Capítulo 54

El sábado por la mañana, cuando Sakura bajaba la escalera los niños corrieron hacia ella para abrazarla. Si por norma eran cariñosos, en esos días lo eran mucho más. Los besuqueó gustosa hasta que Asami dijo tirando de ella:

—Mamá, ven, ¡corre!

Dejándose llevar por la niña, entraron en el salón. Allí estaba Sasuke, con la pequeña Siggy, y al verla aparecer la saludó.

—Buenos días, cariño.

Según oyó eso, Sakura levantó una ceja e iba a soltar una de sus frescas cuando, viendo que Shii y Asami la miraban, musitó con una sonrisa:

—Buenos días.

Rápidamente Shii pidió:

—Papá, deja a Siggy en el suelo para que mamá vea lo que hace.

Con una sonrisa, Sasuke obedeció y, soltando a la pequeña, indicó:

—Vamos, Siggy, ve con Shii.

La niña se tambaleó hacia los lados mientras el vikingo estaba pendiente de ella para sujetarla si hacía falta; de pronto Siggy, dando un pasito tras otro, comenzó a caminar entre risas en dirección a su hermano.

Sakura sonrió. Era la primera vez que la veía andar sola y, emocionada, exclamó mirando a Sasuke:

—¡Ay, Dios! ¡Si ya camina sola!

El vikingo asintió.

—Hoy se ha levantado con ganas de andar.

A continuación cogió de nuevo a la pequeña y, tras besarla, la colocó en posición y dijo:

—Vamos, Siggy, ve con mamá.

Y, sin dudarlo, la pequeña caminó hasta Sakura, que, emocionada, la cogió y le hizo pedorretas en el cuello, algo que a la niña le encantaba.

Durante un rato los cinco integrantes de la familia disfrutaron de aquel maravilloso momento, y un poco más tarde Janetta entró en el salón y se dirigió a Sakura:

—Disculpad, milady, pero Matsuura os busca.

Sin tiempo que perder, Sakura, aún sonriendo por los progresos de la niña, salió del salón. Janetta y ella caminaban en silencio cuando la mujer, parándose, susurró:

—Milady, ¿puedo pediros un favor?

—Claro..., dime.

Janetta, al comprobar que nadie podía oírlas, se apresuró a decir:

—¿Por qué no me lleváis con vos y Matsuura?

Consciente de que su tío le había dicho la verdad, Sakura la ordenó callar y, una vez que las dos salieron al exterior de la casa, musitó:

—Janetta, no sé qué te ha dicho Mat...

—Sé lo que va a ocurrir esta noche.

Sakura cerró los ojos, iba a matar a su tío...

—Como se lo cuentes a alguien, te juro que no sé lo que te hago.

Ella, algo asustada por oírla decir eso, se apresuró a contestar:

—Antes moriría que contar nada, milady. Podéis estar segura.

Sakura asintió y, mirando a aquella mujer que tanta ternura le despertaba, repuso:

—Lo siento, pero no puedes venir con nosotros.

—Pero, milady...

—Janetta, créeme, no puedes.

Acongojada, la mujer suspiró.

—Matsuura ya me lo dijo, pero tenía la esperanza de que vos os apiadarais de mí.

Sakura la abrazó con cariño y, al cabo, susurró:

—Te pido que te quedes con los niños. Ellos te van a necesitar como no han necesitado a nadie en su vida. Y Sasuke también. Probablemente te ofrezca vivir en la casa que es ahora de Matsuura para tenerte cerca y debes aceptar.

Conmovida, finalmente la mujer asintió y, mirándola, murmuró:

—Milady, ¿me prometéis cuidar de Matsuura?

Sakura sonrió y afirmó sin dudarlo:

—Te lo prometo.

Y, dicho eso, sin percatarse de que Sasuke las observaba desde la ventana, las dos mujeres se dirigieron hacia la casa de Matsuura.

Una vez allí, el japonés le dio un beso en los labios a Janetta y luego dijo:

—Ve con el señor. Está solo con los niños y podría necesitarte.

Ella asintió y, en cuanto desapareció y se quedaron solos, Sakura iba a preguntar cuando él indicó mirándola:

—Imagino que le habrás dicho que no, ¿verdad? —Ella afirmó con la cabeza—. Tranquila, Janetta no dirá nada a nadie. Pero tuve que contárselo, muchacha. No sé mentir y no quería desaparecer de su vida sin darle una explicación. Es una buena mujer, siento algo por ella y no quería que...

—Lo entiendo. No te preocupes.

Permanecieron unos instantes en silencio hasta que él dijo:

—Ese hombre te quiere, Sakura, y...

—¡Por Odín! —gruñó ella—. No comiences tú también ahora con eso.

Matsuura resopló.

—¡Shensi, por Tritón!

Molesta, la joven miró a su tío.

—¡Se acabó! No quiero oír una palabra más en referencia a Sasuke y a mí. Es mi vida, son mis sentimientos y yo decido, ¿te queda claro?

—Pero...

—¿Te queda claro? —insistió levantando la voz.

Finalmente el japonés asintió. Sabía que, cuando la joven se ponía así, era imposible hablar con ella y, dando media vuelta, susurró:

—Cuando os marchéis a la fiesta de Temari, yo iré con mi caballo y con el tuyo hasta el lugar de la fortaleza que acordamos. Allí dejaré atado a un árbol a Pirata para que luego puedas cogerlo y regresar aquí a buscarme.

—De acuerdo, tío. —Ella suspiró.

—Recuerda, antes de marcharte deja las cosas que quieras llevarte sobre el baúl de tu habitación. Así sabré qué es lo que tengo que coger.

—Vale.

Luego se quedaron mirándose en silencio, ambos tenían cientos de cosas en la cabeza, hasta que Sakura susurró:

—Lo siento, tío Matsuura. Siento haberte hablado así.

El japonés asintió y, cuando iba a hablar, ella comentó:

—¿Sabes que la mofetilla se ha levantado hoy con ganas de andar?

Sorprendido por aquello, porque la pequeña dormilona era bastante vaga, el japonés exclamó:

—¡No me digas!

Sakura asintió intentando sonreír y, cogiéndolo de la mano, lo animó:

—Vamos al salón. Así podrás verla caminar.

Minutos después, en el salón, todos disfrutaban viendo a la pequeña andar, mientras Sakura sonreía y a Sasuke se le rompía el corazón.