De más secuestros
Pero a pesar de lo contentos que podían estar, como dijeron durante la ceremonia, seguían estando en plena misión y no se iban a dar el lujo de distraerse más. No les tomó mucho tiempo sentir el leve rastro de un par de cosmos bastante bien disimulados y se dirigieron en seguida a ese lugar. Por suerte o por desgracia los llevaron directo a un puerto, por lo que no les quedó de otra que quedarse estacionados por ahí un rato. Bien se dieron cuenta de que ambos cosmos se subieron a algún yate. Estuvieron tentados a rentar uno nada más para ver a dónde iban, pero ese día no parecía haber muchos barcos en el agua y se verían un tanto obvios si lo hacían. Salieron del auto y se pusieron a caminar por los alrededores hasta que dieron con un café en el que se metieron a comer algo.
—¿Crees que sea prudente separarnos si ellos lo hacen? —preguntó Alfa mientras jugaba distraídamente con el anillo en su dedo.
—Si lo hacen no me va a hacer mucha gracia, pero no vamos a tener de otra. ¿Por? ¿Crees que sea hora de llamar a la caballería?
—La verdad es que sí. Ya los tenemos en la mira, pero necesitamos que nos lleven a donde tienen a Helena y Jivika. No podemos nada más capturarlos... bueno, en realidad sí podríamos. Pero, ¿y si ninguno de los dos es el líder?
—Vamos a preguntar a los demás a ver qué opinan, pero creo que lo más prudente sí va a ser traer a alguien más con nosotros.
—¿Tienes a alguien en mente?
—A Mu, porque puede transportarse y a Shaka porque es bueno rastreando cosmos.
—En ese caso vamos a decirle el plan a los demás. —Y, al más puro estilo del humano común en estas épocas, ambos sacaron sus celulares para empezar a mensajear al resto de los Dorados.
Nadie les puso objeciones, así que a Mu y a Shaka no les quedó de otra mas que buscar el siguiente vuelo hacia Lucerna o Interlaken o lo que fuera cercano. El que no estuvo para nada contento fue Aldebarán porque quería ir a reunirse con los demás en Suiza dado que ya estaba bastante cerca, pero todos estuvieron de acuerdo en que era mejor que se quedara en donde estaba por si pasaba algo. A regañadientes, el de Tauro accedió.
Alfa y Saga ya estaban empezando a aburrirse de estar en ese café cuando al fin sintieron que los cosmos de los dos renegados regresaban de su paseo en yate. Pagaron la cuenta, se levantaron y subieron al carro. Desde ahí los vieron bajar del yate y subirse a un auto. Alfa iba manejando esta vez, así que comenzó a seguirlos, y para su sorpresa y "alivio", porque en realidad no estaban preocupados, los vieron dirigirse y entrar finalmente a un hotel que estaba apenas a una calle del que ellos mismos se quedarían. Fueron entonces a dejar su auto y luego a pasear por el hotel de los renegados. Se metieron en el bar y ahí se pasaron el siguiente par de horas, en donde se pusieron a revisar las noticias del Santuario.
Shaka y Mu llegarían a ese país hasta la tarde del día siguiente. Aldebarán estaba empezando a detectar un poco de movimiento acercándose a Noruega, específicamente al pueblo en el que estaba apostado. Pero por el momento nada más relevante había sucedido. Alfa y Saga se la pasaron ahí hasta la una de la mañana, pero los cosmos no se movieron para nada así que asumieron que no lo harían. Luego de estar todo el santo día fuera, en carretera, en el registro civil, en el muelle y finalmente en el bar, estaban cansados y decidieron regresar a su hotel luego de terminar la última copa.
Se fueron caminando porque nada más eran un par de calles. Al llegar a la habitación lo primero que notaron fue que en la puerta les habían puesto un listón de "Just Married", y al abrir vieron que por supuesto hicieron un arreglo de corazón en la cama y dejaron una botella de champagne en la mesa de noche, la cual además tenía una nota de parte de Noah que decía "Felicidades... espero la invitación a la fiesta y ese coñac". Alfa se sentó en la cama y contempló la tarjeta. Saga se sentó a su lado mientras se quitaba los zapatos y calcetines. Alfa se los había quitado mientras leía la nota.
—¿Deberíamos abrir la botella? —le preguntó.
—Nos vamos a arrepentir por la mañana, pero qué más da. Yo nada más me tomé una cerveza.
—Yo también, y no espero casarme todos los días, así que... salud —dicho eso la chica se dispuso a destapar la botella mientras Saga traía las copas que también les dejaron.
Alfa sirvió ambas copas, luego las chocaron y bebieron. Se acostaron en la cama mientras platicaban sobre lo que sucedió durante el día. Alfa le enseñó las fotos que Noah y Nina les tomaron durante la ceremonia. Terminaron la primera copa y sirvieron otra.
