N/A: ¡Gracias por leer! Y por seguir esta historia con un fav o follow. ¡Son lo más! Estoy a una semana de cumplir mi promesa de una actualización diaria, y desde que empecé a subir este fanfic el 2017, eso JAMÁS había pasado, ¡así que no lo miren en menos!

(P.D.: ¡Recuerden mascarilla, alcohol gel y distancia social!)

21

Lily se entera de todo (Parte 2)

Afuera llovía a cántaros. La lluvia era tan intensa que se veía prácticamente como una cortina en movimiento, mientras el agradable olor a tierra mojada impregnaba el aire y llegaba hasta su nariz. Lily se sacó la capa de invisibilidad y la guardó rápidamente dentro de su bolso mientras con la otra mano tocaba la puerta tres veces.

- Hagrid, soy yo – dijo después de golpear -. ¡Está cayendo un aguacero, ábreme!

La puerta se abrió inmediatamente, dejando al descubierto la barriga del medio gigante y su profusa barba oscura y enmarañada. Hagrid la hizo pasar a su cabaña, alumbrada y abrigada por un cálido fuego en la chimenea, y la chica inmediatamente dejó el paraguas y su impermeable estilando en el suelo, justo antes de notar que el guardabosques tenía un enorme bistec crudo cubriéndole medio lado del rostro

- ¡Hagrid! ¿Qué te pasó? – preguntó preocupada.

- No es nada – respondió el hombre restándole importancia con un gesto de mano -. Los centauros me dieron problemas la otra noche, es todo. - Le acercó una silla a la chica para que tomara asiento, y la miró intranquilo –. Lily, ¿estás segura de que deberías estar aquí? Si te descubren—.

- ¡Está todo bien, Hagrid! – le aseguró con una sonrisa, levantando la capa de invisibilidad en el aire – Me preocupé de que nadie me viera.

- Es la capa de James Potter – dijo el hombre, mientras ella asintió. Ni siquiera había querido preguntarle cómo lo sabía, pero se hacía una idea (seguramente el guardabosques los había descubierto en el Bosque Prohibido en algún momento de esos seis años).

James había tenido razón, a medias. Era cierto que Lily iba a ir a encontrarse con un hombre, pero por razones completamente diferentes a las que él creía. No era un chico de su edad, ni un alumno de Hogwarts y mucho menos en plan romántico, y le hubiese gustado aclarárselo, pero esa reunión era un total secreto.

Todo había comenzado justo antes de navidad, cuando la colorina estaba realizando sus labores de prefecta, divisando de casualidad a Hagrid cargando un pino enorme hacia el castillo y le ofreció levitarlo para ayudarlo. El medio gigante, muy agradecido, había caminado junto a ella y al pino flotante hasta el final del Gran Comedor, en donde sería colocado, agradeciéndole y comentando lo mucho que a él le hubiese gustado hacer magia.

- ¿Por qué no puedes hacer? – preguntó sin mayor afán que la simple curiosidad, pero se dio cuenta de que no debió decir nada cuando vio que el rostro del medio gigante se ensombrecía.

- Me lo prohibieron – le respondió de todas formas -, cuando me expulsaron de Hogwarts.

- Que te… ¿Expulsaron de Hogwarts? – murmuró con sorpresa -. Hagrid, no tenía idea, disculpa.

- No muchas personas lo saben – masculló, encogiéndose de hombros y visiblemente nervioso de que la colorina fuese a preguntarle el motivo de su expulsión -, pero Dumbledore es un buen hombre. Me dejó regresar, aunque fuese como guardabosques.

Hagrid se quedó en silencio y comenzó a arreglar el enorme pino de manera que se irguiera y así, permitir que el profesor Flitwick colocara los adornos al día siguiente gracias a sus encantamientos. Volvió a agradecer a Lily y se despidió cordialmente de ella, antes de volver a salir del castillo para buscar el siguiente pino, asumiendo que la conversación había terminado.

