completamente desnudos en la cama, con penes juntos y frotando de forma directa. La mano caliente de Altin le hacía delirar, se frotaba muy rico que no pudo hacer más que soltar gimoteos y apretar las sabanas de la cama.
Sus ojos estaban conectados y con cada respiración que ambos soltaban sobre el otro se sentían más unidos. La deliciosa caricia que le daba Otabek a su miembro con calma y tortura lo hacía sentirse en otro mundo, un mundo donde ambos están solos y no había nadie más… solo era de ellos, aquel amor que se mostraban sólo pertenecía a ellos.
—Ah… mierda… —muerde su labio, sintiéndose cerca del clímax. Ya transpiraba, estaba lleno de calor. Su respiración agitada—. Beka… ya…
—Y-Yo… también…
Jadea el mayor, Ambos estaban cerca.
Dos movimientos más de la mano y se corrieron. Yuri hundió las uñas en el colchón, mientras que Otabek gimió ronco en su oído. Sin dudas eso era mejor que masturbarse solo. Sintió que moría en manos de ese sexy moreno.
Sus pieles quedaron manchadas de espeso semen caliente. Aquello no hizo más que aumentar la libido de ambos.
Al mirarse se entendieron. Ambos deseaban seguir. Y nadie se los iba a impedir.
El calor que sentía Yuri era increíble, sus cuerpos sudorosos se pegaban y parecía que no se querían apartar, deseaba fundirse con él, una y otra vez sin preocuparse de nada. Su mente se volvía a nublar por el placer y ya codiciaba estar unido al Kazajo.
—Beka… Yo... Yo al llegar aquí… pe-pensé que… —muerde su labio, no lograba ordenar sus pensamientos—. He visto varios sitios… y... supe que siempre hay uno que es activo… y-y el otro pasivo.
Muere de vergüenza diciendo eso. Quizás estaba matando el momento, pero era algo que debían tener claro. Otabek le ve atento, sentándose sobre sus piernas y Yuri lo imitó sentándose como un indio sin preocuparse mucho de que estuvieran desnudos y sucios.
—¿Qué me quieres decir, Yura?
—Bueno… que…
—¿Quieres tomar un papel en especial? ¿El activo?
La pregunta de Otabek le dejó en blanco. Dios. Le conocía demasiado, Ya nada podía ocultar de él. Sube la mirada más rojo que antes. Asiente en silencio mirando a otro lado. Sentía que si tomaba el papel de pasivo iba a ser una humillación para él que tanto trabajó para dejar de parecer mujer, pero al mismo tiempo se sentía confuso. No se imaginaba el tener dominado a Otabek bajo él.
El kazajo, al parecer dándose cuenta de su debate, suspira y le da una leve sonrisa mientras toma sus manos.
—Yura, entiendo lo que puedas estar pensando. Pero no por tomar el papel de pasivo vas a dejar de ser hombre. Al contrario, serás uno mucho mejor al sentirte seguro de quién eres. Eres el hombre más increíble que conozco y no hay una acción o papel que cambiara eso —le asegura con suavidad. Yuri le ve notándose más calmado—. Si quieres puedes ser el activo. Yo no tengo problema. Lo único importante para mí es estar junto a ti.
Como siempre las palabras de su novio calan en lo más profundo de su corazón. Sin dudas era el hombre correcto. Otabek tenía razón, no por ser el de abajo iba a dejar de ser hombre. Además… si estaba con Otabek todo sin lugar a dudas estaría bien.
—E-Entonces… en… en ese caso —respiró profundo, debía ser valiente—. En ese caso… se suave, ¿Sí? —inquiere como un pequeño. Su carita parecía la de un niño asustado, pero tratando de ser valiente.
Altin asiente con una suave sonrisa.
Sus bocas volvieron a unirse y así el calor regresó a ese cuarto que era alumbrado por la luz de la luna. Se sentía todo muy mágico.
—Espera… tengo algo que nos ayudará… —Otabek estira el brazo a la mesita de noche y de allí sacó un tubo de lubricante y condones.
El ruso sintió desfallecer. Jamás había visto esas cosas de adultos tan cerca.
—¡¿Por qué tienes eso?! —exclama cohibido—. ¿Acaso ya tenías planeado todo esto?
—No —declara Otabek algo agitado—. Era solo por precaución… si llegaba el momento no quería que faltara algo.