—¿Te dolió hacerte el piercing? —preguntó ella mientras regresaba a su lugar en la cama.
—Me dolió, pero menos de lo que me imaginé.
—¿Quién te lo hizo? Y, ¿cuándo?
—En el Santuario, una de las doncellas sabía hacerlos, me decidí por el apadravya, y ella me lo hizo, cuando todavía era Patriarca.
—¿Y luego te enseñó a usarlo?
—Eventualmente, sí.
—¿Entonces los rumores sobre las bacanales en el Santuario son ciertos?
—Digamos que algo de verdad se esconde en esos rumores.
—¿Por qué no me sorprende? —Alfa entonces se puso a horcajadas sobre él. —¿Vamos a hacer algo más en esta noche de bodas además de beber champagne cara?
—Por supuesto que sí —Saga la atrajo hacia sí con una mano y comenzó a besarla.
Poco tiempo después las copas ahora vacías descansaban sobre el buró mientras ellos se entretenían en quitarse la ropa que quedaba regada en el piso.
Algunos movimientos más y se detuvo, con los ojos cerrados, la respiración agitada y uno de sus brazos comenzando a temblar por el esfuerzo. Abrió los ojos para encontrarse con la sonrisa de ella, quien lo miraba. Alfa lo atrajo hacia sí y él se recostó suavemente sobre el cuerpo de la mujer.
Esperó hasta que su respiración se tranquilizara antes de levantarse de nuevo, la miró a los ojos, le sonrió, luego le acarició el cabello y la besó.
—Te amo —le dijo.
—Te amo —fue la respuesta.
Mientras tanto en Longyearbyen, a Roberto le llegaron noticias y órdenes. Había hablado con Alessandro y Otis y ellos le contaron parte del plan. Estaban bastante conscientes de que no tardarían en toparse con el de Géminis y su ahora esposa y querían moverse pronto. Pero mientras ellos se ocupaban de Alfa, necesitaban que Roberto se encargara de alguien más. Alessandro le consiguió papeles falsos tanto a Roberto como a Terje, así que los mandó de regreso a Grecia. Roberto no estaba para nada contento, porque bastante trabajo le había tomado llegar hasta allá como para que ahora lo mandaran de regreso y con el mocoso, para colmo de males. Los estaban mandando, específicamente, a Creta. Le aseguraron que tenían una buena razón, pero que se quedara apostado en algún pueblo perdido de allá a esperar más órdenes. Así que, Roberto, con todo el dolor de su corazón y el mocoso a cuestas, se tuvo que regresar.
Por la mañana Alfa y Saga se dieron cuenta de que uno de los cosmos de los renegados se estaba alejando mientras que el otro seguía apostado en el hotel. Estaba sucediendo justo lo que temían: que se separaran. El que se quedó fue Alessandro. Lo discutieron durante el desayuno, y por fin decidieron seguir a Otis a Interlaken. O al menos esperaban que fuera hacia allá porque eso había escuchado Noah. No tardaron en guardar sus cosas, subirse al auto y comenzar el viaje, el camino no era para nada largo, en especial porque no estaba dentro de sus planes detenerse en ningún sitio. Alfa manejaba y de reojo miraba a Saga quien iba bastante serio, con el dedo índice en los labios, en ese gesto que siempre hacía cuando algo le preocupaba.
—¿Preocupado? —le preguntó Alfa luego de algunos minutos de silencio. Saga volteó a verla.
—Me pregunto si es la decisión correcta. Una parte de mi me dice que quizá debimos seguir a Alessandro, pero la otra me dice que es mejor no perder de vista a Otis.
—A estas alturas no vale la pena preocuparse por eso. Ya estamos en camino y tenemos una buena razón para pensar que Otis va a estar allá.
—Lo sé. De todas maneras no me hace gracia que ese par se haya separado.
A ella tampoco le hacía gracia y había algo que no le terminaba de cuadrar de todo el asunto. O quizá era nada más que estaba preocupada por todo en ese momento. El camino duró poco más de media hora. Llegaron a instalarse en un hotel que tenía vista a un camino que se encontraba delante de un río. Salieron a recorrer el pueblo que en serio no era para nada grande. La presencia de Otis se sentía fuerte y clara. No tardarían en dar con él, pero esperaban que él no se diera cuenta.
Mu y Shaka ya estaban en Suiza, les tocó volar de Atenas a Zurich y de ahí viajarían en tren hasta Interlaken. Ya no les quedaba mucho tiempo de camino y Saga y Alfa esperaban que se dieran prisa. Luego de que recorrieron el lugar a pie se quedaron a comer algo en un café. De pronto Saga se puso alerta y le tomó la mano a Alfa.