En el pasado, uno que otro alumno del castillo se había enterado que Hagrid había sido expulsado del colegio. Algunos, porque habían escuchado algo de parte de un familiar, otros porque él mismo lo había contado de la misma forma que acaba de decírselo a Lily; una conversación curiosa, una situación casual. A él no le gustaba mencionarlo, pero si se lo preguntaban directamente, tampoco era de los que mentía. El guardabosques no se avergonzaba de su pasado porque sabía que no había hecho nada, no tenía nada que callar, pero la mayoría de las personas dejaban de tratarlo de la misma forma cuando se enteraban y se alejaban de él.

- ¡No es nada! – dijo la chica sonriendo – Aunque… ¿No necesitas ayuda con los demás pinos? Si mal lo recuerdo, son como cuatro por lado y… ¿éste grandote atrás? Si nos apresuramos podemos terminar antes de que se haga tarde.

Y así fue como un agradecido y conmovido Hagrid había terminado con los ojos llenos de lágrimas de camino a buscar el resto de los pinos, acompañado de aquella menuda pelirroja que siempre lo había tratado bien y que ni siquiera después de ese día hizo la diferencia. Lily no le preguntó por qué lo habían expulsado, pero cuando ya iban cargando el quinto árbol dentro del castillo, de repente lo miró como si acabase de tener una idea increíble, y le anunció como si nada que ella podría enseñarle algunos encantamientos y hechizos básicos.

- No estoy seguro de que sea tan buena idea – volvió a repetir Hagrid aquella noche, mirando de reojo por la ventana -, si alguien te descubre… No solo podrían castigarte por estar fuera del castillo a estas horas, sino que el Ministerio me prohibió hacer magia cuando rompieron mi varita y—.

- Dumbledore te dio esto, ¿no? – dijo levantando un paraguas rosado en el aire e inspeccionándolo –. Rosa, ¿eh? ¿De quién fue la idea?

- Esa es mi varita – susurró en voz baja, como si hubiese alguien invisible escuchando dentro de su propia cabaña -, Dumbledore se las ingenió para utilizar los pedazos de mi antigua varita en el mango de madera.

- ¡Oh! – exclamó maravillada, mirando el paraguas rosado con aun más atención –. Es de roble, ¿verdad?

- Lily, lo que quiero decir con todo esto es que si te descubren ayudándome, estarás rompiendo la ley – retomó el medio gigante, acongojado y nervioso, pero a la chica no parecía importarle.

Para Lily, si Dumbledore había decidido que Hagrid era de confianza suficiente para permitir que volviera al castillo como guardabosques, era porque lo que había hecho para ser expulsado no era grave o había sido un malentendido. Más encima, Dumbledore se había preocupado de que Hagrid mantuviese los pedazos de su varita sin que nadie supiera, lo que significaba que el mago creía lo suficiente en él…

Y ella conocía a Hagrid. Llevaba seis años en el castillo y había conversado con él tantas veces que sabía que era un hombre bueno e inocente, una buena persona que no sería capaz de dañar a una mosca. Por supuesto que quería ayudarlo…

- Entonces, tenemos que asegurarnos de que nadie nos descubra – dijo sonriendo para intentar tranquilizarlo -. Hagamos algo, tengamos esta clase y luego, si continúas sintiéndote incómodo…

- Está bien – se rindió.

- Vamos a comenzar con el encantamiento convocador, ¿te parece? Creo que es el más útil.

El gigante asintió, algo quedo, y retiró el pedazo de bistec crudo de su rostro con un ligero quejido involuntario de dolor. Dejó al descubierto un corte profundo a la altura de la ceja que se parecía mucho a los que alguna vez había visto en el cuerpo de James, asumiendo que algún centauro le había lanzado una flecha y ésta había pasado dañándolo de forma superficial, rasgándole la piel.

- Esos centauros son muy violentos, ¿no? – comentó, mientras ordenaba algunas anotaciones que usaría para la clase.

- Son muy celosos de sus dominios, especialmente con los humanos, pero eso es solo porque los han perseguido durante toda su vida – los justificó rápidamente -. Normalmente hacían la vista gorda conmigo, pero de un momento a otro se volvieron agresivos, no dejan que ni siquiera yo me acerque.

- ¿Y eso nunca había pasado antes?