Eso le convence y lo avergüenza más. Otabek siempre iba por delante. Se notaba que es un adulto con experiencia.
—Esto hará que sea más fácil… ah —respira hondo, Yuri le ve algo dudoso—. Estoy algo nervioso, también es mi primera vez… con un hombre.
Tragó al oírle, era verdad. Ambos estaban nerviosos y eran primerizos. Allí Yuri se dio cuenta que Otabek también tenía miedo de arruinar las cosas. Tomó sus manos.
—Estaremos bien. Confía —le sonríe sonrojado, pero más seguro.
—Sí…
No aguantando más se comen nuevamente la boca, notando la caliente del cuerpo ajeno. Las respiraciones se agitaron otra vez. Ahora solo estaba el deseo de estar juntos, de ser solo uno.
Otabek abrió un condón colocándoselo en su dedo para derramar lubricante en él. Primero había que preparar al pequeño. Yuri ya acostado y con piernas abiertas por el placer, se tensó cuando su novio echó ese líquido helado en su entrada. Chilló por el susto aferrándose a la almohada.
Un dedo fue introducido protegido por el condón. Otabek no quería lastimarlo de ninguna manera. La espalda del ruso se arquea y jadea por el dolor. Se sentía horrible que tuvo el impulso de patear al otro para que se aleje, pero se obliga a quedarse quieto.
—Du-Duele… ahg… —solloza, apretado la almohada en su cara. Sentía que un solo dedo le partía. Era incómodo y extraño.
—Ah… lo siento, Yura, relájate —pide el mayor algo nervioso por eso. Así baja a chupar sus pezones. Yuri gimió por ese raro golpe de placer y dolor.
El dedo de Otabek se fue moviendo despacio, tratando de aflojar esas paredes que estaban muy apretadas y calientes. El rubio se quejaba y soltaba unas lágrimas, pero al sentir que Otabek tocaba cierto punto extraño, su espalda se arqueó y un gemido de placer liberó su boca.
—Yura…
Había tocado su próstata. Joder. Se sentía muy bien.
Otabek le quitó la almohada y así le besa los labios de forma apasionada. Eso lo relaja más y acalla un poco sus quejidos y gemidos. Ahora se estaba sintiendo mejor.
Dos dedos abriendo su interior. Yuri aún percibe dolor pero su pene y su entrada ya estaban muy mojados. Mientras el Kazajo dilataba su interior observaba al ruso con las mejillas sonrojadas por la excitación. Yuri soltaba gemidos por todo el lugar y no aguantando mucho la mezcla de dolor y placer se aferró en el cuello de su acompañante mientras el otro seguía con su trabajo.
—Yura… c-creo que ya.. estás listo —comenta el kazajo, notando lo húmedo que estaba la entrada de su amado.
Yuri bajo él era un desastre, respiraba agitado y maldecía en ruso puro. Ahora solo sentía placer al ser tocado en ese punto mágico.
—Be… Beka… —murmura con un hilo de voz.
—¿Pu-Puedo? —pregunta viendo sus ojos verdes. Yuri desesperado asiente ya sin pensar en nada.
Así otro condón fue abierto por las manos ya libres de Otabek y se lo puso en su pene erecto. Este estaba con venas marcadas y palpitaba con el presemen en la punta.
Yuri recibió un beso apasionado de Otabek, con eso se relajó. Una promesa de que todo iba a ir bien.
Abrió más sus piernas y Otabek ubicó su miembro en la entrada húmeda de Yuri.
—Voy… a entrar, soldado.
Echó su cabeza para atrás cuando el kazajo comenzó a penetrarlo. Mierda. Era muy grande y grueso. Sus uñas se aferraron a los brazos del mayor y comenzó a arañarlos para aguantar el dolor.
—Mier...da… du-duele… —llora para ser besado por Otabek que entraba lentamente.
Ahora sí que sentía que lo partía.
—Yura… aguanta un poco más… —pide su novio en un jadeo ahogado.
—¿Un… poco? ah… mierda —chilla más adolorido—. Tu jo...dido pe-pene es tan grande… ah… duele mucho, mal… maldito titán...
El mayor hizo lo posible por aliviar su dolor, besando, acariciando su cuerpo; susurrarle al oído.
—Me estás apretando mucho… Yura… mierda, se siente tan bien dentro de ti —dice cuando estuvo por completo adentro. Había sido un gran trabajo. Su pene palpitaba dentro del ruso que era muy estrecho.