Estaban dentro del restaurante, ubicado justo en la intersección de cuatro calles, junto a una ventana para poder mantenerlas vigiladas. Disimuladamente ambos miraron hacia afuera, y lo vieron. Iba caminando a paso rápido, las manos en los bolsillos de su pantalón, no parecía haberse dado cuenta de que estaba siendo observado. Cuando llegó a la esquina que estaba justo frente a ellos se detuvo a esperar. Apenas unos minutos después llegó otro chico, más o menos de la edad de Otis. Compartieron algunas palabras y luego ambos siguieron caminando.
—¿Los seguimos? —preguntó Alfa.
—No. Voy a salir a ver hacia dónde van, pero quédate aquí. No tardo. —Saga se levantó y fue a la salida.
El par iba en dirección a la calle que llevaba al hotel en el que se estaban quedando, la cual también estaba convenientemente cerca de la estación de tren. Volvió a entrar al restaurante y pidió la cuenta antes siquiera de llegar a su mesa.
—No me encanta la idea, pero los voy a seguir. Quédate a pagar y alcánzame en cuanto puedas. Van hacia el hotel. Si no me ves, vete tú directo al hotel y espérame ahí. —Se acercó a besarla rápidamente y luego salió del restaurante sin darle tiempo a la chica de protestar.
Alfa esperó a que le llevaran la cuenta y luego salió también. Alcanzó a ver a Saga dando vuelta en una esquina y se dirigió hacia allá. Iba caminando bastante tranquilamente. De pronto se detuvo. Como que tenía la sensación de que alguien la seguía a ella y podía sentir también el cosmo mal disimulado de alguien. Quiso voltear a ver, pero mejor decidió continuar caminando a ver si alcanzaba a Saga. Dio la vuelta en la esquina y de nuevo, a lo lejos, pudo ver a Saga, quien se dirigía a la estación.
Antes de dar la vuelta, miró atrás, de reojo, y efectivamente vio a dos figuras caminando hacia ella. No podía saber si iban tras ella, Saga o a los dos renegados que el hombre iba siguiendo. Apuró el paso porque Saga ya casi llegaba a la estación. La mala noticia para ella es que cuando llegó, Saga ya no estaba a la vista. Miró su celular y luego decidió mandarle un mensaje a Mu y a Shaka. Le contestaron casi de inmediato: acababan de llegar. Alfa fue a la salida y ahí esperó. Mu y Shaka venían en vagones separados, y al primero que vio fue a Shaka así que se dirigió a él. Le dio un abrazo que el rubio no supo muy bien cómo contestar.
—Hay al menos dos renegados por aquí y Saga debería tener a la vista a otros dos —le dijo al oído.
El rubio asintió y luego ambos se soltaron. Comenzaron a caminar por la estación mientras buscaban con la mirada al resto. No tardaron en localizar a Mu a quien también Alfa abrazó para darle las noticias. Saga no se veía por ningún lado, pero los cosmos de los otros dos seguían sintiéndose cerca, así que se detuvieron en las tiendas de los alrededores a ver si los notaban. Mu los vio, caminando tranquilamente, para luego dirigirse a la entrada de uno de los trenes: seguramente se iban a subir. Esperaron ahí hasta que en efecto ambos entraron al tren. Eran una chica y un chico, pero no alcanzaron a distinguir sus rasgos. Entonces decidieron mejor ir al hotel a esperar a Saga. Durante el camino, que no fue para nada largo, iban platicando cosas mundanas del viaje y demás. Mu y Shaka se registraron en el hotel y luego fueron a dejar sus maletas rápidamente, para después ir a la habitación de Alfa a esperar a Saga.
—¿Están los dos aquí? Alessandro y Otis, quiero decir —preguntó Mu mientras iba a asomarse a la ventana.
—Por el momento sólo Otis y se reunió con alguien más, por eso Saga fue a seguirlos. Noah nos dijo que ambos pretenden venir aquí, así que no dudamos que Alessandro llegue en cualquier momento. ¿Hay noticias nuevas del Santuario?
—Deathmask salió hoy a Noruega a hacerle compañía a Aldebarán —contestó Shaka—. Alde me preocupa, lleva semanas allá sin haber podido hacer mucho, pero nos dijo que está bastante seguro de que va a encontrarse con algún renegado pronto. También por eso fue Deathmask, para ayudar en caso de ser necesario capturar a alguien.
—¿Qué tal los ha tratado Suiza? —preguntó Mu con una sonrisa, ya había notado el anillo que la joven llevaba en el dedo.
—Es un país increíble, claro que me gustaría poder disfrutarlo sin tener que jugar al gato y el ratón con una bola de renegados idiotas. También hubiera estado padre poder capturar a más de un par, pero así las cosas —contestó Alfa mientras iba a asomarse a la ventana junto a Mu.
Se cruzó de brazos y entonces el de Aries ya no pudo resistir la curiosidad.