- Fue por algo que ocurrió hace algunos meses… ¡Estaban furiosos! – le contó, palpándose suavemente la ceja y siseando por el dolor – Uno de ellos, Bane, me amenazó diciendo que mejor me encargara de que nadie volviese a entrar a sus dominios en el bosque, o me arrepentiría.

- ¿Alguien entró al Bosque Prohibido? – preguntó interesada.

Una ampolleta se encendió dentro de la cabeza de Lily. ¿Meses antes? James había sido atacado por centauros como en octubre, así que las fechas calzaban y… ¿Quién más aparte de ellos estaba tan loco como para entrar al Bosque Prohibido? ¡Era obvio que los centauros se habían enfurecido por el encuentro de aquella noche! Especialmente si los cuatro chicos "habían lanzado la primera piedra" como había dicho Sirius aquel día…

- Así parece, pero no me dio mayores detalles – dijo encogiéndose de hombros -. Si me lo preguntas a mí, creo que estaba sensible porque lo había herido un animal. Según lo que pude ver, tuvo que haber sido un animal grande. Algo con astas.

Ahí se iba la teoría y la lógica.

- ¿Astas? – preguntó confundida.

- Uno pensaría naturalmente en un ciervo, pero también tenía unas mordidas muy feas… Como de un lobo – dijo con expresión pensante -. No puedo decir que me sorprenda demasiado, los centauros son seres muy territoriales, incluso con animales.

- Claro… - replicó decepcionada al ver que nuevamente se alejaba del secreto de James y sus amigos.

- Nunca lo había visto tan enojado a Bane. Balbuceaba cosas inentendibles, "Ahora no se conforman con ser humanos" – lo imitó, serio -. Nada que yo pudiera entender al menos…

Lily sentía que estaba tan cerca de descubrirlo… Como si solo tuviese que estirar un poco más su mano para atrapar la verdad, pero… ¿Cómo calzaba la historia que Hagrid le estaba contando con todo lo que ella había visto meses atrás? ¿Astas? ¿Mordidas? Aquella historia no la intrigaría tanto si no fuera porque James había soportado el ataque de varios centauros y había sobrevivido para contarlo de forma sospechosa…

¿Era sospechosa? A esas alturas ya empezaba a dudar. Tal vez, el ataque no había sido tan grave… Ella no era una sanadora ni estaba calificada para hacer diagnósticos, a lo mejor simplemente se había equivocado y seguramente no era para tanto.

- ¡De acuerdo! – dijo intentando concentrarse en el momento - ¿Empezamos?

&.&.&

James acababa de limpiarse la mejilla por tercera vez en lo que iba de ese bloque de clases. Sirius se había entretenido toda la cátedra de Encantamientos lanzándole pelotitas de papel mojadas con saliva soplando a través del tubo vacío de un lápiz de pasta en su dirección. ¡Maldito había sido el día en que Lily le había mostrado los lápices muggles al chico!

- ¡Sirius, termínala! ¿Qué mierda, volviste a tener catorce?

- Estoy aburrido – dijo apoyando su cabeza sobre su cuaderno sobre el banco, momento en que se dio cuenta de que Peter apuntaba disimuladamente hacia Snape a unos cuantos bancos de distancia.

El crespo sonrió maliciosamente, preguntándose si alcanzaría a darle a Snape con una bolita de papel pese al trecho que los separaba, pero decidiendo inmediatamente que valía la pena intentarlo. Se enderezó en su lugar y con nada de disimulo sopló el tubo del lápiz, viendo como el papel empapado en saliva iba a dar directo en la nariz del alumno de Slytherin y, acto seguido, tanto Peter como él (y James también esta vez) soltaron una carcajada.

- Shhhh – pidió Sirius, llevando un dedo a su boca y encogiéndose en su lugar cuando vio que Snape miraba a su alrededor para descubrir quién le había lanzado esa asquerosidad, pero no era difícil saberlo. Inmediatamente miró al cuarteto de chicos de Gryffindor sentados en el fondo del salón y comprobó sus sospechas, pese a que los cuatro fingían estar prestando atención a la clase.