Unos largos segundos se quedó quieto esperando que el menor se acostumbrara. En esos momentos solo se dedicó a besarlo.
—Ya… está todo adentro, Yura… por favor… ya… deja que… —las palabras salían ahogadas de la boca de Altin. No se movería hasta que le dieran luz verde.
El ruso después de respirar muchas veces y teniendo su cabello pegado a su frente por la transpiración, asiente. Otabek comienza a moverse de forma lenta y Yuri grita por el dolor, dolor el cual fue transformándose en placer poco a poco.
Con algunas lágrimas en sus ojos Yuri se aferró más contra el cuerpo de su novio, el dolor ya no era causante de sus gemidos, solo el placer recorría su cuerpo, como una serpiente envolviéndolo. Otabek lo embestía de manera lenta torturándose de esa manera los dos.
—Ma-Más… —ruega inconsciente el menor. Se estaba sintiendo tan bien. Tanto que se abrió mucho más a su amante. Jamás se imaginó que ser follado por detrás fuera tan rico para su cuerpo.
—Yura… ¿Quieres… más? —al preguntar esto, el kazajo hizo su estocada más fuerte y profunda induciendo a que Yuri hundiera sus uñas en la espalda de Otabek, el miembro de su novio estaba tan caliente y palpitante que cubría completamente su interior.
—¡Ah…mm… A-Ahí… por favor…ahí!—le dijo con aguda voz mientras soltaba un suspiro cuando Otabek encontró su punto placentero dentro de él.
Yuri sintió el vértigo en su estómago cuando Otabek le tomó para sentarlo en él. Yuri se aferra a su cuerpo por completo, siendo movido por las embestidas del kazajo que cada vez iban más profundas y rudas en él.
—Ah… mhg… Beka… así —pide, ido ya en el placer.
El sudor recorría todo su cuerpo y la saliva que no podía contener en su boca se deslizaba por su mentón. A pesar de que Otabek le estaba follando duro, podía sentir el cuidado que tenía para no lastimarlo.
El miembro del ruso se restregaba contra el abdomen duro de su amado, mientras subía y bajaba en el pene caliente de Otabek. En ese momento deseo tanto estar sin el condón y poder sentirlo directamente.
Mientras gemía podía escuchar los gruñidos y gemidos graves de su novio en su oído. Se sentía en el mismo cielo, o infierno por lo caliente que estaba. Quería estar siempre así con su kazajo.
—Yura… ¿Se… se siente bien? —inquiere dejándolo nuevamente acostado en la cama y así devorar su boquita.
Yuri entre besos y embestidas asiente. No deseaba que parara. Lloraba de felicidad.
Después de unos minutos regalando caricias, gemidos y sensaciones increíbles en sus intimidades, Yuri volvió a sentirse a punto de llegar al éxtasis. Envolvió más el cuello de Otabek indicando que estaba en su límite y el kazajo aumentó sus movimientos, también acrecentando el sonido indecente que sus cuerpos hacían al chocar, asintió.
Todo en esa habitación eran gemidos, placer, amor y sexo.
Yuri estaba llegando al éxtasis.
—Yura… Yura… ah, gatito… —murmura Otabek dejando en claro que se correría.
Yuri no se quedó atrás. Abrazándose por completo a él se corrió dejando libre su semen en el cuerpo de ambos. Otabek a los segundos también lo hizo, llenando el condón en el interior del menor.
Arqueó la espalda y mordió el cuello del kazajo. Era tanto placer que no sabía qué hacer para no morir allí mismo.
—¡Otabek! —soltó el ruso, en un armonioso gemido que acarició los oídos de Otabek.
En ese instante estaban en el paraíso.
Tuvieron que tomarse unos minutos para volver a respirar. Agotados, sudados y llenos de sus esencias, Otabek se deja caer a un lado del rubio. Este se abraza a su pareja buscando sus labios.
—Te amo… te amo tanto, Yura… no sabes cuánto —murmura sin dejar de besarlo.
—Y-Y yo… también… —susurra recibiendo esos armoniosos besos que le devolvieron a la vida—. Te amo, Beka…
Mirándose a los ojos y sonriendo por ser cómplices de ese puro amor, volvieron a unir sus cuerpos buscando más de ese placer.
Esa noche iba a ser corta al estar envueltos en su completa pasión.