—¿Es buen momento para felicitarte? —preguntó mientras le señalaba el anillo con la mirada. —Alfa bajó la vista y sonrió aunque sintió el color subiendo a su rostro. —¿Están comprometidos?
—Nos casamos. Ayer —contestó sin poder contener la sonrisa.
Mu también sonrió.
—Felicidades. Me alegro mucho por ustedes. Aunque a mi maestro le va a dar un yeyo cuando se entere. Asumo que no le han dicho.
—No. Nada más ustedes y Milo saben. No es momento para celebraciones, así que nada más fuimos a firmar los papeles a un registro civil, y luego proseguimos a seguir persiguiendo renegados.
Y justo en ese momento Saga entró a la habitación. Sonrió al verlos a todos reunidos, y que su esposa estaba sana y salva. Esa persecución había tomado más tiempo del planeado y estaba un tanto preocupado por ella, ya que estaba anocheciendo. Shaka se levantó del sillón en el que estuvo sentado.
—Felicidades, Saga, tu esposa nos acaba de contar las noticias —le dijo el rubio con una sonrisa.
Saga también sintió los colores subiendo a su rostro, pero amplió su sonrisa.
—Gracias. Pensamos que ya era hora.
Shaka y Mu se acercaron a darle el abrazo de felicitación, al igual que a Alfa.
—¿Qué encontraste? —preguntó Alfa luego de que todos se calmaron de nuevo.
—No mucho en realidad. Otis y el otro hombre se fueron a la estación a comprar boletos, pero no sé a dónde y luego siguieron de largo. Llegaron a una casa no muy lejos y no volvieron a salir. Estuve dando vueltas por ahí un rato, pero no me parece que se vayan a mover.
—Un par de renegados se fueron en tren. Justo después de que ellos dos llegaran. Creo que dimos al fin con su punto de reunión —le dijo Alfa.
—Creo que vamos a tener que hacer guardia esta noche. Ustedes quédense aquí, están lo suficiente cerca de la estación como para notar si hay movimientos por ahí. Shaka puede ir a la casa en donde se quedó Otis y yo voy a dar rondas por el pueblo, ¿les parece? —preguntó Mu.
Todos asintieron. Shaka y Mu salieron de la habitación mientras el otro par se quedaba. La noche anterior habían dormido un gran total de tres horas y estaban cansados, así que les alegraba que hubiera alguien más ahí. Además pasaron todo el día fuera. El pueblo era lo suficiente pequeño como para que ellos pudieran sentir los cosmos de cualquier renegado que se acercara.
Saga y Alfa pasaron un buen rato asomados a la ventana viendo a las personas pasar. Cerca de la media noche Saga le dijo a Alfa que durmiera un rato y él se quedaría a hacer guardia hasta que le diera sueño. Y estaba cansado y tenía sueño, pero de todos modos no quiso despertarla durante la noche. Sintió varias veces a Mu pasando por ahí y en un par de ocasiones lo vio por la ventana. A las cinco de la mañana fue a acostarse junto a la chica y ella despertó cuando lo sintió.
—¿Qué hora es? —le preguntó.
—Las cinco.
—¿Tienes sueño? Me hubieras despertado antes.
—Estoy bien.
—Duerme un rato. Yo hago guardia. —Alfa se levantó y Saga estaba a punto de protestar, pero la chica lo besó. —Duerme —le dijo, luego ella fue a prepararse un café y Saga no tardó en quedarse dormido.
Con la taza entre las manos Alfa fue a sentarse junto a la ventana mientras observaba el río y a unos cuantos madrugadores pasar corriendo.
Eran poco más de las seis cuando lo sintió: Alessandro acababa de llegar a la estación de tren. Le mandó un mensaje de texto tanto a Shaka como a Mu. Shaka contestó que no había movimiento en la casa, y Mu le dijo que estaba a punto de llegar a la estación. Alfa entonces fue a despertar a Saga para decirle lo que sucedía. Ambos se cambiaron rápidamente de ropa y salieron del hotel.
Para ese momento Alessandro iba caminando por el pueblo y Mu iba detrás de él. El hombre parecía no haberse dado cuenta de nada, y paseaba tranquilamente. No tardó en entrar a un restaurante. Mu siguió de largo pero les mandó un mensaje a los demás para decirles en dónde encontrar a Alessandro. Alfa y Saga pensaban dirigirse hacia allá, pero Shaka les dijo que él iría.
Entonces Alfa y Saga se fueron a hacer guardia a la casa. Estaban a punto de llegar cuando los vieron salir, así que ambos regresaron sobre sus pasos. Otis sabía bien cómo se veían y no tardaría en reconocerlos, así que se apresuraron a dar la vuelta por donde vinieron.