Había pasado un buen tiempo desde la última vez que alguno de ellos había molestado al amargado alumno de la casa plateada y esmeralda, demasiado preocupado cada uno en lo suyo como para tener tiempo de hacerle bromas pesadas, pero recientemente Sirius había tenido un "retroceso mental" (como le llamaba James) y se había pasado toda la semana haciendo ese tipo de jugarretas infantiles contra él o cualquier otro. Y el de gafas tenía que reconocer que cuando no era él el involucrado como víctima de las bromas, se partía de la risa.

Así, por el resto de la clase, Sirius continuó tirándole bolitas de papel a varios alumnos a su alrededor, la mayoría de Slytherin. La última víctima había sido Rosier, pero antes de que el alumno pudiese hacer algo, alguien más interrumpió la clase, tocando la puerta del salón. Caecilia Greengrass acababa de entrar luciendo arrogante y seria, y esta vez, había anunciado que se llevaría a Lily Evans a su despacho para uno de sus interrogatorios.

- Está bien, señorita Evans, por favor – dijo el pequeño profesor haciéndole una seña para que se retirara.

- Lo siento, directora. ¿Hay algún problema con que me quede aquí y no asista a su interrogatorio? – preguntó la colorina, fingiendo que lo que acababa de preguntar no era nada importante – No quisiera quedarme atrás en Encantamientos por esta… "Entrevista", como le llama usted.

- ¿No quiere asistir al interrogatorio? – preguntó la mujer sonriendo y fingiendo inocencia -, me extraña, señorita Evans. Quien nada hace, nada teme, y si se niega a ser entrevista como el resto de sus compañeros, es como si tuviera algo que esconder.

- Al contrario. Es porque no tengo nada que esconder que no pretendo prestarme para el jueguito este de las entrevistas – replicó la chica, y acto seguido fijó su mirada en el cuaderno para continuar tomando anotaciones sobre la case.

James estaba impactado. ¡Se suponía que el que hacía ese tipo de cosas rebeldes y valientes, pero totalmente arriesgadas, era él! ¡Y Lily más encima le pedido que no siguiera haciendo esas cosas porque podían expulsarlo! Pero ahora… Ahora era ella la que acababa de exponerse totalmente y tenía mucho más que perder que él con lo que acababa de hacer. ¿En qué estaba pensando?

El profesor Flitwick se había quedado como paralizado, de pie sobre su escritorio, y de pronto reaccionó como si alguien acabase de darle una cachetada, mirando fijamente a la directora y listo para intervenir en favor de su alumna, al menos con un pequeño gesto.

- Bueno, señora directora, ya la oyó – murmuró algo nervioso, sobajeándose las manos en su lugar como una especie de tic involuntario -. Si eso es todo, le agradecería que se fuera para continuar la clase.

La mujer le dio una mirada glaciar tanto a la alumna como al profesor, antes de girarse para irse, y tal como había ocurrido en la clase de Transformaciones, el salón quedó sumido en un silencio inquietante antes de que todos retomaran la clase, fingiendo que podían prestar atención y que no continuaban pensando en la respuesta que Lily le acababa de dar a la directora.

- Tonta – la reprochó James más tarde aquella tarde, durante la hora de almuerzo -. ¿Estás buscando que te expulsen?

- ¡Mira quien lo dice! – dijo la chica sonriendo complacida.

- ¡Evans!

- ¡Potter!

- ¿Estás imitándome? – preguntó cruzándose de brazos y fingiendo seriedad – Estoy hablando completamente en serio. Lo de hoy podría salirte muy caro, Evans. ¡Esa mujer está loca y te tiene sangre en el ojo solo por ser hija de muggles!

- Lo sé, pero es que estoy tan aburrida de todo esto – reconoció relajando los hombros y desinflándose en su lugar -, ¿qué se supone que tengo que hacer? ¡Estoy harta!

- Todos queremos a esa mujer fuera de este lugar – le dijo Remus para apoyarla.

- Sé que tú me entiendes más que nadie, Remus.

- Es verdad. Si esa arpía llegase a saber el secreto de Moony, sería el primero en irse del castillo – comentó Peter.