Alfa le mandó un mensaje a Mu para decirle que los renegados salieron de la casa. Mu se dirigió hacia allá. Shaka ya había llegado al restaurante así que tenía a Alessandro en la mira. Alfa y Saga estaban decidiendo a dónde moverse cuando sintieron un par de cosmos llegando a la estación. Se fueron ahí a ver qué encontraban. Alfa estaba bastante segura de que eran los mismos cosmos del día anterior.
Estaban pretendiendo distraerse con las tiendas de las afueras de la estación cuando de pronto Alfa le tomó la mano a Saga.
—¿Qué sucede? —le preguntó el de Géminis.
—Conozco ese cosmo. Es... ¿Alexiel?
—¿Quién?
—Jivika. Jivika es Alexiel. Alexiel era una Santo de Bronce, de la época de Antheia —explicó.
Saga levantó la mirada justo en el momento en el que la adolescente, acompañada de un hombre desconocido, bajaba del tren. Arrastró a Alfa al interior de una tienda.
—¿Está aquí por voluntad propia?
—Me temo que sí —contestó Saga.
Ambos se quedaron viendo al par que iba caminando tranquilamente como cualquier otro par de turistas. Esperaron a que se les adelantaran un trecho antes de comenzar a seguirlos.
Mientras tanto Mu había seguido a Otis y al otro hombre a un restaurante no demasiado lejano de en el que dejó a Alessandro. Entró también y se quedó en una mesa en el extremo opuesto a ellos. Sacó su celular y le mandó un mensaje al resto para decirles en dónde estaba.
Alfa y Saga seguían a Jivika por las calles del pueblo, iban a las afueras, justo a la montaña que tenían delante y eso comenzaba a preocuparlos. Se preguntaban si tenían ahí alguna guarida. Efectivamente comenzaron a adentrarse en el bosque y a escalar la montaña. Los siguieron. Caminaron un trecho hasta que finalmente llegaron a una cabaña perdida en el medio de la nada. Se ocultaron entre los árboles mientras los veían entrar.
Alessandro sacó su celular, enseguida pidió su cuenta así que Shaka hizo lo mismo. Se las trajeron casi al mismo tiempo, pero Shaka decidió esperar a que Alessandro saliera antes de seguirlo. Lo vio caminando con calma por las calles del pueblo y fue tras él, discretamente.
La misma historia se repitió con Otis y el otro hombre. Ambos terminaron sus desayunos y pagaron. Mu también esperó a que los hombres se alejaran un poco antes de comenzar a seguirlos.
Alessandro se dirigió a la estación del tren, se puso a curiosear por ahí y de tanto en tanto miraba el reloj. Shaka no estaba lejos, pero sí lo suficiente para que el hombre no lo viera. Pasaron algunos minutos antes de que un nuevo tren llegara y los pasajeros comenzaron a bajar creando un tanto de caos. Shaka no perdía de vista a su objetivo, quien miraba entre los turistas que llegaban, aparentemente buscando a alguien. Finalmente dio con esa persona, levantó una mano en un gesto de saludo y un hombre fue a reunirse con él. Mal. Demasiados renegados se estaban reuniendo y ellos nada más eran cuatro. Esto pintaba a que iba a ser una mañana movida. Los dos hombres comenzaron a alejarse de la estación y Shaka fue tras ellos.
Ninguno de los Santos lo sabía, pero todo era parte del plan de Alessandro. El hombre tenía bien presente que se encontraban al menos un par de Santos en ese lugar, pero no estaba del todo seguro de si habían más, probablemente sí y esa era la razón por la cual mandó llamar a más de sus renegados para que los ayudaran y por eso les pidió separarse.
Sabía que el de Géminis y la chica estaban tras ellos, por eso mandó por Jivika, quien los conocía y podría reconocerlos. La llegada de aquellos dos a Suiza sucedió antes de lo planeado, por lo tanto no le quedó de otra que adelantar sus planes. Uno de los mensajes que le llegó era precisamente de Alexiel, como la llamaba, y le confirmaba que ellos dos la estaban siguiendo. La mandó a la cabaña abandonada en la montaña. El renegado que fue a recoger a la estación era el último que le faltaba para comenzar con su plan.
La idea era que ellos mismos iban a ir también a la cabaña, con quien quiera que los estuviera siguiendo. Fue hasta que estuvo en el restaurante que se dio cuenta de que tenía a un Santo a la siga. Probablemente Otis también tendría a otro, por eso a él lo mandó a dar un largo rodeo por las calles del pueblo para reunirse también en la cabaña, pero ellos llegarían desde el lado opuesto. Otis no sabía si alguien lo estaba siguiendo, pero actuaría como si así fuera y lo mismo su acompañante. Alessandro le mandó un mensaje a Jivika para que comenzaran lo siguiente. Él ya estaba lo suficiente cerca y el mensaje que le llegó de Otis le confirmaba que él también.