La colorina asintió en su lugar mientras comenzaba a servirse un poco de verduras en su plato. Tenía que reconocer que lo que había hecho durante la clase de Encantamientos era una estupidez que podía salirle muy cara; quizás sería cosa de tiempo para que la expulsaran solo por haber sido lo suficientemente prepotente como para no quedarse callada y asumir esa tonta entrevista.

Pero también había alumnos que la tenían mucho peor que ella. Ser hijo de muggles era una cosa, ser un licántropo escondido era otra. Remus, o Moony como le decían los chicos, no solo tenía que esconderse de la directora o de los fanáticos de la sangre pura, sino de toda la comunidad mágica. Vivía su vida sabiendo que quienes lo aceptaban eran personas excepcionales. Su familia y sus amigos más cercanos, prácticamente nadie más.

Nunca lo había pensado, pero bajo esa perspectiva le parecía un poco tonto que sus amigos lo hubieran apodado con un nombre tan obvio como "Moony".

- ¿Nunca han pensado que Moony es un sobre nombre bastante obvio? – preguntó.

- Sí, pero funciona de forma grupal – explicó Sirius, dándose énfasis blandiendo un tenedor en el aire -. Ya que todos tenemos apodos que no tienen ningún sentido, así que… ¿Cómo podrían deducir cualquier cosa sobre Remus?

Era cierto, pensó Lily mientras miraba el tenedor. Sin entender por qué, a James lo habían apodado "Prongs", a Sirius, "Padfoot" y a Peter, "Wormtail". Tres sobre nombres tan extraños como horribles, que no hacían ningún sentido para ella… Pero, ¿significarían algo tan importante como "Moony" lo hacía para Remus?

Y de pronto, un pensamiento cruzó su cabeza tan rápido que por poco no le prestó atención. "Prongs" era algo así como las astas de un tenedor como el que blandía Sirius en el aire en ese momento y "astas" ya era una palabra que había sonado dos veces en muy poco tiempo, pues Hagrid le había dicho que un animal con astas había golpeado a los centauros. Un animal con astas, pero también con dientes como los de un lobo.

Un lobo… ¡O un hombre lobo!, pensó, mientras abría los ojos como platos y miraba a los cuatro chicos en realización, con el corazón palpitante y acelerado ante la verdad, pero… ¡No podía ser! ¡Era demasiado alocado, incluso para alguien como ellos! Aunque tuviera todo el sentido del mundo y explicara cómo podían entrar al Bosque Prohibido como si nada, no podían existir personas tan arriesgadas…

¿O sí?

De pronto fue como si el mundo se detuviera y le llegara una lluvia de pensamientos y recuerdos de golpe, repasando cada momento de los últimos años. Remus, que siempre le estaba recordando que sus amigos eran increíbles, que él los había arrastrado a hacer algo. ¡Por supuesto! Ellos habían aprendido muy temprano en su enseñanza que los hombres lobo no eran peligrosos para los animales, normalmente…

El estómago se le dio vuelta ante la sola idea. ¿Podía ser que esos tontos y leales amigos hubiesen llegado tan lejos para acompañar a Remus? Claro, la noche en que había ayudado a James después de la pelea con los centauros le había preguntado a los chicos en dónde se encontraba Remus, y Sirius simplemente había apuntado hacia la enorme luna llena brillando tras la ventana.

¡Merlín! ¡Todo calzaba!

Se transformaban en las lunas llenas para acompañar a Remus en sus transformaciones como licántropo, pasándolas en el Bosque Prohibido. Aquella noche había salido mal, pero James había resistido el ataque de los centauros porque se podía transformar en un animal con astas, quizás un venado, quizás un alce. Fuese como fuese, cuando Lily le había preguntado en el examen de veritaserum cómo había podido soportarlo, el moreno le había dicho "Soy más grande que el resto de los idiotas", y luego, cuando le había preguntado qué hacían en el bosque, dijo algo que en ese momento no había tenido ningún sentido para ella: "Jugando, corriendo, olfateando".

Sentía que el corazón se le iba a salir por la boca.

Los Merodeadores eran animagos. ¡Animagos a esa edad! ¡Ilegales también, por cierto! Pero ¿a quién demonios le importaba? Era por Remus. Todo era por Remus. Por un segundo, incluso quiso llorar, y sin poder evitarlo, sonrió y miró a los chicos frente a ella con los ojos completamente aguados por lágrimas acumuladas sin derramar, con una sensación tan extraña y sobrecogedora embargándola.

- ¿Qué? – preguntó James, preocupado.

- Prongs – dijo apuntándolo, para luego hacer lo mismo con Sirius -, Padfoot y… - continuó, apuntando a Peter –. Wormtail.

- Sí, ¿qué tiene…? – comenzó a decir Sirius, pero luego tragó saliva al entender de qué se trataba la extraña expresión en el rostro de la chica.

Era obvio, aunque no supieran cómo demonios había ocurrido y a raíz de qué. Lily acababa de descubrir la verdad haciendo una brillante asociación de la poca información suelta que tenía y los apodos supuestamente "sin sentido" de los cuatro chicos, que no solo tenían sentido, sino que eran plenas definiciones de quiénes eran realmente: Un licántropo y tres animagos.

- No se lo digas a nadie – pidió Remus.

- ¡Por supuesto que no! ¡Chicos! – exclamó sonriendo, no sabiendo por dónde comenzar a preguntar - ¿Cuándo? ¿Cómo?

- Después de que Sirius descubriera la verdad sobre mi licantropía y se lo comentara a James y a Peter, James decidió que debían hacerlo para acompañarme – explicó el castaño.

- Estoy impactada… Estoy sorprendida… – balbuceó, mirando a James en frente de ella, como si el chico acabara de transformarse ante sus ojos -. Estoy… - Completamente enamorada de ti, pensó internamente.

El sentimiento la había golpeado como un camión, y aunque ya llevaba tiempo sabiéndolo, pero, negándolo, tras enterarse de lo del Profeta y esto, no podía seguir fingiendo lo contrario. Estaba profunda e irrevocablemente enamorada de James Potter: De su personalidad, su valentía, sus ideales, sus locuras, su lealtad. Absolutamente todo sobre él la tenía totalmente de cabeza.

- Lo logramos recién en quinto – explicó Peter.

- Si se llega a saber vamos a terminar espectacularmente encerrados en Azkaban – murmuró Sirius, hablando bajito para que nadie de al rededor escuchara.

La colorina asintió en su lugar.

- No se preocupen, no voy a… ¡Auch!

La chica se llevó una mano al brazo contrario, sobre la manga del chaleco gris del uniforme para palpar algo que claramente le dolía, pues entrecerró sus ojos y la expresión de su rostro se contorsionó en una mueca de dolor. Los cuatro alumnos la miraron preocupados.

- ¿Estás bien? – preguntó James.

En ese momento, Remus se dio cuenta de que Lily no era la única. En todas las mesas, uno que otro alumno se llevaba la mano exactamente al mismo lugar del mismo brazo para sobar algo que evidentemente les dolía mucho, a juzgar por sus expresiones. Una de aquellas personas, en la mesa de Gryffindor, era Mary McDonald, que tenía en común con Lily ser la hija de padres muggles.

Miró nerviosamente a su alrededor percatándose de que todos los estudiantes que estaban sufriendo algún tipo de dolor eran "sangres impuras" y completamente horrorizado y asustado por lo que eso podría significar, se acercó a su amiga para levantarle la manga del chaleco. Allí, en medio del antebrazo, había un tatuaje. Una gota negra: Sangre que estaba sucia. Una marca imborrable para recordarles lo que eran de por vida.

Un grito hizo que James se girara para ver lo que le estaba ocurriendo a varias personas, entendiendo todo de manera más lenta que Remus debido al impacto, con la misma cara de impresión que tenían Sirius, Peter y la mayoría del alumnado en ese momento. La profesora McGonagall y otros profesores se estaban poniendo de pie desde la mesa que se encontraba al fondo del Gran Comedor para acercarse a los alumnos y ver qué diablos estaba pasando.

Eso había sido lo último que James había registrado antes de comenzar a ver rojo. Sin decir nada, se puso de pie y salió del Gran Comedor a paso decidido.