No parecía haber mucho movimiento dentro de la cabaña, de hecho todo estaba en silencio. Alfa y Saga contemplaron el acercarse más, pero todavía no lo decidían cuando vieron al hombre salir. Saga miró a Alfa, no le gustaba para nada que esos dos se separaran, en especial porque eso significaba que ellos tendrían que separarse también, pero ni modo. Por el momento habían evitado comunicarse con Shaka y Mu porque no querían que el ruido de sus celulares los alertara de que no estaban solos.
Saga al fin se decidió y le hizo una seña a Alfa de que se quedara a vigilar a Jivika mientras él seguía al hombre. Alfa asintió. Saga se despidió de ella con un corto beso y luego se fue en silencio. El hombre se dirigía a un punto más alto de la montaña en la que estaban. El bosque era bastante denso y la subida no se veía fácil. Estaban también lejos de los caminos que tomaban los turistas hacia los múltiples puntos de interés.
Alfa lo vio alejarse, pero lo perdió de vista pronto. Concentró su mirada en la cabaña. Se preguntaba si en serio Jivika estaba ahí por cuenta propia. Lo único que sabían era que había contactado a Helena justo antes de que la secuestraran, pero no tenían ni idea de qué tan metida estaba la adolescente en todo este embrollo. Pasaron algunos minutos más en los que lo único que podía escuchar era su propia respiración y los sonidos del bosque.
De pronto la puerta de la cabaña volvió a abrirse y por ahí se asomó Jivika. Alfa la observó, parecía un tanto confundida, quizá incluso temerosa. Miraba en todas direcciones, al parecer buscando a su acompañante. Dio un par de pasos titubeantes hacia afuera, giró la cabeza en la dirección en la que Alfa se encontraba, pero pareció no verla. Entonces salió de la cabaña y comenzó a correr por el camino contrario del que se fueron los hombres. Alfa contuvo un suspiro exasperado, se levantó del lugar en el que estaba oculta y comenzó a correr detrás de la chica.
Casi al mismo tiempo, los otros cuatro renegados empezaron a correr también, sobresaltando a Mu y a Shaka, a quienes no les quedó de otra que ir tras ellos. De pronto el hombre que acompañaba a Otis se detuvo, se dio la media vuelta y buscó a quien fuera que los estuviera siguiendo. Lo mismo hizo el hombre que iba con Alessandro. Shaka sabía que no debía perder de vista a Alessandro, así que intentó seguir tras él, sin embargo eso era justo lo que el otro hombre quería, le estaba revelando su posición y en cuanto se dio cuenta de dónde estaba el rubio, fue directamente a su encuentro. Lo mismo le sucedió a Mu, aunque él consideró usar su cosmo para teletransportarse, pero titubeó, no quería revelar su posición ni su presencia todavía.
Jivika detuvo su carrera, al fin había escuchado los pasos de Alfa siguiéndola así que fue directo hacia ella. Alfa se sobresaltó un tanto cuando la notó y titubeó también. ¿Se supone que debía ir al encuentro de la chica? Se detuvo tan solo un par de segundos y eso fue más que suficiente para que Alessandro la alcanzara. La joven sintió de pronto que alguien la sostenía por la cintura. Se giró de inmediato lanzando golpes, pero en seguida Jivika estaba ahí también intentando sujetarla, al igual que Otis. Alfa lanzó un grito, y lo primero que se le ocurrió fue llamar a su armadura, que apenas tardó un segundo en cubrirla, mientras los tres renegados que la rodeaban se empecinaban en contenerla.
El lejano grito y la súbita subida de cosmo de Alfa alertó a los otros tres Santos, pero para ese momento Mu y Shaka estaban peleándose con sus respectivos renegados. Saga se detuvo, lanzó una maldición al aire y llamó también a su armadura, comenzó la carrera hacia abajo, con el renegado al que estuvo siguiendo tras él. Sentía a su esposa forcejeando allá y era una pelea injusta. La rodearon. No tardó nada en llegar al lugar, pero lo siguiente que vio no era algo que se esperara.
Alessandro tenía bien sujeta a Alfa por la cintura y Jivika acababa de clavarle una jeringa. Alfa encendió más su cosmo, pero lo mismo hizo Alessandro y de pronto los dos desaparecieron.
—¡No! —Saga lanzó un grito involuntario, lo que llamó la atención de Jivika quien volteó a verlo, pero Otis ya lo había sentido acercarse y sin detenerse un segundo se lanzó contra el de Géminis.
Saga estaba concentrado en rastrear el cosmo de Alfa que se estaba desvaneciendo a una velocidad inesperada, pero logró notar el lugar al que la llevaron, una isla en el medio de la nada. De inmediato abrió un portal y justo en el momento en que iba a pasar por él, Otis lo alcanzó y ambos lo atravesaron.