&.&.&

La puerta del despacho de Defensa contra las Artes Oscuras acababa de abrirse de golpe, y en un arrebato de locura, James acababa de entrar como un huracán, con su varita muy empuñada en la mano y apuntando de antemano al profesor Hassel Rivaille que se encontraba sentado en su escritorio, bebiendo un té en una taza de porcelana antigua.

- ¡Potter! ¡Qué bueno que estés aquí! ¡Te tengo noticias!

- "Dumbledore volverá a Hogwarts ante de que te des cuenta, y tu sabrás que estoy diciendo la verdad", ¿eh? – lo interrumpió, furioso. Si bien la conversación que había tenido con Rivaille en la mansión Lestrange le había dejado una impresión lo suficientemente fuerte como para mantenerse a un lado durante los primeros días de escuela, la situación se había vuelto demasiado insostenible como para que continuara en silencio.

Y si enfrentar a su profesor significaba ponerse en peligro, entonces tendría que vivir con ello, porque ya no podía seguir haciendo la vista gorda mientras sus compañeros de clase la pasaban mal.

- Ah, veo que encontraste la valentía de nuevo. No te veías tan desafiante ese día en la finca – comentó casualmente, mientras tomaba un sorbito.

- Debí haberte enfrentado ese día, aunque me hubieses matado – reconoció, enojado -. En vez de eso, permití que arruinaras todos mis esfuerzos.

- ¿Qué esfuerzos? ¿Ese jueguito que tenías con la periodista? – dijo negando suavemente con la cabeza –. Es justamente lo que ha retrasado todo. Tengo que admitir que nunca me diste la impresión de ser un tonto, pero después de descubrir tu pequeño trato con Skeeter, tuve que empezar a considerarlo.

- Lo descubriste y le vendiste tú historia, ¿no? ¡Para tapar todo lo que ligaba a Caecilia Greengrass a la traición de los aurores rusos!

- Lo descubrí y le vendí mi historia – reconoció -, para evitar una de las tonterías infantiles más grandes que vi en mi vida.

- ¿Sí? Bueno, no todos podemos costear ese bonito tatuaje que tienes debajo de tu manga para conseguir lo que queremos.

Rivaille sonrió ante el último comentario, y esta vez colocó la taza en el plato para ponerse de pie. El hombre dio unos pasos rodeando su escritorio para hacer lo que siempre hacía, terminar casualmente reclinado sobre el borde de la mesa, ahora bastante más cerca de su alumno que seguía de pie bajo el marco de la puerta.

- Tienes pelotas, Potter, te reconozco eso. Pero hasta ahora, solo has tenido suerte porque existe alguien dispuesto a limpiar las cagadas que vas dejando detrás… Pero, esa suerte se acaba, Potter. Tarde o temprano.

- No hay nadie limpiando ahora, traidor.

La expresión relajada del hombre se endureció y Rivaille pareció perder la paciencia tras escuchar la última palabra. La calma que había permanecido en la oficina durante todo el intercambio se esfumó cuando, con un movimiento de su mano, el profesor hizo que la puerta se cerrara de golpe dejando a James atrapado dentro del despacho.

- Yo lo limpié, mocoso. Junto con Frank Longbottom.

- ¿Qué?

- Ese pequeño artículo del Profeta hubiese dañado toda la investigación y creo que tú tenías eso claro cuando hiciste tu arreglo con Skeeter. No podíamos permitirlo – volvió a negar con la cabeza y se arregló elegantemente el cuello de su camisa, volviendo a adoptar una expresión despreocupada -. El departamento de aurores y yo tuvimos que cederle algunas cosas a Skeeter a fin de que se quedara callada. No estaban muy contentos, obviamente, pero era mejor que ver todo saliendo en el diario.

- No te creo nada.

- ¿Ah, no? ¿Crees que me hizo muy feliz tener que contarle sobre mi pasado y dejar que toda la comunidad me pusiera en tela de juicio a fin de que no revelara información crucial de un juicio?

- ¡Eso no explica lo que ha ocurrido!