Mu y Shaka llegaron en el momento en el que ambos desaparecieron por el portal. Jivika seguía ahí, aunque en cuanto los vio echó a correr. Mu se teletransportó delante de ella y la detuvo. Los otros renegados estaban tirados en el piso donde los dejaron. Mu sujetó a Jivika. Luego sucedió otra cosa inesperada: la adolescente sacó otra jeringa y se inyectó. En pocos momentos más yacía en el piso completamente noqueada.
Shaka estaba rastreando el cosmo de Saga. Justo cuando lo encontró y le iba a decir a Mu el lugar, el cosmo del de Géminis desapareció. Shaka se quedó mudo. ¿Qué demonios estaba pasando y por qué había desaparecido tan de repente? Eso de estar de incógnito se acababa de ir a la fregada, así que tanto Mu como Shaka se comunicaron con el resto del Santuario vía cosmo. No sabían que algo más estaba pasando en ese momento.
Dicro acababa de despedir a Deathmask quien se iría a reunir con Aldebarán y ella estaba considerando seriamente ir a Creta a recoger a Dorian y traerlo al Santuario, o bien ir con Chris a Creta y quedarse ambas ahí, pero el caso es que algo no le estaba dando muy buena espina de todo esto y lo único que quería era tener a sus dos niños juntos y con ella. Se lo comentó de paso a Deathmask y él le dijo que hiciera lo que considerara prudente, pero en su opinión, mientras estuvieran dentro de los respectivos Recintos estarían seguros.
Pasó las siguientes horas rumiando la decisión y al final llegó a la conclusión de que no estaría en paz hasta que tuviera a sus dos niños juntos. El único problema ahora era cómo haría eso posible. De algún modo tenía que llegar a Creta, pero no podría acompañarla algún Dorado porque ya estaban casi la mitad fuera del Santuario y Shion no quería que nadie más saliera. Además tampoco es que tuvieran a muchos Bronceados y Plateados dentro del Santuario porque todavía habían varios vigilando campos de entrenamiento. Y definitivamente no le gustaba la idea de poner a alguien más en una situación peligrosa. Al final fue a hablar con Shion y él, a regañadientes, le dijo que podía pedirle de favor a Kiki que la llevara a las cercanías del campo de entrenamiento de su hijo y que ella terminara de llegar con el mayor cuidado posible, y se quedara ahí, con Dorian, hasta que Mu regresara de su parte de la misión para ir por los tres.
Las instrucciones de Kiki entonces serían dejar a Dicro y Chris cerca y regresar inmediatamente al Santuario. Shion ya había ido por ellas una vez y no consideraba prudente volver a ir, en especial dentro del Recinto, pero entendía la preocupación de la joven, más aún considerando que los renegados no dudaban en utilizar a un niño para sus propósitos.
Así que al día siguiente Dicro y Chris se reunieron con Kiki, quien estaba contento de poder hacer algo más que quedarse en Aries. Un rápido viaje de teletransportación las llevó a la entrada del bosque. Kiki quería quedarse y acompañarlas un trecho, pero Dicro se negó en redondo y lo mandó de regreso al Santuario menos de 30 segundos después de que llegaran. Cuando la mujer y su hija se quedaron solas comenzaron a caminar a paso rápido.
Lo que ellas no sabían es que en ese momento Roberto tenía instrucciones de seguir su plan. Alessandro le dijo que debía llevar a Terje a los campos de entrenamiento y colar al niño para que llamara la atención del hijo de Dicro y así llevárselo de regreso a Longyearbyen. En principio querían llevarse a la niña, pero sacarla del Santuario iba a ser poco menos que imposible, y dado que ahora sabían que existía un mellizo, bueno, le servía a sus planes. Y no estaban solos, otro de los renegados estaba con ellos, era una chica de unos 23 años que se llamaba Emma y que asignaron a ir con ellos precisamente por ser mujer.
Roberto, Emma y Terje ya estaban cerca del campo de entrenamiento cuando sintieron el cosmo de Kiki llegando. Roberto se puso en alerta al instante. Habían localizado a Dorian, nada más esperaban el momento en que el niño se alejara un poco de todos para que Terje le llamara la atención y lo atrajera hacia donde estaban, sin embargo ahora dudó. Le pidió en voz baja a Terje que se quedara para vigilar a Dorian y si se presentaba la oportunidad lo atrajera, pero él y Emma debían ir a investigar el por qué del cosmo que había sentido. Terje asintió y se quedó en su puesto mientras los veía alejarse.
Bajaron por el bosque, cuidándose de que nadie los viera, aunque era improbable dado que nada más llegaban hasta allá quienes sabían lo que estaban buscando. De pronto se detuvieron y se ocultaron tras un árbol. Una voz infantil les llamó la atención y poco tiempo después vieron a una niña junto a una chica que Roberto reconoció. Sonrió ampliamente. La suerte estaba de su lado ese día.