- ¡Le cedí mi historia y el departamento de aurores también le cedió lo propio! Skeeter va a reportear los juicios ante el Wizengamot. Políticos, relacionados con la guerra… Así que, felicitaciones – dijo con una amplia sonrisa sarcástica -. Le impulsaste la carrera a esa mujer a través del acuerdo más malo del que he escuchado en mi vida. Todo eso ha tomado tiempo, Potter. Pero no te preocupes, justo iba a decírtelo: Dumbledore ha tomado el expreso de Hogwarts hace hora y media. Ya viene viajando en este minuto a Hogwarts y quiero que te quede claro que no fue gracias a ti.

El adolescente sintió que sus hombros se encogieron un centímetro con cada palabra que escuchó sobre su propia torpeza, sintiéndose avergonzado y excesivamente culpable. Siempre que enfrentaba a Rivaille terminaba recibiendo un doloroso recordatorio de lo inmaduro, inocente y estúpido que era… Una demostración de lo mucho que ponía en riesgo cuando era impulsivo… Y terminaba por constatar que todo lo que su profesor decía, sobre que era un simple niño malcriado con suerte, era cierto…

James tenía que admitir que se merecía que su profesor se burlara de él. Era algo raro, de hecho… Desde hacía un tiempo, lo que Rivaille y James hablaban era tan alejado de Hogwarts que, aunque estuviesen entre las paredes de ese castillo y el profesor continuara haciéndole clases un par de veces a la semana, él ya no sentía que el hombre fuese realmente su profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.

Hubiese sido raro seguir considerándolo así después de que lo había amenazado de muerte y le había mostrado su marca tenebrosa. Ya era lo suficientemente extraño cuando lo había escuchado planeando cosas con Caecilia Greengrass… Le provocaba intranquilidad no poder descifrar al tipo, pero aun después de esos encuentros violentos, había algo acerca del mago que le inspiraba suficiente seguridad como para continuar esas conversaciones en vez de exponerlo.

- Hasta que no lo vea no lo creeré – replicó, testarudo -. Además, el artículo hizo acusaciones bastante fuertes.

- Y todas ciertas, por cierto – reconoció Rivaille -. Skeeter escribió todo lo que yo le conté, y no dije una sola mentira. Esa mujer no se hubiera conformado con algo menos "jugoso", por decirlo de alguna manera.

James chistó la lengua, no queriendo perder ante su profesor. Quería tener la última palabra en aquella conversación, aunque fuese infantil.

- Entonces reconoce que asesinó a alguien.

- Y nunca me he arrepentido más de algo en toda mi vida. – El moreno tragó saliva, descolocado ante esa sincera confesión y sin saber cómo responder.

- ¿Cómo pretende que confíe en usted si…? – murmuró, callándose a medio camino - ¿Debo creer que está arrepentido y que ha cambiado? ¿Qué no es un mortífago que pone en peligro nuestras vidas? ¡Me amenazó de muerte!

- Lo hice – contestó arreglándose el cuello de la camisa con calma – Y lo siento. Hay cosas más complejas de las que estás preparado para saber.

- No puedo obviarlo y darle el beneficio de la duda – se quejó - ¡Allá fuera, en el Gran Comedor, mis compañeros están bajo un ataque de magia oscura!

- Me parece justo, y me trae sin cuidado lo que pienses de mí. Ubícate, Potter – pidió mientras se acercaba al muchacho para abrir la puerta él mismo -. Una cosa más.

- ¿Qué? – preguntó preocupado.

- Sé que persigues una carrera en el Quidditch y, francamente hablando, eres bastante bueno. – Rivaille hizo una pausa para ver si James tenía algo que decía, pero no podía verse más confundido ni aunque se pintara un signo de interrogación sobre la cara, así que continuó con la idea -: Pero, tienes que convertirte en auror. Considéralo.

- ¿Qui-Quidditch? – tartamudeó, confundido.

El hombre lo empujó fuera de su despacho y salió junto a él, cerrando su puerta con llave, sin volver a decir una palabra acerca del comentario que acababa de hacer. Como todo en él, contradictorio, extraño y confuso, simplemente miró a James muy severamente para decirle:

- Cuéntame acerca de ese ataque de magia oscura y veremos qué hacer.