Las siguieron un trecho, era obvio a qué lugar se dirigían. Cuidaron su posición para poder terminar detrás de ellas. Roberto le indicó a Emma que permaneciera oculta por el momento y cuando notó a la madre distraída, salió corriendo de su escondite. Dicro no tuvo tiempo de reaccionar. Escuchó pasos y se giró a ver qué sucedía, pero sintió un fuerte golpe en la cabeza y luego cayó al piso mientras veía, confundida, a un hombre corriendo y atrapando a Chris. Quiso gritar pero el hombre le tapó la boca a Chris y luego la miró.
—No te atrevas a gritar o a pedir ayuda por cosmo, Dicro —le dijo el hombre a quien ahora reconocía como Roberto.
La mujer se quedó inmóvil, todas las alarmas de su cerebro encendidas.
—No tiene que pasarle nada a ninguna de las dos, pero vas a tener que estar tranquila.
—Deja que Chris se vaya y yo hago lo que quieras —respondió la mujer.
—No, mejor me quedo con Chris para que obedezcas. —Del bolsillo de su pantalón sacó una jeringa y con ella amenazó a la niña.
Dicro levantó las manos.
—Mucho mejor. Ahora, tú no sabes lo que contiene esta jeringa, pero no va a ser agradable si la inyecto, así que te vas a levantar tranquilamente y vas a poner las manos a tu espalda.
Dicro dudó un momento, pero no veía muchas opciones, se levantó de donde había caído, luego puso las manos a su espalda. De pronto sintió a alguien detrás de ella. Quizo girarse, pero un dolor agudo en su hombro la detuvo y se dio cuenta de que le estaban inyectando algo. Por instinto llevó su mano a la jeringa clavada y se la quitó, levantó la mirada para ver a una chica frente a ella a quien no reconoció. Los párpados se le hacían pesados, y supo que sólo tenía un par de segundos más para levantar la alerta. Con su cosmo llegó a Deathmask, iba a pedirle ayuda cuando:
—¡Mamá!
Escuchó el grito de su hijo, y terminó de caer al piso.
Dorian corrió hacia su madre. Esa era la oportunidad perfecta. Emma sacó otra jeringa e inyectó al niño. Roberto ya había echo lo propio con Chris y ambos niños no tardaron en caer dormidos. Terje estaba de pie no lejos. Le dijo a Dorian que uno de sus padres necesitaba ayuda de inmediato, y así logró atraerlo, pero ambos niños llegaron a esa parte del bosque justo cuando Dicro se quitaba la jeringa, así que no dudó en salir corriendo en su ayuda.
Ahora tenían a los tres, pero no significaba que estarían a salvo. Sospechaban que la mujer alcanzó a lanzar la alerta, así que no tenían mucho tiempo para salir de ahí. Roberto se echó a los hombros a ambos niños mientras Emma, con un poco de ayuda de Terje, cargaba a Dicro. A paso bastante veloz comenzaron a salir del bosque y hasta una cueva en la que se ocultaron antes a esperar más instrucciones.
La alarma le llegó fuerte y claro a Deathmask, pero no alcanzó a localizar a su chica. Miró con preocupación a Aldebarán.
—¿Dicro? —preguntó el de Tauro a su compañero.
Deathmask asintió.
—Salió del Santuario, estoy seguro de que fue a Creta en busca de su hijo.
—Vete ya. Yo aviso al Santuario —contestó Alde.
Deathmask se levantó de la silla en la que había estado dentro del restaurante y comenzó a salir rápidamente. Una vez en la calle emprendería la carrera a la velocidad de la luz. Alde lanzó la alarma al Santuario. Shion se contactó con Deathmask para decirle que, efectivamente, Dicro debía estar en Creta porque hacía no mucho Kiki la dejó ahí.
Y entonces otra alarma. Esta vez Shaka y Mu se contactaron con todos para decirles que habían capturado a Alfa en Suiza y ellos a su vez tenían atrapados a tres renegados, entre ellos a Jivika. Mu se teletransportó junto a Shaka y los renegados al Santuario. Su intención, al igual que la de Kanon, era salir enseguida en busca de Saga, pero en ese momento fue que se enteraron del ataque hacia Dicro.
Necesitaban detenerse cinco minutos y pensar. Pero Aldebarán no tenía tiempo de pensar en nada, y si bien no iba a poder nadar el trecho que lo separaba de la isla en la que Shaka había encontrado, y luego perdido, el cosmo de Saga, al menos podía comenzar el camino y rastrear. Salió inmediatamente al muelle más cercano y desembolsó la cantidad de dinero necesaria para que alguien lo llevara a la isla en ese momento.
